Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.




ArribaAbajoElegía VII


ArribaAbajo    Si el presente dolor de vuestra pena
sufre escuchar, de la pasión, que siento,
esta mi Musa de dulçura agena;

    estad, Señor, un breve espacio atento
a las llorosas lástimas, que canto  5
solo, puesto en olvido y descontento.

    Que si yo puedo declarar bien, cuánto
estrago haze Amor en mis entrañas,
no será en vano mi quexoso llanto.

    Mas, ¿cómo las cruezas y hazañas  10
del fiero usurpador de l' alma mía
dezir podré, y sus bueltas siempre estrañas?

    Seguro, alegre, en quiëtud vivía
con libertad y coraçón ufano,
mostrando contra Amor grande osadía.  15

    Pensava, mas al fin pensava en vano,
que contra la dureza de mi pecho
no pudiera el rigor deste tirano.

    No me valió; que al cabo a mi despecho
rendí a su yugo el quebrantado cuello,  20
y fue mi orgullo sin valor deshecho.

    Un sutil hilo pudo d' un cabello,
más bello que la luz del Sol dorado,
traerme preso sin jamás rompello;

    y unos ojuelos de color mesclado,  25
que prometen mil bienes, sin dar uno,
tomaron el imperio en mi cuidado.

    Vilos, y me perdí, mas, ô importuno
remedio, que no viéndolos, me pierdo
del mayor mal que tuvo amante alguno.  30

    El seso pierdo, cuando estoy más cuerdo,
pero Amor es furor, quien no está loco,
dirá, que hablo sin algún acuerdo.

    Las cosas, que d' amor apunto y toco,
no alcança esa profana y ruda gente;  35
vos sí, que de su mal no sabéis poco.

    Yo voy por un camino diferente
en los males que tengo, y nunca espero
sanar deste dolor, que l' alma siente.

    Al bien medroso, al mal osado y fiero,  40
y estoy de gloria y ufanía lleno,
cuando en la fuerça del tormento muero.

    Si puedo alguna vez hallarm' ageno
de mi pasión, ocupo la memoria;
en cuán poco meresco, lo que peno.  45

    No cabe en mí pensar que tanta gloria
se deve a mi dolor; ni que s' estienda
de mis afanes la dichosa istoria.

    No hallo ya razón que me defienda
de perdición, pues corro tras mi engaño,  50
y me despeño sin cobrar la rienda.

    D' un día en otro voy al fin del año,
desvanecido y lleno d' esperança,
sin abraçar el claro desengaño.

    Pienso y entiendo, que hazer mudança  55
podrá valerme, mas la cruda vira
d' Amor o cerca, o lexos todo alcança.

    Mil vezes contra mí me pongo en ira,
y culpo mi temor y mi flaqueza,
que del onrado intento me retira.  60

    Mas ¿quién tiene tan grande fortaleza?
¿quién vê, libre del mal aquel semblante
y pura flor d' angélica belleza?

    No soy peña, ni duro diämante;
tal furor tierno vive en estos ojos,  65
que de su luz s' enciende en un instante.

    Pequeños son, no alcançan mis enojos
a merecer la gloria del mal mío,
ni vêrse juntos entre sus despojos.

    Nevoso ivierno y abrasado estío  70
destruyen mi esperança de tal suerte,
que me mata el calor, y acaba el frío.

    Más qu' otro pudo ser, mi pecho es fuerte,
pues no fallece en tal dolor, sufriendo
los estremos efetos de la muerte.  75

    Cual suele Febo aparecer, trayendo
la luz y los colores a las cosas,
cuando del sacro mar sale luziendo;

    tales sus dos estrellas gloriösas
dan a mi alma claridad divina,  80
que m' enciende en mil llamas amorosas.

    Y cual se muestra el cielo, si declina
la luz, y con la sombra tenebrosa
el orror de la noche s' avezina;

    tal yo, sin su beldad maravillosa,  85
estoy confuso y lleno de recelo,
desierto y triste en soledad penosa.

    Las ricas hebras del dorado velo
vencen a las que cercan a Ariana
en el eterno resplandor del cielo.  90

    ¡Cuánto m' engaña esta esperança vana
en contar de mi afán la triste istoria,
y el desdén de mi Estrella soberana!

    No sufre mi fortuna tanta gloria,
qu' espere merecer alguna parte  95
de mi dolor lugar en su memoria.

    El fiero estruendo del sangriento Marte,
de que tiembla medroso el Lusitano,
atónito de tanto esfuerço y arte;

    incita éste mi canto umilde y llano  100
en su alabança, pero apena puedo
juntar las Musas al furor insano.

    Otro que tenga espíritu y denuedo,
podrá cantar, igual a tan gran hecho;
que yo en dezir mis males estoy ledo.  105

    El dolor que padece vuestro pecho
permita, y la serena luz ardiente,
y el oro, qu' os enlaza en nudo estrecho,

    que yo, ô sublime gloria d' Ocidente,
ose mostrar en este rudo canto  110
lo qu' el deseo publicar consiente.

    Que si, como pretendo, yo levanto
la voz, el Indo estremo, el Lapón frío,
y aquél qu' el alto Febo abrasa tanto;

    y quien abita el Amazonio río,  115
onrarán vuestro nombre generoso,
admirados d' oír el canto mío.

    ¿Cuándo será aquel día, en qu' el hermoso
rayo d' Amor y celestial Luzero
hiera este campo y río venturoso?  120

    Betis, qu' al grande Océano ligero
con curso ufano contrastar porfías,
sin espantarte su semblante fiero;

    con creciente mayor, que la qu' envías,
rebosa, y salgan del ondoso seno  125
tus Ninfas a ayudar las vozes mías.

    Descubra el cielo el resplandor sereno,
y virtud nueva infunda a tu ribera,
y al campo, de mil flores siempre lleno.

    La luz de hermosura verdadera,  130
por quien suspira el venturoso amante,
por quien en esperança desespera;

    con pura faz de rosas, semejante
a la bella y divina caçadora,
se te muestra, y ya casi está delante.  135

    Pinta pues, variändo; orna y colora
de perlas y esmeraldas tus cristales,
y tus arenas enriquece y dora;

    y ciñe con mil ramos de corales
la venerable frente, a cuya alteza  140
son los más grandes ríos desiguales;

    y ofrece umildemente a su belleza
los nobles dones, qu' abundante cría
de tu fértil corriente la riqueza;

    Venid diziendo ya, Señora mía,  145
meresca ya por vos aquesta tierra
el bien que mereció esa tierra fría.

    En esta parte el largo cielo encierra
(tanto puede alcançar la suerte umana)
cuanto aparta de otras y destierra.  150

    Sola vuestra grandeza soberana
le falta, para ser siempre dichosa,
venid pues, ô clarísima Diana.

    Este prado y ribera venturosa,
este bosque, esta selva y esta fuente  155
os llama y os suspira deseösa.

    Ceñid vuestra serena y limpia frente
deste florido cerco, entrelazado
de los ricos esmaltes d' Oriënte.

    Umilde don, mas deve ser preciado;  160
que yo doy sólo a vos estos despojos,
a pagar mayor censo condenado.

    Ya son eternas flores los abrojos,
y el frío ivierno buelto va en verano
con la cercana luz de vuestros ojos.  165

    En medio deste abierto y fértil llano
alçará de mis Ninfas todo el coro
un templo a vuestro nombre soberano.

    Y con guirnaldas en las hebras d' oro
texerán bueltas, y trairán consigo  170
las qu' en sus ondas cría el seno Moro.

    Y todas juntas cantarán comigo
del sagrado Imeneo en alabança,
de qu' el cielo a querido ser testigo.

    Venid, ô gloria nuestra y esperança;  175
deshaga vuestra vista el sentimiento
de quien tanto s' ofende en la tardança.

    Mas ¿dónde m' arrebata el pensamiento?
¿Do en tan alta grandeza me levanto
con vano y temerario atrevimiento?  180

    Vos tenéis, gran Marqués, desto, que canto,
la culpa, y me hezistes atrevido;
que yo de mí no pienso, ni oso tanto.

    Mi ruda Musa sólo en mi gemido
s' ocupa y en memoria de los daños,  185
qu' a tan mísero estado m' an traído.

    Sabrosa perdición, dulces engaños,
siempre temido mal, eterna pena,
que sufrí triste de mis tiernos años,

    dieron la gloria de desdichas llena,  190
al simple canto, a cuya rustiqueza
abrió el Amor una profunda vena.

    Mas para celebrar la gran belleza
de la inmortal Diana y su luz pura,
y del mucho amor vuestro la grandeza,  195
ni puedo, ni meresco tal ventura.




ArribaAbajoSoneto LXXIII


ArribaAbajo    Tú, que con la robusta y ancha frente
y grandes ombros sustentaste alçado,
rey Africano, todo el consagrado
cerco de las estrellas reluziente;

    y tú, que cuando Atlante temblar siente  5
la inmensa carga, sin doblar cansado
el vigor de tu cuello, levantado
sufriste tanto peso osadamente;

    yo no os invidio, aunqu' en la grandeza
y en valor desigual; porqu' el sereno  10
cielo y estrellas do el Amor se cría;

    y donde reina eterna la belleza,
sostuve gloriöso y de bien lleno,
cuanto sufrió la corta suerte mía.




ArribaAbajoSoneto LXXIV


ArribaAbajo    Dond' el dolor me lleva, buelvo el paso
tan cansado y perdido, que no tengo
para arribar fuerça, y nunca vengo
a conceder holgança al cuerpo laso.

    El mal me sigue, d' uno en otro paso,  5
perpetuo y grave, tal, que lo sostengo
sólo por entender, qu' en mí me vengo
de cuanta pena por Amor yo paso.

    Si en este afán, qu' a d' acabarse tarde,
osara esperar bien, fuera descanso  10
dulce y regalo mi mortal congoxa.

    Mas ya remedio no vendrá, que guarde
el coraçón caído; y más me canso,
cuando el trabajo intenso en algo afloxa.