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51

Sobre el ambiente literario salmantino frecuentado por Meléndez, léase el agradable y sólido estudio de CÉSAR LEAL DE LA RIVA, «La escuela poética salmantina del siglo XVIII» (B. B. M. P., tomo XXIV, 1948, págs. 321-364), al que sirve de complemento indispensable el artículo citado de Felipe Ximénez de Sandoval.

 

52

Es en Salamanca, en 1773, donde Meléndez adopta este sobrenombre bajo la influencia directa de Dalmiro (Cadalso). La cuestión de las relaciones entre Meléndez y Cadalso ha sido estudiada por NIGEL GLENDINNING en su Vida y obra de Cadalso, Madrid, Gredos, 1962. Véase también la introducción de Tamayo y Rubio a las Cartas Marruecas (Clás. Castellanos), la edición crítica roneotipada de las Cartas Marruecas por Lucien Dupuis, Toulouse, 1960, y la más reciente edición de esta obra por L. Dupuis y N. Glendinning, plagada de nuevas observaciones. Asimismo merecen leerse de Felipe Ximénez de Sandoval «Quince cartas inéditas del Coronel Cadalso», Hispanófila, núm. 10, 1960, págs. 21-45.

 

53

Carta de Meléndez a don Salvador de Mena, Salamanca, 16 de marzo de 1782, extracto citado por VAIMAR: Historia de la poesía castellana en el siglo XVIII, t. I, pág. 322, o Bosquejo..., BAE, tomo LXI, pág. CVI, nota.

 

54

QUINTANA: Noticias, BAE, t. XIX, pág. 109b.

 

55

Cadalso a Meléndez, Rev. hisp., 1894, págs. 298-301 y 305-308 principalmente.

 

56

Los biógrafos de Cadalso nos informarán algún día sobre estos amigos salmantinos del militar, cuya correspondencia inédita, publicada por FELIPE XIMÉNEZ DE SANDOVAL («Quince cartas...», artículo cit.), nos permite conocer los nombres. Algunos, los más íntimos (Cadalso llamaba «sobrinos» a algunos de ellos), nos son conocidos: Batilo, Arcadio, Cáseda, Forner y Ortiz, el matemático. Pero no conocemos a Madama Beltrana (¿será «mi sobrina la Salmanquina»?), teólogo o teologuín (que no es Iglesias), Alexis (nombrado ocho veces; es, sin duda, aquel a quien Iglesias dedica varios poemas); Armenteros, Arroyas, Basarrate, Bazán, el marqués de Castellanos, el Francés, Galiano, Mesía, D. Melchor Pérez (capellán secretario de nuestra Academia), Francisco Rico, a cuya familia conocía Cadalso, que frecuentaba su tertulia; la familia Río y su tertulia (¿mala lectura por Rico?), Romeo (de Ciudad Rodrigo), Ruano. Si se añade que el militar conocía «a toda la matrícula de estudiantes», a los cuales envía sus recuerdos, con una mención especial para «sus vizcaínos», se admitirá que Dalmiro era muy conocido en la ciudad universitaria y que había hecho en ella, en un año de estancia, numerosos amigos. (Hemos puesto en cursiva los nombres, desconocidos para nosotros, que se volverán a encontrar en el Diario de JOVELLANOS, Salamanca, 4 de octubre de 1791.) Se observará que, salvo error, no se hace referencia aquí a Fr. Diego González, que no parece ser el «teólogo» anónimo citado, a no ser que a él aluda aquello del «Romeo» (de Ciudad Rodrigo).

 

57

«Cadalso a Meléndez», Rev. hisp., 1894, pág. 300.

 

58

«Epístola a Batylo y Arcadio», ibid., pág. 264.

 

59

Ibid.

 

60

Ibid.