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Antonio Alcalá Galiano

Biografía de Antonio Alcalá Galiano

Perfil biográfico

El material noticioso existente sobre Alcalá Galiano es copioso, pues no solo podemos ahondar sobre su vida y obra a través de sus Memorias y Recuerdos de un anciano, sino también a través de sus Apuntes para la biografía o trabajos que complementan o amplía lo referido en dicho corpus de memorias, como sus remembranzas o evocaciones de un tiempo pasado que si bien se centran en determinados escritores o episodios históricos, están engarzados también con sus propias vivencias y recuerdos, como de hecho ocurre en sus publicaciones Anécdotas de las mocedades de Martínez de la Rosa, Canciones patrióticas desde 1808 a 1814, y desde 1820 a 1823 y Jovellanos. Galdós en sus episodios nacionales Trafalgar y La de los tristes destinos dará noticia sobre la figura de su progenitor, don Dionisio Alcalá Galiano (Cabra, Córdoba, 1760-1805), ilustre brigadier de la Real Armada Española, científico y muerto heroicamente en la batalla de Trafalgar. Datos ofrecidos también por el propio Antonio Alcalá Galiano en sus escritos referidos a sus antecedentes genealógicos que, evidentemente, corroboran dicha información y nos remiten también a la fecha de su nacimiento en Cádiz, el 22 de julio de 1789. En su obra Apuntes para la biografía de Excelentísimo Señor Don Antonio Alcalá Galiano -publicada en la imprenta del Colegio de Sordo-Mudos de Madrid en el año 1865- y en sus Memorias publicadas por su hijo (1886) ofrece, pues, un amplísimo material biográfico sobre su persona y antecedentes familiares, tanto paternos como maternos, que han sido utilizados por los estudiosos de su biografía (Ximénez de San Doval, 1948; Campos, 1955; García Barrón, 1970).

Refugiado en Cádiz al producirse la invasión francesa, inició su actividad política y periodística hasta acabada la guerra, declarándose masón y enemigo acérrimo de Fernando VII. Cuando el monarca contrajo matrimonio en 1816 se mostró asaz crítico y burlón, tal como constata en sus Apuntes, pues compuso versos «contra él llenos de diabólico furor, versos que corrieron de mano en mano con poca cautela y [que] podían haberme costado hasta la vida» (1955, II: 286). Intervino de forma decisiva en la sublevación de Cabezas de San Juan, siendo elegido durante el Trienio Liberal diputado por Cádiz. Su estancia en Madrid ocupa también un lugar privilegiado en sus obras citadas, especialmente los episodios referidos a su ferviente exaltación liberal y patriótica, o los relativos a sus discursos o intervenciones como orador en las sociedades patrióticas de la época. Otro tanto sucede con las etapas de su vida relacionadas con hechos de gran relevancia para la historia de España, como la intervención francesa conocida con el nombre de los Cien Mil Hijos de San Luis para derrocar el régimen constitucional. Alcalá Galiano será quien promueva el traslado del gobierno a Sevilla y ante la negativa de Fernando VII de seguir el viaje a Cádiz, impuso su memorable propuesta de declarar demente al monarca y constituir una regencia. Tras la rendición de los constitucionales en Cádiz, Galiano, condenado a muerte, se refugiaría en Gibraltar, trasladándose a Inglaterra el 28 de diciembre de 1823.

Tal como se constata en sus escritos, la penuria económica por la que atravesó en un principio fue evidente. El acaudalado Istúriz, paisano y amigo suyo, y consciente de su precariedad crematística, le acogería por un tiempo en su casa. En Londres viviría con cierta penuria y escasez de medios, dando clases particulares de español, pues se negó a recibir el subsidio que el gobierno inglés daba a los emigrados a fin de sentirse completamente libre para censurarlo, ya que lo juzgaba culpable de haber abandonado la causa de los liberarles en España y consentido la ocupación francesa. En 1825 la familia de Alcalá Galiano se trasladaría a Londres, en un momento en que la escasez de medios no era tan evidente. Su formación humanística y sus conocimientos de inglés posibilitarían su acceso al mundo académico, universitario, nombrándole la University of London en 1828 responsable de la cátedra de Literatura Española, asignándole un sueldo anual de doscientas libras. La lección inaugural la pronunció en inglés el 15 de noviembre de dicho año. Acto al que asistieron numerosos emigrados españoles, tal como constata la publicación periódica El Emigrado Observador en noviembre de 1828. Desde esta fecha hasta el año 1830 sería responsable de dicha cátedra, trasladándose a Francia al producirse la revolución francesa que entronizaría a Luis Felipe, pues pensaba que la nueva monarquía ayudaría a los liberales españoles a derrocar el régimen absolutista de Fernando VII. En un principio se instaló en París y, más tarde, en Tours, en donde residía el duque de Rivas, entablándose entre ellos una estrechísima amistad y fraternidad.

Tras once años de exilio, Alcalá Galiano regresa a España con su hijo y una anciana tía. El 14 de junio de 1834 llega a La Junquera, reside ocho días bajo la vigilancia del capitán general Llauder, «porque era yo buscado por gente inquieta, pero sin justo motivo, porque me negué a toda trama encaminada a derribar el Gobierno existente», tal como indica en sus Apuntes para la biografía (1955, II: 296). La amnistía de 1834, la última de las amnistías concedidas por el Gobierno español, posibilitó su regreso, reanudando de inmediato su actividad política. La prensa madrileña da cumplida noticia de su llegada a Madrid, colaborando anónimamente en revistas de carácter liberal moderado, como el Observador y El Mensajero de las Cortes (García Barrón, 1970: 32-34). Galiano era difícilmente perdonable por su beligerante actitud contra Fernando VII, pero a su regreso, percibió que la situación española no era la misma que la del Trienio Liberal. En el mismo año de su regreso fue elegido diputado por Cádiz y sus ideas políticas habían evolucionado durante el exilio hacia posturas más conservadoras. Bajo su responsabilidad como presidente de la comisión creada para redactar una nueva ley electoral, abandonó el principio de sufragio universal, con la intención de asegurar y consolidar la monarquía constitucional, que en su opinión no podía depositarse en manos de la plebe. Actitud que provocaría agrias censuras entre sus antiguos correligionarios. Sus dos primeros años de regreso a España son harto convulsos, descritos y analizados por Galiano con gran precisión en sus Apuntes. Desde el episodio del cierre de las Cortes en mayo de 1835 a raíz del cese y sustitución del Ministerio presidido por Martínez de la Rosa - que unos días antes sufrió un atentado contra su vida- por el conde Toreno, hasta la apertura de Cortes (noviembre de 1835) bajo el ministerio de Mendizábal y caída del mismo en sustitución de Istúriz, Alcalá Galiano vive en carne propia toda suerte de infortunios y desdichas. Durante el ministerio presidido por Istúriz, Galiano sería nombrado ministro de Marina, cargo ocupado de forma brevísima, pues a raíz de la caída de su ministerio tuvo que emigrar a Francia. Sucesos que coinciden con los levantamientos en provincias y el episodio de la sublevación de la guardia real en La Granja, conocido en su época con el popular nombre la sargentada. El episodio de La Granja le resultaría odioso, provocando un fortalecimiento en su actitud conservadora. Galiano, relevado de su ministerio tuvo que ocultarse por temor a perder la vida. Escondido en Madrid en casa de su pariente y amigo Manuel de Montes y Oca, proyectó su fuga a Francia. Gracias a la especial ayuda del embajador de los Estados Unidos en España, Van Negs, pudo llegar en silla de postas a Bilbao, corriendo grandes peligros antes de su llegada, «[…] pues en Zaragoza, por donde pasé de día, habría sido muerto si hubiese sido conocido. Pisé el territorio francés el 10 de septiembre, por la mañana» (Apuntes II: 298). De nuevo el exilio. Catorce meses pasó en París y Pau con apuros económicos, sin ningún tipo de ayuda oficial y solo «viviendo de lo que mis amigos me daban» (Apuntes II: 298). Tras referir los peligros y las penurias de su segundo exilio señala que no quiso jurar la Constitución de 1812 por considerar su restauración obra de una sedición punible, «siendo privado de mis empleos y honores […], también fueron mandados secuestrar mis bienes con los de otros, lo cual solo podía hacerse por sentencia del Tribunal competente. Para mí tal decisión fue ilusoria, pues lo poco que me queda está en tal estado, que nada cobro de deudores perdidos e infieles» (Apuntes II: 298).

Establecida la Constitución de 1837 Alcalá Galiano juró obediencia desde Pau, trasladándose a España en noviembre de dicho año a sabiendas de que había sido elegido diputado por Cádiz, trasladándose a Madrid el 7 de diciembre para ocupar su escaño en el Congreso de los Diputados. Su incorporación a la vida parlamentaria fue censurada y combatida constantemente por exaltados y progresistas. Perseguido por el gobierno del general Espartero, progresista y hombre de prestigio gracias a la guerra civil y, fundamentalmente, contra los carlistas en la defensa de Bilbao, tuvo que emigrar de nuevo a finales de 1841, dejando en España a su mujer, embarazada, y un hijo de cuatro años sin recursos económicos. Instalado en Francia regresaría de nuevo a España tras la caída de Espartero. Al ser suspendidas las Cortes de forma indefinida tuvo que subsistir con trabajos cuya remuneración económica le posibilitarían vivir con una cierta holgura, de ahí que aceptara la dirección del Colegio de San Felipe de Neri en Cádiz, cuya remuneración económica era de treinta y seis mil reales de sueldo anual (León, 1897: 23), regentado con anterioridad por Alberto Lista, profesor de jóvenes escritores que con el correr de tiempo serían figuras universales, como en el caso de Espronceda. El 28 de diciembre de 1844 Galiano toma posesión de su plaza como académico de la Real Academia Española y restablecida la vida parlamentaria se establecería en Madrid a fines de octubre de 1844 como diputado, defendiendo con no poco tesón el Ministerio presidido por el duque de Valencia. En 1845 sería nombrado senador y al disolverse el Ministerio en febrero de 1846, Istúriz ratificaría dicho nombramiento, de suerte que a primeros de marzo del referido año tomó asiento en el Senado. Como es bien sabido, los vaivenes políticos se sucedieron de forma ininterrumpida, produciéndose una serie de ceses y nombramientos casi de forma vertiginosa en esta época. Alcalá Galiano no solo sufrió el destierro en reiteradas ocasiones, sino que también tuvo que soportar, al igual que otros políticos, el amargo pan de la cesantía. Él mismo en sus Apuntes nos resume este periodo de su vida y señala que desde abril de 1847 hasta el momento en que escribe sus Apuntes, abril de 1850, lleva tres años de cesante: «En el Senado, en enero de 1849, y durante la legislatura del mismo año, me he presentado en oposición fuerte y firme al Gobierno, aunque en nombre de doctrinas monárquicas. En la legislatura de 1850 he guardado silencio» (Apuntes II: 304).

Alcalá Galiano concluye sus Apuntes para la biografía con un resumen de su vida a los sesenta años de edad, con más de treinta de servicios, «mandando el partido a que he correspondido durante catorce años, vivo oscuro y pobre, si bien cobrando lo que las leyes dan a los exministros de todas las opiniones y todos los partidos» (Apuntes II: 304). Para completar el material noticioso ofrecido por el propio Alcalá Galiano en sus Recuerdos, Memorias y Apuntes para la biografía, cuyas obras analizaremos en posteriores páginas, es necesario acudir a estudios específicos que analizan los últimos años de su vida a fin de dar una visión plena de los episodios de su vida que no figuran en dichas obras, como los sucesos acaecidos a raíz de la subida de Narváez al poder en 1856, siendo recompensado por los conservadores con el cargo de Consejero Real y, más tarde, como embajador plenipotenciario en Turín y en Lisboa (García Barrón, 1967: 5-31; 1970: 45-46). Cabe recordar que con anterioridad había tenido como subalterno en la Embajada Española en Portugal a su sobrino Juan Valera, que a través de sus cartas ofrece una visión intimista, curiosa y personal sobre Alcalá Galiano que no aparece nunca en sus Recuerdos, Memorias y Apuntes para la biografía. Cabe señalar también que en 1859 es nombrado académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Años más tarde, 24 de abril de 1863, ingresaría como académico en la Real Academia de la Historia y en el año 1864 el conservador y ecléctico Narváez, que con anterioridad había sido el paladín de la reina madre exiliada y pieza clave en la denominada España isabelina (1843-1868), le nombraría ministro de Fomento. Meses después, el 10 de abril de 1865, tendría lugar el célebre conflicto provocado por los artículos de Castelar, dirigente del Partido Democrático y catedrático de Historia de la Universidad Central de Madrid, publicados en el periódico La Democracia. Sus artículos «¿De quién es el Patrimonio Real?» y «El Rasgo», publicados el 21 y 22 de febrero de 1865, respectivamente, censuraban y ridiculizaban la supuesta generosidad de la reina por la donación al pueblo de unos bienes de su patrimonio. Narváez pidió a Alcalá Galiano, de cuyo ministerio dependía la Universidad, que destituyera a su rector, Juan Manuel Montalbán. Su cese, fue decretado por orden del Partido Moderado de Narváez, el 7 de abril de 1865. Tres días más tarde, la Guardia Civil, unidades de Infantería y de Caballería del ejército reprimieron de forma sangrienta a los estudiantes de la Universidad que realizaban una serenata en la Puerta del Sol en señal de apoyo a su rector. Represión que pasaría a la historia con el nombre «Noche de San Daniel» en la que murieron nueve personas y más de cien heridos. Al debatirse al día siguiente el grave suceso en el Consejo de Ministros, Galiano increpó y censuró a González Bravo, ministro de la Gobernación, por su decisión de enviar las fuerzas armadas para sofocar la manifestación. La disputa fue terrible, áspera, violenta, y en el curso de esta formidable reyerta verbal, Alcalá Galiano sufrió un ataque de apoplejía que provocaría su muerte. A raíz de este episodio y disputas en los círculos sociales, la prensa de la época recogería todo este material noticioso para pedir que se calmaran los ánimos y acabar con la crispación en la que estaba sumida la sociedad, tal como se constata en las publicaciones periódicas de diversa tendencia ideológica, como, entre otras, Las Novedades, La Iberia, La Democracia, El Pueblo, La Soberanía Nacional y La Nación. Cabe recordar también que el rector Juan Manuel Montalbán fue sustituido por Diego Miguel y Bahamonde, perteneciente al Partido Neocatólico, y que González Bravo y Ríos Rosas se retaron en un duelo. Todo ello formó parte de la comidilla diaria del momento, como tema de murmuración en la cotidiana vida de la España de finales del segundo tercio del siglo XIX. Un contexto histórico en el que se engarza el fallecimiento de Alcalá Galiano, 11 de abril de 1865.

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