Zahara de los Atunes

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Vinculación cervantina

La vinculación de Zahara de los Atunes con la figura de Miguel de Cervantes viene de los tiempos de las almadrabas, en el Palacio de las Pilas de Zahara. Él, en su obra La ilustre fregona habla de una manera clara y concisa de cómo eran las almadrabas y cómo se vivía en Zahara de los Atunes situando a uno de sus protagonistas, Carriazo, en ellas:

En fin, en Carriazo vio el mundo un pícaro virtuoso, limpio, bien criado y más que medianamente discreto. Pasó por todos los grados de pícaro hasta que se graduó de maestro en las almadrabas de Zahara, donde es el finibusterrae de la picaresca.

[...] no os llaméis pícaros si no habéis cursado dos cursos en la academia de la pesca de los atunes. ¡Allí, allí, que está en su centro el trabajo junto con la poltronería! Allí está la suciedad limpia, la gordura rolliza, la hambre pronta, la hartura abundante, sin disfraz el vicio, el juego siempre, las pendencias por momentos, las muertes por puntos, las pullas a cada paso, los bailes como en bodas, las seguidillas como en estampa, los romances con estribos, la poesía sin acciones. Aquí se canta, allí se reniega, acullá se riñe, acá se juega, y por todo se hurta. Allí campea la libertad y luce el trabajo; allí van o envían muchos padres principales a buscar a sus hijos y los hallan; y tanto sienten sacarlos de aquella vida como si los llevaran a dar la muerte.

Según una tradición que recogió Mariano Pardo de Figueroa (es decir, el Doctor Thebussem) a mediados del siglo XIX, Miguel de Cervantes pudo visitar el lugar, y este dato se ha convertido en una tradición, que se ha pasado de padres a hijos por generaciones.

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