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Discurso pronunciado por don José María Soler García

José María Soler García





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Comprenderán que es muy duro tener que aguantar estas cosas en la propia presencia y sin pestañear. Y tan abrumado estoy que no voy a tener más remedio que ser breve.

Nunca sabré agradecer bastante a la Fundación March el haber organizado este acto, y la presencia aquí de esa representación alemana, Dr. Alfred Toepfer, presidente del consejo de la Fundación F.V.S. de Hamburgo, por él creada, que es la que me ha otorgado este honroso premio, y también la del Dr. Ludwig, de la Universidad de Tubinga, que me ha hecho el honor de entregármelo. Hubiera querido expresarles este agradecimiento en su propio idioma, pero la verdad es que mi conocimiento del alemán no da para tanto.

A pesar de cuanto aquí se ha dicho, a mí me caben muy serias y razonables dudas acerca de mis merecimientos para que entre tantos miles y miles de españoles haya tenido que ser yo quien reciba tan honroso galardón, que he aceptado sin embargo de buen grado, primero porque considero que no soy quién para discutir los criterios, las decisiones de los respetables señores que forman el «Kuratorium» de la Fundación que me lo ha dado. Y luego, porque se me da, según se expresa en la concesión, por mi dedicación al estudio, en sus diferentes aspectos, arqueológicos, históricos, artísticos, de una pequeña ciudad como es Villena, mi pueblo natal.

Bien sé el concepto que en determinados estamentos intelectuales se tiene del que, un tanto despectivamente en ocasiones, se llama «erudito», y mucho más si se trata de un «erudito local». Pero considero que la erudición local es necesaria, siempre que se haga con un mínimo de seriedad y de rigor, y que sin ella no se podrían escribir las obras generales. Ya dijo un historiador que los hechos menudos no son la historia, pero que no se puede escribir la historia sin ellos. Y en este sentido, las poblaciones pequeñas, como Villena, no dejan de formar parte de España, de Europa y de la humanidad. Ya se ha puesto aquí de relieve que alguno de los hallazgos arqueológicos villenenses ha hecho tambalearse algunas de las teorías que se creían sólidamente fundadas. Los «Tesoros» de Villena son una de las grandes atracciones de la Prehistoria mundial: orfebrería «tipo Villena» se le llama ya incluso fuera de nuestras fronteras. El compositor Ambrosio Cotes, uno de los grandes polifonistas del Renacimiento español, algunas de cuyas obras vamos a tener ocasión de escuchar gracias a los cuidados y a la sensibilidad artística de esta magnífica entidad que es la Fundación March, representada en este caso concreto por don Antonio Gallego, había sido considerado como flamenco o inglés.

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Yo creo que el premio se le debía de haber dado a la ciudad de Villena, que es la que tiene todas estas cosas. Yo, en realidad, no he hecho más que levantar un poco el velo que las cubría.

El premio, además, es emocionante porque pone de relieve que en esa labor de investigador, generalmente callada, solitaria y a veces ingrata, no estaba uno tan solo como parecía. Y puede ser un estímulo para los investigadores jóvenes, al comprobar que se puede trabajar, con dificultades, pero con fruto, en los límites estrechos de una pequeña población.

Y hay otra cosa que señalar: el premio lleva anexa la posibilidad de que un estudiante, un artista, pueda ampliar sus conocimientos durante un año en esa gran nación que es Alemania. Yo estoy plenamente seguro de que el pintor Pedro Marco, uno de los más grandes artistas que ha dado la plástica villenense, sabrá sacar todo el partido posible a esta magnífica oportunidad.

Los años que tengo me han hecho ver que todo cuanto le sucede a una persona, para bien o para mal, en el ámbito social, procede casi siempre de una iniciativa particular, maligna en algunos casos, benigna y generosa como en éste. Y yo quiero aquí expresar mi afecto, mi gratitud, a un antiguo y entrañable amigo: Antonio Tovar. La gratitud, por varios motivos: por la decisiva intervención que ha tenido en todo este asunto; por los laudatorios artículos periodísticos que me ha dedicado; por las palabras que ha pronunciado al principio de este acto. Y aun quisiera yo añadir otra gratitud: la de haber querido evocar, con su brillante pluma, aquellos felices años de nuestra juventud, en que podíamos compaginar el trabajo, el estudio, la lectura, la música, y hasta, por qué no, el bailar tangos con mocitas guapas, como ha tenido el gracejo de recordar.

Hubo tiempos, muchos lo saben, en que la convivencia en las ciudades, especialmente en las ciudades pequeñas, se hizo difícil, y había que buscar un poco de refugio espiritual en los campos y en las montañas. Y allí fue donde pude comprobar que, en aquellos campos y aquellas montañas habían estado nuestros antepasados desde hacía miles de años. Permitidme que recuerde aquí, ya se ha hecho por alguno de los que han intervenido, los nombres de mis antiguos y leales colaboradores: Pedro y Juan Sánchez Sansano, Enrique Prats, Miguel Flor, los hermanos recientemente desaparecidos Enrique y Pedro Domenech Albero, que intervinieron en el descubrimiento del «Tesoro». Con ellos y con algunos otros esporádicos hemos compartido fatigas, descansos, fríos, calores, pero también el placer de los descubrimientos.

Y en estos momentos de recuerdos gratos, sería injusto no mostrar también públicamente la gratitud que le tengo, desde hace muchos años, al profesor Nieto, acrecentada por el discurso que acaba de pronunciar. Yo sé los esfuerzos que tuvo que hacer para contrarrestar determinadas presiones y seguir manteniendo   —29→   la confianza que en mí había depositado, en su calidad de Director General de Bellas Artes, con ocasión de aquellos descubrimientos áureos de 1963. Me consta que me tuvo reservada, contra viento y marea, la publicación de la memoria en que se daba cuenta de aquellos descubrimientos. Sé muy bien las batallas que tuvo que librar para que los tesoros permanecieran en Villena, y sé también que el Museo Arqueológico villenense lleva mi nombre porque él puso mucho empeño en que fuera así. Son cosas que nunca he olvidado y que nunca podré olvidar.

Y ya que he mencionado el Museo, tampoco sería justo, ya se ha recordado también aquí, mencionar a quienes me ayudaron a su fundación: el entonces Alcalde, Luis García Cervera, y el querido amigo Alfonso Arenas, cuya intervención fue definitiva en esta creación. Me constan también las reticencias y las incomprensiones de alguno de los componentes de aquella corporación municipal, lo que hace más valiosa la ayuda que estos amigos me prestaron.

Son ya muchos los años que tengo para hablar de proyectos. Yo sé que este premio se me ha dado por lo poco que he hecho, pero no como estímulo para lo mucho que queda por hacer. De cualquier manera, es ésta una ocasión lo bastante solemne como para prometer que, mientras me queden fuerzas, he de seguir trabajando por Villena como hasta ahora lo he hecho. Me abruma la responsabilidad de compartir la lista de ganadores de este premio con nombres tan señeros como los de Salvador Espriu y de Pedro Laín Entralgo. También procuraré ser digno de esta honrosa compañía.

Y nada más. Gracias a todos los que habéis querido acompañarme en estos momentos. Gracias también a todos aquéllos, presentes o ausentes, que se hayan podido alegrar de que el premio me haya sido concedido. Es éste uno de los momentos más emocionantes de mi vida. Gracias a todos cuantos lo han hecho posible.





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