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Voluntad
Comedia en tres actos y en prosa
Benito Pérez Galdós
—4→
PERSONAJES | ACTORES |
ISIDORA. | SRTA. GUERRERO. |
DOÑA TRINIDAD. | SRA. DOMÍNGUEZ. |
TRINITA. | SRTA. BLANCO. |
ALEJANDRO. | SR. DÍAZ DE MENDOZA. |
DON ISIDRO BERDEJO. | SR. JIMÉNEZ. |
DON SANTOS BERDEJO. | SR. CARSÍ. |
SERAFINITO. | SRTA. VALDIVIA. |
LUENGO, corredor. | SR. CIRERA. |
DON NICOMEDES, prestamista. | SR. DÍAZ. |
BONIFACIO, dependiente. | SR. MENDIGUCHÍA. |
LUCAS, ídem, íd. | SR. LÓPEZ ALONSO. |
UN COBRADOR. | SR. TORNER. |
Director de escena: RAFAEL M. LIERN
La escena en Madrid, calle Mayor.-Época contemporánea.
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Trastienda de un establecimiento comercial.
(a) Puerta que comunica con la tienda y el almacén.
(b) Puerta que conduce a las habitaciones de los dueños del establecimiento.
(c) Puerta por donde se sale al portal de la casa.
(d y e) Mesas grandes, sobre las cuales hay multitud de cajas, piezas de tela, vasos japoneses y otros objetos de comercio.
(f) Mesa con los libros, papeles y utensilios de escribir de una casa de comercio.
(g) Velador.
(*) Sillas.
Derecha e izquierda se entiende del espectador.
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Escena II | ||||
Dichos; TRINITA, SERAFINITO, por el foro, vestidos con relativa elegancia. | ||||
LUENGO.- (Por TRINITA.) ¡Qué elegantita, la niña de la casa! | ||||
TRINITA.- (Saludando.) Don Nicomedes... | ||||
NICOMEDES.- ¡Qué, monada de chiquilla! | ||||
LUENGO.- (Por SERAFINITO.) ¿Y dónde me deja usted a este sabio en leche? | ||||
SERAFINITO.- Quita allá, ¡bruto! (Con desprecio.) | ||||
NICOMEDES.- (Saludándolo.) Serafín, casi casi estás hecho un hombre. (SERAFINITO le saluda con frialdad.) | ||||
TRINITA.- Papá, el tío Santos ha venido del pueblo esta mañana. ¿Cómo no está aquí? 1 | ||||
ISIDRO.- (Distraído.) No sé... | ||||
LUENGO.- Sí; yo le vi entrar en su jaco por la calle de Toledo... | ||||
TRINIDAD.- Es raro que no esté ya en casa. | ||||
ISIDRO.- Ya parecerá. | ||||
TRINIDAD.- (A TRINITA cariñosamente.) ¿Y qué tal? ¿Venís de casa de las de Cabrales? ¿Cómo va ese ensayo? | ||||
TRINITA.- Divinamente. | ||||
TRINIDAD.- ¿Acordado ya el programa del conciertito? | ||||
LUENGO.- ¡Dichoso programa! Mis sobrinas me traen loco. Purita rompe plaza con la Marcha fúnebre. | ||||
TRINITA.- Rosario Cuadrado canta el Non posso vivere que le acompaño yo. | ||||
LUENGO.- Y tú tocas el Nocturno de Chapa. | ||||
TRINITA.- De Chopín... Luego la Danza Macabra a cuatro manos... Esta noche, no hay remedio... tengo que volver a ensayar. Pero el señorito este dice que no puede llevarme. | ||||
ISIDRO.- ¿Cómo no? | ||||
SERAFINITO.- (Gravemente.) Papá, no puedo. | ||||
—9→ | ||||
LUENGO.- ¡Ah!, es verdad. El chiquitín habla esta noche en el Círculo histórico literario. | ||||
NICOMEDES.- Sí; ya lo decía anoche el periódico: «tiene pedida la palabra el joven orador don Serafín Berdejo». | ||||
ISIDRO.- Ah, sí... la discusión de la Memoria de tu amigo Porras. | ||||
SERAFINITO.- Sobre la Solidaridad de las funciones sociales. Anteanoche, Pepe Canseco, que se metió en la Antropología Criminal, me aludió de un modo tan transparente... Me llamó «el ilustre degenerado...». Porque yo soy un lombrosista furibundo. | ||||
TRINIDAD.- ¡Qué rico! Eres lombricista... ¡Qué criatura, qué prodigio! | ||||
ISIDRO.- Me dan miedo estos chicos del día. Nacen sabiendo lo que antes ignoraban los viejos más estudiosos. | ||||
TRINIDAD.- Pues niña, esta noche, tu hermano no puede acompañarte... Ya ves... | ||||
TRINITA.- (Displicente.) ¿Y me fastidio yo por estas simplezas de los discursos de sonsonete, y de las Memorias pegadas con saliva? | ||||
SERAFINITO.- Simplezas tus conciertos, y tus soireés de niñas cursis. Unas aporrean teclas, otras imitan el canto de los grillos, y todas han declarado la guerra a la musa Euterpe, y a los tímpanos de la pobrecita humanidad. | ||||
TRINITA.- Cállate, sabihondo huero, mico de la Filosofía, y de la Antropo... potro... no lo digo. | ||||
SERAFINITO.- Cállate tú, lumbrera de la ignorancia, oráculo de la insustancialidad... | ||||
TRINIDAD.- (Apaciguándoles.) Vaya, no reñir. Vete a estudiar el Nocturno, y tú a prepararte... | ||||
TRINITA.- ¡Qué fastidio! Este lo que quiere... (Siguen disputando.) | ||||
SERAFINITO.- Es ella la que... | ||||
TRINIDAD.- ¡Silencio! (Llevándoles hacia la izquierda.) | ||||
TRINITA.- No se le puede aguantar. | ||||
TRINIDAD.- Juicio, niños... Mirad que no estamos hoy para —10→ bromas. (Van los dos hermanos hacia la puerta de la izquierda riñendo. DOÑA TRINIDAD trata de calmarles amorosamente. Sale BONIFACIO, que se dirige a DON ISIDRO. LUENGO y DON NICOMEDES bajan al proscenio.) |
Escena III | ||||
Dichos, menos los dos chicos; BONIFACIO. | ||||
ISIDRO.- ¿Qué buscas? | ||||
BONIFACIO.- Muselinas negras. | ||||
ISIDRO.- Me Parece que aquí... (Busca en la anaquelería del pasillo del fondo.) | ||||
LUENGO.- (Con NICOMEDES en el proscenio.) Francamente, temía que usted se ablandara... | ||||
NICOMEDES.- ¿Yo...? Me llamo Guijarro. | ||||
LUENGO.- Porque esta pobre gente se hunde. | ||||
NICOMEDES.- Y no hay más que dejarles bajar, dejarles caer. Y cuando estén en tierra, ya entrarán en razón. | ||||
LUENGO.- Y traspasarán, no lo dude usted, en condiciones ventajosísimas... | ||||
NICOMEDES.- Para nosotros... y para ellos también... pues ¿a qué más podrían aspirar?... (Contemplando el local.) ¡Hermoso establecimiento!, y abarrotado de artículos de Europa y Asia. | ||||
ISIDRO.- (Cansado de buscar.) Veamos aquí. (Pasa con BONIFACIO a la mesa de la derecha.) | ||||
NICOMEDES.- ¿Y no podría suceder que recibieran auxilio de la otra hija, Isidora? | ||||
LUENGO.- Imposible. No se tratan con ella. | ||||
NICOMEDES.- (Dudando.) Hum. ¿Estás seguro? Lo averiguaremos. | ||||
ISIDRO.- (Con displicencia.) Pues se acabaron. Di que no hay. (Vase BONIFACIO. Vuelve DON ISIDRO al proscenio, y DOÑA TRINIDAD, después de despedir a los chicos por la izquierda.) | ||||
TRINIDAD.- ¡Ay, qué criaturas! | ||||
LUENGO.- Están ustedes babosos con los tales críos. 2 | ||||
ISIDRO.- La niña es una monada, tan finita y tan... | ||||
—11→ | ||||
TRINIDAD.- El niño sí que es mono, con tanto talento, y ese pico de oro... Otro más oradorcito no le hay a su edad. | ||||
NICOMEDES.- Sí, monísimos los dos. Pero yo le diré a usted, amigo don Isidro, si no se enfada, que este par de mocosos, el uno con su ciencia de huevito pasado, la otra con sus tocatas y sus perifollos, no valen para descalzar el zapato a la hija mayor de usted... ¡ah!, aquella Isidorita tan reguapa, tan simpática y hacendosa... | ||||
ISIDRO.- (Afligido.) ¡Ay, amigo mío! | ||||
TRINIDAD.- ¡Hija de mi alma! | ||||
NICOMEDES.- Sí; ya sé cuánto han sufrido ustedes... | ||||
ISIDRO.- Es como si la hubiéramos perdido, perdido para siempre. | ||||
TRINIDAD.- (Deseando cortar la conversación.) No nos hable usted... por Dios... | ||||
ISIDRO.- Renueva usted la tremenda herida. | ||||
TRINIDAD.- ¡La queríamos tanto!... | ||||
ISIDRO.- La adorábamos. | ||||
NICOMEDES.- Y que lo merecía. | ||||
ISIDRO.- Porque usted no puede figurarse, señor don Nicomedes, mujer de cualidades más extraordinarias. | ||||
LUENGO.- Un talento de primer orden. | ||||
TRINIDAD.- Y a más del talento, una energía colosal. | ||||
LUENGO.- ¡Y una gracia! ¡Ay, qué gracia, y qué ángel, y qué...! | ||||
ISIDRO.- ¡Y una disposición para todo!... Hace dos años, cuando caí malo, tomó a su cargo el establecimiento, y llevaba los negocios de un modo admirable. Mejor, mejor que yo. | ||||
NICOMEDES.- Lo creo. | ||||
TRINIDAD.- Y para mí era un descanso... porque gobernaba la casa... vamos, mejor que yo misma. | ||||
NICOMEDES.- También lo creo. Y de la noche a la mañana, el amor, el gran disolvente, vino a trastornar todas esas perfecciones y a reducirlas a cero. | ||||
—12→ | ||||
ISIDRO.- Como por brujería o encantamento, sí. Aquella hijita tan buena, aquella que parecía la razón misma hecha mujer, ve a un hombre en casa de nuestros amigos los Vallejos, le habla, le trata dos o tres semanas, se enamora de él perdidamente, se ciega, enloquece... | ||||
TRINIDAD.- Y llega hasta el extremo de huir de nosotros, de abandonar padres, familia, esta honrada casa... | ||||
NICOMEDES.- ¡Qué desdicha! Y el tal es Alejandro Hermann, hijo de aquellos alemanes que tuvieron el negocio de maquinaria... | ||||
LUENGO.- Un sonámbulo, con la cabeza llena de fantasmagorías, palabra engañadora, buena figura... simpático él, eso sí. | ||||
NICOMEDES.- ¿Hombre rico? | ||||
ISIDRO.- Así parece. | ||||
LUENGO.- Heredó un buen capital. Pero como no mira por sus intereses, y es una mano rota, ya se le ha filtrado más de la mitad. No piensa más que en cosas de esas... de esas que no se ven, que no se tocan... en toda esa música que anda por los espacios imaginarios. | ||||
NICOMEDES.- Pues a ese paso... | ||||
LUENGO.- Gasta, se divierte, viaja, sueña despierto, adora la música, los cuadros, los libros que hablan de... de... de todo aquello que no se ve, vamos. | ||||
NICOMEDES.- ¿No es ese el que tiene su dinero en poder de Guevara? | ||||
LUENGO.- Justamente. | ||||
NICOMEDES.- (A DON ISIDRO.) Y jamás le pide cuentas ni se ocupa... ¿qué le parece? | ||||
ISIDRO.- No sé... A mí no me pregunte usted nada de ese hombre. | ||||
TRINIDAD.- No nos tratamos. | ||||
NICOMEDES.- ¿Pero de veras, no se tratan ustedes con su hija? | ||||
TRINIDAD.- No señor... ¡no faltaba más! | ||||
ISIDRO.- Para nosotros, como si no existiera. Nuestra dignidad —13→ no nos permite transigir en ninguna forma con el oprobio. | ||||
NICOMEDES.- A menos que el alemán se case... | ||||
ISIDRO.- Cuando no lo ha hecho ya... (Con pena.) Yo les suplico que no me hablen más de... (Óyese la voz de DON SANTOS.) | ||||
SANTOS.- (Antes de salir grita en la tienda.) ¡Mis alforjas, gandules...! ¡Dónde están mis alforjas...! | ||||
TRINIDAD.- ¡Ah!, ya está aquí tu hermano. | ||||
NICOMEDES.- El buen don Santos. | ||||
ISIDRO.- Como siempre, alborotando la casa. |
Escena V | ||||
DON ISIDRO, DOÑA TRINIDAD, DON SANTOS. | ||||
SANTOS.- ¡Adiós, canalla... cuervos que acudís graznando a donde os atraen los olores de muerte...! | ||||
ISIDRO.- (Impaciente.) Di: ¿de qué querías hablarnos? 3 | ||||
TRINIDAD.- Has dicho: «de un asunto doméstico». | ||||
SANTOS.- ¿Pero no lo adivináis? | ||||
ISIDRO.- Buena está mi cabeza para adivinaciones. ¿Es algo que pueda darme esperanza de solución? | ||||
SANTOS.- No es nada de negocios. (Por DOÑA TRINIDAD.) ¿A que lo adivina esta? | ||||
TRINIDAD.- ¿Será...? ¡Dios mío, lo que se me ocurre! | ||||
SANTOS.- ¡Que te quemas! | ||||
ISIDRO.- ¿Pero qué es, por los clavos de Cristo? (Muy impaciente.) | ||||
TRINIDAD.- Me da el corazón que es algo referente a nuestra hija. | ||||
ISIDRO.- ¡Oh!, no quiero saber nada. | ||||
SANTOS.- Pues la pobre... | ||||
ISIDRO.- (Incomodado.) No quiero que me hables de ella, vamos, no quiero. | ||||
SANTOS.- ¿Y por qué no? | ||||
TRINIDAD.- Yo sí quiero que hable... (Con ansiedad.) A ver, dilo pronto. | ||||
SANTOS.- Pues... me escribió una carta. ¡Pobrecilla! ¡Es tan desgraciada! Hay que tener lástima. | ||||
ISIDRO.- No. | ||||
—17→ | ||||
TRINIDAD.- Sí. Lástima por lo menos... | ||||
SANTOS.- Total: que ha caído de sus ojos la venda que la cegaba. ¡Ah!, la amorosa fiebre, el ansia de lo ideal, enfermedad tan horrible como pasajera, y que se cura con otra dolencia, con un buen empacho de la realidad de las cosas. | ||||
ISIDRO.- Es tarde. En fin, ¿qué...? | ||||
SANTOS.- Que pues la tenemos sinceramente arrepentida, no debemos regatearle el perdón. | ||||
ISIDRO.- Santos, Santos, ya vienes tú con tus componendas. No transijo con la deshonra. | ||||
TRINIDAD.- Soy madre, y no puedo tener ese rigor. ¡Pobre hija de mi alma! ¿Pero está de veras arrepentida? | ||||
SANTOS.- Dejadme seguir. Fui a verla esta mañana en cuanto llegué del pueblo. ¡Infeliz muchacha! Ya ve claro su inmenso desvarío, y aquella inteligencia superior se ha despejado de las nieblas que la obscurecían. Voy, y me la encuentro en su ser antiguo. Parece milagro. Creí verla despertar de un sueño, recobrarse de su estúpida embriaguez. Es otra vez tu Isidora, nuestra Isidora, tan simpática, tan dulce, tan inteligente... | ||||
ISIDRO.- Bueno, bueno, la perdonamos. Pero aquí no tiene que volver. | ||||
TRINIDAD.- Hay que pensarlo. | ||||
SANTOS.- No, si ya está pensado y resuelto. Volverá. | ||||
ISIDRO.- ¡Santos! | ||||
SANTOS.- ¡Isidro! | ||||
ISIDRO.- En mi casa mando yo. | ||||
SANTOS.- Tú mandas, sí... pero no te obedecemos. | ||||
ISIDRO.- (Incomodado.) ¡Digo que no! | ||||
SANTOS.- ¿Pero a qué te sofocas? | ||||
ISIDRO.- (Respirando con dificultad.) No me exasperes tú. Ya ves... Estoy que no puedo respirar. | ||||
SANTOS.- Calma, calma. | ||||
TRINIDAD.- Isidro, por Dios, que vuelva, que recobre nuestro afecto, y un puesto en esta pobre casa... Pues —18→ si nosotros la rechazamos, ¿qué va a ser de esa infeliz? | ||||
ISIDRO.- Pero dime... Ese miserable... | ||||
TRINIDAD.- Ese bandido... | ||||
SANTOS.- Poco a poco... Ese hombre... | ||||
ISIDRO.- (Irritado.) Pero qué... ¿también eres capaz de defenderle? | ||||
SANTOS.- No le defiendo. Se ha portado mal, muy mal. Ya veis: contábamos con que al fin se casaría. Pero la niña se ha cansado de esperar, y ahora es ella la que le abandona a él, y jura y perjura que no quiere casarse con él ni con nadie. | ||||
ISIDRO.- ¡Y ese infame se quedará riendo! ¡Oh! | ||||
SANTOS.- Infame no: Yo le llamo desdichado, y sostengo que es más digno de lástima que de rencor. Cuando él era un jovenzuelo, yo le trataba mucho. Como que era yo muy amigo de su padre, el bonísimo don Guillermo. | ||||
ISIDRO.- Un extravagante, un misántropo, que el día en que perdió su fortuna se pegó un tiro. | ||||
SANTOS.- Cabal. No se resignaba a ser pobre. Todo lo perdió y dijo: hago dimisión de la vida. Cada uno tiene su manera de ver las cosas. Yo soy benévolo hasta con los suicidas. | ||||
TRINIDAD.- ¡Jesús! | ||||
SANTOS.- También conocí a su hermano don Federico, tío de Alejandro, el que le dejó su riqueza... | ||||
TRINIDAD.- Pues la madre del seductor de mi hija, también debió de ser loca. | ||||
SANTOS.- Fue que le dio por aprender a volar. Se tiró por un balcón. ¡Pobre doña Margarita! | ||||
ISIDRO.- Familia de dementes, degenerados, idiotas, o no sé qué... ¡Oh, qué rabia siento! | ||||
SANTOS.- Fuera rabia, fuera resentimientos. Preparaos a recibir a la hija pródiga, que vuelve al hogar. | ||||
ISIDRO.- Imposible, aquí no entra. | ||||
TRINIDAD.- ¡Isidro, por la Virgen Santísima!... Sí, sí, que venga. ¡Hija de mi alma! Tres meses que no la —19→ hemos visto. (Le abraza.) Es nuestra hija, es buena. Ha padecido un grave error. Al error todos estamos sujetos. Perdonemos para que nos perdone Dios. (Llora.) | ||||
ISIDRO.- (Con viva emoción.) ¡Qué débil soy! Siempre haréis de mí lo que queráis. | ||||
TRINIDAD.- Que venga, sí. Pronto... | ||||
ISIDRO.- Tráela. | ||||
TRINIDAD.- No tardes. ¿Está lejos? | ||||
SANTOS.- No, muy cerca de aquí. | ||||
TRINIDAD.- ¡Oh, el corazón me dice que está cerca!... Aquí tal vez. (Mira hacia el foro. Aparece ISIDORA en la puerta izquierda de la tienda, y allí permanece inmóvil, apretándose el pañuelo contra los ojos.) | ||||
ISIDRO.- Aquí está... ¡oh! | ||||
TRINIDAD.- ¡Hija de mi alma! (Se echa a llorar, permaneciendo a distancia de ella.) |
Escena VI | ||||
DON ISIDRO; DOÑA TRINIDAD, DON SANTOS, ISIDORA. | ||||
SANTOS.- Pasa... no temas. | ||||
ISIDRO.- ¡Qué emoción! (¡Hija querida!... Disimularé. La dignidad es lo primero.) (Procurando dominar su emoción.) | ||||
SANTOS.- Entra, chiquilla. (Avanza ISIDORA lentamente con el pañuelo pegado a los ojos.) | ||||
TRINIDAD.- (Sollozando y secándose las lágrimas.) Tu falta es grave... Nos habíamos propuesto ser inflexibles... Pero no podemos olvidar que... Si tu arrepentimiento es verdadero... | ||||
SANTOS.- ¿Verdad, niña mía, que estás arrepentida, atrozmente arrepentida? (ISIDORA contesta afirmativamente con la cabeza.) ¿Y que reconoces que padeciste extravío, locura...? | ||||
ISIDORA.- (Sollozando.) Sí, señor. | ||||
ISIDRO.- (Esforzándose en aparecer sereno.) No volverás a ser lo que fuiste para nosotros. | ||||
—20→ | ||||
TRINIDAD.- Siéntate. (Presentándole una silla.) | ||||
SANTOS.- Descansa. No la atormentéis ahora. Ya veis cuánto padece. | ||||
TRINIDAD.- ¡Pobrecilla! (La hace sentar, y se sienta a su lado.) 4 | ||||
ISIDRO.- Por ti, hemos pasado grandes amarguras. | ||||
SANTOS.- Dejaos ahora de amarguras. No podéis negar que os alegráis de verla. | ||||
TRINIDAD.- Sí, sí... Vaya; no se llora más. | ||||
SANTOS.- Basta ya; no más lágrimas, no más pucheros. | ||||
ISIDRO.- Y sepamos ahora a qué se debe la sana resolución que has tomado. | ||||
SANTOS.- Pues... nada... que... En fin, quédese la historia para otra ocasión. | ||||
ISIDRO.- No, no: yo quiero saber... | ||||
TRINIDAD.- Es que al fin, algo tarde, abriste los ojos, y viste que ese malvado te llevaba al abismo. ¿No es eso? | ||||
SANTOS.- ¡Malvado! No exagerar. Exaltación en las ideas, una fantasía desenfrenada, falta de disciplina en la conducta, como persona criada con demasiada libertad... | ||||
ISIDORA.- Eso es. Carácter imposible, malvado no. Pero yo no podía seguir a su lado. Resistí, luché algún tiempo, creyendo, o queriendo creer que mi error podía en sí mismo encontrar remedio. ¡Qué desengaño! Tomada la resolución de abandonarle, por dos o tres veces no encontré vigor en mi espíritu para realizarla. Al fin, Dios quiso devolverme la voluntad en toda su fuerza, y cerré los ojos, y adelante, y esto se hace, y esto debe hacerse, y lo hice, y aquí estoy. | ||||
TRINIDAD.- Bien, hija, bien. | ||||
ISIDRO.- ¿Pero la causa determinante...? Celos quizás... | ||||
ISIDORA.- (Sollozando.) Pues... sucedió que... (Se levanta y va hacia su padre, a quien besa la mano. Siéntase en una silla próxima a la mesa.) | ||||
SANTOS.- Repito que no hacen falta historias ni lloriqueos. | ||||
—21→ | ||||
ISIDRO.- ¡Qué locura, qué locura has hecho, hija mía! 5 | ||||
SANTOS.- ¡Dale! | ||||
ISIDRO.- Por lo mismo que eras tan adorable, tan juiciosa, que no parecía sino que el método, el don de gobierno, la gracia y la simpatía se habían encarnado en ti, por privilegio de Dios, por eso, por eso mismo fue más extraña la locura que te entró tan de improviso, como una infección contagiosa. | ||||
TRINIDAD.- Sí, porque trastornarse la razón misma, y torcerse las voluntades muy derechas, son cosas que difícilmente tienen explicación. | ||||
SANTOS.- Pues son cosas muy naturales y que caen bajo el fuero de lo común. Un momento de debilidad, ¿quién no le tiene? Los santos pecaron, y los más rectos se torcieron alguna vez. San Pedro negó a Cristo, y el Santo Rey David... En fin, ya lo saben ustedes. | ||||
ISIDORA.- Yo reconozco mi error. No me disculpo. Vi en aquella persona un conjunto de cualidades, que me parecieron admirables, realzadas por una imaginación... ¿cómo diré?, brillantísima, y una palabra tan, tan... | ||||
SANTOS.- Seductora, vamos. | ||||
ISIDORA.- Me arrastraba, me atraía con una fuerza poderosa, contra la cual nada pudo entonces mi razón, nada el respeto de mis padres, a quienes adoraba y adoro, nada tampoco la opinión del mundo. Todo se me empequeñecía ante la grandeza... ¿cómo diré...? | ||||
SANTOS.- Soñada. | ||||
ISIDORA.- Soñada; ante la grandeza soñada, ilusoria, de la persona que me llamaba, que me... | ||||
SANTOS.- Sugestión es eso. | ||||
ISIDORA.- Luego, en la realidad, vi todas las cosas de otro modo. ¡Ay!, de las cualidades que yo soñaba, no —22→ encontré más que algunas. Las reconocí y las reconozco. Otras no existían sino por obra y gracia de mi pensamiento; y en su lugar vi defectos gravísimos. | ||||
ISIDRO.- ¡Pobre víctima! Tan buena eres, que aún defiendes a tu verdugo... | ||||
TRINIDAD.- Y ves en él cualidades. | ||||
ISIDORA.- Porque las tiene: no puedo negarlo. Al separarme de él para siempre, porque gracias a Dios, he llegado a horrorizarme del deshonor, y a sublevarme contra la humillación, veo muy clarito lo bueno y lo malo que hay en él, y lo juzgo con frialdad. No es un monstruo, no; no es un perverso; es un... | ||||
SANTOS.- Temperamento borrascoso. | ||||
ISIDORA.- Justamente. Y un soñador incorregible. (Siguen hablando madre e hija. DON SANTOS pasa a la derecha junto DON ISIDRO.) | ||||
ISIDRO.- (Aparte a DON SANTOS.) Mira tú si es desgracia la nuestra. Ahora, con esta resolución de la niña, que hay que aplaudir... sí, hay que aplaudirla... se dificulta más el matrimonio. Ese pillo dirá: «Pues ella me abandona...». | ||||
SANTOS.- Deja, deja correr los acontecimientos. | ||||
ISIDORA.- (A DOÑA TRINIDAD.) No, mamá, yo no quiero casarme ya, ni con él, ni con nadie. Hoy no tengo más aspiración que vivir obscura y olvidada en un rincón de mi casa, procurando ayudar a mis padres, y hacerles olvidar la terrible pena que les he causado. | ||||
TRINIDAD.- ¡Pobre alma mía! | ||||
ISIDRO.- (Muy triste.) Vuelves a nosotros en circunstancias muy tristes. | ||||
ISIDORA.- (Levantándose resuelta.) Sí, he oído que la casa no anda bien. No hay que desanimarse. Yo os ayudaré. |
—23→
Escena X | ||||
Dichos; BONIFACIO, que sale por la derecha con unas piezas de tela. | ||||
BONIFACIO.- Pues sí, había sedas chinas en colores. Lo que no hay es sedas crudas de medio ancho. | ||||
ISIDORA.- Tonto, si había tres fardos de ellas que no llegaron a abrirse, porque dijisteis que se le cedían a los Sobrinos de Gandiola. | ||||
ISIDRO.- No se cedieron... me parece... (Recordando.) | ||||
ISIDORA.- ¿Los habéis vendido? | ||||
—29→ | ||||
BONIFACIO.- No. | ||||
ISIDRO.- Creo que no. | ||||
ISIDORA.- (Con extrañeza.) Pero aquí nadie sabe nada. ¿Qué casa es esta? ¿Qué comercio es este? | ||||
ISIDRO.- Los fardos, sí, allí están. | ||||
BONIFACIO.- Pero son de percalinas ordinarias. | ||||
ISIDRO.- (Dudando.) Habrá que verlo... | ||||
TRINIDAD.- Pues sería gracioso que acertara esta. | ||||
ISIDRO.- Vamos allá. (Levantándose.) | ||||
BONIFACIO.- No, yo iré. (Vase BONIFACIO por la derecha.) | ||||
ISIDRO.- Si... no puedo moverme. (Se vuelve a sentar fatigado.) Luego, esta maldita asma... En cuanto me agito un poco, no puedo respirar. 6 | ||||
ISIDORA.- Pero, papá, con este abandono, ¿cómo quieres prosperar? ¡Si tus dependientes y tú mismo desconocéis lo que hay en la casa! | ||||
ISIDRO.- (Con displicencia.) Hija, ¿tú qué sabes? | ||||
TRINIDAD.- Déjala, hombre, déjala. ¡Vaya si sabe! | ||||
ISIDORA.- Y juraría que tienes multitud de cuentas por cobrar. El mal antiguo de esta casa. La pereza de los cobros. Toda la diligencia la guardas para los pagos. | ||||
ISIDRO.- Hija, bien comprendes que... | ||||
BONIFACIO.- (Volviendo por la puerta de la derecha.) Tenía razón la señorita... He abierto los fardos, y son de sedas chinas. | ||||
TRINIDAD.- ¡Oh! | ||||
ISIDORA.- ¿Lo veis, lo veis? | ||||
BONIFACIO.- Señora, yo... | ||||
ISIDORA.- (Muy nerviosa, paseándose.) Y habrá más, mucho más, género riquísimo, mientras hacéis pedidos de maulas. Si digo que aquí no hay cabeza... Que no la hay, vamos, que no la hay. | ||||
ISIDRO.- (Aturdido, levantándose.) Déjame; no acabes de volverme loco. | ||||
TRINIDAD.- Pues sí, tiene razón la niña... | ||||
—30→ | ||||
ISIDRO.- Vete a la tienda... y otra vez... que no vuelva a pasar. (Vase BONIFACIO.) | ||||
ISIDORA.- Papá, por Dios, déjame que mangonee, que me meta en todo... Quiero enterarme, disponer, gobernar... | ||||
ISIDRO.- Bueno, entérate, dispón, gobierna cuanto quieras. Ojalá que tú... | ||||
TRINIDAD.- (A su marido.) No le pongas trabas. Verás qué bien se desenvuelve. Tiene un talento y una energía... | ||||
ISIDORA.- (Que ha ido al escritorio, y abriendo la carpeta, saca de ella un fajo de papeles.) ¿Pero qué es esto? ¿Cuentas por cobrar...? | ||||
ISIDRO.- Échales un galgo. | ||||
ISIDORA.- Lo que debe echarse es los tiempos al que no pague. (Examinando rápidamente las cuentas.) Pero si veo aquí casas, familias que pagan siempre muy bien. Es que os dormís, papá, es que lo dejáis todo para mañana, es que no servís para nada. (Al dejar las cuentas, da un fuerte golpe sobre la carpeta.) | ||||
ISIDRO.- No... si se cobrarán... algunas, otras no... Habrá que esperar. | ||||
ISIDORA.- El comercio no espera. (Coge un libro que examina rápidamente.) A ver el libro de facturas. (Viene al proscenio con el libro y lo hojea.) En el tiempo que yo lo llevé, mira, mira que clarito todo... | ||||
ISIDRO.- Después... notarás algún desorden... | ||||
ISIDORA.- (Hojeando.) ¡Jesús!... ¡Qué barbaridad!... (Lee.) Pañuelos alfombrados... doscientos, trescientos... | ||||
ISIDRO.- Es que... | ||||
ISIDORA.- (Con sorpresa y enojo.) Y aquí se ven algunos claros... partidas en que falta la cifra de precios... ¡Qué atrocidad!... ¡Qué desorden! (Llamando.) ¡Bonifacio! | ||||
ISIDRO.- (Con timidez.) Hemos tenido tantos quebraderos de cabeza, que el libro de facturas no está como debiera. El género de la China, lo anotamos en otro libro. (Coge otro libro del escritorio y se lo da. ISIDORA lo hojea rápidamente.) | ||||
BONIFACIO.- (Por la tienda.) ¿Qué manda? | ||||
—31→ | ||||
ISIDORA.- (Con autoridad bondadosa.) Mi padre debiera reñiros por tener los asientos tan descuidados. Esto es escarnecer el buen nombre de la casa, destruirla, deshonrarla, ¡la casa, Bonifacio, que es vuestra madre, y os da la vida, el pan! | ||||
BONIFACIO.- (Asustado.) Nosotros, la verdad... somos pocos. ¡Hay tanto trabajo! | ||||
ISIDORA.- ¡Tanto trabajo! Lo que hay es pocas ganitas de trabajar. | ||||
TRINIDAD.- ¡Holgazanes! | ||||
ISIDORA.- Ya, ya saldrá quien os haga sacudir la pereza. | ||||
BONIFACIO.- (¡Vaya un geniecillo!...) Señorita, descuide, que ahora... | ||||
ISIDRO.- Sí... todo se hará en regla... (A BONIFACIO.) Ya ves, ya ves... Aprended... | ||||
ISIDORA.- (Examinando el libro.) ¡Bueno está todo! (Asombrada de lo que lee.) ¡Dios nos asista! Tenemos género de la China para un siglo. | ||||
BONIFACIO.- ¿Me retiro? | ||||
ISIDORA.- (Deja el libro, va al escritorio y saca las cuentas por cobrar, todo esto con mucha rapidez.) Aguarda... Os ha caído que hacer... Puesto que mi padre me permite mandaros, ya veremos si jugáis conmigo... ¡ingratos, que no miráis con interés la prosperidad y el crédito de la casa!... (Los demás Dependientes se asoman asustados a las puertas del foro.) | ||||
ISIDRO.- (Reprendiéndoles.) ¿Oís...? ¿eh?... lo mismo que os digo yo todos los días. | ||||
ISIDORA.- (Revolviendo entre las cuentas y escogiendo algunas.) A ver... pronto... Manda a Pepe que vaya a cobrar estas facturas... Esta, esta, esta otra... ¡Pronto... volando!... (Vase BONIFACIO a escape con las cuentas. Se retiran los otros de las puertas.) ¿Y el libro de Caja? | ||||
ISIDRO.- Aquí lo tienes. (Con indolencia.) ¡Por Dios, no marees! | ||||
TRINIDAD.- Si no es marear, es enterarse... | ||||
ISIDORA.- (Hojeando un libro pequeño.) Salidas, salidas... Aquí todo se vuelve salidas... No entra nada. | ||||
—32→ | ||||
ISIDRO.- Te diré... Las entradas, las tengo yo bien fijas en mi memoria. | ||||
ISIDORA.- Vencimientos... El día 15... Hoy... ¿Con que es hoy cuando vence...? (Continúa en el escritorio con DON ISIDRO. DOÑA TRINIDAD en el proscenio.) |
Escena XII | ||||
Dichos; DON NICOMEDES, por el foro. Luego DON SANTOS. TRINITA y SERAFINITO, que entran con él, se quedan en el fondo, como asustados de lo que pasa, y hablan con los dependientes, que se asoman a las puertas. Después UN COBRADOR de casa de Banca, con gorra galonada y cartera. | ||||
NICOMEDES.- Amigo mío, ya sabe usted por Luengo... | ||||
ISIDRO.- ¿Y cuándo? | ||||
NICOMEDES.- Mañana a la una se procederá al embargo. Por no querer seguir el consejo de un amigo desinteresado... | ||||
SANTOS.- (Que pasa al proscenio izquierda.) ¡Bien por los amigos desinteresados, que vienen a recoger el último aliento de la víctima...! | ||||
NICOMEDES. - ¡Oh, no...! | ||||
SANTOS.- (¡Canalla, víboras...!) | ||||
ISIDORA.- Pues digo que el embargo... no se verificará. | ||||
LUENGO.- ¿No lo crees? | ||||
NICOMEDES.- ¿Lo duda? Pues aquí tenemos al cobrador de Ruiz Ochoa que está bien informado. ¡Eh, Felipe! (El COBRADOR que estaba en la puerta de la tienda con los dependientes, entra, descubriéndose.) ¿Es o no cierto que mañana...? | ||||
COBRADOR.- Desgraciadamente es cierto, señor don Isidro. Vengo de casa del escribano. Mañana a la una. | ||||
ISIDORA.- No hay embargo. | ||||
ISIDRO.- ¿Qué dices? | ||||
ISIDORA.- (Con energía.) ¡He dicho que no! | ||||
SANTOS.- (¡Anda, valiente!... Pillos, atreveos con esta.) | ||||
—34→ | ||||
ISIDRO.- ¿Pero, hija, de dónde sacaremos...? | ||||
ISIDORA.- De aquí, de la casa. Con energía, con ingenio, con firmeza de carácter, aquí mismo encontraremos la salvación. (Asombro de todos.) Usted... ¡eh!, ¿no es usted el cobrador de Ruiz Ochoa, a quien debemos...? | ||||
COBRADOR.- Sí señora. | ||||
ISIDORA.- Pues mañana a las doce... ¡a cobrar! | ||||
ISIDRO.- (Asustado.) ¡Hija! | ||||
ISIDORA.- Se pagará... He dicho que se pagará. | ||||
ISIDRO.- ¿Pero de dónde? | ||||
TRINIDAD.- ¿Cómo? | ||||
ISIDORA.- Aún no lo sé... Pero se pagará. | ||||
NICOMEDES.- (Pasando al lado de DON ISIDRO.) ¿Pero está loca? | ||||
ISIDRO.- No sé... porque dinero no ha traído a casa. | ||||
NICOMEDES.- ¿No? (Asombrado.) | ||||
ISIDORA.- Pero he traído lo que hacía más falta aquí. ¿No sabéis lo que es? Ya lo iréis viendo. 7 |
FIN DEL ACTO I
—35→
La misma decoración del acto primero.
Escena III | ||||
ISIDORA, DOÑA TRINIDAD; TRINITA, SERAFINITO, este comiendo el postre, y leyendo en un libro. | ||||
ISIDORA.- (A su hermana, con severidad.) ¡Que no consiento esto, vamos, que no lo consiento! | ||||
TRINIDAD.- Bonifacio, a comer. (Vase BONIFACIO por la izquierda.) Déjala que estudie. | ||||
TRINITA.- Pero lo que digo: antes quisiera acabar mi vestido. —42→ (A ISIDORA.) Y no me has dado el rasete color malva, ni el pedazo de surah para la combinación. | ||||
ISIDORA.- ¡Yo no tengo rasete, ni surah, ni paciencia! | ||||
SERAFINITO.- (Duro en ella.) | ||||
TRINIDAD.- Pero, hija, la niña... | ||||
TRINITA.- (Con mimo.) ¡Y ahora que estamos sin doncella! También es tema haber despedido a la Calixta, que me ayudaba. | ||||
ISIDORA.- La he despedido, porque no servía para nada. | ||||
TRINIDAD.- Amalia, que no sabe cocinar, la pobre, será doncella desde hoy, y esta tarde misma tomaremos muchacha para la cocina. | ||||
ISIDORA.- No, no. Ni esta tarde, ni mañana, ni nunca. | ||||
TRINIDAD.- ¿Y cómo nos vamos a arreglar? | ||||
ISIDORA.- A ver. ¿Soy yo la que manda aquí? | ||||
TRINIDAD.- Hija de mi alma, desde que con tu energía, determinación y talento extraordinario salvaste la casa, tu padre y yo hemos delegado en ti nuestra autoridad. | ||||
ISIDORA.- Pues mamá, no te molestes en buscar cocinera, que ya la tenemos. | ||||
TRINIDAD.- ¿Quién? | ||||
ISIDORA.- Esta (Coge a su hermana del brazo.) 8 | ||||
TRINITA.- ¿Yo? ¡Qué barbaridad! | ||||
SERAFINITO.- (Cerrando el libro.) (Prepárate... Cuando las barbas de tu vecino veas arder...) | ||||
TRINIDAD.- Pero, hija, ¿lo dices de veras? | ||||
ISIDORA.- ¡Y tan de veras! Estamos amenazados de ruina. Aquí no hay ya señoritos. | ||||
SERAFINITO.- (¡Ay, Dios mío!) | ||||
ISIDORA.- Todos somos criados de todos. Se acabaron los perifollos elegantes, incompatibles con nuestra pobreza; se acabó el piano, y... | ||||
TRINITA.- ¡Pero si yo no sé guisar! (Lloriqueando.) | ||||
ISIDORA.- Aprendes... ¡Más fácil es hacer un pisto sabroso —43→ en la cocina, que hacerlo malamente en el piano... con la Rapsodia húngara! | ||||
SERAFINITO.- (Riendo.) (¡Divino, delicioso!) | ||||
ISIDORA.- Mamá sabe cocinar. Yo también. Verás qué pronto te enseñamos. | ||||
TRINIDAD.- Bueno, bueno; pero me parece que... | ||||
TRINITA.- (Llorando.) Yo no quiero. | ||||
ISIDORA.- Pues si no se conforman todos... dimito. | ||||
TRINITA.- No, no. | ||||
TRINIDAD.- Dimitir no. (Asustada.) ¡Jesús! Estás demostrando una disposición colosal para el gobierno. Debemos obedecerte sin reparar en lo que mandas. | ||||
ISIDORA.- Nada, nada. Real decreto nombrando a la niña cocinera. Anda, ponte el delantal grueso. Se acabaron los rasetes, crespones y muselinas. Dispongo el descanso de las pobrecitas teclas, condeno a destierro los Nocturnos y Fantasías, y a muerte a las Marchas Fúnebres y Danzas Macabras. | ||||
SERAFINITO.- (Riendo.) (¡Ja, ja!... ¡Estupendo, colosal!) (Haciendo burla de su hermana.) ¡Cocinera! Pues lo que es yo, no ceno aquí esta noche. | ||||
ISIDORA.- ¿Que no? | ||||
TRINIDAD.- Vale más que cenes con tus amigos. Ya sabes que esta noche tiene que hablar... | ||||
ISIDORA.- Pero antes he pedido yo la palabra... En fin, ¿mando o no mando? | ||||
TRINIDAD.- Tú mandas, sí... pero el niño... | ||||
SERAFINITO.- (Con terror cómico.) (¡Ay, pobre niño!... Ya estás en capilla.) | ||||
ISIDORA.- Pues si mando... | ||||
SERAFINITO.- (Yo me escabullo.) | ||||
ISIDORA.- (Agarrándole por un brazo.) Ven acá, mequetrefe. 9 | ||||
TRINITA.- (Burlándose de él.) ¡Ja, ja!, ahora le toca al sabio. | ||||
TRINIDAD.- Pero ya sabes cuánto le alaban... | ||||
ISIDORA.- ¡Vaya una ciencia la de estos micos! Pedantería, —44→ ideas y frases sueltas, tomadas de aquí y de allá, oídas en los corrillos, o pescadas en lecturas rápidas... | ||||
TRINITA.- (Burlándose.) El precocísimo filósofo, el joven pensador... ¡Ja, ja!... | ||||
SERAFINITO.- (A TRINITA.) Verás tú... | ||||
ISIDORA.- Mamá, no te forjes ilusiones. No es más que uno de tantos niños habladores, hueros y cargantes, que hacen aborrecibles el arte y la ciencia. Tiempo tiene de aprender con fundamento. Condeno a reclusión temporal los librotes que tú no entiendes. Que los estudios sociológicos y antropológicos se vayan a hacer compañía a la Marcha Fúnebre y a la Danza Macabra. Esta noche me copiará el niño sabio unas cincuenta facturas, y me escribirá veinte o más cartas. | ||||
TRINITA.- ¡Ja, ja!... | ||||
SERAFINITO.- Bueno. (Cortado.) Lo haré cuando vuelva. | ||||
ISIDORA.- No; si de aquí no sales ya. Voy a ponerte el grillete. Mamá, sácale unos manguitos. | ||||
TRINIDAD.- ¡Jesús, el niño al mostrador!... | ||||
ISIDORA.- ¿Que no?... Pues dimito. | ||||
TODOS.- (Asustados.) No, no. | ||||
ISIDORA.- ¿Y por qué no ha de salir al mostrador? ¿No salgo yo? | ||||
TRINITA.- Y yo también si hiciera falta. | ||||
ISIDORA.- No, tú a la cocina. | ||||
TRINIDAD.- (Consolando a SERAFÍN.) Hijo, resígnate hasta que pasen estas circunstancias. | ||||
ISIDORA.- (A SERAFÍN afectuosamente.) Mira: para que la transición no sea brusca, hoy te dedico a tareas fáciles. Ven acá. (Va al escritorio.) Empieza por ir al correo. Certificas estos dos paquetitos de muestras sin valor. Y a la vuelta, te pasas por casa del comisionista alemán... | ||||
TRINIDAD.- Hartmann. | ||||
SERAFINITO.- ¿El autor de la Filosofía de lo inconsciente? | ||||
ISIDORA.- No sé de qué es autor. Tú vas, y le pides el muestrario —45→ de percalinas asargadas, y me lo traes. | ||||
SERAFINITO.- Bien. Haré todo lo que mandes. | ||||
ISIDORA.- (Acariciándole.) Cabecita llena de viento, no se estudia sólo en los libros. Hay que aprender antes un poco de ciencia de la vida, en la vida misma. | ||||
SERAFINITO.- Bueno, hermana. Tú nos subyugas, nos fascinas; tienes sobre todos tal poder sugestivo, que no hay manera de resistirte. | ||||
TRINIDAD.- ¡Pero qué dirán sus amigos del Círculo de Historia y Literatura! | ||||
ISIDORA.- ¡Valiente caso hago yo de la opinión de los señores discursistas! ¡Que vengan, que vengan aquí con sus retóricas a salvarnos de la miseria, y a enseñarnos cómo se restaura el crédito de una casa, y se da de comer a una familia! | ||||
SERAFINITO.- No hay más que hablar. | ||||
ISIDORA.- Ya estás andando. | ||||
TRINITA.- Y yo a mi cocina. | ||||
TRINIDAD.- Empezarás por dar de comer a los chicos. | ||||
TRINITA.- (A SERAFÍN.) Adiós, hortera precocísimo. | ||||
SERAFINITO.- Fregatriz dilettante, hasta luego. |
Escena V | ||||
DON ISIDRO, ISIDORA, DON SANTOS. | ||||
ISIDRO.- Tienes razón. Se hará como dices. (Bajan los dos al proscenio.) Si Requejo acepta, ya estamos de la otra parte. No nos metamos en más honduras. Contentémonos con conservar lo presente... | ||||
SANTOS.- Alientos tiene la niña para mucho más. | ||||
—47→ | ||||
ISIDORA.- ¡Ya lo creo! | ||||
ISIDRO.- Yo no: mis aspiraciones son modestísimas. | ||||
ISIDORA.- Las mías pican alto. | ||||
ISIDRO.- No tengo ambición. | ||||
ISIDORA.- Yo sí. Y además constancia, tenacidad en mis propósitos. | ||||
SANTOS.- ¡Viva el águila del comercio matritense! No le cortéis las alas, y veréis hasta dónde se remonta. Yo que tú, aceptaría sin vacilar la proposición de Rodríguez. 10 | ||||
ISIDORA.- (Curiosísima.) ¿Qué, qué es? | ||||
SANTOS.- ¿No se lo has dicho? | ||||
ISIDRO.- No, porque temo que pierda la chaveta, y quiera meterse en aventuras peligrosas. | ||||
ISIDORA.- (Muy impaciente.) ¿Pero qué es? Díganmelo. | ||||
ISIDRO.- Nada, que el viejo Rodríguez, nuestro vecino, está loco contigo... | ||||
ISIDORA.- ¿Prendado de mí? | ||||
SANTOS.- De tu talento, de tu disposición para los negocios... | ||||
ISIDRO.- Ya sabes que se retira. Desea que nosotros nos quedemos con su establecimiento. | ||||
ISIDORA.- ¿Es de veras? (Batiendo palmas.) ¡Jesús, qué dicha! ¡La camisería! ¡El colmo de mis anhelos!.... Pero las condiciones serán duras. | ||||
SANTOS.- ¡Quia! Excelentes. | ||||
ISIDORA.- Pues aceptado. ¿Pero, papá, tú lo dudas? | ||||
ISIDRO.- Hija de mi alma: temo que sea carga demasiado gravosa para nuestros hombros, que aún están muy débiles. | ||||
ISIDORA.- (Vivamente.) ¿Te dio el abuelo las condiciones escritas? | ||||
SANTOS.- Sí; ahí las tiene. | ||||
ISIDORA.- Dámelas. | ||||
ISIDRO.- Luego... ten juicio... No olvidemos el asunto más urgente... Requejo... ese no espera. | ||||
—48→ | ||||
ISIDORA.- Es verdad. Vete pronto allá. No podemos descuidarnos. | ||||
ISIDRO.- Allá me voy, y mientras discuto con él las condiciones del descuento, tú lo dispones todo, y nos mandas... | ||||
ISIDORA.- La nota de las piezas de seda bordada, con los precios de factura, y otra nota de los cincuenta pañuelos de crespón que le cedemos. | ||||
ISIDRO.- Pero pronto, hija mía. | ||||
ISIDORA.- A prontitud nadie me gana. | ||||
ISIDRO.- Ahí tienes el vendí firmado por mí. Añades las... | ||||
ISIDORA.- Sí, sí... Allá irá todo, y si el saldista acepta, que aceptará, no te vengas sin traer todo ultimado; y recoges el pagaré. | ||||
ISIDRO.- Corriente... | ||||
ISIDORA.- Te mandaré también la nota del pedido de género alemán, para que a la vuelta... | ||||
ISIDRO.- Perfectamente. Abur... |
—50→
Escena VII | ||||
Dichos; SERAFINITO, por el foro. | ||||
SERAFINITO.- (Entra rápidamente con varios muestrarios.) Aquí estoy. Me pediste un muestrario y te traigo tres. 11 | ||||
ISIDORA.- Bien: así me gusta. | ||||
SANTOS.- (Con LUENGO, a la derecha.) No hay quien pueda con esta chica. | ||||
LUENGO.- Es un demonio. | ||||
SANTOS.- Un demonio que anda demasiado suelto, y yo pienso atarle. | ||||
LUENGO.- ¿Cómo? | ||||
SANTOS.- Con una cuerda, soga o cabezal, según los casos, que se llama marido. | ||||
LUENGO.- ¡Un marido! | ||||
SANTOS.- En eso ando. | ||||
LUENGO.- Ya... tratos y contubernios. Boda en perspectiva. Ahora comprendo... Por eso echan tantos humos, y quieren apandar todos los negocios... Claro: trincan al sonámbulo, que aún tiene dinero. (Con misterio.) Pues oiga, don Santos... No hay que fiarse. | ||||
SANTOS.- ¿Qué dices? | ||||
LUENGO.- Que si se confirma cierto run run, esa boda podría ser para ustedes un negocio detestable. | ||||
SANTOS.- ¿Ya empiezas?... ¡Envidioso! | ||||
LUENGO.- Pues, no digo nada... Al tiempo. | ||||
SANTOS.- ¡Bah!... La envidia te come. (Retirándose.) ¿Vienes tú? | ||||
LUENGO.- (Pensativo, buscando un pretexto para quedarse.) Todavía no. Quiero ver esos muestrarios... | ||||
SANTOS.- Pues abur... Que te alivies. (Vase por el fondo.) | ||||
ISIDORA.- Ahora te vas a la tienda... No te muevas de allí hasta que yo te llame. | ||||
SERAFINITO.- Allí estaré. (Vase a la tienda.) |
—51→
Escena IX | ||||
ISIDORA; poco después, ALEJANDRO. | ||||
ISIDORA.- (Afanada, sentándose en el escritorio.) ¡Dios mío, lo que tengo que hacer!... Aquí está el vendí... Pongamos la nota del género cedido. (Escribe.) Primero: doce piezas de... (Se detiene preocupada.) Ese pillo de Luengo... No, imposible que Alejandro se atreviera a venir aquí. (Escribe.) Seis piezas de a metro sesenta de ancho... No sé por qué, hoy no puedo apartarle de mi memoria. (Entra ALEJANDRO cautelosamente, y se desliza por el fondo de la escena.) Hacen un total de metros noventa, que arrojan, pesetas 1.350. Bien... (Pensando.) Sí, le tengo aquí, aquí... Imposible olvidarle. —53→ Y lo que yo digo, ¿se acordará de mí? (Venciendo su distracción, se obliga al trabajo.) | ||||
ALEJANDRO.- (Contemplándola desde el fondo, junto a una de las mesas grandes.) Allí está la pobre, navegando en un océano de números. ¡Qué bella, qué encantadora en su afán de hormiga diligente! Es la loca del trabajo. Padece la más inútil y vana demencia de las muchas que afectan a la desdichada humanidad. | ||||
ISIDORA.- (Escribiendo.) Pesetas 1.037. (Pensando.) No sé qué siento hoy. Hay en mi cabeza como un deseo de descanso, de... No sé qué es esto. Si tendrá razón Alejandro, que sostiene que estos afanes embrutecen el alma, amargan la vida, y secan la fuente del ideal y de los goces puros, y tal y qué sé yo. Ello será así; pero como no vuelva la edad de oro, en que se mantiene la gente con bellotas, habrá que trabajar. Eso le contestaba yo; y él se reía, y decía unas cosas tan saladas... (Dominando su pensamiento.) Anda, hija, no te duermas. (Escribe.) Añado los cincuenta pañuelos crespón clase P. 14, P. 15. Veamos los precios. (Coge una nota entre los varios papeles que tiene delante.) | ||||
ALEJANDRO.- (Avanzando un poco hacia la izquierda.) ¡Linda criatura, esclava de ilusorios deberes, de una abnegación artificiosa! Mujer hechicera, atacada de la epidemia humana, o sea la plétora de leyes y principios... ¡Dichosos los salvajes, los pastores, los vagabundos, emancipados por la divina pobreza, por la bendita ignorancia! | ||||
ISIDORA.- (Contemplando gozosa su escritura.) ¡Qué bonitos números! Aquí tengo tres cincos, tan gallardos, con sus plumachos en la cabeza, y debajo un seis muy panzudo, agarrado de un tres, que parece desternillarse de risa... ¡Oh!, no sé qué tengo hoy... Ya me equivoqué tres veces. Es la pícara imaginación, que se me quiere insurreccionar... (Oprimiéndose la frente.) Imaginación, ten juicio... no enredes, —54→ hija, no enredes... (Pensando.) ¡Vaya con lo que me dijo Luengo! ¿Será cierto que estuvo aquí? ¡Pobrecillo! Sin duda está loco por verme... Pues que se fastidie. (Recordando.) ¡Ay, lo que me falta todavía!... ¡El pedido de género alemán! (Levántase, y rápidamente va al otro lado.) Aquí dejé los muestrarios. (Los examina. ALEJANDRO se ha ocultado en el fondo tras cualquier objeto.) Este no es. Aquí está el que pedí, (Hojeándolo.) con las señales de lápiz que puse la semana pasada. Bonitas telas... ¡qué novedad de colores!... De este color era el último vestido que me compró Alejandro... ¡Es raro esto, que no pueda hoy apartarle de mi memoria! (Quédase absorta y se sienta en una silla baja, junto a la mesilla. ALEJANDRO se desliza paso a paso por el fondo, va al escritorio y se sienta en la banqueta.) Paréceme que le estoy viendo. (Dominándose.) ¡No, si no quiero verle! (Con energía.) ¡No, no! (Transición.) Bah... ¡Cómo miente una, cómo miente, aun hablando consigo misma! Tenemos la mentira tan metida en el alma, que ni discurriendo a solas dejamos de decirnos algo que no es verdad... (Recobrándose.) Ea, que el tiempo vuela, Isidorita. A trabajar. (Dirígese al escritorio. Al ver a ALEJANDRO en el sitio que ella ocupaba antes, da un grito; quédase después suspensa, aterrada, inmóvil y muda, como no creyendo a sus ojos, o si se hallara en presencia de una visión.) | ||||
ALEJANDRO.- (Sonriendo.) Sí, yo soy... ¿Me tomas por un fantasma? | ||||
ISIDORA.- (Da algunos pasos: retrocede.) No, no eres... no eres... ¡Alejandro!... (Acercándose más.) ¿Eres tú de veras? | ||||
ALEJANDRO.- Yo, sí, que me recreo, que me extasío mirándote. | ||||
ISIDORA.- ¡Oh, qué absurdo!... ¡tú... en mi casa!... ¡Por Dios, vete, vete pronto de aquí! Pueden venir mis padres, mi tío... | ||||
ALEJANDRO.- Sosiégate... Me iré si tú lo mandas... Pero no sin decirte que me abandonaste caprichosamente y sin motivo. Sabes muy bien que no amo a la que fue causa de tu arrebato de celos; sabes que, de —55→ cuantas mujeres existen en el mundo, no puedo amar más que a una sola, a ti. | ||||
ISIDORA.- Déjame, déjame. Te tengo miedo. Guárdate tu amor, que para mí es tan incomprensible como tus ideas. Tus palabras bonitas no me trastornarán otra vez. Estoy curada de esa enfermedad que llaman ensueño. | ||||
ALEJANDRO.- Es que en medio de estas realidades en que tú vives, piensas en mí... No lo niegues. | ||||
ISIDORA.- ¡Fatuo! | ||||
ALEJANDRO.- Que no lo niegues, Isidora. | ||||
ISIDORA.- Bueno: pues que piense alguna vez, ¿eso qué significa? | ||||
ALEJANDRO.- Significa, sí... significa que tengo motivos para envanecerme... Mi fatuidad, como tú dices, mi orgullo, como digo yo, se funda en eso... | ||||
ISIDORA.- ¿En qué? | ||||
ALEJANDRO.- En que este soñador, este delirante, que aborrece los negocios, las carreras, la política y el matrimonio, que sólo ama las ideas puras, que es religioso a su modo, poeta a su modo, sin hacer versos, artista por entusiasmo, tiene y tendrá siempre un lugarcito en el pensamiento de la mujer práctica. No podrás, no podrás desterrarme de ti, Isidora, no podrás, no podrás... Y cuando más engolfada estés en tus números y más amarrada a la realidad por tus obligaciones... dejarás volar tus miradas por el vago espacio, buscándome a mí, al ensueño... No puedes, no, no puedes... | ||||
ISIDORA.- (Haciendo un supremo esfuerzo para vencer la sugestión.) ¡Sí podré! (Apelando al último recurso.) Me impides trabajar... Trabajo urgentísimo, de que depende quizás la salvación de mi casa. 12* | ||||
ALEJANDRO.- Eso no. Tú trabajas... y yo te admiro. | ||||
—56→ | ||||
ISIDORA.- No puedo. Tu presencia me trastorna. | ||||
ALEJANDRO.- Yo te ayudaré. (Ademán de sentarse en el escritorio.) Díctame. | ||||
ISIDORA.- No, no; déjame el sitio. (Le echa del escritorio y se sienta ella.) Acabaré la nota para el saldista. | ||||
ALEJANDRO.- ¿Quieres que dicte yo? (Da la vuelta y se pone al otro lado del escritorio, vuelto hacia ISIDORA.) | ||||
ISIDORA.- (Escribiendo rápidamente.) No, no es preciso. ¡Qué malo eres! | ||||
ALEJANDRO.- No soy malo. Soy un hombre que se ha formado solo, que nunca conoció el trabajo, ni las dificultades de la vida. | ||||
ISIDORA.- (Muy nerviosa, escribiendo a prisa, y procurando abstraerse; pero sin conseguirlo.) Doce mil setecientos y... ¡Ah!, me olvidaba. (Buscando un papel.) Estoy en Babia. Y tú robándome la tranquilidad, el tiempo. (Escribe.) Además, cincuenta pañuelos de crespón... | ||||
ALEJANDRO.- ¿Que yo te robo los pañuelos? | ||||
ISIDORA.- No... digo... Cincuenta, desde 130 a 800 pesetas... Sigue. ¿Qué decías? | ||||
ALEJANDRO.- Quedé huérfano y rico. Ni mis padres ni mi tutor supieron hacer de mí lo que llamáis un hombre útil. No es que yo me queje de este abandono. | ||||
ISIDORA.- Vives en un mundo imaginario. | ||||
ALEJANDRO.- Y tú en otro, porque eso que haces es tan imaginario y tan vago como las nubes que corren por el cielo, obscuras unas, otras iluminadas por el sol. | ||||
ISIDORA.- ¿Ves? Ya me equivoqué por culpa tuya. Escribirelo otra vez. Treinta varas a... ¿Con que las nubes?... ¿el rayo de sol?... a 12,50... Anda: ya equivoqué los números. | ||||
ALEJANDRO.- ¿Qué más da? Todos los números y cifras son iguales. Podrán parecernos distintos; pero en la cuenta final y total, no son más que una sucesión infinita de ceros. | ||||
ISIDORA.- (Escribiendo con agitación.) Con la rebaja del 30 por 100... —57→ Estás loco y quieres que yo también lo esté. Déjame a mí en la realidad, y vete tú a tus nubes. | ||||
ALEJANDRO.- Todo es nubes, eso y lo mío. | ||||
ISIDORA.- Ahora, el pedido. Coge el muestrario y me vas dictando las cifras de las telas que verás marcadas al margen con lápiz azul. | ||||
ALEJANDRO.- (Coge el libro.) Todo es cielo, espacio sin fin, la materia tan infinita como el espíritu, la diligencia tan ociosa como la ociosidad. (Dictando.) 747. | ||||
ISIDORA.- (Muy excitada, escribiendo con grandísima rapidez.) ¡Pobre visionario!... De esta pido treinta piezas... Sueñas con el arte que no posees. | ||||
ALEJANDRO.- 749... Lo poseo admirando a los que lo cultivan. 781. | ||||
ISIDORA.- Arte... ¡qué bonito! (Calculando.) Cuarenta y cinco piezas... Más a prisa. | ||||
ALEJANDRO.- 801 bis. Sueño con el amor, cuyo ideal encontré en ti. | ||||
ISIDORA.- Anda, morena. (Burlándose.) ¡El amor, valiente tontería!... (Calculando.) De esta ochenta piezas. | ||||
ALEJANDRO.- 810. | ||||
ISIDORA.- Si al menos te ajustaras a la realidad de las cosas... Treinta y cinco. | ||||
ALEJANDRO.- Eso es mucho pedir. | ||||
ISIDORA.- ¿Qué? (Creyendo que se refiere al pedido de género.) ¿Mucho? | ||||
ALEJANDRO.- No, digo... 842. La realidad y yo no hacemos buenas migas. 847 bis. Mis ideas, ya sabes... | ||||
ISIDORA.- (Impaciente.) Dame acá: yo acabo más pronto. | ||||
ALEJANDRO.- No, vida mía. 849. | ||||
ISIDORA.- Dame el libro. (Se lo quita.) | ||||
ALEJANDRO.- (Señalando donde él quedó.) Aquí estábamos. | ||||
ISIDORA.- Me sé de memoria tus ideas. (Escribe.) 850. (Repitiendo burlescamente conceptos de él.) «¡Abajo la vulgaridad! ¡Muera todo lo convencional y rutinario!... Las jerarquías sociales, el matrimonio, la...», ¡ja, ja!... 855... Cuarenta piezas. | ||||
ALEJANDRO.- Eso mismo. | ||||
ISIDORA.- ¿Sabes lo que significa toda esa monserga? —58→ Pues no es más que una forma de orgullo... Sí señor. 857. | ||||
ALEJANDRO.- De dignidad, digo yo. | ||||
ISIDORA.- De soberbia satánica... Cuarenta piezas. Vaya, he concluido. Gracias a Dios. (Metiendo sus papeles dentro de un sobre.) Tengo que mandar esto a mi padre. (Sale del escritorio. Dirígese a la puerta de la tienda y llama.) ¡Bonifacio! (Sale BONIFACIO.) ¿Está ahí Serafín? | ||||
BONIFACIO.- Aquí está. | ||||
ISIDORA.- Que lleve esto... pero volando... a papá... en casa de Requejo. (Da el pliego a BONIFACIO, y vuelve al proscenio. BONIFACIO se va y cierra.) Y ahora, Alejandro, por Dios y por la Virgen... (Señalándole la puerta de la derecha.) * | ||||
ALEJANDRO.- ¡Vida mía, cuánto me duele verte en este ardiente afán! Para librarte de él y salvar tu casa, dispón de lo mío. | ||||
ISIDORA.- Gracias. No puedo aceptarlo. Eres mi perdición... Lo has sido, lo serías otra vez... No, no quiero. (Asustada, se aparta de él.) Tu apoyo es mi muerte. (Cae en una silla, como fatigada y abatida.) Vete, y no pienses más en mí. | ||||
ALEJANDRO.- Ah, no... No pensar en ti. ¡Imposible! Es poco ya decirte que te adoro; déjame decirte que te admiro, noble y grande heroína. Quieres luchar sola, fiando en tu voluntad poderosa. | ||||
ISIDORA.- Luchar sola y honradamente es mi orgullo. No me prives de esta satisfacción, la más noble que puede tener un alma. (Se levanta.) Concédeme esto, y... (Mirándole con afecto.) | ||||
ALEJANDRO.- (Que se había mantenido a respetuosa distancia, da algunos pasos hacia ella.) ¿Qué? | ||||
ISIDORA.- Te querré. | ||||
ALEJANDRO.- (Con júbilo.) ¡Qué me querrás, que volverás a quererme!... No soy ya tan desdichado. El pobre soñador se consuela con esa esperanza, y hace de ella la verdad de su vida. | ||||
ISIDORA.- (Retrocede asustada.) ¡Cómo me seduce el pícaro! | ||||
ALEJANDRO.- (Con entusiasmo.) En mi corazón pongo un altar y en —59→ el altar un símbolo, uno solo: tú, tú, en alma y cuerpo... | ||||
ISIDORA.- ¡Me arrastra, me fascina! | ||||
ALEJANDRO.- Y allí te adoraré... No te desdigas. ¡Volverás a quererme!... Es que subsiste en ti el cariño... (ISIDORA le mira amorosamente sin decir nada.) Más que cariño, amor... | ||||
ISIDORA.- (Dando algunos pasos hacia él con deseos de abrazarle, que reprime.) Sí. | ||||
ALEJANDRO.- Si es ley que nos amemos, ven a mí. | ||||
ISIDORA.- Sí. (Se abrazan.) Es ley. | ||||
ALEJANDRO.- Si no existiera la disparidad de caracteres, no existiría el amor, el sentimiento universal que mueve los mundos. | ||||
ISIDORA.- Te quiero, sí. (Con abandono, apoyando su frente en el pecho de él.) Eres mi muerte moral, la muerte de mi voluntad. Desde que estás aquí, las ideas de orden se me han ido de la cabeza. (Entorna los ojos, como sufriendo un desvanecimiento. ALEJANDRO la sostiene en sus brazos. Ambos están en pie.) | ||||
ALEJANDRO.- Mejor. Las ideas de orden, los números, la regularidad son el desierto de la vida, que hay que atravesar con sed y fastidio. Al fin, ¿qué se encuentra? Nada, fastidio, sed... La sed no se acaba, ni el desierto tampoco. | ||||
ISIDORA.- (Como dormida sobre el pecho de ALEJANDRO, los ojos cerrados.) Sí... el desierto... sed. | ||||
ALEJANDRO.- Reconoce que estas luchas de la realidad a nada conducen, y que vale más dormir, soñar, entregarse al dulce acaso... | ||||
ISIDORA.- (Como en sueños.) Soñar... vivir... | ||||
ALEJANDRO.- Y que fuera del arte, del amor, de la poesía, nada existe que merezca nuestra atención. | ||||
ISIDORA.- ¡Oh, qué delirio! (Despréndese de los brazos de ALEJANDRO.) ¿Estoy soñando?... Alejandro, me matas. | ||||
ALEJANDRO.- Te resucito. | ||||
ISIDORA.- Déjame, te lo suplico. | ||||
ALEJANDRO.- ¡Oh, alma mía! ¿Qué he de hacer yo más que —60→ obedecerte? Pero a cambio de mi sumisión... | ||||
ISIDORA.- ¿Qué? | ||||
ALEJANDRO.- Una palabra, una sola... Dime que deseas unirte nuevamente a mí. | ||||
ISIDORA.- (Aturdida y desconcertada.) ¡No!... (Con vacilación angustiosa.) Sí... No sé... (Con pena hondísima.) ¡Dios mío, ya no tengo voluntad! Déjame, déjame ahora... Te lo suplico... Quisiera mandártelo; pero ya no puedo, no puedo mandar. (Con infantil desconsuelo.) No sé qué pasa en mí... Alejandro, te lo ruego... (Luchando por recobrar su voluntad.) Te pido que salgas de aquí... ¿Quieres que me arrodille para suplicártelo? (Hace ademán de arrodillarse.) | ||||
ALEJANDRO.- No, no... Adiós... Soy feliz. (Se retira y retrocede.) Un momento más. | ||||
ISIDORA.- No, no... ¡Vete, por Dios! | ||||
ALEJANDRO.- Obedezco... Adiós. (Vacila: al fin se decide a partir.) Hasta luego... Te espero... adiós. | ||||
ISIDORA.- Adiós. (Cae anonadada en una silla, sollozando.) |
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FIN DEL ACTO II
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La misma decoración de los actos primero y segundo. Entre el acto segundo y tercero transcurren algunas horas. Es de noche. Luz eléctrica en el escritorio y en el fondo.
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Escena IX | ||||
Dichos; DOÑA TRINIDAD, DON ISIDRO, DON SANTOS, TRINITA, SERAFINITO. | ||||
TRINIDAD.- (Presurosa, por el foro.) Tu padre viene... Ese hombre... ¡ah!... que salga. | ||||
ISIDORA.- No importa que le vea. | ||||
ALEJANDRO.- Ya no me voy. Quiero hablarle. | ||||
ISIDRO.- (Por el portal.) Señor mío: ya sé lo que aquí pasa. Cumplido por parte de mi hija, el deber de informar a usted de su infortunio, no puedo consentir que permanezca un momento más en mi casa el hombre que se obstina en negarnos la reparación que nos debe. 13 | ||||
ISIDORA.- No se trata de reparación. | ||||
ISIDRO.- ¿Que no? | ||||
TRINIDAD.- ¿Cómo? | ||||
ISIDORA.- He conseguido el triunfo inmenso de reconciliarle con la vida, y esto me basta. | ||||
SANTOS.- No basta, no. ¿Verdad? | ||||
ISIDRO.- No me doy por satisfecho con ese triunfo. | ||||
ALEJANDRO.- Ni yo. Quiero más. La vida mía no es lo que más aprecio. Bien sé que no debo aspirar a vida más completa y dichosa. Soy pobre, nada valgo. No merezco ese bien. | ||||
ISIDORA.- Sí lo mereces... (Pausa.) Chiquillo: abraza a tus padres. | ||||
ISIDRO.- ¡Oh!, sí. | ||||
TRINITA.- (Por la izquierda.) ¿Ves? Se casan. | ||||
SERAFINITO.- Me alegro... Uno más al trabajo. | ||||
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ISIDORA.- Serás mi sostén, mi defensa, mi apoyo en esta lucha formidable; y mi victoria, si la consigo, será también la tuya. | ||||
ALEJANDRO.- (Con entusiasmo.) Gracias a Dios. Ya pareció un fin para mi pobre existencia. | ||||
TRINIDAD.- ¡Bendígaos Dios! | ||||
ISIDRO.- ¡Hijos míos, mi alegría, mi consuelo!... | ||||
SANTOS.- Y creedlo porque os lo digo yo: los hijos de estos hijos, serán la perfección humana. | ||||
ISIDRO.- Nuevo milagro es este de tu constancia, de tu espíritu valiente. | ||||
ISIDORA.- ¡Oh!, ¡preciosa fuerza del alma! Aquí te tengo, aquí. Contigo salvé a los míos de la miseria. Contigo he de hacer aún grandes cosas. 14 |
FIN DE LA COMEDIA