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Con dos cuarentenas y más de millares
Le vimos de gentes armadas a punto,
Sin otro más pueblo inerme allí junto,
Entrar por la vega talando olivares,
Tomando castillos, ganando lugares,
Y hacer con el miedo de tanta mesnada
Con toda su tierra temblar a Granada.
(Juan de Mena.)

El poeta no exagera aquí ni el poder ni los estragos: hasta los temblores de tierra son un incidente histórico, pues en los mismos días se sintieron diferentes, así en el real castellano como en la ciudad, donde se desplomaron muchas casas.

 

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Véase la carta 51 del Centón Epistolar, y la Crónica de don Álvaro: la del Rey no les señala número.

 

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Hasta los doctores del consejo del Rey, Periáñez y Rodríguez, iban allí con él, y también el relator Fernán Díaz, que «mas contentos, dice graciosamente Fernán Gómez, esto vieran en Segovia en la gobernación, ca de aquella facienda se les entiende más que de batallas». Siendo fastidioso y ya bien poco interesante nombrar expresamente todos los caballeros y personajes que fueron a la expedición, bastará señalar los principales que llevaban pendón separado, bajo el cual combatían respectivamente los caballeros y nobles que los seguían: primero el Condestable, cuyo séquito era el más numeroso y lucido; y después por su orden el conde de Haro don Pedro de Velasco, el conde de Ledesma don Pedro de Stúñiga, el conde de Niebla don Enrique de Guzmán, el obispo de Palencia don Gutierre de Toledo, el conde de Castañeda don García Fernández Manrique, el conde de Benavente don Rodrigo Alonso Pimentel, Fernán Álvarez de Toledo, señor de Valdecorneja; el célebre Íñigo López de Mendoza, que no pudo hallarse a la jornada por haber quedado gravemente enfermo en Córdoba pero su gente y pendón los conducía Gómez Carrillo de Albornoz sobrino suyo.

 

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Mariana lo rebaja a diez mil, número que parece más probable; pero como este historiador pone aquí en boca del Rey una arenga que no dijo, y pinta con colores retóricos una batalla de fantasía, no puede ser autoridad bastante para seguirle con seguridad. Las crónicas del Rey y de don Álvaro no fijan número de muertos. El físico Fernán Gómez, que se hallaba en la jornada, dice que serían treinta mil hombres los muertos y heridos que quedaron en el campo, y eran los más ricamente ataviados, sin duda los de más obligaciones y los que pelearon mejor. Esta relación se puede decir que es la más auténtica y original. El médico estuvo desde la víspera de la batalla, como él mismo dice, con la pluma en la mano por mandado del Rey para escribir la noticia del suceso al arzobispo de Santiago don Lope de Mendoza, y a Juan de Mena, ya entonces reconocido cronista. Es de creer que todos los pormenores le fueron exactamente referidos. Se conoce ya la especie de formación que tomó la hueste del Rey, cuando dice: «En llegando más a la cara de los moros un buen galope de caballo, se emparejaron las haces, una a mano diestra de otra, e otra a mano siniestra de ésta, hasta que ficieron una pared con calles amplias entre las unas e las otras.»

 

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Tembló en aquellos la tierra en el real, y tembló también en Granada, donde muchas casas cayeron. Decían los que querían ir allá que era imposible que los granadinos pudiesen resistirse a los dos azotes de guerra y terremotos que a un tiempo los afligían. El conde de Haro, el señor de Valdecorneja y su tío el obispo de Palencia, con otros caballeros de menos nota, eran los que más se señalaban en este dictamen de proseguir la campaña.

 

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«De esta narración yo vide las pasas e los figos, e comí de, ellos, ca especialmente eran de estima; más las monedas de, oro ni las vi ni las toqué, ni menos las vide, ni creo que ser pudiese vero; ca los enemigos del Condestable todo lo por él aconsejado al Rey lo procuran facer o traición a su señoría o a fin de derribar a otros.» (Centón epistolar, epíst. 51.) -Poco antes había dicho hablando de los que deseaban atacar Granada: «Mas no pudieron vencer a los muchos que les placía tornar a casa, e como se decía, a facer la guerra al Rey e al reino, metiendo adelante las discordias.»

 

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Centón epistolar, epíst. 52. Es notable el modo con que Fernán Gómez expresa la relación de este acontecimiento: «Hanle venido a pelo al Condestable las cosas que son descobiertas acá, a fin de que se tenga por buena ventura haber vuelto de Granada; ca al Rey le han dicho, etc.» De aquí se deduce que en la opinión pública los motivos de dejar la expedición de Granada no estaban suficientemente claros todavía.

 

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Fernán Gómez, epíst. 72.

 

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El físico Fernán Gómez, que a fuer de cortesano dio su para bien al Arzobispo electo, decía en otra carta al conde de Niebla, interesado por su pariente don Vasco: «Buena gana tuvo el clero de que don Vasco Ramírez de Guzmán colase de arcediano a arzobispo; más do fuerza hay, derecho se pierde. Faza vuesa merced tantas cartas para el cabildo de Sevilla como fizo para Toledo; ca si el Condestable no ha otro hermano, Dios nos ayudará a endilgarlo, etc.» (Epíst. 65.)

 

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La fecha de la carta es de 20 de febrero de 1479. «Señor, acerca del apoderamiento que vuestro condestable tenía en vuestra persona y corte, notorio es, e por notorio lo alegamos; e manifiesto es a todos los grandes de vuestros reinos y a todas las otras personas de ellos, que de mucho tiempo acá se ha hecho e hace lo que a él le place e quiere, agora sea justo o injusto, sin contradición alguna. E muy poderoso señor, bien sabe vuestra alteza, o puede saber si le pluguiese, que las leyes de nuestros reinos nos constriñen a vos pedir y suplicar lo que suplicado e pedido habemos, acatando los males y daños que en ellos son e han seido; e donde esto no hiciésemos, cayéramos en mal caso nos e todos los otros grandes de vuestros reinos, que vuestro servicio derechamente amamos, e así lo hicieron los de donde a nos venimos.» La carta puede verse en la Crónica, cap. 5 año 1438, donde no es su verdadero lugar, pues este capítulo y el siguiente deben estar en el año de 37, como sucesos pertenecientes a el. Ésta es una de las pruebas de que la redacción de la Crónica empieza ya a desordenarse. También desde aquí empiezan a contarse las cosas del Condestable con menos justicia o favor hacia él, lo que indicaría que el trabajo de Juan de Mena, si es que siguió escribiendo los sucesos de esta época y las siguientes, ya empieza a ser viciado por las manos que después compilaron los trabajos anteriores. (Véase cap. 6, último de este año 38.)

«La carta, dice Fernán Gómez, aunque sea de palabras polidas e humildes compuesta, el tuétano es soberbioso, e no cosas para el Rey dichas, en que postrimeramente le ruegan que arriedre de si al Condestable, e le señalan, como un pupila e a home sin mando, aquéllos que a su lado han de estar.» (Centón, epístola 77.)