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Véase M. Nieto, «El mito de Prometeo en León Felipe», y E. Navarro, «El mito de Prometeo en la generación del 14», ambos en L. Gómez Canseco (ed.), Las formas del mito en las literaturas hispánicas, Huelva, Universidad de Huelva, 1994, pp. 163-80 y 53-88, respectivamente. Una lectura romántica del mito propone M. Comellas, «Subversión de la marginalidad en la mitología romántica: el combate contra Dios», cit., pp. 30 ss.

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Los pasajes son los siguientes: «Como scientia cordis, nada actual, sino de ayer y de mañana, pudiera definirse, en parte, esta lírica que afirma, contra múltiples apariencias, las virtudes más problemáticas para el hombre moderno -piedad, humildad, compasión, castidad- y que una filosofía más moderna aún, puede restaurar. Son virtudes valientes, temerarias, que muestran al espíritu sin disfraz como al gran contradictor de la naturaleza. Ya para Abel Martín -recordémoslo- eran virtudes mágicas, implícitas en el fiat umbra de su divinidad, cuando no de un carácter prometeico, en cierto sentido satánico. No olvidemos que para Abel Martín fue el Cristo, como salvador, un ángel díscolo, un menor en rebeldía contra la norma del Padre» (Prosas dispersas, pp. 651-52); y «Pero no basta la razón, el invento socrático, para crear la comunión cordial, una convergencia de corazones en un mismo objeto de amor. Tal fue la hazaña de Cristo, hazaña prometeica y, en cierto sentido, satánica. Para mi maestro Abel Martín fue el Cristo un ángel díscolo, un menor en rebeldía contra la norma del Padre» (Juan de Mairena, ed. cit., I, p. 153).

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Sobre esta cuestión preparamos un artículo en fase avanzada.

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Prosas dispersas, p. 527.

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75

Ed. cit., pp. 626, 627 y 634.

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Cf. R. Gullón, «Eros y Thanatos en el modernismo», en J. Onega (ed.), Palabra de escándalo, Barcelona, Tusquets, 1974, pp. 339-425.

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Ed. cit., p. 648.

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78

Ibid., p. 666.

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Ibid., pp. 495-96. El motivo dejó su huella en otros testimonios modernistas, como el Abel Sánchez unamuniano (cf. P. Ilie, Unamuno: An existential View of Self and Society, Madison, University of Wisconsin Press, 1967, p. 36). Por otra parte, la proyección de la figura de Caín en el romanticismo (como el de Byron) ha sido estudiada por M. Comellas, «Subversión de la marginalidad...», cit., pp. 31 ss.

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80

Ed. cit., pp. 505-506.

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