Escena II
|
|
RAMÓN,
MATEO.
|
MATEO.- ¡Hola! ¿Señorito don
Ramón; Vd. por acá? ¿Cómo va de
salud?
|
RAMÓN.- ¿Muy bien, Mateo, y
tú como lo pasas?
|
MATEO.- ¡Grandemente! Con mi dinero poco
chocolate han tomado el médico y el boticario. Si fuera el
tabernero tal cual, como que es el que me surte de todas las
medicinas que necesito. Pero V. tiene encendidos los ojos:
¿Qué viene a ser eso? ¿Ha habido llanto?
|
RAMÓN.- ¿Llanto yo? No lo
creas.
|
—59→
|
MATEO.- ¿Conque no, y está V.
llorando ahora mismo? ¿Qué tiene V.? ¿Le ha
sucedido a V. alguna desgracia?
|
RAMÓN.- No, Mateo: desde que me fui no he
tenido ninguna.
|
MATEO.- Vamos: ya caigo: el sentimiento de
apartarse del abuelito...
|
RAMÓN.- No hubiera sido muy grande, si
esperara encontrar aquí a mamá, pero sin ella...
(Llora.)
|
MATEO.- No llore V. señorito, y procure
desechar la memoria de un acontecimiento que hasta cierto punto
está ya remediado. Ya sabe V. que tiene otra
mamá.
|
RAMÓN.- No me la nombres por Dios, pues
nada aumenta tanto mi aflicción como el pensar en mi
madrastra. ¡Ojalá pudiera ahorrarme el disgusto de
verla! ¿Y mis pobres hermanas qué hacen?
¿Cómo les va?
|
—60→
|
MATEO.- ¿Cómo quiere V. que les
vaya? ¡Pobrecitas! ¡En qué sujeción
viven! A las seis de la mañana tienen que estar en pie sin
remedio. Y sino que tarden un cuarto de hora en levantarse, y
verán lo que es bueno.
|
RAMÓN.- ¿Y qué hacen tan
temprano?
|
MATEO.- ¡Toma! Ya tiene buen cuidado su
madrastra de darlas ocupación. Aquí todo el mundo
trabaja; y cuenta conque ninguno chiste. La tal doña Lorenza
nos trata lo mismo que a esclavos. Yo la aborrezco con toda el
alma. ¿Pues no quiere que al cabo de mis años en la
casa, y hecho a gobernar la familia la haya de obedecer como un
novicio? Las siete eran cuando entré es el jardín, y
ya la encontré aquí con sus hermanas de V. trabajando
a su lado lo mismo que unas negras.
|
RAMÓN.- ¿Pero en qué se
ocupan?
|
MATEO.- En coser ropa para la familia nueva.
|
—61→
|
RAMÓN.- No en balde había
oído decir muchas veces, que las madrastras reservan todo su
amor y regalo para sus hijos, martirizando a los de su marido. Mas
no seré yo el que trabaje para ellos; yo te lo aseguro.
¿Pero dime qué se han hecho mis claveles y mis
tulipanes, que no los veo?
|
MATEO.- Ya no queda rastro de nada.
|
RAMÓN.- ¿Cómo es esto?
|
MATEO.- Sus nuevos hermanitos de V. han arrasado
cuanto había. Como siempre están aquí en el
jardín, acaban con todo.
|
RAMÓN.- ¡Habrá bribones! Ya
destruyeron mis macetas: sólo falta que me echen del
jardín, y a fe que no, será nada extraño al
paso que llevan.
|
Escena III
|
|
CASIMIRO,
VICENTE, RAMÓN, MATEO.
|
CASIMIRO.- (Por lo bajo a
VICENTE.)
¿Quién será aquel muchacho que habla con
Mateo? ¡Ojalá fuese Ramón!
|
VICENTE.- (A MATEO.) ¿Es
Ramón?
|
MATEO.- (Con
sequedad.) El mismo.
|
CASIMIRO.- ¡Bienvenido, hermano!
¡Cuánto deseaba que llegases! (Corre a
él con los brazos abiertos.)
|
RAMÓN.-
(Apartándose.) ¿Tan
antigua es nuestra amistad que vienen Vds. a abrazarme? Alabo la
confianza.
|
CASIMIRO.- ¿Eso qué importa?
¿No somos hermanos?
|
RAMÓN.- Medios hermanos dirá
V.
|
CASIMIRO.- Déjate de medios, que es
palabra muy fea. —63→
¿Tu papá quiere mucho a mi mamá:
¿pues por qué no nos hemos de querer nosotros? Siendo
ellos marido y mujer, por fuerza hemos de ser hermanos.
|
RAMÓN.- Pues si lo somos
¿cómo es que Vds. han dispuesto del jardín
como dueños absolutos?
|
VICENTE.- (Aparte.)
¡Jesús qué genio tiene tan altivo!
|
CASIMIRO.- Porque tu papá nos ha
permitido trabajar en él.
|
RAMÓN.- Primero estaba yo que vosotros, y
así veremos si sois hombres para echarme fuera.
|
VICENTE.- Vamos adentro, Casimiro,
dejémosle, que ninguna precisión tenemos de aguantar
su mal humor.
|
CASIMIRO.- ¿Será regular que nos
separemos sin quedar amigos?
|
VICENTE.- No sé qué gusto tienes
de oír ultrajes y malas palabras.
|
—64→
|
RAMÓN.- Eso es tratarme de mal hablado,
¿no es verdad?
|
VICENTE.- Sí señor; lo dicho,
dicho: y no sólo mal hablado, sino envidioso, soberbio,
y...
|
RAMÓN.- ¿Vd. se atreve a
provocarme, y en mi mismo jardín? ¿Eh?
|
VICENTE.- Vd. es quien da motivo a ello:
¿está Vd.? Y si imagina que me mete miedo se equivoca
de medio a medio. (Se adelanta hacia
él.)
|
CASIMIRO.-
(Deteniéndole.)
¿Cómo es eso, Vicente? ¿Quieres reñir
con tu hermano? ¡Buena pesadumbre diéramos a
papá! ¡Y sobre todo en el instante mismo de llegar su
hijo! Vámonos, que eso no es regular. (Se lo
lleva como por fuerza.)
|
VICENTE.- Yo le contaré a mamá
cuanto ha pasado.
|
Escena IV
|
|
MATEO,
RAMÓN.
|
RAMÓN.- ¿Ves qué pronto
empiezan mis disgustos? Ahora van derechos a quejarse a su madre, y
la dirán que los he maltratado. Ella se lo hará creer
a papá, y yo lo pagaré solo. ¿No lo ves?
¿Tengo razón para lamentarme de mi suerte?
|
MATEO.- Ya se ve que sí; pero no le
dé a V. cuidado, que yo estaré siempre de su parte, y
no consentiremos que se burlen de nosotros estos advenedizos.
|
RAMÓN.- ¿Y si llegan a indisponer
a papá conmigo?
|
MATEO.- Déjelo V. a mi cargo, que yo
sabré disuadirle. Cabalmente tengo noticia de algunas
travesuras de esos mocosos, y se las contaré una por una.
Además le diré que han destruido —66→
el jardinito de V., que le han dicho mil improperios... Ya
lo arreglaré yo de modo que no les salga la cuenta.
|
RAMÓN.- Sí, querido Mateo:
tú serás siempre en mi favor: ¿no es
verdad?
|
MATEO.- Hasta morir.
|
RAMÓN.- ¡Cuánto te lo
agradezco! Gracias a Dios que, muerta mi mamá, encuentro
alguno en casa, que saque la cara por mí. ¿Pero ves
qué bien vestidos están? ¿Y qué valonas
tan ricas tienen puestas?
|
MATEO.- Ésas se las ha bordado su
madre.
|
RAMÓN.- Por supuesto, como que no
pensará más que en sus hijos, y los traerá
hechos unos príncipes. ¡Pobre de mí!
¿Quién se ha de acordar de bordarme valonas?
|
MATEO.- Como V. mismo no se las borde...
|
RAMÓN.- El vestido era nuevo: ¿no
es verdad?
|
—67→
|
MATEO.- Nuevecito. Si el día de la boda
le estrenaron... ¡No es nada! Se empeñó su
padre de V. en que todo fuese flamante de pies a cabeza.
|
RAMÓN.- ¡Qué poco se han
acordado de hacerme otro a mí! Allí me dejaron en la
casa de campo con esta levita raída como a un miserable.
¡Vaya! No puedo resistir semejante situación.
¡Mira qué desgracia! No tengo madre; mi papá no
hace caso de mí: sólo tú me quedas para mi
consuelo.
|
MATEO.- Vamos, vamos: no hay qué
afligirse, que todo irá mejor que V. piensa. Ahora lo que
importa es ir a ver a la madrastra, presentarse a ella con cierto
agrado y besarle la mano.
|
RAMÓN.- Mucho esfuerzo me ha de
costar.
|
MATEO.- Pues no hay remedio: aunque se le
estén a V. rallando las tripas, es preciso que se presente
con rostro placentero. Otro tanto hago yo, y eso que no la puedo
ver ni pintada. —68→
¡Querrá V. creer que no me deja ir a la
taberna, siendo así que en tiempo de su mamá de V.
pasaba allí la mitad del día! ¡Oh!
¡Aquélla sí que era una señora en forma!
Pero, amigo, las cosas han dado gran vuelta... y es menester ir con
la corriente: no hay otro arbitrio. Ya le iré a V. dando
otras instrucciones importantes; mas no ahora, que
extrañarán la tardanza.
|
RAMÓN.- ¿Se me conoce en los ojos
que he llorado?
|
MATEO.- ¿No se ha de conocer si
aún le están a V. corriendo las lágrimas?
|
RAMÓN.- ¿Y quieres qué me
presente así? Me preguntará por qué he
llorado, y no sabré que decirla.
|
MATEO.- Diga V. que al entrar aquí se
acordó de su madre como era natural, y se le saltaron las
lágrimas sin poder remediarlo.
|
RAMÓN.- ¿Y si me empieza a hablar
de las palabras que tuve con tus hijos?
|
—69→
|
MATEO.- Dígala V. que ellos empezaron, y
póngame a mí por testigo, pero aquí viene;
adelántese V. a recibirla.
(Vase.)
|
Escena V
|
|
DOÑA
LORENZA, RAMÓN.
|
DOÑA
LORENZA.- ¿Cuál es? ¿Dónde
está? (Repara en él.)
¿Eres tú, Ramón? ¡Gracias a Dios que
tengo junta toda mi nueva familia! (Él le besa
la mano, y ella le abraza y besa con cariño.)
¡Qué fisonomía tan graciosa!
¡Cuánto me regocija el poder llamar hijo a un
niño tan amable!
|
RAMÓN.- También quisiera yo poder
regocijarme, pero, ¡ay! no me es posible.
|
DOÑA
LORENZA.- ¿Qué tienes, hijo mío,
que estás tan triste? (RAMÓN echa a llorar sin
contestarla.) ¿Vuelves la cabeza, y te pones
a llorar? ¿Por qué —70→
no me descubres tu pecho, querido Ramón? ¿No
tienes confianza en mí?
|
RAMÓN.- Si no es nada, señora;
nada absolutamente.
|
DOÑA
LORENZA.- Podrá no ser nada, pero a mí
me da pena verte afligido, y deseo que me lo digas para poder
consolarte. Ya ves que si tu papá y tus hermanas te ven
así, creerán que te ha sucedido alguna desgracia, y
se asustarán infinito. ¿Querrás pagarles de
ese modo el ansia y la alegría con que te esperan? ¿Y
tú mismo, no la tendrás en verlos y abrazarlos?
|
RAMÓN.- Sí, señora: la
tendré, y muy grande; pero ni ellos ni V. me
proporcionarán el gozo de abrazar a mi madre, y ése
es mi sentimiento.
|
DOÑA
LORENZA.- Está muy bien; pero hazte cargo de
que al cabo de seis meses que la perdiste, ya es razón
moderar el llanto.
|
RAMÓN.-
(Sollozando.) ¡Ay! ¡Nunca!
¡Nunca! ¡Mamá de mi alma!
|
—71→
|
DOÑA
LORENZA.- Mudemos de conversación, porque
ésta renueva tas penas, hijo mío.
|
RAMÓN.- Al contrario. Mi alivio consiste
en hablar de ella a todas horas. ¿Quisiera V. que en tan
corto tiempo la hubieran olvidado sus hijos?
|
DOÑA
LORENZA.- ¡Oh niño precioso!
¿Conque tanto querías a tu mamá?
|
RAMÓN.- Ahora que la he perdido conozco
cuanto la amaba. ¡Qué mamá tan cariñosa,
tan buena!
|
DOÑA
LORENZA.- ¡Cuánto placer tendría
en podértela resucitar, o más bien, en ocupar en tu
corazón el lugar suyo! Yo te amaré como ella te
amaba, y cuidaré de ti con igual esmero.
|
RAMÓN.- Pero no está en mano de V.
haberme dado el ser, haberme alimentado a su seno, ni
criádome en sus brazos. ¡Ay! Era mi madre, y V. no es
más que mi madrastra.
|
—72→
|
DOÑA
LORENZA.- Siento mucho, Ramón, que me des ese
nombre. ¿Te he llamado yo hijastro por ventura?
|
RAMÓN.- Perdone V., señora, que no
ha sido mi intención incomodar a V., manifestándose
tan amable y cariñosa conmigo. Pero V. tiene hijos propios,
y es natural que los ame con preferencia a los extraños.
|
DOÑA
LORENZA.- Yo te ofrezco que no echarás de ver
la diferencia más leve. Deja que pasen días y nos
vayamos conociendo, y llegarás a creer que soy tu
mamá verdadera.
|
RAMÓN.- ¡Oh! ¡Si así
fuese! Pero no es posible que me olvide jamás de mi amada
madre.
|
DOÑA
LORENZA.- Tampoco deseo yo que la olvides: lejos de
eso hablaremos de ella a menudo, porque tu ternura sirva de ejemplo
a mis hijos. Ven conmigo, que quiero que los conozcas.
|
—73→
|
RAMÓN.- Ya los he visto, y extraño
que no hayan dado a V. quejas de mí.
|
DOÑA
LORENZA.- No por cierto. ¿Mas qué ha
pasado? ¿Habéis tenido ya alguna desavenencia? Mucho
lo sentiría, porque no tengo otro anhelo que veros
tiernamente unidos como verdaderos hermanos.
|
RAMÓN.- También quisiera yo que
sucediese así, porque no me gusta estar reñido con
nadie. ¿Pero, dónde están mi papá, y
mis hermanas? ¡Tengo tantos deseos de darles un abrazo!
|
DOÑA
LORENZA.- Tu papá vendrá muy pronto.
Tenía que concluir cierto asunto, y ha ido a despacharlo con
tiempo para tener después todo el día por suyo, y
emplearle en estar en tu compañía. Entre tanto iremos
a ver a tus hermanas, y te dirán si las trato bien o
mal.
|
RAMÓN.- Enhorabuena; pero lo que
más deseo es —74→
que hablemos de mi pobre mamá, a quien no puedo
apartar de la memoria.
|
|
(Vanse sin ver a VICENTE y CASIMIRO que entran por el lado
opuesto.)
|
Escena VI
|
|
CASIMIRO,
VICENTE.
|
VICENTE.- ¡Hay tal empeño en que no
me he de quejar a mamá y en que por fuerza hayamos de ser
amigos de aquel vanidoso! Eso sí que no: tan pronto como
llegue su padre le tengo de contar lo altanero y provocativo que ha
estado con nosotros, para que sepa tratar a las gentes como es
debido.
|
CASIMIRO.- ¿No es mejor dejarnos de
chismes, aunque sólo sea por no dar a papá ese
disgusto?
|
VICENTE.- En verdad que siento desazonarle, pero
¿cómo se ha de remediar? Si a este perillán no
se le corrige desde el primer día, todo será disputas
y camorras. Él las buscará continuamente: yo que
tengo malas pulgas le —75→
diré cuatro claridades, y si se atreve a emplear el
tono de amenaza que esta mañana, andará la
marimorena.
|
CASIMIRO.- ¿Conque según eso
tratas de darle de bofetadas? ¡Ya, ya! ¡No faltaba otra
cosa!
|
VICENTE.- ¡Hola! ¿Querrás
que aguante que él me las dé a mí?
|
CASIMIRO.- De ningún modo.
|
VICENTE.- ¿Pues qué recurso
queda?
|
CASIMIRO.- Con el tiempo lo pensaremos: por lo
que es hoy conviene disimular por no disgustar a papá en
ocasión de tanta alegría para él.
|
VICENTE.- Si al cabo hemos de tener que rifar a
cada paso, ¿no es mejor tratar de evitarlo desde ahora?
|
CASIMIRO.- Ten un poca de paciencia, Vicente.
¿Quién sabe si Ramón será tan malo como
te figuras? Yo creo que no lo es.
|
—76→
|
VICENTE.- No sé en qué te fundas,
pues lo que hemos visto da bien a entender...
|
CASIMIRO.- Siempre su padre y sus hermanas nos
le han pintado como un muchacho dócil, y amable sin otro
deseo que el de complacer a todo el mundo.
|
VICENTE.- ¡Cierto! Volviéndome la
espalda cuando quise abrazarle.
|
CASIMIRO.- ¿No ves que no nos
conocía? Tal vez se figuró que éramos como
suelen ser otros hermanos a medias.
|
VICENTE.- Mal pudo ser eso, cuando no vio en
nosotros sino muestras de cariño.
|
VICENTE.- O tal vez le cogimos en algún
momento de mal humor.
|
VICENTE.- ¿Qué obligación
tenemos de aguantar el mal humor de nadie?
|
—77→
|
CASIMIRO.- ¿Y qué? ¿No se
han de disimular nada los hermanos unos a otros?
|
VICENTE.- ¡Pero si parece que tiene a
menos mirarnos como tales!...
|
CASIMIRO.- Yo por mi parte no he advertido en
él esa altanería que tú supones.
|
VICENTE.- Yo lo que te aseguro, Casimiro, es que
no le he de dejar pasar ninguna: pero aquí viene con sus
hermanas, y yo me voy, que se me enciende la sangre cuando le
veo.
|
CASIMIRO.- ¿No es mejor esperarles, y
entrar a la parte en su alegría?
|
VICENTE.- Mejor es que no nos expongamos a
turbarla: yo me voy. (Vase.)
|
CASIMIRO.- Aguarda, que ya te sigo.
(Saliendo.) Es preciso tratar de
aplacarle, no hay remedio.
|
Escena VII
|
|
RAMÓN,
MATILDE, LUISA.
|
MATILDE.- (Apretando la mano a
RAMÓN.)
¿Qué sacamos con tanto afligirnos? Si a fuerza de
lágrimas pudiéramos resucitar a mamá...
|
RAMÓN.- Pero a lo menos me habéis
de prometer que cuando estemos juntos, hemos de hablar de ella.
|
MATILDE.- Sí, Ramón: nos
figuraremos que está en medio de nosotros como cuando
vivía.
|
RAMÓN.- (Tomando la mano a
sus hermanas.) ¡Ay, hermanas mías! No
sabéis cuánto aumenta esa ilusión el placer de
hallarme a vuestro lado.
|
MATILDE.- ¡Si supieras cuánto he
suspirado por ti!...
|
LUISA.- Y yo lo mismo, Ramón. Ahora
volveremos a jugar juntos como antes. Casimiro y Vicente
vendrán también a jugar con nosotros, y nos
—79→
divertiremos muchísimo. ¡Ya verás, ya
verás qué gusto tan grande! (Da
palmadas y salta de alegría.)
|
RAMÓN.- Por lo que hace a Vicente y
Casimiro no quiero nada con ellos.
|
MATILDE.- ¿Por qué
razón?
|
RAMÓN.- Porque no sirven más, que
para dar quejas a su madre de nosotros, y apoderarse de nuestras
cosas.
|
MATILDE.- ¿Quién? ¿Ellos?
No lo creas.
|
LUISA.- Mira, Ramón: ¿ves
qué estuche tan bonito?
|
RAMÓN.- Sí, ¿Quién
te le ha dado?
|
LUISA.- Vicente me le compró con su
dinero.
|
MATILDE.- Esta cartera se la habían
regalado, a Casimiro, y él me la dio a mí.
¡Mira qué linda es!
|
—80→
|
RAMÓN.- Ya veo que os lleváis muy
bien con ellos: lo que temo es que todos seréis contra
mí.
|
MATILDE,
LUISA.- ¿Contra ti?
|
RAMÓN.- Seguro. Me han recibido mal, y
han arrancado todas mis flores. ¿Qué más
indicios queréis de que no me pueden ver?
|
MATILDE.- ¿Quién ha arrancado tus
flores? ¿Qué es lo que estás diciendo?
|
RAMÓN.- ¿Quién? Esos
picaruelos, con quien estáis unidas.
|
MATILDE.- No comprendo lo que quieres decirnos.
¿Has visto tu jardín?
|
RAMÓN.- ¡Bien visto le tengo!
¡Ahí le tienes, regístrale tú misma,
¿y dime qué se han hecho mis tulipanes y mis
claveles?
|
MATILDE.- ¿Conque según eso no has
estado allí en el jardín bajo las ventanas de
mamá?
|
—81→
|
RAMÓN.- ¿Hay allí
algún jardín por ventura?
|
LUISA.- ¿Cómo si le hay? ¡Y
bien bonito!
|
MATILDE.- Como éste era pequeño
para tantos, mamá nos ha arreglado otro seis veces
más grande.
|
RAMÓN.- ¿Y quién es el amo?
¿Los dos preferidos, no es verdad?
|
MATILDE.- Nada de eso, que es de todos, y cada
uno tiene su cuadro aparte.
|
LUISA.- Yo también tengo el mío lo
mismo que los demás.
|
RAMÓN.- ¿Y para mí no hay
ninguno?
|
MATILDE.- ¿Cómo que no? El mejor
de todos, y sin tener que plantar ni cavar como nosotros, te lo
hallarás lleno de flores. ¡Ésa sí que es
fortuna!
|
LUISA.- Ya verás de cuantas clases las
tienes: las —82→
hay blancas, encarnadas, amarillas, azules, en fin de todos
los colores.
|
RAMÓN.- ¿Y quién ha hecho
ese milagro?
|
LUISA.- Tus hermanos, que hace ya más de
un mes que pasan en eso los ratos de recreo. ¡No es nada lo
que han trabajado allí! Como que han ido trasplantado de sus
cuadros al tuyo las flores más bonitas que tenían,
sólo por hacerte este obsequio sorprendiéndote cuando
llegases.
|
RAMÓN.- ¿Eso han hecho por
mí? ¡Quién lo hubiera creído! Mateo me
dijo que lo habían talado todo a propósito.
|
MATILDE.- Si te guías por los embustes de
Mateo, ya no extraño nada. También a nosotras nos
quiso indisponer con los hermanos a fuerza de enredos.
¡Picarón! Ése es el agradecimiento que tiene,
cuando únicamente está en casa porque mamá le
recomendó a papá poco antes de morir.
|
LUISA.- ¿Y sabes por qué es todo
eso? Porque le —83→
mandan trabajar, y no le dejan estarse emborrachando en la
taberna todo el día.
|
RAMÓN.- Ya veo que ponderando la ley que
me tenía, trataba únicamente de engañarme.
|
MATILDE.- Con todo eso no lo digamos a nadie
porque no le despidan.
|
RAMÓN.- No por cierto; basta que
mamá le haya recomendado.
|
MATILDE.- Pero no te fíes de él,
que es un chismoso, y te engañará cien veces.
|
LUISA.- Vamos a dar un vistazo al jardín:
¿quieres?
|
RAMÓN.- Lo mismo os iba a proponer,
porque estoy deseando verle.
|
MATILDE.- ¡Ea! Pues vamos.
|
|
(Le toman de la mano las dos y se lo llevan. CASIMIRO y VICENTE entran al mismo tiempo por
otra parte sin verlos.)
|
Escena VIII
|
|
CASIMIRO,
VICENTE. Con platos de
fruta y bollos que colocan debajo de un cenador.
|
CASIMIRO.- ¿Pero dónde
habría ido?
|
VICENTE.- ¡Ah! Ya los veo: allá va
con las hermanas camino del jardín.
|
CASIMIRO.- ¡Cuánto me alegro! Con
eso verá cuán presente le hemos tenido, y se
pondrá muy contento al saber que el cuadro más bonito
es el suyo.
|
VICENTE.- No lo creas: verás como le
parece feo. Con aquel genio tan arisco, dirá que las flores
están mal casadas, los bojes mal cortados, y la tierra muy
húmeda, o muy seca: en fin lo que se le ponga en la
cabeza.
|
CASIMIRO.- Lo que yo veo es que tú no te
quedas atrás. Dices que él es regañón y
arisco; pero no echas —85→
de ver que a ti te sucede otro tanto. Jamás te he
conocido de tan mal humor como ahora.
|
VICENTE.- Él tiene la culpa. A fe que sus
hermanas no han tenido nunca por qué quejarse de mí,
y ya sabes con qué alegría esperaba yo su llegada.
¡Buen testigo eres del mal modo con que nos
recibió!
|
CASIMIRO.- Es muy cierto; pero no te haces cargo
de que tendría entonces algún disgusto. Quizá
estaría receloso de que su papá no le quisiese tanto
como antes, o de que su mamá no le hiciese tantos
cariños como a nosotros. Ya ves que en tal caso estamos en
la obligación de contemplarle para aliviar sus penas,
procurando consolarle y ganar su amistad a fuerza de halagos y
favores.
|
VICENTE.- Tienes mucha razón, Casimiro, y
siento no haber pensado en ello.
|
CASIMIRO.- Siendo tan buen muchacho como dicen,
mira tú si agradecerá nuestras caricias, y lo que se
alegrarán su papá y sus hermanas. Pues no
—86→
digo nada de mamá, que en ninguna cosa tiene
más gusto que en vernos tan hermanados. Todos nos
querrán mucho más que hasta aquí, y se
pondrán más alegres que nunca.
|
VICENTE.- Conozco que hice muy mal; pero no te
dé pena, que cuando volvamos a verle, estaré tan
jovial y expresivo con él, que le haré olvidar
nuestra pasada desavenencia.
|
CASIMIRO.- Lo que debemos hacer es ir a buscarle
corriendo.
|
VICENTE.- Dices bien: vamos allá... pero
aquí viene con las hermanas.
|
CASIMIRO.- ¿No reparas qué cara
trae tan alegre?
|
Escena IX
|
|
CASIMIRO,
VICENTE, RAMÓN, MATILDE, LUISA.
|
RAMÓN.- (Corriendo a
abrazar a CASIMIRO y
VICENTE.)
¡Ay! ¡Queridos hermanos! ¡Con cuánta
razón debéis estar enfadados conmigo!
|
CASIMIRO.- ¿Por qué motivo? Nada
de eso.
|
VICENTE.- (Volviendo a
abrazarle.) Todo se acabó ya, amado
Ramón; vuelve a abrazarme.
|
RAMÓN.- ¡Qué bonito
jardín habéis formado para mí, colocando en
él las flores más lindas del vuestro! ¡Con
qué podré pagaros este favor!
|
CASIMIRO.- Con tal que estés contento, ya
no deseamos otra paga.
|
RAMÓN.- ¿Contento?
¿Cómo no lo he de estar con lo que habéis
hecho conmigo? ¡Ah, hermanos míos! Perdonadme la
ofensa que os hice, —88→
no queriendo admitiros en mis brazos. Os prometo que
será la última, que os amaré
entrañablemente, y que cuanto yo tuviere será tan
vuestro como mío.
|
CASIMIRO.- Sí, sí: nuestros
juguetes, nuestras penas, nuestras diversiones, todo será
común.
|
VICENTE.- Venga otro abrazo en
confirmación de nuestro cariño, y nuestra
unión fraternal.
|
|
(Se abrazan los tres.)
|
MATILDE.- (A LUISA.)
Abrázame, hermana. Estoy loca de alegría.
|
|
(Se abrazan las dos.)
|
CASIMIRO.- Vámonos ahora a merendar al
cenador con las hermanas. Ea, sentémonos.
|
RAMÓN.- En mi vida he tenido merienda
más alegre: yo os serviré a todos.
(Reparte los bollos y la fruta, y se ponen a
comer.)
|
VICENTE.- ¡Cuánto mejor es esto que
disputar y reñir!
|
—89→
|
CASIMIRO.- ¡Poco se alegrará
mamá cuando nos vea tan hermanados y contentos!
|
MATILDE.- A fe que es bien acreedora a que en
esto y en todo le demos gusto. Cuando tú la conozcas
Ramón... pero ya creo que la has visto.
|
RAMÓN.- Sí, Matilde; por cierto
que me hizo mil caricias. Tiene una presencia tan agradable, que es
imposible que no sea buena. Con sólo oír el tono
afectuoso de su voz da gana de quererla.
|
MATILDE.- ¡Y ella nos quiere a todos con
tanto extremo!
|
LUISA.- Mira: nunca está más
contenta, que cuando nos ve muy divertidos.
|
MATILDE.- Después que la otra mamá
murió, hubo una temporada en que estuvimos muy mal, porque
papá obligado a estar en la audiencia la mayor parte del
día, no tenía tiempo de atender a —90→
nosotros. Así ni aprendíamos nada, ni
había quien cuidase de nuestro aseo.
|
LUISA.- ¿Te acuerdas cuántos
días anduve yo con aquel rasgón en el vestido?
|
MATILDE.- ¡Pero después que la
nueva mamá vino a casa, qué diferencia tan grande! De
todo cuida, todas las cosas están siempre a punto, y cuando
se trata de diversiones, es la primera que nos las proporciona
tomando muchas veces parte en ellas.
|
LUISA.- Y cuando yo estuve mala, ¡si
supieras Ramón qué mala estuve! Ella sola fue la que
me asistió. Apenas se apartaba de mi cabecera.
¡Quién sabe las cosas que me dio!
¡Cuántos bizcochos! ¡Cuántas tacillas de
dulce! ¡Era mucho aquello! A no ser por su cuidado ya
estaría muerta.
|
RAMÓN.- Me dejáis aturdido.
|
MATILDE.- Ya te acordarás de que cuando
tú te fuiste, no sabíamos nada de labores de manos,
porque —91→
acabábamos de aprender a leer y a escribir. Pues ya
sabemos coser muy bien, bordar al pasado y al tambor, y ahora
estamos aprendiendo a hacer encajes, todo sin otra maestra que
mamá.
|
CASIMIRO.- (A RAMÓN.)
¿Ves este pañuelo qué bien
bordado, y qué festón tan bien hecho? Pues es la obra
magistral de Matilde, y regalo suyo.
|
MATILDE.- ¡Vaya, qué bien me lo has
pagado! ¿No me has cultivado tú mi jardincito?
¿No me has dado muchas flores, y otras plantas del tuyo?
Porque has de saber, Ramón, que mamá no quiere que
trabajemos de balde para los hermanos, sino que nos remuneren
haciendo alguna cosa para nosotras, y ellos se portan tan bien que
siempre salimos mejor libradas.
|
LUISA.- Ciertamente. Ya te
enseñaré yo el barquito de corcho que me ha hecho
Vicente con su navaja. Verás qué bonito es, con sus
cuerdas de seda, sus velas de raso, y sus banderas de cinta. Da
gusto verle navegar solito en el estanque.
|
—92→
|
VICENTE.- Para eso tú me hiciste unas
ligas de punto de aguja.
|
LUISA.- ¡Gran cosa! ¡Unas ligas!
Ahora ya sé mucho más. Si tú vieras,
Ramón, cierto bolsillo con listas verdes y de color de lila
que tengo preparado para ti... Las listas verdes las he hecho yo
sola: que lo diga Matilde. Estoy cierta de que te gustará
mucho.
|
RAMÓN.- ¿Cómo es eso?
¿Conque me has hecho un bolsillo?
|
|
(MATILDE hace
señas a LUISA para
que calle.)
|
LUISA.- (Cortada.)
No, para ti precisamente no es, pero quise decir... La verdad para
ti es, pero mamá nos había encargado que no te lo
dijésemos, porque quiere presentártele de sorpresa
con cierto vestido nuevo... Ya verás que bonito.
|
MATILDE.- Eres una aturdida que no sabes callar
nada.
|
LUISA.- Estaba rabiando por decírselo
para que vea —93→
que nos hemos acordado de él a todas horas.
|
RAMÓN.- Os lo agradezco mucho, y celebro
en el alma que estéis tan contentas con vuestra suerte.
|
MATILDE.- ¡Oh! Muchísimo...
¿Qué tenemos que desear con una mamá tan
buena? Yo no sé como lo hace, pero tiene la gracia de
convertirlo todo en diversión, de modo que aprende uno las
cosas jugando. Tiene además una conversación tan
entretenida, que es un gusto cuando se pone a hablar con
nosotras.
|
LUISA.- Lo que es divertido sobre todo es cuando
nos sentamos a leer en corro aquellos cuentos que nos envía
el señor don Anselmo. Cada mes nos manda un tomo.
|
MATILDE.- ¡Válgame Dios! Ahora me
acuerdo, Luisita, que este mes no le ha enviado. ¿Si
estará enfermo de resultas de estos calores tan
excesivos?
|
LUISA.- Mucho lo sentiría porque es muy
amigo —94→
mío, y sabe todas las historias de cuantos
niños hay en el mundo. ¡Bueno fuera que algún
día encontrásemos la nuestra en el libro!
|
MATILDE.- Me alegraría muchísimo,
sólo por mamá, porque para mí no habría
mayor gusto que el que todos supiesen lo buena que es, y
cuánto la queremos.
|
CASIMIRO.- Y yo por papá, que nos ama
como si fuésemos verdaderamente hijos suyos.
|
Escena X
|
|
DON JACINTO,
RAMÓN, MATILDE, LUISA, CASIMIRO y VICENTE.
|
DON
JACINTO.- (Que los ha estado escuchando
detrás de unos mirtos.) Lo sois de veras en
mi corazón, y tengo suma delicia y la mayor vanidad en creer
que soy vuestro verdadero padre. ¿Mas dónde
está Ramón?
|
—95→
|
RAMÓN.- (Arrojándose
en sus brazos.) Aquí, papá, lleno de
alegría de ver a V.
|
DON
JACINTO.- Vuelve a abrazarme, hijo mío.
¿Estás contento con los hermanos que te he dado?
|
RAMÓN.- Es imposible que haya otros
mejores en el mundo. Así nada quedará que hacer por
mi parte para merecer su cariño hasta igualar al que yo les
tengo.
|
CASIMIRO.- Poco trabajo te costará porque
no deseamos otra cosa.
|
VICENTE.- Para conseguirlo bastará
recordar el placer que hemos tenido esta tarde.
|
MATILDE.- A mi cargo queda traerosle a la
memoria todas las veces que estemos juntos.
|
LUISA.- Sí, que no lo tendremos presente
todos, aunque nadie nos lo recuerde.
|
DON
JACINTO.- Como he sido testigo de vuestro
diálogo, tarde se borrará de mi alma la
impresión deliciosa —96→
que me ha causado. Pero tanta alegría no cabe en un
corazón, y anhelo por comunicarla con quien más que
nadie merece gozar de tan halagüeño
espectáculo. (Sale y vuelve al momento con
DOÑA
LORENZA.)
|
DON
JACINTO.- Aquí tenéis, queridos
míos, a vuestra madre, a la digna esposa que he elegido para
labrar mi ventura y la vuestra. Los bienes que pudiera dejaros nada
valdrían sin la dote mucho más preciosa de una buena
educación, que ha sido el principal objeto de nuestro
enlace. A unos os faltaba una tierna madre, que vigilase
incesantemente por atender al cuidado de vuestra niñez, y se
ocupase en rectificar vuestras inclinaciones y vuestra
razón, inspirandoos sabias máximas, y cultivando
vuestro entendimiento. Otros carecíais de un padre aplicado,
que dirigiese vuestros pasos en la edad juvenil, proporcionase
vuestra colocación, y asegurase vuestro bienestar futuro. En
una palabra, para todos hemos formado esta unión, porque
todos estáis interesados en ella. ¿Me prometes,
querida esposa, como yo te lo ofrezco —97→
a ti, mirar con igual afecto a todos estos niños sin
dar a ninguno de ellos otra preferencia que la que merezca por sus
buenas prendas, su aplicación y su juicio?
|
DOÑA
LORENZA.- Sirvan para ti de respuesta las dulces
lágrimas que derramo, y para ellos estas tiernas caricias.
(Abraza a todos los niños que se atropellan
por arrojarse en sus brazos.)
|
DON
JACINTO.- Y vosotros, hijos míos, ¿me
prometéis vivir siempre en buena armonía, sin celos
ni disturbios, amandoos recíprocamente como hermanos?
|
|
(Los niños asidos unos con otros de las manos se
echan a los pies de sus padres.)
|
TODOS.- Sí, papá, sí
mamá, todos lo prometemos.
|
DON
JACINTO.- (Levantándolos y
abrazándolos.) Seguid, hijos míos,
gozando de esa dulce amistad cuyos lazos irán
estrechándose de día en día; y creed que tanta
satisfacción causará a cada uno de vosotros el
beneficio que haga —98→
a su hermano, como el que de él reciba. Vuestro
contento será común e inalterable; todas las gentes
honradas se interesarán en vuestra felicidad, y vuestros
hijos os recompensarán algún día con su afecto
el placer que hoy experimentan vuestros padres.
|