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La «niebla de los accidentes», en la que se oculta el Dios del Antiguo Testamento, impide al hombre concebir a Dios como creador del mundo. Pero ya una generación antes, Francis Bacon había interpretado la niebla de los accidentes de modo completamente contrario, o sea como invitación a deshacerla. También, en el caso de Bacon, el rey Salomón adopta un papel importante, incluso revolucionario en comparación con las alegorías tradicionales de Gracián. No solamente le da a la orden, que rige el estado utópico de Nova Atlantis, el nombre («Salomon's House»), sino que hace al rey Salomón, en su obra Cogitata et visa de 1607, testigo de cargo de su utopia científica, que tiene como finalidad el descubrimiento de los misterios de la naturaleza: «Rursus in Scripturis Sacris notabat, Salomonem Regem, cum imperio, auro magnificentia operum, satellitio, famulitio, servorum et famulorum pulcherrima descriptione et ordine, classe insuper, nominis claritudine, et summa hominum admiratione floreret, nil horum tamen sibi gloriae duxisse, verum ita pronuntiasse: "gloriam Dei esse rem celare, gloriam Regis autem rem invenire:" non aliter ac si divina natura innocenti et benevolo puerorum ludo delectaretur, qui ideo se abscondunt ut inveniantur, ac animam humanam sibi collusorem in hoc ludo, pro sua in homines indulgentia et bonitate optaverit. Atque hanc inveniendi gloriam eam esse, quae humanam naturam nobilitet, nec interim cuiquam mortalium molesta sit (ut civilia esse solent), nec conscientiam in aliquo remoretur aut mordeat, sed omnino meritum et beneficium sine alieujus pernicie, injuria, aut tristitia, deferat. Lucis enim naturam puram et absque maleficio esse; usum ejus pervertí, ipsam non pollui (BACON, 1828, vol. X: 491; véase también Novum Organum [1620], ib., vol. IX, I: 129).

 

22

En cuanto a la oposición «querubín - serafín» véase GREEN, 1953: 219, nota 1.

 

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Sin embargo, ya los confidentes más íntimos del fundador de la orden, Francisco de Borja y Jerónimo Nadal, no se atienen a las intenciones del santo, dejando atrás la imagen, que puramente refleja la realidad. Ya en 1562, Borja recomienda en sus Meditaciones para todas las dominicas y ferias del año valerse de las imágenes alegóricas: «Para hallar mayor facilidad en la meditación se pone una imagen que represente el misterio evangélico, y así antes de comenzar la meditación, mirará la imagen y particularmente advertirá lo que en ella hay que advertir, para considerarlo en la meditación mejor y para sacar mayor provecho de ella; porque el oficio que hace la imagen es como dar guisado al manjar que se da de comer, de manera que no queda sino comerlo» (Ib., p. 9.ª, citado según Orozco 1977: 38, nota 11). En 1593, Nadal, el autor de Adnotationes et Meditationes in Evangelio, publica a continuación de éstas una obra de tamaño grande, las Evangelicae Historiae Imagines, que contienen escenas ilustradas recomendadas para la meditación, «con grandes láminas, tamaño folio, con composiciones pluritemáticas, al pie de las cuales quedan señaladas con letras los distintos puntos a meditar en torno a cada una de las correspondientes escenas representadas» (OROZCO, 1977: Ib.).

 

24

Cit. por Assunto (1963: 150). Cf. PANOFSKY (1970).

 

25

En cuanto al «peligro de la vida» véase GUARDIOLA ALCOVER, 1980: 145.

 

26

Véase GUARDIOLA ALCOVER, 1980: 144.

 

27

«Hanse de procurar los medios humanos como si no hubiese divinos, y los divinos como si no hubiese humanos. Regla de gran maestro; no hay que añadir comento».



 

28

Scripta de Sancto Ignatio (MATRITII, 1904, I: 466 p.); citado por Stinglhamber (1954, 201). Véase también Loyola (1963, 934; Carta a Francisco de Borja del 17 de septiembre de 1555).

 

29

En una colección de cartas escogidas del fundador de la orden, Hugo Rahner escribe sobre Ignacio de Loyola: «En una época, en la que los ideales medievales habían perdido su vigor, y los ideales modernos no habían madurado todavía, Ignacio de Loyola parecía representar dos épocas a la vez, adelantándose ala una y dándole por última vez vida ala otra» (LOYOLA, 1956: 217).

 

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Podríase interpretar la forma de la exégesis de Gracián precisamente como un último intento de volver a justificar la necesidad del comentario frente a la crítica, que comenzaba a predominar, tal como se presenta la oposición de «commentaire» y «critique», postulado por Michel Foucault para esta época (véase FOUCAULT, 1966: I, 4, i). Además aparece obvio, que el concepto de legitimación de Gracián a la fuerza tiene que contrastar con la interpretación de Hans Blumenberg de una «legitimidad de la edad moderna» (BLUMENBERG, 1973-76).

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