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Nunca abandona por completo la conciencia de la utilidad de ciertas amistades. En la lista de deberes que deja del año 1778, leemos que apunta la necesidad de «fomentar la amistad de Montijo, Cevallos y Navia». EAE, p. 26. Sobre el rechazo de ciertas amistades cortesanas, véase lo que escribe Glendinning, Vida y obra de Cadalso, Madrid, 1962, pp. 31 y 55.

 

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Con la condesa-duquesa de Benavente, Cadalso tiene una amistad algo especial, que recuerda como «ligándonos una tan sólida y verdadera amistad cual yo nunca creí posible entre personas de distintos sexos [...] Si se tuviese más cuidado en escribir las costumbres de la nación, esta amistad formaría época en semejante historia». EAE, p. 103. Sobre la Benavente, véase la Condesa de Yebes, La condesa-duquesa de Benavente. Una vida en sus cartas, Madrid, 1955.

 

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F. Aguilar Piñal, Moratín y Cadalso, cit., p. 139.

 

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EAE, p. 100. Una idea semejante aparece en la Carta 28 donde Ben Beley desea morir «rodeado de hijos, nietos y amigos» (CM, p. 75).

 

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Estas palabras confirman la ética explicada por Aristóteles, para quien el ser buen hombre y el ser buen amigo son la misma cosa. Véase Ethics, p. 183. La misma idea se refleja en la elegía moral de Batilo, La virtud, donde el hombre de bien es buen padre, buen ciudadano y buen amigo. Poesías selectas, Eds. J.H.R. Polt y G. Demerson, Madrid, 1981, pp. 250-267.

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