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En la importancia
y en el valor de la metáfora, así como en las reglas
que deben observarse para su elaboración, coinciden la
mayoría de los tratadistas: Luzán dedica todo un
capítulo de su Poética a: «La proporción, relación y
semejanza con que el juicio arregla las imágenes de la
fantasía»
(cap. XV, pp. 192-204 de la edición de Isabel
M. Cid de Sirgado en Cátedra.- Madrid, 1974). Blair, por su
parte, establece nada menos que siete reglas -recogidas de forma
muy resumida por Lista- para la creación de la
metáfora (pp. 42-67,
II), aunque advierte que «deben
igualmente observarse en toda clase de tropos»
(p. 42).
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Siguiendo a
Muratori -y pese a establecer una clasificación de las
figuras a partir de otros criterios- Luzán advierte en su
Poética de la importancia de las pasiones en la
creación de determinadas figuras: «Por causa de los afectos y de las pasiones
parecen también verosímiles o verdaderas a la
fantasía las alegorías, las hipérboles y otras
imágenes semejantes. Es evidente que las pasiones, ofuscando
la razón y turbando el discurso, representan los objetos muy
alterados y diversos de lo que son en sí, los abultan y
engrandecen, los deprimen y disminuyen. [...]. Habiendo dado alma y
cuerpo, y aún divinidad, a las pasiones, fue fácil
hacer lo mismo con otras cosas inanimadas»
(pp. 183-186).