Biografía de Alejandro Ramos Folqués (1906-1984)
Alejandro Ramos Folqués. Perfil biográfico
Las imágenes de mi infancia están unidas a Ilice, porque así llamábamos a La Alcudia. En ellas ocupan un espacio muy grande los períodos de excavaciones arqueológicas durante los que mi padre, cada verano, cambiaba su indumentaria y con el bloc de notas y el lápiz, con la máquina de fotos y el trípode, hacía surgir de la tierra cosas maravillosas. Mientras que mi madre, en el porche de levante de la casa, en cubos y más cubos de agua, lavaba la cerámica, los «tiestos» de los que luego salían las preciosas vasijas que mi padre colocaba en las estanterías del almacén.
Recuerdo muy bien cómo aquel almacén, convertido en Museo, cierto día se llenó de gente y cómo, luego, fuimos todos a ver «el mosaico». Era un 18 de mayo de 1948 y los asistentes al IV Congreso Arqueológico del Sudeste Español, que se celebraba en Elche, visitaban La Alcudia. Conocieron los restos que ofrecían los sectores de excavación abiertos y muy especialmente la basílica paleocristiana que había sido reexcavada unos meses antes para mostrarla a los congresistas. Imágenes estas que, con la ausencia de muchos rostros queridos, he visto repetidas cuarenta y siete años después, en 1995, durante el desarrollo también en Elche del XXIII Congreso Nacional de Arqueología.
Mi padre, Alejandro Ramos Folqués, nació en Elche el 5 de julio de 1906, contaba que mi abuelo, Rafael Ramos Bascuñana, admirador del mundo de la Antigüedad y autor, entre otros libros, del manual universitario El Derecho Romano, editado en Valencia en 1878 y todavía en vigor en algunas universidades, había adquirido a los herederos del Dr. Campello la finca Villa Ilice, también llamada La Alcudia. Contaba que cuando él tenía doce años murió su padre y que, al llegar el verano de 1918, su madre, previa consulta con sus seis hijos, decidió pasar los meses estivales en aquel lugar. Allí se enteró el niño Alejandro del punto preciso en el que había sido encontrada la Dama de Elche y él se dedicó con entusiasmo a buscar otra dama y otros valiosos objetos. No encontró ni una cosa ni otra, pero sí abundantes fragmentos cerámicos y algunas monedas. Poco a poco reunió una colección de piezas que clasificaba ayudado por una escueta bibliografía. Así inició su biblioteca numismática que amplió con textos de Arqueología y también así fue conociendo las épocas a que pertenecían los objetos que iba encontrando y que él, con la ayuda de su madre, iba guardando en un local de la casa que en otro tiempo había sido cuadra para la caballería. Él había iniciado en 1935 excavaciones arqueológicas de carácter oficial en La Alcudia, fecha a partir de la cual se desarrolló un proceso investigador continuo en ese yacimiento que implicó el reconocimiento de sus valores y la consideración de sus aportaciones.
A pesar de sus estudios de Derecho, tradición propia de hijo y nieto de Registradores, su vocación por la Antigüedad era patente y, para ampliar sus conocimientos visitaba con frecuencia el Museo Arqueológico Provincial de Alicante y, durante sus estancias en Madrid, el mercadillo de Filatelia y Numismática, que ya se celebraba en la Plaza Mayor, donde conoció a don Juan Cabré, con quien a lo largo de los años mantuvo una íntima relación y quien orientó sus estudios y lo introdujo en el Centro de Arqueología Rodrigo Caro, departamento del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, donde comenzó sus publicaciones de trabajos de arqueología al tiempo que sus relaciones aumentaban por sus contactos con responsables del Museo Arqueológico Nacional y de la Universidad Central de Madrid.
A principios de 1934, tras la muerte de don Pedro Ibarra Ruiz, el Ayuntamiento ilicitano adquirió la llamada Colección Ibarra y a ella añadió Alejandro Ramos buena parte de la suya, las piezas más excepcionales, con la pretensión de crear un Museo Arqueológico en Elche, lo que consiguió seis años después. Museo que mantuvo su emplazamiento en un semisótano de la calle del Conde, que desde 1936 fue rotulada con el nombre de Pedro Ibarra, hasta 1947, año en el que fue trasladado a uno de los pabellones edificados en el Parque Municipal para la Feria Industrial de 1946, donde permaneció hasta 1982, fecha en la que pasó a ocupar el Alcázar de la Señoría o Palacio de Altamira, sede que hoy, ampliada su colección con los materiales de la Cueva de las Arañas, del Promontorio, de Caramoro y del Parque, ocupa este Museo Arqueológico Municipal de Elche que lleva su nombre.
En 1948 preparó la celebración en Elche del IV Congreso Arqueológico del Sudeste Español. Congreso que sumó a sus sesiones la visita de los congresistas a los yacimientos de El Tossal de Manises y de La Alcudia, donde pudieron contemplar in situ el mosaico de la basílica paleocristiana, mosaico al que hice referencia al relatar mis recuerdos de aquel día, y la estratigrafía ya visible, en varios cortes excavados.
En ese mismo año 1948, con indudable visión de futuro en función de la valoración investigadora y docente de los museos monográficos, tomó la decisión, a su costa y riesgo, previa autorización del Ministerio de Educación Nacional a través de la Dirección General de Bellas Artes, de que los materiales hallados desde esa fecha en las excavaciones de La Alcudia permanecieran en el yacimiento. Hoy todos los materiales obtenidos desde aquel 1948 se encuentran conservados en el Museo Monográfico de La Alcudia que él edificó a sus expensas. Museo que en la actualidad, en función de la donación del mismo realizada por la familia Ramos a la Universidad de Alicante, es parte constitutiva de la Fundación Universitaria de Investigación Arqueológica La Alcudia.
Desde el inicio en el ya mencionado año 1935 de sus excavaciones en La Alcudia, y a lo largo de las cuarenta y ocho campañas que en ella realizó, Alejandro Ramos Folqués mantuvo abiertos una serie de temas que le preocupaban y que, en consecuencia, enfocaron sus trabajos con la finalidad de obtener el esclarecimiento de los mismos: la estratigrafía del yacimiento, obsesión inicial motivada por la contradicción existente entre la opinión de un reconocido investigador y la realidad que él observaba, realidad ya esbozada en 1933 con sus alusiones a la existencia de una posible estratigrafía en La Alcudia debidas a la valoración de los restos de pavimentos antiguos que se mostraban a distintas alturas aunque, influenciado por lo expuesto por Albertini en las conclusiones de su publicación sobre los resultados de sus excavaciones en La Alcudia en el año 1905, en las que afirmaba que allí todo estaba revuelto menos el estrato inferior y que por lo tanto no era posible señalar una estratigrafía en La Alcudia, hubo de presentar aquella realidad ante quienes preferían respetar la opinión en aquellos momentos vigente. No obstante, poco después, el resultado de sus trabajos ya había demostrado plenamente la existencia de una secuencia estratigráfica que comprendía desde niveles prehistóricos hasta la época visigoda. Así, de la lectura de las publicaciones de Alejandro Ramos Folqués se desprende hoy que aquellas tinieblas relativas a la escasez de datos para establecer una estratigrafía habían quedado completamente desvanecidas al demostrar y presentar la existencia de varios estratos perfectamente definidos, que correspondían a varias épocas diferentes de la prehistoria y la antigüedad ilicitanas, aclarando con ello el conocimiento de las distintas etapas que encierra La Alcudia, analizando las peculiaridades de cada una de ellas, evidenciadas por los modos de vida, costumbres, religiosidad, etc., que tuvieron las gentes que, en sus distintas épocas, habitaron este lugar en cada uno de los períodos correspondientes a cada estrato, puesto que La Alcudia permite seguir los pasos del tiempo e identificar la secuencia cultural que conserva.
Otra de las cuestiones que motivaron su trabajo fue el estudio de la cerámica ibérica que inició con las precisiones referentes a la temática de su decoración, a los motivos ornamentales, con el primer ensayo realizado en esta investigación alusivo a la identificación de las imágenes representadas, y a las técnicas de su ejecución; así como a la cronología de sus sucesivas producciones. Su trabajo fructificó y logró establecer la secuencia de los diferentes tipos que presenta esta cerámica, pues realizó su clasificación en función de las etapas a las que se asocian las distintas decoraciones que presenta, desde las exclusivamente geométricas y, después, las de representaciones zoomorfas y antropomorfas, hasta las de tradición ibérica pintadas sobre olpes romanos.
El tercero de los temas que ocuparon básicamente su atención lo constituyó la escultura ibérica, estudio que inició con sus trabajos sobre la Dama de Elche y que culminaron con la documentación que, fruto de sus descubrimientos de excavación en La Alcudia, le permitió precisar la cronología de esta producción escultórica. Cronología que hasta aquellos momentos había experimentado imprecisiones y continuos cambios de valoración: con el hallazgo de la Dama surgió una primera tendencia sostenida por la arqueología francesa que se manifestó a favor del origen griego-arcaico y consiguientemente se dio una fecha a ésta contemporánea a la de la época arcaica de Grecia. Posteriormente, especialistas españoles, atendiendo a la corriente de bajar cronologías, presentaron la generalidad de la escultura ibérica como un arte romano provincial. Y... así estaban las cosas, cuando en 1949-50 Alejandro Ramos Folqués se encontró, en sus tareas sistemáticas de excavación del yacimiento de La Alcudia, con una calle cuyo pavimento de piedras estaba formado en buena parte por fragmentos de esculturas ibéricas. El hallazgo fue trascendental y gracias a él podemos hoy fechar con absoluta tranquilidad..., su cronología, como demostró valientemente Ramos Folqués enfrentándose a las opiniones imperantes, es antigua, del siglo IV e incluso de fines del V a. C. Excavaciones posteriores en otras áreas geográficas han venido con el tiempo a darle la razón y a tapar las bocas de los discrepantes...
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Además, este excavador de La Alcudia escribió que la escultura en piedra de Elche, la escultura contemporánea por factura y estilo a la Dama, corresponde toda a una etapa homogénea, distinta y anterior al período que se venía llamando de estilo cerámico Elche-Archena, con lo que expuso otro notable descubrimiento para la datación de este último. Así, no sólo mostró que la escultura fue más antigua que este estilo de decoración cerámica, que pertenece a un estrato superior, sino que por su posición estratigráfica había que relacionarla necesariamente con la ya indicada época de las importaciones de cerámicas áticas de figuras rojas y barniz negro, fechadas hacia el siglo IV a. C.
Esta documentación tal vez pueda explicar las preguntas de quien había comprado la Dama para el Museo del Louvre, de Pierre Paris: ¿Cómo los ceramistas no han seguido el ejemplo de los escultores? ¿Cómo la vista de la Dama de Elche, en un templo o pórtico, no les ha inspirado?
. Y Alejandro Ramos le respondió: Porque cuando los ceramistas con sus pinceles, se disponían a decorar los vasos con aves, cuadrúpedos, figuras humanas, tallos, flores y abarrocados dibujos, las excelentes esculturas que hábiles manos de sus antepasados esculpieron habían sido arrancadas de los templos y de los pórticos, y destrozadas en mil pedazos yacían por los suelos o formaban parte, como material de construcción, de las casas en que ellos habitaban
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Por su trabajo, entre otras muchas cosas, hoy sabemos que el poblamiento de La Alcudia se efectuó durante el período de los primeros asentamientos urbanos y evolucionó a lo largo de más de un milenio para entrar en el Eneolítico hacia el año 3000 a. C. Su poblado original se restauró durante la Edad del Bronce y las fases finales de esta etapa aportaron materiales cerámicos y metálicos muy significativos. Que a partir del siglo VII a. C. se produjeron una serie de aportaciones técnicas, estéticas y culturales procedentes del mundo mediterráneo que, ya en la segunda mitad del siglo siguiente, originaron el surgimiento de la civilización ibérica. Que desde finales del siglo V y hasta el último tercio del III a. C. se desarrolló su fase cultural a la que perteneció la escultura ibérica y que desde aquellos últimos años de dicho siglo III hasta el momento de la declaración de Ilici como colonia tuvo lugar esa etapa, que él llamó con indudable acierto ibero-púnica, no porque se tratase de un período de dominio púnico sino por el fenómeno «culturizador» que representaba, etapa caracterizada por las representaciones pintadas figurativas de la cerámica; a ésta siguió una etapa transicional denominada período ibero-romano que, a partir de Nerón, dio paso a unas fases plenamente romanas, caracterizadas en esta zona por la presencia de las cerámicas que él llamó romanas de tradición ibérica.
Por todo ello, a Alejandro Ramos Folqués debe fundamentalmente la investigación arqueológica el establecimiento de la clasificación de la cerámica ibérica, la fijación de la cronología de la escultura ibérica, el conocimiento de la estratigrafía de La Alcudia, la fundación del Museo Arqueológico de Elche, la creación del Museo Monográfico de La Alcudia y la conservación de tal yacimiento, en el que inició en 1935 sus excavaciones sistemáticas con carácter oficial y desde entonces las dirigió ininterrumpidamente, realizando cuarenta y nueve campañas, caso insólito y único en la investigación española.
Sus trabajos en el campo de la Arqueología, como se ha reseñado, fueron publicados en las revistas especializadas y además nos legó en varios libros el testimonio de sus descubrimientos.
Alejandro Ramos Folqués fue Académico Correspondiente de la Real de la Historia, del Instituto Arqueológico Alemán, del Centro Internazionale di Ricerche Storiche e Arqueologiche de Viterbo, de la de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona. Director Correspondiente del Centro de Cultura Valenciana, del Instituto de Estudios Ibéricos y Etnología Valenciana, Comisario de excavaciones arqueológicas, Concesionario de las excavaciones de La Alcudia, Delegado-director de las excavaciones del Tossal de Manises de Alicante y de la Cala de Benidorm. Como director del Museo Arqueológico y Cronista oficial y archivero municipal de Elche participó con comunicación en todos los congresos nacionales de arqueología y en los internacionales de Madrid, Hamburgo, Tetuán, Roma y París.
Fue distinguido con la Medalla de Oro de la Orden de Cisneros y con la Medalla al Mérito concedidas por el Estado Español, con la Medalla de Oro de la Orden de la Dama de Elche, al tiempo que fue Caballero del Santo Cáliz y Caballero de la Orden de San Antón.
Murió el 3 de junio de 1984. A Alejandro Ramos Folqués se dedicaron las Primeras Jornadas de Arqueología de la Universidad de Alicante celebradas en Elche en diciembre de 1983, tituladas Arqueología del País Valenciano: Panorama y Perspectivas, editadas por dicha Universidad como anexo de su revista Lucentum, en 1985. Después, según el acuerdo adoptado en aquel 1983, la Universidad de Alicante y el Ayuntamiento de Elche le rindieron un homenaje al que se sumó un ciclo de conferencias, celebrado en Elche durante los días 25 al 29 de noviembre de 1985, que fue editado por la Fundación Cultural Caja de Ahorros del Mediterráneo en 1993 con el título Homenaje a Alejandro Ramos Folqués. Y también la Universidad de Alicante, en 1990, con la colaboración editorial del Instituto Juan Gil-Albert, publicó su obra Cerámica ibérica de La Alcudia como reconocimiento a su labor investigadora y en honor a su memoria.
Rafael Ramos Fernández