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Parra León, en su obra, analiza tesis y oposiciones universitarias donde abundan citas de nombres fundamentales del pensamiento moderno- Newton, Lamarck, Kepler, Lavoisier, etc. El mismo punto de vista es sustentado por Leal y por Arcila Farías -en el prólogo a la obra de Leal-, quien afirma que: «Las universidades fueron en estos países del Nuevo Mundo el centro de recepción de las ideas revolucionarias que estremecieron a Europa desde los tempranos años del siglo XVIII. Estas ideas encontraron en nuestras universidades buen terreno aunque menos fértil de lo que generalmente se supone, y a menudo adquirieron expresiones que le dieron un matiz diferente al del modelo original». (Arcila, Prólogo, p. 11.)

 

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«En efecto, Juan Bautista Mariano Picornell, antes de venir a América como recluso del Imperio por su papel dirigente en la conspiración de San Blas (1795), había escrito y dedicado a Floridablanca, un Discurso teórico-práctico sobre la educación de la infancia, dirigido a los padres de familia; la ampliación del discurso cobró forma de plan para la reforma de la educación peninsular. Floridablanca remitió el proyecto a estudio de la Sociedad Económica de Madrid; en las discusiones del mismo, a las que fue citado Picornell, el matemático Francisco Cabarrús lo rechazó por contener «muchas máximas e ideas opuestas a nuestro gobierno». (Cf. Casto Fulgencio López- Juan Picornell y la conspiración de Gual y España; cap. I: «El pedagogo reformista». V. también: P. Grases, Estudio sobre los derechos del hombre...

 

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Héctor García Chuecos, Siglo Dieciocho Venezolano, pp. 222-223. Sobre Abalos, v. también: Ismael Puerta Flores: «El primer Intendente de la Colonia, Don José de Abalos». En: Cinco   —159→   tesis sobre las pasiones y otros ensayos, pp. 27-36. Sobre todo el proceso de la Compañía Guipuzcoana, así como alrededor de los actos insurreccionales que la tuvieron como centro v. Pedro Grases: «La obra de R. D. Hussey y la Bibliografía relativa al siglo XVIII de Venezuela». En: Estudios bibliográficos, vol. I, pp. 87-109. En este trabajo cita 83 obras de enorme importancia para ver los contextos históricos y políticos del siglo XVIII venezolano.

 

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Juan Saturno Canelón refiere que el 11 de diciembre de 1790, Sanz propuso a la Directiva del Colegio de Abogados de Caracas, en su condición de Decano, la necesidad de adquirir una imprenta. Quedó facultado para abrir trámites. Insistió en 1793, pero fue en vano. (Cf. Canelón: Licenciado Miguel José Sanz, III, p. 43.) Otros intentos fallidos, incluso el de la imprenta de Miranda, que ni pisó Tierra Firme, están magistralmente estudiados por Pedro Grases: Historia de la Imprenta en Venezuela.

 

135

Cf. Grases, Historia de la imprenta..., caps. I y II.

 

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Grases transcribe dos piezas elocuentes sobre la materia, importantes por tratarse de impresos de la época republicana; la primera, circular del Obispo Coll y Pratt, del 5 de agosto de 1812, donde pide a los curas que informen pormenorizadamente sobre libros, folletos o estampas contentivos de «pestilencial doctrina», y los lugares y personas donde se hallen. La segunda, orden expedida por Boves en el Cuartel General de Calabozo el 17 de agosto de 1814, donde se impone «LA PENA DE MUERTE al que dentro del plazo que Vs. señalen no entregue todos los impresos que se hayan publicado desde la entrada de Bolívar». (Ibíd., p. 6.)

 

137

Cf. Francisco Depons. Viaje a la parte Oriental de Tierra Firme en la América Meridional (especialmente vol. II, cap. X).

 

138

Grases en su Historia de la Imprenta (lámina 51), transcribe una copia facsimilar del Proyecto de Roscio. El texto, titulado «Pensamientos sobre una Biblioteca Pública en Caracas», puede leerse en Roscio: Obras, vol. II, pp. 13-14. Es de notar que Roscio insistía en lo superfluo que resultaba «demostrar la utilidad de semejante establecimiento». Y luego afirmaba el valor cívico de su creación, en esta forma: «El pueblo de Caracas ha demostrado ya suficientemente que está pronto a sacrificar su vida, su comodidad y sus bienes para promover sostener todo cuanto pueda contribuir a consolidar la resolución que tomó el 19 de abril; todos deben instruirse para servir a la patria con la utilidad que desean y ella merece (...)» Finalizaba enfatizando que «Todos los ciudadanos sin distinción de clases, tendrán derecho a acudir a leer a la biblioteca. (...) Nadie será admitido con capa, y a todos se suministrará tintero, pluma y papel, para extractos o apuntes». (V. también: Libia Carmen de Ramírez y Carmen Julia de Padilla: «Biblioteca Nacional». Y Manuel Pérez Vila: «Una biblioteca pública en plena guerra a muerte».

 

139

Cf. Miguel Batllori, El Abate Viscardo, p. 135.

 

140

P. Grases, «Traducciones de interés político-cultural en la época de la Independencia de Venezuela». En: Estudios bibliográficos, vol. I, pp. 52-53.