«Et no andedes tras vuestra voluntad en comer ni en bever ni en fornicio». De gula y lujuria en la literatura sapiencial
Marta Haro Cortés
Uno de los grandes conflictos del hombre medieval fue, sin duda, compatibilizar las pasiones del cuerpo con las bondades del alma, ya que, según las directrices del cristianismo, las realidades materiales encaminadas al bienestar físico desvían el alma de su función prioritaria que es la consecución de la virtud y del bien perdurable. Por tanto, «Si tú ovieres piedat de la tu alma, faz lazdrar el tu cuerpo en el servicio de Dios»
1. Los teólogos, teóricos y filósofos cristianos se esforzaron por corregir y reglamentar las manifestaciones de los instintos y todo comportamiento que diese rienda suelta a los impulsos individuales, entre ellos, y de modo muy especial, los que desencadenaban la gula y la lujuria2. Por otro lado, la disciplina corporal (habitus, gestus, locutio y comestio), siendo una de sus partes la conducta en la mesa y la pauta en el comer y beber, adquirió notable importancia y se convirtió en objeto preferente en la educación como paso necesario para alcanzar la perfección moral3. Y, por último, en el ámbito de la medicina la diætetica tenía como objeto conservar la salud mediante un régimen de vida saludable basado en las «seis cosas no naturales»
de Galeno, una de las cuales era la comida y bebida4. La literatura sapiencial tanto en los espejos de príncipes y manuales de instrucción, como en exempla, sentencias y tratados da cuenta y conjuga las distintas perspectivas que, en torno a la comida y sus efectos físicos y morales, conforman el mundo y la mentalidad del individuo medieval.
La asociación de gula -entendida como el deleite inmoderado en la comida y bebida- y lujuria en el ámbito moral y religioso pone de manifiesto el binomio irreconciliable cuerpo y alma, ya que ambos pecados capitales (junto con la avaricia) son los propios del cuerpo. Los vicios son obra de la carne y las virtudes frutos del Espíritu Santo. El efecto más pernicioso de la gula, según San Gregorio Magno (Moralia, 31, cap. XIV), y siguiendo sus argumentos para la mayoría de los teólogos cristianos, es la lujuria5. No en vano, Casiano otorgaba a la gula el primer puesto en su clasificación de los pecados, ya que, según él, era la vía maestra de la tentación y la puerta de entrada al universo del pecado, especialmente y de modo directo a la lujuria que ocupaba el segundo lugar en su listado.
El Arcipreste de Talavera al hablar de la gula concluye afirmando: «Por ende conviene después de mucho comer e de mucho bever muchas diversas e preçiosas viandas luxuria cometer»
6. Igualmente en los Castigos de Sancho IV se pone el ejemplo de los hijos del obispo Heli, calificados como disolutos y malvados «... en especial en pecados de gula e de luxuria, que son de tal natura que aquestos dos pecados trahen muchos otros males consigo»
7. Pero, a todas luces, es el «Enxiemplo del ermitaño bebedor» (Th J485, T 1816)8, con una larga tradición, el que sintetiza a la perfección cómo un vicio puede desencadenar numerosos yerros. En los testimonios que se conservan pueden distinguirse dos versiones: una, la que recogen el Libro de Apolonio (cc. 54-55) y el Espéculo de los legos (p. 139), y la otra, la que transmiten el Libro de Buen Amor (edición de A. Blecua, cc. 529-541) y el Viridiario (f° 14v°). En todas estas representaciones la lección ejemplar que se sigue es la misma:
E escogiendo de cometer el peccado de la embriaguez así commo peccado menor, cometió tres peccados, conuiene a saber la enbryaguez e el corronpimiento de la uirgen e el omecidio9. . |
Los tratados de formación de futuros príncipes, de nobles y de novicios, que tuvieron un gran impulso a partir del siglo XIII, tuvieron muy en cuenta la educación del cuerpo, prestando mucha atención a la continencia alimentaria para atajar la gula y los vicios que de ella se derivan, y también se interesaron por la disposición en la mesa. Hugo de San Víctor (1096-1141) en su De institutione nouitiorum (ca. 1125), dedicado a los novicios del monasterio de San Víctor en París, esquematizó la dicotomía entre disciplina interior y exterior: «Quatuor sunt precipue in quibus conseruanda est disciplina: in habitu, in gestu, in locutione, in mensa, id est in comestione»
, esto es, el modo de vestir (habitus), los gestos (gestus), la forma de hablar (locutio) y la disciplina en la mesa (comestio)10. Por lo que se refiere a «De mensa», especifica:
In mensa est duplex custodia discipline. Ibi enim debet homo seruare disciplinam in habito suo, et disciplinam in cibo suo. Disciplinam in habitu tribus modis: in disciplina tacendi, in disciplina uidendi, in disciplina continendi sese. [...] Sequitur enim triplex obseruantia discipline in cibo, obseruantia in eo quid sumat, obseruantia in eo quomodo sumat.11 |
Por su parte, Guillermo Peraldo (ca. 1200-1271) divide su De eruditione principum (ca. 1265) en siete libros que se ocupan respectivamente del regimiento de las cosas que pertenecen al príncipe (I), relación del gobernante con Dios y con la iglesia (II), gobierno de uno mismo (III), trato con sus oficiales y seguidores (IV), hijos y familia (V), súbditos (VI) y enemigos (VII). El libro quinto será un completo tratado de educación para nobles. Y también constata la importancia en la formación de la disciplina corporal:
Puerorum eruditor volens eos in bonis moribus informare, primo debet disciplinae correctionis corporis intendere, quae circa sex attenditur, quae sunt: gestus, habitus, loquela, sumptio cibi et potus, continentia conjugalis, vel majoris perfectionis.12 |
Egidio Romano (1247-1316) escribió su tratado De reginime principum, hacia 1277-1281, a petición de Felipe III el Hermoso para su hijo el futuro Felipe IV (obra que fue traducida en 1282 por Henri de Gauchy al francés por encargo del monarca). Este tratado fue glosado por Juan García de Castrojeriz en su Glosa castellana al regimiento de príncipes, compuesta alrededor de 1345-1350, y que sirvió para la educación del heredero de Alfonso XI, Pedro I. En el capítulo XI del Libro II (p. 171) expone:
De igual modo, en la Segunda Partida de Alfonso X, en el Proemio del Título III (pp. 193-194), se explicita que:
Y al hablar de la obra (Título V, Ley I, p. 197) la concreta en tres maneras:
Por tanto, el comer, el beber y, en general, la apostura en la mesa son citas obligadas en los regimientos de educación y forman parte de las funciones de los ayos o instructores:
En la Disciplina clericalis, «Del modo de comer» (p. 88), se plantea una sucinta pero clara lección de higiene y urbanidad en la mesa que también es seguida en la Segunda Partida (Título VII, Ley V, pp. 208-209)13:
En definitiva, hay que comer y beber mesurada y apuestamente para cumplir las reglamentaciones morales, médicas y de urbanidad. Y, al mismo tiempo, y no menos importante, todos estos preceptos contribuirán a que el monarca pueda ejercer de ejemplo y espejo para todo su pueblo. No obstante, para que la formación del individuo sea completa también hay que pasar revista a los perjuicios y pecados que acarrea conducirse instintivamente y caer en la gula.
Seis son las maneras, enunciadas en la Glosa castellana al regimiento de príncipes, en que puede el hombre pecar con el comer. Se sigue la división que aplicó san Gregorio a la gula (Moralia, XXX, cap. XVIII)14:
Idéntico razonamiento expone el arzobispo Hernando de Talavera en su Tratado sobre el vestir, calzar y comer:
... que en tomar el mantenimiento pecamos no tomando quanto es menester, avnque esto acaesce pocas vezes, e muy muchas vezes tomando de más. Especialmente excedemos en çinco maneras. Conuiene a saber: tomándolo en demasiada quantidad, en vna vez o en muchas; y queriendo viandas costosas y exquisitas; iten, queriéndolas mucho adobadas, avnque de suyo sean viandas despreciadas; e tomándolas otrosí no en tiempo deuido; y tomándolas con grande ardor y deleite.15 |
También son seis (aunque únicamente se explicitan cinco) los males que, según el Libro del consejo y de los consejeros (pp. 58-60), se derivan de la ebriedad, probablemente la plasmación más común de la gula. Se sigue, de nuevo, a san Gregorio (Moralia, XXXI, cap. XLV, p. 59)16:
E en otra manera es dicho beudez por afloxamiento que toma omne con sobejania de beuer mucho, onde nasçe desordenamiento de natura o oluidança de voluntad. E los males que nasçen de la beudez son muchos además. Enpero, segund cuentan los sabios, son seis. El primero es que faze al omne menguar el entendimiento. [...]. El terçero [sic], enflaquesçe el cuerpo. [...] El quarto, que se descubre la poridat. [...]. El quinto que nasçe della luxuria. [...]. El sesto que buelve muchas barajas e contiendas e trae la muerte a los omnes ante de tiempo.17 |
Coinciden con los señalados en la Glosa castellana al Regimiento de príncipes (Libro II, cap. XII, pp. 176-181); no obstante, hay que notar que Juan García de Castrojeriz ha colocado en primer lugar la lujuria, subrayando la asociación que venimos comentando entre gula y lascivia:
El primero es que enciende al cuerpo a obras de luxuria porque escalienta mucho el cuerpo e avívalo a todo mal e por ende los mozos e los mancebos, que de sí son inclinados a la lozanía de la carne, conviene que sean bien guardados del vino, porque no sean más inflamados a mal. El segundo mal que face la superfluidad del vino es que turba el entendimiento e la razón, ca cuando los fumos e los vahos del vino suben a la cabeza, traban el meollo e así se enbarga el uso de razón por la superfluidad del vino. [...] El tercer mal que se levanta del vino es discordia e pelea, ca después que los ommes por el vino pierden el uso de razón, dicen palabras malas e soverbias e dende se levantan peleas e barajas.18 |
En la Segunda Partida (Título VIII, Ley XI, p. 211) también se dedica atención a las hijas del rey de modo similar a los varones: «[...] e deben pugnar que sean bien mesuradas e muy apuestas en comer, e en bever, e en hablar, e en su continente, e en su vestir, e de buenas costumbres, e en todas cosas»
19.
En el Jardín de nobles doncellas (1468-1469), dedicado a la futura Isabel la Católica, fray Martín de Córdoba escribe su espejo de princesas para formar a la joven infanta en las bondades, virtudes y deberes propios de una reina, en su caso, reina propietaria. En el orden privado la mujer ha de reglar todo lo que concierne al corazón, a la boca y a las manos, es decir, apetitos, palabras y obras respectivamente. Estas últimas se centran en el gesto que ha de estar presidido por la modestia; en el hábito, siempre de honestidad; en la nutrición, regulada por la contención y, por último, la generación determinada por la castidad20. En lo que se refiere a la alimentación se explicita: «Pues estas dos potencias ha de ordenar el virtuoso, poniendo en el comer & bever, abstinencia & medida segund tres circunstancias que son poco & a paso & limpio»
(pp. 233-234). En definitiva, mesura y contención. Estas recomendaciones siguen los planteamientos establecidos por san Isidoro (Sententiarum Libri, II, cap. LXII), que caracteriza la gula en cuatro divisiones: excederse en la sustancia, en la cantidad y desordenarse en el modo o en el tiempo de comer. De ahí los tres consejos: «poco» que contrarresta la demasía de sustancia y cantidad; «a paso» referido al tiempo; y «limpio» por lo que respecta al modo.
El desarrollo de estas premisas lo hallamos cargado de razonamientos en los Castigos y dotrinas que un sabio dava a sus hijas (segunda mitad del siglo XV), tratado que como dote y en forma de epístola con estructura decalogal dirige un padre a sus hijas para que sean perfectas casadas:
- amar dios sobre todas las cosas y con el corazón puro (pp. 91-92);
- querer para el prójimo lo que para uno mismo (p. 92);
- amar al esposo y serle mandada y obediente (pp. 92-95);
- guardar castidad (pp. 96-97);
- ser honestas (pp. 97-102);
- bien regidas y mesuradas en el comer y el beber (p. 102);
- cuidar y administrar la hacienda (pp. 102-103);
- evitar y excusar de enemistades a los maridos (p. 104);
- no ser celosas ni estar pendientes a toda hora del cónyuge (pp. 104-105);
- ser templadas y bondadosas en el trato con la descendencia (pp. 105-106.21
El sexto mandamiento rige la forma y actitud en la mesa. Las consideraciones que aporta el progenitor, coinciden con las señaladas anteriormente, de acuerdo con los preceptos de san Gregorio:
Lo sesto que avéys de guardar, muy amadas hijas, es que seades bien regidas y mesuradas en vuestro comer y bever, en especial las que bien lo podéys escusar. No devés bever vino ni lo devés consentir bever a vuestras mugeres, ca dize el filósofo que tres males acarrea el vino espeçialmente a las mugeres: el primero que enciende el cuerpo a obras de luxuria; el segundo que les turba el entendimiento y la razón; el tercero que las haze ser sobervias y deseosas de discordia. Y demás d'esto, commo dize Oraçio, el vino haze descobrir las poridades y revelar los secretos y haze consentir cosas desonestas, y haze mucho hablar y perder la vergüença, y aunque por otra cosa no lo dexasen de bever las onestas dueñas salvo por no oler a ello a sus maridos, lo devían hazer. Pero ay neçesidades en que os lo mandarán bever, estonçe debe ser muy tenpladamente, y más por sanidat que por gana, y quitada la nesçesidat dévese dexar; ni devés hazer mucho por el comer, en espeçial cosas de golosinas ni manjares costoso, ca los manjares demasiados, muchos males acarrean y mucho perdimiento de la hazienda [en] espeçial no estando vuestros mardos con vosotras, siquiera por dar a entender que no queréys gozar de buena cosa, ni aver plazer conplido no estando ellos con vosotras22. |
Se insiste en la mesura en el comer y beber para atajar la gula y la lujuria argumentación que, como vamos viendo, aparece repetida incansablemente en todos los razonamientos teóricos sobre la continencia alimentaria; abstinencia y sobriedad servirán para frenar la natural lascivia femenina23. Fray Martín de Córdoba en su Jardín de nobles doncellas considera que una de las condiciones negativas del género femenino es la intemperancia:
Quiere dezir que siguen los apetitos carnales como es comer & dormir & folgar & otros que son peores. E estos les viene por que en ellas no es tan fuerte la razón como en los varones, que con la razón que en ellos es mayor, refrenan las passiones de la carne24. |
Con todo, los moralistas habían insistido hasta la saciedad en que peor que una mujer deshonesta es una mujer beoda25.
Las argumentaciones morales, éticas y cívicas referidas al regimiento alimentario en pro de una completa y cuidada formación personal se completaron y complementaron con la disciplina médica. La dietética persigue la conservación del equilibrio del individuo con su entorno a través de un régimen de vida sano, basado en todo lo que afecta a la salud y que no forma parte de la naturaleza humana: aire y ambiente, comida y bebida, sueño y vigilia, movimiento y reposo, evacuación y retención y, por último, movimientos del ánimo. Todos estos factores son el centro conceptual y doctrinal de los regímenes de salud o guías de salud (regimina sanitatis), obras muy populares en la tradición médica de la Edad Media (tanto en la medicina clásica, árabe o europea), en las que se ordenaba la vida cotidiana, exponiendo los hábitos y modos de comportamiento del individuo para evitar la enfermedad. Los regimina sanitatis formaron parte de la materia de los espejos de príncipes, nobles y eclesiásticos, no en balde, muchos de ellos fueron encargados o dedicados a monarcas y a grandes señores.
Ya en la Segunda Partida (Título VII, Ley VI, p. 209) al hablar de los efectos del vino la exposición pasa del ámbito moral a la esfera médica:
El «ordenamiento del cuerpo» como guía de salud en los espejos de príncipes desempeña un papel fundamental en Poridat de las poridades (pp. 66-72) y Secreto de los secretos (pp. 47-63): cuestiones de higiene (Poridat, pp. 66-68), alimentación (Poridat, pp. 68-70; Secreto, pp. 47-49), relación del organismo y el mantenimiento de la salud con las estaciones del año (Poridat, pp. 70-71; Secreto, pp. 49-53), cosas que engordan o adelgazan (Poridat, pp. 71-72; Secreto, pp. 62-63) y conceptos generales sobre salud (Secreto, pp. 56-60)26. Y en el Secreto de los secretos el capítulo XXIII (pp. 53-54) detalla «Lo que se ha de fazer ante de comer»
, el capítulo XXIV (pp. 55-56) «De lo que se ha de hacer después de comer»
y el capítulo XXVII (pp. 60-62) «Del conocimiento del buen vino y del modo de beberlo moderadamente»
27, es decir, sus efectos beneficiosos y nocivos. Sirva esta cita a modo de resumen de las consideraciones que se exponen:
Mas el buen vino es mantenimiento & manjar & melezina si se a beuido mesurada ment'. [...] Pues que assi es, quando tal vino toma dél tenplada mente açerca de la tu edat & qualidat del tiempo por que tal vino conforta el estomago, esfuerça el color natural, ayuda al degestimiento del manjar, de lo qual qual se quier cosa commo de en cabo se torna en sangre pura & substançial, el qual es lleuado a los mienbros & a cada vno para criar. Avn sube a la cabesça con tenplança el calor, enbermejesçe la cara, faze la lengua despierta & sobre todo alegra el coraçon, libra de cuydados, & faze al honbre osado & despierta o aguza el apetito & otros muchos bienes faze. Mas si sea tomado mucho uel vibatur, estonçes aquestos males se siguen: escuresçe el entendimiento, enpide el seso, turba el çelebro, enflaquesçe la virtud natural o el degestimiento, danna todos los çinco sentidos corporales por los quales es rregida & obrada toda operaçion corporal, afayenta el apetito de comer o esflaquesçe las venas & las junturas del cuerpo, engendra tremor de los mienbros & lleganna & suziedat de los ojos, açiende la colora, et destruye el figado por que da la sangre del figado mas gruessa, & aun enigresçe la sangre del coraçon, et avn dende viene tremor & menospreçiamiento aquexoso & deshordenada fabla, visiones fantasticas, corrunpimiento de el calor natural, destruçion de los engendramientos, destruçion de la simiente del varon, aborresçimiento del estomago o vomito fidiondo, destienpla la conpleçion, finchamiento del cuerpo & lo que es mas peor trae lepra & estonçes es de generaçion de veninos28. |
En la esfera de la sanidad también es la prudencia y moderación la que ha de regir el consumo de comida y vino: «Piensa en la salud de tu cuerpo, en ser mesurado en comer e en bever, e en yazer con muger e en trebejar»
(Bocados de oro, p. 33); «La salud dura por no aver pereza de lazdrar, e por non se fenchir de comer e de bever»
(Bocados de oro, p. 30); «E seer mesurados en vuestro comer y en vuestro bever y en seer castos y que non durmades mucho nin folguedes mucho synon con razón»
(Bocados de oro, p. 143). Es más, la templanza en la manutención «salut es del alma e del cuerpo»
(Libro del consejo e de los consejeros, p. 59).
Citamos, a modo de conclusión, la advertencia de Bocados de oro: «E seer mesurados en vuestro comer y en vuestro bever»
29.
La disciplina corporal se consideró en la Edad Media complemento imprescindible para la perfección del alma, en un intento por reconquistar la gracia originaria de la creación. Para conseguir la unión armónica de cuerpo y alma, la reglamentación y observancia de la disciplina corporis adquirió notable importancia, ya que su campo de acción conjugaba la moral, la educación y la higiene; así pues la corrección del cuerpo contribuía y estaba subordinada a la del espíritu.
La literatura sapiencial, como se ha mostrado a lo largo del trabajo, se hace eco del interés por conciliar las necesidades del cuerpo con las directrices de la virtud. Respecto a la comida y bebida, que ha sido el objeto de las páginas precedentes, se aboga, como directriz prioritaria, por la mesura y se insiste en los perjuicios morales, sociales y físicos de los excesos, de ahí que la gula, y muy ligada a ella, la lujuria, tengan una presencia constante en los tratados de instrucción y formación tanto de clérigos como de laicos. La demasía y el excesivo deleite en las viandas y en el vino contravienen la norma moral y desembocan en el pecado, en concreto, en una falta capital como es la gula, que a su vez, lleva emparejados otros pecados como la lascivia o, incluso, el homicidio («Ejemplo del ermitaño bebedor»). Y también atentan contra la salud (regimina sanitatis) y las normas sociales y de convivencia (urbanidad, buenas maneras). De ahí que siguiendo la concepción cristiana que dominó la espiritualidad de Occidente, los excesos del cuerpo se contrarresten con las virtudes del alma. Ante la gula, templanza y prudencia, por tanto, comer y beber con mesura, contención y apuestamente.
Así las cosas, la literatura sapiencial, fundamentalmente en el ámbito de los regimientos de príncipes y en los tratados de educación de nobles y religiosos, da cuenta de cómo los principios morales y religiosos en relación a la gula y asociados a la lujuria, reglamentados en el ámbito monástico y atajados con el ordenamiento alimentario, fundamentalmente el ayuno y la sobriedad, se complementan con los preceptos de la disciplina en la mesa, basada en un detallado control de los miembros, que remite, en definitiva a la modestia ciceroniana. De este modo, la ética y la moral se aliñan con las buenas maneras y se apuntalan con otro factor fundamental, la preocupación por la salud y el bienestar del cuerpo. Por tanto, la abstinencia dará paso a la templanza y el ideal del decoro en los hábitos alimentarios y en la actitud en la mesa será la base para la salud del alma y del cuerpo. La interacción de los principios morales y religiosos, sociales y médicos que conforman la disciplina corporal a lo largo de la Edad Media se irá consolidando y encaminando con paso seguro hacia la idea humanista de civismo.