Semblanza crítica de Pureza Canelo
Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres, 1946) irrumpe en el panorama poético español con la obtención del Premio Adonais 1970, galardón concedido tradicionalmente a poetas masculinos. De 1975 a 1983 dirige el Departamento de Actividades Culturales Interfacultativas de la Universidad Autónoma de Madrid, en la que crea el Club de Escritores Universitarios de dicha Universidad, y en 1977 funda el Aula de Cultura y Biblioteca Pública «Pureza Canelo» de Moraleja. En 1975 obtiene una Beca Juan March para la escritura de Habitable (Primera poética), y en 1982 disfruta de otra beca similar del Ministerio de Cultura. Coordina en 1993 la celebración nacional del Medio Siglo de la Colección Adonais, así como el I Centenario del poeta Gerardo Diego en 1996. Ha sido traducida a varios idiomas, ampliamente al inglés y al alemán, e incluida en numerosas antologías de ámbito nacional e internacional. Impulsora de colecciones poéticas desde mediados de los setenta, dedica un tiempo importante a las ediciones en el ámbito de la comunidad científica y universitaria. Desde 1999 es Directora Gerente de la Fundación Gerardo Diego, que refundó ese mismo año con Elena Diego. El 15 de mayo de 2007 firma la escritura de donación de su Archivo y Biblioteca particular al Archivo Histórico Provincial de la Diputación de Cáceres. El 7 de septiembre de 2008 recibe la Medalla de Extremadura como reconocimiento a su obra literaria. En 2009 la Unión de Bibliófilos Extremeños le dedica el Homenaje del Día del Bibliófilo en la ciudad de Almendralejo, y con este motivo se publica en torno a su obra el volumen monográfico Esfera. Poesía. El 21 de septiembre de 2013 es elegida por unanimidad académica de número de la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, y el 21 de mayo de 2016 toma posesión de su plaza con la lectura del discurso de ingreso Oeste en mi poesía, siendo contestado por Antonio Gallego Gallego.
Actualmente sigue al frente de la Fundación Gerardo Diego compaginándola con la ordenación y entrega paulatina de su Archivo y Biblioteca personales a la Diputación de Cáceres.
Es Premio Adonáis de poesía 1970, Premio de poesía «Juan Ramón Jiménez» 1980 del Instituto Nacional del Libro Español, Premio de poesía «Ciudad de Salamanca» 1998, Premio de poesía «Francisco de Quevedo» 2009 de la Villa de Madrid, XV Premio de poesía «Ciudad de Torrevieja» 2011.
Para mí la poesía es un recorrido extraordinario entre los hechos más cotidianos y el pensamiento que busca en lo profundo
. Así se expresaba Pureza Canelo en marzo de 1995. Términos como «poesía», «recorrido», «cotidianos» y «lo profundo» son más que oportunos para referirse a la obra de esta poeta extremeña, por el lugar central que ocupa la reflexión sobre la labor creativa en el espacio poemático y en relación con el entorno, y su articulación tanto del vivir diario como de las zonas más profundas del propio ser. Los títulos mismos de sus libros reflejan la importancia de lo espacial y metapoético. Celda verde (1971), compilación de poemas escritos hasta 1969, identifica el espacio poético con las resonancias becquerianas de una celda, lugar solitario y privado, prisión también, donde sucede la lucha con el lenguaje, pero verde por la riqueza de sus frutos y por lo que, en la línea del lorquiano sonambulismo verde, tiene de selvático o subconsciente. La autora reconoce que en aquellos comienzos aun le faltaba «entraña» a su palabra, pues en el pozo de su ser solo vislumbraba «enredaderas». La palabra, como gaviota revoloteando sobre la barca de su aventura poética, le acuciaba picoteándole la frente, pero no le servía de Virgilio orientador. Lugar común (1971), ganador del premio Adonáis de 1970, apunta no solo a un espacio cotidiano, sino también a los lugares tópicos del lenguaje contra los que se dirige la fuerza creadora de este libro. Pero no es tarea fácil luchar contra esos tópicos, pues, mientras que por la noche su saco de peregrina a la zaga de la poesía se llena de palabras, la luz del alba las disuelve. Escribir se revela como una tarea Sísifo, de hacer y deshacer. Emerge ahora el convencimiento de que su escritura va guiada por algún «planeta oculto» que reside en su cabeza y que solo a ella le toca desentrañar. Este tema de lo «inédito» e insólito» de su escritura reaparece en su libro Pasión inédita (1990), donde lo inédito de la pasión poética se ubica en los Ojos, por tratarse de una nueva forma de ver. En El barco de agua (1974), el espacio o «barco» alude tanto al poema como a la poeta. Es de agua porque fluye, como la escritura, y porque es un espejo donde verse reflejada. Y ese juego especular es el que lleva a cabo en el poema «Palabras con Luis». La amplitud de visión de este poema nos conduce a los comienzos del universo, a un Big Bang donde la hablante experimenta el «primer caos de unión». Por eso la segunda parte del poema le da la vuelta a la primera, creando un círculo donde comienzo y fin se funden. El posible optimismo de esta reversibilidad del tiempo contrasta con la soledad y desarraigo experimentados en el presente. La hablante, sin embargo, persevera en una búsqueda que bien podría calificarse de «geológica» por rastrear las capas de la tierra, de la vida y de la escritura.
Su reconocimiento de estar lidiando con una palabra distinta, de otro planeta, inédita, le lleva a preguntarse cómo conciliarla con el paisaje de su Extremadura natal, «tierra / ofrecida a zarzales, moscas, / cubos de zinc, higueras / planicies de fuego» (Pasión inédita). Se trata de un escribir «a contra moda» pues no se ocupa de describir anécdotas o sentimentalidades, porque su materia es la interioridad. Tal actitud existencial y creativa conlleva la admisión de la soledad, de ese «dulce nadie» (título de su libro de 2008) donde «deshacer» todo lo admitido hasta entonces en busca de una nueva configuración creativa y existencial. Dulce nadie es la experiencia del olvido donde lo existente se borra, la «miranada» (mirar/nada) sobre un mundo «venido a menos», no solo porque su presencia se deshace en el tiempo sino por la funesta acción de los humanos sobre el planeta. La metapoesía es ahora vano afán suplantado por la escritura de dibujo seco, donde se trata de subsanar en lo posible la mentira de la creación. La presencia se vuelve ausencia no en sentido nihilista, sino como experiencia de lo esencial. Por eso se identifica con el espacio maternal. Mediante la memoria, la autora vuelve al principio en un proceso donde espacio y tiempo se contraen hasta fundirse en la brevedad de lo esencial.
Ya desde el título, Habitable (Primera poética) (1979) designa el poema como un espacio donde todo entra, desde lo más nimio hasta la poesía misma, foco central de este libro dedicado principalmente a la escritura que reflexiona sobre su misma materia. Frente a la pérdida de rumbo y disolución en el vacío que es el vivir, la hablante proclama su fidelidad a «este Libro», escrito con mayúsculas: vivir es habitar en la escritura donde inscribir su paso. En Tendido verso (Segunda poética) (1986), reitera la idea del poema como «estancia contra la desolación». La creación se manifiesta en un lenguaje «derramado», «tendido» y sin límites. El lenguaje se expande dejando de lado las divisiones convencionales de palabras y enlazando vocablos dispares en asociaciones inesperadas. «Animal de Extremadura» se llama a sí misma la poeta, señalando lo extremo y descentrado de su identidad y escritura. En Tiempo y espacio de emoción (1994), escrito para el centenario del nacimiento de Juan Ramón Jiménez, la creación reincide en identificarse con los «Ojos» del mirar asombrado de la poeta ante una materia a la que quiere enhebrar con el hilo de su palabra. Con los «Ojos» se prende fuego al vértice, punto álgido de convergencia de todos los lados de la geometría espacial y temporal de esta autora.
En No escribir (Tercera poética, 1999), la palabra se ha caído de su órbita y la hablante ya no busca el paraíso del poema. En vez de un impulso creativo de amplitud cósmica, se trata ahora de una escritura en la calle, de escribir lo insignificante, de recobrar la inocencia y la salvación volviéndose al paisaje interior. La hablante se está configurando un nuevo tipo de conocimiento. A todo lo no amado (2011) continúa el cuestionamiento sobre la ambición creadora que ahora se le aparece como un engaño, ya que la sabiduría que proporciona es inútil. Todo el padecimiento, confusión y destierro que conlleva la creación en «el ruedo del papel» se traduce en un maltrato de la vida. Escritura y existencia se hieren mutuamente, y «lo no amado» es lo que no se vivió. En Oeste (2013) constata, entonces, que, a pesar de todos sus esfuerzos, su escritura no se compara con los coros de «agua-tierra» que percibe en su Extremadura natal. Pero es ahí precisamente, en el Oeste de su nacer, donde la hablante encuentra una armonía entre la leña del árbol y el verso, donde sus palabras captan el pálpito de hojas y plantas en su entorno. La poesía es una copia mala del mundo, pero, a pesar de eso, sigue siendo la que impone sus designios sobre la hablante. Retirada (2018) representa la confrontación plena con la escritura, con su verdad y su engaño. La hablante hace un recorrido de los distintos tipos de escritura por los que ha pasado en su trayectoria, confiesa sus padecimientos y el fracaso al no poder dilucidar las eternas preguntas existenciales. Ahora toca dedicarse a la contemplación en una retirada liberadora.
«Pureza Canelo: Fiel a una poética» es el recorrido que la propia autora hace de su trayectoria poética (Poética y poesía, 2008). Ante la imposibilidad de descifrar el enigma de la poesía y el misterio existencial, lo que queda es reincidir en dicha imposibilidad, confrontar la «delgadez» de la escritura que reconoce que su término coincide con el inicio y que la búsqueda de la palabra es la palabra buscándose a sí misma.
Candelas Gala
Wake Forest University Emerita
Carolina del Norte (EE. UU.)