Del amplio panorama de la novela en la «generación del 80 argentina», Eugenio Cambaceres (1843-1889) es el autor que ha llegado a nuestros días con mayor prestigio y actualidad. Ora crítico, ora portavoz de la élite social e intelectual a la que pertenecía, su breve obra se convierte en testimonio de una sociedad en proceso de modernización. Es también ejemplo de la búsqueda de nuevas formas para la narrativa de su tiempo: partiendo de la tradición costumbrista y el lenguaje del periodismo, incorporará más adelante las tendencias de la novela moderna. Asimila el naturalismo en su preocupación por la realidad, y el subjetivismo y esteticismo fin de siècle al abordar el conflicto entre el individuo y la cultura materialista de su tiempo
Entiendo por naturalismo, estudio de la naturaleza humana, observación hasta los tuétanos. Agarrar un carácter, un alma, registrarla hasta los últimos repliegues, meterle el calador, sacarle todo, lo bueno como lo malo, lo puro si es que se encuentra y la podredumbre que encierra, haciéndola mover en el medio donde se agita, a impulsos de los latidos del corazón y no merced a un mecanismo más o menos complicado de ficelles, zamparle al público en la escena personajes de carne y hueso en vez de títeres rellenos de paja o de aserraduras (...), sustituir a la fantasía del poeta o a la habilidad del faiseur, la ciencia del observador, hacer en una palabra verdad, verdad hasta la cuja...
Eugenio Cambaceres
(Carta a Miguel Cané, 24 de diciembre 1883)