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Sonetos
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I -
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Tres veces de Aquilón...
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II -
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A las damas de la corte, pidiéndoles favor para
los galanes andaluces
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V -
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Al Santísimo Sacramento
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VIII -
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En el sepulcro de la Duquesa de Lerma
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IX -
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En la muerte de don Rodrigo
Calderón
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- X -
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Al Marqués de Ayamonte que, pasando por
Córdoba, le mostró un retrato de la
Marquesa
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- XI -
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En la partida del Conde de Lemos y del Duque de Feria a
Nápoles y Francia
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- XII -
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A Guadalquivir, río de
Andalucía
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- XIV -
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Al Marqués de Velada, herido de un toro que
mató luego a cuchilladas
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- XX -
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A una dama muy blanca, vestida de verde
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- XXI -
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Hermoso dueño de la vida mía
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- XXII -
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Al Duque de Feria de la señora doña
Catalina de Acuña
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- XXIII -
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El sepulcro de Dominico Greco, excelente
pintor
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- XXVII -
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A la Purísima Concepción de Nuestra
Señora
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- XXXV -
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Al nacimiento de Cristo Nuestro
Señor
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- XXVI -
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De unos papeles que una dama le había escrito,
restituyéndoselos en una caja
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- XXXIX -
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Al puerto de Guadarrama, pasando por él los
condes de Lemos
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- XLII -
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Al Conde de Villamediana, celebrando el gusto que tuvo
en diamantes, pinturas y caballos
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- XLIV -
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Dilatándose una pensión que
pretendía
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- XLVI -
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Al sol porque salió estando con una dama y le
fue forzoso dejarla
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- LI -
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Celebro en Granada al auto de la fe que
sé
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- LIV -
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Al rey Felipe IV y su esposa Isabel
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- LVI -
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A la muerte de Miguel de Guzmán, hijo del Duque
de Medina Sidionia a Júpiter
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- LVIII -
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Del Conde de Villamediana, prevenido para ir a
Nápoles con el Duque de Alba
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- LXIV -
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Al padre Pineda, porque no le dio premio en un
certamen
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- LXV -
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A una mujer, que siendo muy puerca presumía que
la querían por hermosa
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- LXX -
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A la muerte de una buena mujer
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- LXXI -
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A don Cristóbal de Mora, marqués de
Castel-Rodrigo del libro de Baltasar Gracián Agudeza y
arte de ingenio
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- LXXXIII -
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Al padre Francisco de Castro, por su libro de
retórica
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- LXXXIV -
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Para el principio de la historia del señor rey
don Felipe II, de Luis Cabrera
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- XC -
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A don Juan de Castilla y Aguayo autor de El
perfecto corregidor
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- XCI -
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A cierto señor que le envió La
Dragontea de Lope de Vega
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- XCII -
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A la Jerusalén conquistada que compuso
Lope de Vega
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- XCIV -
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A los apasionados por Lope de Vega
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- XCV -
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Al mismo don Francisco Quevedo
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- XCVI -
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A Valdés, autor de farsa, y a su
mujer
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- XCVII -
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A un poeta llamado Roa, que hizo un catálogo de
muchas mujeres de amores
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- XCVIII -
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A un libro de doce sermones que imprimió el
padre Florencia, de la Compañía de
Jesús
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- XCIX -
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Al Orfeo de don Juan Pérez de
Montalbán
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- C -
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A un libro que compuso el licenciado
Frexno
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- CI -
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A don Fray Diego de Mardones, obispo de Córdoba,
dedicándole el maestro Risco un libro de
música
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- CII -
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De un caballero que llamó soneto a un
romance
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- CVI -
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La mudanza de hábito de cierto
mancebo
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- CX -
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Contra ciertos hombres, a quienes moteja de
afeminados
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- CXIII -
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De una dama que quitándose una sortija, se
picó con un alfiler
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- CXV -
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Inscripción para el sepulcro de Dominico
Greco
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Al sol peinaba Clori sus
cabellos
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Al tramontar del sol, la
ninfa mía,
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Al tronco Filis de un
laurel sagrado
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Anacreonte
español, no hay quien os tope,
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Antes que alguna caja
luterana
-
«Aquí del
Conde Claros», dijo, y luego,
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«Aquí del
Conde Claros», dijo, y luego
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Árbol de cuyos
ramos fortunados,
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¡Ayer deidad
humana, hoy poca tierra;
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Ayer naciste y
morirás mañana;
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Bien dispuesta madera en
nueva traza,
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Camina mi pensión
con pie de plomo,
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Celos de quien bien ama,
amargo freno,
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Cierto poeta, en forma
peregrina
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Cisne gentil,
después que crespo el vado
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Clarísimo
Marqués, dos veces claro
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Comer salchichas y
hallar sin gota
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Con diferencia tal, con
gracia tanta
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Con poca luz y menos
disciplina
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Con razón, gloria
excelsa de Velada,
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Cosas, Celalva
mía, he visto extrañas,
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Cual parece al romper de
la mañana
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De chinches y de mulas
voy comido;
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De humildes padres
hija, en pobres paños
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De pura honestidad
templo sagrado,
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De vuestras ramas no la
heroica lira
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Deja las damas, cuyo
flaco yerro
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Después que
Apolo, tus coplones vido
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Doce sermones
estampó Florencia,
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Duélete de esa
puente, Manzanares,
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Dulce arroyuelo de la
nieve fría
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El Conde mi señor
se va a Nápoles
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El conde, mi
señor, se fue a Nápoles;
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El cuarto Enrico yace
mal herido,
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Embutiste Lopillo, a
Sabaot
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En el cristal de tu
divina mano
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En justa, injusta
expuesto a la sentencia
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En la capilla estoy y
condenado
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En tenebrosa noche, en
mar airado,
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En vez de las
Helíades, ahora
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Es el Orfeo del
señor don Juan
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Esta en forma elegante,
o peregrino,
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Esta forma elegante, oh
peregrino,
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Este a Pomona, cuando ya
no sea
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Este monte, de cruces
coronado,
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Este, que Babia al mundo
hoy ha ofrecido
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Este, que en la fortuna
más subida
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Gallardas plantas que
con voz doliente
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Generoso don Juan, sobre
quien llueve
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Generoso esplendor, sino
luciente
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Grandes, más que
elefantes y que abadas,
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Hay entre
Carrión y Tordesillas,
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Hermosas damas si la
pasión ciega
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Hermoso dueño de
la vida mía,
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La dulce boca que a
gustar convida
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La plaza, un
jardín fresco; los tablados,
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¿Las no piadosas
martas ya te pones,
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Las que a otros
negó piedras Oriente,
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Lilio siempre real,
nací en Medina,
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Llegué a
Valladolid; registré luego
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Los blancos lilios que
de ciento en ciento,
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Mariposa, no sólo
no cobarde,
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Menos solícito
veloz saeta
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Mientras Corinto, en
lágrimas deshecho,
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Mientras por competir
con tu cabello,
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Montaña
inaccesible, opuesta en vano
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Música le
pidió ayer su albedrío
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Ni en este monte, este
aire, ni este río
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No de fino diamante, o
rubí ardiente,
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No destrozada nave en
roca dura
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No enfrene tu gallardo
pensamiento
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No entre las flores,
no, señor don Diego,
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No sois, aunque en edad
de cuatro sietes,
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¡Oh claro honor
del líquido elemento,
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¡Oh excelso muro,
oh torres coronadas
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Oh marinero, tú
que, cortesano,
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¡Oh niebla del
estado más sereno,
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Orfeo, el que
bajó de Andalucía,
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Pálida restituye a
su elemento
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¿Para qué
dime Marcia, te perfumas,
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Patos del aguachirle
castellana
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Pender de un
leño, traspasado el pecho
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Pisó las calles
de Madrid el fiero
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Poco después, que
su cristal dilata
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Por niñear un
picarillo tierno,
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Por tu vida, Lopillo,
que me borres
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Prisión del
nácar era articulado
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Raya, dorado Sol, orna
y colora
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-Rebelde y pertinaz
entendimiento,
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Restituye a tu mundo
horror divino,
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Rey de los otros
ríos caudaloso,
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Sabe el cielo,
Valdés, si me ha pesado
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Sacros, altos, dorados
capiteles,
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Segundas plumas son
¡oh lector! cuantas
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Sella el tronco
sangriento, no le oprime
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Señor, aquel
Dragón de inglés veneno,
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Señores
corteggiantes, ¿quién sus días
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Si Amor entre las plumas
de su nido
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Si ociosa no
asistió naturaleza,
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Si ya el griego orador
la edad presente,
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Sin esperar la lucha
picaril
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Soror don Juan,
¿ayer silicio y jerga,
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Suspiros tristes,
lágrimas cansadas,
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Tonante monseñor,
¿de cuándo acá
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Tres veces de
Aquilón el soplo airado
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Un culto Risco en venas
hoy suaves
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Un Valentón de
espátula, y gregesco,
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Valladolid, de
lágrimas sois valle,
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Verdes juncos del Duero
a mi pastora
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Vimo, señora
Lopa, su Epopeya,
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Vive en este volumen el
que yace
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Ya besando unas manos
cristalinas,
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Yace debajo de esta
piedra fría
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Yacen aquí los
hueso sepultados
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-¿De dónde
bueno, Juan, con pedorreras?
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