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1.       La Cara de Dios, drama de costumbres populares, en tres actos, divididos en once cuadros en prosa, con música del maestro Ruperto Chapí. Estrenado en el teatro de Parish, de Madrid, la noche del 28 de noviembre de 1899. La carta-autorización de Arniches a Valle, para que haga la novela sobre el drama, lleva la fecha de 27 de diciembre de 1899. Por tanto, hemos de pensar que las primeras entregas comenzarían, en el mejor de los casos, en enero de 1900.

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2.       MELCHOR FERNÁNDEZ ALMAGRO, Vida y literatura de Valle Inclán, Madrid, Taurus (2.ª edición), 1966, pág. 64.

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3.       Véase D. GARCÍA SABELL, prólogo a La Cara de Dios, Madrid, Taurus, 1972, pág. 18.

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4.       A biobibliography and inconography of Valle Inclán (1866-1936). University of California Press. Berkeley and Los Angeles, 1960. También Rubia Barcia habla de zarzuela para designar la obra de Arniches. Indudablemente, proceden sus datos de Fernández Almagro.

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5.       Puede verse a este propósito, WILLIAM L. FICHTER, Publicaciones periodísticas de Don Ramón del Valle Inclán anteriores a 1895, México, El Colegio de México, 1952.

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6.       Compárese este testimonio de Azorín: «En febrero de 1897, uno de los más prestigiosos escritores de la generación anterior -don José María de Pereda- lee su discurso de recepción en la Academia Española. La obsesión persistente de la literatura nueva se percibe a lo largo de todas esas páginas arbitrarias. Pereda habla en su trabajo de ciertos modernistas partidarios del cosmopolitismo literario; contra los tales arremete furiosamente» (La generación del 98, en Clásicos y modernos, pág. 254). En el campo de las artes plásticas pasó lo mismo con Mariano Benlliure. (Véase A. ZAMORA VICENTE, La realidad esperpéntica, Madrid, Gredos, 1969, págs. 117 y ss.)

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7.       Fueron dedicados estos versos a la Harina plástica, específico-remedio de todos los males de estómago. La tradición nos ha legado la siguiente coplilla:



                                                              Retorciendo la filástica,

                                                            un cordelero enfermó;

                                                            pero al punto se curó.

                                                           Â¿Cómo? Con la Harina Plástica.



(RICARDO BAROJA, Gente del 98, pág. 67.)

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8.       Entre otros testimonios valga este: «Valle Inclán se sabía todo El diablo mundo, todo el Don Juan Tenorio de memoria» (PÍO BAROJA, El escritor según él y según los críticos, Memorias, I, pág. 129). Abundan los testimonios que insisten sobre tal rasgo de Valle.

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9.       JUAN IGNACIO FERRERAS, La novela por entregas (184-1900), Madrid, Taurus, 1972.

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10.       Para darnos idea de cómo eran estas novelas bastará citar el título de alguna de ellas: Lamentaciones y aventuras de un joven sensible de temperamento linfático. Todavía hace algunos años, andaban por las librerías de viejo, tomos de El infierno de la vida.

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11.       Véase más adelante, pág. 51.

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12.       La Cara de Dios, pág. 79.

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13.       Baroja introduce en la literatura el estilo periodístico, vibrante, enérgico, emocionante, pero no literario; el estilo de las informaciones sensacionales relatadas por reporteros de genio. Baroja es, a veces, en obras como La mala hierba un gran reportero que sabe encontrar lo interesante y exponerlo en ese estilo inquieto y ligero, como sacudido por la trepidación de los grandes cilindros de las rotativas, que comunica a las multitudes el calofrío esperado. Baroja es a veces un gran reportero -¡oh, lo que sería el relato del crimen del día hecho por Baroja!-; pero casi siempre es un folletinista. Un folletinista auténtico, de la raza de los Dumas y de los Fernández y González y de los Ponson: El único folletinista que tenemos hoy en España» (CANSINOS ASSENS, La nueva literatura, pág. 75).

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14.       Â«Había también crímenes brutales de aire zolesco, un poco de la Bête Humaine, como el de La Guindalera» (Recordemos que las víctimas de La Cara de Dios viven en el entonces llamado Madrid Moderno, que no andaba lejos del barrio del crimen real) «Una mujer casada decidió matar a su marido en complicidad con su amante, y pensando que quizá no podía realizar su obra fácilmente, entre los dos pidieron la ayuda de un vecino, ofreciéndole por su colaboración nada menos que dos pesetas, y el hombre aceptó. A los tres los agarrotaron y yo vi desde lejos la silueta de los agarrotados sobre la tapia de la Cárcel Modelo, ya desaparecida» (BAROJA, La intuición y el estilo, Memorias, V, pág. 67).

     También ha recordado este crimen y el cumplimiento de la sentencia en Familia, infancia y juventud, Memorias, II, pág. 85: «Un día, como he dicho, algunos condiscípulos fuimos por la mañana hacia la Moncloa y vimos sobre la tapia de la Cárcel Modelo a los tres reos ejecutados por el crimen de La Guindalera: en medio, una mujer, y a los lados, dos hombres.» El mismo crimen es citado en Las noches del Buen Retiro, capítulo XV.

     Otros crímenes exhuma Pío Baroja en Memorias, VI, págs. 22 y 23.

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15.       Final del siglo XIX y principios del XX, Memorias, III, pág. 184.

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16.       Galería de tipos de la época, Memorias, IV, página 387.

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17.       Bargiela... galaico, humorista, cónsul. Bargiela, ojos rasgados, saltones, nariz adunca, bigotazos enhiestos» (Escritores, pág. 301).

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18.       RICARDO BAROJA, Gente del 98, pág. 27.

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19.       Gente del 98, pág. 26.

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20.       La Cara de Dios, pág. 152. Pío Baroja recuerda a Cornuty aproximadamente en tonos parecidos: «Cornuty parecía la inicial de una letra gótica: era flaco, juanetudo, con los ojos torcidos y una perilla de chivo» (Galería de tipos de la época, Memorias, IV, pág. 94).

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21.       Antonio Palomero (1869-1914) fue, ante todo, periodista famoso. Colaboró en El País, El imparcial, El Liberal, ABC, etc. Quizá su mayor actividad estuvo en las coplas satíricas de Gil Parrado, seudónimo con el que aparece copiosamente en Gedeón. En La Cara de Dios, el periodista aparece convertido en albañil, que, a la vez, redacta un periódico socialista. Pío Baroja le ha recordado en más de una ocasión: «Recuerdo algunos periodistas de la época de juventud, entre ellos Antonio Palomero, que decía de Jack, de Daudet, que era como la Biblia de nuestro tiempo. A mí me parecía una mixtificación de sentimentalismo repulsiva» (Final del siglo XIX y principios del XX, pág. 224). En otra ocasión, el mismo Baroja relata las relaciones de Palomero con la Revista Nueva, de tan importante papel en los inicios del movimiento literario noventayochista: «Entre los maldicientes se dijeron algunas bromas, y el periodista Antonio Palomero aseguró que el director de la revista tenía la manía de la inmortalidad, y que por su cabeza voluminosa, cuando muriese algún profesor de Antropología llevaría su cráneo a un Museo, y, a consecuencia de esto, adquiriría una fama en todo el mundo de producto extraordinario. Se escuchó la burla de Palomero sin darle importancia, porque no era gran cosa, y quince o veinte días después apareció un artículo en el Madrid cómico, firmado por J. Poveda, donde se la cogía y sacaba partido de ella para atacar con cierta violencia al director de la revista y a Valle Inclán» (BAROJA, Ibídem, pág. 301).

     Lo importante ahora es deducir de esta cita con cuánta facilidad podía ponerse en imprenta cualquier dicharacho, broma o chisme de una tertulia o de una redacción. Dado este sistema de trabajo no creo que se deba llevar al último extremo una exigencia de total originalidad. El mismo Baroja ha novelado, a veces de forma muy próxima, sucesos e imágenes de su contexto humano.

     Antonio Palomero figura también en los recuerdos de Ricardo Baroja (Gente del 98, cap. XVI).

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22.       Â«El mérito principal de Baroja está... en haber elevado el folletín a la dignidad de la novela y en haber abierto a esta última los grandes mercados de los lectores incontables. Un mérito balzaciano. Como Balzac también Baroja ha acertado a infundir a la novela psicológica, real y observada, el interés, para la multitud de los folletines extraordinarios. Los lectores que aman la acción, aguardan con impaciencia el episodio; esos lectores para los cuales se escribían antes esas burdas novelas por entregas de Ortega y Frías y de Torcuato Tárrago, han podido aficionarse, gracias a Baroja, a una lectura más fina» (CANSINOS, La nueva literatura, pág. 79). Aparte del elogio, ¿podrían parecer bien estas razones a Valle Inclán? ¿No se nota bien la enorme distancia que separa a ambos escritores, y que ya un crítico del tiempo podía señalar?

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23.       Medium se publicó con anterioridad en Revista Nueva, 1899, núm. 5, págs. 225-229.

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24.       Familia, infancia y juventud, pág. 191.

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25.       El copioso trasfondo de literatura clásica que llena La marquesa Rosalinda fue puesto en evidencia, con preciso tino, por JOSÉ L. VARELA, El mundo de lo grotesco en Valle Inclán, recogido ahora en La transfiguración literaria, Madrid, 1970, págs. 226 y ss.

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26.       ALFONSO REYES, Las «fuentes» de Valle Inclán, en Tertulia de Madrid, pág. 67-77.

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27.       Véase E. S. SPERATTI PIÑERO, La elaboración artística de Tirano Banderas, en De Sonata de otoño al esperpento, Londres, 1968.

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28.       Un buen caso de estas transformaciones puede verse en la vigorosa estampa que recuerda JULIO CARO BAROJA, en Semblanzas ideales, pág. 122. Allí vemos cómo la base real ignorada se trueca, en un instante, en la más fecunda y folletinesca novelería en la cháchara de Valle Inclán.

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29.       La nueva literatura, pág. 121. A este propósito es verdaderamente iluminadora esta cita de Pío Baroja: «Escritores los más ilustres, como Shakespeare, Lope de Vega y Goethe componían sus obras leyendo otras anteriores de distintos autores, imitándoles y modificándolas. En el tiempo de mi juventud yo discutí bastante de esta cuestión con Valle Inclán y con Maeztu, que consideraban este sistema de la lectura anterior como el mejor para producir una obra literaria. Valle Inclán decía que tomar un episodio de la Biblia y darle un aire nuevo, para él era un ideal» (El escritor según él y según los críticos, Memorias, I, pág. 147). En algunas ocasiones, Baroja dice de él y de sus colegas: «Fue una generación excesivamente libresca» (Memorias, III, pág. 7).

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30.       En la versión de F. Accame, como dato auxiliar para fecharla, puedo emplear el siguiente. En la propaganda que acompaña al ejemplar, hay una nota sobre El hombre y la tierra, de Eliseo Reclus, recién publicada. También esa versión aparece sin fecha, pero se anuncia que es traducción de la edición original francesa. Esta edición data de 1905-1908.

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31.       Memorias, I, pág. 58.

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32.       Memorias, I, pág. 112.

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33.       Memorias, IV, pág. 17.

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34.       Memorias, IV, pág. 46.

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35.       Baroja habla de Dostoyewski muchas veces más. Véase Memorias I, pág. 176; II, pág, 188, etc., etc.

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36.       El hecho de ir el texto de Dostoyewski entrecomillado coopera a esta visión. Ya G. Fabra lo hizo notar.

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37.       Final del siglo XIX y principios del XX, Memorias, III, pág. 21.

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38.        Galería de tipos de la época, Memorias, IV, página 25.

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39.       Familia, infancia y juventud, Memorias, II, página 190.

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40.       Ibídem, II, pág. 213.

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41.       Ibídem, pág. 215.

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42.       Ibídem, pág. 216.

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43.       Final del siglo XIX y principios del XX, Memorias, III, pág. 187.

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44.       Ibídem, pág. 244.

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45.       Papeles de Son Armadans, diciembre, 1972 (Breve noticia de un curioso epistolario del joven Baroja al joven Martínez Ruiz, pág. 220).

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46.       La colaboración en novelas parecidas, tal y como la vengo registrando, fue recordada a la muerte de Valle Inclán en varias ocasiones. Son los momentos en que, desaparecido el amigo o el enemigo, fluyen, irrestañables, los recuerdos de las horas lejanas. La revista madrileña Estampa, de la mano de Eduardo de Ontañón, consultó a varios escritores. Hablan Pío Baroja, su hermano Ricardo, Azorín, Maeztu, Manuel Bueno... De ahí entresaco las palabras de Pío Baroja y de Ramiro de Maeztu. Baroja, dice: «Me acuerdo que entre cuatro o cinco: Bargiela, Maeztu, Valle Inclán, no sé si alguien más, y yo, fuimos a proponerle al editor González Rojas la edición de un folletín titulado Los Misterios del Transvaal, y para el que Valle Inclán propuso que Bargiela se ocuparía de los secretos de la diplomacia, yo de venenos y él de cosas de América... Claro que González Rojas no juzgó admisible nada de esto y tuvimos que dejarlo.» Maeztu también evoca lo mismo: «Sí, es verdad, íbamos a hacer, entre todos, aquellos Misterios del Transvaal, que yo, después, publiqué solo en cuarenta y tantos folletines de El País.» (Estampa, 11, enero, 1936.)

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47.       Creo que pueden salir aún sorpresas muy encontradas de rumbo. Veo, en algunos sitios de La Cara de Dios, cierto deje hispanoamericano, y no sería demasiado asombroso que apareciera cualquier fuente o cualquier colega de ese origen. Una prueba del zurcido está en el carácter a veces contradictorio de algunos personajes, a veces algo desdibujados. Bien olvidos, por la larga mecánica del texto, bien errores o descuidos, por razones vecinas.

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48.       Las ironías y mordacidades contra Echegaray son sobradamente conocidas para repetirlas aquí. Compárese, en cambio, este trozo del prólogo al Pedigree, de Ricardo Baroja, donde otro miembro del jurado es puesto en la picota: «Aquel Liberal de antaño, tan apestoso a los cosméticos y afeites de peluquería barata con que se acicalaba un necio presumido y pedante que tuvo cierta notoriedad literaria con el nombre de Fernanflor.»

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49.       Don Juan Valera escribió unas líneas sobre el cuento de Valle Inclán en una de las cartas a El Correo de España, de Buenos Aires. Su confesión de las vacilaciones del jurado revela que se habló del cuento, e incluso que debió de haber interferencias, dimes y diretes, etc., debidos seguramente, en su mayoría, a la charlatanería y a la maledicencia de las tertulias y los cenáculos. «Tal vez merecía el premio tanto o más que ningún otro.» «Pero el jurado se retrajo de darlo por lo espeluznante, tremendo o escabroso del asunto» (Obras completas, III, Madrid, Aguilar, 1949, págs. 559-560). Los adjetivos que emplea Valera (espeluznante, tremendo, escabroso), revelan bien su concepto de la literatura, muy peinadita y añoñada, como corresponde a la belleza madura y aldeana de Pepita Jiménez. El cuento de El Liberal se recuerda también en Luces de bohemia, en la hueca parla de la redacción de un periódico (Escena VII).

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50.       Véase para todo esto mi Realidad esperpéntica, págs. 97-99.

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51.       Véase atrás, pág. 11. No sé si lo de cuento par sería una frasecilla ocasional y no pensada por Navarro Ledesma, pero lo cierto es que da la casualidad que Beatriz es el cuarto en orden dentro de la recopilación Corte de amor.

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52.       Adega apareció en Revista Nueva, 1899, núm. 6. No figura íntegra en La Cara de Dios, pero, en líneas generales, puede seguirse su trama.

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