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31

Cf. Roger Picard: El romanticismo social. México, Fondo de Cultura Económica, 1947.

 

32

Véase el estudio sobre Ensayo y ensayistas, en la Enciclopedia de Venezuela, Tomo IX, Caracas, Ed. Andrés Bello, 1973.

 

33

Pierre Barriere: La vida intelectual en Francia. México, UTEHA, 1963.

 

34

Citado por Barriere, p. 383.

 

35

Alberes: Historia de la novela moderna, p. 40.

 

36

Alberes: Historia de la novela moderna, p. 55.

 

37

Dillwyn Ratcliff: La prosa de ficción en Venezuela. Caracas, Edics. de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela. (Trad. de Rafael Di Prisco), 1966; pp. 72-73.

 

38

M. V. Romero García: «Tomás Michelena» (Citado por Efraín Subero. Estudio preliminar a Manuel Vicente Romero García. Caracas, Edics. de la Academia de la Lengua (Clásicos Venezolanos, 13). 1966, p. XXXI.

 

39

«Así nos encontramos metidos en el universo tan complejo de la sensación subjetiva; y sobre todo en una novela en donde ya no es el autor quien regula el orden de las ideas, de los sentimientos y de las sensaciones. El ejemplo más clásico es el de Edouard Dujardin, a quien se considera como el inventor ocasional del monólogo interior, gracias a su novela Les lauriers sont coupées (Los laureles están podados), de 1887. En efecto, este novelista insulso de la época simbolista cede la palabra a su personaje y le hace expresar sus sensaciones. Sin darse cuenta de la originalidad póstuma que alcanzaría su invento, nos va transmitiendo en primera persona, bajo el signo del yo, los escalofríos más rudimentarios de su grotesco héroe, Daniel Prince...» (R. M. Alberes: «James Joyce y el nacimiento del monólogo interior.» En: Metamorfosis de la novela. Madrid, Taurus, 1971, p. 207.)

 

40

«Antes de 1953 no hubo propósito ninguno deliberado de desbancar el estilo novelístico sustituyéndolo por el estilo del monólogo interior. El suprimir las presentaciones, las descripciones, los comentarios, el ceder la palabra a la vida interior, semiinconsciente de unos personajes desconocidos, proyectados brutalmente ante nosotros y dentro de nosotros: eso, en el lapso de tiempo comprendido entre 1922 y 1953, fue tan sólo un recurso literario y, si se quiere, un «procedimiento» del que se echaba mano de vez en cuando, pero nunca apareció como algo sistemático.» (Alberes: «Historia del monólogo interior.» Metamorfosis de la novela, p. 243.)