Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoCuadro V

 

Paisaje amenísimo que representa las cercanías de un pueblo. Tiendas o barracas de vendedores, arrimadas a los árboles, puestos de frutas, bebidas y golosinas. Hacia el medio del teatro restos de un humilladero destrozado, con subida a derecha e izquierda. Delante de él bancos. A un lado del teatro un horno de bollos. Más cerca del proscenio, a un lado y otro, pilas de cajones que forman unas como gradas o asientos.

 

Escena I

 

EL MAGO SOFRONIO, en traje de horchatero y con garrafa a la espalda. EL REY DE LOS GNOMOS, de bollero. LA REINA DE LAS SALAMANDRAS, de vendedora de tostones. Un Gnomo, de BUÑOLERO. Otro (que será un muchacho), de MELERO. Una Salamandra, de FRUTERA. Otros varios Vendedores. DOÑA CLORI, DULCINEA, MELISENDRA y MARCOLFA, sentadas en un banco comiendo dulces. Gente del pueblo, paseándose.

 

EL MAGO SOFRONIO.-  Horchatero.

LA REINA DE LAS SALAMANDRAS.-  Torraos y pasas, torraos y pasas.

FRUTERA.-  Garrafales guindas, garrafales.

MELERO.-  A la rica miel.

BUÑOLERO.-  A cuarto la docena de buñuelos, a cuarto.

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Al buen bollo fino y rico: pastelillos de crema, suspiros de monja, tortitas de pastaflor.

DULCINEA.-  Mucha gente va a venir a la romería de San Babilés.

MARCOLFA.-  El baile creo que va a ser magnífico.

DOÑA CLORI.-  Gracias a Dios que pasó el tiempo de la oposición y podemos divertirnos.

EL MAGO SOFRONIO.-  ¿Qui refres?

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Nadie nos llama. Parece que conocen que somos vendedores supuestos.

EL MAGO SOFRONIO.-  Así podremos burlarnos de Paulino cuando se presente.

MELISENDRA.-  ¿Quién se llevará el premio de virtud al cabo?

DULCINEA.-  Como ha habido trampa en los informes de algunas opositoras, ha sorprendido la adjudicación el concejo.

EL MAGO SOFRONIO.-  Horchata de chufas, horchatero.



Escena II

 

Dichos y LUCÍA, sirviendo de lazarillo a LEÓN, un joven ciego.

 

LEÓN.-   (Pregonando.)  El papel que ha salido nuevo. Relación y curioso romance en que da cuenta y declara las causas y motivos porque ha sido depuesto el astrólogo de la villa, con el nombre y apellido del reo y el delito que ha cometido. En dos blancas, en dos.

LUCÍA.-  Por Dios, León, no pregones así, que pensará todo el mundo que se trata de un gran delincuente.

LEÓN.-  Hermana Lucía, por eso lo hago. Compren el papel, que allá verán lo que contiene.

LUCÍA.-  ¿Y por qué vendes ese papel tú? Mateo, mediante Dios, un día será tu cuñado. Debías mirar esto.

LEÓN.-  Un ciego no puede mirar nada.

DOÑA CLORI.-  ¿No es Lucía aquélla?

MELISENDRA.-  Sí, Lucía la extranjera es.

MARCOLFA.-  Llamémosla.

DULCINEA.-  ¡Lucía!

LEÓN.-  ¿No oyes que nos llaman? Da tú el romance y yo cobraré.

LUCÍA.-  Señoras mías...

DOÑA CLORI.-  ¿Qué mudanza es ésta, mujer?

LUCÍA.-  Que con salir de la villa para la oposición perdí mis parroquianas, y después nadie me ha dado labor. De manera que he tenido que ponerme a lazarillo de mi hermano.

MELISENDRA.-  Ya se ve; las competencias de virtud no son para pobres.

LEÓN.-  ¿Cuántos romances quieren vuesas mercedes?

MELISENDRA.-  Somos hijas de familia; no tenemos dinero sino para dulces.

DULCINEA.-  Con todo, algo se ha de hacer por una compañera. Vete por mi casa los sábados, que es cuando mi mamá da limosna.

MARCOLFA.-  En casa es los martes.

LUCÍA.-  Gracias.

MELISENDRA.-  Mi criada se pone malita cuando friega los suelos. Si quisieras tú encargarte de esa faena...

LUCÍA.-  Yo... Bien.

DOÑA CLORI.-  También podías jabonar y peinar a mi perra de aguas. Es ocho veces al mes.

LUCÍA.-  Bueno.

DOÑA CLORI.-  Pues quedamos en eso, adiós.  (Aparte a las otras.)  Chicas, vámonos, que no debemos rozarnos con la pobretería.

 

(Vanse.)

 

LEÓN.-  ¿Sabes que tienes unas amigas muy generosas?

LUCÍA.-  Ánimo y confianza en Dios.



Escena III

 

Dichos, menos las cuatro Damas. MATEO, con un cajón de figuras de yeso.

 

MATEO.-  ¿Compri figure bonite e barate?

LUCÍA.-  ¡Es Mateo!

LEÓN.-  En dos blancas, el papel que ha salido nuevo.

MATEO.-  ¡El hermano de Lucía! ¡Mi Lucía!  (Acércase.) 

LUCÍA.-  ¡Mateo!

EL MAGO SOFRONIO.-  Horchatero.

MATEO.-  ¡También Sofronio!

LUCÍA.-  ¿Cómo te atreves a venir aquí? ¿No te han desterrado? ¿No te han confinado en la dehesa de Jurde?

MATEO.-  Nadie me conoce con este disfraz. He querido ver a mi Lucía.

EL MAGO SOFRONIO.-  No temáis, yo estoy aquí para favorecerle.

 

(EL REY DE LOS GNOMOS y LA REINA DE LAS SALAMANDRAS se acercan a LUCÍA y MATEO.)

 

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Y yo con mis súbditos.

LA REINA DE LAS SALAMANDRAS.-  Y yo.

EL MAGO SOFRONIO.-  Es preciso vengarnos de Fortunio en su protegido, el ermitaño, que viene hoy aquí a predicar.

LUCÍA.-  ¿Qué gusto halláis en vengaros? ¿Qué bien os resulta del mal del prójimo? ¿No es más dulce perdonar las injurias?

MATEO.-  No, ya estoy harto de ser sabio para hacer el tonto. ¡Mira lo que he ganado con desempeñar bien mi cargo de astrólogo! A todo el que me consultaba sobre su suerte, le decía la verdad, pronosticándole bienes y males. Así ninguno quedaba contento, y me han echado de la Alberca por enemigo del género humano. Desde hoy, a engañar y perjudicar a todo el mundo. Haz daño y te harán lugar, dice el proverbio.

LUCÍA.-  Quítate de delante si piensas de ese modo.

MATEO.-  Lucía...

LUCÍA.-  Apártate, te digo, y no vuelvas a pensar en mí.

EL MAGO SOFRONIO.-  Ven conmigo, Mateo. Nosotros tenemos que ponernos de inteligencia. Lucía se aplacará después y mudará de dictamen.

LUCÍA.-  Yo nunca.  (Vanse MATEO y EL MAGO SOFRONIO.)  Mi conducta será siempre igualmente honrada.

LEÓN.-  Principio muy saludable para después de comer. ¿Quién compra el romance de San Babilés? En dos blancas.



Escena IV

 

ALFONSO, LUCÍA, LEÓN, Vendedores y Pueblo.

 

ALFONSO.-  ¡Qué asombro! ¡Qué grande es el mundo! Ya hace media hora que voy corriendo y todavía no le veo el fin. ¡Cuántos hombres! ¡Qué de cigüeñas! Y ninguna se mete conmigo.

LUCÍA.-  León, vamos por otro lado. ¡Cielos, qué veo!

ALFONSO.-  ¡Mi cigüeña! ¡Ah traidora! Esta vez no te me escaparás. Ya no me asusto de que hables.

LUCÍA.-  Dejadme.

LEÓN.-  ¿Quién llama cigüeña a mi hermana? Si le atizo un palo...

LUCÍA.-  No te incomodes, es el joven que te dije.

ALFONSO.-  Sí señor, soy Alfonso, soy su cazador, que me he escapado para buscarla, que no acierto a vivir sin ella.

LUCÍA.-  Habéis hecho muy mal en huir de vuestro retiro. Volveos a él.

ALFONSO.-  Acompáñame tú y me marcho al instante.

LEÓN.-  No le está bien eso a una mujer.

ALFONSO.-  ¿Conque tú eres una mujer? ¿Y todas las que se parecen a ti son mujeres?

LUCÍA.-  Sí, Alfonso.

ALFONSO.-  Pues en el mundo las mujeres sois lo mejor que yo he visto.

LUCÍA.-  Son las compañeras de los hombres, y han nacido para amarlos y ser amadas.

ALFONSO.-  Eso es verdad, porque yo te amé desde que te vi.

LEÓN.-  De las mujeres nacen los hombres... y las mujeres.

ALFONSO.-  ¿Los hombres? ¡Qué mentira! ¿Acaso he nacido de alguna mujer yo?

LEÓN.-  ¿Pues de quién?

ALFONSO.-  Pero, tonto, si yo hubiese nacido alguna vez, ¿no me acordaría? ¿O puede nacer uno sin hallarse presente? Mira, deja a ese necio y vente conmigo.

LEÓN.-  Mi hermana no se apartará de mí sino para casarse.

ALFONSO.-  ¿Y qué es casarse?

LUCÍA.-  Tener marido.

ALFONSO.-  ¿Y qué animal es el marido? ¿Es alguna ave nocturna?

LUCÍA.-  Es un hombre que quiere a una mujer y la viste ricamente, y la lleva a la iglesia y luego a su casa, y hay allí un gran banquete y baile y qué sé yo qué más.

ALFONSO.-  Yo no comprendo esa barahúnda. ¿Pudiera yo ser marido tuyo?

LEÓN.-  Necesitabais primero ser su amante.

ALFONSO.-  Lo de amante lo comprendo mejor y me gusta más. ¿Quieres que sea yo tu amante?

LUCÍA.-  Yo tengo amante ya, y jamás tendré otro.  (Vase y LEÓN con ella.) 

ALFONSO.-  Me ha dejado inmóvil como una piedra. ¿Quién es tu amante, quién?



Escena V1

 

MATEO, ALFONSO y Vendedores.

 

MATEO.-   (Saliendo.)  Il figurero. Yo soy su amante, yo.

ALFONSO.-  ¿Con esa facha de mochuelo? Imposible.

MATEO.-  Os digo que sí.

ALFONSO.-  Te aconsejo que no lo repitas. Yo tengo en mi ermita un perrillo dogo muy feo, igual a ti, y cuando estoy enfadado como ahora, del primer puntapié que le arrimo...

MATEO.-  Eso es insultarme.

ALFONSO.-  Eso es decirte que no puedo sufrir que te ame la que amo yo, por lo cual voy a hartarte de mojicones.

MATEO.-   (Dejando su tienda.)  Lo veremos, señor mío.

ALFONSO.-  Lo verás. Y para que lo vea bien todo el mundo, pongámonos en alto.

MATEO.-   (Señalando al humilladero.)  Allí si gustáis.

ALFONSO.-  Allí, sí por cierto.

LA REINA DE LAS SALAMANDRAS.-  Eh, señores, miren lo que hacen.

MATEO.-  Dejadnos a los dos.

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Vaya, mantengámonos neutrales.

ALFONSO.-   (Subiendo al humilladero.)  Yo te prometo...

MATEO.-   (Subiendo también.)  Yo os aseguro...



Escena VI

 

Dichos y EL MAGO FORTUNIO, de aceitunero.

 

EL MAGO FORTUNIO.-   (Dentro.)  Ésas son niñadas.

ALFONSO Y
MATEO.- 
¡Ah!  (Se hunden hasta cierta profundidad y giran quedando de espaldas uno a otro, en cuya disposición se levantan detrás del humilladero dos enormes pasiegas, que se los llevan en los canastos como a dos criaturas de pecho, quedándose ambos con gorrita y vestido blanco de niños.) 

EL MAGO FORTUNIO.-  El uno a su ermita, y al otro dejadle allí cerca para que conspire contra mí cuanto guste. Ya que todos se disfrazan, para divertirse, yo entro también en la moda. Acituniro.  (Vase.) 

VOCES.-   (Dentro.)  El ermitaño, el ermitaño.

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Él nos pagará esta burla.



Escena VII

 

PAULINO, DON TURULEQUE, EL MAGO SOFRONIO, las Damas, Pueblo, EL REY DE LOS GNOMOS, LA REINA DE LAS SALAMANDRAS, Vendedores.

 

UNOS.-  ¡Viva el ermitaño!

OTROS.-  ¡Viva el astrólogo!

PAULINO.-  Gracias, ciudadanos Batuecos.

DON TURULEQUE.-  Sentaos, que vendréis cansado.

PAULINO.-  Alguna cosa. He corrido tanto antes de llegar aquí... Figuraos que el príncipe se me había escapado.

DON TURULEQUE.-  ¡Hola! ¿Hace ya escapatorias S. A...?

PAULINO.-  Sí, pero ya he visto que Fortunio le envía a casa.

DON TURULEQUE.-  Mucho me alegro de veros, porque sola vuestra sabiduría puede sacar al concejo de la capital de un apuro.

PAULINO.-  ¿Escasea el grano?

DON TURULEQUE.-  Es cosa muy distinta. La villa da en ciertas épocas un premio de virtud a la muchacha que mejor lo merece, cuyo premio es un dote cuantioso.

PAULINO.-  Ya sé.

DON TURULEQUE.-  Se han descubierto este año tales embrollos en los expedientes de ciertas opositoras, que el concejo no halla forma de conocer la verdad.

PAULINO.-  Ya. ¿Qué entiende el concejo de virtudes de doncellas?

DON TURULEQUE.-  Se consultó con ese bárbaro de astrólogo a quien cedisteis la plaza y saltó con una sandez como suya.

PAULINO.-  ¿Cuál fue?

DON TURULEQUE.-  Dijo que no había más que traer un cántaro de agua de la fuente de la verdad, hacer que bebieran las opositoras y preguntarlas. Figuraos que para llegar al valle donde está la dichosa fuente hay que atravesar un subterráneo, donde a excepción de los tres magos custodios del país, todo hombre nacido que entra se muere.

PAULINO.-  ¿Todo hombre nacido?

DON TURULEQUE.-  Como que es un encanto que se hizo para impedir las emigraciones.

PAULINO.-  (Si el encanto se hizo para hombres nacidos, yo estoy exento, porque no nací hombre.) Señor don corregidor Turuleque, no tengáis cuidado. Mandad que mañana se reúnan las opositoras y el concejo a orillas del mar imaginario, y yo descubriré quién merece el premio.

DON TURULEQUE.-  No esperaba yo menos de vos.

PAULINO.-  Dejadme ahora repasar mi sermón.

DON TURULEQUE.-  Voy a ver cómo estamos de baile.  (Vase.) 

PAULINO.-  Mi sermón he dicho, y es verdad: yo lo he compuesto. Yo quiero justificar mi fama. La falta de memoria es lo que me aburre. Casi estoy en ayunas por conservar la cabeza fresca.

EL MAGO SOFRONIO.-  Horchata de chufas, horchatero.

PAULINO.-  Si me luzco esta vez, no será con gestos.

EL MAGO SOFRONIO.-  Mosen Paulí, ¿no refrés? Estará sifocat su mersé.

PAULINO.-  Tomaré un vaso para limpiar la garganta.  (Salta de la garrafa de EL MAGO SOFRONIO un serpentón que se le agarra al cuello a PAULINO. Éste huye y la serpiente se alarga extraordinariamente.)  Os, maldito bicho. Suelta, suelta. Echadle sal a esta sanguijuela.

 

(La serpiente se recoge dentro de la garrafa.)

 

EL MAGO SOFRONIO.-  ¡Qué! Si tot no val res. ¿Ve como el animalito se ha vengut a su casa?

PAULINO.-  Ya le diré yo al corregidor que te mande tener la garrafa limpia de sabandijas.

LA REINA DE LAS SALAMANDRAS.-  Hermano Paulino, deje al valensiá y tome un puñadito de torraos y pasas.

PAULINO.-  En efecto, las pasas despiertan la memoria.  (Delante de la cesta hay una piedra a flor del suelo. Pone PAULINO los pies encima de la piedra, y ésta le lleva lejos de la cesta dos o tres veces.)  ¡Demonio!

BUÑOLERO.-  Un buñuelito, hermano.  (Le acerca la vara y los buñuelos disparan tiros.)  ¡Buñuelos de artillería! Nunca los había visto.

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Aquí, hermano: unas yemas, un pastelillo.

PAULINO.-  Eh, estarán resecos y llenos de polvo.

EL REY DE LOS GNOMOS.-  Pues cogedlos del horno vos mismo.

PAULINO.-  A ver qué tales son.  (Destapa el horno, asómase un perro y le ladra.)  ¡Chucho! A buena parte iba. Buscaba yo pasteles en cama de galgos.

MELERO.-  Deje esa mala gente, padre. Pruebe el arrope que me ha quedado.  (Dale una olla.) 

PAULINO.-  Tú pareces menos peor que esta...  (Empina la olla para beber.)  que esta familiota.

EL MAGO SOFRONIO.-  ¿Cómo, familiota?  (Le da un golpe en la olla y se la mete a PAULINO hasta los hombros.) 



Escena VIII

 

Dichos y MATEO. Luego EL MAGO FORTUNIO.

 

MATEO.-  ¿Qué es lo que pasa aquí? Orden. Nadie se meta con el santero.

EL MAGO SOFRONIO.-  Él es el que está metido en la olla.

MATEO.-  Quitádsela. ¡Vaya un modo de tratarle! Hermano, haced aquí una plática a esa gente burlona.

PAULINO.-  Sí que la haré, y con su sal y pimienta.

EL MAGO SOFRONIO Y
EL REY DE LOS GNOMOS.- 
¡Bah, bah, bah!

MATEO.-  Y yo os ayudaré. Subíos encima de esos cajones.

PAULINO.-  Los he de poner como trapos.

 

(Súbense.)

 

EL MAGO FORTUNIO.-   (Saliendo.)  (Estemos a la mira.) ¡Acituniro!

PAULINO.-  Silencio, que voy a rebu... a reprender a esta gentecilla.

EL MAGO SOFRONIO.-   (Aparte a EL REY DE LOS GNOMOS.)  Vamos a divertirnos con él.

EL MAGO FORTUNIO.-    (Aparte.)  Y yo con vuestro protegido.

PAULINO.-  Escuchadme, canalla estúpida.

MATEO.-  Y a mí también me habéis de escuchar.

EL MAGO SOFRONIO.-   (Aparte.)  Voy a ponerle tartamudo.

EL MAGO FORTUNIO.-   (Aparte.)  Voy a hacer tartamudear a Mateo.

PAULINO.-  Es la mama... mamayor picacacacardía...

MATEO.-  Sí se...ñoño... ñoñoñor.

PAULINO.-  Yo no no no soy ñoñoñoño, seo burburburburrolón.

MATEO.-  U... Ucé es qui... quien se buburla dede de mí mí mí cococomo se ve.

PAULINO.-  Él él él titi... titiene cacacacara de mimico, por por por más que lo lo lo lococococo componga.

MATEO.-  Haga, gaga gatototo... do lo poposible por por porno re... remedarme, que que que me me menfado.

PAULINO.-  Dígogole le le lelololo mis... mismo momono no le le le rom... papa la jejejeta.

MATEO.-  Ucé dedebebebebebe tener la la la lengua llellellena de de guiguigui... jaja... jarros.

PAULINO.-  Ucé dedebebebebe detetener por len... gua, gua gua gua guauna unanana mamano de mo mo momortero.

MATEO.-  ¡Vavavaya un un un preprepredicadicador!

PAULINO.-  ¡Vavavaya u... u... una figugugura de tata... tapiz!

MATEO.-  ¡Ah, ah, ah!

PAULINO.-  ¡Ah, ah, ah!

TODOS.-  ¡Ah, ah, ah!

 

(Muertos de risa PAULINO y MATEO se dejan caer sentados sobre los cajones y se echan la capucha sobre la cara, permaneciendo inmóviles. Suena música dentro.)

 

VOCES.-   (Dentro.)  Al baile, al baile.

DOÑA CLORI.-  Chicas, a bailar.

DULCINEA.-  Vamos al baile.

MELISENDRA.-  Vamos todas

 

(Vanse.)

 

EL MAGO SOFRONIO.-  Seor ermitaño, al baile.

EL MAGO FORTUNIO.-  Seor santi-boniti, al baile.

EL MAGO SOFRONIO.-  Se ha quedado dormido. ¡Eh!  (Sube a despertarle.) 

EL MAGO FORTUNIO.-   (A MATEO.)  ¡Eh, camarada!  (Le alza la capucha y en lugar de la cabeza de MATEO se ve una ridícula figura chinesca. Otro tanto sucede con PAULINO.)  ¡Calla! ¿Te ha convertido Sofronio en bamboche?  

(El suplente de MATEO hace con la cabeza señal de que sí.)

 

EL MAGO SOFRONIO.-  ¿No has podido evitar que Fortunio te trueque en figura chinesca?  

(El suplente de PAULINO dice con la cabeza que no.)

 

EL MAGO FORTUNIO.-  Dejémosle descansar mientras dura el baile.  (Vase.) 

EL MAGO SOFRONIO.-  Le dejo y me voy al baile también.  (Vase.) 

EL REY DE LOS GNOMOS.-   (A LA REINA DE LAS SALAMANDRAS.)  Cuida tú del horno, Colasa, que me voy al baile.  (Vase.) 

LA REINA DE LAS SALAMANDRAS.-   (Al BUÑOLERO.)  Cuida tú de mi hacienda, Pedro, que quiero bailar.  (Vase.) 

BUÑOLERO.-   (A la FRUTERA.)  Cuida tú de esto, Inés.  (Vase.) 

FRUTERA.-   (Al MELERO.)  Cuida tú de todo, Juan.  (Vase.) 

MELERO.-   (Dirigiéndose al suplente de MATEO.)  Dominguillo, ¿cuidarás tú de esto?

 

(La figura mueve la cabeza en señal afirmativa.)

 

MELERO.-    (Al suplente de PAULINO.)  ¿Te marcharás tú de aquí?

 

(La figura mueve la cabeza en señal negativa.)

 

MELERO.-  Yo también voy al baile.  (Vase.) 

VOCES.-   (Dentro.)  Todo el mundo al baile.

 

(Una bandada de aves de todos tamaños, entre las cuales hay urracas y loros, cruza el aire diciendo «allá vamos». Las mesas, bancos, cestas y demás trastos echan también a andar unos tras otros. Un cubeto de escabeche que va el último se impacienta de la flema de los que le preceden, los arrea, da media vuelta, mostrando un letrero que dice: «id más aprisa»; y al fin, despliega un par de alas y echa a volar. Los cajones sobre que están las figuras también se ponen en movimiento, y hasta un árbol seco se deja caer de costado y se arranca: dos raíces y dos ramas le sirven de pies y de manos, con los cuales se marcha andando. Mientras tanto suena música de guitarras y castañuelas, a cuyo son bailan sentados los dos bamboches, oyéndose de cuando en cuando las voces de: «todo el mundo al baile».)

 


 
 
FIN DEL CUADRO QUINTO