Argumento de la V
Cena
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PANDULPHO, acabada
la música, va a pedir cuenta a su ramera, PALANA, y allegan a reñir y
después a hazer pazes. Y introdúzense:
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PANDULPHO,
PALANA.
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PANDULPHO.- Ta, ta, ta.
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PALANA.- ¿Quién está
aý?
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PANDULPHO.- Abre allá, pesar de tal, que
vengo dado al enemigo.
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PALANA.- Encomiendo al diablo este
desuellacaras, con algún achaque deve él de venir
agora; duelos tenemos.
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PANDULPHO.- ¿Has de abrir allá, o
tienes algún gayón que me ha tomado la posada?
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PALANA.- Aguarda que ya voy.
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PANDULPHO.- Abre, pues. Pesar de la vida que
bivo con esta borracha, si ha de abrir esta noche.
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PALANA.- ¿Qué diablos
havéis, que tan rifador venís?
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PANDULPHO.- ¡Pesa a la casa de Meca con la
bagasa, si me ha de pedir la cuenta! Creo que por no dar la que te
tengo de demandar me la estás tú ya pidiendo.
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PALANA.- Y aun de aý nasce la tosse a la
gallina. Desventurada de mí, que quanto afano y trabajo para
sostener mi honrra me ha de robar este desuellacaras.
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PANDULPHO.- ¿Qué estáis
rezando, dueña? Pues no apañe yo un látigo
para hazeros rezar bien de verdad.
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PALANA.- Digo que después que
venís harto de andar en vuestras puterías, por donde
os pagáis, venís a descargar en mí el enojo.
¡Desdichada de mí, que tengo yo de pagar vuestros
dessabrimientos!
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PANDULPHO.- No llores, amores, despecho de la
vida, que, dándome tú lo que es razón, no
tengo de tratarte más que a mis ojos.
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PALANA.- ¿Y qué os tengo de dar
más de lo que os tengo dado, que soy vuestra esclava?
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PANDULPHO.- Y aun con esso reniego yo, dama.
Déxate dessas roncerías y dame lo que has ganado, y
no quiebre el enojo que trayo en ti.
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PALANA.- ¿Y qué enojos son
éstos?
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PANDULPHO.- Es que topé con cinco o seis
vellacos y no sé qué me hizieron; y como me enojaron,
tomaron las viñas y no aguardaron a que quebrasse en ellos
mi yra. Y quería que no fuesses tú causa de pagar lo
que ellos me quedaron a dever.
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PALANA.- Dexaos dessas rufianerías,
galán, que no tengo yo toda mi vida de ser vuestra esclava.
Pensé, en buena fe, que me vengaríades la iniuria que
tengo recebida a vuestra causa, por teneros yo a vos.
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PANDULPHO.- ¡O, despecho de la vida que
vivo!, ¿y quién te ha enojado? Pues no será
sabido, quando, voto a la casa santa de Hierusalén, a palos
le muela, por no apocar mi espada en matalle a espaldarazos. Y si
es muger, voto a la Verónica de Jaén de te poner las
narizes en tus manos, porque sepan que te han de tener en lo que
por mí te deven.
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PALANA.- ¿Para qué son essos
fieros, Pandulpho? ¿Pensáis que con ellos me
havéis de hazer pago? Mirá, si queréis que os
lo diga, yo soy muger de bien, y hablar claro Dios lo mandó;
no tengo yo de ganar y travajar para vos, si vos no havés de
tomar a mis cosas, y me han a mí maltratar, y tengo de
buscar quien me vengue.
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PANDULPHO.- ¡O, reniego de los moros, con
la puta! Estoyle diziendo que me diga quién la ha enojado
para dalle mil muertes en lugar de una, y estáme trayendo
garavatos, por no me dar la cuenta de lo que hoy ha ganado.
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PALANA.- ¿Vos no lo sabéis?,
¿para qué me preguntáis?
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PANDULPHO.- ¿Y qué sé?
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PALANA.- ¿No sabés quál me
paró Botafes, el rufián de Azcarena, porque
havíamos havido palabras? ¿Yo no lo dixe a vos?,
¿para qué os hazéis de nuevas?,
¿qué es lo que havéis hecho?
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PANDULPHO.- Que son borrachas. Ven acá,
mala muger, que me estás afrontando. ¿Tú no me
dixiste que te havía dicho Canarín, el pajezico de mi
amo, que havían avisado a la justitia cómo andava a
buscar a Botafes para lo despachar, y que andavan por te prender a
ti y a mí, y que por esso acordamos, entre ti y mí,
de dissimular por algún tiempo?
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PALANA.- Andaos daý con vuestros fieros y
rufinerías, que esso todo lo ordistes vos con los criados de
vuestro amo. Que si vos no lo dexérades, ¿de
dónde ellos ni la justicia lo havían de saber?
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PANDULPHO.- Pese a la vida que bivo, que no
quería yo puta tan sabia como ésta; entendido ha la
guadramaña.
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PALANA.- ¿Qué dizes entre dientes,
o qué estás rezando, que no tentiendo?
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PANDULPHO.- Digo que no hay tan mala muger en el
mundo como tú, ni más sospechosa; voto al sepulcro no
santo; mañana le hazer que el mayor pedaço sea la
oreja, porque, en fin, yo sé que estoy fletado para la
horca, no me da más hoy que mañana, y yo te
contentaré porque no me andes con essos doblezes. Yo soy
contigo como un ángel y tú andas comigo con dos
hazes.
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PALANA.- No lo digo por tanto, mas para que
sepáis que no me mamo los dedos, que a cabo de treynta
años que ando en la mancebía algo havía de
haver aprendido.
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PANDULPHO.- Y aun pese a tal porque has
aprendido tanto.
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PALANA.- ¿Qué dizes?
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PANDULPHO.- Digo, hermana, que me mandes dar
dinero, porque haviendo de hazer lo que tengo acordado por tu
servicio, que es matar a Botafes mañana y cruzar la cara a
su puta, ya sabes que para andar por yglesias y monesterios, a
sombra de tejados, que no se puede hazer la bolsa vazía.
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PALANA.- Mal año para ti, don rufianazo,
que no me sacarás más de lo que me has sacado, con
essos fieros y mentiras.
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PANDULPHO.- ¿Dizes, vida, que te parece
bien?
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PALANA.- No digo sino que no lo mates agora, que
al presente no me hallo con dinero para tan gran costa como
éssa.
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PANDULPHO.- Por Nostra Dueña, ya no te
aprovecha, que no quiero que me digas otra vez lo que me dexiste,
por todo el mundo, que yo tengo de hazer lo que digo y tú me
has de dar quanto tienes; porque, a lo menos, si la justicia
viniere a secrestarte los bienes, que no los halle para nuestros
males, que donde fuere la persona mejor yrá la hazienda.
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PALANA.- Buen estilo toma el vellaco cuero para
robarme; pues, por Nuestra Dueña, que yo te haga que te
salga el sueño del perro.
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PANDULPHO.- ¿Qué dizes?
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PALANA.- Digo que no tengo blanca ni la puedo
ganar.
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PANDULPHO.- ¿No? Pues dame acá tus
ropas para que las empeñe esta noche o las ponga a recaudo,
para que mañana a estas oras, yo juro a Mahoma, que yo tenga
un real puesto sobre mí en la yglesia o monesterio donde me
acogeré.
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PALANA.- Déxate, amores míos,
dessas parolas, que no te quiero yo tan mal que te quería
ver puesto en essas afrentas por mí.
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PANDULPHO.- Ya ni en tu mano ni en la mía
no es; que lo que una vez determino todo el mundo no lo
estorvará. Saca las ropas priado si no, yré yo por
ellas.
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PALANA.- Por cierto, no yrás.
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PANDULPHO.- ¿No las quieres traer? Pues
yo las tomo.
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PALANA.- Dexa, amigo, mis sayas, que no me las
distes tú.
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PANDULPHO.- Desvíate allá, no
quiebre en ti el enojes que tengo.
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PALANA.- Déxate dessos fieros, que no son
para mí, que ya sé quántas son cinco; a quien
cierne y amassa no le hurtes hogaça.
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PANDULPHO.- Déxame, si no, juro a tal de
te hazer un juego que sea sonado en todo el reyno. ¿No
quieres? ¡Pese, ora, a tal con la puta, si me ha de
dexar!
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PALANA.- ¡Justicia, justicia, que me roban
y me matan en mi casa!
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PANDULPHO.- ¿Tú no quieres callar?
Boto a tal, si no callas, que te embíe con nuevas a los
infiernos.
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PALANA.- Pues dexa tú mis ropas, amigo,
que sí callaré; que ya sabes que honrra me
quedará para ganar para ti y mí; que yo te
daré dos reales, que por tu vida, mi alma, que no he ganado
hoy más.
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PANDULPHO.- Pues ¿cómo quieres
tú que con tan poco dinero me ponga yo a tal peligro?
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PALANA.- Que no quiero por agora que te pongas
en nada, hasta que yo tenga con qué te hazer bien la
barba.
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PANDULPHO.- Ora pues, después no te
quexes; y dame acá esse cayre que dizes que tienes al
presente para una camisa que me haze menester; y vamos acostar, y
después no te quexes que no vengo tus injurias.
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PALANA.- Ora, que no quexaré; mas la
camisa ¿paréscete que es bien que la pague yo, para
que te vayas tú a la fuente a requebrar con la moça
de Paltrana?
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PANDULPHO.- Calla ya, amores míos; voto a
tal, todo el mundo no estimo en tanto como una paja para contigo.
Mas, ¿quién te lo dixo?
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PALANA.- Por mi fe, que me lo dixo el negro de
su casa, que ha estado aquí conmigo toda esta tarde y aun
parte de la noche.
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PANDULPHO.- Yo te voto a la casa santa que
él me lo pague, porque no venga con estas parlerías;
creo que quedó enojado de mí porque le traté
mal de palabras allá en la fuente, y pensando que me enojava
me levantó esso para malmeterme contigo.
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PALANA.- Dalo al diablo, amigo, que no me da
nada; mas no querría que lo que yo gano y trabajo para ti lo
gastasses con otras.
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PANDULPHO.- Desso puedes tú estar segura.
Y vamos, amores míos, acostar, que es ya tarde, y acabarse
han los nublados de las quistiones y haremos las amistades, que no
hay mejor concertador ni tercero para las renzillas de los
enamorados que la cama.
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PALANA.- Vamos, entrañas mías; y,
en quanto pudiéremos, démonos a plazer y dexemos los
enojos.
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Argumento de la VI Cena
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PANDULPHO va la
fuente y topa con QUINCIA
y, estando con ella, llega BORUCA, la negra, y después
ZAMBRÁN; e, ydo
ZAMBRÁN, ruega
BORUCA a PANDULPHO le lea una carta de
ZAMBRÁN; y,
leýda, vase PANDULPHO y topa a ZAMBRÁN, y loále la
carta para tenerlo contento. Y entrodúzense:
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PANDULPHO,
QUINCIA, BORUCA y ZAMBRÁN.
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PANDULPHO.- Quiérome yr por la fuente,
por ver si podré ver a Quincia que, voto a tal, alliende de
lo que me va en abonarme con ella de la mala estimación de
anoche, querría concluyr estas pláticas, que me
parece gentil moça, y dar al diablo esta puerca de Palana,
que, voto a tal, más vieja es que Sarra, y con la edad sabe
tanta ruyndad como yo, y con puta tan matrera mal puedo yo mudar el
pelo; y si esta moça pudiesse yo amansar, es hermosa y
boçal, y con ella podría salir de mal año
poniéndola a ganar hecha de mi mano, y no sabría
salirme de mandado; que estotra puerca, voto a tal, no le sufra el
hedor de la boca por quanto me puede dar. ¡Pese a tal con la
borracha, si hay quién la sufra! Ora yo quiero poner haldas
en cinta y haré de un tiro dos cuchilladas, que será
hazer lo que mi amo me encomendó y lo que a mí me
cumple; que será hazer lo que no hizo hasta hoy ninguno, que
es meter honrra y provechio en un saco, assí que saliendo
con la honrra de lo que mi amo que encomendó meter el
provecho en mi bolsa. Quiérome aquí sentar, que no
puede tardar de venir; y voto a tal, si no me engaño, hela
allí do viene, es ella, no es otra, por Nuestra Dueña
del Antigua. Señora Quincia, voto a tal de media legua te
conoscí en la gracia que tienes en traer esse
cántaro.
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QUINCIA.- Calla, ya estás haziendo burla.
Assí como lo llevo no dexarán de bever del agua que
llevare.
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PANDULPHO.- Juro por tu vida y mía, que
si el agua tiene la gracia que tú tienes en llevalla, que
puedes dezir con razón que no la dexarán de
bever.
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QUINCIA.- Déxate desso, no estés
haziendo burla.
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PANDULPHO.- Déxate tú, mi
ángel, que tú lo ves mejor que yo lo digo; mas,
dexando una razón por otra, ¿estás ya
más mansa que ayer?
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QUINCIA.- Ay, señor, mucho te agradezco
la música, que fue muy linda.
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PANDULPHO.- No me hables en esso, señora,
que estoy para renegar la leche que mamé.
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QUINCIA.- ¿De qué,
señor?
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PANDULPHO.- ¿De qué? ¡O,
despecho de la vida que bivo!, ¿y no lo tengo destar? Que
vaya hombre con covardes a hazer sus cosas, y que se ponga a
recebir la muerte por complir con su honrra, y en confiança
de los que lleva consigo, y se le torne el sueño del
perro.
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QUINCIA.- ¿Cómo es esso, di?
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PANDULPHO.- ¿Y cómo? Tú,
señora de mi alma, ¿no viste qué huyr llevava
aquel lebrón de Barañón, moço de
cavallos, quando anoche me acometió el alguazil? Que voto a
la casa de Meca que, con todo mi esfuerço, quando le vi
bolver las espaldas me hizo tituvear. Que cree que un hombre
covarde es para destruir mil hombres, aunque sean leones.
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QUINCIA.- ¿Cómo, él era el
que huyó anoche?
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PANDULPHO.- Pues, despecho de la vida,
¿quién havía de ser, sino él? Que, voto
a tal, si no fuera por ser de una casa, las piernas le cortara,
porque a él fuera castigo y a otros escarmiento.
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QUINCIA.- Bien lo dezía yo a la
señora Polandria que era él.
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PANDULPHO.- ¿Qué me dizes,
señora?; ¿que oyó su merced la
música?
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QUINCIA.- Sí, por mi vida; y aun que
dezía que havías sido tú el que havías
huydo.
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PANDULPHO.- ¡O, pese a los ángelos
con tal pensamiento! Bien paresce que no me tiene conoscido, pues
en tal possessión me tiene. Suplícote, mi vida, que
la desengañes tú de tan mal pensamiento.
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QUINCIA.- Por cierto, que yo lo dixe anoche, que
no eras tú tal persona.
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PANDULPHO.- Téngotelo en merced, mi alma,
que no bives tú engañada; porque, por las reliquias
de Meca, que no hay cosa que yo más ame que a ti, que toda
me paresces hecha de perlas preciosas; y no quería cosa
más sino que conociesses el amistad que te tengo, porque no
fuesses tan desamorada comigo.
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QUINCIA.- Por cierto, hermano, bien te quiero
yo.
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PANDULPHO.- Bueno va esto.
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QUINCIA.- ¿Qué dizes?
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PANDULPHO.- Que no estás engañada,
hermana, por Nuestra Dama; y para que conozcas más mi
voluntad, ruégote que me hagas merced de oýr esta
noche ciertas palabras que a mí me cumplen y te cumple
dezirte.
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QUINCIA.- ¿Y aquí no me las puedes
dezir?
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PANDULPHO.- No es cosa que se ha de dezir tan de
priessa.
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QUINCIA.- No quería que te atreviesses a
lo vedado.
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PANDULPHO.- Por Antechristo, no tengas temor que
cosa contra tu voluntad haga.
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QUINCIA.- Ora pues, desvíate allá,
que viene aquí Boruca.
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PANDULPHO.- ¿Qué me respondes a
esto, mi alma?
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QUINCIA.- Otro día te daré la
respuesta.
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PANDULPHO.- No, sino que lo hagas.
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QUINCIA.- Vete presto, que ella es.
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PANDULPHO.- Pues haze esto que te ruego.
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QUINCIA.- ¡O Iesú, cómo eres
tan importuno! No de balde dizen que romero hito saca
çatico. Ora vete, que sí haré.
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PANDULPHO.- Pues ¿a qué hora, mi
alma?
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QUINCIA.- A las doze.
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PANDULPHO.- ¿Por dónde?
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QUINCIA.- ¡O Jesús!, por entre las
puertas de mi casa.
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BORUCA.- Hermana Quincia, extar en bon ora.
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QUINCIA.- Y tú venir, Boruca.
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BORUCA.- Ha, ha, ha; ¿dezir a
Zambrán mix encomendax?
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QUINCIA.- Sí dezir, y holgar mucho.
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BORUCA.- ¿E qué responder?
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QUINCIA.- Quextar tú muy veliaca, que no
querer a él mucho.
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BORUCA.- ¿A mí veliaca? Más
veliaco extar él.
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QUINCIA.- Hermana Boruca, dezirme alguna
respuesta buena que llevar a Zambrán.
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BORUCA.- Ha, ha, ha; dezir que dezir a mí
quextar vellaco y que andar en puterionex, que a mí xaber
salir ayer de la puterixa de caxa de Palanax, que no dexir despox
jurax a Dux mucho te quero, mucho te quero. Mas, venir acá,
venir acá, ¿qué te dexer aquel gentel
homber?
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QUINCIA.- Preguntarme por Zambrán.
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BORUCA.- A bona fe, mentir tú, que no
dezir sino alguna velaquería de amori conex. He, he, he;
catar Zambrán, catar Zambrán; querer a mí
fuxir.
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QUINCIA.- Por mi vida, que te tengo de tener.
Corre Zambrán, corre, que querer huyr Boruca.
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ZAMBRÁN.- ¿Por quextar tan vellaca
que querer fugir de mí?
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BORUCA.- Andar, andar para Polanax.
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ZAMBRÁN.- Embidia extar éxa e bien
parescer a mí, andar acá amorex y nuer enojo. Jurax a
Dux máx querer a ti que a todas, dexar ox celox.
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BORUCA.- Andar con el diabro; dexar a me,
xeñora Quincia. Tomar, don vellaco, porque llegar a me.
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ZAMBRÁN.- ¡O, corpo de Dux, con
talex burlax! Jurax a Dux que te tengo de abraçar aunque no
querer.
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BORUCA.- Dexarme, vellaco, dexarme.
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ZAMBRÁN.- Ora pox, perdonarme y a
mí dexar.
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BORUCA.- Ora xí perdonar, andar con el
diabro.
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ZAMBRÁN.- Ora pues, a mí andar a
tu caxa exta noche.
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BORUCA.- Ora andar, que vox pagar a me.
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QUINCIA.- Ora, hermana Boruca, quedar con Dios,
que yo me quiero yr mi casa.
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BORUCA.- Andar con Dux, hermana. Dezir a
Zambrán que no andar a la noche a mi casa, que extar
burlando. Venir acá, Quincia, chamar aquel gentil homber y
moxarte un carte de Zambrán.
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QUINCIA.- Chámalo tú.
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BORUCA.- ¡A, xenor!, vexa acá la
mano de voxa merxé; chegar acá, por tu vida.
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PANDULPHO.- ¿Qué quieres,
hermana?
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BORUCA.- Xenor, voxa merxé, leer esta
carta.
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PANDULPHO.- De buena voluntad, dar acá y
escuchar. «Xenora de mi coraçón, guala, querer
a ti como a me vida. Para Xanta Marea no xaberme bien lo que
comer.»
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BORUCA.- A mí xí xaber, par Dux,
ora dezer.
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PANDULPHO.- «Extar muy rixte y no poder
dormir».
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BORUCA.- Ha, ha, ha; a mí gualardonir
hasta las mañanax.
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PANDULPHO.- «O, dexirme todos: '¿de
qué andar rixte Zambrán, hermano?'. Dexir a mí
no xaber, guala, xabendo que todo lo haxer tú, mex
entrañax. Mi coraçón, no me querer hazer
más mal, por vida de voxa merxé, pues extar tuyo
todox.».
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BORUCA.- Ha, ha, ha; guala, menter, que no extar
meyo xino de tu xenora Paltranax.
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PANDULPHO.- «Y si tú querer, a
mí caxar contigo, y bexacá la mano de voxa
merxé.»
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BORUCA.- Guala, estar ben excrita, max a me no
se me dar nada máx de para burlar y paxar tempo, que extar
un bovo Zambrán. Dexer, hermana Quincia, que dexar dextax
boveríax y dexar amore conex, que no aprovechar nada.
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PANDULPHO.- Señora hermosa,
¿mandas que se haga más por tu servicio y desta
señora?
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QUINCIA.- Señor, no más, sino que
te agradecemos el trabajo y que vayas con Dios.
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PANDULPHO.- Esto es lo menos que por tu servicio
y dessa señora tengo que hazer; y por Nuestra Dueña
del Antigua, que está la carta para passar dondequiera, y la
gracia de Dios quede contigo.
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QUINCIA.- Y contigo vaya, gentilhombre.
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PANDULPHO.- Allí veo venir a
Zambrán; quiero alaballe la carta para estar bien con
él, que no será poco buena granjería para esta
noche. Dios te salve, hermano Zambrán.
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ZAMBRÁN.- Vexacá la mano de voxa
merxé, xenor Pandulphox.
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PANDULPHO.- Por el Corpus Domini, una carta tuya me dio
Boruca a leer que mejor escrita no la he visto en mi vida.
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ZAMBRÁN.- He, he, he; callax xenor, que
extar burlando, extar todo boverías.
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PANDULPHO.- Voto a las reliquias de Roma, no son
sino buenos y singulares dichos en el caso.
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ZAMBRÁN.- Por tu vertú, que,
guala, todo extar necedadex; max a mí quedar a tu servicio.
Y andar con Dus, que yr depresa.
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PANDULPHO.- Dios vaya contigo, hermano. Dentro
le dexo en la gorrionera; por Nuestra Dueña, yo te sepa
traer la mano por el cerro. Y no es ya tiempo de tardar de yr a dar
cuenta de lo passado a Felides, y dezille en el estado en que tengo
sus amores.
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Argumento de la VII Cena
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En que ZENARA,
manceba del ARCEDIANO,
passa con CELESTINA
grandes cosas, sobre los celos que CELESTINA le dize que ha tenido del
ARCEDIANO viejo, en la
casa donde estava ascondida; y viene el ARCEDIANO, y despedida dellos sale; y,
espantado el PUEBLO, va a
su casa y halla a ELICIA y
AREÚSA, y pasan
muchas cosas, espantadas de vella. Y
entrodúzense:
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ZENARA,
CELESTINA, el ARCEDIANO, el PUEBLO, ELICIA, AREÚSA.
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ZENARA.- Ay comadre, ¿y cómo
puedes sufrir tan largo encerramiento?
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CELESTINA.- ¿Cómo?
¿Cómo, comadre? Como la costumbre quieren los sabios
que sea otra naturaleza, y como en esta naturaleza, con la
costumbre, yo haya ya hecho ábito para sostener esta negra
honrra que a tantos travajos nos obliga, y como sin ellos a ninguno
se da, sufro el travajo, comadre, para con sufrirlo sacar la
gloria, assí de mi honrra como de la gloria de la
vengança de aquellos malaventurados de Sempronio y
Pármeno, que assí me querían quitar la vida,
donde con las suyas quedaron pagados de su maldad, y yo satisfecha
de tal injuria.
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ZENARA.- Bien se podrá aquí dezir
que quien mal haze parte le cae.
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CELESTINA.- Assí es; mas también,
comadre, muchas vezes, haziendo bien se recibe mal.
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ZENARA.- ¿Por qué dizes esso,
comadre?
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CELESTINA.- Tú me tienes entendida, y a
buen entendedor pocas palabras, porque al sabio no es menester
más de ponelle en el camino.
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ZENARA.- Mejor me ayude Dios, comadre, que yo
entiendo esse latín.
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CELESTINA.- Pues yo por romance lo tengo; porque
yo, comadre, siempre me precié de ser muy clara con mis
amigos, y poder andar con esta cara de aquí aquí, muy
sin vergüença. Porque assí como la
vergüença en los moços es buena, porque por
falta della no hagan lo que no deven, es mala en los viejos tenella
por haver hecho lo que no devían hazer; assí que la
vergüença a los moços es freno para no errar, y
en los viejos no la tener ha de ser espuelas por parte de no haver
errado, y con no haver errado faltalles la vergüença de
no haver hecho cosa de que la poder tener.
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ZENARA.- Señora, declárate, que no
te entiendo.
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CELESTINA.- Comadre señora, tú me
entiendes mejor que yo lo sé dar a entender; y porque entre
los amigos no ha de dormir quexa, ni se sufre en verdadera amistad,
para que la satisfación supla con verdad la falta de la
verdad en lo que muchas vezes se sospecha, yo me quiero,
señora comadre, contigo declarar. Y es que yo vine
aquí, a casa del señor Arcediano viejo, como a casa
de señor y padre, a ser encubierta de la vengança que
de los criados de Calisto yo quise tomar, fingiendo con mis artes
que era muerta; y fieme de ti, señora comadre, como de
persona, que como dize Plutarcho alabando a Camilo, que era
assí pronto y amigable a aquellos a quien havía hecho
beneficios, como si dellos los huviera rescebido, por haver ellos
sido causa de acrescentar su honor. Assí que yo,
señora, como fui causa de acrescentar tu honor, pensava que
havía de ser amigable a ti.
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ZENARA.- ¿Por qué dizes esso,
señora?
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CELESTINA.- Hablar claro, en fin, dizen que Dios
lo dixo, y que barba a barba, vergüença se catan.
Dígolo porque la verdad es hija de Dios, e yo siempre me
prescié de dezilla, antes que de desnudarme de verdad para
vestir a mis amigos de lisonjas.
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ZENARA.- Señora, por Dios, que te aclares
ya, que no lo entiendo.
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CELESTINA.- Señora comadre, pues que
quieres que lo diga, yo lo diré. El caso es que ya sabes
como yo te conoscí, conoscida del cura de Sant
Martín.
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ZENARA.- ¿Qué quieres dezir,
madre, por esso?
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CELESTINA.- En buena fe, hija, no soy yo tan
madre que puedes tú ser mi hija, mas pues lo he sido en
consejo, yo lo quiero sufrir; y lo que quiero dezir es que yo te
hize conoscer al cura de Sant Martín vendiéndote por
virgen, como tú sabes, que te hize correr por moneda buena,
haviendo ya sido antes quebrada en poder del maestresala del Obispo
viejo; y como yo fuy en la casa de tu moneda la que tenía la
mayordomía, no hay para qué negarme cosa.
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ZENARA.- Pues, ¿de qué sirve agora
esso, comadre?
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CELESTINA.- Sirve de que si en casa del
señor Arcediano viejo tú tienes honrra y provecho y
hijos, y mandas en su casa y vedas, que por mí la mandas; y
si subiste de maestresala al cura, y del cura al Arcediano, y del
Arcediano a entrar por manceba y salir por señora, por
mí es.
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ZENARA.- Declárate ya, por Dios, y no
traygas cuentos viejos a la memoria.
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CELESTINA.- Declárome que yo te hize
passar por virgen al Arcediano, y que te jugasse de boleo, biniendo
ya de dos botes, y declárome que si yo tuviera pensamiento
del Arcediano, amiga, si quieres que te lo diga, que no sacara
pieça para meter pieça pues no sé tan mal
jugar los dados que sacara a mí para meterte a ti; mas, como
yo más estimé siempre la honrra que el
interés, quise más que lo huviesses tú,
quedando yo con mi honrra, que no que quedasse yo sin el interesse
de la honrra por el del dinero. Ya creo que me tienes
entendida.
|
ZENARA.- ¿Ay tal donayre? Mejor me ayude
Dios que yo, comadre, te entiendo ni sé que quieres
dezir.
|
CELESTINA.- Señora Zenara, pues si no as
entendido, entiende que tú has havido celos de mí y
del señor Arcediano, de que le has visto hablar conmigo
secreto. Y hermana, si celos pudieras haver, sabe que días
ha, que si yo tal pensamiento tuviera, que no me pusiera por
tercera para contigo en la vihuela, pues pudiera ser la prima; que,
aunque seas más moça que yo, otras cosas tengo yo que
no tienes tú, por donde supliera con la gracia y saber la
demasía de la edad. Que si yo vine a casa del Arcediano
viejo, señora Zenara, no fue para tener amores con
él. No, no por cierto, y mírame tú, sino para
confiarme de su virtud, por el cargo que por tu causa me es, y para
que por el que tú me tienes, pues por mí estás
puesta en honrra, me confiasse de ti, que no para que huviesses
celos de mí y de tu viejo honrrado; que si esso fuera,
siendo él moço y yo moça pudiera comprar, mi
amor, esse favor de mí, que cierto lo tuvo comprado con
más passos y malas noches, alboradas y músicas por mi
puerta que por la tuya dio. Mas lo poco que en la mocedad le
aprovechó para sostener mi honrra, cree, mi amor, que menos
le aprovechará en la vejez, donde ni su edad mata de amores,
ni la mía puede morir por ellos; y el agua que mató,
con temor de la honrra, el fuego en la mocedad, créeme,
señora, que no se encenderá con tanta frialdad en el
ábito de tal temor de honrra en la frialdad de la vejez. No
tengas, mi amor, celos de mí, que ni la edad del
señor Arcediano el viejo requiere, ni la mía lo
demanda; y si lo has por pensar que me ha de dar algún
interesse, sabe, mi amor, que no calçan sino a quien rompen.
Assí que he querido dezirte lo dicho para que no bivas
comigo engañada, porque ya es tiempo de salir a fingir mi
resurrección, y no quiero, señora, que quedes con
sospecha y, por parte de tenella, con quexa de la que no se deve de
mí tener. Que, como crees en Dios, puedes tener por fe que
ni yo tengo tales pensamientos, ni hay para qué los tener,
que moça fuy y vieja soy, y pues que moça no los
tuve, no hay para qué, mi amor, tenellos en la vejez; basta
haver ofendido a Dios en tramar essos hilados, de lo qual ya tengo
la esperiencia de mi yerro para me arrepentir y emendar y hazer
penitencia de lo passado. Por lo qual, si no fuesse por las obras
que de ti y del señor Arcediano he recebido, yo te consejara
y le aconsejara que os apartárades de más ofender a
Dios; mas, porque no digas que te quiero yo quitar tus provechos,
yo quiero atreverme antes a mi consciencia que darte pesar; y lo
dicho, mi amor, baste para que pierdas tal sospecha. Y nunca
juzgues lo que no juzga la Yglesia, que es del secreto; y quando me
vieres, no hablar solamente con el Arcediano, mas estar
abraçado conmigo boca con boca, havías de pensar,
como manda el Baldo, que me estava bendiziendo. Y mira
quánto te quiero, que no he querido que quedasse contigo ni
comigo ninguna doblez antes que saliesse de tu casa, para que el
amistad quedasse sin sospecha de ninguna parte; y quiérote
abraçar para más confirmalla, y para que sepas que lo
dicho ha sido para quitalla y dexar amor en el lugar que la mala
voluntad podía tener para estorvallo, no se declarando las
voluntades. Y con esta confiança del amor que yo te tengo he
descubiértote mi coraçón, para que pueda con
tal secreto dexar el de mi resurrección fingida en el
tuyo.
|
ZENARA.- Señora, yo me corro, por cierto,
de lo que has pensado, mas huelgo de lo que dizes para que sepas,
como amiga, que no he dexado de tener alguna sospecha de ti; y esto
no te maraville, porque me han dicho que quando moça tuviste
ciertas pendencias con el Arcediano, y ya sabes que a los
años mil torna el río por donde solía yr. Mas
yo quedo satisfecha de ti, y cree que por mí no serás
descubierta.
|
CELESTINA.- He, he, he. Bien sé que en
tanto que huviere lenguas que no faltarán falsos
testimonios; ¿y por quál carga de agua, mi amor, si
yo fuera primera con el Arcediano, havía de ser tercera para
contigo, para perder lo servido al tiempo de la paga?
Perdóneselo Dios y perdónetelo, que como Dios es
verdad, para contigo como mi madre me parece estoy, y no te dexo yo
de confesarte que no quedara por el Arcediano, si, quando
éramos moços, yo consintiera en su desseo; mas cree,
señora, que pues yo te di a ti la mano, que le di a
él del pie. ¡Ay bova, ay bova!, ¿y por tan
nescia tienes tú a Celestina, que si algo desso huviera, que
renunciara en ti el beneficio sin que le quedara regresso? No
creas, mi amor, que si tan caro me costaran las burlas del
Arcedianazgo, que tan barato renunciara el derecho de sus
beneficios.
|
ZENARA.- Habla, señora, en mal hora,
passo; no lo oya el Arcediano.
|
CELESTINA.- Antes estás engañada,
que el que sabe la verdad es bien que lo oya, para que te
desengañe del pensamiento tan malo que de mí y
dél has tenido. Perdónete Dios, que yo ya te lo tengo
perdonado, porque sé que si no perdonáremos no
seremos perdonados de Dios. ¡O, que helo aquí donde
viene la mi reverenda persona, que no paresce sino que hinche toda
esta casa con el autoridad con que viene!
|
ZENARA.- ¡Ay, por Dios!, comadre, habla
passo, no diga que ando yo en estas cosas.
|
CELESTINA.- Antes es mejor, para quitarte la
suspecha, que sepas mi innocencia y mi limpieza. He, he, he;
¡O señor, y cómo huelgo de tu venida!, para que
sepas en lo que estávamos la señora Zenara y yo.
|
ZENARA.- ¡Ay, por Dios, no digas nada, que
por Diós, que no es verdad!
|
CELESTINA.- Por Diós, sí
diré; y a la verdad, señor, pensava la señora
mi comadre que tú y yo que andávamos entendiendo en
hazer mala harina, e yo estávala diziendo que, si esso
huviera de ser, que en tiempo que los cedaços estavan
más nuevos huviéramos cernido, que ya, mal pecado, ni
tú puedes amassar ni yo puedo darte de heñir.
|
ARCEDIANO.- Por Dios, buena sospecha pues es
éssa.
|
ZENARA.- ¡Ay por Dios, señor, no
digas esso; que por vida mía y de Ancelinico, tu hijo, que
nunca tal me passó por el pensamiento!
|
ARCEDIANO.- Ora, que yo soy seguro que no de
balde dize mi comadre lo que ha dicho; y desto yo tengo la culpa,
en darte tanto que quieres tomar el todo.
|
ZENARA.- Señor, por tu vida, que tal cosa
nunca pensé.
|
ARCEDIANO.- Ora, sus, no es menester más,
que yo te tengo días ha bien conoscida.
|
CELESTINA.- ¡Ay, mi amor, y cómo
estás tan engañada! ¡O, quién pudiesse,
comadre, dezirte quánto el señor Arcediano
procuró comprar caro lo que tú tan barato de mi
honrra querías comprar!
|
ZENARA.- ¡Ay, por tu vida señora,
no me digas más, que me corro!
|
CELESTINA.- ¡A, señor!, pues viene
a propósito, por vida de la señora Zenara, que
sé que es la cosa desta vida que más quieres, que
digas lo que te acaesció la noche que yo y Garatusa
estávamos a la ventana, quando tú y el Arcipreste, tu
amigo, nos hablastes, quando yo morava a la calle nueva.
|
ARCEDIANO.- ¿Para qué es dezir
nada desso? Ya passó esse tiempo de liviandades.
|
CELESTINA.- Ora, por mi vida, que lo digas.
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ARCEDIANO.- Déxame comadre, que ya no es
tiempo dentender en tales liviandades.
|
CELESTINA.- Por Dios, pues si tú no lo
dizes, yo lo diré; que aquella noche, si por mí no
quedara, por Garatusa no quedó, por cierto, que
quería que os abriéssemos, viendo los prometimientos
que nos hazíades, que por tu vida, comadre, que gastavan
más de cien doblas. Mas mira, como yo siempre fuy recatada
desta negra honrra, a palabras locas hize mis orejas sordas, y
deseché el precio y valor del dinero por el mayor fin de la
honrra, como quien sabe que el dinero se ha de buscar para la
honrra y la honrra no ha de servir al dinero, y por aquí,
señora, de bueyzillo verás qué buey
arás. Dígolo para que pues en la mocedad puede de
mí dar tal esperiencia, que creas, mi amor, que en la madura
edad que no está tan verde la leña que sin mucho
fuego se pueda encender; porque muy mal, mi amor, un hielo con otro
saca lumbre, y como la vejez no tenga ningún calor, si no es
para bever, créeme, mi señora, que ya, mal pecado, su
merced del señor Arcediano y yo más necesidad tenemos
de vino anejo para callentar la cama que el de viejo para suplir la
falta de nuestro calor; ya, ya passó el tiempo donde con
fuego no se quemó mi fama, cree, comadre, que agora no se
encenderá con hielo; y baste lo dicho, y dexemos lo passado
pues ya no ay para qué traello a la memoria, pues harto hay
que entender en los duelos presentes. Y señor, dexando una
razón por otra, yo quiero salir para lo que tenemos ordenado
de fingir que soy resucitada, en la confiança del secreto
tuyo y de mi comadre. ¿Qué es lo que te parece que
devo de dezir?; pues tú como más libre, sabrás
en las cosas ajenas lo que ninguno en las suyas propias puede
saber, y el que más sabe, sabe, con saber, que no sabe ni
puede saber en sus cosas propias.
|
ARCEDIANO.- Comadre, parésceme que no hay
más que pensar, sino fingir que has resuscitado, que del
secreto desta casa a buen sueño suelto puedes dormir.
|
CELESTINA.- Ora pues, con essa seguridad yo voy,
en el nombre de Dios, con intención de emendar mi vida y las
agenas; y Dios quede contigo, señora, y señor.
|
ARCEDIANO.- Y contigo vaya, comadre.
|
CELESTINA.- ¡Válasme Dios, y
qué de gente paresce y viene a mí, como si fuesse
lechuza o búho que camina de día! Quiérome
meter presto en mi casa, si no, aquí me sacarán los
ojos.
|
PUEBLO.- ¡Vala el diablo! Aquélla,
Celestina, la que mataron los criados de Calisto, paresce.
¿es alguna visión? Por cierto, no es otra; ¡y
qué priessa que lleva, que paresce que va a ganar beneficio!
¡O gran misterio, que ella es!
|
CELESTINA.- Válalos el diablo, ¡y
qué mirar que tienen! Ora, sus, yo digo que la puerta de mi
casa está avierta; bien paresce, osadas, el poco cuydado que
con mi absencia hay. Acá están Elicia y
Areúsa, espántanse de verme, santiguándose
están; quiérolas hablar, que dan gritos y se
abraçan la una con la otra pensando que soy fantasma.
¡O, las mis hijas y los mis amores!; no hayáis miedo,
que yo soy vuestra madre, que ha plazido a Venus tornarme al
siglo.
|
AREÚSA.- ¡Ay Iesús, que me
muero de miedo!
|
ELICIA.- ¡Ay, hermana mía, que mi
madre Celestina paresce! ¡Ay, válame la Virgen
María, y no sea algún fantasma que nos quiera
matar!
|
CELESTINA.- ¡Ay bovas, y no hayáys
miedo, que yo soy! ¡Las mis hijas y los mis amores, venidme
abraçar, y dad las gracias a Dios que acá tornar me
dexó! Assí iuntas os quiero abraçar, que no
tendré sufrimiento para más esperar.
|
ELICIA.- ¡Ay Iesús, Iesús!
¡Valme Dios! ¡Ay madre, desvíate allá que
me muero de miedo, que pienso que eres muerta!
|
CELESTINA.- ¡Ay bova, bovita!; ¿y
de qué das gritos, loca? No hayas miedo, mi amor y mi hija y
las mis entrañas, que yo soy tu tía, que biva soy y
no muerta; abráçame, loca, ¿qué te
escandalizas? A osadas, que si fuera hombre y moço como soy
muger y vieja que no te espantaras de me ver ni de me
abraçar.
|
ELICIA.- ¡Ay tía, señora, y
bien seas venida! ¿Y para qué dizes malicias en mal
hora y en mal punto? ¿Y qué hombre pudiera venir a
quien yo más quisiera que a ti?
|
CELESTINA.- Aquel Sempronio, que a osadas, hija,
que no te estuviera bien abraçallo según queda, y yo
lo vi, en los infiernos abrasado. ¿Lloras, hija, por lo que
digo? Pues no llores, que obligada eres a gozarte con lo que a Dios
plaze y Él es servido de su justicia.
|
ELICIA.- ¡A osadas madre, que lloro por
esso! ¡y aun obras te hizo él para que yo llore por
él! No lloro, en mi ánima, sino de gozo de te
ver.
|
CELESTINA.- ¡Ay mi amor!, assí lo
creo yo, que para conoscer tu amor lo dixe, que bien satisfecha
estoy yo dél, aunque huelgo de oýrlo. Pues
¿cómo has estado mi hija, y tú, mi amor,
Areúsa?
|
AREÚSA.- ¡Ay madre!, ya vees que
tal estaríamos sin ti; con harta necessidad y
desventura.
|
CELESTINA.- Según esso, el
capitán, tu amigo, no deve haver venido, que del rufianazo,
gesto del día lo de Centurio, bien sé lo poco que con
él puedes medrar.
|
AREÚSA.- ¡Ay, madre! no ha venido;
mas, en mi ánima, con Centurio yo he medrado con él
tan poco el pelo como mi prima con el su mal passar de Crito.
|
CELESTINA.- Hartos días ha, hija, que si
ella me hoviera creýdo, lo hoviera dado a la
maledición y mudara ropa vieja y se vestiera toda de nueva;
mas las moças no miran los tropieços deste mundo
hasta que han caýdo. Venís tras el desseo y
negáys el provecho; pues renegad, hijas mías, de
«llámate mía y busca quien te dé de
comer»; e quando tuvieres alguno, por muy gran
afición, sin pluma, bueno es dalle compañero, para
pelar y hinchir los cabeçales para el frío de la
necessidad, y traellas a ambos las manos sobre el cerro,
dándoles a entender que cada uno es solo y no hay otro, y
quando uno con el otro en casa se toparen, hazer al uno entender
que es el otro pariente o primo y al otro que es el otro
tío, repartiendo el deudo conforme a la edad de cada uno,
para quitar sospechas y hazer las hechas.
|
AREÚSA.- ¡Ay tía,
señora, y qué gran gloria es oýrte dar
consejos y avisos que das a todo el mundo, y la gran abundancia de
sabiduría que tienes! ¡Y quán perdidas sin ti
hemos estado!
|
CELESTINA.- A la fe, hijas, pues agora lo
podéys dezir con razón, que traygo más
sciencia que llevé. Y dadme acá esse jarro, que el
camino pone sed y dalle he un toque. Paréceme, hijas, que no
estávades mal bastecidas de vino.
|
ELICIA.- ¡Ay madre, y qué transida
de sed venías!
|
CELESTINA.- Por cierto, hija, no me llegó
a los dientes.
|
ELICIA.- Pues por mi vida, madre, que por
demás de un azumbre, que puedes bien pensar que lo
tenía el jarro.
|
CELESTINA.- Hija, quiero descansar y tomar otros
dos traguitos, que en mi ánima, que con la priessa que he
traýdo por veros no me alcançava huelgo a huelgo.
|
ELICIA.- Refréscate, madre, de la calor y
lávate el rostro con lo que quedare del vino.
|
CELESTINA.- Hija, no hay mejor lavar, para
refrescar, que los gargueros; que como del estómago viene el
calor principalmente, allí, mi amor, se ha de socorrer a lo
más peligroso, y de la garganta se participa la sequedad a
los labrios y la lingua. El alma, hijas, me ha tornado este vino,
que, por cierto, transida venía de sed.
|
AREÚSA.- Madre, bien será que te
vaya por más vino, que poco deve de quedar.
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CELESTINA.- Hijas, basta, que aý queda
para remojar otra vez los labrios.
|
ELICIA.- ¡Ay, ay señora, y
qué gloria me es verte! ¡Y qué de cosas deves
allá haver visto, en el otro mundo!
|
AREÚSA.- A osadas prima, ¡y
cómo las deve haver visto!
|
CELESTINA.- He visto, hija, tanto, que no se
puede dezir; y agora más tiempo es de descansar de mi camino
que de saber nuevas de lo que allá passa, que más
días habrá, hijas, que longaniças.
|
ELICIA.- ¡Ay, dinos aora algo,
tía!
|
AREÚSA.- Déxala prima, y descanse
y huelgue. ¿Y qué más ha de dezir que verla y
holgarnos con ella? ¿Y para qué quieres tú ver
ni saber más que tener tanto bien?
|
ELICIA.- Ay prima, por mi fe, que dizes verdad.
Dame acá las manos, señora, y holgarme he contigo,
que, en mi ánima, no puedo aún acabar de creer que
eres tú.
|
CELESTINA.- ¡Ay hija, ay hija!; ¡y
cómo quisieras tú otras manos más blandas y
moças con que holgar que éstas, que parescen, mal
pecado, raýzes de árboles! No me las beses, hija, que
no están ya para besar.
|
ELICIA.- ¡Ay madre!, por cierto,
más huelgo yo de tales besar que quantas manos de galanes
puede haver; que déstas me viene a mí, cierto,
más provecho.
|
CELESTINA.- Pues a la verdad, hija, dessas
raýzes, si tú tomares mi consejo, sacarás,
cierto, más fruto que de las de Crito, ni tú, hija
Areúsa, de las de Centurio.
|
ELICIA.- Dalos a Dios, tía, y no los
mientes, agora, que no son menester; y échate aquí en
mí regaço, y rascarte he y espulgarte he; y descansa
un poco.
|
CELESTINA.- Assí lo quiero hazer antes
que venga más gente.
|
Argumento de la VIII Cena
|
|
FELIDES
está consigo hablando, y llega PANDULPHO a dalle nuevas de lo que ha
hecho; y estando en esto llega CANARÍN, corriendo, a dezille
que media ciudad va a cassa de CELESTINA, que dizen que es
resuscitada; y FELIDES
embía allá a saber la verdad a SIGERIL. Y
entrodúzense:
|
|
FELIDES,
SIGERIL, PANDULPHO, CANARÍN.
|
FELIDES.- ¡O santo Dios, quánta
pena es al que aguarda tiempo, por breve que sea! ¡Ay de
mí!, que no hay cosa que no me prometa esperança, y
en cosa que me la prometa no la hallo. En la fe que a mi
señora tengo pienso hazer milagros, y no puedo dexar de
ponella, en razón de su valor, para jamás esperallos
ver en la poca esperanza de mi remedio. Quiero llamar a Sigeril
para ver si se ha hecho algo de lo que a Pandulpho mandé.
¡Sigeril! ¡A, Sigeril!
|
SIGERIL.- Señor, ¿mandas algo?
|
FELIDES.- Quiero saber qué está
hecho en lo que a Pandulpho encomendamos.
|
SIGERIL.- Señor, lo que está hecho
es que la música se dio esta noche a Quincia, y,
dándose, llegó el alguazil; y Pandulpho, por no dar
ocasión a que se dañasse esta tu negociación,
pensando que huviera ruydo, quísose apartar dél,
dexándonos a nosotros en él.
|
FELIDES.- ¿Cómo es esso, me
di?
|
SIGERIL.- Es que, por Nuestra Dueña, como
sintió que venía gente, no huviera galgo, por ligero
que fuera, que le alcançara, según corral
hazía la liebre.
|
FELIDES.- Bueno es esso; ¿todos sus
fieros pararon en esso?
|
SIGERIL.- No sé en qué pararon,
mas sé que no huviera él parado según el son
que llevava, si no oyera que havía pazes; y, dexando
escondido la espada y el broquel y la guitarra, tornó
asegurando que nos dexava seguros que nos tomassen las
espaldas.
|
FELIDES.- Essas no deve él de tener
seguras, según el trato que por essos burdeles trae y lo que
sus fieros pregonan. ¡O, encomiendo al diablo el
panfarrón, vellaco! ¡Y toda éssa es su
ferocidad! Mas escucha, no nos oya, que le oyo hablar; él
es. ¿Qué, tenemos hijo, Pandulpho?
|
PANDULPHO.- Tenemos hija, que vale más
que él, por el corpo de Mahoma.
|
FELIDES.- ¿Cómo es esso?, que me
va pareciendo bien.
|
PANDULPHO.- Mejor te parecerá desque lo
sepas.
|
FELIDES.- Dímelo, que no basta mi desseo
a tanta tardança.
|
PANDULPHO.- Ya, señor, haurás
sabido de la música de anoche y cómo la oyeron de
buena gana.
|
FELIDES.- Sí sé, y oý de tu
esfuerço, de que estoy más pagado, porque siempre te
tuve en tal possessión; y mucho te agradezco tu
osadía y que tuviste templança, porque sería
destruyr el negocio de otra suerte.
|
PANDULPHO.- Señor, assí lo dixe yo
a Sigeril, que pues esso cumplía, que me vería hecho
un Sant Francisco en humildá. Mas dexando desto,
después acá he hablado a la moça, y no con
menos peligros de los criados de su padre.
|
SIGERIL.- Déssos te sabrás
tú muy bien guardar.
|
PANDULPHO.- ¿Qué dizes
Sigeril?
|
SIGERIL.- Digo, que Dios, que te guardes desso,
no destruya la negociación.
|
FELIDES.- No le atajes, que él
está ya tan ansiado que no hay para qué hablar en
esso.
|
PANDULPHO.- Por Nuestra Dueña del
Antigua, que pienso que más servicio te hago, señor,
en esso, según mi condición, que en traerte
aquí a Polandria, lo qual creo que se va aparejando, porque
para esta noche tengo concertado la habla con su criada, y por la
Verónica de Roma, que antes que de las manos me salga, la
dexe tan de mi mano que tengas tú a Polandria por cierta en
las tuyas.
|
FELIDES.- ¡O, Pandulpho!, mucho te
agradezco tu buena diligencia, y bien sabía yo a
quién encomendava mis cosas; yo te prometo que yo te lo
satisfaga si llevas a fin estos hechos.
|
PANDULPHO.- No quería yo que fuesse todo
parolas, porque más quiero un tomar que dos te
daré.
|
FELIDES.- ¿Qué dizes?
|
PANDULPHO.- Digo, señor, que tengas el
negocio por acabado, según los principios lleva, que yo lo
sabré assí ordir como tú lo verás
texer. Y paresce que oyo ruydo de gente en la calle; algo deve de
ser, que Canarín viene corriendo que no le alcança
huelgo; quiérome yr armar, que algo deve de ser.
|
FELIDES.- Aguarda, sepamos qué es, y
conforme a lo que fuere se proveerá, porque ya sabes que
dize el proverbio que hombre apercebido es medio combatido.
¿Qué es esto, Canarín?
|
CANARÍN.- Señor, la mayor nueva y
d'espanto que jamás oýste.
|
FELIDES.- ¿Qué es? Dilo
presto.
|
CANARÍN.- Señor, no traygo huelgo;
mas has de saber que toda la cibdad va corriendo a casa de
Celestina, que es fama que ha resuscitado.
|
FELIDES.- ¡Válame Dios!, ¿es
possible? Si assí es, agora pienso que Dios ha oýdo
mis oraciones y que para mi remedio la embía. Sigeril, por
tu fe, que vayas allá y me traygas recaudo presto de la
verdad deste hecho, que es el mayor que jamás ha acaescido,
y no es razón de dexar de yr a ver cosa tan admirable.
|
SIGERIL.- Señor, yo voy, y haré lo
que me mandas.
|
FELIDES.- Ora Canarín, en tanto que va
Sigeril, ¿qué es lo que oýste, ya que
estás más sossegado?
|
CANARÍN.- Señor, oý que,
estando Areúsa y Elicia en casa de Celestina, entró
Celestina por la puerta, y, parescéndoles cosa fuera de
razón o fantasma, no lo podían creer que ella fuesse,
hasta que las asseguró, y les dixo y certificó que
era ella; y a esta causa toda la ciudad va corriendo a ver tan gran
milagro, y yo vínetelo a dezir.
|
PANDULPHO.- Ha, ha, ha.
|
FELIDES.- ¿De qué rýes,
Pandulpho?
|
PANDULPHO.- Reýme que pienso, por las
reliquias de Mahoma, que alguna devota iluminaria de las boticas
del burdel, con sus oraciones, ha hecho tal milagro; o por la
santidad de tan buena persona como ella era y de la piadad de que
en esta vida usava, con remediar muchas erradas donzellas,
renovando sus quiebras, haziendo correr por buena su moneda falsa,
la de essa Venus la ha querido tornar al mundo para que tan santas
y buenas obras no falten, por faltar tan buena y santa persona.
|
FELIDES.- Pues no burles tú; que, por
cierto, no tengo yo por pequeña obra de misericordia
remediar tan gran mal como el que yo passo.
|
PANDULPHO.- Por cierto, señor, por esso
pienso que te embía el dios de amor su ángel
Celestina, para que remedie tu pena, como remedió la del
mártir Calixto; y plega a Dios que no lo seas tú como
ello fue.
|
FELIDES.- Por cierto, Pandulpho, con conseguir
la gloria que él consiguió, no ternía yo por
pequeña merced de Dios passar su martyrio.
|
PANDULPHO.- Pues yo te certifico, señor,
si es verdad la resurreción desta santa dueña, que
ella te sacrifique a Polandria, para que te puedas tú
después a ella sacrificar, como tiene sacrificadas
más de onze mil vírgines a las saetas de los
ýdolos de amor. Por cierto, gran bien ha venido a todo el
mundo con tal persona, para poblarse las hermitas de los desiertos
burdeles, que tales sin ella havían quedado, si no se
huvieran sostenido en esperança de su resurreción. Y
para ver tan gran misterio yo quiero yr tras Sigeril, en quanto
tú te llevantas; y si para assí no fuere, no
perderé cuydado del que esta noche tengo concertado, para
remediar el tuyo con Quincia, que creo que será otro santo
más a propósito a tus oraciones que la santa
resuscitada, según mi buena maña lo tiene ya
rodeado.
|
FELIDES.- Ora pues, hazlo assí. Y
Canarín, dame tú en tanto de vestir.
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Argumento de la IX Cena
|
|
ELICIA dize a
CELESTINA que viene mucha
gente a vella, y passa con ella y con AREÚSA grandes cosas; y llega
el PUEBLO a la hablar y
después muchas DUEÑAS.
Introdúzense:
|
|
ELICIA,
CELESTINA, AREÚSA, el PUEBLO, las DUEÑAS.
|
ELICIA.- ¡O, válame Dios con tanta
gente como aquí viene, madre!
|
CELESTINA.- Déxalos hija, que ya sabes
que quanto más mores, más ganancia. Todo esto es
autorizar más mi persona, estimar más mi fama, dar
más crédito a mi poder; porque, haviéndome
visto muerta y viéndome agora biva, ¿quién
dudará de mis artes?, ¿quién no temerá
mis conjuros?, ¿a quién faltará
esperança en mi saber?, ¿quién podrá
pensar cosa que piense que le podrá faltar? A todos habla
bien, pues sabes quán poco cuesta el bien hablar; a todos
rescibe con muy buen amor, para que con él te paguen; a
todos sabe bien hablar al sabor de su paladar; porque no hay, hija
mía, mejor librea, ni puedes a ninguno dar mejor vestido que
de lisonjas; todos los resciben, todos los aman, ninguno las
desecha; créeme, hija, que no hay moneda que más
corra y que mejor se resciba. ¿Qué te paresce
loquilla?, que estás desbarvada. ¿Paréscete
que todo es hazer entradas en la toca, pelar las cejas, acecalar el
rostrillo para parescer bien? ¿Paréscete si vengo
menos avisada del otro mundo que quando caminé para
allá? Sábete que más mercaduría traygo
que llevé, que más letras aprendí que
tenía, más criados tengo a mi mandar que hombres ves
venir, espíritus infernales, digo, con quien en esta jornada
he tomado conoscimiento y amistad. Mas quédesse agora esto
para después, que es razón de complir con los que
vienen.
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AREÚSA.- ¡Ay, tía
señora!, espantadas nos tienes en ver quanto dizes, sino que
paresce que vienes más vieja y más cana que quando
fuiste.
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CELESTINA.- A la fe, hija, sabe que desso
rescibe mi persona más autoridad; que a mi oficio más
autoridad sale de la edad y canas que no de hermosura y
moçedad, más se aprovechan mis artes de la
sabiduría que no de la tez, más de la sciencia que no
del vestido. Mas ya es tiempo que callemos, que el pueblo llega
acá.
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PUEBLO.- ¡O, madre Celestina!,
¿qué maravilla tan grande ha sido ésta de tu
resurreción?
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CELESTINA.- Hijos, los secretos de Dios no es
lícito sabellos todos, sino a quien Él los quiere
revelar, porque ya sabéys que lo que encubre a los sabios
descubre a los pequeñuelos como yo. Sabed, hijos
míos, que no vengo a descubrir los secretos de allá,
sino a enmendar la vida de acá, para con las obras dar el
enxemplo con aviso de lo que allá passa, pues la
misericordia de Dios fue de bolverme al siglo a hazer penitencia. Y
esto baste, hijos, para que todos os emendéis, como en la
predicación de Jonás, porque no perescáis; que
las cosas de la otra vida no bastan lenguas a dezillas, y por tanto
todos bivamos bien, para que no acabemos mal.
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PUEBLO.- Madre, espantados nos tienes de lo que
dizes, mucha honrra nos harías en dezirnos algo de lo que
viste.
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CELESTINA.- Hijos, ni me cumple ni os cumple, y
por tanto no me preguntéis más, que el silencio
será mi respuesta. E yd con Dios, que quiero reposar; que
vengo de muy largo camino y quiero descansar con mis hijas y
entender en mi casa, que la hallo mal reparada; que, mal pecado, ya
sabéis el proverbio, que a muertos y a ydos no hay amigos; y
con esto, por una parte me fuy al otro mundo, y por otra se
començó a desbaratar lo que con tanto trabajo yo
havía ganado para sostener mi honrra; porque como dize,
ganástelo o heredástelo, que assí me ha
acaescido a mí con Elicia; que, mal pecado, hijos, las
moças no curan de lo que havrán menester, sino de lo
con que podrán mejor parescer, y no curando mirar adelante
cayen muchas vezes atrás; mas la vieja como yo,
escarmentada, arregaçada passa el vado de los peligros desta
vida. Y esto baste por agora, hijos, y andad con la gracia de Dios;
básteos saber que havéys de bevir bien y emendar
todas la vida. Y con esto me entro en mi casa, y vosotros os yd a
las vuestras a reposar.
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PUEBLO.- Madre Celestina, tú seas muy
bien venida, y Dios quede contigo. Parécenos que la vieja
viene escarmentada; trato le deven haver dado por donde quiere
mudar el natural, que no se dirá agora que mudó la
piel la raposa, mas su natural no despoja, pues con mudar la piel
viene mudadas las obras; no de balde se dize que el loco por la
pena es cuerdo; aquí podremos, con razón, dezir que
de los escarmentados se hazen los arteros. Por cierto, caso de
predestinación paresce, pues la quiso Dios sacar de los
infernos para tornalla a hazer penitencia de sus pecados.
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CELESTINA.- Hijas, comamos, que cansada me dexa
aquella gente.
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AREÚSA.- Por cierto, madre, que te veo y
no lo puedo acabar de creer que te veo, tan suspensa estoy y
espantada de te ver.
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ELICIA.- ¡Ay hermana mía!, pues si
la vieras como yo la vi, quien aquellos malaventurados me la
dexaron en los braços, muerta y atravesada de mil estocadas,
más con razón dirías lo que dizes.
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CELESTINA.- Hijas, dexemos lo passado y
entendamos en lo presente, pues, a Dios gracias, todo se ha hecho
también. Porque de aquellos desventurados de Sempronio y
Pármeno yos certifico que yo los vi allá donde vengo,
de suerte que se puede bien por ellos dezir que si Marina
bayló, tome lo que halló; que ellos están bien
pagados, y yo satisfecha. Y dexando esto, hijas, ya que hemos
comido, cumple hazer nuestros hechos de aquí adelante de
otra manera que hasta aquí, porque de lo passado ya tenemos
la celada descubierta y dado aviso para que, todos
guardándose de mí, pudiéssemos, hija Elicia,
morir de hambre; si no que con mi santidad, como buey de perdizes
encencerrado, pueda meter sin que lo sientan las perdizes en la
red. Las mochachas en la red digo, hijas, por otras nuevas formas y
maneras que traygo aprendidas; porque no es razón de dexar
de dar gualardón de mis servicios a Venus, que me hizo las
mercedes, con las passadas, de alcançar de Júpiter
que tornasse acá. Y ante ti, hija Areúsa, todo puede
passar este secreto, que te tengo en lugar de hija y siempre te
tuve por muy sabia y de buen secreto, y pues ya sabes que los
sabios dizen que el que a otro su secreto descubre le da su
coraçón, ya vees, hija, la prenda que te dexo para
poner a recaudo el secreto; y desto bien segura estoy yo, de tu
saber, aunque te digo lo que dicho te tengo.
|
AREÚSA.- No estás engañada
madre, por cierto, que assí lo guarde yo como a mí
misma lo guardaría; y haze cuenta que lo que dizes y dixeres
que lo dizes a tu confessor.
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CELESTINA.- Assí lo tengo yo, hija, que
no de balde dize el proverbio que no ay coraçón
engañado, como por el mío conozco yo el tuyo; y en
pago desto yo quiero, hijas, que de todas sea lo que se ganare y lo
que se encubriere, porque en tan verdadera amistad no se sufre
haver cosa partida.
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AREÚSA.- Assí es razón,
madre, y assí puedes tú hazer de todo lo que yo tengo
a tu voluntad.
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CELESTINA.- Yo lo tengo, hija, bien conoscido.
Yo todo lo que al presente para comenzar nuestro trato me dieres,
créeme que saldrá a logro del caudal. Porque
más thesoros enterrados traygo sabidos que años tengo
a cuestas; de todas tres serán sabidos y de todas
será la ganancia, que no tengo ya necessidad de invocaciones
a Plutón porque de allá traygo sabidos todos sus
secretos. Y al presente, porque no sientan que tenemos tanta
riqueza, los thesoros estarán bien guardados donde
están, que yos certifico que nadie nos los hurte hasta que
vamos por ellos; y si lo sienten, luego el rey se metería en
querer su quinto, y no faltarían embidiosos, por donde se
pusiesse en peligro nuestra vida perderse tras el caudal.
Assí que conviene al presente, en esto como en lo
demás, gran secreto y disimulación, que el tiempo
adelante nos dirá lo que havemos de hazer. Y en tanto,
supliremos nuestras necessidades con lo que tú, hija
Areúsa, tienes, y con aquellas cien monedas y cadena que el
malogrado de Calisto me dio, que tan caro me costó, que
pocas havrás tú, hija Elicia, dello gastado; aunque,
mal pecado, como las moças no miráys lo de adelante,
ya tú havrás gastado quales media dozena de las
monedas. ¿He acertado, por mi vida? E ya, di la verdad,
loquilla, ¿qué te estás riendo?
|
ELICIA.- Ay madre, no me río desso, sino
que como tú fuiste enterrada, escondí la cadenilla,
porque vino aquí el mayordomo de la cruzada y, diziendo que
por haver muerto abentestato venían todos tus bienes a la
cruzada, todo lo secrestaron, y llevaron las cien monedas con todo
lo demás, hasta no dexar estaca en pared; y la cadenilla, en
mi alma, que me perjuré y la enterré, y
después, sacándola para vender algún
eslavón, aquel desuellacaras de Centurio me la vio, y nunca
fui poderosa de sacársela de las manos; y a la justicia me
fuera a quexar, si no porque no me acusassen el perjuro de no la
haver declarado, y por esto me callé con mi pérdida.
Assí que, madre señora, de mis ropas y tocados puedes
disponer, que de lo demás ya vees lo que ha sucedido, por
mis pecados; que como quedé huérfana sin ti, y
más de saber sin tu consejo y seso, todo se perdió
quanto bueno dexaste y yo escondí de lo que llevó la
cruzada.
|
CELESTINA.- Esta muchacha no es necia, aunque no
ha ydo a los infiernos como yo.
|
ELICIA.- ¿Qué dizes, madre?
|
CELESTINA.- Hija, digo que no vi cosa más
en los infiernos castigarse que encubrir nada de la hazienda de
otros; y pues tú, hija, erraste en encubrillo a la cruzada,
ya que yo estoy en el mundo, no sea peor el postrer yerro quel
primero, que desso del juramento yo lo terné secreto.
|
ELICIA.- He, he, he; bueno es esso, madre.
|
CELESTINA.- ¿Rýeste, por mi vida,
de que te caý en el cantar? ¿Qué pensavas, que
havía yo de descubrirte por la dexcomunión de la
cruzada? ¡Ay cómo eres bova; dessas descomuniones,
hija, tengo tragadas pocas! Por tu vida y de Areúsa,
más tengo tragadas que canas tengo a la cabeça; mas
ya sabes, hija, el proverbio que dize, que nunca diga ésta
por donde pague aquésta. Acertado te tengo la vena, bien
sé que te contento; no haias, hija, mi amor,
vergüença de me haver encubierto la hazienda, que bien
sé que no lo heziste sino por lo que yo me sé.
¿Dirélo, loquilla?. Cata, que lo quiero dezir si me
das licencia y no has vergüença; dezillo quiero, para
que sepas que no se me esconde cosa; y quiérome reýr;
¿dasme licencia que lo diga?
|
ELICIA.- Di, madre, que yo no sé por
qué dizes esso.
|
CELESTINA.- Areúsa, no me hagas de ojo,
que al buen entendedor pocas palabras; que la verdad es que Elicia
pensava que me quería yo de ti encubrir. ¿Dite en el
coraçón, loquilla? ¿Hete errado una jota? Pues
no te engañes, hija, que no quiero que con Areúsa aya
cosa encubierta, que no tengo yo descubierto lo que le dixe de los
thesoros que tenemos y de lo demás, para encubrille cosa. No
ayas vergüença, hija, de lo que has gastado, que yo te
lo perdono, y saca lo que te queda, que a mí ya no ay cosa
encubierta.
|
ELICIA.- Al diablo encomiendo vieja que tanto
sabe.
|
CELESTINA.- ¿Qué dizes, hija?
|
ELICIA.- Madre señora, que
pardiós, acertado me has; que he dicho lo que dixe por ver
si sabías las cosas encubiertas, y agora veo que sabes
más que antes.
|
CELESTINA.- ¡Ay mi amor, cómo lo
dizes y con qué gracia! Assí lo creo yo, por cierto,
y assí lo has de creer, hija Areúsa, que, por tu
vida, desde tan mañita nunca hallé tras ella un
alfiler; mas hija, parésceme que quisiste ser, como dizen, a
un traydor, dos alevosos. Mas, por mi vida, ¿qué
tienes gastado de las cien monedas?
|
ELICIA.- Por Dios madre, que lo digas tú,
para ver si aciertas.
|
CELESTINA.- Por mi vida, que digas; a ver si me
dixo Plutón la verdad, o si es lo que yo sé.
|
ELICIA.- Por Dios madre, doze monedas tengo
gastadas y la cadena entera se está, como tú la
dexaste escondida.
|
CELESTINA.- Por tu vida, tanto me dixo
Plutón que havías gastado.
|
ELICIA.- Pues por mi vida, que mintió;
que no tengo gastadas más de ocho.
|
CELESTINA.- Por tu vida, que esso es lo que yo
sabía, y el traydor siempre acostumbró mentir; bien
testifica la palabra divina donde dize que desde su principio fue
mentiroso y padre de mentiras. Buena estuviera yo, hija, si no
supiera más que él.
|
AREÚSA.- Espantada me tienes, madre, con
lo que te veo hablar.
|
CELESTINA.- Cada día hija, mi amor, lo
estarás más; y lo dicho, dicho. Y por agora no
más, que vienen muchas conoscidas nuestras a me hablar, y
tengo necessidad de asegurallas para tener seguridad d'entrar a
visitar sus hijas; porque el mayor servicio que a Venus puedo hazer
es sacrificar sangre, para amatar sus encendidos fuegos en los
coraçones de sus servidores.
|
DUEÑAS.- ¡O madre Celestina,
quánta gloria nos es de verte! ¡Plega a Dios que por
muchos años y buenos sea tu resurrección!
|
CELESTINA.- Señoras mías, todo ha
de ser para vuestro servicio y doctrina de todos, con los avisos
que vengo a dar al mundo, muy al contrario que les solía
dar; que esto es lo principal a que soy venida, a desdezirme de lo
passado, y consejar en lo presente, y a pensar lo que está
por venir; que nadie puede saber lo que allá se passa, sino
quien como yo ha passado por ello. Que yos certifico que otros
consejos resciban de mi vuestras hijas de hoy más, y otra
reprehensión las liviandades de los mancebos que hasta
aquí, y otra dotrina los viejos, y otra predicación
los religiosos, y otro aviso los abades; y porque desto el tiempo
dará testimonio, yo, señoras mías, yré
a pagar particularmente estas visitaciones y merced a cada una en
su casa, y estonces se podrá, en secreto, saber los
secretos, que público, de lo mucho que he visto, no se
permitte dezir sin gran ofensa de Dios. Y porque yo estoy cansada,
vuestras graçias me perdonen hasta quando digo que en
vuestras casas os visite; y vayan con la gracia de Dios.
|
DUEÑAS.- Madre Celestina, y tú
quedes con ella.
|
CELESTINA.- Hijas, de mano en mano, dadme
acá esse jarrillo, si quedó algún vino, que me
ha quedado la boca de tanto predicar tan seca que aun la saliva no
puedo tragar.
|
AREÚSA.- Madre, parésceme que no
se te ha olvidado el bever, aunque ha días que no lo
usaste.
|
ELICIA.- No te maravilles, que viene de lugares
secos.
|
CELESTINA.- Lastimásteme, pues para mi
santiguada que yo os lastime, hijas. Según el calor de donde
vengo no espantéis; quanto más que en el infierno ni
hay desseo de capones, ni perdizes, ni de riquezas, ni de cosa de
las desta vida, si no es de mojar la boca, según paresce por
aquel rico avariento, que pidió a Lázaro que le
pusiesse el dedo mojado en la lengua; que mejor autoridad para mi
no se puede haver.
|
AREÚSA.- Madre, esso sería con
agua.
|
CELESTINA.- Hija, mejor fuera con vino, por tu
vida. ¿No sabes tú que con vino se mata el fuego de
alquitrán, y con vino se lavan los cauterios después
que dados? Y las llagas, ¿con qué se lavan si no con
él?. Y el fuego, hija, de Sant Antón, ¿con
qué se ataja si no con vino? Que mejor cosa, ni más
quadrada, no puede ser para la sed del fuego que traygo. ¿Y
qué más autoridad quieres tú para la bondad
del vino, si no que dello se convierta en sangre de Jesuchristo,
para saber la ventaja que en todo al agua tiene?
|
AREÚSA.- Madre, pues también echan
agua en el cáliz.
|
CELESTINA.- Hija, esso es a medio cáliz
de vino una gotica, pienso que para significar el agua que junto
del costado con la sangre salió. ¿No sabes que en la
cena del Señor, que dixo Christo que no comería de
aquel fruto de vid hasta que lo comiesse con ellos en el reyno de
Dios? Donde se saca que en la gloria vino, y no agua, se ha de
bever; y por cierto, hija, si lo miras bien, que en la cena del
Señor, a osadas, que no oyas tú que se mentasse agua,
sino vino, quando digo que comulgó a sus discípulos y
les mandó que aquello hiziessen en su memoria. Mira
quánta virtud tiene, hija, el vino; y como nuestro Maestro
mandó aquella noche que hiziessen como Él
havía hecho, quiero yo tenelle ymitación en bever
vino y no agua.
|
AREÚSA.- Madre, esse mandamiento fue
más de agua que de vino, porque lo dixo acabando de lavar
los pies a sus discípulos.
|
CELESTINA.- Ay bova, y aun en esso verás
que te digo la verdad, pues con el agua mandó lavar los pies
y con el vino las bocas; cada cosa, hija, es para su oficio buena
el agua para lavar y el vino para bever. ¿Hete satisfecho?
¿Qué me respondes, bovilla, que quieres argüir
conmigo? Mas por Dios, que si me das licencia, que te diga una cosa
que no menos que la vida te va en ella.
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AREÚSA.- Di, madre, que sí
perdono.
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CELESTINA.- Pues no te tienes de correr.
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ARMA.- No correré, por mi vida.
|
CELESTINA.- Pues sabe, hija, que hoy al comer me
paresció que bevías agua, y desso regoldaste dos o
tres vezes; y aun por mi vida, que esse rostro con tan poca color
que no sale de otra cosa, que no hay cosa que más coma la
color que el agua.
|
AREÚSA.- Ay madre, cómo
estás engañada en lo de la color; que por tu vida, no
es sino de llorar la muerte de aquel malogrado de Pármeno,
que con el amor que le tuve no hago sino deshazerme en
lágrimas.
|
CELESTINA.- Y aun esso haze a mi
propósito, que aun las lágrimas, por parte de sser
agua, destruyen la tez. Otra, por cierto, haze lavar el rostro con
vino, y mucho más bevello; porque ves tú aquí,
mi amor, a Elicia, que dende que nasció lo beve, que
assí goze yo della, que la teta tenía en la boca y,
viendo el jarro o calabaça, como dize el proverbio, los ojos
en la puerta y las manos puestas en la rueca, con la teta en la
boca y los ojos en el jarro, tan de revés por mirallo, que,
assí goze yo, cosa sino lo blanco dellos se le
parescía, con la manita estava haziendo de señas que
se lo diessen, meneando los deditos; y otras vezes,
teniéndola en pino en las rodillas, en viendo vino o su
vasija, assí se abalançava a él dando saltos
que parescía quererme quebrar las piernas; y si el jarro le
ponían en las manos, parescía quererse bautizar
dentro, con la gana con que bevía. Mas bien se le paresce, a
osadas hija, en las colores que en las mexillas tiene, que no
parescen sino una grana. Ha venido esto, hija, sobre lo de tu
estómago, que pienso que, alliende de la mala color del
rostro, a no bevello te causa un poco de olor en la boca, de la
mala digestión y frialdad del estómago, donde se
causa assí mismo aquellas ventosidades que lançaste
por la boca quando comíamos, que, a la verdad, no paresce
bien, puesto que entre nosotros no vaya nada en ello. Que, hija,
vesme tú aquí a mí, que ni tengo diente ni
muela, y tengo un olor en la boca como una niña de tres
años; y todo esto ha venido sobre que dixiste si
havía olvidado el bever. Y con este aviso nos vamos a
reposar, que es hora; y no salgas de mi parescer ni sigáis
el vuestro, hijas, si no queréis errar.
|
AREÚSA.- Madre, parésceme que no
faltan autoridades para bever, y por tanto yo quiero hazerlo
assí de aquí adelante.
|
CELESTINA.- Pues hazerlo assí, hija; que
aun, por mi vida, el dolorcillo de la madreja la noche de
Pármeno, si te acuerdas, que no viene de otra cosa. Y con
esta, vamos a reposar la siesta.
|