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171

Germán Carrera Damas ha estudiado con seriedad la peripecia ideológica de este proceso en: «Consideraciones sobre los límites históricos del liberalismo en Venezuela». En: Crítica histórica, pp. 1-19.

 

172

El historiador chileno juzga con amarga severidad al Partido Liberal de Guzmán, mientras pondera con hipérboles los méritos -innegables algunos desde luego-, del bando conservador. Respecto a Guzmán y los liberales, dice: «Un hombre dotado por desgracia de indisputables talentos y cuya audacia política iguala a su elocuencia y a su ambición, el Dr. Leocadio Guzmán, se había puesto desde los primeros años del gobierno de Páez a la cabeza de aquel bando indisciplinado, cuyo principal apoyo consistía en la adhesión de los turbulentos mulatos de Caracas y aspiraba nada menos que a suceder en el gobierno a los caudillos del partido conservador. Burlado en sus expectativas eleccionarias, Guzmán había recurrido a la revuelta, y desbaratado sin dificultad, no había alcanzado otro éxito que hacerse condenar a muerte por los tribunales y salir prófugo para la isla de Curazao, madriguera de todos los descontentos de Venezuela». («Venezuela 1863.» En: Rev. Nacional de Cultura, Caracas, nov-dic., 1948; (X, 71), pp. 143-144.)

 

173

Gil Fortoul, Hist. constitucional..., vol. II, cap. XIII, pp. 326-327.

 

174

El Pedro-Emilio que surge de estas recuperables páginas (se refiere a La colina de los sueños) es, para sorpresa de muchos, un Pedro-Emilio socialista, que ha abandonado sus disociaciones de ideas y plácidas ficciones, por muy modernas preocupaciones públicas: colonias agrícolas para trabajadores, reforma del sistema cuartelario, lucha contra la tuberculosis y el alcoholismo, educación popular, colonización interior». (L. Beltrán Guerrero: «La colina de los sueños» en: Candideces, (Primera Serie), pp. 150-152.

 

175

Cito, a propósito, este párrafo de Grases: (los nombres subrayados son las fuentes comunes a Toro y Larrazábal): «En la selección de sus escritos que ahora se publica se desprende una amplia base de cultura, pues cita con perfecto dominio un buen repertorio de autores, tanto griegos y latinos como clásicos de la economía política, así como de contemporáneos del siglo XIX. Al lado de Montesquieu, Adam Smith, Malthus, Fourier, Rousseau, Say, Ricardo, Saavedra, Bernardino de Saint Pierre, Jovellanos, Filangeri, cita con conocimiento a Tocqueville, Kent, Sismondi, Flores Estrada, Canga Argüelles, Chaptal, Cancelada, Turgot, José Joaquín de Mora, Necker, Dupont de Nemours...». (Grases: «El ideario político y económico de Felipe Larrazábal». En: Estudios Bibliográficos, vol. 1, p. 310.)

 

176

Cit. de Gil Fortoul Historia.... t. III, cap. VIII, pp. 140-141.

 

177

Carrera Damas, en su ensayo citado (v. nota 8), dice: «Considerándolo en su forma más general, podría decirse que su más visible aportación del pensamiento liberal en lo político, en Hispanoamérica, es la adquisición definitiva de la forma de organización republicana. O mejor, del principio republicano. La ideología liberal republicana fue el instrumento que en definitiva permitió efectuar la ruptura con el pasado monárquico absolutista y con sus secuelas. Esta tarea, altamente revolucionaria, la cumplió el liberalismo con tenacidad y eficacia ahora inobjetables. Tenemos la república. El que ella corresponda o no fielmente al planteamiento ideal, es otra cuestión. Esta última circunstancia sólo probaría, creemos, cómo permanece planteado el problema de la estructuración política más viable. O mejor, la necesidad de dar al Estado una forma adecuada a su contenido económico-social. Prueba también que existe un límite   —185→   para los frutos que un movimiento ideológico puede producir. Ese límite es histórico, y como tal se sitúa en el tiempo». (Op. cit., pp. 6-7.) En relación con el contenido popular -proletario, dice- del liberalismo, el final del ensayo (pp. 9-10), está consagrado a plantear los interrogantes del asunto.

 

178

Historia constitucional, vol. II, cap. IX, pp. 233-234.

 

179

Sería curioso, y hasta humorístico, trazar un censo de Congresos, Constituciones y Presidentes -electos, interinos, encargados o impuestos- que integran el conjunto de 1830 en adelante. Level de Goda cita, en el Discurso Preliminar de su Historia contemporánea de Venezuela, sólo de 1858 a 1891, un total de 17 Presidentes, algunos de ellos con dos y hasta tres turnos de gobiernos: los Congresos, sin contar Convenciones y Asambleas Constituyentes, suman 10.

 

180

Cf. Ramón J. Velásquez. Recapitulación, al vol. 15, de la Col. Pensamiento Político Venezolano del s. XIX, p. 10.