Al muy alto y muy poderoso, cathólico y christianíssimo
señor don Phelipe, Rey d'España, Yngalaterra
y Nápoles el autor, salud y eseo de sinzera feliçidad
y victoria.
Aquel insaçiable y desenfrenado deseo
de saber y conosçer que natura puso en todos los hombres,
Çésar invictíssimo, subjetándonos
de tal manera que nos fuerza a leer sin fructo ninguno las
fábulas y fictiones, no puede mejor executarse que
con la peregrinaçión y ver de tierras estrañas,
considerando en quánta angustia se enzierra el ánimo
y entendimiento que está siempre en un lugar sin poder
extenderse a especular la infinita grandeza deste mundo,
y por esto Homero, único padre y autor de todos los
buenos estudios, habiendo de proponer a su Ulixes por perfecto
dechado de virtud y sabiduría, no sabe de qué
manera se entonar más alto que con estas palabras:
Levántese, pues, Dios,
y rómpanse sus enemigos, huyan delante del aquellos
que le tienen odio. Falten como falta el humo, y regálense
delante la cara de Dios como la zera junto al fuego. Plegue
a Dios omnipotente, Çésar invictissímo,
que con el poder de Vuestra Magestad aquel monstruo turquesco,
vituperio de la natura humana, sea destruido y anichilado
de tal manera, que torne en livertad los tristes christianos
oprimidos de grave tiranía, pues çiertamente
después de Dios en sólo Vuestra Magestad está
fundada toda la esperança de su salud. Hame paresçido
dedicar este libro de las fatigas de los christianos cautivos
a Vuestra Magestad, que el mundo conosçe ser sólo
aquél que puede y quiere dar remedio a estos trabajos,
y esperamos que en breve lo hará.
Alegremente rescibió
Artaxerxes, rey de Persia, el agua que con entrambas manos
le ofresçió un día caminando un pobre
labrador, por no tener otra cosa con qué servirle,
conosçiendo su voluntad, no estimando en menos resçibir
pequeños serviçios que hazer grandes merçedes.
Sola la voluntad de mi baxo estilo, con que muestro las fatigas
de los pobres cautivos, resciba Vuestra Magestad, a quien
conserve Dios por muchos años con augmento de salud
para que con felices victorias conquiste la Asia y lo poco
que de Europa le queda.
Capítulo I |
El peregrino de Santiago
|
Initium sapientiae timor Domini
|
Juan de Voto a Dios, Mátalascallando, Pedro de Urdemalas. |
JUAN.-
La más deleytosa salida y más a mi gusto
de toda la çibdad y de mayor recreación es
ésta del camino francés, ansí por la
frescura de las arboledas, como por gozar de la diversidad
de las gentes, variedad de naçiones, multitud de lenguas
y trajes que Señor Santiago nos da por huéspedes
en este su peregrinaje. |
MATA.-
Como todas las cosas que debaxo
de la luna están tienen su haz y embés, tampoco
ésta se puede escapar, por donde yo la tengo poco
en uso. |
JUAN.-
Al menos es çierto que aunque Dios
la criara perfecta, en vuestra boca no le tiene de faltar
un sino, como es de costumbre; ¿qué tacha ó
falta tiene? |
MATA.-
No me la iréis a pagar en el
otro mundo, ansí Dios me ayude. |
JUAN.-
Si no habláis
más alto, este aire que da de cara no me dexa oír. |
MATA.-
Digo que es gran trabajo que por todo el camino
a cada paso no habéis de hablar otra palabra sino
Dios te ayude. Verdaderamente, como soy corto de bista, aquel
árbol grueso y sin ramas questá enmedio del
camino todas las vezes que paso junto a él, pensando
que me pide, le digo: Dios te ayude. |
JUAN.-
Buen remedio. |
MATA.-
Eso es lo que deseo saver. |
JUAN.-
Darles limosna
y callar. |
MATA.-
A sólo vos es posible tal remedio,
que como sois de la compañía de JUAN de Voto
a Dios no pueden faltar, por más que se dé,
las cinco blancas en la bolsa, pero a mí que soy pobre,
mejor m'está demandar que dar. |
JUAN.-
Nadie es tan
pobre que alguna vez no tenga quedar una blanca, o un poco
de pan, o al menos un pedazo de compasión de no tener
que dar y dolerse del pobre; pero vos sois amigo de beber
la tarja que sobra y no acordar que hay mañana. |
MATA.-
La
mayor verdad es que al propósito se puede dezir, y
por tal no la contradigo, y pues jugamos el juego de dezirlas,
quiero también yo salir con la mía. |
JUAN.-
No
de manera que muerda ni queme. |
MATA.-
No dexará señal
más que un rayo. Veinte y más años ha
que nos conosçemos y andamos por el mundo juntos y
en todos ellos, por más que lo he advertido, me acuerdo
haberos visto dar tres vezes limosna; sino al uno: ¿por qué
no sirves un amo?; al otro: gran necesidad tenía Santiago
de ti; al otro: en el ospital te darán de cenar; y
a bueltas desto, mil consejos airadamente porque piensen
que con buen zelo se les dize. Pues el Dios te ayude, ¿yo
de quién lo aprendí sino de vos, que en mi
tierra a solos los que esternudan se les dize esa salutación?
Creo que pensáis que por ser de la casa de Voto a
Dios sois libres de hazer bien, como quien tiene ya ganado
lo que spera; pues mandos yo que a fe no estáis más
çerca que los que somos del mundo, aunque más
ospitales andéis fabricando. Mas dexado esto aparte,
en todo el año podíamos salir a tiempo más
a vuestro propósito: ¿no miráis quánto
bordón y calabaza? ¿cómo campean las plumas
de los chapeos? Para mí tengo que se podría
hazer un buen cabezal de las plumas del gallo de señor
Sancto Domingo. Bien haya gallo que tanto fructo de sí
da. Si como es gallo fuera oveja, yo fiador que los paños
vaxaran de su preçio. ¿Pensáis que si el clérigo
que tiene cargo de rrepartirlas hubiera querido tratar en
ellas, que no pudiera haber embicado muchas sacas a Flandes? |
JUAN.-
Mirad aquel otro bellaco tullido qué regocijado
va en su caballo y qué gordo le leba el bellaco; y
esta fiesta pasada, quando andaba por las calles a gatas,
qué bodes tan dolorosas y qué lamentaciones
haz. El intento del ospital de Granada que hago es por meter
todos éstos y que no salgan de allí y que se
les den sus rabioles. Para éstos son propios los ospitales
y no los habían de dexa salir delcos sino como casa
por cárcel, dándoles sus rabioles suficientes
como se pudiesen sustenta. |
MATA.-
Si eso ansí fuese,
presto habría pocos pobres ablegados. |
JUAN.-
Claro
es que no quedaría ninguno. |
MATA.-
No lo digo por
eso, sino porque en viéndose enzerrados, todos se
ahorcarían y buscarían maneras cómo
se matar. ¿Luego pensáis que los más si quisiesen
no tenían sanas las llagas? |
JUAN.-
¿Por qué
no lo hazen? |
MATA.-
Porque tenían enfermas las bolsas,
las quales agora están bien aforradas. No hay hombres
desto que un libraco no traiga por memoria todas las cofradías,
memorias, posesiones, ledanías y fiestas particulares
de pueblos para acudir a todo por su orden; mas dezid, por
amor de mí, ¿quántas ferias habéis visto
que en la çibdad ni sus derredores se hagan sin ellos? |
JUAN.-
Opinión es de algunos de nuestros theólogos
que son obligados a restituçión de todo lo
que demandan más de para el substentamiento de aquel
día, so pena de malos christianos. |
MATA.-
Mejor me
ayude Dios. que yo los tengo por christianos quanto más
por buenos. Ni preçepto de todos los de la ley guardan. |
JUAN.-
Eso es mal juzgar sin más saber. |
MATA.-
Ellos,
primeramente, no son naturales de ningún pueblo, y
jamás los vi confesar, ni oir misa. antes sus bodes
ordinarias son a la puerta de la iglesia en la misa mayor
y en las menores de persona en persona, que aun de la devoçión
que quitan tienen bien que restituir, y no me espantan éstos
tanto como el no advertir en ello los que tienen cargo, que
jamás hubo obispo, ni probisor, ni visitador, ni cura,
ni governador, ni corregidor que cayese en la quenta de ver
cómo nunca estos que piden por las iglesias oyen misa,
y si la oyen quándo; al menos yo en todas las horas
que se dizen, mirando en ello todo lo posible, no lo he podido
descubrir; aun quanto alzan apenas se ponen de rodillas,
ni miran allá; en lo que dixistes de la restituçión,
querría preguntaros, no quánto os han restituido,
porque no tienen qué, pues tampoco les habéis
dado; pero ¿quánto habéis visto u oído
que han restituido? |
JUAN.-
Restituir no les vi jamás,
pero vender hartas camisas y pañizuelos que mujeres
devotas les dan, infinitas, entre las quales, por no ir lexos,
esta semana vendió uno tres, y se andaba con todo
el frío que haz en vivas carnes. |
MATA.-
¡Qué
bien andada tenía la mitad del camino para los çient
azotes que meresçía si el corregidor lo supiera
hazer! Mas hay algunos ministros desto quel rey tiene para
la justiçia, tan ipócritas en estos pequeños
negoçios, que pensarían que pecaban gravísimamente
en ello, aunque más acostumbrados estén a pasar
sobre peine casos más graves. |
JUAN.-
¿No es poco grabe
éste? |
MATA.-
Llamo casos grabes, como ellos también,
los de importançia que hay en qué ganar y de
qué sacar las costas; y estos otros bordoneros, ¿pensáis
que en las aldeas no saben zebar las gallinas con el pan
del zurrón y tomarles la cabeza debaxo el pie? Bien
podéis creer que no se dexan morir de hambre, ni se
cansan de las jornadas muy largas; no hay despensa de señor
mejor probeída que su zurrón, ni se come pan
con mayor libertad en el mundo; no dexan, como los más
son gascones y gabachos, si topan alguna cosa a mal recado,
ponerla en cobro, quanto entran en las casas a pedir limosna,
y quanto buelven a sus tierras no van tan pobres que les
falten seis piezas de oro y mantenidos |
JUAN.-
Gran devoçión
tienen todas estas naçiones estrangeras; bien en cargo
les es Santiago. |
MATA.-
Más que a los españoles,
principalmente a los vezinos de Orense y toda Galiçia,
que en verdad que tengo por cierto que de mill ánimas
no va allá una, ni aun creo que de diez mill. |
JUAN.-
¿Qué
es la causa deso? |
MATA.-
Que piensan que por ser su vezino
que ya se le tienen ganado por amigo, como vos, que por tener
el nombre que tenéis, os pareçe no es menester
creer en Dios ni hazer cosa que lo parezca. |
JUAN.-
Mirá
lo que dezís y reportaos, porque salís del
punto que a ser yo cristiano debéis. |
MATA.-
No lo
digo por injuriaros ni pensar que no lo sois; pero, como
dizen, una palabra saca otra; dexémonos de metrificar;
agora sepamos... |
JUAN.-
Estos clérigos que aquí
ban, en sus tierras no deben de tener benefiçios,
que de otra manera no irían pidiendo. |
MATA.-
También
a vueltas desto suele haber algunos vellacos españoles
que hazen de las suyas, y se juntan con ellos, entre los
quales vi una vez que andaban seis confesando y tomaban el
nombre del penitente, y escribían algunos de los pecados
y comunicábanselos uno a otro. Después venía
uno de los compañeros que se trocaban, y tomábale
en secreto diziendo que por qué no se emendaba, que
Dios le había rebelado que tenía tal y tal
vicio, de lo qual quedaba el pobre penitente muy espantado
y lo creía, y con esto les sacaban dineros en quantidad. |
JUAN.-
¿Y a esos qué les hizieron, que dignos eran
de grande pena? |
MATA.-
No nada, porque no los pudieron cojer;
que si pudieran, ellos fueran a remar con Iesu Christo y
sus Apóstoles y el Nuncio que están en las
galeras. |
JUAN.-
También fue la de aquellos solemne
vellaquería. |
MATA.-
Bien solenemente la pagan. Ansí
la pagaran estos otros, y quizá no hubiera tantos
vellacos. |
JUAN.-
¿Mas quién se va a confesar con romeros
ni forasteros, teniendo sus propios curas y confesores?
|
MATA.-
Las bulas de la Cruzada lo permiten, que antes a todos
los forzaban a confesarse con sus curas; mas hay algunos
idiotas y malos christianos que no han tenido vergüenza
de pecar contra Dios, ni de que Dios lo sepa y lo vea, y
temen descubrirse al confesor que conoscen, paresciéndoles
que quanto le encontraren los ha de mirar de mal ojo, no
mirando que es hombre como ellos, y buscan estos tales personas
que los confiesen que nunca más las hayan de ver de
sus ojos; pues las Horas canónicas que estos clérigos
rezan, de como salen de sus tierras fasta que buelvan, se
vayan por sus ánimas, que yo no les veo traer sino
unas Horas pequeñas, francesas en la letra y portoguesas
por de fuera con tanta grosura. |
JUAN.-
Pues la mejor invención
de toda la comedia está por ver; ya me maravillava
que hubiese camino en el mundo sin fraires. ¿Vistes nunca
al diablo pintado con ábitos de monje? |
MATA.-
Hartas
vezes y quasi todas las que le pintan es en ese hábito,
pero vibo, ésta es la primera; ¡maldiga Dios tan mal
gesto! ¡valdariedo, saltatrás, Jesús mill vezes!
El mesmo hábito y barba que en el infierno se tenía
debe de haber traído acá, que esto en ninguna
orden del mundo se usa. |
JUAN.-
Si hubieses andado tantas
partes del mundo como yo, no harías esos milagros.
Hágote saber que hay mill quentos de invenciones de
fraires fuera d'España, y este es fraire estrangero.
Bien puedes aparejar un Dios te ayude, que hazia nosotros
endreça su camino. |
MATA.-
Siempre os holgáis
de sacar las castañas con la mano ajena. Si sacáis
ansí las ánimas de purgatorio, buenas están.
Abran hucia. |
JUAN.-
Deogracias, padre. |
PEDRO.-
Metania . |
MATA.-
¿Qué dize? |
JUAN.-
Si queremos que taña. |
MATA.-
¿Qué tiene de tañer? |
JUAN.-
Alguna çinfonía
que debe de traer, como suelen otros romeros. |
MATA.-
Antes
no creo que entendistes lo que dixo, porque no trae aun en
el ábito capilla quanto más flauta ni guitarra.
¿Qué dezís, padre? |
PEDRO.-
O Theos choresi. |
MATA.-
Habla aquí con mi compañero, que ha
estado en Jerusalem y sabe todas las lenguas. |
JUAN.-
¿De
qué paris estar bos? |
PEDRO.-
Ef logite pateres. |
JUAN.-
Dice
que es de las Italias, y que le demos por amor de Dios.
|
MATA.-
Eso también me lo supiera yo preguntar; pues
si es de las Italias ¿para qué le habláis negresco?
Yo creo que sacáis por discreción lo que quiere,
más que por entendimiento. Ahora yo le quiero preguntar:
Dicatis socis latines? |
PEDRO.-
Oisque afendi. |
MATA.-
¡Oíste
a bos! ¿Cómo, puto, pullas me echáis? |
PEDRO.-
Grego
agio Jacobo. |
MATA.-
Mala landre me dé si no tengo
ya entendido que dize que es griego y ba a Santiago. |
JUAN.-
Más
ha de media hora que le tenía yo entendido, sino que
disimulaba, por ver lo que vos dixerais. |
MATA.-
Más
creo que ha más de veinte años que lo disimuláis;
sois como el tordo del ropavejero nuestro vezino, que le
pregunté un día si sabía hablar aquel
tordo, y respondióme que también sabía
el Pater noster, como la Abe Maria. Yo para mí tengo
que habláis también griego como turquesco. |
JUAN.-
Quiero que sepáis que es vergüenza pararse
hombre en medio el camino a hablar con un pobre. |
MATA.-
Bien
creo que os será harta vergüenza si todas las
vezes han de ser como ésta; mas yo reniego del compañero
que de quanto en quanto no atrabiesa un trumpho. Debéis
de saber las lenguas en confessión. |
JUAN.-
¿En qué? |
MATA.-
En confussión, porque como sabéis tantas,
se deben confundir unas con otras. |
JUAN.-
Es la mayor verdad
del mundo. |
PEDRO.-
Agapi Christu elemosini. |
JUAN.-
Dize que... |
MATA.-
Dalde vos, que ya yo entiendo que pide lismosna. ¿Queríais
ganar onrra en eso conmigo? Cristo, limosna ¿quién
no se lo entiende? Las berzeras lo costruirán. Preguntalde
si sabe otra lengua. |
JUAN.-
¿Saper parlau franches o altra
lingua? |
MATA.-
Más debe saver de tres, pues se ríe
de la grande necedad que le paresce haber vos dicho con tanta
ensalada de lenguas. |
JUAN.-
El aire me da que hemos de reñir,
Mátalascallando, antes que volbamos á casa. |
MATA.-
¡Cómo! ¿Tengo yo la culpa de que esotro no
entienda? |
JUAN.-
Yo juraré en el ara consagrada que
no sabe, aunque sepa cient lenguas, otra más elegante
que ésta. |
MATA.-
Eso sin juramento lo creo yo, que
él no sabe tal lengua, que por eso no responde. |
JUAN.-
Pues
que estáis hecho un spíritu de contradictión,
¿sabrá ninguno en el mundo, agora que me lo hazéis
dezir, hablar donde Juan de Voto a Dios habla? |
MATA.-
No
por cierto, que aun en el mundo no se debe hablar tal lenguaje.
|
PEDRO.-
No pase más adelante la riña, pues
Dios por su infinita bondad (el qual sea vendito por siempre
jamás) me ha traído a ber lo que mis ojos más
han deseado, después de la gloria, ¡Oh mis hermanos
y mi bien todo! |
JUAN.-
Deo gracias, padre, tenéos
allá, ¿quién sois? |
MATA.-
¡Hideputa, el postre!
¡Chirieleison, chirieeleison! Bien deçía yo
que éste era el diablo. ¡Per signum crucis atrás
y adelante! |
JUAN.-
Esperadme, hermano, ¿dónde vais?
¿qué ánimo es ése? |
MATA.-
No oigo nada;
ruin sea quien volbiere la cabeza; en aquella ermita si quisieres
algo. |
JUAN.-
Tras nosotros se viene; si él es cosa
mala, no puede entrar en sagrado; en el humilladero le espero;
y si es diablo, ¿cómo dezía cosas de Dios?;
acá somos todos. |
MATA.-
Agora venga si quisiere.
|
JUAN.-
De parte de Dios nos di quién eres o de qué
parte somos tus hermanos. |
PEDRO.-
Soy muy contento si primero
me dais sendos abrazos. Nunca yo pensé que tan presto
me pusierais en el libro del olvido. Aunque me veis en el
ábito de fraire peregrino, no es ésta mi profesión. |
MATA.-
¡O más que felicíssimo y venturoso día,
si es verdad lo que el coraçón me da! |
JUAN.-
¿Qué
es, por ver si estamos entrambos de un parescer? |
MATA.-
¡O
poderoso Dios! ¿Este no es Pedro de Urdimalas, nuestro hermano?
Por el sol que nos alumbra él es. El primer abrazo
me tengo yo de ganar. ¡O!, que sea tam bien venido como los
buenos años. |
PEDRO.-
N'os lleguéis tanto a
mí, que quizá llevaréis más jente
de la que traéis con vosotros. |
JUAN.-
Aunque pensase
ser hecho tajadas, no dexaré de quebraros las costillas
a poder de abrazos. |
PEDRO.-
Esos dádselos vos a esotro
compañero. |
JUAN.-
¡Quán cumplida nos ha hecho
Dios, vendito él sea, la tan deseada merced! A mí
se me debían de razón todas estas albricias. |
MATA.-
Es ansí, porque me traxistes por este camino;
pero con más justa rraçón las había
yo de haber, que con estar tan disimulado le conoscí
el primero. |
PEDRO.-
Ya yo pensé que las hubierais
ganado de mi madre Maricastaña, que está diez
leguas de aquí. Según el correr que denantes
llevabais huyendo de mí, no sois bueno para capitán;
pues huís de un hombre mejor lo haréis de muchos. |
MATA.-
No m'espanté yo de vos en quanto hombre, sino,
para deziros la verdad, como yo jamás he visto desos
trajes otra vez, me parescistes qualque fantasma; y si no
lo créis, tomad un espejo y a vos mesmo pongo por
testigo. |
JUAN.-
Pues hermano Pedro, ¿qué tal venís?,
¿dónde os preguntaremos?, ¿en qué lengua os
hablaremos?, ¿qué hábito es éste?, ¿qué
romería?, ¿qué ha sido de vos tantos mill años
ha? |
MATA.-
¿Qué diremos desa barbaza ansí llena
de pajas? ¿desos cabellazos hasta la cinta, sin peinar? ¿y
vestido d'estameña con el frío que haze? ¿Cómo
y tanto tiempo sin haber escrito una letra?. Más ha
de quatro años que os teníamos con los muchos,
sin haber ya memoria alguna de vos. |
PEDRO.-
Una cabeza de
yerro que nunca se cansase, con diez lenguas, me paresce
que no bastaría a satisfazer a todas esas preguntas.
Al menos yo no me atreberé, si primero no vamos a
beber, a comenzar a responder a nada. |
JUAN.-
Tal sea mi vida
como tiene razón; mas primero me paresce que será
bien que Mátalas Callando vaya por un sayo y una capa
mía para que no seáis visto en ese ábito,
y entre tanto nos quedaremos nosotros aquí. |
PEDRO.-
¿Mudar
hávitos yo? Hasta que los dexe colgados de aquella
capilla de Santiago en Compostella, no me los verá
hombre despegar de mis carnes. |
JUAN.-
No lo digo sino por
el dicho de la jente. ¿Qué dirán si os ven
desa manera? |
PEDRO.-
Digan, que de Dios dixeron; quien no
le paresciere bien, no se case conmigo. |
MATA.-
Obligados
somos a hazer muchas cosas contra nuestra voluntad y probecho
por cumplir con el vulgo, el qual jamás disimula ni
perdona cosa ninguna. |
JUAN.-
No se sufre que hombre os vea
ansí ¡válame Dios!. No eran menester otros
toros en la cibdad. Luego los muchachos pensarían
que tenían algún duende en casa. |
PEDRO.-
Como
dixo Pilatos: quod scripsi, scripsi, digo lo que dicho tengo. |
MATA.-
Yos doy mi fe no fuese con vos ansí como vais
por la cibdad, aunque me diesen mill ducados. Parescéis
capellán de la varca de Charonte. |
PEDRO.-
Lo que yo
podré hazer es que, pues ya el sol se quiere poner,
esperemos a que sea de noche para no ser visto, y estonces
entraremos en vuestra casa, y holgarme he dos días
y no más, y éstos estaré secreto sin
que hombre sepa que estoy aquí, porque ansí
es mi voto. Después de hecha mi romería y dexado
el ábito, haced de mí zera y pabilo; y hasta
que esto sea cumplido no cale irme a la mano, porque es excusado.
Aun a mi madre, con estar tan zerca, no hablaré hasta
la vuelta, ni quiero que sepa que soy venido. |
MATA.-
Por
demás es apartarle de su propósito. Esa fue
siempre su condición; mejor es dexarle hazer lo que
quiere. Es él amicíssimo de nuebos trajes y
invenciones. |
PEDRO.-
Hablemos en otra cosa, y sobre esto
no se dé más puntada. ¿Cómo estáis?
¿Cómo os ha ido estos años? Las personas, buenas
las veo, gracias a Dios. Verdaderamente no paresce que ha
pasado día ninguno por vosotros. Lo demás vaya
y venga. |
JUAN.-
Si los días son tales como éste
de hoy, no es mucho que no hayan pasado por nosotros. ¿Cómo
queréis que estemos, sino los más contentos
hombres que jamás hubo? |
MATA.-
Quan contento estaba
denantes, estoy agora de descontento, en ver que no nos hemos
de olgar más de dos días. |
PEDRO.-
Más
serán de dos mill, con el ayuda de Dios; pero agora
tened paçiençia hasta la vuelta, no seáis
como el otro que se andubo toda la vida sin sayo y después
mató al sastre porque no se le hizo el día
que se le cortó. |
MATA.-
Estoy por dezir que tubo la
mayor razón del mundo. |
JUAN.-
¿Por qué? |
MATA.-
Porque
harto bastaba haber sufrido toda su vida sin pasar aquel
día también, el qual era mucho mayor que todo
el tiempo pasado. |
PEDRO.-
¿En qué se han pasado todos
estos años pasados después que yo estoy fuera
d'España, que es lo que haze al caso? |
JUAN.-
Yo acabé
de oír mi curso de Theología, como me dexaste
en Alcalá, con la curiosidad que me fue posible, y
agora, como veis, nos estamos en la corte tres o quatro años
ha, para dar fin, si ser pudiese, a mis ospitales que hago.
|
Capítulo II |
Los hospitales de Juan de Voto a Dios
|
PEDRO.-
¿Nunca se
acabó aquél que estaba quasi hecho? |
JUAN.-
Han
sido los años, con estas guerras, tan reçios,
y están todos los señores tan alcanzados, que
no hay en España quien pueda socorrer con un marabedí. |
MATA.-
Y también es tanto el gasto que tenemos Juan
y yo, que quasi todo lo que nos dan nos comemos y aún
no nos basta. |
PEDRO.-
¿Pues la limosna que los otros dan
para obras pías os tomáis para vosotros? |
JUAN.-
Que
no sabe lo que se dize, sino como la obra va tan sumptuosa
y los mármoles que traxeron de Génova para
la portada costaron tanto, no se paresçe lo que se
gasta. |
PEDRO.-
Desos había bien poca neçesidad.
Más quisieran los pobres pan y vino y carne abasto
en una casa pagiza. |
MATA.-
Deso, gracias a Dios y a quien
nos lo da, bien abundante tenemos la casa, que antes nos
sobre que falte. |
PEDRO.-
Bien lo creo sin juramento. No digo
yo, sino los pobres. ¡O, vanitas vanitatum et omnia vanitas;
las paredes de mármol y los vientres de viento! |
JUAN.-
Pues
qué ¿decís que es vanidad hazer ospitales?
|
PEDRO.-
La mayor del mundo universo si han de ser como ésos,
porque el cimiento es de ambición y soberbia, sobre
el qual quanto se armase se caerá. Buen ospital sería
mantener cada uno todos los pobres que su posibilidad livianamente
pudiese sufrir acuestas, y socorrer a todas sus necesidades,
y si no pudiese dar a cuatro, contentásese con uno;
si vieseis un hombre caído en un pantano que si no
le dabais la mano no se podría levantar, ¿nos paresce
que sería grande necedad, dexando aquél, ir
dando la mano a quantos topaseis en un buen paso, que no
han caído ni tienen peligro de caer? ¡Quántos
y quántos rricos hay que se andan dando blancas y
medios quartos por el pueblo, y repartiendo las vísperas
de Pascuas celemines de trigo a algunas viejas que saben
que lo han de pregonar!; y tienen parientes dentro de segundo
y tercero grado, desnudos, muriendo de viva hambre detrás
de dos paredes, y si alguno se lo trae a la memoria, luego
dize: ¡o, señor!, que es una jente de mala garganta,
en quien no cabe hazer ningún bien, que todo lo echa
a mal; mill vezes lo he probado y no aprobecha. Y esto es
porque allí es menester socorrer por más grueso. |
MATA.-
En eso, aunque yo no soy letrado, me paresçe
que hazen mal, porque no se lo dan por amor delcos, sino
de Dios. Después que se les da, que se ahorquen con
ello. |
JUAN.-
Bolvamos a lo de nuestros ospitales, que estoy
algo escandalizado. |
PEDRO.-
Gentil refrigerio es para el
pobre que viene de camino, con la nieve hasta la cinta, perdidos
los miembros de frío, y el otro que se viene a curar
donde le regalen, hallar una salaza desgrimir y otra de juego
de pelota, las paredes de mármol y jaspe, que es caliente
como el diablo, y un lugar muy sumptuoso donde puede hazer
la cama, si trae ropa, con su letrero dorado enzima, como
quien dize: Aquí se vende tinta fina; y que repartidos
entre cinquenta dos panes, se vayan acostar, sin otra cena,
sobre un poco de paja bien molida que está en las
camas, y a la mañana, luego, si está sano,
le hazen una señal en el palo que trae, de como ya
cenó allí aquella noche; y para los enfermos
tienen un asnillo en que los llevan a otro ospital para descartarse
dél, lo qual, para los pasos de romería en
que voy, que lo he visto en un ospital de los sumptuosos
d'España que no le quiero nombrar; pero sé
que es Real. |
JUAN.-
Eso es mal hecho y habían de
ser visitados muchas vezes. No sé yo cómo se
descuidan los que lo pueden hazer. |
MATA.-
Yo sí. |
PEDRO.-
¿Cómo? |
MATA.-
Porque aquellos a quienes incumbe
hazer esto no son pobres ni tienen necesidad de ospitales:
que de otra manera, yo fiador que ellos viesen dónde
les daban mejor de zenar las noches y más limpia cama. |
JUAN.-
Ya para eso probén ellos sus probisores, mayordomos
y escribanos y otros oficiales que tengan quenta. |
PEDRO.-
Eso
es como quien dize ya probeen quién coma la renta
que el fundador dexó y lo que los pobres habrían
de comer, porque no se pierda. |
MATA.-
Mejor sería
probeer sobre probisores y sobre oficiales. |
PEDRO.-
Vos estáis
en lo cierto: pero, bolviendo a lo primero, de todos los
ospitales lo mejor es la intención del que le fundó,
si fue con solo zelo de hazer limosna: y eso sólo
queda, porque las raciones que mandó dar se çiernen
desta manera: la mitad se toma el patrón, y lo que
queda, parte toma el mayordomo, parte el escribano; al cozinero
se le pega un poco, al enfermero otro; el enfermo come sólo
el nombre de que le dieron gallina y oro molido si fuese
menester. De modo que ciento que estén en una sala
comen con dos pollos y, un pedazo de carnero; pues, al veber,
cada día hay necesidad de hazer el milagro de architriclinos,
porque como quanto hazen el agua vendita, ansí a un
cangilón de agua echan dos copas de vino. Lleváronme
un día en Génoba por ver un hospital de los
más sumptuosos de Italia y de más nombre, y
como vi el edificio, que cierto es soberbio, diome gana destar
un día a ver comer, por ver qué limosna era
la de Italia; y sentados todos en sus camas, que serían
hasta trecientos, de dos en dos, y las camas poco o nada
limpias, vino un cozinero con un gran caldero de pan cocto,
que ellos llaman, muy usada cosa en aquellas partes, que
no es otra cosa sino pan hecho pedazos y cozido en agua fasta
que se haze como engrudo, sazonado con sal y aceite, y comienzan
de destribuir a todos los que tenían calentura; y
a los que no, luego se siguía otro cozinero con otra
caldera de vaca diziendo que era ternera, y daba a sendas
tajadas en el caldo y poco pan. El médico, otro día
que purgaba al enfermo, le despedía diçiendo
que ya no había a qué estar: y como los pobres
entonces tenían más necesidad de refrigerio
y les faltaba, tornaban a recaer, de lo qual morían
muchos. Dicen los philósofos que un semejante ama
a otro su semejante. El pobre que toda su vida ha vivido
en ruin casa o choza ¿qué necesidad tiene de palacios,
sino lo que se gasta en mármoles que sea para mantenimiento,
y que la casa sea como aquélla que tenía por
suya propia? Mas haya esta diferencia, que en la suya no
tenía nada y en ésta no le falte hebilleta. |
MATA.-
Gran ventaja nos tienen los que han visto el mundo
a los que nunca salimos de Castilla. ¡Mirad cómo viene
filósofo y quán bien habla! Yo por nosotros
juzgo lo que dize todo ser mucha.verdad, que estamos en una
casa, qual presto veréis muy ruin, pero como comemos
tam bien que ni queda perdiz ni capón ni trucha que
no comamos, no sentimos la falta de las paredes por de fuera,
pues dentro ruin sea yo si la despensa del rey está
ansí. Acabad presto vuestro viaje, que aquí
nos estaremos todos, y no hayáis miedo que falte la
merced de Dios, y bien cumplida. Algunas veces estamos delgados
de las limosnas, pero como se confiesan muchos con el señor
Juan y comunican casos de conciencia, danle muchas cosas
que restituya, de las quales algunas se quedan en casa por
ser muerta la persona a quien se ha de dar o por no la hallar. |
JUAN.-
¡Maldiga Dios tan mala lengua y bestia tan desenfrenada,
y a mí porque con tal hombre me junté que no
sabrá tener para sí una cosa sin pregonarla
a todo el mundo! |
PEDRO.-
Esa es su condición, que
le es tan natural que le tiene de acompañar hasta
la sepultura: nos debéis enojar por eso, que aquí
todo se sufre, pues ya sé yo de antes de agora las
cosas cómo pasan, y aquí somos como dizen los
italianos: Padre, Hijo y Spíritu Santo. |
JUAN.-
¿Pensáis
que hiziera más si fuera otro qualquiera el que estaba
delante? |
MATA.-
El caso es que la verdad es hija de Dios,
y yo soy libre, y nadie me ha de coser la boca, que no la
dexaré de deçir donde quiera y en todo tiempo,
aunque amargue por Dios agora que acuerda con algo a cabo
de mill años. Mejor será que nos vamos, que
ya haze oscuro, y yo quiero ir delante para que se apareje
de zenar; y en verdad que cosa no se traiga de fuera, porque
vea Pedro si yo miento. Vosotros idos a entrar por la puerta
de Sant Francisco, que es menos frequentada de jente. |
JUAN.-
¿N'os
paresce que tengo grande subsidio en tener este diablo acuestas?
|
PEDRO.-
No; pues ya le conoscéis, lo mejor es darle
livertad que diga, quiza por eso dirá menos. |
JUAN.-
Yo
quiero tomar vuestro consejo si lo pudiere acabar con mi
condición. Esta es la puerta: abajad un poco la cabeza
al subir de la escalera. |
PEDRO.-
Vendito sea Dios por siempre
jamás, que ésta es la primera vez que entro
en casa hartos días ha. Buena quadra está ésta
por cierto. |
JUAN.-
Para en corte, razonable. |
MATA.-
Pués
mejor la podríamos tener sino porque no varrunten
nada de lo que pasa. |
JUAN.-
Badajear y a ello.
|
Capítulo III |
Las peregrinaciones
|
MATA.-
Sus, padre fray Pedro, que
ansí os quiero llamar; lo asado se pierde: manda tomar
esta silla y ruin sea quien dexare bocado desta perdiz. |
PEDRO.-
Agimus tibi gratias, Domine, pro universis donis et
beneficiis tuis; qui vivis et regnas per omnia secula seculorum. |
JUAN.-
¡Bálame Dios! ¡Qué ánimo es ése!
¿Agora os paráis a llorar? ¿Qué más
hiziera un niño? Comed y tened buen ánimo,
que no ha de faltar la merced de Dios entretanto que las
ánimas sustentaren nuestros cuerpos. Bien sabéis
que en mi vida yo n'os he de faltar. |
MATA.-
Éstas
son lágrimas de plazer; que no es más en sí
de detenerlas que a mí las verdades. |
PEDRO.-
¿Qué
más comida para mí de la merced que Dios este
día me ha hecho? |
JUAN.-
Aquel adobado por ventura
perná apetito de comer, o si no una pierna de aquel
conejo con esta salsa. |
PEDRO.-
Una penca de cardo me sabrá
mejor que todo; con juramento, que ha seis años que
no vi otra. |
MATA.-
Eso será para después; agora,
si no queréis nada de lo asado, comed de aquella cabeza
de puerco salvaje cozida, y si queréis, a bueltas
del cardo o de un rábano. |
JUAN.-
Ya sabéis
que en palacio no se da a beber a quien no lo pide. Blanco
y tinto hay: escojed. |
PEDRO.-
Probarlo hemos todo, y beberemos
del que mejor nos supiere: este blanco ¿es baliente? |
MATA.-
De
Sant Martín y a nuebe reales y medio el cántaro,
por las nuebe horas de Dios; pues probaréis el tinto
de Ribadabia, y diréis: ¿qué es esto que quasi
todo es a un precio? |
JUAN.-
Ya me paresce que habéis
estancado. ¿Qué hazéis? |
PEDRO.-
Yo no comeré
más esta noche; estoy satisfecho. |
JUAN.-
Una cosa
se me acuerda que os quise hoy replicar quanto hablábamos
de los ospitales, y habíaseme olvidado, y es: si fuese
ansí que no hubiese ospitales, ¿qué harían
tantos pobres peregrinos que van donde vos agora de Francia,
Flandes, Italia y Alemaña? ¿dónde se podrían
aposentar? |
PEDRO.-
El mejor remedio del mundo: los que tubiesen
qué gastar, en los mesones, y los que no, que se estubiesen
en sus tierras y casas, que aquélla era buena romería,
y que de allí tubiesen todas las devociones que quisiesen
con Santiago. ¿Qué ganamos nosotros con sus romerías,
ni ellos tampoco, según la intención? Que el
camino de Hierusalem ningún pobre le puede ir, porque
al menos gasta quarenta escudos y más, y por allá
maldita la cosa les aprobecha pedir ni importunar. |
MATA.-
A
fe que fray Pedro, que dize esto, que debe de traer aforrada
la bolsa. |
PEDRO.-
Yo no pido, por çierto, limosna;
y a trueco de no oír un Dios te ayude de quien sé
que me puede dar, lo hurtaría si pudiese. |
MATA.-
Si
no fuese porque faboresceréis a los de vuestro oficio,
n'os dexaría de preguntar qué tanto mérito
es ir en romería, porque yo, por dezir la verdad,
no la tengo por la más obra pía de todas. |
PEDRO.-
Por eso no dexaré de dezir lo que siento: porque
mi romería va por otros nortes. La romería
de Hierusalem, salvo el mejor juicio, tengo más por
incredulidad que por santidad; porque yo tengo de fe que
Christo fue crucificado en el monte Calvario y fue muerto
y sepultado y que le abrieron el costado con una lança,
y todo lo demás que la Iglesia cree y confiesa; pues
¿no tengo de pensar que el monte Calvario es un monte como
otros, y la lanza como otras, y la cruz, que era estonces
en uso como agora la horca: y que todo esto por sí
no es nada, sino por Christo que padesció? Luego si
hubiese tantas Hierusalenes, y tantas cruzes, y lanzas y
reliquias como estrellas en el cielo, y arenas en la mar,
todas ellas no valdrían tanto como una mínima
parte de la hostia consagrada, en la qual se enzierra el
que hizo los cielos y la tierra, y a Hierusalem, y sus reliquias,
y ésta veo cada día que quiero, que es más:
¿qué se me da de lo menos? quanto más que Dios
sabe quán poca paçiençia lleban en el
camino y quántas vezes se arrepienten y reniegan de
quien haze jamás voto que no se pueda salir afuera.
Lo mesmo siento de Santiago y las demás romerías. |
JUAN.-
No tenéis razón de condenar las romerías,
que son sanctas y buenas, y de Christo leemos que aparesçió
en ese ábito a Lucas y Cleophás. |
PEDRO.-
Yo
no las condeno, ni nunca Dios tal quiera; mas digo lo que
me paresce y he visto por la luenga experiençia; y
a los que allá van no se les muestra la mitad de lo
que diçen: porque el templo de Salomón aunque
den mill escudos no se le dexarán ver: ni demás
desto a los devotos no faltan algunos fraires modorros que
les muestran ciertas piedras con unas pintas coloradas, en
el camino del Calvario, las quales dicen que son de la sangre
de Christo, que aún se está allí, y
ciertas piedrecillas blancas, como de yeso, dizen que es
leche de Nuestra Señora, y en una de las espinas está
también cierta cosa roja en la punta que dizen que
es de la mesma sangre, y otras cosas que no quiero al presente
dezir; y éstas, cómo las sé, antes de
muchos días lo sabréis. En lo que dezís
de la romería de Christo y los apóstoles es
cosa diferente; porque ellos iban la romería brebe,
y es que no tenían casa ni hogar, sino andarse tras
su buen maestro y deprender el tiempo que les cabía
después enseñar y predicar. Marabíllorne
yo de un theólogo como vos, comparar la una romería
con la otra. |
MATA.-
Que tampoco no se mataba mucho para
estudiar, sino poco a poco cumplir el curso; para entre nosotros,
no sabe tanta Teología como pensáis; mas yo
quería saver quál es la mejor romería. |
JUAN.-
Ninguna si a Pedro de Urdimalas creemos. |
PEDRO.-
El
camino real que leba al cielo es la mejor de todas, y más
breve, que es los diez mandamientos de la ley muy bien guardados
a maço y escoplo; y éstos sin caminar ninguna
legua se pueden cumplir todos, ¡Quántos peregrinos
reniegan y blasfeman, quántos no oyen misa en toda
la jornada, quántos toman lo que hallan a mano! |
MATA.-
De
manera que haziendo desde aquí lo que hombre pudiere,
según sus fuerzas, en la observancia de la ley de
Dios, sin ir a Hierusalem ni Santiago, ¿se puede salvar?
|
PEDRO.-
Muy lindamente. |
MATA.-
Pues no quería saver
más deso para estarme quedo y servir a Dios. |
JUAN.-
Quítese
esta mesa y póngase silencio en las cosas de acá,
que poco importa la disputa. Sepamos de la buena venida y
de la significación del disfraz y de la ausencia pasada
y de la merced que Dios nos ha hecho en dexarnos ver. |
PEDRO.-
Tiempo
habrá para contarlo. |
MATA.-
Por amor de Dios, no nos
tengáis suspensos, ni colgados de los cabellos. Sacadnos
de dubda. |
PEDRO.-
El caso es, en dos palabras, que yo fui
cautivo y estube allá tres o cuatro años. Después
salvéme en este ábito que aquí veis,
y agora voy a cumplir el voto que prometí y dexa los
ábitos y tomar los míos propios, en los quales
procuraré servir a Dios el tiempo que me diere de
vida: esto es en conclusión. |
JUAN.-
¿Cautivo de moros?
|
PEDRO.-
De turcos, que es lo mesmo. |
JUAN.-
¿En Berbería?
|
PEDRO.-
No, sino en Turquía. |
MATA.-
Alguna matraca
nos debe de querer dar con esta fictión. ¡Por vida
de quien hablare de veras, no nos haga escandalizar! |
JUAN.-
Aunque
sea burlando ni de veras, yo no puedo estar más escandalizado;
ni me ha quedado gota de sangre en el cuerpo. No es de buenos
amigos dar sobresaltos a quien bien los quiere. |
PEDRO.-
Nunca
de semejantes burlas me pagué. Lo que habéis
oído es verdad, sin discrepar un punto. |
JUAN.-
¡Jesús!
pues, ¿dónde o cómo? |
PEDRO.-
En Constantinopla. |
JUAN.-
¿Y dónde os prendieron? |
PEDRO.-
En esos mares
de Dios. |
JUAN.-
¡Qué desgraciadamente lo contáis
y qué como gato por brasas! Pues ¿quién os
prendió, o quándo, o de qué manera,
y cómo salistes, y qué nos contáis? |
MATA.-
Bien os sabrá examinar, que esas tierras mejor
creo que las sabe que vos, Juan de Voto a Dios, que, como
recuero, no haze sino ir y venir de aquí a Hierusalem. |
JUAN.-
No cae hazia allá: nosotros vamos por la mar
de Venecia, y esta postrera vez que vine fue por tierra.
|
PEDRO.-
Pues ¿cómo os entendían vuestro lenguaje? |
JUAN.-
Hablaba yo griego y otras lenguas. |
MATA.-
¿Como las
de hoy? |
PEDRO.-
¿Quántas leguas hay por tierra de
aquí allá? |
JUAN.-
No sé, a fe. |
PEDRO.-
¿Por
qué tierras buenas vinistes?, ¿por qué cibdades? |
JUAN.-
Pasado se me ha de la memoria. |
PEDRO.-
Y por mar,
¿adónde aportastes? |
JUAN.-
¿Adónde habíamos
de aportar sino a Hierusalem? |
PEDRO.-
¿Pues entrabais dentro
Hierusalem con las naves? |
JUAN.-
Hasta el mesmo templo de
Salomón teníamos las áncoras. |
PEDRO.-
Y
las naves ¿iban por mar o por tierra? |
JUAN.-
No está
mala la pregunta para hombre plático. ¿Por tierra
van las naos? |
PEDRO.-
En Gerusalern no pueden entrar de otra
arte, porque no llega allá la mar con veinte leguas.
|
MATA.-
Aun el diablo será este examen, quanto y más
si Pedro ha estado allá y nos descubre alguna celada
de las que yo, tanto tiempo ha, barrunto. Quizá no
fue por ese camino. |
JUAN.-
Ha tanto tiempo que no lo anduve,
que estoy privado de memoria, v tampoco en los caminos no
advierto mucho. |
MATA.-
Agora digo que no es mucho que sepa
tanto Pedro de Urdimalas, pues tanto ha peregrinado. En verdad
que venís tan trocado, que dubdo si sois vos. Dos
horas y más ha que estamos parlando y no se os ha
soltado una palabra de las que solíais, sino todo
sentencias llenas de philosofía y religión
y themor de Dios. |
PEDRO.-
A la fe, hermanos, Dios, como dicen,
consiente y no para siempre, y como la muerte jamás
nos dexa de amenazar y el demonio de acechar y cada día
del mundo natural tenemos veinticuatro horas de vida menos,
y como en el estado que nos tomare la muerte según
aquél ha de ser la mayor parte de nuestro juicio,
parescióme que valía más la emienda
tarde que nunca, y ésa fue la causa porque me determiné
a dexa la ociosa y mala vida, de la qual Dios me ha castigado
con un tan grande azote que me le dexó señalado
hasta que me muera. Dígolo por tanto, Juan de Voto
a Dios, que ya es tiempo de alzar el entendimiento y voluntad
destas cosas peresçederas y ponerle en donde nunca
ha de haber fin mientra Dios fuere Dios, y desto me habéis
de perdonar que doy consejo, siendo un idiota, a un theólogo. |
JUAN.-
Antes es muy grande merced para mí y consuelo,
que para eso no es menester theologías. |
PEDRO.-
Ansí
que, pues aquí estamos los que siempre hemos vivido
en una mesma voluntad, y ésta ha de durar hasta que
nos echen la tierra acuestas, bien se sufre dezir lo que
haze al caso por más secreto que sea. Yo estoy al
cabo que vos nunca estubistes en Hierusalem ni en Roma, ni
aun salistes d'España, porque loquela tua te manifestum
fecit, ni aun de Castilla; pues ¿qué fructo sacáis
de hazer entender al vulgo que venís y vais a Judea,
y a Egipto ni a Samaria? Parésceme que ninguno otro,
sino que todas las vezes que venga uno, como agora yo, os
tome en mentira. |
MATA.-
Otro mejor fructo se saca. |
PEDRO.-
¿Quál? |
MATA.-
El aforro de la volsa, que de otra manera perescería
de frío; pero a fe de hombre de bien que lo he dicho
yo hartas vezes, entre las quales fue una que nos vimos con
tres mill escudos de fábrica para los ospitales, y
restitución de unos indianos o peruleros. Jamás
quiso escucharme, y ansí y todo se nos ha ido dentro
las manos con diez pórfidos y otros tantos azulexos. |
JUAN.-
Presupuesta la estrecha amistad y unidad de corazones,
responderé en dos palabras a todo eso, como las diría
al propio confesor. No ha pocos días y años
que yo he estado para hazer todo esto, y paresçe que
Dios me ha tocado mil vezes convidándome a ello: pero
un solo inconviniente ha vastado para estorbármelo
hasta hoy, y es que como yo he vibido en honra, como sabéis,
teniendo tan familiar entrada en todas las casas de illustres
y ricos, ¿con qué vergüenza podré agora
yo dezir públicamente que es todo burla quanto he
dicho, pues aun al confesor tiene hombre empacho descubrirse?
pues si me huyo ¿a dónde me cale parar? y ¿qué
dirán de mí? ¿quién no querrá
antes mill infiernos? |
MATA.-
Désa te guarda. |
PEDRO.-
Más
vale vergüenza en cara que mançilla en coraçón. |
MATA.-
¿Y qué habíamos de hazer de todo nuestro
relicario? |
PEDRO.-
¿Quál? |
MATA.-
El que nos da de
comer principalmente; ¿luego nunca le habéis visto?
Pues en verdad no nos falta reliquia que no tengamos en un
cofrecito de marfil; no nos falta sino pluma de las alas
del arcángel Sant Gabriel. |
PEDRO. -
Esas dar con ellas
en el río. |
MATA.-
¿Las reliquias se han de echar
en el río? Grandemente me habéis turbado. Mirad
no traiáis alguna punta de luterano desas tierras
extrañas. |
PEDRO. -
No digo yo las reliquias, sino
esas que yo no las tengo por tales. |
MATA.-
Por amor de Dios,
no hablemos más sobresto; los cabellos de Nuestra
Señora, la leche, la espina de Christo, el dinero,
las otras reliquias de los sanctos, al río, que dize
que lo traxo él mesmo de donde estaba. |
PEDRO.-
¿Es
verdad que traxo un gran pedaço del palo de la cruz? |
MATA.-
Aun ya el palo de la cruz, vaya, que aquello no lo
tengo por tal; por ser tanto, paresce de encina. |
PEDRO.-
¡Qué!
¿tan grande es? |
MATA.-
Buen pedazo. No cabe en el cofrecillo.
|
PEDRO.-
Ese tal, garrote será, pues no hay tanto en
Sanct Pedro de Roma y Gerusalem. |
JUAN.-
Todo se traxo de
una mesma parte. Dexad hablar a Pedro y callad vos. |
MATA.-
Pues
si todo se traxo de una parte, todo será uno; ¿y el
pedazo de la lápida del monumento?; agora yo callo.
Pues tierra santa harta teníamos en una talega, que
bien se podrá hazer un huerto dello. |
JUAN.-
El remedio
es lo más dificultoso de todo para no ser tomado en
mentira del haber estado en aquellas partes. Un libro que
hizo un fraire del camino de Hierusalén y las cosas
que vio, me ha engañado, que con su peregrinaje ganaba
como con cabeza de lobo. |
PEDRO.-
¡Mas de las cosas que no
vio! ¡tan grande modorro era ese como los otros que hablan
lo que no saben, y tantas mentiras diçe en su libro!
|
JUAN.-
Toda la corte se traía tras sí quanto
predicaba la Quaresma cosas de la passión. Luego señalaba
cada cosa que deçía: fue Christo a orar en
el Huerto, que será como de aquí a tal torre,
y entró solo y dexó sus discípulos a
tanta distançia como de aquel pilar al altar; lleváronle
con la cruz acuestas al monte Calvario, que es de la çibdad
como de aquí a tal parte: la casa de Anás de
la de Caiphás, es tanto; y otras cosas ansí.
|
PEDRO.-
De manera que en haber dos pulgadas de distancia
de más o menos de la una a la otra parte está
el creer o no en Dios. Y ¿qué se me da a mí
para ser christiano que sean más dos leguas que tres;
ni que Pilato y Caiphás viban en una mesma calle? |
MATA.-
Quien no trae nada de nuebo, no trae tras sí
la gente; yos prometo, con ayuda de Dios, que vos hagáis
hartos corrillos. |
PEDRO.-
Desos me guardaré yo bien. |
MATA.-
No será en vuestra mano; y también es
bueno tener qué contar. |
JUAN.-
Hablemos en mi remedio,
que es lo que importa. ¿Qué haré?, ¿cómo
bolveré atrás?, ¿cómo me desmentiré
a mí mesmo en la plaza? Pues qué ¿dexaré
mi horden por hazerme teatino ni fraire? No es razón;
porque allá dentro los mesmos religiosos me darían
más matracas porque entrellos hay más que hayan
estado allá que en otra parte ninguna. |
PEDRO.-
No
hay para qué pregonar el haber mentido, porque Dios
no quiere que nadie se disfame a sí mesmo, sino que
se enmiende. |
MATA.-
Yo quiero en eso dar un corte con toda
mi poca gramática y menos saber, que me paresce que
más hará al propósito. |
JUAN.-
No me
haríais este pesar de callar una vez en el año.
|
PEDRO.-
Dexalde diga; nunca desechéis consejo, porque
si no es bueno, pase por alto, y si lo es, aposentalde con
vos; dezid lo que queríais. |
MATA.-
Agora me había
yo de hazer de rogar, mas no hay para qué; digo yo,
que Pedro de Urdimalas nos cuente aquí todo su viaje
desde el postrero día que no nos vimos fasta este
día que Dios de tanta alegría nos ha dado.
De lo qual Juan de Voto a Dios podrá quedar tan docto
que pueda hablar donde quiera que le pregunten como testigo
de vista; y en lo demás, que nunca en ninguna parte
hable de Hierusalem, ni la miente, ni reliquia ni otra cosa
alguna, sino dezir que las reliquias están en un altar
del ospital, y que nos demos prisa a acabarle, aunque enduremos
en el gasto ordinario; y después, allí, con
ayuda de Dios, nos recogeremos, y lo que está por
hazer sea de obra tosca, para que antes se haga; y quien
no quiere hablar de tierras estrañas con quatro palabras
cerrará la boca a todos los preguntadores. Si el consejo
n'os paresce bien, tomadme acuestas. |
JUAN.-
Loado sea Dios,
que habéis dicho una cosa bien dicha en toda vuestra
vida. Yo lo acepto ansí. |
MATA.-
Hartas he dicho, si
vos lo hubierais hecho ansí. |
PEDRO.-
Ansí Dios
me dé lo que deseo, que yo no cayera en tanto; bien
paresçe un neçio entre dos letrados. El agrabio
se me haze a mí porque soy muy enemigo dello, ansi
porque es muy largo como por el refrán que dize: los
casos de admiración no los cuentes, que no saben todas
jentes cómo son. |
MATA.-
Ello se ha de saver tarde
o temprano todo a remiendos; más vale que nos lo digas
todo junto, y no os andaremos en cada día amohinando
y haréis para vos un probecho, que reduçiréis
a la memoria todos los casos particulares. |
JUAN.-
Paresce
que después que éste habla de veras se le escalienta
la boca y dize algunas cosas bien dichas, entre las quales
ésta es tan bien que yo comienço de aguzar
las orejas. |
PEDRO.-
Yo determino de hazer en todo vuestra
voluntad; mas antes que comience os quiero hazer una protesta
porque quanto contare algo digno de admiración no
me cortéis el hilo con el hazer milagros; y es que
por la libertad que tengo, que es la cosa que más
en este mundo amo, sino plegue a Dios que otra vez buelva
a la cadena, si cosa de mi casa pusiere ni en nada me alargare,
sino antes perder el juego por carta de menos que de más:
y las condiciones y costumbres de turcos y griegos os contaré,
con aprescibimiento que después que los turcos reinan
en el mundo, jamás hubo hombre que mejor lo supiese,
ni que allá más privase. |
JUAN.-
No hemos menester
más para creer eso, sino ver el arrepentimiento que
de la vida pasada tenéis y hervor de la enmienda y
aquel tan trocado de lo que antes erais. |
PEDRO.-
No sé
por dónde me comienze.
|
Capítulo IV |
Pedro cautivo de los turcos
|
MATA.-
Yo sí: del primer
día, que de allí adelante nosotros os iremos
preguntando, que ya sabéis que más preguntará
un necio que responderán mil sabios. ¿En dónde
fuiste preso y qué año? ¿Quién os prendió
y adónde os llevó? Responded a estas quatro,
que después no faltará, y la respuesta sea
por orden. |
PEDRO.-
Víspera de Nuestra Señora
de las Niebes, por cumplir vuestro mandado, que es a quatro
de agosto, yendo de Génova para Nápoles con
la armada del Emperador, cuyo general es el príncipe
Doria, salió a nosotros la armada del turco que estaba
en las islas de Ponza, esperándonos por la nueba que
de nosotros tenía, y dionos de noche la caza y alcanzónos
y tomó siete galeras, las más llenas de jente
y más de lustre que sobre la mar se tomaron después
que se navega. El capitán de la armada turquesca se
llamava Zinán Baxá, el qual traía ciento
y çinquenta velas bien en orden. |
JUAN.-
¿Y vosotros
quántas? |
PEDRO.-
Treinta y nuebe no más. |
MATA.-
¿Pues
cómo no las tomaron todas, pues había tanto
exceso? |
PEDRO.-
Porque huyeron las otras; y aun si los capitanes
de las que cazaron fueran hombres de bien y tubieran buenos
oficiales, no tomaran ninguna, porque huyeran también
como las otras; pero no osaban azotar a los galeotes que
remaban, y por eso no se curaban de dar prisa a huir. |
JUAN.-
¿De
qué tenían miedo en castigar la chusma? ¿No
está amarrada con cadenas? |
PEDRO.-
Sí, y bien
rezias; pero como son esclabos turcos y moros, temíanse
que después que los prendiesen, aquellos habían
de ser libres y dezir a los capitanes de los turcos cómo
eran crueles para ellos al tiempo que remaban. |
MATA.-
¿Pues
qué, por eso? |
PEDRO.-
Quanto ansí, luego les
dan a los tales una muerte muy cruel, para que los que lo
oyeren en las otras galeras tengan rienda en el herir. Dos
castigaron delante de mí el día que nos prendieron;
al uno cortaron los brazos, orejas y narizes y le pusieron
un rótulo en la espalda, que decía: Quien tal
haze tal haya; y al otro empalaron. |
JUAN.-
¿Qué es
empalar? |
PEDRO.-
La más rabiosa y abominable de todas
las muertes. Toman un palo grande, hecho a manera de asador,
agudo por la punta, y pónenle derecho, y en aquél
le espetan por el fundamento, que llegue quasi a la boca,
y dexánsele ansí vibo, que suele durar dos
y tres días. |
JUAN.-
Quales ellos son, tales muertes
dan. En toda mi vida vi tal crueldad; ¿y qué fue del
primero que justiciaron? |
PEDRO.-
Dexáronsele ir para
que le viesen los capitanes christianos, y ansí le
dio el príncipe Doria quatro escudos de paga cada
mes mientras vibiere. |
MATA.-
¿Peleastes o rindístesos?
|
PEDRO.-
¿Qué habíamos de pelear, que para cada
galera nuestra había seis de las otras? Comenzamos,
pero luego nos tiraron dos lombardazos que nos hizieron rindir.
Saltaron dentro de nuestra galera y comenzaron a despojarnos
y dexar a todos en carnes. A mí no me quitaron un
sayo que llebaba de cordobán y unas calzas muy acuchilladas,
por ser enemigos de aquel traje, y ver que no se podían
aprobechar dél, y también porque en la cámara
donde yo estaba había tanto que tomar de mucha importancia,
que no se les daba nada de lo que yo tenía acuestas:
maletas, cofres, baúles llenos de vestidos y dineros,
barriles con barras de plata por llevarlo más escondido,
y aun de doblones y escudos. |
MATA.-
¿Qué sentíais
quando os vistes preso? |
PEDRO.-
Eso, como predicador, os
lo dexo yo en contemplación: bofetones hartos y puñadas
me dieron porque les diese si tenía dineros, y bien
me pelaron la barba. Fue tan grande el alboroto que me dio
y espanto de verme quál me había la fortuna
puesto en un instante, que ni sabía si llorase ni
reyese, ni me maravillase, ni dónde estaba, antes
dizen mis compañeros, que lloraban bien, que se maravillan
de mí que no les paresçía que lo sentía
más que si fuese libre, y es verdad que de la repentina
mudanza por tres días no sentía nada, porque
no me lo podía creer a mí mesmo ni persuadir
que fuese ansí. Luego el capitán que nos tomó,
que se llamaba Sactán Mustafá, nos sentó
a su mesa y dionos de comer de lo que tenía para sí,
y algunos bobos de mis compañeros pensaban que el
viaje había de ser ansí; pero yo les consolé
diziendo: Veis allí, hermanos, como entre tanto que
comemos están aparejando cadenas para que dançemos
después del vanquete; y era ansí, que el carzelero
estaba poniéndolas en horden. |
JUAN.-
¿Y qué
fue la comida? |
PEDRO.-
Vizcocho remojado y un plato de miel
y otro de azitunas y otro chico de queso cortado bien menudo
y sutil. |
MATA.-
No era malo el vanquete; pues ¿no podían
tener algo cozinado para el capitán? |
PEDRO.-
No, porque
con la batalla de aquel día no se les acordaba de
comer, y pluguiera a Dios, por quien él es, que las
Pascuas de quatro años enteros hubiera otro tanto.
Llegó luego por fruta de postre, a la popa, donde
estábamos con el capitán, un turco cargado
de cadenas y grillos, y comenzónos a herrar, y por
ser tantos y no traer ellos tan sobradas las cadenas, nos
metían a dos en un par de grillos, a cada uno un pie,
una de las más vellacas de todas las prisiones, porque
cada vez que queréis algo, habéis de traer
el compañero, y si él quiere os ha de llevar;
de manera que estáis atado a su voluntad aunque os
pese. Esta prisión no duró más que dos
días, porque luego el capitán era obligado
de ir a manifestar al general la presa que había hecho.
Llegóse a mí un cautivo que había muchos
años que estaba allí, y preguntóme qué
hombre era y si ternía con qué rescatar, o
si sabía algún ofiçio; yo le dixe que
no me faltarían doçientos ducados, el qual
me dixo que lo callase, porque si lo dezía me ternían
por hombre que podía mucho y ansí nunca de
allí saldría; y que si sabía ofiçio
sería mejor tratado, a lo qual yo le rogué
que me dixese qué ofiçios estimaban en más,
y díxome que médicos y barberos y otros artesanos.
Como yo vi que ninguno sabía, ni nunca acá
le deprendí, ni mis padres lo procuraron, de lo qual
tienen gran culpa ellos y todos los que no lo hazen, imaginé
quál de aquellos podía yo fingir para ser bien
tratado y que no me pudiesen tomar en mentira, y acordé
que, pues no sabía ninguno, lo mejor era dezir que
era médico, pues todos los errores había de
cubrir la tierra, y las culpas de los muertos se hablan de
echar a Dios. Con dizir Dios lo hizo, había yo de
quedar libre; de manera que con aquella poca de Lógica
que había estudiado podría entender algún
libro por donde curase o matase. |
MATA.-
Pues qué ¿era
menester para los turcos tantas cosas, sino matarlos a todos
quantos tomarais entre las manos? |
PEDRO.-
No es buena cuenta
esa, que no menos omicida sería quien tal hiziese
que a los christianos. Quando fuese en líçita
guerra, es verdad; pero, fiándose el otro de mí,
sería gran maldad; porque, en fin, es próximo.
Al tiempo que nos llevaron a presentar delante el general,
comenzaron de poner a una parte todos los que sabían
ofiçios, y los que no a otra para echar al remo. Quando
vinieron a mi, yo dixe liberalmente que era médico.
Preguntándome si me atrebería a curar todos
los heridos que en la vatalla pasada había, respondí
que no, porque no era zirujano, ni sabía de manos
nada hazer. Estaba allí un renegado genovés
que se llamaba Darmux Arráez, que era el cómite
Real, y dixo al general que mucho mayor cosa era que zirujano,
porque era médico de orina y pulso, que ansí
se llaman, y quiso la fortuna» que el general no traía
ninguno para que me examinase, y allá aunque hay muchos
médicos judíos, pocos son los buenos. |
JUAN.-
¿Qué
quiere dezir cómite? |
PEDRO.-
El que govierna la galera
y la rije. |
MATA.-
¿Y Arráez? |
PEDRO.-
Capitán
de una galera. Quiso también la fortuna que el general
se contentó de mí y me escogió para
sí. De todas las presas que hazen por la mar tiene
el Gran Turco su quinto; pero los generales toman siempre
para sí los mejores y que saben que son de rescate,
o que tienen algunos oficios que serán de ganancia.
Los soldados, pobres y lacayos de los caballeros dan al rey,
pues que nunca los ha de ver. |
MATA.-
¿Para qué los
quiere? |
PEDRO.-
Métenlos en una torre, y de allí
los embían a trabajar en obras de la señoría,
que llaman. |
JUAN.-
¿Qué tantos desos terná?
|
PEDRO.-
Al pie de tres mill. |
MATA.-
Y quando os tomó
el general, ¿vistióos luego? |
PEDRO.-
No, sino calzóme,
y bien. |
JUAN.-
¿Cómo? |
PEDRO.-
Lleváronme luego
a un banco donde estaban dos remadores y faltaba uno, y pusiéronme
una cadena al pie, de doze: eslabones y enclabada en el mesmo
banco, y mandáronme remar, y como no sabía,
comenzaron de darme de anguilazos por estas espaldas con
un azote diabólico empegado. |
JUAN.-
Ya los he visto,
que muchos cautibos que pasan por aquí, que se han
escapado, los traen camino de Santiago. |
PEDRO.-
Otra buena
canalla de vagabundos. Todos esos, creed que jamás
estubieron allí; porque ¿en qué seso cabe,
si se huyen, que han de llevar el azote, que jamás
el cómite le dexa de la mano? Ansí engañan
a los bobos. |
MATA.-
Bien pintadas debéis de tener
las espaldas. |
PEDRO.-
Ya se han quitado las más ronchas;
pero uno me dieron un día que me ziñó
estos riñones, que después acá a tiempos
me duele. Quiso Dios que como tomaron tanta jente y tenían
bien quien remase, que acordaron, pues yo les parescía
delicado y no lo sabía hazer, y era bueno para servir
en mi ofiçio, que entrase cada vez en mi lugar un
gitano; pero no me quitaron de la cadena, sino allí
me metía donde poca menos pena tenía que si
remara, porque habla de ir metida la cabeza entre las rodillas
sentado, y quando la mar estaba algo alvorotada, venía
la onda y dábame en estas espaldas y remojábame
todo. Llámase aquel lugar en la galera la banda, que
es la que sirve de necesaria en cada vanco. |
JUAN.-
¿Y qué
os daban allí de comer? |
PEDRO.-
Lo que a los otros,
que es quando hay bastimento harto, y estábamos en
parte, que cada día lo podían tomar. Daban
a cada uno 26 onças de vizcocho; pero si estábamos
donde no lo podían tomar, que era tierra de enemigos,
20 onças y una almueza de mazamorra. |
MATA.-
¿Qué
es vizcocho y mazamorra? |
PEDRO.-
Toman la harina sin cerner
ni nada y házenla pan; después, aquello hácenlo
quartos y recuézenlo hasta que está duro como
piedra y métenlo en la galera; las migajas que se
desmoronan de aquello y los suelos donde estubo es mazamorra,
y muchas vezes hay tanta necesidad, que dan de sola ésta,
que quando habréis apartado a una parte las chinches
muertas que están entrello y las pajas y el estiércol
de los ratones, lo que queda no es la quinta parte. |
JUAN.-
¿Quién
diablos llevó el ratón a la mar? |
PEDRO.-
Como
se engendran de la bascosidad, más hay que en tierra
en ocho días que esté el pan dentro. |
MATA.-
Y
a beber ¿dan vino blanco ó tinto? |
PEDRO.-
Blanco del
río, y aun bien hidiendo y con más tasa que
el pan. |
JUAN.-
¿Y qué más dan de razión?
|
PEDRO.-
¿No basta esto? Algunas vezes reparten a media escudilla
de vinagre y otra media de azeite y media de lentejas ó
arroz para todo un mes; alguna pascua suya dan carne, quanto
una libra a cada uno; mas déstas no hay sino dos en
el año. |
MATA.-
¡Mal aventurados dellos; bien parescen
turcos! |
PEDRO.-
¿Pensáis que son mejores las de los
christianos? Pues no son sino peores. |
JUAN.-
Yo reniego desa
manera de la mejor. Y la cama ¿era conforme a la comida?
|
PEDRO.-
Tenía por cortinas todo el cielo de la luna,
y por frazada el aire. La cama era un banquillo quanto pueden
tres hombres caber sentados, y de tal manera tenía
de dormir allí, que con estar amarrado al mesmo vanco
y no poder subir encima la pierna, sino que había
destar colgando, si por malos de mis pecados sonaba tantico
la cadena, luego el verdugo estaba enzima con el azote.
|
MATA.-
¿Quién os lavaba la ropa blanca? |
PEDRO.-
Nosotros
mesmos con el sudor que cada día manaba de los cuerpos;
que una que yo tube, a pedazos se cayó como ahorcado. |
JUAN.-
Paresce que me comen las espaldas en ver quál
debía estar de jente. |
PEDRO.-
A eso quiero responder
que por la fe de buen christiano, no más ni menos
que en un hormigal hormigas los veía en mis pechos
quando me miraba, y tomábame una çongoja de
ver mis carnes vivamente comidas dellos, y llagadas, ensangrentadas
todas, que, como aunque matase veinte pulgaradas no hazía
al caso, no tenía otro remedio sino dexarlo y no me
mirar; pues en unas votas de cordobán que tenía,
por el juramento que tengo hecho y por otro mayor si queréis,
que si metía la mano por entre la vota y la pierna
hasta la pantorrilla, que era en mi mano sacar un puñado
dellos como granos de trigo. |
JUAN.-
¿Y todos están
ansí? |
PEDRO.-
No, que los que son viejos tienen camisas
que mudar; no tienen tantos con gran parte, y laban allí
sus camisas con agua de la mar, atándola con un pedazo
de soga como quien saca agua de algún pozo, y allí
las dejaban remojar un rato: quasi el labar no es más
sino remojar y secar, porque como el agua de la mar es tan
gruesa, no puede penetrar ni limpia cosa ninguna. |
MATA.-
Caro
cuesta desa manera el ver cosas nuebas y tierras estrañas.
En su seso s'está Juan de Voto a Dios de no poner
su vida al tablero, sino hablar como testigo de oídas,
pues no le vale menos que a los que lo han visto. |
PEDRO.-
Yos
diré quán caro cuesta. Siendo yo cautibo nuebo,
que no había sino un mes que lo era, vi que junto
a mí estaban unos turcos escribiendo ciertas cartas
mensajeras; y ellos, en lugar de firma, usan ciertos sellos
en una sortija de plata que traen, en donde está esculpido
su nombre o las letras de cifra que quieren y con éste,
untado con tinta emprimen en el lugar donde habían
de firmar, su sello, y cierto queda como de molde. |
MATA.-
Yo
apostaré que es verdad sin más, pues no lo
puede contar sin lágrimas. |
PEDRO.-
Mas eché
allá quando pasó; y como a mí me paresció
cosa nueba, entre tanto que zerraba uno las cartas, como
en conversación, tomé en la mano el sello y
como vi que no me dezían nada, tomé tinta y
un poco de papel para ver si sabría yo ansí
sellar. De todo esto olgaban ellos sin dárseles nada;
yo lo hize: como quiera que era çiençia que
una vez bastaba verla, y contentéme de mí mesmo
haber azertado; torné á poner la sortija donde
se estaba, y como de allí a un poco me acordase de
lo mesmo, quise tornar a ver si se me había olvidado,
y así del papel que estaba debaxo de la sortija, pensando
que estaba encima, porque estaba entre dos papeles, y cáese
la sortija de la tabla abajo y da consigo en la mar, que
estábamos estonces en Sancta Maura. Los turcos, quando
me vieron vaxar a buscarla, pensando que no fuese caída,
ásenme de las manos presto por pensar que yo la había
hecho perdidiza. |
JUAN.-
¿De qué os reís desto
o a qué propósito? |
MATA.-
Porque voy viendo
que según va el quento, al fin todos lloraremos de
lástima y para rehazer las lágrimas lo hago.
|
PEDRO.-
Como no la hallaron en las manos, viene uno y méteme
el dedo en la boca, quasi hasta el estómago, que me
hubiera ahogado, por ver si me la había metido en
la boca. |
MATA.-
¿Pues no le podíais morder? |
PEDRO.-
Quando
esto fue, ya no tenía dientes ni sentido, porque me
habían dado dos bofetones de entrambas partes, tan
grandes que estaba tonto. |
JUAN.-
¿No podían mirar
que erais hombre de bien y que en el ávito que llebabais
no erais ladrón? |
PEDRO.-
El ávito de los esclabos
todo es uno de malos y buenos, como de fraires, y aun las
mañas también en ese caso, porque quien no
roba no come. Luego llamaron al guardián mayor de
los esclabos, que se llamaba Morato Arráez y dieron
como ellos quisieron la información de lo pasado,
la qual podía ser sentencia y todo, porque yo no tenía
quien hablase por mí, ni yo mesmo podía, porque
no sabía lengua ninguna. Luego como me cató
todo, que presto lo pudo hazer, porque estaba desnudo, y
no lo halló, manda luego traer el azote y pusiéronme
de la manera que agora diré. Como los bancos estan
puestos por orden, como renglones de copias, pusiéronme
la una pierna en un banco, la otra en otro, los brazos en
otros dos, y quatro hombres que me tenían de los brazos
y piernas, quasi hecho rueda, puesta la cabeza en otro.
|
JUAN.-
Ya me pesa que comenzaste este cuento, porque me toman
calofríos de lástima. |
PEDRO.-
Antes lo digo
para que más se manifiesten las obras de Dios. Puesto
el guardián el un pie sobre un banco y el otro sobre
mi pescuezo, y siendo hombre de razonables fuerzas, comenzó
como relox tardío a darme quan largo era, deteniéndose
de poco en poco, por mayor pena me dar, para que confesase,
hasta que Dios quiso que bastase; bien fuera medio quarto
de ora lo que se tardó en la justicia. |
JUAN.-
¿Pues
de tanto valor era la sortija que los christianos vuestros
compañeros de remo que estaban alderredor no lo pagaban
por no ver eso? |
PEDRO.-
Valdría siete reales quando
mucho; pero ellos pagaran otros tantos porque cada día
me dieran aquella colación. |
MATA.-
¿Luego no eran
christianos? |
PEDRO.-
Sí son, y por tales se tienen;
pero como el mayor enemigo que el bueno tiene en el mundo
es el ruin, ellos, de gracia, como dizen, me querían
peor que al diablo, de embidia porque yo no remaba y que
hazían algún caso de mí, y porque no
los sirbía allí donde estaba amarrado, y lo
peor porque no tenía blanca que gastar; últimamente,
porque todos eran italianos, de diferentes partes, y entre
todas las naciones del mundo somos los españoles los
más mal quistos de todos, y con grandíssima
razón, por la soberbia, que en dos días que
sirbimos queremos luego ser amos, y si nos conbidan una vez
a comer, alzámosnos con la posada: tenemos fieros
muchos, manos no tanto; veréis en el campo del rey
y en Ytalia unos ropavejeruelos y oficiales mecánicos
que se huyen por ladrones, o por deudas, con unas calzas
de terciopelo y un jubón de raso, renegando y descreyendo
a cada palabra, jurando de contino puesta la mano sobre el
lado del coraçón, a fe de caballero; luego
buscan diferencias de nombres: el uno, Basco de las Pallas,
el otro, Ruidíaz de las Mendoças; el otro,
que echando en el mesón de su padre a los machos de
los mulateros deprendió, bai y galagarre y goña,
luego se pone Machín Artiaga de Mendarozqueta y dize
que por la parte de oriente es pariente del rey de Francia
Luis, y por la de poniente del conde Fernán González,
y acota con otro su primo Ochoa de Galarreta y otros nombres
ansí propios para los libros de Amadís. No
ha quatro meses que un amigo mío me hizo su testamentario,
y traía fausto como qualquier capitán con tres
caballos. Hizo un testamento conforme a lo que el bulgo estaba
engañado de creer. Llamábase del nombre de
una casa principal d'España. Al cabo murió,
y yo, para cumplir el testamento, hize inventario y abrí
un cofrecico, donde pensé hallar joyas y dinero, y
la mayor que hallé, entre otras semejantes, fue una
carta que su padre de acá le había escrito
en la qual iba este capítulo: «En lo que dezís,
hijo, que habéis dexado el oficio de tundidor y tomado
el de perfumero en Francia, yo huelgo mucho, pues debe de
ser de más ganancia.» Quando éste y otros tales
llegaban en la posada del pobre labrador italiano, luego
entraban riñendo: ¡Pese a tal con el puto villano:
a las 14 me habéis de dar de comer! ¡reniego de tal
con el puto villano! ¡cada día me habéis de
dar fruta y vitella no más! corre, moço, mátale
dos gallinas, y para mañana, por vida de tal, que
yo mate el pabón y la pava; no me dexes pollastre
ni presuto en casa ni en la estrada. |
MATA.-
¿Qué es
estrada?, ¿qué es vitela?, ¿qué presuto?, ¿qué
pollastre? |
PEDRO.-
Como en fin son de baxa suerte y entendimiento,
aunque estén allá mill años, no deprenden
de la lengua más de aquello que aunque les pese, por
oírlo tantas vezes, se les encasqueta de tal manera
que por cada bocablo ytaliano que deprenden olvidan otro
de su propia lengua. A cabo de tres o quatro años
no saben la suya ni la ajena sino por ensaladas como Juan
de Voto a Dios quando hablava conmigo. Estrada es el camino;
presuto, el pernil; pollastre, el pollo, vitela, ternera. |
MATA.-
No menos me huelgo, por Dios, de saber esto que las
cosas de Turquía, porque para quien no lo ha visto,
tan lexos es Italia como Grecia. ¿No podía saber qué
es la causa porque algunos, quando vienen de allá,
traen unos vocablos como barreta, belludo, fudro, estibal,
manca, y hablando con nosotros acá, que somos de su
propia lengua? Este otro día no hizo más uno
de ir de aquí a Aragón, y estubo allá
como quatro meses, y volvióse y en llegando en casa
tómale un dolor de ijada y començó a
dar vozes que le portasen el menge. Como la madre ni las
hermanas no sabían lo que se deçía,
tomábanle a repreguntar qué quería,
y a todo decía: el menge. Por discreción diéronle
un jarrillo para que mease, pensando que pedía el
orinal, y él a todos quería matar porque no
le entendían. Al fin por el dolor que la madre vio
que le fatigaba, llamó al médico, y entrando
con dos amigos a le visitar, principales y d'entendimiento
preguntóle que qué le dolía y [de] dónde
venía. Respondió: Mosén, chi so stata
Saragosa; de lo qual les dio tanta risa y sonó tanto
el cuento, que él quisiera más morir que haberlo
dicho, porque las mesmas palabras le quedaron de allí
adelante por nombre. |
JUAN.-
Lo mesmo, aunque parezca contra
mí, acontesçió en Logroño; que
se fue un muchacho de casa de su madre y entróse por
Francia. Ya que llegó a Tolosa, topóse con
otro de su tamaño que venía romerillo para
Santiago. Tomaron tanta amistad, que, como estaba ya arrepentido,
se volvieron juntos, y viniendo por sus pequeñas jornadas
llegaron en Logroño, y el muchacho llebó por
huésped al compañero [a] casa de su madre.
Entrando en casa fue rescibido como de pobre madre, y que
otro no tenía. Luego echó mano de una sartén,
y toma unos huebos y pregunta al hijo cómo quiere
aquellos huebos, y qué tal viene, y si bebe vino.
Él respondió que hasta allí no había
hablado: Mames, parleu bus a Pierres, e Pierres parlara a
moi, quo chi non so res d'España. La madre turbada,
dixo: No te digo sino que cómo quieres los huebos.
Entonces preguntó al francesillo que qué decía
su madre. Ella, fatigándose mucho, dixo: ¡pues, malaventurada
de mí, hijo! aun los mesmos çapatos que te
llebaste traes, y tan presto se te ha olvidado tu propia
lengua. Ansí que tiene mucha razón Mátalas
Callando, que estos que vienen de Italia nos rompen aquí
las cabezas con sus salpicones de lenguas, que al mejor tiempo
que os van contando una proeza que hizieron, os mezclan unos
bocablos que no entendéis nada de lo que dizen; «Saliendo
yo del cuerpo de guardia para ir a mi trinchera, que era
manco de media milla, vi que de la muralla asestaban los
esmeriles para los que estábamos en campaña;
yo calé mi serpentina y llebéle al bonbardero
el bota fogo de la mano»; y otras cosas al mesmo tono. |
PEDRO.-
Pues
si esos no hiziesen como la zorra, luego serían tomados
con el hurto en la mano. |
MATA.-
¿Qué haze la zorra?
|
PEDRO.-
Quando va huyendo de los perros, como tiene la cola
grande, ciega el camino por donde va, porque no hallen los
galgos el rastro. Pues mucho mayores necedades dizen en Italia
con su trocar de lenguas, aunque un día castigaron
a un bisoño. |
JUAN.-
¿Cómo? |
PEDRO.-
Estaba en
una posada de un labrador rico y de onrra; y era rezién
pasado d'España, y como no entendía la lengua,
vio que a la muger llamavan madona, y díxole al huésped:
Madono porta manjar, pensando que dezía muy bien;
que es como quien dixese mugero. El otro corrióse,
y entre él y dos hijos suyos le pelaron como palomino,
y tubo por bien mudar de allí adelante la posada y
aun la costumbre. |
MATA.-
Si el rey los pagase no quitarían
a nadie lo suyo. |
PEDRO.-
Ya los paga; pero es como quando
en el banquete falta el vino, que siempre hay para los que
se sientan en cabezera de mesa, y los otros se van a la fuente.
Para los generales y capitanes nunca falta; son como los
peces, que los mayores se comen los menores. Conclusión
es averiguada que todos los capitanes son como los sastres,
que no es en su mano dexar de hurtar, en poniéndoles
la pieza de seda en las manos, sino sólo el día
que se confiesan. |
MATA.-
Ese día cortaría yo
siempre de bestir; pero ellos ¿cómo hurtan? |
PEDRO.-
Yo
os lo diré como quien ha pasado por ello. Cada capitán
tiene de tener tantos soldados, y para tantos se le da la
paga. Pongamos por caso 300; él tiene doçientos,
y para el día de la reseña busca çiento
de otras compañías o de los oficiales del pueblo,
y dales el quinto como al rey y tómales lo demás;
al alférez da que pueda hazer esto en tantas plazas
y al sargento en tantas; lo demás para nobis. |
JUAN.-
Y
los generales ¿no lo remedian eso? |
PEDRO.-
¿Cómo lo
han de remediar, que son ellos sus maestros, de los quales
deprendieron?; antes éstos disimulaban, porque no
los descubran, que ellos hurtan por grueso, diziendo que
al rey es lícito urtarle porque no le da lo que ha
menester. |
MATA.-
Y el rey ¿no pone remedio? |
PEDRO.-
No lo
sabe, ¿qué ha de hazer? |
JUAN.-
¿Pues semejante cosa
ignora? |
PEDRO.-
Sí, porque todos los que hablan con
el rey son generales o capitanes, o oficiales a quien toca,
que no se para a hablar con pobres soldados; que si eso fuese,
él lo sabría y sabiéndolo lo atajaría;
pero ¿queréis que vaya el capitán a dezir:
Señor, yo urto de tres partes la una de mis soldados:
¿castígame por ello? |
JUAN.-
Y el Consejo del rey ¿no
lo sabe? |
PEDRO.-
No lo debe de saber, pues no lo remedia;
mas yo reniego del capitán que no ha sido primero
muchos años soldado. |
MATA.-
Esos soldados fieros que
deçíais denantes en el escuadrón al
arremeter, ¿qué tales son? |
PEDRO.-
Los postreros al
acometer y primeros al retirar. |
JUAN.-
Buena va la guerra
si todos son ansí. |
PEDRO.-
Nunca Dios tal quiera,
ni aún de treinta partes una; antes toda la religión,
criança y bondad está entre los buenos soldados,
de los quales hay infinitos que son unos Çésares
y andan con su bestido llano y son todos gente noble y illustre;
con su pica al hombro, se andan sirviendo al rey como esclavos
invierno y verano, de noche y de día, y de muchos
se le olvida al rey y de otros no se acuerda, y de los que
restan no tiene memoria para gratificarles sus servicios. |
JUAN.-
Y esos tales, siendo ansí buenos ¿qué
comen? ¿tienen cargos? |
PEDRO.-
Ni tienen cargos, ni cargas
en las bolsas. Comen como los que más ruinmente, y
visten peor; no tienen otro acuerdo ni fin sino servir a
su ley y rey, como dizen quando entran en alguna cibdad que
han combatido. Todos los ruines son los que quedan ricos,
y estos otros más contentos con la victoria. |
JUAN.-
Harta
mala ventura es trabajar tanto y no tener qué gastar
y estar subjeto un bueno a otro que sabe que es más
astroso que él. |
MATA.-
La pobreza no es vileza. |
PEDRO.-
Maldiga
Dios el primero que tal refrán inventó, y el
primero que le tubo por verdadero, que no es posible que
no fuese el más tosco entendimiento del mundo y tan
groseros y ciegos los que le creen. |
MATA.-
¿Cómo ansí
a cosa tan común queréis contradezir? |
PEDRO.-
Porque
es la mayor mentira que de Adán acá se ha dicho
ni formado; antes no hay mayor vileza en el mundo que la
pobreza y que más viles haga los hombres: ¿qué
hombre hay en el mundo tan ilustre que la pobreza no le haga
ser vil y hazer mill quentos de vilezas?; y ¿qué hombre
hay tan vil que la riqueza no ennoblezca tanto que le haga
ilustre, que le haga Alexandro, que le haga Çésar
y de todos reberenciado? |
JUAN.-
Parésceme que lleba
camino; pero acá bámonos con el hilo de la
jente, teniendo por bueno y aprobado aquello que todos han
tenido. |
PEDRO.-
Tan grande necesdad es esa como la otra.
¿Por qué tengo yo de creer cosa que primero no la
examine en mi entendimiento?; ¿qué se me da a mí
que los otros lo digan, si no lleba camino?; ¿soy yo obligado
porque mi padre y abuelos fueron necios, a sello?;¿pensáis
que sirbe nadie al rey sino para que le dé de comer
y no ser pobre, por huir de tan grande vileza y mala ventura? |
MATA.-
Razonablemente nos hemos apartado del propósito
a cuya causa se començó. |
JUAN.-
No hay perdido
nada por ello: porque aquí nos estamos para volver,
que también esto ha estado excellente. |
PEDRO.-
¿En
qué quedamos, que ya no me acuerdo? |
MATA.-
En el qüento
de la sortija y la enemistad que os tenían los otros
mesmos que remaban. Beamos: y allí ¿no curabais o
estudiabais? |
PEDRO.-
Vínome a la mano un buen libro
de medicina con el qual me vino Dios a ver, porque aquel
contenía todas las curas del cuerpo humano, y nunca
hazía sino leer en él; y por aquél comenzé
a curar unos cautibos que cayeron junto a mí enfermos,
y salíame bien lo que experimentaba; y como yo tengo
buena memoria, tomélo todo de coro en poco tiempo,
y cuando después me vi entre médicos, como
les dezía de aquellos textos, pensaban que sabía
mucho. En tres meses quasi supe todo el oficio de médico. |
MATA.-
En menos se puede saber y mejor. |
PEDRO.-
Eso es imposible.
¿Cómo? |
MATA.-
Si el oficio del médico, al menos
el vuestro, es matar, ¿no lo hará mejor quanto menos
estudiare? |
JUAN.-
Dexémonos de disputas. ¿En la galera
hay barberos y cirujanos? |
PEDRO.-
Cada una trae su barbero,
ansí de turcos como de christianos, para afeitar y
sangrar. Acontescióme un día con un barbero
portogués que era cautibo en la galera que yo estaba,
muchos años había, no habiendo yo más
de cinqüenta días que era esclavo, lo que oiréis.
Al banco donde yo estaba al remo me traxeron un turco que
mirase, ya muy al cabo; y como le miré el pulso, vi
que le faltaba y que estaba ya frío, y díxeles,
pensando ganar honrra con mi prognóstico, que se moriría
aquella noche. ¿Que qué le querían hazer los
compañeros del enfermo? Como bieron la respuesta,
dixeron: Alguna bestia debe éste de ser; llamen al
barbero de la galera que nos le cure, que sabe bien todos
nuestros pulsos, el qual vino luego y preguntó qué
había yo dicho, y como lo oí, dixe: que se
morirá esta noche; y comencé a philosofar:
¿no béis qué pulso? ¿qué frío
está? ¿qué gesto? ¿qué lengua? ¿y quán
undidos los ojos y qué color de muerto? Dixo él:
Pues yo digo que no se morirá; y comienza de fregarse
las manos y dezir: sus, hermanos, ¿qué me daréis?
yo os le daré sano con ayuda de Alá. Ellos
dixeron que biese lo que sería justo. Respondió
que le diese[n] quinze ásperos, que son tres reales
y medio de acá, para ayuda de las medicinas, y que
si el enfermo vibiese le habían de dar otros cinco
más, que es un real. |
JUAN.-
¿Pues no ponía
más diferencia de muerte a vida de un real? |
PEDRO.-
Y
era harto, según él sabía; luego se
los dieron y fuese al fogón, que es el lugar que trae
cada galera para guisar de comer, y en una ollica mete un
poco de vizcocho y agua, y haze uno como engrudo sazonado
con su azeite y sal, y delante de los turcos tomó
una pedrezica como de anillo, de azúcar cande, y metióla
dentro diziendo: esta sola me costó a mí lo
que vosotros me dais. Fue a dar su comida, y engargantósela
metiéndole la cuchar siempre hasta el estómago.
Yo a todo esto estaba algo corrido de la desvergüenza
que el barbero había usado contra mí; y los
que estaban conmigo al remo començaron a tomarme doblado
odio porque yo podía haber ganado aquellos dineros
para que todos comiéramos y no lo había hecho,
y blasfemaban de mí diziendo que era un traidor poltrón
y que maldita la cosa yo sabía, sino que por no remar
lo hazía fingido, y otras cosas a este tenor; y de
quando en quando, si me podían alcanzar alguna coz
o cadenaço con la cadena, no lo dexaban de hazer.
El pobre enfermo aquella noche dio el cuerpo a la mar y el
ánima al diablo. Este barbero cada día le quitaban
la cadena y a la noche se la metían; quando supo que
era muerto, dixo que no le desferrasen aquellos dos días
porque tenía muchos ungüentos que hazer, que
no estaba la galera bien probeída. Como no había
quien curase, mandaron que me quitasen a mí la cadena;
y como fui donde el barbero estaba, preguntóme cómo
me llamaba. Respondí que el licenciado Pedro de Urdimalas.
Díxome: noramala tenéis el nombre, tened el
hecho. ¿Pensáis que estáis en vuestra tierra
que por prognósticos habéis de medrar? Cúmpleos
que nunca desauciéis a nadie, sino que a todos prometáis
la salud luego de mano; porque quiero que sepáis la
condición de los turcos ser muy diferente de la de
los christianos, en que jamás echan la culpa de la
muerte al médico, sino que cada uno tiene en la frente
escrito lo que ha de ser dél, que es cumplida la hora:
y demás desto, sabed que prometen mucho y nada cumplen:
dezir os han: si me sanas yo te daré tanto y haré
tal y tal; en sanando no se acuerdan de vos más que
de la niebe que nunca vieron. Para ayuda de las medicinas
cojed siempre lo que pudiéredes, que ansí se
usa acá, que no se recepta, sino vos las tenéis
de poner, y si tenéis menester quatro, demandaz diez.
Yo que antes tenía grandíssimo enojo contra
él, me quedé tan manso y se lo agradescí
tanto que más no pudo ser; y más me dixo: que
de miedo no le tornasen a pidir los dineros que le habían
dado no había querido que lo desherrasen fasta que
se olvidase de allí a dos días. Los turcos
que dormían en mi ballestera no dexaron de notar y
maravillarse, que nunca habían en su tierra visto
tomar pulso, que por tentar en la muñeca dixese lo
que estaba dentro y que muriese. |
MATA.-
¿Qué cosa
es ballestera? |
PEDRO.-
Una tabla como una mesa que tiene
cada galera entre banco y banco, donde ban dos soldados
de guerra. |
JUAN.-
¿Pues no tienen más aposento de
una tabla? |
PEDRO.-
Y ese es de los mejores de la galera.
¡Ojalá todos le alcanzasen! |
MATA.-
¿Y cuántas
desas tiene cada galera? |
PEDRO.-
Una en cada banco. |
MATA.-
¿Quántos
bancos? |
PEDRO.-
Veintiçinco de una parte y otros tantos
de la otra, y en cada vanco tres hombres al remo amarrados;
y algunas capitanas hay, que llaman bastardas, que lleban
quatro. |
MATA.-
¿De manera que ha menester 150 hombres de
remo? |
PEDRO.-
Y más diez, para no menester quando
los otros caen malos, que nunca faltan, suplir por ello. |
JUAN.-
¿Y soldados quántos? |
PEDRO.-
Quando van bien
armadas, 50 y diez o doze gentiles hombres de popa, que llaman,
amigos del capitán. |
MATA.-
¿Y esos han de ser marineros?
|
PEDRO.-
No hay para qué, porque los marineros son
otra cosa; que van un patrón y un cómite y
otro sota cómite, dos consejeros, dos artilleros y
un alguazil con su escribano y otros veinte marineros. |
JUAN.-
¿Parescerá
al infierno una cosa tan pequeña con tanta jente?
¡Qué confusión y hedentina debe de haber! |
PEDRO.-
Ansí lo es, verdaderamente infierno abreviado,
que son toda esta jente ordinaria que va, quando es menester
pasar de un reino a otro por mar llebarán cient hombres
más cada una con todos sus hatos. |
JUAN.-
Buenos christianos
serán todos esos de buena razón, pues cada
hora traen tragada la muerte. |
PEDRO.-
Antes son los más
malos del mundo. Quando en más fortuna y necesidad
se ven, comienzan de blasfemar y renegar de quanto hay del
cielo de la luna, hasta el más alto, y de la falta
de paciencia de los remadores no es de tanta maravilla, porque
verdaderamente ellos tienen tanto afán, que cada hora
les es dulze la muerte; mas los otros bellacos, que lo tienen
por pasatiempo, son en fin marineros, que son la más
mala gente del mundo. |
JUAN.-
¿Pues tan infernal trabajo es
remar? |
PEDRO.-
Bien dixistes infernal, porque acá
no hay qué le comparar; para mí tengo que si
lo lleban en paciencia que se irán todos al cielo
calzados y vestidos, como dizen las viejas. |
MATA.-
¿Cómo
puede un solo hombre tener qüenta con tantos? |
PEDRO.-
Con
un solo chiflito que trae al cuello haze todas las diferencias
de mandar que son menester, al qual han de estar tan promptos
que en oyéndole en el mesmo punto quando duermen,
han de estar en pie, con el remo en la mano, sin pararse
a despabilar los ojos, so pena que ya está el azote
sobre él: dos andan con los azotes, el uno en la mitad
de la galera, el otro en la otra, como maestros que enseñan
leer [a] niños. |
JUAN.-
Con todo eso, puede el que
quiere hacer del vellaco quando ese buelve las espaldas,
y hazer como que rema. |
PEDRO.-
Ni por pensamiento. ¿Luego
pensáis que hay música ni compases en el mundo
más acordada que el remar?: engañáisos,
que en el punto que eso hiziese, estorba a sus compañeros
y suenan un remo con otro y desházese el compás,
y como buelve el cómite, si le había de dar
uno le da seis. |
JUAN.-
Y esos mal aventurados ¿cómo
viben con tanto trabajo y tan poca comida? |
PEDRO.-
Ahí
veréis cómo se manifiesta la grandeza de Dios,
que más gordos y ricos y luçios los veréis
y con más fuerzas que estos cortesanos que andan por
aquí paseando cada día con sus mulas. Tienen
un buen remedio, que todos procuran de saber hazer algunas
cosillas de sus manos, como calzas de aguja, almillas, palillos
de mondar dientes, muy labrados, boneticos, dados, partidores
de cabellos de mujeres labrados a las mill maravillas y otras
cosillas, ansí quando hay viento próspero,
que no reman, y quando están en el puerto: lo qual
todo venden quando llegan en alguna cibdad y a los pasajeros
que van dentro, y desto se remedian, y suelen, temporadas
hay, comer mejor que los capitanes; y mira quán grande
es Dios, que todos, por la mayor parte, son ricos y hay muy
muchos que tienen cient ducados y doçientos, que no
los alcanza ningún capitán de Italia, y hombres
hay dellos que juegan cient escudos una noche con algún
caballero, si pasa, o con quien quisiere; y si el capitán
o los oficiales tienen necesidad de dineros, éstos
se los prestan sobre sus firmas hasta que les den la paga. |
MATA.-
¿Nunca se les alzan con ello? |
PEDRO.-
No, ni pueden
aunque quieran; antes lo primero que el pagador haze es satisfaçerles,
y tampoco se los prestarán de valde, sino que si le
dan 15, que le hagan la cédula de 16. No faltan también
inábiles como yo que ni saben oficio ni tienen qué
comer; pero éstos sirben a los otros de remojar el
bizcocho y cozinar la olla y poner y quitar las mesas y comen
con ellos. |
JUAN.-
¡Y qué tales deben de ser las mesas!
|
PEDRO.-
Una rodilla bien suçia, si la alcanzan, y
los capotes debajo; la propia mesa es comer bien; que aunque
esté sobre un muladar, no se me da nada. |
MATA.-
¿En
qué comen? ¿tienen platos? |
PEDRO.-
Una escudilla muy
grande tienen de palo, que llaman gabeta, y un jarro, de
palo también, que se diçe chipichape; esto
hay en cada banco; y antes que se me olvide os quiero dezir
una cosa y es que me vi una vez con quince caballeros comendadores
de Sant Juan, y entre todos no había sino una gabeta
en la qual comíamos la carne y el caldo y bebíamos
en lugar de taza, y orinábamos de noche si era menester. |
JUAN.-
¿Y no teníais asco? |
PEDRO.-
De día no,
porque con todo eso teníamos gana de bibir; y de noche
menos, porque más de tres meses cenamos a escuras,
y esto era en tierra en Constantinopla, porque viene a propósito
de las gabetas. |
JUAN.-
¿Nos daban siquiera un candil, ni
miraban que fuesen caballeros? |
PEDRO.-
Antes adrede maltratan
más a esos tales, por sacarles más rescate,
como a gatos de Algalia. |
MATA.-
No salgamos, por Dios, tan
presto de galera. A los soldados y gente de arte ¿qué
les dan de comer? |
PEDRO.-
Sus raçiones tienen en las
de los christianos, de atún y pan vizcocho y media
zumbre de vino, y a terzer día mudan a darles vaca
si están donde la puedan haber, y dos ducados al mes
razonablemente pagados. |
JUAN.-
¿Y pueden sufrir por tan poco
sueldo esa vida? |
PEDRO.-
Y están muy contentos con
ella por la grandíssima livertad que tienen sin obedescer
rey ni Roque; en los de los turcos no les dan nada a los
soldados sino quatro escudos al mes y ellos se juntan de
quatro en quatro o seis en seis y meten en la galera arroz
y vizcocho, azúcar y miel; que no han menester vino,
pues no lo pueden beber. |
JUAN.-
Y en las de christianos ¿oyen
nunca misa y traen quien los confiese? |
PEDRO.-
Sí,
bien cada domingo y fiesta; si no navegan, les dizen misa
en tierra donde puedan todos ver, y en cada galera traen
un capellán, y los turcos también uno de los
suyos. |
MATA.-
Vamos adelante con la jornada, que la galera
ya está bien entendida. |
PEDRO.-
De Sancta Maura fuimos
a otro puerto de una cibdad, cerca, que se llama Lepanto,
y Patrás, que está junto donde Sant Andrés
fue martirizado. Allí estubimos con esta vida unos
veinte días y despalmamos las galeras. |
JUAN.-
¿Qué
es despalmar? |
PEDRO.-
Darles por debaxo con sebo una camisa
para que corra bien, y que la yerba que hay en la mar donde
no está muy honda y la bascosidad del agua no se pegue
en la pez de la galera, porque no podría de otra manera
caminar; y esto es menester hazer cada mes, para bien ser,
o de dos a dos a lo más. De allí caminamos
a Puerto León, que es en Athenas, y llámase
ansí porque tiene un grandíssimo león
de mármol a la entrada. |
JUAN.-
¿Llega la cíbdad
de Athenas a la mar? |
PEDRO.-
No; pero hay una legua no más. |
MATA.-
Pues ¿qué nos diréis de Athenas? ¿es
gran cosa como dizen? |
PEDRO.-
No la vi estonces hasta la
buelta, que verná a propósito; yo lo diré.
De Puerto León fuimos a Negroponto, y de allí
pasamos por Sexto y Abido y entramos en la canal de Constantinopla,
que es el Hellesponto, y fuimos a Gallipol y a la isla de
Mármara, y de allí a Constantinopla, que es
metrópoli que llaman, como quien dice cabeza de toda
la Turquía, donde reside siempre por la mayor parte
el Gran Señor y concurre todo el imperio. |
JUAN.-
¡Grande
sería la solenidad de la entrada! |
Capítulo V |
La vida en el cautiverio
|
PEDRO.-
Mucho, y de harta lástima.
Salió el Gran Turco a un mirador sobre la mar, porque
bate en su palacio, y comenzaron de poner en cada galera
muchos estandartes, en cada vanco el suyo; en lo más
alto las vanderas de Mahoma, y debaxo dellas los pendones
que nos habían tomado, puestos los crucifixos y imágenes
de Nuestra Señora que venían dibuxados en ellos,
las piernas hazia riba, y la canalla toda de los turcos tirándoles
con los arcos muchas saetas; luego las banderas del Gran
Turco y debaxo dellas también las del Emperador y
el príncipe Doria, hazia baxo, al rebés puestas;
luego comenzaron de hazer la salba de artillería más
soberbia que en el mar jamás se pudo ver, donde estaban
ciento y cinquenta galeras con algunas de Françia,
y más de otras trescientas nabes, entre chicas y grandes,
que se estaban en el puerto y nos ayudaban; cada galera soltaba
tres tiros y tornaba tam presto a cargar; duró la
salva una hora, y metímonos en el puerto y desarmamos
nuestras galeras en el taraçanal, que es el lugar
donde se hazen y están el imbierno, y no tardamos
tres horas en desbaratar toda la armada, y el Gran Señor
quiso ver la presa de la jente, porque no los había
podido ver dentro de las galeras, y ensartáronnos
todos, que seríamos al pie de dos mill, con cadenas,
todos trabados uno a otro; a los capitanes y oficiales de
las galeras echaron las cadenas por las gargantas, y con
la música de trompetas y atambores que nosotros nos
llebábamos en las galeras, que es cosa de que ellos
mucho se ríen, porque no usan sino clarines, nos llebaron
con nuestras banderas arrastrando a pasar por el zerraje
del Gran Turco, que es su palacio, de donde ya iban señalados
los que habían de ser para él, que le cabían
de su quinto, y entrellos principalmente los capitanes de
las galeras; y éstos llebaron a Galata, a la torre
del Gran Señor, donde están aquellos dos mill
que arriba dixe, para sus obras y para remar al tiempo.
|
JUAN.-
¿Dónde es Galata? Por ventura es la que San
Pablo dice ad galatas. |
PEDRO.-
Creo que no, porque ésa
es junto a Babilonia. Esta se llamaba otro tiempo Pera, que
en griego quiere dezir dese cabo, y llamábanla ansí
porque de Constantinopla a ella no hay más de el puerto
de mar en medio, que será un tiro de arcabuz, el qual
cada vez que quisiéredes pasar podréis por
una blanca; y será de tres mill casas, y en esta hay
en la muralla muchas torres, en una de las quales metieron
a todos los que éramos esclabos de Zinan Baxá,
el general, que seríamos en todos 700, de los quales
empresentó obra de ciento, puestos todos en un corral
como obejas. Tornaron a repreguntar a cada uno su nombre
y patria, y qué oficio sabía, y ponían
a todos los de un oficio juntos; y repartieron a los más,
porque para todos no había, sendas mantas para dormir
y capotes de sayal y zaragüelles de lo mesmo, de lo
qual fue Dios servido que alcanzé mi parte; y los
barberos que habían tomado de las galeras fueron siete,
en el número de los quales fui yo escrito. Diéronnos
por superior un zirujano viejo, hombre de bien y cudicioso
de ganar dineros, por lo qual, como tenía crédito,
s'entremetía en curar de mediçina y todo, y
mandáronnos obedescerle en todo lo que él mandase.
Como éramos los más cautibos nuebos y la vida
ruin, comenzó de dar una modorra por nosotros, que
cada día se morían muchos, entre los quales
yo fui uno. |
MATA.-
¿Qué, os moristes? |
PEDRO.-
No,
sino herido. Dio industria este barbero o médico,
o qué era, que nos metiesen los enfermos apartados
en una gran caballeriza, adonde, por estar fuera de la torre,
había buen aparejo para huir, y por eso nos ensartaban
a todos por las cadenas que teníamos con una muy larga
y delgada cadenilla, y a la mañana entraba el viejo
cirujano con los otros barberos a ver qué tales estaban,
y probeía conforme a lo que sabía, que era
nonada. Traía un jarro grande de agua cozida con pasas
y regaliz, que era la mejor cosa que sabía, y dábanos
cada dos tragos diziendo que era xarabe, y al tiempo que
le parescía, sin mirar orina ni nada, daba unas píldoras
o una bebida tal qual, y en sangrar era muy cobarde, por
lo qual entre ciento y treinta enfermos que estábamos,
cada día había una docena o media al menos
de muertos que entresacar. |
JUAN.-
Allí, pues estabais
en tierra, razonables camas tubierais. |
PEDRO.-
Peores que
en galera y menos lugar mill vezes; estábamos como
sardinas en cesto pegados unos con otros. No puedo dezir
sin lágrimas que una noche, estando muy malo, estaba
en medio de otros dos peores que yo, y en menos espacio de
tres pies todos tres y ensartado con ellos; y quiso Dios
que entrambos se murieron en anocheciendo, y yo estube con
todo mi mal toda la noche quan larga era, que el mes era
de noviembre, entre dos muertos; y de tal manera, que no
me podía rebolver si no caía sobre uno dellos.
Quando a la mañana vinieron los guardianes a entresacar
para llebar a enterrar, yo no hazía sino alzar de
poco a poco la pierna y sonar con la cadena para que viesen
que no era muerto y me llebasen entrellos a enterrar. Y los
bellacos de los barberos, con el mayoral, llamábanme
el mato, que quiere dezir en italiano el loco, porque les
hazía que me sangrasen muchas vezes, y eran como dixe
tan avarientos, que aun mi propia sangre les dolía.
Al fin me hubieron de sangrar quatro vezes y quiso Dios que
mejorase, lo qual ellos no debían de querer mucho
porque no hubiese quien entendiese sus errores. |
JUAN.-
Y
los muertos ¿dónde los entierran? ¿hay iglesias? |
PEDRO.-
Si hay, pero en la caba de la zerca, y no muy hondo,
los echan. |
JUAN.-
Esa es grandíssima lástima.
|
PEDRO.-
Antes me paresce la mayor misericordia que ellos
con nosotros usan. ¿Qué diablos se me da a mí,
después de muerto, que me entierren en la caba o en
la horca muriendo buen christiano? Quando la calentura me
dexó al seteno, quedé muy flaco y debilitado
y no tenía la menor cosa del mundo que comer, y no
podía dormir, no por falta de gana sino porque no
me ayude Dios si no me podían barrer los piojos de
acuestas, porque ya había cerca de quatro meses que
no me había desnudado la camisa. |
JUAN.-
No se le es
d'agradeçer que se haya trocado y no se acuerde del
mundo hombre que semejantes merçedes ha rescibido
de Dios. |
PEDRO.-
De beras lo diréis quando acabare. |
MATA.-
¿Y qué os daban allí de comer en tan
buena enfermería? |
PEDRO.-
Una caldera grande como
de tinte hazían cada día de azelgas sin sal
ni azeite, y de aquéllas aun no daban todas las que
pudieran comer, y un poquito de pan. Un hidalgo de Arbealo,
hombre de bien, me fue a visitar un día, que había
quince años que era cautibo; al qual le dixe que bien
sabía yo que era imposible y pidir gullurías
en golfo, como dicen los marineros, pero que comiera una
sopa en vino; el qual luego fue y me traxo un buen pedazo
de una torta, y media copa de vino, y comílo; y como
ocho días había que no comía bocado,
quedé tan consolado y contento, y credlo sin jurarlo,
como si me dieran livertad, y otro día siguiente me
tornó a dezir si comería dos manos de carnero
con vinagre. Respondí que de buena voluntad, aunque
pensé que burlava; él me las traxo. Y como
estubiese razonable, luego me metieron en la torre con los
demás, y el sobrebarbero me mandó que vaxase
cada día a servir a los enfermos, de darles de comer;
y siempre, como dizen, arrímate a los buenos, procuré
tomar buena compañía y procuré d'estar
con la camarada de los caballeros, que eran, entre comendadores
y no, quince; y como me conoscían algunos, cayó
un ginobés allí junto a mí, que tenía
dineros, y rogóme que le curase; y quiso Dios que
sanó, y diome tres reales, con los quales fui más
rico que el rey; porque la bolsa de Dios es tan cumplida,
que desde aquel día hasta el que esto.........os,
nunca me faltó blanca. El sobrebarbero, como iba por
la cibdad y ganaba algunos escudos, y entre esclavos no nada,
probó a ver si se podría eximir del trabajo
sin probecho, y mandóme que delante dél otro
día hiziese una visita general, para probarme, y no
le descontenté; descuidóse por seis días,
en los quales yo no sabía qué medicina hazer;
sino como conoscí que aquél sabía poco
o nada y morían tantos, hize: al rebés todo
lo que él hazía, y comienzo a sangrar liveralmente
y purgar poco, y quiere Dios que no murió nadie en
toda una semana, por lo qual yo vi ciertamente al ojo que
no hay en el mundo mejor medicina que lo contrario del ruin
médico, y lo he probado muchas vezes, y qualquiera
que lo probare lo hallará por verdad. Fueron las nuebas
a mi amo désto, de lo qual se holgó, y embió
su mayordomo mayor a que yo de allí adelante curase
a todos, y que no me llebasen al campo a trabajar con los
otros. Yo pidí de merced que los barberos me fuesen
subjetos, lo qual no querían, antes se me alzaban
a mayores. Fueme otorgado, y más hize un razonamiento
diciendo que cada christiano valía sesenta escudos,
y que si muchos se morían perderían muchos
escudos, y uno que se moría, si se pudiera librar,
pagaba las medicinas de todos; por tanto, me hiziesen merced
de comprarme algunas cosas por junto. Parescióles
tan bien que me dieron comissión que fuese a una botica
y allí tomase hasta quarenta escudos de lo que yo
quisiese, y cumpliólo muy bien. |
JUAN.-
¿Pues hay allá
boticas como acá? |
PEDRO.-
Más y mayores, y
aun mejores. En Galata hay tres muy buenas de christianos
venecianos; en Constantinopla bien deben de pasar de mill,
que tienen judíos. |
MATA.-
¡Qué buen clabo debistes
de echar en la compra! |
PEDRO.-
Y aun dos, porque el boticario
me dio dos escudos porque lo llebase de su botica; y yo me
concerté con él que llebase quarenta escudos
por aquello a mi amo, y no montaba sino treinta y seis, y
me diese los otros quatro. |
MATA.-
No era mala entrada de
sisa esa; mejor era que la del otro pobre barbero que contastes;
buen discípulo sacó en vos. |
JUAN.-
Harta miseria
había pasado el malaventurado antes de cojer eso.
|
PEDRO.-
Pocas noches antes lo vierais; que estábamos
quinze caballeros y yo una noche entre muchas sin tener que
çenar otra cosa sino media escudilla de vino que un
cautibo nos había dado por amor de Dios, y diónos
otro un cabo razonable de candela, como tres dedos de largo,
que fue la primera que en tres meses habíamos tenido.
Tubímosla en tanto que no sabíamos qué
hazer della. Fue menester botar entre todos de qué
serviria. Yo dezía que zenásemos con él;
otro dixo que se guardase para si alguno de nosotros estubiese
in articulo mortis; otro que hiziésemos para otro
día con él y con vizcocho migas en sebo; dixo
el que más autoridad tenía y a quien todos
obedecíamos, porque era razón que lo merescía,
que mejor sería que le gastásemos en espulgarnos,
pues de día en la prisión no había suficiente
luz para hazerlo. Yo repliqué que, pues la zena era
tan liviana, que bien se podría todo junto hazer,
y ansí se puso la mesa acostumbrada, y puesta nuestra
cena en medio, que ya gracias a Dios teníamos pan
fresco, aunque negro pero ciertamente bueno, y destajamos
que ninguno metiese dos vezes su sopa en la escudilla de
vino, sino que, metidas dentro tantas quantos éramos,
cada uno sacase la suya por orden; y luego echábamos
un poco de agua para que no se acabase tan presto; y esto
duró hasta que ya el vino era hecho agua clara; y
con esto hubo fin la cena, que no fue de las peores de aquellos
días. Tras esto cada uno se desnudó, y començamos
de matar jente, de cada golpe no uno sino quantos cabían
en la prensa. |
JUAN.-
¿Qué prensa? |
MATA.-
¿No eres
más bobo que eso?; las uñas de los pulgares.
¿Y bastó la candela mucho? |
PEDRO.-
Más de quince
horas en tres noches. |
MATA.-
Ésa, hablando con reberencia,
de las de Juan de Voto a Dios es; ¿tres dedos de candela
quince horas? Venga el cómo; si no, no lo creré.
¿Son las horas tan grandes allá como acá? |
PEDRO.-
Por tanto como eso soy enemigo de contar nada; más
pues lo he comenzado, a todo daré razón. Hubo
un acuerdo de consentimiento de todos, que cada uno el piojo
grueso le pusiese en aquel poco sebo derretido que está
junto a la llama para que se quemase. Començó
cada uno de poner tantos, que tubo la llama para gastar todo
este tiempo que dixe. |
MATA.-
Desde aquí hago voto
y prometo de creer quanto dixéredes, pues tan satisfecho
quedo de mi dubda. |
JUAN.-
Ya quando bullía el dinero
de la sisa debíais de comer bien. |
PEDRO.-
Razonablemente;
hizimos un caballero cozinero que lo hazía lindamente. |
MATA.-
¿Dónde lo había deprendido siendo caballero?
|
PEDRO.-
Había sido paje, y como son golosos, nunca
salen de la cozina. Éramos ya señores de sendas
cuchares y una calabaza y olla. Comíamos muchas vezes
a las noches; entre día no quedaba nadie en casa. |
JUAN.-
¿Qué se hazían? |
PEDRO.-
En amanesciendo,
los guardianes, que son en aquella torre treinta, dan bozes
diziendo: Baxá bajo tuti, y abren la puerta de la
torre, y todo el mundo baxa por contadero al corral, y en
el paso está uno con un costal de pan, dando a cada
uno un pan que le basta aquel día; cada oficio tiene
su guardián, que tiene cargo de llebar y traer aquéllos;
luego diçen: «Fuera carpenteros»; quien no saliere
tan presto, siéndolo, llebará veinte palos
bien dados; luego, afuera herreros, lo mesmo; y serradores,
lo mesmo; y ansí de todos los oficios; estos que se
llaman la maestrança van al tarazanal a trabajar en
las obras del Gran Turco, y gana cada uno diez ásperos
al día, que es dos reales y medio, una muy grande
ganancia para quien tiene esclabos. Tenía mi amo cada
día de renta desto más de treinta escudos,
y con uno hazía la costa a seiscientos esclabos. Los
demás que no saben oficio llaman ergates, los quales
van a trabajar en las huertas y jardines, y a cabar y cortar
leña y traerla acuestas, y traer cada día agua
a la torre, que no es poco traer la que han menester tanta
jente; y con los muradores o tapiadores y canteros que van
a hazer casas, para abrir cimientos y servir, y por ser en
Constantinopla las casas de tanta ganancia, no hay quien
tenga esclabos que no emprenda hazer todas las que puede;
y con quanta prisa se hagan yo lo contaré, quando
viniere a propósito, de unos palaçios que hizo
Zinán Baxá mi amo. Suélense al salir
a trabajar muchos esconder debaxo de las tablas y mantas;
algunos les aprobecha, a otros no, porque cada mañana
con candelas andan a buscarlos como conejos. Un esclabo de
los más antiguos es escribano y es obligado a dar
quenta cada día de todos; y ansí entrega a
cada guardián tantos; y pone por memoria: Fulano llebó
tantos a tal obra; y al venir los rescibe por la mesma quenta. |
JUAN.-
¿Tanto se fían del esclabo que le hazen escribano?
|
PEDRO.-
Más que del turco en caso de guardar christianos;
antes son de mayor caridad en eso que nuestros generales
christianos para con ellos. Ordinariamente hazía Zinán
Baxá y cada general, cada pascua suya, siete o ocho
los más antiguos, o por mejor dezir los mayores bellacos
de dos caras, parleros, que entre todos había, guardianes
de los mesmos christianos, a los cuales dan livertad. Desta
manera permítenles andar solos adonde fueren, y danles
una carta de livertad con condición que sirvan lealmente
sin traición tres años, y al cabo dellos hagan
de sí lo que quisieren; y en estos tres años
guardan a los otros, y son bastantes ocho para guardar quatrocientos,
lo qual turcos no bastan cinquenta. |
JUAN.-
¿Cómo puede
eso ser? |
PEDRO.-
Como ellos han primero sido esclabos, saben
todas las mañas y tratos que para huir se buscan,
y por allí los guardan, de lo qual el turco está
inocente. También, como están escarmentados
de la prisión pasada, desbélanse en servir
por no bolver a ella. |
JUAN.-
¿Cómo lo hazen ésos
con los christianos? |
PEDRO.-
Peor mill vezes que los turcos,
y más crueles son para ellos; tráenlos quando
trabajan ni más ni menos que los aguadores los asnos;
vanles dando, quando ban cargados, palos detrás si
no caminan más de lo que pueden, y al tiempo del cargar
les hazen tomar mayor carga acuestas de la que sus costillas
sufren, y quando pasan cargados por delante el amo, por parescer
que sirbe bien, allí comienza a dar bozes arreándolos
y dando palos a diestro y a siniestro; y como son ladrón
de casa, ya saben, de quando estaban a la cadena, quál
esclabo alcanza algunos dinerillos, y aquél dan mejores
palos, y no le dexan hasta que se los hazen gastar en tabernas
todos, y después también los maltratan porque
no tienen más que dar; si algún pobre entre
mercaderes tiene algún crédito para que le
probean alguna miseria, éstos los lleban a sus casas
para que negocien, pero no los sacarán de la torre
si primero no les dan algunos reales, y después de
lo que cobran la mitad o las dos partes; ni los dexan hablar
con los mercaderes en secreto por saber lo que les dan y
que no se les encubra nada; y si ven que tiene buen crédito
de rescate, luego se hazen de los consejeros, diziendo que
digan que son pobres, y que ellos serán buenos terceros
con el señor, y que por tal y tal vía se ha
de negociar, y banse al señor y congraciándose
con él, le dizen que mire lo que haze, que -aquél
es hombre que tiene bien con qué se rescatar. |
JUAN.-
¿Esos
guardianes no se podrían huir si quisiesen con los
otros cautibos? |
PEDRO.-
Facilíssimamente si los bellacos
quisiesen; pero no son désos, antes les pesa quando
se les acaba el tiempo de los tres años, por no tener
ocasión de venirse en livertad. |
MATA.-
¿Pues quieren
más aquella vida de guardar christianos que estar
acá? |
PEDRO.-
Sin comparación, porque acá
han de vibir como quienes son, y allá, siendo como
son ruines y de ruin suelo, son señores de mandar
a muchos buenos que hay cautibos, y libres para emborracharse
cada día en las tabernas y andarse de ramera en ramera
a costa de los pobres súbditos. |
MATA.-
¿Hay putas
en Constantinopla? |
PEDRO.-
Désas nunca hay falta donde
quiera. |
MATA.-
¡Mira qué os dize, Juan de Boto a Dios! |
JUAN.-
Con bos habla y a bos responde. |
PEDRO.-
Y aun bujarrones
son los más, que lo deprenden de los turcos. Finalmente,
¿queréis que os diga? Sin información ni más
oír, había el rey, en viniendo alguno que dixese
que por su persona le habían dado los turcos livertad
y había sido allá guardián de christianos,
de mandarle espetar en un palo y que le asasen bibo; porque
aquel cargo no se le dieron sino por bellaco azezinador y
malsín de los christianos que nunca hazen quando están
entrellos antes que les den livertad sino acusarlos que se
quedan a las mañanas escondidos, que son de rescate,
que tienen dineros, que tienen parientes ricos; y quando
están trabajando con ellos, que ban a andar del cuerpo
muchas vezes por holgar, y otras cosas ansina semejantes,
por donde se rescatan pocos; porque el pobre que tenía
cient escudos ya le han levantado que tiene mill, y que si
no los da, que no saldrá, y como la pestilencia anda
muy común allí, de un año a otro se
mueren todos; no se entiende que a todos los que ellos dan
livertad sin dineros les habían de hazer esta justicia,
porque hay muchos que caen en manos de turcos honrrados particulares
que no tienen sino dos o tres y los traen sin cadenas en
la Notolia que propiamente es la Asia, junto a Troya, y andan
en la labrança, y como les han servido muchos años,
danles livertad y dineros para el camino, sino a los que
han sido guardianes, pues por parleros les dieron el cargo. |
MATA.-
A esa quenta cada día habría acá
hartas justicias desas si a los malsines y parleros hubiesen
de asar; porque no hay señor ninguno que no se deleite
de tener en cada pueblo personas tales quales habéis
pintado; veo guardianes que les van a dezir qué dixo
el otro paseándose en la plaza quando vio el corregidor
nuebo, y qué trato trae, y cómo vibe, y el
trigo que compra para rebender, sin mirar la costa que el
otro tiene en su casa; y que le oyó dezir que era
tan buen hidalgo como su señoría, no mirando
en todo la viga lagar de su ojo sino la mota del ajeno, de
donde nascen todas las disensiones y pleitos entre señores
y vasallos; porque como creen las parlerías, quando
van [a] aquellos pueblos luego mandan: a Fulano echádmele
doblados huéspedes, y a Fulano dalde a executar por
la resta de la alcabala que me debe, y al otro quitadle el
salario que le doy, y comienza a no se querer quitar la gorra
a nadie, y mirarlos de mal rostro y detenerse allí
mucho tiempo para más molestar, y traer un juez de
residencia que castigue las cosas pasadas y olvidadas, y
los acusadores que acusaren lleben la mitad de la pena. |
PEDRO.-
Esa les daría yo muy bien; porque a los parleros
que fueron la causa, daría la pena que los guardianes
merescen, y a estotros la mitad della, y aun los señores
que se pagan de parleros no se me irían en salbo. |
MATA.-
No hayáis miedo que se le vayan a Dios tarde
o temprano. |
JUAN.-
Harto los pico yo sobreso en las confesiones,
aunque no aprobecha mucho. |
PEDRO.-
También los confesores
servís algunas vezes de pelillo y andáis a
sabor de paladar con ellos por no los desabrir; para mi santiguada
que si yo los confesara, que les hiziera temblar quando llegaran
a mis pies; y que si en dos o tres confesiones me confesasen
un mesmo pecado, sin emienda, yo los embiase a buscar el
Papa que los absolviese, y a los parleros absolvería
con condición que fuesen aquel que tienen robada la
fama y le dixesen: Señor, pidos perdón que
he dicho esto y esto de vos, en lo qual he mentido mal y
falsamente; y por no lo ir a hazer otra vez, procurará
de enmendar la vida, ya que no mire la ofensa que a Dios
haze. |
MATA.-
¡Por Dios, gentil consejo era ese para tener
nosotros de comer! Bien podríamos desde luego tomar
nuestro hato y caminar al espital, porque podría bien
tocarse la vigüela sin segunda, que nadie volbería.
|
PEDRO.-
Querría más un quarto; mayor es la
bolsa de Dios que me los pagará mejor, y si todos
los confesores hiziesen ansí, ellos volverán
aunque no quisiesen. |
MATA.-
¿Quién pensáis
que volvería segunda vez?; que andan pretendiendo
y echando mill rogadores una infinidad de confesores por
quitarle los perrochanos de lustre a Juan de Voto a Dios?
¡Más sobornos traxo el otro día uno para que
le diesen un domingo el púlpito de la reina, por procurar
alguna entrada como contentar, para si pudiese alcanzar a
confesarla, rebolvió toda la corte hasta que lo alcançó,
y si fuera con buen zelo no era malo; más creo que
lo hazen por estas mitras, que son muy sabroso manjar, y
para faborescer a quien quisieren. |
PEDRO.-
De creer es; porque
si por otra vía lo hiziesen no ternían que
rogar más a los ricos que a los pobres, y ellos harían
que los fuesen a rogar y huirían dellos; pero con
su pan se lo coman, que este otro día vi en un lienzo
de Flandes el infierno bien pintado, y había allí
hartas mitras puestas sobre unas muertes y algunas coronas
y bastones de reyes sobre otras. Plega Dios que no parezca
lo vibo a lo pintado. ¡Más que pensado devía
de ir aquel sermón y qué de extremos ternía
buscados por no parescer que dezía lo que los otros!
|
MATA.-
En esto lo vierais, que no predicó del Evangelio
de aquel día, sino tomó el tema de una lectión
que dezía que había reçado a la mañana
en las laudes, y entró declarando el Evangelio, y
al cabo que le dixo todo en romançe, mandó
le prestasen atención, porque aquello que había
dicho era la corteza del sermón, y entró por
unas figuras del Testamento viejo, sin más acordársele
de tema ni Evangelio, con ciertas comparaciones, y dio consigo
en la passión de Christo, y acabó con unas
terribles voces diziendo que se acercaba el día del
juicio. |
PEDRO.-
Buena estaba la ensalada, por mi vida. En
Ytalia, donde son gente de grande entendimiento, en viendo
el predicador que se mete en qualquiera desas cosas, luego
ven que es idiota y trae cosas de cartapacio, si no es día
que la Iglesia haze mençión dellas. ¿Y supo
acabar? Porque la mayor dificultad que semejantes predicadores
tienen es ésa. |
MATA.-
Allá predicó sus
dos horas o zerca, por si otra vez no le dieran el púlpito.
|
PEDRO.-
Una cosa veo, hablando con reberençia de la
teulogía de Juan de Boto de Dios, la más reçia
del mundo, en los predicadores d'España y es que tienen
menester ser los púlpitos de azero, que de otra manera
todos los hazen pedazos a bozes; parésçeles
que a porradas han de persuadir la fe de Christo. |
JUAN.-
¿Qué
es la causa deso? |
PEDRO.-
La Retórica que no les deve
de sobrar; en tiempo de los romanos los retóricos
como Cicerón y de los griegos Demósthenes y
Eschines eran procuradores de causas que iban a dezir en
los senados, lo que agora los juristas dan por escritos,
y procuraban con su rectórica persuadir, y esta es
la cosa que más habían de saver los letrados;
de la qual no se hable, porque están llenos corno
colmenas de letras bárbaras y no saben latín
ni romançe, quanto más Rectórica; los
médicos, algunos hay que la saben, pero no la tienen
menester; de manera que toda la necesidad della ha quedado
en los theólogos, de suerte que no valen nada sin
ella, porque su intento es persuadirme que yo sea buen christiano,
y para hazer bien esto, han de hazer una oración como
quien ora en un theatro, airándose a tiempos, amansándose
a tiempos, llevando siempre su tono conzertado y muy igual,
ansí como lo guardan muy gentilmente en Italia y Francia,
y desta manera no se cansarían tanto los predicadores. |
JUAN.-
Algunos de los que han pasado allá han traído
esa costumbre y de dezir la misa rezada a bozes, y todo se
lo reprehenden porque dizen que no se usa. |
PEDRO.-
¿Qué
se me da a mí de los usos, si lo que hago es bien
hecho? En verdad que lo de dezir alto la misa que es una
muy buena cosa; porque el precepto no manda ver misa, sino
oírla, y es muy bien que aunque haya mucha gente todos
participen igualmente.
|
Capítulo VI |
Pedro médico de Sinán Bajá
|
MATA.-
Allá
se avengan; determínenselo ellos. ¿Cómo's fue
después con vuestros enfermos y las medicinas que
tomastes? |
PEDRO.-
Bien, por çierto; que luego di a
un barbero la llabe de la caja en donde estaban y que él
fuese el boticario, y sabía hazer ungüentos,
que era grande alivio; en fin, todos sanaron, y de allí
en adelante no caían tantos. Esto duró seis
meses, que yo tenía toda la carga y el zirujano viejo
curaba los turcos que en casa de Zinán Baxá
había, con alguna ganancia, y no tanto trabajo como
yo tenía. Al cabo destos seis tenía yo ya algunas
letras y experiençia, que podía hablar con
quien quiera, y fama que no faltaba, y veníanme a
buscar algunos turcos allí, y yo pidía licencia
para salir de la torre al guardián mayor, y éste
me la daba con condición que le diese parte de la
ganancia, y dábame otro hombre de guardia, que iba
conmigo, el qual también quería la suya; y
entre muchos curé a un privado de Dargute, el qual
me dio un escudo, que vino a buen tiempo porque no había
tras qué parar; y los turcos que curaba, como me había
dicho el barbero al principio, prometían mucho y después
no cumplían nada quando estaban buenos. Zinán
Baxá mi patrón tenía una enfermedad
que se llama asma, doze años había, el qual
no había dexado médico que no provase, y a
la sazón estaba puesto en manos de aquel ziruxano
viejo, que le daba muy poco remedio, y los açidentes
cresçían. Dixéronle que tenía
un christiano español médico, que por qué
no le probaba; luego me embió a llamar, y andaba siempre
con mi cadena al pie, de seis eslabones, rodeada a la pierna,
como traen también en tierra todos los cautibos, y
quando llegué adonde él estaba, hize aquel
acatamiento que acá hiziera a un príncipe,
llamándole siempre de Exçelençia, y
quando le llegué a tomar el pulso, hinquéme
de rodillas y veséle el pie y tras él la mano;
y mirando el pulso, torné a vesarle la mano y retiréme
atrás. Los renegados que estaban presentes refiriéronle
todo lo pasado, como entendían la una y la otra lengua
y lo que acá y allá se usa; y muy contentos
de lo que había hecho tubieron en mucho la buena criança,
la qual los otros christianos que hast'allí habían
hablado con él no habían usado, pensando que
por ser turco no lo entendiera, y no había necesidad
dello, o por no lo saber hazer, antes le trataban de tú,
y si le daban alguna medi[ci]na, llebábanla sin ninguna
reberencia en unas vasijas de a blanca sin hazer más
caso. Él dixo a los gentiles hombres que estaban con
él: Bien paresçe éste haberse criado
entre gente noble; y a mí me comenzó a contar
su enfermedad por uno de los intérpretes; y díxome
si me bastaba el ánimo a sanarle: Yo le respondí
que no, porque Dios era el que le había de sanar y
otro no; pero que lo que en mí fuese, estubiese cierto
que no faltaría. Ellos son amigos que luego el médico
diga que le dará sanidad, y tornóme a replicar
que en quántos días le daría sano. Yo
dixe que no sabía y que aplicaría todos los
remedios posibles, de tal manera que lo que yo no hiziese
no lo haría otro médico, y en lo demás
dexase hazer a Dios y él se dispusiese a hazer quanto
yo mandase, porque de otra manera no se podía hazer
nada. A esto respondió que a él le parescía
haber hallado hombre a su propósito, y desde luego
comenzase. Yo fui presto a la votica y tomé unos xarabes
apropiados en un muy galán vidro veneciano, y llebéselos
con aquella solemnidad que a tal príncipe se debía,
y holgóse en verlos tam bien puestos y preguntóme
cómo los había de tomar. Mandé que me
traxesen una cuchar y tomé tres cucharadas grandes
y comímelas delante dél, y dixe: Señor,
ansina. Luego él tomó su cuchar y comenzó
a comer, dando gracias a Dios de que le hubiese dado un hombre
a su propósito, no estimando en menos la salba que
la criança pasada; y echó mano a la faldriquera
y saco un gran puñado de ásperos, que serían
tres escudos, y diómelos, mandando que prestamente
me quitasen los bestidos de sayal y me diesen, otros de paño.
Diéronme una sotana que ellos usan, que llaman dolamán,
y una ropa enzima hasta en pies; la sotana de paño
morado aforrada en vocazí; la otra de paño
azul, aforrada en paño colorado; mas no me quitaron
la cadena ni la guarda, antes me la dieron doblada de allí
adelante. Acabados sus xarabes, díle unas tabletas
para la tos, y habiéndole de dar una tarde cinco píldoras,
no supe cómo hazer dellas la salba, porque siempre
iba con cautela como quien estaba entre enemigos. Hize seis
y quando se las di le dixe que había de tomar aquella
noche cinco. Preguntado cómo, porque no pensase que
la que yo había de tomar llebaba señalada y
le daba a él algún veneno, díselas todas
seis en la mano y pedíle una. Diómela, y traguémela
delante dél. Tomólas y obró bien con
ellas y hubo mejoría. |
MATA.-
El ardid fue por cierto
como de Pedro de Urdimalas. ¿Y él usaba entonces curarse
a fuer de acá, o hay médicos como acá?
|
PEDRO.-
Médicos y voticarios no faltan, principalmente
judíos; hay médicos muchos, los quales para
ser conoscidos traen por divisa una barreta colorada, alta,
como un pan de azúcar. |
JUAN.-
¿Son letrados? |
PEDRO.-
Muy
pocos hay que lo sean, y esos han ido de acá; pero
allá no hay estudios, sino unos con otros se andan
enseñando, y quasi va por herencia, que el padre dexa
la barreta y un libro que dize en romançe: para curar
tal enfermedad, tal y tal remedio; sin poner la causa de
donde puede venir; algunos hay que saben arábigo y
le[e]n Abizena, pero tampoco entienden mucho. Turcos y griegos
no saben letras, sino los médicos que hay todos son
echizeros y supersticiosos. Era tan bueno mi amo que porque
los otros que le habían curado no se desabriesen me
deçía: Si te preguntaren a quién curas,
di que a un camarero mío; era balientíssimo
hombre, de cuerpo como un gigante, colorado y cierto lindo
hombre. Yo determiné de sangrarle si él se
dispusiese a ello, y fue tan contento, que se dexó
sacar de los brazos dos libras de sangre en dos vezes, y
aquel día, como lo supo un judío médico
que antes llebaba su salario, quedó atónito,
porque son cobardes en el sangrar, y vino a la cámara
del Baxá, que se holgaba siempre con él, y
venía cargado con una alforja, dentro de la qual traía
un libro grande como de iglesia, escrito en ebraico, y dixo
a mi mano que me quería probar que las sangrías
habían sido mal hechas. Yo fui llamado y sentámonos
en el suelo sobre una alombra, que ansí se usa, y
traxeron un escañico sobre qué poner el libro,
y díxome a lo que venía. Yo no dexé
de temer un poco, pensando que sabía algo, y preguntéle
que en qué lengua. Díxome que en fina castellana,
pues era común a entrambos. Yo dixe que no, sino latina
o griega. Respondió que no sabía ninguna de
aquéllas, de lo qual me holgué mucho y començó
de abrir el libro y preguntarme que qué enfermedad
era aquella. Yo díxele que me lo dixese él
a mí, que había tantos años que la curaba.
Dixo que le plaçía, que él me la mostraría
allí en el libro. Quiso Dios que yo tenía un
librico dorado como unas Horas, que havía avido de
mediçina y traíale siempre en la fratiquera,
y díxele: Si vos sois médico, este libro habéis
de leer, que en ebraico ningún autor hay que valga
un quarto; más yo reniego del médico que ha
d'estudiar cada cosa quando es menester, que mucho mejor
sería tomarlo en la cabeza y traerlo dentro; que yo
tenía entendido que él no lo sabía,
pues nunca le había dado remedio, y porque no se cansase
supiese que era asma y la definición era aquélla
y se había de curar de tal y tal manera; y comenzé
de dezirlo en latín y declarárselo en romance.
El Baxá se hazía deçir todo lo que pasaba,
de los intérpretes, y estaba tan regozijado quanto
el judío de confuso. Dixo: no busco en este libro
sino que le habéis sacado mucha sangre, porque el
cuerpo del hombre no tiene sino diez y ocho libras, y comenzó
de leer ebraico. Yo quando esto vi dixe ciertos versos griegos
que en Alcalá había deprendido de Homero, y
declároselos en castellano al propósito contrario
de lo que él dezía; y quanto a lo de las sangrías,
que ellas estaban muy a propósito y bien; y que lo
de las diez y ocho libras de sangre era gran mentira, porque
unos tenían poca y otros mucha, según eran
gordos o flacos, y la grandeza del cuerpo, y dado que fuese
verdad que todos los hombres tenían a diez y ocho
libras, que el Baxá tenía çincuenta,
porque no era hombre sino gigante. Movióse gran risa
en la sala, y sabido el Vaxá de qué se reían,
les ayudó. El judío acabó los argumentos
diçiendo que lo que había hecho era para tentarme
si daría razón de mí, y que él
hallaba que mi amo tenía buen médico, y encargóle
al Baxá que no exçediese en nada de lo que
yo mandase y despartióse el torneo. Con las sangrías
y beber cada día aguamiel, quedó tan sano que
no tosió más por aquellos dos años. |
JUAN.-
¿Nunca os quitó la cadena en sanando? |
PEDRO.-
Luego,
estando un día con sus renegados, les mandó
que me tomasen juramento solene, como nosotros usamos, de
no me huir ni azerle traiçión, y me quitaría
la cadena. Hízolo ansí uno que se llamaba Amuzabai,
valenciano y aún de buena parte, y tomóme sobre
una cruz mi juramento bien en forma, a lo qual dixo el Baxá
que no estaba satisfecho, porque los christianos tenían
un papa en Rroma que luego los absolvía de quantos
pecados cometían en la ley de Christo; mas que él
lo estaría si puesta la mano sobre el lado izquierdo
prometía en fe de buen español de no hacer
traición. Yo lo hize como él lo mandó
y volviése a sus gentiles hombres y díxoles:
Sabed que agora éste está bien ligado, porque
el rey d'España todas sus fortalezas fía déstos
y de ninguna otra nación, y antes se dexarán
hazer piezas que haçer cosa contra esta jura; y digo
mi pecado, que por aquel buen concepto que de nosotros tenía,
yo quedé tan atado que primero me atrebiera a quebrar
tres juramentos como el primero, que aquél, aunque
fuera más pecado. Llegó de presto el herrero
con su martillo y quebrantóme la cadena y dexáronme
andar sin ella. |
MATA.-
¿Solo y a do quisieseis? |
PEDRO.-
Solo
no; antes traía doblada guarda; pero adonde quisiese
sí, con condición que a la noche fuese a dormir
a la torre con los otros esclabos y a curarlos; mas del tiempo
que me sobraba buscaba de comer para mí y para mis
compañeros. |
JUAN.-
Mucho os debía de querer
después que sanó ese Baxá. |
PEDRO.-
Tanto
que me andaba él mesmo acreditando y buscando negocios
y aun forzando algunos, por poco mal que tubiesen, porque
yo ganase algo, que se curasen conmigo; y muchas vezes me
llamaba aparte y me dezía: Mira, christiano, yo de
ti estoy muy satisfecho, y no quiero que pierdas onrra; hágote
saber que estos turcos son una jente algo de baxa suerte,
que unos creen y otros no; quando vieres que la enfermedad
es tal que no puedes salir con ella, déxala y no vuelbas
más allá aunque yo te lo mande, porque soy
muchas vezes molestado. |
JUAN.-
¡Palabras, por cierto, de
grande amor y dignas de tan gran príncipe! Y ese tiempo
¿qué os daban de comer? |
PEDRO.-
Ninguna cosa más
que antes, sino dos panecillos al día, porque sabía[n]
que yo me ganaba qué gastar, y él también
me daba de quando en quando algunos dineros para vino. |
MATA.-
¿Y
no os pagaban mejor los que curabais después de haber
echado fuera los caxcabeles y el pelo malo? |
PEDRO.-
Todos
me tinían ya harto de prometerme libertad si los sanaba,
y montes de oro; después no hazían más
caso que si nunca me hubieran visto; quando mucho, el cozinero
mayor del Gran Turco me dio, teniéndome prometida
libertad y dos ropas de brocado, quatro reales, de lo qual
yo quedé tan corrido y escarmentado, que de allí
adelante me valió harto porque comenzé, acordándoseme
del consejo del varbero portogués, a hurdir algunas
y vínome a la mano un caballero que tenía un
gran cargo, que se llamaba el Amín y es como probedor
de las armadas, y hizo a mi intérprete, que yo me
traía, que me dixese que le sanase y me darían
libertad y montes de oro como los pasados. Yo le dixe: Dile
que no soy esclabo suyo, sino de Zinán Baxá;
que me pague y yo le daré sano si Dios quisiere. Preguntáronme
quánto quería. Respondí que un escudo
al día, y que yo me pornía las medicinas. El
dolor que le acusaba me fue faborable a que se le hiçiese
poco, y ansí duró una o dos semanas lo que
había que gastar con los compañeros. |
JUAN.-
¿Vuestro
patrón os dio intérprete o era menester buscarle
cada vez? |
PEDRO.-
Uno de los que me guardaban sirvía
deso y desotro, que por la gracia de Dios y nuestros pecados
hartos hay allá que sepan las dos lenguas. No duró
muchos días que no entrase Satanás en el corazón
del Baxá, con el grande amor que me tenía,
para persuadirme que fuese turco, y comenzó de tentarme
con el hec omnia tibi dabo, mostrándome una multitud
de dineros y de ropas de brocados y sedas, diziendo que me
haría uno de los mayores de su casa y protomédico
del Gran Señor, y otras cosas al tono, con las quales
a otros venzen; a todo lo qual, y a otros que me echaba que
me lo rogasen, Dios, que jamás faltó en tales
tiempos si por nosotros no quiebra, particularmente probeyó
todo lo que había de responder, fortificándome
para que no me derribasen, y díxele que suplicaba
a su excelencia no me mandase tal cosa ni me hablase sobrello,
porque yo era christiano y mi linaje lo había sido
y tal había de morir; y que si me quería para
médico, que yo le serviría estando christiano
con más fidelidad y amor que de otra manera, como
lo había visto por la obra y lo vería de allí
adelante, y si fuese turco luego me habla de procurar huir;
ansí por estonces, vista la osadía, se resfrió
por quinçe días, que más no se habló
sobrello. |
MATA.-
Gran deseo tenía de preguntar sobreso;
porque han venido por acá algunos renegados diziendo
que por fuerza los han hecho ser moros o turcos; otros que
han estado cautibos cuentan milagros de los grandes martirios
que les daban porque renegasen; también se dexan dezir
otros que al que reniega luego le hazen uno de los principales
señores. A todo esto deseo ser satisfecho. |
PEDRO.-
No
hay más satisfación de que todos mienten como
Judas mintió; porque quanto a lo primero, mi voluntad,
con todo su poderío ni todos los tormentos del infierno,
no me la pueden forzar a que diga de sí donde no quiere;
y los que dizen que por fuerza se lo hizieron hazer son unos
bellacos, que porque les dixeron que los matarían
o les dieron cient palos luego dan su sí. |
JUAN.-
Eso
es gran maldad, porque obligados son a morir mill muertes
por Christo y rescibir martirio como hizieron tantos mártires
como ha habido. |
PEDRO.-
Quanto más que no lo pueden
hazer conforme a su ley; sino que todos esos, por miedo de
los otros christianos que están con él no le
corran, avisan a los turcos que le tomen y le aten y le circumciden. |
MATA.-
Como algunas damas que dan vozes y dizen que las fuerzan
y huelgan dello. |
PEDRO.-
Es verdad; yo vi por estos ojos
dos casos desos mesmos a dos entalladores muy primos, y vinieron
a tomar consejo conmigo; yo les dixe que aunque los matasen
tubiesen firme, que vien aventurados ellos si aquel día
morían; y de allí a quatro horas ya habían
usado aquella maña de que por fuerza los habían
cortado. La segunda mentira es de los que se rescatan o se
huyen, que dizen que resçibían allá
porque renegasen muerte y pasión. No pueden, como
dicho tengo, hazerles más de persuadírselo
tres vezes, y si no quisieren, dexarlos, si no es que algunos
los amenaçan; pero estos tales ya van contra su ley.
Allende desto no se les da un quarto que sean turcos; antes,
porque los han menester dexar andar solos y que no remen
más, les pesa que nadie diga que quiere ser turco,
y muy muchos vi yo que andaban a rogar que los hiziesen turcos,
y no querían, sino echábanlos con el diablo
diziendo que lo hazían porque quitándoles la
cadena y prisión ternían mejor aparejo para
huir, y el Baxá me dixo un día hablando en
eso conmigo, que si quisiese abrir tienda a circumcidar todos
los que quisiesen, que muy pocos quedarían en las
torres que no lo hiciesen por salir dellas, lo qual andando
más el tiempo vi claramente ser ansí. |
JUAN.-
Quando
esos tales reniegan ¿quedan libres? |
PEDRO.-
No, sino más
esclabos; porque primero tenían solamente el cuerpo
y después ánima y todo; acontesçe como
acá; si uno tiene un moro que ha comprado y se bautiza
en su poder ¿no se queda como de primero por su amo? |
MATA.-
Ansí
se me entiende. |
PEDRO.-
¿Y házenle acá quando
se christiana grande señor? |
MATA.-
Quanto a Dios sí,
si sabe perseverar; mas quanto al mundo con su mesmo sayo
y capa se queda. |
PEDRO.-
Pues no le falta punto a lo de allá;
solamente a los que son buenos artesanos, digo que saben
algunos buenos ofiçios y pulidos, como son aquellos
dos que arriba dixe y algún eminente artillero, o
zerrajero, o armero, o médico, o cirujano, o ingeniero.
Estos tales son rogados y cásanlos, y danles alguna
miseria de paga con que pasen entre tanto que hazen hijos
y se ban al infierno. Después que se han hecho turcos,
ninguna palabra oyen de los superiores buena, sino a dos
por tres les llaman hombres sin fe, vellaco, que si tú
fueras hombre de bien, no dexaras tu fe, aunque fuera peor,
y otras palabras que los lastiman; mas el diablo, con el
almagre que los tiene ya señalados por suyos, les
tiene amortezidos los sentidos a que no sientan al aguijón.
De los muchachos ninguno s'escapa que no çircumçiden
sin mirar su sí ni su no. De las mugeres, las viejas,
porque no se lo ruegan, no suelen ser turcas; pero las mozas,
como hay entrellos hombres como acá, presto las engaña
el diablo como ya son amigos de tiempo immemorial acá. |
MATA.-
¿Tornó a calentarse el rogaros que fueseis
turco? |
PEDRO.-
Pasados aquellos quince días que se
calló, tubo el Vaxá neçesidad de ir
con diez galeras a Nicomidia, que ahora se llama Ezmite,
para hazer traer por mar ciertos mármoles que aquella
provinçia da de edificios antiguos que allí
había, para una grande mezquita que el Gran Señor
haze, lo qual incumbe traer al General de la mar, que es
de Constantinopla distancia de treinta leguas. Llebóme
consigo y armamos sesenta tiendas en aquel campo, que era
por mayo, adonde estubimos un mes, y en este tiempo yo conoscía
algunas yerbas y tenía un libro donde están
dibuxadas, de medicina, que se llama herbario, y tomaba algunas
dellas y íbame al pabellon del Baxá y mostrábaselas
vibas y pintadas juntas, de lo qual estaba el más
contento hombre del mundo, por ser cosa que nunca había
visto ni allí se usa, y muchas vezes, saliendo por
aquellas huertas, cogía quantas no conosçía,
y venido a la tienda luego mandaba llamar al christiano y
preguntaba de cada una qué cosa fuese, y dezíaselo
mostrándosela siempre pintada, el qual se tenía
el libro allá para mirar entre sí. |
JUAN.-
¿Pues
qué tanto sabíais vos de conosçer yerbas? |
MATA.-
Todo aquello que no podía dexar de saver siendo
hijo de partera, primo de barbero y sobrino de boticario.
|
PEDRO.-
Mátalas Callando dize bien todo lo que hay. |
MATA.-
Quanto más que él haría como
los herbolarios de por acá, que en no conosçiendo
la yerba luego le dan para quien no los entiende un nombre
francés: la gerba de Nôtro Señora y la
gerba de Sant Juan y de Santhaque, y si entiende francés
dize que el griego la llama alchorchis y el bocablo latino
no se le acuerda. |
PEDRO.-
Acabaré mi cuento. Ya que
estaba contentíssimo de mí, diole alarma Satanás
otra vez, y en achaque de que fuésemos a buscar yerbas,
tomóme por la mano sólo con un intérprete
y llebóme un bosque adelante, rogando como solía,
que fuese turco. Respondí que no quería. Llegamos
a unas matas donde estaban dos renegados amigos suyos. El
uno era Amuzabai, aquel balençiano que arriba dixe.
El otro, el cómite real Darmuz Arráez, con
un berdugo. Díxome que aquella era mi hora si no lo
quería hazer, porque me haría cortar la cabeza;
a lo qual yo respondí que era su esclabo y podía
hazer de mí lo que quisiese: mas yo no había
de hazer lo que él quería en aquel caso; dixo
al verdugo: baxi chiez, que quiere dezir: córtale
la cabeza. El otro desembainó una zimitarra, que es
alfange turquesco, y fue para mí. Llegó uno
de aquellos dos renegados, y túbole, mandándole
esperar, y echáronse entrambos a los pies del Baxá
pidiéndole de merced que esperase a que ellos me hablasen.
Otorgóselo y comenzaron de predicarme reprehendiéndome,
diziendo que para qué quería perderme, un mançebo
tan docto como yo, que mirase qué amor tan grande
me tenía mi amo y qué mercedes tan soberbias
me haría; y el otro dezía: Di de sí,
aunque guardes en tu corazón lo que quisieres, que
nosotros, aunque nos ves en este hábito, tan christianos
somos como tú. Díxeles: ¿No basta, señores,
haber perdido vuestras ánimas sin querer perder la
mía también? ¿Cómo podéis vosotros
servir dos señores? ¿Pensáis engañar
a Dios? Sabed que dixo Christo en el Evangelio: Qui me negaverit
coram hominibus, negabo illum coram patre meo, qui in celis
est: El que me negare delante los hombres, negarle he yo
delante de mi padre, que está en el cielo. Ansí,
que vana es vuestra christiandad, y no me habléis
más sobrello. El Baxá preguntó qué
dezía, y, referido, con ira dixo otra vez que cortase.
Hizieron lo mesmo los renegados, y respondí lo mesmo
segunda vez, y volvíme al verdugo, alumbrado del Spíritu
Sancto, que ya era la muerte tragada, y díxele: Haz
lo que te han mandado. Vino para mí el Vaxá,
atribuyéndolo a soberbia, y díxome: Pues, perro
traidor, ¿aún de la muerte no tienes miedo? Respondí:
No tengo de qué, porque mi madre tiene otros quatro
hijos mejores que yo con que se consuele. Entonces escupió
sobre mí diziendo: ¡Oh, mal viaje hagas, perro enemigo
de Mahoma! espérame un poco, que yo te haré
que me vengas a rogar y no querré yo. Y fuese el bosque
adelante y el verdugo embainó su espada y llebáronme
a la tienda. |
MATA.-
Con ningún cuento me habéis
hecho saltar las lágrimas como con éste. |
JUAN.-
Grande
merced os hiziera Dios en que os mataran entonces, que la
muerte no es más del trago que pasastes. ¿Y después
en qué paró la amenaza? |
PEDRO.-
Había
determinado de hazer unos palacios muy sumptuosos en una
plaza de Constantinopla que se dice Atmaitán que quiere
dezir «plaza de caballos», para lo qual compró tresçientas
casas pequeñas que allí había para sitio,
y por el quento desta obra entenderéis cómo
son los christianos tratados en tierra para refrigerio de
la pena que en galera se pasa; y como désta diré,
entenderéis de todas las otras obras que los otros
con el sudor de los pobres cautibos hazen. Todo el mundo
pensó que para sólo derribar tantas casas y
sacar la tierra, y abrir cimientos serían menester
siete o ocho meses, y por Dios os juro que dentro de seis
estaban hechos los palacios y era pasado el Baxá a
bibir a ellos, que tienen de zerca poco menos de media legua. |
MATA.-
Si os sabe mal el iros a la mano, dad el cómo
sin que os le pidan; porque a prima façie no se puede
hazer sin negromançia. |
PEDRO.-
Andaban cada día
mill y quinientos hombres entre maestros y quien los sirvía,
los quales eran guardados de dozientos guardianes, que los
guardaban y los arreaban dando toda la prisa y palos que
podían; y porque puedo también hablar de experiencia,
quiérome meter dentro y hablar como quien lo vio y
no de oídas. Aconsejaron al Vaxá ciertos renegados
que, pues yo no había querido ser turco, ninguna mejor
vengança podía tomar de mí que mandarme
echar dos cadenas, en cada pie la suya, y embiarme a trabajar
con los otros; porque él sabía que los españoles
éramos fantásticos, y como antes me había
visto en honrra sin cadena, y bien vestido, y como rey de
los otros cautibos, sería tanta la afrenta que rescibiría
en verme caído de aquello, que de pura vergüença
de los otros yo haría lo que él quisiese, y
renegaría mil vezes. Tomó el acuerdo de tal
manera, que en llegando a Constantinopla mandó fuese
todo esto executado, y lleváronme con mis dos cadenas,
estando él allí mirando en qué andaba
la obra, y en entrando comenzaron aquellos turcos de darme
prisa que tomase una cofa, que dizen, como espuerta, y acarrease
con los demás tierra. Yo lo obedesçí
sin mostrar más flaqueza que antes, y para más
me molestar tenía el Baxá dado aviso que todos
los guardianes tubiesen quenta conmigo, y hazíalos
poner en una escalera por donde habíamos de subir
tantos a una parte como a otra y quando yo pasase alzasen
todos sendos bastones que tenían y cada uno me alcançase,
poco o mucho, y más que para que no descansase, entre
tanto que se hinchían las espuertas, a mí se
me tubiese una siempre aparejada llena, para trocar en llegando. |
MATA.-
¿Y mudastes el ávito como los otros cautibos,
o andabais con vuestros fandularios doctorales? |
PEDRO.-
No
quise dexar la sotana, sino arremanguéla como fraire,
y ansí andaba, y mi amo el Baxá estaba en unos
corredores mirando y sonreyéndose en verme, y embióme
un truhán que me dixese, como que salía dél,
que me quitase aquel ábito y le guardase para quando
estubiese en gracia. Al qual yo respondí de manera
que el Baxá lo oyese: Guarde Dios la cabeza de mi
amo, que quando éste se rompiere me dará otro
de brocado. Sentí que respondió él,
de arriba: «Más sabe este perro de lo que yo le enseñé.»
Mas no obstante esto, como vio que los primeros días
no se me hazía de mal, y quán perdida tenía
la vergüença al trabajo dándoseme poco,
caíle en desgracia por ver que no pudiese con todo
su poder contra un su esclabo, y disimuló el hazerme
trabajar, que yo pensaba que lo hazía para tentar,
como el cortar de la cabeza, pero hasta el poner de las tejas
y el barrer de la casa después de hecha no me dixo
¿qué hazes ahí?, sino siempre trabajaba como
el que más. |
JUAN.-
Con tanta jente, ¿cómo se
podían dar manos a la obra? ¿no se confundían
unos a otros? |
PEDRO.-
Antes andaba mejor orden que en un
exército. Los principales maestros de cada oficio,
que llaman cabemaestros, no eran esclabos, sino griegos libres
o turcos, y éstos tomaban a cargo cada uno los esclabos
que hay de aquel ofiçio para mandarles lo que han
de hazer. Dormíamos en un establo dozientos, allá
en la mesma obra, y los otros venían de la torre del
Gran Turco y la del Baxá, que estaban en Galata, y
era mes de junio quando el sol está más encumbrado;
y dos horas antes que amanesciese, salía una voz como
del infierno de un guardián de los christiamos, cuyo
nombre no hay para qué traer a la memoria y dezía:
biste ropa, christianos. Desde a un credo dezía: Toca
trompeta. Salía un trompeta, esclabo también,
y sonaba de tal manera que cada día se representaba
mill vezes el día del juicio. Allí vierais
el sonar de las cadenas para levantarse todos, que dixerais
que todo el infierno estaba allí. Terzera voz del
verdugo, digo del guardián, era: Fuera los del barro;
los otros reposá un poco. En saliendo los que hazían
el barro deçía: Fuera todos y no se asconda
nadie, que no le aprobecha. Y tenía razón:
era tan de mañana, que los maestros no verían
trabajar, pero no faltaba qué hazer hasta el día.
Llebábannos a la mar, que estaba de allí un
tiro de ballesta, donde descargaban la madera, piedra y ladrillo
y otros materiales que eran menester, y traíamos dos
caminos entre tanto que era de día, y no se permitía
tomar acuestas poca carga ni caminar menos de corriendo,
porque iban detrás con los bastones dando a todos
los que no corrían, diciendo: Yurde, yurde, que quiere
dezir: camina, camina. Quando era hora del trabajo, metíamonos
todos dentro de un patio, puestos por orden todos, los que
no sabíamos oficio a una parte, y los oficios todos
por sí cada uno. Subíase el maestro de toda
la obra y dezía: Vayan tantos canteros y parederos
a tal parte y tantos a tal. Luego los tomaba un guardián
que había de dar quenta dellos aquel día, y
preguntábales: ¿quántos esclabos habrá
menester de serviçio?; y los que pidían les
daban del montón donde yo estaba, con otro guardián
que andubiese sobrellos. De cada uno de los otros ofiçios
repartía por esta mesma orden toda la jente que había,
y sobre los mesmos guardianes había otros sobreestantes
que les daban de palos si no arreaban a los christianos para
que trabajasen mucho. |
JUAN.-
¿Qué os daban de comer,
que con tanto trabajo bien era menester? |
PEDRO.-
Sonaba
el trompeta a comer, que llaman faitos, y dábannos
por una red cada sendos quarterones de pan. |
MATA.-
¿No más?
|
PEDRO.-
Y aun esto tan deprisa, que quando los postreros
acaban de tomar ya sonaban a manos a labor. |
JUAN.-
Yo m'estubiera
quedo. |
PEDRO.-
No faltara quien os quebrara la cabeza a palos
si no respingabais en oyéndola. Guisaban también
una grandíssima caldera de habas o lentejas, pero
como dixo Sant Philipo a Christo: ¿Quid inter tantos?. Por
mí digo que maldita la vez las pude alcanzar; todo
mi remedio era, que sin él me muriera, copia de agua
fresca, que estaba allí zerca una grandíssima
fuente y buena, que traxo Ibraim Baxá a unos sus palacios. |
JUAN.-
¿Nunca les daban nada a esos oficiales, siquiera para
que no dixesen: «nunca logres la casa?». |
PEDRO.-
De quando
en quando nos daban a todos sendos reales con que a las noches
hazíamos nuestras ollas; mas como el día era
tan largo quanto la noche de corta y no tocaban la trompeta
a recojer fasta que vían la estrella, cuando llegábamos
a la caballeriza donde era nuestro aposento, más queríamos
dormir, según andábamos de alcanzados de sueño
y molidos de los palos que aquel día habíamos
llebado, juntamente con el infernal trabajo. No me ayude
Dios si no me acontesçió algunas vezes hallarme
quando nos levantábamos al trabajo la tajada de baca
en la boca, que ansí me había quedado sentado
como çenaba. |
MATA.-
¿Sin desnudar? |
PEDRO.-
¿Ya nos
tengo dicho la cama de galera?; pues ansí es la de
tierra; demás de los piojos, que nos daban de noche
y de día música, llebaban los tiples la infinidad
de las pulgas, que nos tenían las carnes todas tan
aplagadas como si tubiéramos sarampión. |
JUAN.-
No
me marabillo si doçientos hombres estabais en solo
un establo; y ¡qué hedentina hubiera! |
PEDRO.-
Peor
que en galera, porque como estábamos todos zerrados
no estaba desabahado como en la mar; estando zenando, unos
y otros se sentaban en unos barrilazos grandes que había
en lugar de neçesaria y refrescaban el aposento. Para
hazer trabaxar mucho a todos los que íbamos a la mar
a traer los materiales, usaba desta astuçia: que ponía
premio al que más carga trajese acuestas, dos pares
de ásperos, que quasi es un real; al que primero llegase
en casa, otros quatro. Había unos vellacos que en
su bida acá habían sido sino peores y más
malhabenturados, que [cuantos] allá estaban, que sin
pasión por ganar aquellos dos premios corrían
con unas cargas de bestias; y era menester, so pena de palos,
siguirlos en la carga y en el paso, diziendo que también
teníamos brazos y piernas como ellos. |
MATA.-
Gran
cosa fue con ninguna desas cosas no perder la paçiencia;
a Juan de Voto a Dios, yos seguro que no le sobrara. |
PEDRO.-
Una
o dos vezes, a la mi fe, ya tropezé; habíanme
hecho un día cargar dos ladrillos que eran de solar
aposentos, de un palmo de grueso y como media mesa de ancho,
de los quales era uno sufiçiente carga para un hombre
como yo; y yendo tan fatigado que no podía atener
con los otros, ni vía, porque el grande sudor de la
cabeza me caía en los ojos y me zegaba, y los palos
iban espesos, alzé los ojos un poco y dixe con un
sospiro bien acompañado de lágrimas: ¡Perezca
el día en que nasçí! Hallóse
zerca de mí un judío; que como yo andaba con
barba y bien vestido, y los otros no, traía siempre
infinita gente de judíos y griegos tras mí,
como maravillándose, diziendo unos a otros: Este algún
rey o gran señor debe de ser en su tierra; otros:
Hijo o pariente de Andrea de Oria. En fin, como tamboritero
andaba muy acompañado y no sé qué me
iba a decir. |
MATA.-
Lo que os dixo el judío quando
se acabó la paçiencia. |
PEDRO.-
¡Ah!, dize;
¡ánimo, ánimo, gentil hombre, que para tal
tiempo se ven los caballeros! Y llegóse a mí
y tomóme el un ladrillo y fuese conmigo a ponerle
en su lugar. Respondíle: El ánimo de caballero
es, hermano, poner la vida al tablero cada y quando que sea
menester de buena gana; pero sufrir cada hora mill muertes
sin nunca morir y llebar palos y cargas, más es de
caballos que de caballeros. Quando los guardianes que estaban
en la segunda puerta de la casa vieron dentro el judío,
maravillados del ávito, que no [le] habían
visto trabajar aquellos días, preguntáronle
que qué buscaba; díxoles cómo me había
ayudado a traer aquella carga, porque yo no podía;
respondieron: ¿Quién te mete a ti donde no te llaman?;
¿somos tan necios que no sabemos si puede o no? Y diziendo
y haziendo, con los bastones, entre todos, que eran diez
o doze, le dieron tantos que ni él ni otro no osó
más llegarse a mí de allí adelante. |
MATA.-
En verdad que he pensado rebentar por las ijadas de
risa, si no templara la falta de paçiencia pasada;
pero por lo que deçíais de barba, ¿los otros
cautibos no la traen? |
PEDRO.-
Ni por más fabor que
tenga no se lo consentirán; cada quince días
les rapan cabello y barba, ansí por la limpieza como
por la insigña d'esclabo que en aquello se ve; y si
eso no fuese, muchos se huirían. |
JUAN.-
¿No es mejor
herrarlos en el rostro como nosotros? |
PEDRO.-
Eso tienen
ellos a mal y por pecado grande; también en las galeras
de christianos rapan toda la chusma cada semana por la mesma
causa. |
MATA.-
A mí me paresçe que ser esclabo
acá es como allá, y ansí son de una
manera las galeras, aunque todavía querría
yo más remar en las nuestras que en las otras. |
PEDRO.-
Estáis
muy engañado; por mejor ternía yo estar entre
turcos quatro años que en éstas uno. La causa
es porque en éstas estáis todo el año,
y allá no más del verano; en éstas no
os dan de comer bizcocho hasta hartar, y aquello todo tierra;
en las turquescas muy buen bizcocho, y mucho, si no es algunas
vezes que falta; que sobre Bonifaçio, en Córzega,
quando la tomamos, treinta habas vendían por un áspero,
que es un cuartillo; y en Constantinopla, estando en tierra,
no falta mucho y buen pan y la merced de Dios, que es grande.
Sola una cosa tenéis buena si estáis en las
de acá, y es el negoçiar, que cada día
pasan jentes que os pueden llebar cartas y rogar por vos,
que aprovecha bien poco, y aun ¡ojalá!, después
de haber cumplido el tiempo por que os echaron, con servir
otros dos años de graçia, os dexen salir; pues
azotes, yos prometo que no hay menos que en las otras; la
ventura del que es esclabo es toda las manos en que cae:
si le lleba algún capitán de la mar, hazed
quenta que va condenado a las galeras; si en poder de algún
caballero o particular, allá lexos de la mar, trátanlos
como los que acá los tienen en Valladolid, sirviéndose
dellos en casa y dándoles bien de comer de lo que
en casa sobra, y a éstos también, quando los
amos mueren, quedan en los testamentos libres. |
MATA.-
¿Qué
oficios os mandaban hazer a vos en ese trabajo? |
PEDRO.-
Mejor
os sabría dezir qué no me mandaban. Los primeros
días servimos un capitán y yo a quatro maestros
que hazían un horno, de traer la tierra y amasar el
varro y servírselo; otros después con unas
angarillas, que llaman allá vayardo, entre otro y
yo traíamos la argamasa que gastaban muchos maestros;
quando me querían descansar un poco, porque faltaba
rripia, con una gran maza de yerro me hazían quebrar
cantos grandes, y si me volvía a rascar la oreja,
el sobreestante me tocaba con el bastón, que no me
comía allí más por aquellos días.
Sobre la cabeza, en unas tablas, acarreaba muchos días
de la argamasa, que me hazía devilitar mucho el zelebro,
fasta tomarlo en costumbre. Un día de Sant Vernabé,
que es el día que el sol haze quanto puede, me acuerdo
que en donde mejor reberberaba nos hizieron a tres capitanes
y a mí zerner una montañuela de tierra para
amasar barro, y quedaron por aquellos días las caras
tan desolladas, que no se les olvidó tan presto.
|
MATA.-
¿Para qué querían tanto barro? |
PEDRO.-
No
quieren los turcos hazer perpetuos edificios, sino para su
vida, y ansí las paredes de la casa son de buena piedra
y lodo, y por la una y la otra parte argamasa, que no es
mal edificio. Usó el Vaxá con los ofiçiales
otra segunda astuçia de premios: puso a los alvañires
y canteros, encima las paredes que iban haçiendo,
una pieza de diez varas de brocado vaxo, que valdrían
çinquenta escudos, diciendo que el que aquel día
hiziere más obra, trabajando todos aparte, que fuese
suyo el brocado; a los zerrageros: al que más piezas
de zerrajas y visagras y esto hiziese, aquel día serían
dados treinta escudos, y çincuenta al carpentero que
más ventanas y puertas diese a la noche hechas. Ya
podéis ver el pobre esclabo cómo se deshiziera
por ganar el premio; paresçió hecha mucha obra
a la noche, y cumplió muy bien su palabra como quien
era; pero dixo al que llebó la pieza de brocado: tomad
vuestro premio, y en verdad que sois buen maestro: n'os descuidéis
de trabajar, porque me quiero pasar presto a la casa; tantos
pies de pared habéis hecho hoy; el día que
hiziéredes uno menos que hoy, os mandaré dar
tantos palos como hilos tiene la ropa que llebastes; y los
que no han llebado el premio, a cada uno doy de tarea igualar
con la obra de hoy. Un entallador, con solo un aprendiz que
labraba lo tosco, hizo doçe ventanas, al qual, uno
sobre otro, dio los çinquenta escudos, pero con la
mesma salsa; y consiguientemente a todos los demás
ofiçiales hizo trabajar executando la pena, de modo
que le ahorraron lo que les dio. Si se comenzaban a la mañana
los çimientos donde había de haber una sala,
a la tarde estaba tan acabada que podían vivir en
ella. |
MATA.-
Dos dedos de testimonio querría ver deso,
porque de papel aun paresçe imposible. |
PEDRO.-
Soy
contento dároslo a entender: en el instante que se
comenzaba, venía el entallador por la medida de la
ventana que habían de dexar, y de la puerta, y ponía
luego diligençia de hazerla en el aire; llegaba el
zerrajero con sus yerros todos que eran menester, y antes
que se acabase la pared ya las ventanas y puertas estaban
en su lugar; el pedazo de pared que estaba hecho de obra
gruesa iban otros maestros haziendo de obra prima; y ansí
venía todo a cumplirse junto. |
JUAN.-
Dios os guarde
de tener muchos ofiçiales y que los podéis
mandar a palos. Está Mátalas Callando acostumbrado
de las mentiras de los ofiçiales de por acá,
que de día en día nos traen todo el año.
¿Quál fue la segunda vez que se quebró la paçiençia?
|
PEDRO.-
Como trataba con la cal, habíame comido todas
las yemas de los dedos por dentro y las palmas, que aún
el pan no podía tomar sino con los artejos de fuera;
y mandáronme un día que se hazía el
tejado, para más me fatigar, que subiese con una destas
garruchas tejas y lodo, y la soga era de zerdas. ¡Imaginad
el trabaxo para las manos que el pan blando no podían
tomar! Y después de subidas era menester subir al
tejado a darlas a la mano a los retejadores. Hazía
razonable sol, y vime tan desesperado, que si no fuera porque
sabía çierto irme al infierno, no me dejara
de echar allí avajo de cabeza postponiendo toda la
ley de natura y orden de no se aborresçer a sí
mesmo. Aquella mesma tarde me mandaron en una herrada traer
un poco de argamasa para el alar del texado; y quando la
hinchí, con el peso, queriéndola cargar, quitósele
el suelo y vime el más confuso que podía ser,
porque me daban prisa. Tomé el mesmo suelo y llebé
un poco, porque no holgasen los maestros. Quando el guardián
lo vio, preguntóme: Perro, ¿qué es eso?, y
en hablando yo la desculpa, diome tantos palos con su bastón,
corriendo tras mí, que se me acuerda hoy dellos para
contároslos, y por despecho me hizo ir a traer más
en un çesto como de sardinas, para que se me ensuçiase
bien la sotana, y caíame quando venía, como
era líquido, por las espaldas, y todo lo quemaba por
donde pasaba, hasta que me deparó Dios un capacho,
el qual me defendía puesto en la cabeza. |
MATA.-
¿No
había en todo ese tiempo nadie de los que habías
curado que rogase por vos, siquiera que no os mataran? |
PEDRO.-
Más
holgara yo que alcançaran que me ahorcasen. Todavía
uno vino este mesmo día, acarreando yo lodo, que jamás
le había visto ni le vi sino aquella vez; creo que
debía de ser muy privado del rey, y estando yo hinchendo
la espuerta de lodo, púsose detras de mí, mirándome,
con una sotana de terçiopelo verde y una juba de brocado
enzima, que bien paresçía de arte, y díxome:
Di, christiano, aquella philosophía de Aristótil
y Platón, y la mediçina del Galeno, y eloquençia
de Çiçerón y Demósthenes, ¿qué
te han aprobechado? No le pude responder muy de repente,
ansí por la prisa del guardián y miedo de los
palos como por las lágrimas que de aquella lanzada
me saltaron, y en poniéndome la espuerta sobre los
hombros, volví los ojos a él y díxele:
Hame aprobechado para saber sufrir semejantes días
como éste. |
JUAN.-
¿Y en qué lengua? |
PEDRO.-
En
esta propia. Satisfízose tanto de la respuesta, que
arremetió conmigo y quítame la espuerta y cárgasela
sobre sí, y vase a donde estaba el Baxá mirando
la obra, y entra diziendo: «Señor, yo y mi muger y
hijos queremos ser tus esclabos porque no mates semejante
hombre, que hallarás pocos como éste, en lo
qual contradiçes a Dios y al Rey.» Atónito
el Baxá de verle ansí, fue para abrazarle diziendo
que se hiziese todo lo que mandase; y mandóme que
no trabajase más y me fuese a casa, y aquel turco
diome unos no sé [...] ásperos. Ya podéis
contemplar el gozo que yo llebaría yéndome
a casa libre del trabajo. |
MATA.-
Como quien sale del infierno,
si no duró poco. |
PEDRO.-
Hasta la mañana quando
mucho, que me quedé muy repantigado, quando los otros
se fueron, en la cama, y el sobreestante de toda la obra
echóme menos, y habiéndole mandado el Baxá
que me hiziese bolver al trabajo, embió por mí
y diome la estada de la cama y bolvimos al mesmo juego de
prinçipio. |
JUAN.-
¿No caía alguno malo entre
tanto que fuera privado? |
MATA.-
Buena fuera una poca de asma
de quando en quando y no la haber desraigado. |
PEDRO.-
Uno
cayó y me hizieron irle a ver, que tenía mucha
fe conmigo, y dexábanme le ir a ver dos vezes cada
día; no dexaba de ser prolixo en la vista y dezir
que era menester estar yo viendo lo que el voticario hazía,
porque no lo sabría hazer, por halentar siquiera un
poco. Gozé tres días razonables, pero en fin
no le supe curar. |
JUAN.-
¿Cómo? ¿Murióse o
no le conosçistes la enfermedad? |
PEDRO.-
No, sino
que sanó muy presto, que quando menos me caté,
queriéndole ir una mañana a ber, le veo pasar
a caballo. |
MATA.-
Tiene razón, que a estos tales era
bien alargar la cura, como suelen los médicos hazer
a otros. |
PEDRO.-
Los cirujanos diréis, que el médico
es imposible. |
MATA.-
¿Qué más tiene lo uno
que lo otro? |
PEDRO.-
Mucho, porque el médico es coadjutor
de natura, y si él se descuida viene naturaleza, dale
un sudor, o unas cámaras o sangre de narizes, que
le haze dar una higa al médico; mas el zirujano, quando
quiere ahonda la llaga; quando quiere la ensuçia,
prinçipalmente si no se iguala o no le pagan. Todos
son crueles en eso; apenas hallaréis quien haga rectamente
su ofiçio; demás deso, son tiranos; al pobre
no curan de graçia; los más, como lo tienen
jurado, no es más en su mano dexar d'ensuçiar
la llaga quando sienten dineros, que en el sastre dexar de
hurtar puestas las manos en la masa. |
MATA.-
¿Por qué
dezis de hurtar?; buen aparejo teníais siendo médico
de hazerlo, pues entrabais donde había qué.
|
PEDRO.-
No me lo demandará Dios eso, porque jamás
me pasó por el pensamiento como fuese pecado que si
se sabía perdía toda la honrra y crédito.
Quando trabajábamos, es la verdad que a la noche quitábamos
los mangos a la pala de yerro o azadas que podíamos
cojer y rebujábamos con el capote para vender á
los judíos que compran por poco dinero; todavía
nos daban tres o quatro ásperos por cada una, que
había para una olla, y esto hazía quasi por
vengarme del trabajo que aquel día pasaba con ello. |
MATA.-
¿Pues tantas palas y azadas eran que había
para todos qué hurtar? |
PEDRO.-
Donde andaban tantos
obreros, menester eran herramientas, quanto más que
los herreros no sirbían de otro sino de hazellas,
que ya los sobreestantes tenían por cierto que hurtábamos
las que podíamos, pero no lo podían remediar,
que éramos tantos que no sabía qué hazerse;
la maestranza que va al tarazanal a trabajar en las obras
del Gran Señor, a la noche siempre trae algo hurtado
que vender para su remedio, como los que hazen remos, plomo;
los carpinteros, clabos; algunos, ya que otro no pueden,
alguna tabla o maderuelos para bancos. Quisiéronles
poner grande estrecheza una vez que supieron que había
hombres que llevaban valía de su ducado cada noche,
y hazíanlos pasar por contadero y catábanlos
a todos de manera que al que topaban algo le azotaban y se
lo quitaban; pero supiéronles la maña, porque
hizieron sendos barrilles como pipotes de azitunas, colgados
de una cadenilla, para llebar agua, que otros lo usaban,
y el témpano se quitaba y ponía, y al salir
metían lo que habían hurtado dentro, y tomaban
su barril acuestas y salíanse, que nadie lo imaginava;
hasta que un vellaco por imbidia y hazer mal a los compañeros
lo descubrió; mas no obstante eso, siempre buscan
buenas y nuebas invençiones como se remediar. Traen
los turcos unas çintas muy galanas a manera de toallas
de tafetán muy labrado y largas que les den tres bueltas,
que cuesta dos ó tres escudos; hay algunos esclabos
que no hazen sino comprar una, la más galana que pueden
haver, y métenla dentro de una volsa de lienzo muy
cojida; traen juntamente otra bolsa ni más ni menos
que aquella con unas rodillas o pedazos de camisa viejos,
y quando van por la calle y ven algún turco que les
paresçe visoño que viene a comprar algunas
cosas, de los quales cada día hay una infinidad, dízenle
si quiere comprar aquella cujança, que ansí
se llama, y muéstransela con rrezelo, mirando a una
parte y a otra, dándole a entender que la trae hurtada
y lleba abisado el guardián que le dé prisa
y demanda por ella poco, como por cosa que no le costó
más de tomarla; como el otro ve que es esclabo y le
paresce no la haber podido haber sino hurtándola,
luego se acubdiçia y va recatadamente regateando tras
él, y el guardián dándole prisa; quando
se conçierta dízele quedico que la tome y no
la torne a descoger, porque no le vean, y dale sus dineros
y el esclabo le da la otra bolsa en que van los pedazos,
con que va muy ufano, hasta que ve el engaño en casa. |
JUAN.-
El mejor quento es que puede ser, pero no se podrá
hazer muchas vezes porque ese engañado abisará
a otros y quando topare con el esclabo procurará vengarse.
|
PEDRO.-
No se puede hazer eso ni esotro; ¿pensáis
que Constantinopla es alguna aldea de España que se
conosçen unos a otros?; que no hay día, como
tiene buen puerto, que no haya tanta gente forastera, como
en Valladolid natural; pues conosçer más el
cautibo, vueltas las espaldas, es hablar en lo excusado,
porque aun unos compañeros a otros no se conosçen.
Lo mesmo suelen hazer con unas vainicas de cuchillos muy
galanes, guarnesçidos de plata, que ellos usan; moneda
falsa se bate poca, menos entre esclabos que en las casas
de la moneda; diez pares de ojos habéis menester quando
compráis o bendéis; a doze ásperos os
darán el ducado falso, que le pasaréis por
bueno, que vale 60; tanto es de bien hecho, y os le venderán
por falso. |
JUAN.-
¿Y eso no se castiga? |
PEDRO.-
¿Qué
les han de hazer? ¿Echarlos a las galeras? Ya ellos s'están;
ninguna cosa aventuran a perder. |
MATA.-
¿Pues quién
se los compra? |
PEDRO.-
Mill gentes, para pasarlos por buenos.
Thesoreros de señores, para quando les mandan dar
quantidad de dineros de alguna merçed; entre los buenos
ducados dan algunos destos, porque saben que a quien dan,
como diçe el refrán, no escoje ni han de ir
a dezir éste es falso. También los pasan los
cautibos comprando algunas cosas de comer, y los que más
pulidamente lo haçen, son çiertos esclabos
fiados que andan sin guardianes y se ban a la calle de los
cambiadores, que son judíos los más, y es ofiçio
que mucho se corre. |
MATA.-
¿Pues tanta moneda corre allá?
|
PEDRO.-
Tanta, por çierto de oro, quanta acá
falta, que no os trocarán un ducado si no pagáis
un áspero; y si queréis comprar el ducado habéis
de pagar otro áspero. |
MATA.-
Vámonos allá,
compañero, a haçer hospitales, que lo de acá
todo es piojería; mas con todo bien tenemos este año
que comer. ¿Y qué haçen esos con los ducados
falsos en la calle de los cambiadores? ¿Por ventura engañan
a los judíos? |
PEDRO.-
Deso están bien seguros,
que no son jente que se maman el dedo. Tienen uno en la boca
y aguardan los visoños que van a trocar algún
buen ducado; y como quando no es de peso, el cambiador no
le quiere, si no se escalfa lo que pesa menos, base a otra
tienda, y entonces el esclabo le llama, haçiéndosele
encontradizo, diçiéndole ¿que qué había
con aquel puto judío?. Luego él diçe:
«En verdad, hermano, quiéreme quitar de un ducado
bueno tantos ásperos»; responde: «Has de saber que
este es un vellaco y muy escrupuloso; ¿el ducado es bueno?»
El otro se le da simplemente para que le vea y toma el ducado
y llévale a la boca para hincarle el diente, a ber
si se doblega, y saca el otro falso que tenía en la
boca y dáselo y diçe: Miente, que éste
es muy fino y boníssimo ducado; por tanto vete aquél,
que es hombre de bien, y él dará todo lo que
vale sin pesarle, y señálale uno qualquiera
de los cambiadores; y en bolviendo las espaldas, él
se va por otro camino y se desaparesçe. |
MATA.-
¿Pues
qué más harían los gitanos? |
PEDRO.-
Tan
hábiles son los esclabos como ellos, porque tienen
el mesmo maestro, que es la necesidad, enemiga de la virtud.
|