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231

Cf. Germán Carrera Damas, «Significado político social U centenario de la guerra federal». En: Crítica histórica, pp. 71-111.

 

232

César Zumeta, «La ley del cabestro». En: Pensamiento Político Venezolano, vol. 14, p. 51.

 

233

Carrera Damas, loc. cit., p. 81.

 

234

Después de la escolástica ninguna otra corriente filosófica ha llegado a tener en Hispanoamérica la importancia que tuvo el Positivismo (...).

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(...) Mientras las demás doctrinas filosóficas ya citadas no jugaron otro papel que el de instrumentos destructivos, útiles para desembarazar paulatinamente a los iberoamericanos de la serie de ideas que les habían impuesto, rompiendo el cerco mental dentro del cual se había pretendido encerrarlos, el Positivismo pretendió ser algo más: la doctrina filosófica que reemplazaría a la escolástica. Mientras las otras doctrinas fueron vistas como instrumentos destructivos o de combate, el positivismo fue visto como un instrumento de orden, constructivo. La filosofía positiva trató de ser, en nuestra América independiente, lo que la escolástica había sido en la colonia: un instrumento de orden mental. Quienes enarbolaron esta doctrina trataron de realizar algo que no había sido posible hasta entonces a pesar de la emancipación política: la emancipación mental. El problema de esta emancipación se planteó con mayor dramatismo en la América hispana que en la lusitana.» (Leopoldo Zea, El pensamiento latinoamericano, vol. I, cap. V, pp. 62-63.)

 

235

Julio Febres Cordero señala estas ausencias en las obras de Sánchez Reulet y Francisco Romero. (Cf. «El Positivismo venezolano», p. 7.) Pero también alienta saber que Alicia de Nuño acaba de publicar un serio estudio sobre las Ideas sociales del Positivismo en Venezuela. También han aparecido otros estudios sobre el tema: Marisa Kohn de Beker: Tendencias Positivistas en Venezuela (1970), y José Ramón Luna: El Positivismo en la historia del pensamiento venezolano (1971).

 

236

Cf. L. Zea, op. cit., vol. II.

 

237

Luis Beltrán Guerrero vislumbra huellas positivistas en José Martí, «... quien personifica a la América, 'franca y vigilante con Bolívar de un brazo y Herbert Spencer de otro', por 1881 (...)». («Introducción al Positivismo venezolano». En: Perpetua heredad, p. 127.) Recuérdese que Martí llegaba a Caracas, Precisamente en 1881. La Sociedad de Amigos del Saber se consolidaba en 1882.

 

238

Cf. Julio Febres Cordero, loc. cit., quien afirma que: «Hay pues, 'cientificismo' pero no Positivismo. Hay 'sociología', pero no Positivismo. Nuestros estudiosos, en vez de ceñirse a la discusión filosófica, van hacia las interpretaciones históricas, como en los casos de Arcaya y Vallenilla Lanz, donde se dan la mano Taine, Lombroso y Le Bon. (...)» (p. 9.)

Agrega al final de su trabajo: «Cuba, Colombia o Argentina son escenario de magníficas polémicas filosóficas; prolongados debates sostenidos a través de la prensa diaria. En nuestro país apenas si encontramos alguna que otra, como la abierta en la época inicial de la República sobre la tolerancia religiosa, las que suscitara Rafael Villavicencio con ocasión en sus enseñanzas históricas o la sostenida entre Razetti y Hernández. Y la primera y la última polémicas nada tienen de 'positivistas'.» (Sic.), p. 9. No es del caso ahora entrar en aclaraciones ni polémicas o argumentos contrarios, sino de registrar esta apreciación...

 

239

Zea, por su parte, estima el positivismo venezolano fue un instrumento al servicio de a ideología liberal y anticlerical, para concluir citando como principal representante a Gil Fortoul. (Op. cit., v. I, p. 70.)

 

240

Cf. nota 8 del cap. anterior.