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Garcilaso de la Vega

Biografía de Garcilaso de la Vega

La soledad siguiendo,
rendido a mi fortuna,
me voy por los caminos que se ofrecen.

Garcilaso, Canción II

Herrera, en su edición anotada de la poesía de Garcilaso, que vio la luz en Sevilla en 1580, dedicó unas páginas al relato de la vida del poeta. Leemos allí que éste fue natural de Toledo, donde se crió; y que sus padres se llamaron Garci Lasso, Comendador Mayor de León, y doña Sancha de Guzmán. El sevillano no apuntó, sin embargo, la fecha de nacimiento, pero sí la edad a la que murió, 34 años, y el año en que se produjo el luctuoso acontecimiento, 1536. Según estos datos, Garcilaso habría nacido en 1501. Pero tal año no es aceptado por unanimidad, dado que no se ha hallado todavía documento que lo atestigüe. Se ha propuesto, en su lugar, el año de 1498, sobre la base de la declaración de Pedro Cabrera en 1523, cuando éste afirmó que Garcilaso tenía a la sazón 25 años; o la de 1503, defendida por el primer biógrafo moderno del toledano, Eustaquio Fernández de Navarrete. Herrera se preocupó de que constara un asunto muy del Renacimiento: me refiero al concepto de la verdadera nobleza. Si bien el linaje del poeta era de los más ilustres del Reino, su verdadera gloria radicaba en su «virtud propria, porque los bienes agenos desseados de todos i tenidos en singular precio no merecen igual valor con los que nacen y viven en el ombre mesmo». Describe asimismo el aspecto físico del caballero toledano, semblanza que, dado que no se tiene certeza absoluta de conservar algún retrato verdadero de Garcilaso, puede ayudar al lector actual a imaginar al poeta: «En el ábito del cuerpo tuvo justa proporción, porque fue más grande que mediano, respondiendo los lineamentos i compostura a la grandeza». Atesoraba las cualidades del cortesano de su época tal como venían expuestas en el libro homónimo de Castiglione, cuya traducción al español el propio Garcilaso había recomendado emprender a su amigo Boscán, consejo que por fortuna siguió el barcelonés. Herrera destacó en el poeta de Toledo dos inclinaciones de este cariz áulico: su aptitud para la música, y su osadía para la guerra. Esta suma de destrezas, entre las que despuntaba la poesía, le hizo merecedor del aprecio de «damas i galanes», según la relación del beneficiado sevillano. Se casó en 1525 con doña Elena de Zúñiga, dama principal, también de claro linaje, con quien tuvo cinco hijos (Herrera solo nombra a tres): Garcilaso de la Vega, Íñigo de Zúñiga, Pedro de Guzmán, Francisco de Guzmán y Sancha de Guzmán. En aquella época era usual que se eligieran los apellidos familiares, y su orden, a conveniencia del interesado. Los recién casados se instalaron en Toledo en la casa de la madre de Garcilaso, primero, y en otra propia más tarde. Fueron años en que el poeta ocupó el cargo de regidor de la ciudad. Ni que decir tiene que aquel matrimonio había sido de conveniencia, a instancias del Emperador, y aunque Herrera no dijo ni una palabra de los amoríos de Garcilaso, cuidándose mucho de generalizar la admiración que las mujeres profesaron hacia el autor con el uso del sintagma «damas i galanes», para que nadie pudiera leer entre líneas otra cosa, no se puede decir que el toledano fuera hombre de una sola mujer. Hace pocos años, Mª. Carmen Vaquero dio con un precioso documento que ponía nombre al que, probablemente, sería el primer amor de Garcilaso, doña Guiomar de Carrillo, con quien tuvo un hijo, Lorenzo, a quien el poeta reconocería como tal en 1529 cuando otorgó testamento. Así lo narró la dama, ya muerto Garcilaso:

Yo tuve amistad del muy magnífico caballero Garcilaso de la Vega... Entre mí y el dicho Garcilaso hubo amistad y cópula carnal mucho tiempo, de la cual cópula yo me empreñé del dicho señor Garcilaso, y parí a don Lorenzo Suárez de Figueroa, hijo del dicho señor Garcilaso y mío, siendo asimismo el dicho señor Garcilaso hombre mancebo y suelto, sin ser desposado ni casado al dicho tiempo y sazón.

Este hallazgo ha hecho que surja la duda de si el toledano alude realmente, como se ha venido pensando, en muchos de sus versos a Isabel Freire, dama portuguesa que llegó a España en el séquito de Isabel de Portugal, y que, según parece, deslumbró a Garcilaso, aunque ella se casara con Antonio de Fonseca por el mismo tiempo en que el poeta lo hizo con Elena de Zúñiga; o si añoraba a Guiomar, o se quejaba del desdén de otra dama también portuguesa, Beatriz de Sa. Inmediatamente después de la muerte del poeta, se empezó a leer su obra como una autobiografía erótica. En 1537, Sa de Miranda creyó que el pastor Nemoroso era el propio Garcilaso. Los comentaristas del siglo XVI siguieron buscando correlatos entre los poemas y la vida de su autor. En 1574, el Brocense pensó que el pastor aludido arriba representaba a Boscán; y Elisa, su amada muerta, a Isabel Freire. F. de Herrera, en 1580, afirmó lo que sigue a continuación:

[La Égloga I] es de doblado título i se introduzen en ella dos pastores, uno celoso que se quexa por ver a otro preferido en su amor; éste se llama Salicio, i es ya común opinión que se entiende por Garci Lasso mesmo. El otro, que llora la muerte de su Ninfa, es Nemoroso, i no, como piensan algunos, es Boscán, aludiendo al nombre, porque nemus es bosque, pues vemos en la égloga segunda, donde refiere Nemoroso a Salicio la istoria que mostró Tormes a Severo, que el mesmo Nemoroso alaba a Boscán; y en la tercera lloró Nemoroso la muerte de Elisa [...], la cual es doña Isabel Freire, que murió de parto; i assí se dexa entender, si no me engaño, que este pastor es su marido, don Antonio de Fonseca.

En el XVII, M. Faría y Sousa insiste en que Isabel Freire es Elisa, y afirma que Salicio y Nemoroso encarnan a Garcilaso y Boscán. Ya en el siglo XX, Menéndez Pelayo, Lapesa, Antonio Prieto, etc. interpretaron que la dama que inspiraba los versos de Garcilaso era Isabel Freire. No hay, sin embargo, testimonios que corroboren tal hipótesis, salvo el epígrafe de su Copla II que, en el manuscrito 17.969 de la BNE dice así: «A doña Isabel Freyre, porque se casó con un hombre fuera de su condición». El asunto, aun teniendo interés innegable, no afecta al valor estético de la poesía de Garcilaso ni a su enorme belleza; de igual forma que, si algún investigador descubriera que la musa que inspiró a Botticelli algunas de sus obras maestras no era Simonetta Vespucci, no por esa razón menguaría el esplendor de las mismas.

¿Qué se saca d'aquesto? ¿Alguna gloria?
¿Algunos premios o agradecimiento?
Sabrálo quien leyere nuestra historia

Garcilaso, Elegía I

La carrera militar de Garcilaso transcurrió al lado del Emperador. Su vehemencia se hizo notar ya en 1519, cuando entró, blandiendo su espada, en la reunión del Patronato del Hospital del Nuncio en Toledo. Aquella acción le costó una sanción económica y destierro de la ciudad por el plazo de tres meses. Pero cuando el toledano demostró su adhesión a Carlos V fue en el estallido de las revueltas comuneras, en las que Garcilaso, al contrario de lo que hizo su hermano Pedro, luchó contra los comuneros. En agosto de 1521 recibió heridas por esta causa en Olías. Al año siguiente participó posiblemente en la defensa de la plaza de Rodas, sitiada por los turcos, junto a don Pedro de Toledo y el amigo Boscán. En 1523, don Pedro de Toledo lo armó Caballero de la Orden de Santiago, y por aquel tiempo fue requerido para acudir a diversos frentes bélicos. El rey francés Francisco I, conocido rival del Emperador, pretendía ocupar territorios italianos domeñados por Carlos V. Garcilaso participó en el cerco de Salvatierra en 1523, y en el asedio de Fuenterrabía, adonde las tropas del Emperador no entraron hasta el 27 de febrero de 1524. En su faceta de cortesano, como contino de la guardia de Carlos V, también realizó diferentes viajes: probablemente asistió en 1526 a dos importantes bodas, una celebrada entre la hermana del Emperador, Leonor de Austria, y Francisco I; y otra, en la que se unieron Carlos V e Isabel de Portugal, tras la cual la Corte se estableció durante algunos meses en Granada. Al primer enlace acudieron, entre otros, Navagero y Castiglione. ¿Los habría tratado Garcilaso de haber estado allí? En 1528 murió su hermano Hernando, hecho que plasmó el poeta en el soneto XVI («No las francesas armas odïosas»). En 1529 acompañó a Carlos V en su viaje a Italia con el propósito de ser coronado como Emperador por el Papa, ceremonia que tuvo lugar el 24 de febrero de 1530. Aquellos meses fueron de vital importancia para la formación literaria del poeta. Ya de vuelta a España, Garcilaso se vio abocado a acudir a la corte francesa a instancias de la esposa de Carlos V, quien sospecha que su hermana está siendo maltratada por Francisco I.

«No vine por mis pies a tantos daños»

Garcilaso, Canción IV

En febrero de 1532, el poeta recibió una de las noticias más tristes de su vida: el Emperador había dado orden de que fuera interrogado por su participación en la boda, no consentida por Carlos V, de su sobrino con Isabel de la Cueva, celebrada en agosto de 1531. El asunto desembocó en el destierro de Garcilaso, primero a una isla del Danubio, que el poeta recordó en su Canción III; y finalmente a Nápoles, donde fue acogido por el virrey Pedro de Toledo, a quien dedicó la primera de sus églogas. El periodo napolitano contribuyó sobremanera a forjar la madurez literaria de Garcilaso. Allí tuvo ocasión de tratar con numerosos humanistas y escritores, entre los que hay que recordar a Tansillo, Tasso, Caracciolo, los hermanos Galeota, Valdés, Sepúlveda, algunos de los cuales aparecen nombrados en el soneto XXIV. En 1533, el Virrey lo envió con cartas para el Emperador y Garcilaso aprovechó el viaje para revisar con Boscán el borrador de la traducción castellana de El cortesano.De vuelta a Nápoles, acabaría allí la segunda égloga. En 1534, don Pedro de Toledo lo hizo viajar de nuevo a España con más cartas dirigidas a Carlos V. Aprovechó el poeta la estancia para otorgar poderes a su esposa. Por esas fechas murió Isabel Freire, y la noticia, como es de esperar, llegaría al conocimiento de Garcilaso. En el camino de vuelta bien pudo haber escrito la égloga primera. Para entonces, el poeta ya se había establecido en Italia, hasta el punto de que el propio Carlos V lo nombró alcaide del castillo de Reggio. En 1535 participó en la toma de La Goleta, acontecimiento que dejó poetizado en dos hermosos sonetos que empiezan así: «Boscán, las armas y el furor de Marte», y «Mario, el ingrato amor, como testigo»; así como en la Elegía II. Después de la toma de esta plaza, Garcilaso volvió con las tropas del Emperador hasta el puerto siciliano de Trápani, desde donde escribió la Elegía II, dirigida a Boscán; y la primera, con ocasión de la muerte de don Bernardino de Toledo. Con magnificencia y entusiasmo se celebró el regreso de Garcilaso a Nápoles: se reconocían unánimemente sus cualidades militares.

¡Oh hado...!
Cortaste'l árbol con manos dañosas
y esparciste por tierra fruta y flores.

Garcilaso, soneto XXV

En 1536 sirvió por última vez al Emperador, quien lo había nombrado maestre de campo de un gran ejército formado para luchar contra la invasión francesa de dominios españoles en Italia. Posiblemente a lo largo de esta campaña compuso la tercera de las églogas, dedicada a la virreina de Nápoles. Herrera narró la muerte de Garcilaso en combate haciendo especial hincapié en el valor del toledano:

Entonces, Garci Lasso, mirándolo el Emperador, subió el primero de todos por una d'ellas sin que lo pudiesen retener los ruegos de sus amigos. Mas antes de llegar arriba, le tiraron una gran piedra, i dándole en la cabeça, vino por la escala abaxo con una mortal herida.

Murió en Niza, y sus restos yacieron en Santo Domingo de esa ciudad hasta que fueron trasladados en 1538 a Toledo, y depositados en San Pedro Mártir, en el mismo lugar donde yacen los de su hijo del mismo nombre.

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