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ArribaAbajoArgumento de la V Cena

 

PANDULPHO, acabada la música, va a pedir cuenta a su ramera, PALANA, y allegan a reñir y después a hazer pazes. Y introdúzense:

 
 

PANDULPHO, PALANA.

 

PANDULPHO.-  Ta, ta, ta.

PALANA.-  ¿Quién está aý?

PANDULPHO.-  Abre allá, pesar de tal, que vengo dado al enemigo.

PALANA.-  Encomiendo al diablo este desuellacaras, con algún achaque deve él de venir agora; duelos tenemos.

PANDULPHO.-  ¿Has de abrir allá, o tienes algún gayón que me ha tomado la posada?

PALANA.-  Aguarda que ya voy.

PANDULPHO.-  Abre, pues. Pesar de la vida que bivo con esta borracha, si ha de abrir esta noche.

PALANA.-  ¿Qué diablos havéis, que tan rifador venís?

PANDULPHO.-  ¡Pesa a la casa de Meca con la bagasa, si me ha de pedir la cuenta! Creo que por no dar la que te tengo de demandar me la estás tú ya pidiendo.

PALANA.-  Y aun de aý nasce la tosse a la gallina. Desventurada de mí, que quanto afano y trabajo para sostener mi honrra me ha de robar este desuellacaras.

PANDULPHO.-  ¿Qué estáis rezando, dueña? Pues no apañe yo un látigo para hazeros rezar bien de verdad.

PALANA.-  Digo que después que venís harto de andar en vuestras puterías, por donde os pagáis, venís a descargar en mí el enojo. ¡Desdichada de mí, que tengo yo de pagar vuestros dessabrimientos!

PANDULPHO.-  No llores, amores, despecho de la vida, que, dándome tú lo que es razón, no tengo de tratarte más que a mis ojos.

PALANA.-  ¿Y qué os tengo de dar más de lo que os tengo dado, que soy vuestra esclava?

PANDULPHO.-  Y aun con esso reniego yo, dama. Déxate dessas roncerías y dame lo que has ganado, y no quiebre el enojo que trayo en ti.

PALANA.-  ¿Y qué enojos son éstos?

PANDULPHO.-  Es que topé con cinco o seis vellacos y no sé qué me hizieron; y como me enojaron, tomaron las viñas y no aguardaron a que quebrasse en ellos mi yra. Y quería que no fuesses tú causa de pagar lo que ellos me quedaron a dever.

PALANA.-  Dexaos dessas rufianerías, galán, que no tengo yo toda mi vida de ser vuestra esclava. Pensé, en buena fe, que me vengaríades la iniuria que tengo recebida a vuestra causa, por teneros yo a vos.

PANDULPHO.-  ¡O, despecho de la vida que vivo!, ¿y quién te ha enojado? Pues no será sabido, quando, voto a la casa santa de Hierusalén, a palos le muela, por no apocar mi espada en matalle a espaldarazos. Y si es muger, voto a la Verónica de Jaén de te poner las narizes en tus manos, porque sepan que te han de tener en lo que por mí te deven.

PALANA.-  ¿Para qué son essos fieros, Pandulpho? ¿Pensáis que con ellos me havéis de hazer pago? Mirá, si queréis que os lo diga, yo soy muger de bien, y hablar claro Dios lo mandó; no tengo yo de ganar y travajar para vos, si vos no havés de tomar a mis cosas, y me han a mí maltratar, y tengo de buscar quien me vengue.

PANDULPHO.-  ¡O, reniego de los moros, con la puta! Estoyle diziendo que me diga quién la ha enojado para dalle mil muertes en lugar de una, y estáme trayendo garavatos, por no me dar la cuenta de lo que hoy ha ganado.

PALANA.-  ¿Vos no lo sabéis?, ¿para qué me preguntáis?

PANDULPHO.-  ¿Y qué sé?

PALANA.-  ¿No sabés quál me paró Botafes, el rufián de Azcarena, porque havíamos havido palabras? ¿Yo no lo dixe a vos?, ¿para qué os hazéis de nuevas?, ¿qué es lo que havéis hecho?

PANDULPHO.-  Que son borrachas. Ven acá, mala muger, que me estás afrontando. ¿Tú no me dixiste que te havía dicho Canarín, el pajezico de mi amo, que havían avisado a la justitia cómo andava a buscar a Botafes para lo despachar, y que andavan por te prender a ti y a mí, y que por esso acordamos, entre ti y mí, de dissimular por algún tiempo?

PALANA.-  Andaos daý con vuestros fieros y rufinerías, que esso todo lo ordistes vos con los criados de vuestro amo. Que si vos no lo dexérades, ¿de dónde ellos ni la justicia lo havían de saber?

PANDULPHO.-  Pese a la vida que bivo, que no quería yo puta tan sabia como ésta; entendido ha la guadramaña.

PALANA.-  ¿Qué dizes entre dientes, o qué estás rezando, que no tentiendo?

PANDULPHO.-  Digo que no hay tan mala muger en el mundo como tú, ni más sospechosa; voto al sepulcro no santo; mañana le hazer que el mayor pedaço sea la oreja, porque, en fin, yo sé que estoy fletado para la horca, no me da más hoy que mañana, y yo te contentaré porque no me andes con essos doblezes. Yo soy contigo como un ángel y tú andas comigo con dos hazes.

PALANA.-  No lo digo por tanto, mas para que sepáis que no me mamo los dedos, que a cabo de treynta años que ando en la mancebía algo havía de haver aprendido.

PANDULPHO.-  Y aun pese a tal porque has aprendido tanto.

PALANA.-  ¿Qué dizes?

PANDULPHO.-  Digo, hermana, que me mandes dar dinero, porque haviendo de hazer lo que tengo acordado por tu servicio, que es matar a Botafes mañana y cruzar la cara a su puta, ya sabes que para andar por yglesias y monesterios, a sombra de tejados, que no se puede hazer la bolsa vazía.

PALANA.-  Mal año para ti, don rufianazo, que no me sacarás más de lo que me has sacado, con essos fieros y mentiras.

PANDULPHO.-  ¿Dizes, vida, que te parece bien?

PALANA.-  No digo sino que no lo mates agora, que al presente no me hallo con dinero para tan gran costa como éssa.

PANDULPHO.-  Por Nostra Dueña, ya no te aprovecha, que no quiero que me digas otra vez lo que me dexiste, por todo el mundo, que yo tengo de hazer lo que digo y tú me has de dar quanto tienes; porque, a lo menos, si la justicia viniere a secrestarte los bienes, que no los halle para nuestros males, que donde fuere la persona mejor yrá la hazienda.

PALANA.-  Buen estilo toma el vellaco cuero para robarme; pues, por Nuestra Dueña, que yo te haga que te salga el sueño del perro.

PANDULPHO.-  ¿Qué dizes?

PALANA.-  Digo que no tengo blanca ni la puedo ganar.

PANDULPHO.-  ¿No? Pues dame acá tus ropas para que las empeñe esta noche o las ponga a recaudo, para que mañana a estas oras, yo juro a Mahoma, que yo tenga un real puesto sobre mí en la yglesia o monesterio donde me acogeré.

PALANA.-  Déxate, amores míos, dessas parolas, que no te quiero yo tan mal que te quería ver puesto en essas afrentas por mí.

PANDULPHO.-  Ya ni en tu mano ni en la mía no es; que lo que una vez determino todo el mundo no lo estorvará. Saca las ropas priado si no, yré yo por ellas.

PALANA.-  Por cierto, no yrás.

PANDULPHO.-  ¿No las quieres traer? Pues yo las tomo.

PALANA.-  Dexa, amigo, mis sayas, que no me las distes tú.

PANDULPHO.-  Desvíate allá, no quiebre en ti el enojes que tengo.

PALANA.-  Déxate dessos fieros, que no son para mí, que ya sé quántas son cinco; a quien cierne y amassa no le hurtes hogaça.

PANDULPHO.-  Déxame, si no, juro a tal de te hazer un juego que sea sonado en todo el reyno. ¿No quieres? ¡Pese, ora, a tal con la puta, si me ha de dexar!

PALANA.-  ¡Justicia, justicia, que me roban y me matan en mi casa!

PANDULPHO.-  ¿Tú no quieres callar? Boto a tal, si no callas, que te embíe con nuevas a los infiernos.

PALANA.-  Pues dexa tú mis ropas, amigo, que sí callaré; que ya sabes que honrra me quedará para ganar para ti y mí; que yo te daré dos reales, que por tu vida, mi alma, que no he ganado hoy más.

PANDULPHO.-  Pues ¿cómo quieres tú que con tan poco dinero me ponga yo a tal peligro?

PALANA.-  Que no quiero por agora que te pongas en nada, hasta que yo tenga con qué te hazer bien la barba.

PANDULPHO.-  Ora pues, después no te quexes; y dame acá esse cayre que dizes que tienes al presente para una camisa que me haze menester; y vamos acostar, y después no te quexes que no vengo tus injurias.

PALANA.-  Ora, que no quexaré; mas la camisa ¿paréscete que es bien que la pague yo, para que te vayas tú a la fuente a requebrar con la moça de Paltrana?

PANDULPHO.-  Calla ya, amores míos; voto a tal, todo el mundo no estimo en tanto como una paja para contigo. Mas, ¿quién te lo dixo?

PALANA.-  Por mi fe, que me lo dixo el negro de su casa, que ha estado aquí conmigo toda esta tarde y aun parte de la noche.

PANDULPHO.-  Yo te voto a la casa santa que él me lo pague, porque no venga con estas parlerías; creo que quedó enojado de mí porque le traté mal de palabras allá en la fuente, y pensando que me enojava me levantó esso para malmeterme contigo.

PALANA.-  Dalo al diablo, amigo, que no me da nada; mas no querría que lo que yo gano y trabajo para ti lo gastasses con otras.

PANDULPHO.-  Desso puedes tú estar segura. Y vamos, amores míos, acostar, que es ya tarde, y acabarse han los nublados de las quistiones y haremos las amistades, que no hay mejor concertador ni tercero para las renzillas de los enamorados que la cama.

PALANA.-  Vamos, entrañas mías; y, en quanto pudiéremos, démonos a plazer y dexemos los enojos.



ArribaAbajoArgumento de la VI Cena

 

PANDULPHO va la fuente y topa con QUINCIA y, estando con ella, llega BORUCA, la negra, y después ZAMBRÁN; e, ydo ZAMBRÁN, ruega BORUCA a PANDULPHO le lea una carta de ZAMBRÁN; y, leýda, vase PANDULPHO y topa a ZAMBRÁN, y loále la carta para tenerlo contento. Y entrodúzense:

 
 

PANDULPHO, QUINCIA, BORUCA y ZAMBRÁN.

 

PANDULPHO.-  Quiérome yr por la fuente, por ver si podré ver a Quincia que, voto a tal, alliende de lo que me va en abonarme con ella de la mala estimación de anoche, querría concluyr estas pláticas, que me parece gentil moça, y dar al diablo esta puerca de Palana, que, voto a tal, más vieja es que Sarra, y con la edad sabe tanta ruyndad como yo, y con puta tan matrera mal puedo yo mudar el pelo; y si esta moça pudiesse yo amansar, es hermosa y boçal, y con ella podría salir de mal año poniéndola a ganar hecha de mi mano, y no sabría salirme de mandado; que estotra puerca, voto a tal, no le sufra el hedor de la boca por quanto me puede dar. ¡Pese a tal con la borracha, si hay quién la sufra! Ora yo quiero poner haldas en cinta y haré de un tiro dos cuchilladas, que será hazer lo que mi amo me encomendó y lo que a mí me cumple; que será hazer lo que no hizo hasta hoy ninguno, que es meter honrra y provechio en un saco, assí que saliendo con la honrra de lo que mi amo que encomendó meter el provecho en mi bolsa. Quiérome aquí sentar, que no puede tardar de venir; y voto a tal, si no me engaño, hela allí do viene, es ella, no es otra, por Nuestra Dueña del Antigua. Señora Quincia, voto a tal de media legua te conoscí en la gracia que tienes en traer esse cántaro.

QUINCIA.-  Calla, ya estás haziendo burla. Assí como lo llevo no dexarán de bever del agua que llevare.

PANDULPHO.-  Juro por tu vida y mía, que si el agua tiene la gracia que tú tienes en llevalla, que puedes dezir con razón que no la dexarán de bever.

QUINCIA.-  Déxate desso, no estés haziendo burla.

PANDULPHO.-  Déxate tú, mi ángel, que tú lo ves mejor que yo lo digo; mas, dexando una razón por otra, ¿estás ya más mansa que ayer?

QUINCIA.-  Ay, señor, mucho te agradezco la música, que fue muy linda.

PANDULPHO.-  No me hables en esso, señora, que estoy para renegar la leche que mamé.

QUINCIA.-  ¿De qué, señor?

PANDULPHO.-  ¿De qué? ¡O, despecho de la vida que bivo!, ¿y no lo tengo destar? Que vaya hombre con covardes a hazer sus cosas, y que se ponga a recebir la muerte por complir con su honrra, y en confiança de los que lleva consigo, y se le torne el sueño del perro.

QUINCIA.-  ¿Cómo es esso, di?

PANDULPHO.-  ¿Y cómo? Tú, señora de mi alma, ¿no viste qué huyr llevava aquel lebrón de Barañón, moço de cavallos, quando anoche me acometió el alguazil? Que voto a la casa de Meca que, con todo mi esfuerço, quando le vi bolver las espaldas me hizo tituvear. Que cree que un hombre covarde es para destruir mil hombres, aunque sean leones.

QUINCIA.-  ¿Cómo, él era el que huyó anoche?

PANDULPHO.-  Pues, despecho de la vida, ¿quién havía de ser, sino él? Que, voto a tal, si no fuera por ser de una casa, las piernas le cortara, porque a él fuera castigo y a otros escarmiento.

QUINCIA.-  Bien lo dezía yo a la señora Polandria que era él.

PANDULPHO.-  ¿Qué me dizes, señora?; ¿que oyó su merced la música?

QUINCIA.-  Sí, por mi vida; y aun que dezía que havías sido tú el que havías huydo.

PANDULPHO.-  ¡O, pese a los ángelos con tal pensamiento! Bien paresce que no me tiene conoscido, pues en tal possessión me tiene. Suplícote, mi vida, que la desengañes tú de tan mal pensamiento.

QUINCIA.-  Por cierto, que yo lo dixe anoche, que no eras tú tal persona.

PANDULPHO.-  Téngotelo en merced, mi alma, que no bives tú engañada; porque, por las reliquias de Meca, que no hay cosa que yo más ame que a ti, que toda me paresces hecha de perlas preciosas; y no quería cosa más sino que conociesses el amistad que te tengo, porque no fuesses tan desamorada comigo.

QUINCIA.-  Por cierto, hermano, bien te quiero yo.

PANDULPHO.-  Bueno va esto.

QUINCIA.-  ¿Qué dizes?

PANDULPHO.-  Que no estás engañada, hermana, por Nuestra Dama; y para que conozcas más mi voluntad, ruégote que me hagas merced de oýr esta noche ciertas palabras que a mí me cumplen y te cumple dezirte.

QUINCIA.-  ¿Y aquí no me las puedes dezir?

PANDULPHO.-  No es cosa que se ha de dezir tan de priessa.

QUINCIA.-  No quería que te atreviesses a lo vedado.

PANDULPHO.-  Por Antechristo, no tengas temor que cosa contra tu voluntad haga.

QUINCIA.-  Ora pues, desvíate allá, que viene aquí Boruca.

PANDULPHO.-  ¿Qué me respondes a esto, mi alma?

QUINCIA.-  Otro día te daré la respuesta.

PANDULPHO.-  No, sino que lo hagas.

QUINCIA.-  Vete presto, que ella es.

PANDULPHO.-  Pues haze esto que te ruego.

QUINCIA.-  ¡O Iesú, cómo eres tan importuno! No de balde dizen que romero hito saca çatico. Ora vete, que sí haré.

PANDULPHO.-  Pues ¿a qué hora, mi alma?

QUINCIA.-  A las doze.

PANDULPHO.-  ¿Por dónde?

QUINCIA.-  ¡O Jesús!, por entre las puertas de mi casa.

BORUCA.-  Hermana Quincia, extar en bon ora.

QUINCIA.-  Y tú venir, Boruca.

BORUCA.-  Ha, ha, ha; ¿dezir a Zambrán mix encomendax?

QUINCIA.-  Sí dezir, y holgar mucho.

BORUCA.-  ¿E qué responder?

QUINCIA.-  Quextar tú muy veliaca, que no querer a él mucho.

BORUCA.-  ¿A mí veliaca? Más veliaco extar él.

QUINCIA.-  Hermana Boruca, dezirme alguna respuesta buena que llevar a Zambrán.

BORUCA.-  Ha, ha, ha; dezir que dezir a mí quextar vellaco y que andar en puterionex, que a mí xaber salir ayer de la puterixa de caxa de Palanax, que no dexir despox jurax a Dux mucho te quero, mucho te quero. Mas, venir acá, venir acá, ¿qué te dexer aquel gentel homber?

QUINCIA.-  Preguntarme por Zambrán.

BORUCA.-  A bona fe, mentir tú, que no dezir sino alguna velaquería de amori conex. He, he, he; catar Zambrán, catar Zambrán; querer a mí fuxir.

QUINCIA.-  Por mi vida, que te tengo de tener. Corre Zambrán, corre, que querer huyr Boruca.

ZAMBRÁN.-  ¿Por quextar tan vellaca que querer fugir de mí?

BORUCA.-  Andar, andar para Polanax.

ZAMBRÁN.-  Embidia extar éxa e bien parescer a mí, andar acá amorex y nuer enojo. Jurax a Dux máx querer a ti que a todas, dexar ox celox.

BORUCA.-  Andar con el diabro; dexar a me, xeñora Quincia. Tomar, don vellaco, porque llegar a me.

ZAMBRÁN.-  ¡O, corpo de Dux, con talex burlax! Jurax a Dux que te tengo de abraçar aunque no querer.

BORUCA.-  Dexarme, vellaco, dexarme.

ZAMBRÁN.-  Ora pox, perdonarme y a mí dexar.

BORUCA.-  Ora xí perdonar, andar con el diabro.

ZAMBRÁN.-  Ora pues, a mí andar a tu caxa exta noche.

BORUCA.-  Ora andar, que vox pagar a me.

QUINCIA.-  Ora, hermana Boruca, quedar con Dios, que yo me quiero yr mi casa.

BORUCA.-  Andar con Dux, hermana. Dezir a Zambrán que no andar a la noche a mi casa, que extar burlando. Venir acá, Quincia, chamar aquel gentil homber y moxarte un carte de Zambrán.

QUINCIA.-  Chámalo tú.

BORUCA.-  ¡A, xenor!, vexa acá la mano de voxa merxé; chegar acá, por tu vida.

PANDULPHO.-  ¿Qué quieres, hermana?

BORUCA.-  Xenor, voxa merxé, leer esta carta.

PANDULPHO.-  De buena voluntad, dar acá y escuchar. «Xenora de mi coraçón, guala, querer a ti como a me vida. Para Xanta Marea no xaberme bien lo que comer.»

BORUCA.-  A mí xí xaber, par Dux, ora dezer.

PANDULPHO.-  «Extar muy rixte y no poder dormir».

BORUCA.-  Ha, ha, ha; a mí gualardonir hasta las mañanax.

PANDULPHO.-  «O, dexirme todos: '¿de qué andar rixte Zambrán, hermano?'. Dexir a mí no xaber, guala, xabendo que todo lo haxer tú, mex entrañax. Mi coraçón, no me querer hazer más mal, por vida de voxa merxé, pues extar tuyo todox.».

BORUCA.-  Ha, ha, ha; guala, menter, que no extar meyo xino de tu xenora Paltranax.

PANDULPHO.-  «Y si tú querer, a mí caxar contigo, y bexacá la mano de voxa merxé.»

BORUCA.-  Guala, estar ben excrita, max a me no se me dar nada máx de para burlar y paxar tempo, que extar un bovo Zambrán. Dexer, hermana Quincia, que dexar dextax boveríax y dexar amore conex, que no aprovechar nada.

PANDULPHO.-  Señora hermosa, ¿mandas que se haga más por tu servicio y desta señora?

QUINCIA.-  Señor, no más, sino que te agradecemos el trabajo y que vayas con Dios.

PANDULPHO.-  Esto es lo menos que por tu servicio y dessa señora tengo que hazer; y por Nuestra Dueña del Antigua, que está la carta para passar dondequiera, y la gracia de Dios quede contigo.

QUINCIA.-  Y contigo vaya, gentilhombre.

PANDULPHO.-  Allí veo venir a Zambrán; quiero alaballe la carta para estar bien con él, que no será poco buena granjería para esta noche. Dios te salve, hermano Zambrán.

ZAMBRÁN.-  Vexacá la mano de voxa merxé, xenor Pandulphox.

PANDULPHO.-  Por el Corpus Domini, una carta tuya me dio Boruca a leer que mejor escrita no la he visto en mi vida.

ZAMBRÁN.-  He, he, he; callax xenor, que extar burlando, extar todo boverías.

PANDULPHO.-  Voto a las reliquias de Roma, no son sino buenos y singulares dichos en el caso.

ZAMBRÁN.-  Por tu vertú, que, guala, todo extar necedadex; max a mí quedar a tu servicio. Y andar con Dus, que yr depresa.

PANDULPHO.-  Dios vaya contigo, hermano. Dentro le dexo en la gorrionera; por Nuestra Dueña, yo te sepa traer la mano por el cerro. Y no es ya tiempo de tardar de yr a dar cuenta de lo passado a Felides, y dezille en el estado en que tengo sus amores.



ArribaAbajoArgumento de la VII Cena

 

En que ZENARA, manceba del ARCEDIANO, passa con CELESTINA grandes cosas, sobre los celos que CELESTINA le dize que ha tenido del ARCEDIANO viejo, en la casa donde estava ascondida; y viene el ARCEDIANO, y despedida dellos sale; y, espantado el PUEBLO, va a su casa y halla a ELICIA y AREÚSA, y pasan muchas cosas, espantadas de vella. Y entrodúzense:

 
 

ZENARA, CELESTINA, el ARCEDIANO, el PUEBLO, ELICIA, AREÚSA.

 

ZENARA.-  Ay comadre, ¿y cómo puedes sufrir tan largo encerramiento?

CELESTINA.-  ¿Cómo? ¿Cómo, comadre? Como la costumbre quieren los sabios que sea otra naturaleza, y como en esta naturaleza, con la costumbre, yo haya ya hecho ábito para sostener esta negra honrra que a tantos travajos nos obliga, y como sin ellos a ninguno se da, sufro el travajo, comadre, para con sufrirlo sacar la gloria, assí de mi honrra como de la gloria de la vengança de aquellos malaventurados de Sempronio y Pármeno, que assí me querían quitar la vida, donde con las suyas quedaron pagados de su maldad, y yo satisfecha de tal injuria.

ZENARA.-  Bien se podrá aquí dezir que quien mal haze parte le cae.

CELESTINA.-  Assí es; mas también, comadre, muchas vezes, haziendo bien se recibe mal.

ZENARA.-  ¿Por qué dizes esso, comadre?

CELESTINA.-  Tú me tienes entendida, y a buen entendedor pocas palabras, porque al sabio no es menester más de ponelle en el camino.

ZENARA.-  Mejor me ayude Dios, comadre, que yo entiendo esse latín.

CELESTINA.-  Pues yo por romance lo tengo; porque yo, comadre, siempre me precié de ser muy clara con mis amigos, y poder andar con esta cara de aquí aquí, muy sin vergüença. Porque assí como la vergüença en los moços es buena, porque por falta della no hagan lo que no deven, es mala en los viejos tenella por haver hecho lo que no devían hazer; assí que la vergüença a los moços es freno para no errar, y en los viejos no la tener ha de ser espuelas por parte de no haver errado, y con no haver errado faltalles la vergüença de no haver hecho cosa de que la poder tener.

ZENARA.-  Señora, declárate, que no te entiendo.

CELESTINA.-  Comadre señora, tú me entiendes mejor que yo lo sé dar a entender; y porque entre los amigos no ha de dormir quexa, ni se sufre en verdadera amistad, para que la satisfación supla con verdad la falta de la verdad en lo que muchas vezes se sospecha, yo me quiero, señora comadre, contigo declarar. Y es que yo vine aquí, a casa del señor Arcediano viejo, como a casa de señor y padre, a ser encubierta de la vengança que de los criados de Calisto yo quise tomar, fingiendo con mis artes que era muerta; y fieme de ti, señora comadre, como de persona, que como dize Plutarcho alabando a Camilo, que era assí pronto y amigable a aquellos a quien havía hecho beneficios, como si dellos los huviera rescebido, por haver ellos sido causa de acrescentar su honor. Assí que yo, señora, como fui causa de acrescentar tu honor, pensava que havía de ser amigable a ti.

ZENARA.-  ¿Por qué dizes esso, señora?

CELESTINA.-  Hablar claro, en fin, dizen que Dios lo dixo, y que barba a barba, vergüença se catan. Dígolo porque la verdad es hija de Dios, e yo siempre me prescié de dezilla, antes que de desnudarme de verdad para vestir a mis amigos de lisonjas.

ZENARA.-  Señora, por Dios, que te aclares ya, que no lo entiendo.

CELESTINA.-  Señora comadre, pues que quieres que lo diga, yo lo diré. El caso es que ya sabes como yo te conoscí, conoscida del cura de Sant Martín.

ZENARA.-  ¿Qué quieres dezir, madre, por esso?

CELESTINA.-  En buena fe, hija, no soy yo tan madre que puedes tú ser mi hija, mas pues lo he sido en consejo, yo lo quiero sufrir; y lo que quiero dezir es que yo te hize conoscer al cura de Sant Martín vendiéndote por virgen, como tú sabes, que te hize correr por moneda buena, haviendo ya sido antes quebrada en poder del maestresala del Obispo viejo; y como yo fuy en la casa de tu moneda la que tenía la mayordomía, no hay para qué negarme cosa.

ZENARA.-  Pues, ¿de qué sirve agora esso, comadre?

CELESTINA.-  Sirve de que si en casa del señor Arcediano viejo tú tienes honrra y provecho y hijos, y mandas en su casa y vedas, que por mí la mandas; y si subiste de maestresala al cura, y del cura al Arcediano, y del Arcediano a entrar por manceba y salir por señora, por mí es.

ZENARA.-  Declárate ya, por Dios, y no traygas cuentos viejos a la memoria.

CELESTINA.-  Declárome que yo te hize passar por virgen al Arcediano, y que te jugasse de boleo, biniendo ya de dos botes, y declárome que si yo tuviera pensamiento del Arcediano, amiga, si quieres que te lo diga, que no sacara pieça para meter pieça pues no sé tan mal jugar los dados que sacara a mí para meterte a ti; mas, como yo más estimé siempre la honrra que el interés, quise más que lo huviesses tú, quedando yo con mi honrra, que no que quedasse yo sin el interesse de la honrra por el del dinero. Ya creo que me tienes entendida.

ZENARA.-  ¿Ay tal donayre? Mejor me ayude Dios que yo, comadre, te entiendo ni sé que quieres dezir.

CELESTINA.-  Señora Zenara, pues si no as entendido, entiende que tú has havido celos de mí y del señor Arcediano, de que le has visto hablar conmigo secreto. Y hermana, si celos pudieras haver, sabe que días ha, que si yo tal pensamiento tuviera, que no me pusiera por tercera para contigo en la vihuela, pues pudiera ser la prima; que, aunque seas más moça que yo, otras cosas tengo yo que no tienes tú, por donde supliera con la gracia y saber la demasía de la edad. Que si yo vine a casa del Arcediano viejo, señora Zenara, no fue para tener amores con él. No, no por cierto, y mírame tú, sino para confiarme de su virtud, por el cargo que por tu causa me es, y para que por el que tú me tienes, pues por mí estás puesta en honrra, me confiasse de ti, que no para que huviesses celos de mí y de tu viejo honrrado; que si esso fuera, siendo él moço y yo moça pudiera comprar, mi amor, esse favor de mí, que cierto lo tuvo comprado con más passos y malas noches, alboradas y músicas por mi puerta que por la tuya dio. Mas lo poco que en la mocedad le aprovechó para sostener mi honrra, cree, mi amor, que menos le aprovechará en la vejez, donde ni su edad mata de amores, ni la mía puede morir por ellos; y el agua que mató, con temor de la honrra, el fuego en la mocedad, créeme, señora, que no se encenderá con tanta frialdad en el ábito de tal temor de honrra en la frialdad de la vejez. No tengas, mi amor, celos de mí, que ni la edad del señor Arcediano el viejo requiere, ni la mía lo demanda; y si lo has por pensar que me ha de dar algún interesse, sabe, mi amor, que no calçan sino a quien rompen. Assí que he querido dezirte lo dicho para que no bivas comigo engañada, porque ya es tiempo de salir a fingir mi resurrección, y no quiero, señora, que quedes con sospecha y, por parte de tenella, con quexa de la que no se deve de mí tener. Que, como crees en Dios, puedes tener por fe que ni yo tengo tales pensamientos, ni hay para qué los tener, que moça fuy y vieja soy, y pues que moça no los tuve, no hay para qué, mi amor, tenellos en la vejez; basta haver ofendido a Dios en tramar essos hilados, de lo qual ya tengo la esperiencia de mi yerro para me arrepentir y emendar y hazer penitencia de lo passado. Por lo qual, si no fuesse por las obras que de ti y del señor Arcediano he recebido, yo te consejara y le aconsejara que os apartárades de más ofender a Dios; mas, porque no digas que te quiero yo quitar tus provechos, yo quiero atreverme antes a mi consciencia que darte pesar; y lo dicho, mi amor, baste para que pierdas tal sospecha. Y nunca juzgues lo que no juzga la Yglesia, que es del secreto; y quando me vieres, no hablar solamente con el Arcediano, mas estar abraçado conmigo boca con boca, havías de pensar, como manda el Baldo, que me estava bendiziendo. Y mira quánto te quiero, que no he querido que quedasse contigo ni comigo ninguna doblez antes que saliesse de tu casa, para que el amistad quedasse sin sospecha de ninguna parte; y quiérote abraçar para más confirmalla, y para que sepas que lo dicho ha sido para quitalla y dexar amor en el lugar que la mala voluntad podía tener para estorvallo, no se declarando las voluntades. Y con esta confiança del amor que yo te tengo he descubiértote mi coraçón, para que pueda con tal secreto dexar el de mi resurrección fingida en el tuyo.

ZENARA.-  Señora, yo me corro, por cierto, de lo que has pensado, mas huelgo de lo que dizes para que sepas, como amiga, que no he dexado de tener alguna sospecha de ti; y esto no te maraville, porque me han dicho que quando moça tuviste ciertas pendencias con el Arcediano, y ya sabes que a los años mil torna el río por donde solía yr. Mas yo quedo satisfecha de ti, y cree que por mí no serás descubierta.

CELESTINA.-  He, he, he. Bien sé que en tanto que huviere lenguas que no faltarán falsos testimonios; ¿y por quál carga de agua, mi amor, si yo fuera primera con el Arcediano, havía de ser tercera para contigo, para perder lo servido al tiempo de la paga? Perdóneselo Dios y perdónetelo, que como Dios es verdad, para contigo como mi madre me parece estoy, y no te dexo yo de confesarte que no quedara por el Arcediano, si, quando éramos moços, yo consintiera en su desseo; mas cree, señora, que pues yo te di a ti la mano, que le di a él del pie. ¡Ay bova, ay bova!, ¿y por tan nescia tienes tú a Celestina, que si algo desso huviera, que renunciara en ti el beneficio sin que le quedara regresso? No creas, mi amor, que si tan caro me costaran las burlas del Arcedianazgo, que tan barato renunciara el derecho de sus beneficios.

ZENARA.-  Habla, señora, en mal hora, passo; no lo oya el Arcediano.

CELESTINA.-  Antes estás engañada, que el que sabe la verdad es bien que lo oya, para que te desengañe del pensamiento tan malo que de mí y dél has tenido. Perdónete Dios, que yo ya te lo tengo perdonado, porque sé que si no perdonáremos no seremos perdonados de Dios. ¡O, que helo aquí donde viene la mi reverenda persona, que no paresce sino que hinche toda esta casa con el autoridad con que viene!

ZENARA.-  ¡Ay, por Dios!, comadre, habla passo, no diga que ando yo en estas cosas.

CELESTINA.-  Antes es mejor, para quitarte la suspecha, que sepas mi innocencia y mi limpieza. He, he, he; ¡O señor, y cómo huelgo de tu venida!, para que sepas en lo que estávamos la señora Zenara y yo.

ZENARA.-  ¡Ay, por Dios, no digas nada, que por Diós, que no es verdad!

CELESTINA.-  Por Diós, sí diré; y a la verdad, señor, pensava la señora mi comadre que tú y yo que andávamos entendiendo en hazer mala harina, e yo estávala diziendo que, si esso huviera de ser, que en tiempo que los cedaços estavan más nuevos huviéramos cernido, que ya, mal pecado, ni tú puedes amassar ni yo puedo darte de heñir.

ARCEDIANO.-  Por Dios, buena sospecha pues es éssa.

ZENARA.-  ¡Ay por Dios, señor, no digas esso; que por vida mía y de Ancelinico, tu hijo, que nunca tal me passó por el pensamiento!

ARCEDIANO.-  Ora, que yo soy seguro que no de balde dize mi comadre lo que ha dicho; y desto yo tengo la culpa, en darte tanto que quieres tomar el todo.

ZENARA.-  Señor, por tu vida, que tal cosa nunca pensé.

ARCEDIANO.-  Ora, sus, no es menester más, que yo te tengo días ha bien conoscida.

CELESTINA.-  ¡Ay, mi amor, y cómo estás tan engañada! ¡O, quién pudiesse, comadre, dezirte quánto el señor Arcediano procuró comprar caro lo que tú tan barato de mi honrra querías comprar!

ZENARA.-  ¡Ay, por tu vida señora, no me digas más, que me corro!

CELESTINA.-  ¡A, señor!, pues viene a propósito, por vida de la señora Zenara, que sé que es la cosa desta vida que más quieres, que digas lo que te acaesció la noche que yo y Garatusa estávamos a la ventana, quando tú y el Arcipreste, tu amigo, nos hablastes, quando yo morava a la calle nueva.

ARCEDIANO.-  ¿Para qué es dezir nada desso? Ya passó esse tiempo de liviandades.

CELESTINA.-  Ora, por mi vida, que lo digas.

ARCEDIANO.-  Déxame comadre, que ya no es tiempo dentender en tales liviandades.

CELESTINA.-  Por Dios, pues si tú no lo dizes, yo lo diré; que aquella noche, si por mí no quedara, por Garatusa no quedó, por cierto, que quería que os abriéssemos, viendo los prometimientos que nos hazíades, que por tu vida, comadre, que gastavan más de cien doblas. Mas mira, como yo siempre fuy recatada desta negra honrra, a palabras locas hize mis orejas sordas, y deseché el precio y valor del dinero por el mayor fin de la honrra, como quien sabe que el dinero se ha de buscar para la honrra y la honrra no ha de servir al dinero, y por aquí, señora, de bueyzillo verás qué buey arás. Dígolo para que pues en la mocedad puede de mí dar tal esperiencia, que creas, mi amor, que en la madura edad que no está tan verde la leña que sin mucho fuego se pueda encender; porque muy mal, mi amor, un hielo con otro saca lumbre, y como la vejez no tenga ningún calor, si no es para bever, créeme, mi señora, que ya, mal pecado, su merced del señor Arcediano y yo más necesidad tenemos de vino anejo para callentar la cama que el de viejo para suplir la falta de nuestro calor; ya, ya passó el tiempo donde con fuego no se quemó mi fama, cree, comadre, que agora no se encenderá con hielo; y baste lo dicho, y dexemos lo passado pues ya no ay para qué traello a la memoria, pues harto hay que entender en los duelos presentes. Y señor, dexando una razón por otra, yo quiero salir para lo que tenemos ordenado de fingir que soy resucitada, en la confiança del secreto tuyo y de mi comadre. ¿Qué es lo que te parece que devo de dezir?; pues tú como más libre, sabrás en las cosas ajenas lo que ninguno en las suyas propias puede saber, y el que más sabe, sabe, con saber, que no sabe ni puede saber en sus cosas propias.

ARCEDIANO.-  Comadre, parésceme que no hay más que pensar, sino fingir que has resuscitado, que del secreto desta casa a buen sueño suelto puedes dormir.

CELESTINA.-  Ora pues, con essa seguridad yo voy, en el nombre de Dios, con intención de emendar mi vida y las agenas; y Dios quede contigo, señora, y señor.

ARCEDIANO.-  Y contigo vaya, comadre.

CELESTINA.-  ¡Válasme Dios, y qué de gente paresce y viene a mí, como si fuesse lechuza o búho que camina de día! Quiérome meter presto en mi casa, si no, aquí me sacarán los ojos.

PUEBLO.-  ¡Vala el diablo! Aquélla, Celestina, la que mataron los criados de Calisto, paresce. ¿es alguna visión? Por cierto, no es otra; ¡y qué priessa que lleva, que paresce que va a ganar beneficio! ¡O gran misterio, que ella es!

CELESTINA.-  Válalos el diablo, ¡y qué mirar que tienen! Ora, sus, yo digo que la puerta de mi casa está avierta; bien paresce, osadas, el poco cuydado que con mi absencia hay. Acá están Elicia y Areúsa, espántanse de verme, santiguándose están; quiérolas hablar, que dan gritos y se abraçan la una con la otra pensando que soy fantasma. ¡O, las mis hijas y los mis amores!; no hayáis miedo, que yo soy vuestra madre, que ha plazido a Venus tornarme al siglo.

AREÚSA.-  ¡Ay Iesús, que me muero de miedo!

ELICIA.-  ¡Ay, hermana mía, que mi madre Celestina paresce! ¡Ay, válame la Virgen María, y no sea algún fantasma que nos quiera matar!

CELESTINA.-  ¡Ay bovas, y no hayáys miedo, que yo soy! ¡Las mis hijas y los mis amores, venidme abraçar, y dad las gracias a Dios que acá tornar me dexó! Assí iuntas os quiero abraçar, que no tendré sufrimiento para más esperar.

ELICIA.-  ¡Ay Iesús, Iesús! ¡Valme Dios! ¡Ay madre, desvíate allá que me muero de miedo, que pienso que eres muerta!

CELESTINA.-  ¡Ay bova, bovita!; ¿y de qué das gritos, loca? No hayas miedo, mi amor y mi hija y las mis entrañas, que yo soy tu tía, que biva soy y no muerta; abráçame, loca, ¿qué te escandalizas? A osadas, que si fuera hombre y moço como soy muger y vieja que no te espantaras de me ver ni de me abraçar.

ELICIA.-  ¡Ay tía, señora, y bien seas venida! ¿Y para qué dizes malicias en mal hora y en mal punto? ¿Y qué hombre pudiera venir a quien yo más quisiera que a ti?

CELESTINA.-  Aquel Sempronio, que a osadas, hija, que no te estuviera bien abraçallo según queda, y yo lo vi, en los infiernos abrasado. ¿Lloras, hija, por lo que digo? Pues no llores, que obligada eres a gozarte con lo que a Dios plaze y Él es servido de su justicia.

ELICIA.-  ¡A osadas madre, que lloro por esso! ¡y aun obras te hizo él para que yo llore por él! No lloro, en mi ánima, sino de gozo de te ver.

CELESTINA.-  ¡Ay mi amor!, assí lo creo yo, que para conoscer tu amor lo dixe, que bien satisfecha estoy yo dél, aunque huelgo de oýrlo. Pues ¿cómo has estado mi hija, y tú, mi amor, Areúsa?

AREÚSA.-  ¡Ay madre!, ya vees que tal estaríamos sin ti; con harta necessidad y desventura.

CELESTINA.-  Según esso, el capitán, tu amigo, no deve haver venido, que del rufianazo, gesto del día lo de Centurio, bien sé lo poco que con él puedes medrar.

AREÚSA.-  ¡Ay, madre! no ha venido; mas, en mi ánima, con Centurio yo he medrado con él tan poco el pelo como mi prima con el su mal passar de Crito.

CELESTINA.-  Hartos días ha, hija, que si ella me hoviera creýdo, lo hoviera dado a la maledición y mudara ropa vieja y se vestiera toda de nueva; mas las moças no miran los tropieços deste mundo hasta que han caýdo. Venís tras el desseo y negáys el provecho; pues renegad, hijas mías, de «llámate mía y busca quien te dé de comer»; e quando tuvieres alguno, por muy gran afición, sin pluma, bueno es dalle compañero, para pelar y hinchir los cabeçales para el frío de la necessidad, y traellas a ambos las manos sobre el cerro, dándoles a entender que cada uno es solo y no hay otro, y quando uno con el otro en casa se toparen, hazer al uno entender que es el otro pariente o primo y al otro que es el otro tío, repartiendo el deudo conforme a la edad de cada uno, para quitar sospechas y hazer las hechas.

AREÚSA.-  ¡Ay tía, señora, y qué gran gloria es oýrte dar consejos y avisos que das a todo el mundo, y la gran abundancia de sabiduría que tienes! ¡Y quán perdidas sin ti hemos estado!

CELESTINA.-  A la fe, hijas, pues agora lo podéys dezir con razón, que traygo más sciencia que llevé. Y dadme acá esse jarro, que el camino pone sed y dalle he un toque. Paréceme, hijas, que no estávades mal bastecidas de vino.

ELICIA.-  ¡Ay madre, y qué transida de sed venías!

CELESTINA.-  Por cierto, hija, no me llegó a los dientes.

ELICIA.-  Pues por mi vida, madre, que por demás de un azumbre, que puedes bien pensar que lo tenía el jarro.

CELESTINA.-  Hija, quiero descansar y tomar otros dos traguitos, que en mi ánima, que con la priessa que he traýdo por veros no me alcançava huelgo a huelgo.

ELICIA.-  Refréscate, madre, de la calor y lávate el rostro con lo que quedare del vino.

CELESTINA.-  Hija, no hay mejor lavar, para refrescar, que los gargueros; que como del estómago viene el calor principalmente, allí, mi amor, se ha de socorrer a lo más peligroso, y de la garganta se participa la sequedad a los labrios y la lingua. El alma, hijas, me ha tornado este vino, que, por cierto, transida venía de sed.

AREÚSA.-  Madre, bien será que te vaya por más vino, que poco deve de quedar.

CELESTINA.-  Hijas, basta, que aý queda para remojar otra vez los labrios.

ELICIA.-  ¡Ay, ay señora, y qué gloria me es verte! ¡Y qué de cosas deves allá haver visto, en el otro mundo!

AREÚSA.-  A osadas prima, ¡y cómo las deve haver visto!

CELESTINA.-  He visto, hija, tanto, que no se puede dezir; y agora más tiempo es de descansar de mi camino que de saber nuevas de lo que allá passa, que más días habrá, hijas, que longaniças.

ELICIA.-  ¡Ay, dinos aora algo, tía!

AREÚSA.-  Déxala prima, y descanse y huelgue. ¿Y qué más ha de dezir que verla y holgarnos con ella? ¿Y para qué quieres tú ver ni saber más que tener tanto bien?

ELICIA.-  Ay prima, por mi fe, que dizes verdad. Dame acá las manos, señora, y holgarme he contigo, que, en mi ánima, no puedo aún acabar de creer que eres tú.

CELESTINA.-  ¡Ay hija, ay hija!; ¡y cómo quisieras tú otras manos más blandas y moças con que holgar que éstas, que parescen, mal pecado, raýzes de árboles! No me las beses, hija, que no están ya para besar.

ELICIA.-  ¡Ay madre!, por cierto, más huelgo yo de tales besar que quantas manos de galanes puede haver; que déstas me viene a mí, cierto, más provecho.

CELESTINA.-  Pues a la verdad, hija, dessas raýzes, si tú tomares mi consejo, sacarás, cierto, más fruto que de las de Crito, ni tú, hija Areúsa, de las de Centurio.

ELICIA.-  Dalos a Dios, tía, y no los mientes, agora, que no son menester; y échate aquí en mí regaço, y rascarte he y espulgarte he; y descansa un poco.

CELESTINA.-  Assí lo quiero hazer antes que venga más gente.



ArribaAbajoArgumento de la VIII Cena

 

FELIDES está consigo hablando, y llega PANDULPHO a dalle nuevas de lo que ha hecho; y estando en esto llega CANARÍN, corriendo, a dezille que media ciudad va a cassa de CELESTINA, que dizen que es resuscitada; y FELIDES embía allá a saber la verdad a SIGERIL. Y entrodúzense:

 
 

FELIDES, SIGERIL, PANDULPHO, CANARÍN.

 

FELIDES.-  ¡O santo Dios, quánta pena es al que aguarda tiempo, por breve que sea! ¡Ay de mí!, que no hay cosa que no me prometa esperança, y en cosa que me la prometa no la hallo. En la fe que a mi señora tengo pienso hazer milagros, y no puedo dexar de ponella, en razón de su valor, para jamás esperallos ver en la poca esperanza de mi remedio. Quiero llamar a Sigeril para ver si se ha hecho algo de lo que a Pandulpho mandé. ¡Sigeril! ¡A, Sigeril!

SIGERIL.-  Señor, ¿mandas algo?

FELIDES.-  Quiero saber qué está hecho en lo que a Pandulpho encomendamos.

SIGERIL.-  Señor, lo que está hecho es que la música se dio esta noche a Quincia, y, dándose, llegó el alguazil; y Pandulpho, por no dar ocasión a que se dañasse esta tu negociación, pensando que huviera ruydo, quísose apartar dél, dexándonos a nosotros en él.

FELIDES.-  ¿Cómo es esso, me di?

SIGERIL.-  Es que, por Nuestra Dueña, como sintió que venía gente, no huviera galgo, por ligero que fuera, que le alcançara, según corral hazía la liebre.

FELIDES.-  Bueno es esso; ¿todos sus fieros pararon en esso?

SIGERIL.-  No sé en qué pararon, mas sé que no huviera él parado según el son que llevava, si no oyera que havía pazes; y, dexando escondido la espada y el broquel y la guitarra, tornó asegurando que nos dexava seguros que nos tomassen las espaldas.

FELIDES.-  Essas no deve él de tener seguras, según el trato que por essos burdeles trae y lo que sus fieros pregonan. ¡O, encomiendo al diablo el panfarrón, vellaco! ¡Y toda éssa es su ferocidad! Mas escucha, no nos oya, que le oyo hablar; él es. ¿Qué, tenemos hijo, Pandulpho?

PANDULPHO.-  Tenemos hija, que vale más que él, por el corpo de Mahoma.

FELIDES.-  ¿Cómo es esso?, que me va pareciendo bien.

PANDULPHO.-  Mejor te parecerá desque lo sepas.

FELIDES.-  Dímelo, que no basta mi desseo a tanta tardança.

PANDULPHO.-  Ya, señor, haurás sabido de la música de anoche y cómo la oyeron de buena gana.

FELIDES.-  Sí sé, y oý de tu esfuerço, de que estoy más pagado, porque siempre te tuve en tal possessión; y mucho te agradezco tu osadía y que tuviste templança, porque sería destruyr el negocio de otra suerte.

PANDULPHO.-  Señor, assí lo dixe yo a Sigeril, que pues esso cumplía, que me vería hecho un Sant Francisco en humildá. Mas dexando desto, después acá he hablado a la moça, y no con menos peligros de los criados de su padre.

SIGERIL.-  Déssos te sabrás tú muy bien guardar.

PANDULPHO.-  ¿Qué dizes Sigeril?

SIGERIL.-  Digo, que Dios, que te guardes desso, no destruya la negociación.

FELIDES.-  No le atajes, que él está ya tan ansiado que no hay para qué hablar en esso.

PANDULPHO.-  Por Nuestra Dueña del Antigua, que pienso que más servicio te hago, señor, en esso, según mi condición, que en traerte aquí a Polandria, lo qual creo que se va aparejando, porque para esta noche tengo concertado la habla con su criada, y por la Verónica de Roma, que antes que de las manos me salga, la dexe tan de mi mano que tengas tú a Polandria por cierta en las tuyas.

FELIDES.-  ¡O, Pandulpho!, mucho te agradezco tu buena diligencia, y bien sabía yo a quién encomendava mis cosas; yo te prometo que yo te lo satisfaga si llevas a fin estos hechos.

PANDULPHO.-  No quería yo que fuesse todo parolas, porque más quiero un tomar que dos te daré.

FELIDES.-  ¿Qué dizes?

PANDULPHO.-  Digo, señor, que tengas el negocio por acabado, según los principios lleva, que yo lo sabré assí ordir como tú lo verás texer. Y paresce que oyo ruydo de gente en la calle; algo deve de ser, que Canarín viene corriendo que no le alcança huelgo; quiérome yr armar, que algo deve de ser.

FELIDES.-  Aguarda, sepamos qué es, y conforme a lo que fuere se proveerá, porque ya sabes que dize el proverbio que hombre apercebido es medio combatido. ¿Qué es esto, Canarín?

CANARÍN.-  Señor, la mayor nueva y d'espanto que jamás oýste.

FELIDES.-  ¿Qué es? Dilo presto.

CANARÍN.-  Señor, no traygo huelgo; mas has de saber que toda la cibdad va corriendo a casa de Celestina, que es fama que ha resuscitado.

FELIDES.-  ¡Válame Dios!, ¿es possible? Si assí es, agora pienso que Dios ha oýdo mis oraciones y que para mi remedio la embía. Sigeril, por tu fe, que vayas allá y me traygas recaudo presto de la verdad deste hecho, que es el mayor que jamás ha acaescido, y no es razón de dexar de yr a ver cosa tan admirable.

SIGERIL.-  Señor, yo voy, y haré lo que me mandas.

FELIDES.-  Ora Canarín, en tanto que va Sigeril, ¿qué es lo que oýste, ya que estás más sossegado?

CANARÍN.-  Señor, oý que, estando Areúsa y Elicia en casa de Celestina, entró Celestina por la puerta, y, parescéndoles cosa fuera de razón o fantasma, no lo podían creer que ella fuesse, hasta que las asseguró, y les dixo y certificó que era ella; y a esta causa toda la ciudad va corriendo a ver tan gran milagro, y yo vínetelo a dezir.

PANDULPHO.-  Ha, ha, ha.

FELIDES.-  ¿De qué rýes, Pandulpho?

PANDULPHO.-  Reýme que pienso, por las reliquias de Mahoma, que alguna devota iluminaria de las boticas del burdel, con sus oraciones, ha hecho tal milagro; o por la santidad de tan buena persona como ella era y de la piadad de que en esta vida usava, con remediar muchas erradas donzellas, renovando sus quiebras, haziendo correr por buena su moneda falsa, la de essa Venus la ha querido tornar al mundo para que tan santas y buenas obras no falten, por faltar tan buena y santa persona.

FELIDES.-  Pues no burles tú; que, por cierto, no tengo yo por pequeña obra de misericordia remediar tan gran mal como el que yo passo.

PANDULPHO.-  Por cierto, señor, por esso pienso que te embía el dios de amor su ángel Celestina, para que remedie tu pena, como remedió la del mártir Calixto; y plega a Dios que no lo seas tú como ello fue.

FELIDES.-  Por cierto, Pandulpho, con conseguir la gloria que él consiguió, no ternía yo por pequeña merced de Dios passar su martyrio.

PANDULPHO.-  Pues yo te certifico, señor, si es verdad la resurreción desta santa dueña, que ella te sacrifique a Polandria, para que te puedas tú después a ella sacrificar, como tiene sacrificadas más de onze mil vírgines a las saetas de los ýdolos de amor. Por cierto, gran bien ha venido a todo el mundo con tal persona, para poblarse las hermitas de los desiertos burdeles, que tales sin ella havían quedado, si no se huvieran sostenido en esperança de su resurreción. Y para ver tan gran misterio yo quiero yr tras Sigeril, en quanto tú te llevantas; y si para assí no fuere, no perderé cuydado del que esta noche tengo concertado, para remediar el tuyo con Quincia, que creo que será otro santo más a propósito a tus oraciones que la santa resuscitada, según mi buena maña lo tiene ya rodeado.

FELIDES.-  Ora pues, hazlo assí. Y Canarín, dame tú en tanto de vestir.



ArribaAbajoArgumento de la IX Cena

 

ELICIA dize a CELESTINA que viene mucha gente a vella, y passa con ella y con AREÚSA grandes cosas; y llega el PUEBLO a la hablar y después muchas DUEÑAS. Introdúzense:

 
 

ELICIA, CELESTINA, AREÚSA, el PUEBLO, las DUEÑAS.

 

ELICIA.-  ¡O, válame Dios con tanta gente como aquí viene, madre!

CELESTINA.-  Déxalos hija, que ya sabes que quanto más mores, más ganancia. Todo esto es autorizar más mi persona, estimar más mi fama, dar más crédito a mi poder; porque, haviéndome visto muerta y viéndome agora biva, ¿quién dudará de mis artes?, ¿quién no temerá mis conjuros?, ¿a quién faltará esperança en mi saber?, ¿quién podrá pensar cosa que piense que le podrá faltar? A todos habla bien, pues sabes quán poco cuesta el bien hablar; a todos rescibe con muy buen amor, para que con él te paguen; a todos sabe bien hablar al sabor de su paladar; porque no hay, hija mía, mejor librea, ni puedes a ninguno dar mejor vestido que de lisonjas; todos los resciben, todos los aman, ninguno las desecha; créeme, hija, que no hay moneda que más corra y que mejor se resciba. ¿Qué te paresce loquilla?, que estás desbarvada. ¿Paréscete que todo es hazer entradas en la toca, pelar las cejas, acecalar el rostrillo para parescer bien? ¿Paréscete si vengo menos avisada del otro mundo que quando caminé para allá? Sábete que más mercaduría traygo que llevé, que más letras aprendí que tenía, más criados tengo a mi mandar que hombres ves venir, espíritus infernales, digo, con quien en esta jornada he tomado conoscimiento y amistad. Mas quédesse agora esto para después, que es razón de complir con los que vienen.

AREÚSA.-  ¡Ay, tía señora!, espantadas nos tienes en ver quanto dizes, sino que paresce que vienes más vieja y más cana que quando fuiste.

CELESTINA.-  A la fe, hija, sabe que desso rescibe mi persona más autoridad; que a mi oficio más autoridad sale de la edad y canas que no de hermosura y moçedad, más se aprovechan mis artes de la sabiduría que no de la tez, más de la sciencia que no del vestido. Mas ya es tiempo que callemos, que el pueblo llega acá.

PUEBLO.-  ¡O, madre Celestina!, ¿qué maravilla tan grande ha sido ésta de tu resurreción?

CELESTINA.-  Hijos, los secretos de Dios no es lícito sabellos todos, sino a quien Él los quiere revelar, porque ya sabéys que lo que encubre a los sabios descubre a los pequeñuelos como yo. Sabed, hijos míos, que no vengo a descubrir los secretos de allá, sino a enmendar la vida de acá, para con las obras dar el enxemplo con aviso de lo que allá passa, pues la misericordia de Dios fue de bolverme al siglo a hazer penitencia. Y esto baste, hijos, para que todos os emendéis, como en la predicación de Jonás, porque no perescáis; que las cosas de la otra vida no bastan lenguas a dezillas, y por tanto todos bivamos bien, para que no acabemos mal.

PUEBLO.-  Madre, espantados nos tienes de lo que dizes, mucha honrra nos harías en dezirnos algo de lo que viste.

CELESTINA.-  Hijos, ni me cumple ni os cumple, y por tanto no me preguntéis más, que el silencio será mi respuesta. E yd con Dios, que quiero reposar; que vengo de muy largo camino y quiero descansar con mis hijas y entender en mi casa, que la hallo mal reparada; que, mal pecado, ya sabéis el proverbio, que a muertos y a ydos no hay amigos; y con esto, por una parte me fuy al otro mundo, y por otra se començó a desbaratar lo que con tanto trabajo yo havía ganado para sostener mi honrra; porque como dize, ganástelo o heredástelo, que assí me ha acaescido a mí con Elicia; que, mal pecado, hijos, las moças no curan de lo que havrán menester, sino de lo con que podrán mejor parescer, y no curando mirar adelante cayen muchas vezes atrás; mas la vieja como yo, escarmentada, arregaçada passa el vado de los peligros desta vida. Y esto baste por agora, hijos, y andad con la gracia de Dios; básteos saber que havéys de bevir bien y emendar todas la vida. Y con esto me entro en mi casa, y vosotros os yd a las vuestras a reposar.

PUEBLO.-  Madre Celestina, tú seas muy bien venida, y Dios quede contigo. Parécenos que la vieja viene escarmentada; trato le deven haver dado por donde quiere mudar el natural, que no se dirá agora que mudó la piel la raposa, mas su natural no despoja, pues con mudar la piel viene mudadas las obras; no de balde se dize que el loco por la pena es cuerdo; aquí podremos, con razón, dezir que de los escarmentados se hazen los arteros. Por cierto, caso de predestinación paresce, pues la quiso Dios sacar de los infernos para tornalla a hazer penitencia de sus pecados.

CELESTINA.-  Hijas, comamos, que cansada me dexa aquella gente.

AREÚSA.-  Por cierto, madre, que te veo y no lo puedo acabar de creer que te veo, tan suspensa estoy y espantada de te ver.

ELICIA.-  ¡Ay hermana mía!, pues si la vieras como yo la vi, quien aquellos malaventurados me la dexaron en los braços, muerta y atravesada de mil estocadas, más con razón dirías lo que dizes.

CELESTINA.-  Hijas, dexemos lo passado y entendamos en lo presente, pues, a Dios gracias, todo se ha hecho también. Porque de aquellos desventurados de Sempronio y Pármeno yos certifico que yo los vi allá donde vengo, de suerte que se puede bien por ellos dezir que si Marina bayló, tome lo que halló; que ellos están bien pagados, y yo satisfecha. Y dexando esto, hijas, ya que hemos comido, cumple hazer nuestros hechos de aquí adelante de otra manera que hasta aquí, porque de lo passado ya tenemos la celada descubierta y dado aviso para que, todos guardándose de mí, pudiéssemos, hija Elicia, morir de hambre; si no que con mi santidad, como buey de perdizes encencerrado, pueda meter sin que lo sientan las perdizes en la red. Las mochachas en la red digo, hijas, por otras nuevas formas y maneras que traygo aprendidas; porque no es razón de dexar de dar gualardón de mis servicios a Venus, que me hizo las mercedes, con las passadas, de alcançar de Júpiter que tornasse acá. Y ante ti, hija Areúsa, todo puede passar este secreto, que te tengo en lugar de hija y siempre te tuve por muy sabia y de buen secreto, y pues ya sabes que los sabios dizen que el que a otro su secreto descubre le da su coraçón, ya vees, hija, la prenda que te dexo para poner a recaudo el secreto; y desto bien segura estoy yo, de tu saber, aunque te digo lo que dicho te tengo.

AREÚSA.-  No estás engañada madre, por cierto, que assí lo guarde yo como a mí misma lo guardaría; y haze cuenta que lo que dizes y dixeres que lo dizes a tu confessor.

CELESTINA.-  Assí lo tengo yo, hija, que no de balde dize el proverbio que no ay coraçón engañado, como por el mío conozco yo el tuyo; y en pago desto yo quiero, hijas, que de todas sea lo que se ganare y lo que se encubriere, porque en tan verdadera amistad no se sufre haver cosa partida.

AREÚSA.-  Assí es razón, madre, y assí puedes tú hazer de todo lo que yo tengo a tu voluntad.

CELESTINA.-  Yo lo tengo, hija, bien conoscido. Yo todo lo que al presente para comenzar nuestro trato me dieres, créeme que saldrá a logro del caudal. Porque más thesoros enterrados traygo sabidos que años tengo a cuestas; de todas tres serán sabidos y de todas será la ganancia, que no tengo ya necessidad de invocaciones a Plutón porque de allá traygo sabidos todos sus secretos. Y al presente, porque no sientan que tenemos tanta riqueza, los thesoros estarán bien guardados donde están, que yos certifico que nadie nos los hurte hasta que vamos por ellos; y si lo sienten, luego el rey se metería en querer su quinto, y no faltarían embidiosos, por donde se pusiesse en peligro nuestra vida perderse tras el caudal. Assí que conviene al presente, en esto como en lo demás, gran secreto y disimulación, que el tiempo adelante nos dirá lo que havemos de hazer. Y en tanto, supliremos nuestras necessidades con lo que tú, hija Areúsa, tienes, y con aquellas cien monedas y cadena que el malogrado de Calisto me dio, que tan caro me costó, que pocas havrás tú, hija Elicia, dello gastado; aunque, mal pecado, como las moças no miráys lo de adelante, ya tú havrás gastado quales media dozena de las monedas. ¿He acertado, por mi vida? E ya, di la verdad, loquilla, ¿qué te estás riendo?

ELICIA.-  Ay madre, no me río desso, sino que como tú fuiste enterrada, escondí la cadenilla, porque vino aquí el mayordomo de la cruzada y, diziendo que por haver muerto abentestato venían todos tus bienes a la cruzada, todo lo secrestaron, y llevaron las cien monedas con todo lo demás, hasta no dexar estaca en pared; y la cadenilla, en mi alma, que me perjuré y la enterré, y después, sacándola para vender algún eslavón, aquel desuellacaras de Centurio me la vio, y nunca fui poderosa de sacársela de las manos; y a la justicia me fuera a quexar, si no porque no me acusassen el perjuro de no la haver declarado, y por esto me callé con mi pérdida. Assí que, madre señora, de mis ropas y tocados puedes disponer, que de lo demás ya vees lo que ha sucedido, por mis pecados; que como quedé huérfana sin ti, y más de saber sin tu consejo y seso, todo se perdió quanto bueno dexaste y yo escondí de lo que llevó la cruzada.

CELESTINA.-  Esta muchacha no es necia, aunque no ha ydo a los infiernos como yo.

ELICIA.-  ¿Qué dizes, madre?

CELESTINA.-  Hija, digo que no vi cosa más en los infiernos castigarse que encubrir nada de la hazienda de otros; y pues tú, hija, erraste en encubrillo a la cruzada, ya que yo estoy en el mundo, no sea peor el postrer yerro quel primero, que desso del juramento yo lo terné secreto.

ELICIA.-  He, he, he; bueno es esso, madre.

CELESTINA.-  ¿Rýeste, por mi vida, de que te caý en el cantar? ¿Qué pensavas, que havía yo de descubrirte por la dexcomunión de la cruzada? ¡Ay cómo eres bova; dessas descomuniones, hija, tengo tragadas pocas! Por tu vida y de Areúsa, más tengo tragadas que canas tengo a la cabeça; mas ya sabes, hija, el proverbio que dize, que nunca diga ésta por donde pague aquésta. Acertado te tengo la vena, bien sé que te contento; no haias, hija, mi amor, vergüença de me haver encubierto la hazienda, que bien sé que no lo heziste sino por lo que yo me sé. ¿Dirélo, loquilla?. Cata, que lo quiero dezir si me das licencia y no has vergüença; dezillo quiero, para que sepas que no se me esconde cosa; y quiérome reýr; ¿dasme licencia que lo diga?

ELICIA.-  Di, madre, que yo no sé por qué dizes esso.

CELESTINA.-  Areúsa, no me hagas de ojo, que al buen entendedor pocas palabras; que la verdad es que Elicia pensava que me quería yo de ti encubrir. ¿Dite en el coraçón, loquilla? ¿Hete errado una jota? Pues no te engañes, hija, que no quiero que con Areúsa aya cosa encubierta, que no tengo yo descubierto lo que le dixe de los thesoros que tenemos y de lo demás, para encubrille cosa. No ayas vergüença, hija, de lo que has gastado, que yo te lo perdono, y saca lo que te queda, que a mí ya no ay cosa encubierta.

ELICIA.-  Al diablo encomiendo vieja que tanto sabe.

CELESTINA.-  ¿Qué dizes, hija?

ELICIA.-  Madre señora, que pardiós, acertado me has; que he dicho lo que dixe por ver si sabías las cosas encubiertas, y agora veo que sabes más que antes.

CELESTINA.-  ¡Ay mi amor, cómo lo dizes y con qué gracia! Assí lo creo yo, por cierto, y assí lo has de creer, hija Areúsa, que, por tu vida, desde tan mañita nunca hallé tras ella un alfiler; mas hija, parésceme que quisiste ser, como dizen, a un traydor, dos alevosos. Mas, por mi vida, ¿qué tienes gastado de las cien monedas?

ELICIA.-  Por Dios madre, que lo digas tú, para ver si aciertas.

CELESTINA.-  Por mi vida, que digas; a ver si me dixo Plutón la verdad, o si es lo que yo sé.

ELICIA.-  Por Dios madre, doze monedas tengo gastadas y la cadena entera se está, como tú la dexaste escondida.

CELESTINA.-  Por tu vida, tanto me dixo Plutón que havías gastado.

ELICIA.-  Pues por mi vida, que mintió; que no tengo gastadas más de ocho.

CELESTINA.-  Por tu vida, que esso es lo que yo sabía, y el traydor siempre acostumbró mentir; bien testifica la palabra divina donde dize que desde su principio fue mentiroso y padre de mentiras. Buena estuviera yo, hija, si no supiera más que él.

AREÚSA.-  Espantada me tienes, madre, con lo que te veo hablar.

CELESTINA.-  Cada día hija, mi amor, lo estarás más; y lo dicho, dicho. Y por agora no más, que vienen muchas conoscidas nuestras a me hablar, y tengo necessidad de asegurallas para tener seguridad d'entrar a visitar sus hijas; porque el mayor servicio que a Venus puedo hazer es sacrificar sangre, para amatar sus encendidos fuegos en los coraçones de sus servidores.

DUEÑAS.-  ¡O madre Celestina, quánta gloria nos es de verte! ¡Plega a Dios que por muchos años y buenos sea tu resurrección!

CELESTINA.-  Señoras mías, todo ha de ser para vuestro servicio y doctrina de todos, con los avisos que vengo a dar al mundo, muy al contrario que les solía dar; que esto es lo principal a que soy venida, a desdezirme de lo passado, y consejar en lo presente, y a pensar lo que está por venir; que nadie puede saber lo que allá se passa, sino quien como yo ha passado por ello. Que yos certifico que otros consejos resciban de mi vuestras hijas de hoy más, y otra reprehensión las liviandades de los mancebos que hasta aquí, y otra dotrina los viejos, y otra predicación los religiosos, y otro aviso los abades; y porque desto el tiempo dará testimonio, yo, señoras mías, yré a pagar particularmente estas visitaciones y merced a cada una en su casa, y estonces se podrá, en secreto, saber los secretos, que público, de lo mucho que he visto, no se permitte dezir sin gran ofensa de Dios. Y porque yo estoy cansada, vuestras graçias me perdonen hasta quando digo que en vuestras casas os visite; y vayan con la gracia de Dios.

DUEÑAS.-  Madre Celestina, y tú quedes con ella.

CELESTINA.-  Hijas, de mano en mano, dadme acá esse jarrillo, si quedó algún vino, que me ha quedado la boca de tanto predicar tan seca que aun la saliva no puedo tragar.

AREÚSA.-  Madre, parésceme que no se te ha olvidado el bever, aunque ha días que no lo usaste.

ELICIA.-  No te maravilles, que viene de lugares secos.

CELESTINA.-  Lastimásteme, pues para mi santiguada que yo os lastime, hijas. Según el calor de donde vengo no espantéis; quanto más que en el infierno ni hay desseo de capones, ni perdizes, ni de riquezas, ni de cosa de las desta vida, si no es de mojar la boca, según paresce por aquel rico avariento, que pidió a Lázaro que le pusiesse el dedo mojado en la lengua; que mejor autoridad para mi no se puede haver.

AREÚSA.-  Madre, esso sería con agua.

CELESTINA.-  Hija, mejor fuera con vino, por tu vida. ¿No sabes tú que con vino se mata el fuego de alquitrán, y con vino se lavan los cauterios después que dados? Y las llagas, ¿con qué se lavan si no con él?. Y el fuego, hija, de Sant Antón, ¿con qué se ataja si no con vino? Que mejor cosa, ni más quadrada, no puede ser para la sed del fuego que traygo. ¿Y qué más autoridad quieres tú para la bondad del vino, si no que dello se convierta en sangre de Jesuchristo, para saber la ventaja que en todo al agua tiene?

AREÚSA.-  Madre, pues también echan agua en el cáliz.

CELESTINA.-  Hija, esso es a medio cáliz de vino una gotica, pienso que para significar el agua que junto del costado con la sangre salió. ¿No sabes que en la cena del Señor, que dixo Christo que no comería de aquel fruto de vid hasta que lo comiesse con ellos en el reyno de Dios? Donde se saca que en la gloria vino, y no agua, se ha de bever; y por cierto, hija, si lo miras bien, que en la cena del Señor, a osadas, que no oyas tú que se mentasse agua, sino vino, quando digo que comulgó a sus discípulos y les mandó que aquello hiziessen en su memoria. Mira quánta virtud tiene, hija, el vino; y como nuestro Maestro mandó aquella noche que hiziessen como Él havía hecho, quiero yo tenelle ymitación en bever vino y no agua.

AREÚSA.-  Madre, esse mandamiento fue más de agua que de vino, porque lo dixo acabando de lavar los pies a sus discípulos.

CELESTINA.-  Ay bova, y aun en esso verás que te digo la verdad, pues con el agua mandó lavar los pies y con el vino las bocas; cada cosa, hija, es para su oficio buena el agua para lavar y el vino para bever. ¿Hete satisfecho? ¿Qué me respondes, bovilla, que quieres argüir conmigo? Mas por Dios, que si me das licencia, que te diga una cosa que no menos que la vida te va en ella.

AREÚSA.-  Di, madre, que sí perdono.

CELESTINA.-  Pues no te tienes de correr.

ARMA.-  No correré, por mi vida.

CELESTINA.-  Pues sabe, hija, que hoy al comer me paresció que bevías agua, y desso regoldaste dos o tres vezes; y aun por mi vida, que esse rostro con tan poca color que no sale de otra cosa, que no hay cosa que más coma la color que el agua.

AREÚSA.-  Ay madre, cómo estás engañada en lo de la color; que por tu vida, no es sino de llorar la muerte de aquel malogrado de Pármeno, que con el amor que le tuve no hago sino deshazerme en lágrimas.

CELESTINA.-  Y aun esso haze a mi propósito, que aun las lágrimas, por parte de sser agua, destruyen la tez. Otra, por cierto, haze lavar el rostro con vino, y mucho más bevello; porque ves tú aquí, mi amor, a Elicia, que dende que nasció lo beve, que assí goze yo della, que la teta tenía en la boca y, viendo el jarro o calabaça, como dize el proverbio, los ojos en la puerta y las manos puestas en la rueca, con la teta en la boca y los ojos en el jarro, tan de revés por mirallo, que, assí goze yo, cosa sino lo blanco dellos se le parescía, con la manita estava haziendo de señas que se lo diessen, meneando los deditos; y otras vezes, teniéndola en pino en las rodillas, en viendo vino o su vasija, assí se abalançava a él dando saltos que parescía quererme quebrar las piernas; y si el jarro le ponían en las manos, parescía quererse bautizar dentro, con la gana con que bevía. Mas bien se le paresce, a osadas hija, en las colores que en las mexillas tiene, que no parescen sino una grana. Ha venido esto, hija, sobre lo de tu estómago, que pienso que, alliende de la mala color del rostro, a no bevello te causa un poco de olor en la boca, de la mala digestión y frialdad del estómago, donde se causa assí mismo aquellas ventosidades que lançaste por la boca quando comíamos, que, a la verdad, no paresce bien, puesto que entre nosotros no vaya nada en ello. Que, hija, vesme tú aquí a mí, que ni tengo diente ni muela, y tengo un olor en la boca como una niña de tres años; y todo esto ha venido sobre que dixiste si havía olvidado el bever. Y con este aviso nos vamos a reposar, que es hora; y no salgas de mi parescer ni sigáis el vuestro, hijas, si no queréis errar.

AREÚSA.-  Madre, parésceme que no faltan autoridades para bever, y por tanto yo quiero hazerlo assí de aquí adelante.

CELESTINA.-  Pues hazerlo assí, hija; que aun, por mi vida, el dolorcillo de la madreja la noche de Pármeno, si te acuerdas, que no viene de otra cosa. Y con esta, vamos a reposar la siesta.


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