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ArribaAbajoEl burro, el camello y la cabra

Farsa en dos cuadros y con loa


PERSONAJES
 

 
NIÑO,    para la loa.
CHAMBELÁN,   que actúa como maestro de ceremonias.
ALGUACIL,   para ejecutar las órdenes.
TROMPETERO,   que no habla, pero toca.
CALIFA,   investido de dignidad.
BURRO,   simpático, pero burro.
CAMELLO,   doblemente jorobado.
CABRA,    con cuernos y dispuesta a saltar.



Loa


A las cabras y burros
y a los camellos,
yo dedico estos versos,
y ellos, el cuento.
Cuando los camellos cruzan
el desierto, van en fila;
y frente a la caravana
un burro va como guía.
Por eso, si el burro es tonto,
el camello es más tontico.
¡Vaya pareja que forman
el camello y el borrico!
Pero a la cabra, tan lista,
todos la tienen por loca.
Por eso dice la gente:
-Más loco está que una chota.
Hazte fama, buena o mala,
y luego, échate a dormir,
que de acuerdo con tu fama
la gente te juzga a ti.
La fuerza de la costumbre
es difícil de vencer.
Si tú sigues este cuento,
lo comprenderás tal vez.
A las cabras y burros
y a los camellos,
yo dedico estos versos,
y ellos, el cuento.




Cuadro I

 

Plaza de una ciudad oriental. Se oye el toque de las trompetas.

 

CHAMBELÁN.-   (Desde dentro.)  ¡Paso! ¡Dejad paso! ¡Paso al Califa de Bagdad!

 

(Aparece la comitiva. Primero el TROMPETERO, luego el ALGUACIL, con un alfanje; luego el CHAMBELÁN y seguidamente, con dignidad, el CALIFA.)

 

ALGUACIL.-   (Con imperio.)  Se ordena a todos los transeúntes y curiosos que se alejen de este lugar. Su majestad el Califa de Bagdad va a comenzar la audiencia.

CHAMBELÁN.-  Que se acerquen todos los ofendidos, los ultrajados, los que gimen bajo el peso de la injusticia.  (Al Califa que ya está sentado.)  No aparece nadie, majestad.

ALGUACIL.-   (Después de dar una vuelta para inspeccionar.)  No aparece nadie, majestad.

CHAMBELÁN.-  Esa es la mejor prueba de que en vuestro reino impera la justicia y la felicidad.

BURRO.-   (Apareciendo.)  ¡Ahá! ¡Ahá! Con permiso.

ALGUACIL.-   (Enfadado.)  Esto es un desacato, majestad. Un burro pide audiencia.

CALIFA.-  Reprime tu celo, alguacil. En mi reino todos han de ser escuchados. Y todos han de disfrutar de la justicia, hasta los animales.

BURRO.-  Bravo, majestad. ¿Entonces pueden venir también mis amigos?

CHAMBELÁN.-  Ya has oído a su majestad el Califa. Llámalos.

BURRO.-  Con permiso. ¡Aháaaa! ¡Aháaaa! Venid, muchachos.

 

(Aparecen el CAMELLO y la CABRA.)

 

CHAMBELÁN.-   (Da dos golpes en el suelo con la vara.)  Empieza la audiencia.

BURRO.-  Altísimo Califa, tanto yo como el Camello y mi amiga la Cabra estamos deslumbrados por vuestra grandeza, y comparecemos ante vuestra presencia confiados en vuestro gran amor a la justicia, por encima de...

CALIFA.-   (Da un golpe en el suelo con el pie y mira al Chambelán.)  ¡Que abrevie!

CHAMBELÁN.-  Burro, déjate de halagos y alabanzas inútiles. Al grano.

CABRA.-  ¡Béee! Al grano.

BURRO.-  Pues el grano es, serenísimo Califa, que todos los hombres de vuestro reino nos insultan y vejan y ofenden nuestro nombre y el de nuestros padres...

CAMELLO.-  Abreviando: que cuando uno hace mal una cosa lo llaman burro.

BURRO.-  Y cuando la hace peor, camello.

 

(Sorpresa en el CALIFA y demás.)

 

CABRA.-  Y cuando uno comete locuras dicen que está como una cabra.

 

(De tanta sorpresa, el CALIFA se lleva las manos a la cabeza.)

 

CHAMBELÁN.-  ¿Qué os parece, majestad?

CALIFA.-  Juro por mis barbas que tengo que acabar con tan malas costumbres. Pero decidme, buenos animales, ¿no serán insultos de gente baja y ruin?

CABRA.-  ¡Qué va, majestad! Eso lo dicen todos, y si vuestra majestad no pone remedio, nosotros estamos dispuestos a llamar hombres a todos los animales que cometan alguna torpeza.

CALIFA.-   (Muy serio.)  ¡Basta ya! Vamos a hacer justicia. Pero dejadme reflexionar y consultar.  (A los animales.)  Apartaos ahí a un lado, y no estorbéis.

 

(Los tres animales se van a un lado. Y el CALIFA queda sumido en profundas reflexiones. Se hace un silencio. Impaciente se acerca el BURRO.)

 

CHAMBELÁN.-  ¡Apártate! Que está reflexionando.

 

(Y el BURRO vuelve a su sitio.)

 
 

(Al cabo de un momento, impaciente, se acerca el CAMELLO.)

 

CHAMBELÁN.-   (Mismo juego.)  ¡Apártate! Que está reflexionando.

 

(Y el CAMELLO vuelve a su sitio.)

 
 

(Al cabo de un momento el CALIFA levanta la cabeza. Luego, los brazos. Se le acerca el CHAMBELÁN y entre los dos forman un murmullo ininteligible.)

 
 

(El BURRO y el CAMELLO hacen ademán de acercarse a ellos.)

 

CABRA.-   (Deteniéndolos.)  ¡Apartaos! Que están consultando.

 

(El CHAMBELÁN vuelve a su sitio y le hace una seña al ALGUACIL. El ALGUACIL le repite la seña al TROMPETERO. Y el TROMPETERO hace sonar la trompeta.)

 

CHAMBELÁN.-   (A los animales.)  Continúa la audiencia.

CALIFA.-   (Solemne.) Vuestra demanda, queridos animales, es justa, pero la costumbre de insultar es vieja. Comprendemos el dolor que os causa que al tonto lo llamen burro, al tontísimo, camello y al loco, cabra.

LOS TRES ANIMALES A LA VEZ.-  ¡Pero, majestad!

CALIFA.-  Calmaos. Por eso vais a salir ahora mismo en distintas direcciones. Tú, Burro, irás hacia el Norte; tú, Camello, hacia el Sur; y tú, Cabra, hacia el Este. Y no mando a nadie al Oeste porque allí está el desierto. Os mezclaréis con los hombres y durante siete días observaréis su conducta. Y si encontráis a un hombre más tonto que el Burro, o más necio que el Camello, o más loco que la Cabra, me lo contaréis. Y entonces dictaré la sentencia oportuna que sirva de ejemplar escarmiento.

BURRO.-  ¡Majestad, a vuestros pies!

CAMELLO.-  ¡Adiós, majestad!

CABRA.-  ¡Majestad, hasta luego!

 

(Los animales se van por un lado y el CALIFA y su séquito, por otro. Oscuro.)

 


Cuadro II

 

Empieza oscuro. Se va haciendo la luz mientras suena el viento. Se oyen voces. Suenan las trompetas.

 

CHAMBELÁN.-  ¡Paso! ¡Dejad paso! ¡Paso a su majestad el Califa de Bagdad!

 

(Mismo juego que al principio.)

 

ALGUACIL.-  Se ordena a todos los transeúntes y curiosos que se alejen de este lugar. Va a empezar la audiencia.

 

(Aparecen en fila y muy contentos el BURRO, el CAMELLO y la CABRA.)

 

BURRO.-  Majestad, como portavoz del reino animal tengo que deciros.

CHAMBELÁN.-  Abrevia, Burro. Cada cual es portavoz de sí mismo. Habla sólo por ti.

BURRO.-  Pues tengo que decir, majestad, que andaba yo trotando por las calles de la ciudad de Arbela y fui testigo de un pleito asombroso. Compareció ante el juez el joven Abdalá acusado de haber robado una bolsa de dinero a un rico mercader que tenía un bazar. El hecho fue que la bolsa había desaparecido. Y los alguaciles encontraron al joven Abdalá que llevaba una bolsa llena de oro. El joven se excusó diciendo que se la había dado su madre. Y por eso lo llevaron ante el juez que, oídos los hechos, sentenció:

-Que venga su madre y diga si la bolsa es suya o no.

 

(El CALIFA y su séquito se echan a reír.)

 

CALIFA.-  Tienes razón, Burro. Ese juez es un mentecato. ¿Cómo una madre va a declarar en contra de su hijo? Has ganado. Nadie es más tonto que ese juez.

CHAMBELÁN.-  Hable el Camello.

CAMELLO.-   (Hace una reverencia.)  Majestad, iba yo por las calles de Gaugamela buscando una fuente para saciar mi sed cuando de pronto me encontré con la multitud amotinada que había asaltado la morada del alcalde. Decían a gritos que era hipócrita, injusto y codicioso. Y no lo lincharon porque había huido. Entonces Omar se encaramó en la fuente y dijo a la multitud que si lo elegían a él, sería un alcalde justo, benéfico y honrado. La multitud, por aclamación, lo nombró alcalde, y prorrumpieron todos en vivas felicitándose unos a otros porque, por fin, habían encontrado un buen alcalde.

 

(El CALIFA y su séquito se echan a reír.)

 

CALIFA.-  Tienes razón, Camello. Ese pueblo es tontísimo. Mira que fiarse de la sola promesa de uno que quiere ser alcalde.

CHAMBELÁN.-  Hable la Cabra.

CABRA.-   (Reverencia.)  Con permiso. Iba yo saltando por la calle y me encontré con un viandante que parecía hombre principal. Sintiendo ganas de hablarle y no sabiendo qué decirle, le pregunté:

-Señor, ¿podría Vd. decirme qué día es del mes?

A lo que él me respondió:

-No lo sé, soy forastero.

 

(Todos sueltan grandes carcajadas.)

 

CALIFA.-  ¡Cuánta razón tienes, Cabra! Ese no sólo es tonto. También es bobo y, además, loco. De verdad que los hombres no tienen ninguna razón para insultar a los animales.

CHAMBELÁN.-  Y ahora escuchad la decisión final de nuestro justo, sabio y prudente Califa.

CALIFA.-   (Poniéndose en pie. Solemne.)  Queridos animales, a la vista de estos hechos, he decidido dar el siguiente bando que mis pregoneros pregonarán por todo el califato.

 

(El TROMPETERO da tres toques largos.)

 

ALGUACIL.-   (Desenrolla un pergamino.)  Por orden de su majestad el Califa se hace saber que todos los ciudadanos del califato de Bagdad tienen la obligación de ser justos, y benéficos y bienhablados. Y que, desde ahora en adelante, nadie podrá emplear el nombre del Burro, del Camello o de la Cabra, para decirle a su vecino tonto, tontísimo o loco. Y que si alguien llamara a su vecino o a su enemigo burro, camello o cabra, será tenido por injusto y por bocazas.

Firmado en Bagdad.

Su majestad,
el Califa Masalfasar.

He dicho.

 

(El TROMPETERO hace sonar tres veces la trompeta.)

 

CALIFA.-   (Dirigiéndose a los animales.)  Y, como siempre, todos me obedecerán.

 

(CHAMBELÁN, ALGUACIL y TROMPETERO gritan y aplauden:)

 

  ¡Bravo, bravo! ¡Viva nuestro Califa!

 

(Los animales permanecen fríos.)

 
 

(El CALIFA y su séquito inician el desfile.)

 

CALIFA.-  Y ahora, queridos animales, quedad en paz.

 

(Los animales inician la marcha hacia el otro lado. Pero antes de salir se detienen.)

 

BURRO.-  ¿Habéis oído lo que ha dicho ese viejo camello?  (Enfadado.)  ¡Un camello, eso es lo que es, un camello!

CABRA.-  Si será burro, creer que lo van a obedecer todos. ¡Burro, más que burro!

CAMELLO.-  Dejadlo, porque el desgraciado está como una cabra.

 

(Y mientras hacen mutis, cae el TELÓN.)

 



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