El Creacionismo y Altazor
Efectivamente, el Creacionismo es una de las vanguardias más interesantes aparecidas en
Latinoamérica, aunque lo cierto es que, exportada por el propio Huidobro, tuvo grandes
representantes en la península, como Gerardo Diego y Juan Larrea. Además, en este caso, venía
a simultanearse la existencia de una estética y una poética formuladas desde el plano teórico con
las altísimas cotas literarias logradas en el plano de la escritura poética. Quizá el lugar donde
Vicente Huidobro recopile de una manera más detallada y sistemática todos los principios de este
movimiento sea en su manifiesto «El Creacionismo», aparecido por vez primera en francés en
su libro Manifestes (1925). Allí, en primer lugar, justifica la existencia del Creacionismo antes
de su llegada a París: «El creacionismo no es una escuela que yo haya querido imponer a alguien;
el creacionismo es una teoría estética general que empecé a elaborar hacia 1912, y cuyos tanteos
y primeros pasos los hallaréis en mis libros y artículos escritos mucho antes de mi primer viaje
a París». Pero, después de esa justificación, no tarda en presentar su receta particular de lo que
ha de ser un poema creacionista: «El poema creacionista se compone de imágenes creadas, de
conceptos creados; no escatima ningún elemento de la poesía tradicional, salvo que en él dichos
elementos son íntegramente inventados, sin preocuparse en absoluto de la realidad ni de la
veracidad anteriores al acto de realización». Sin embargo, lo que más interesa de la formulación
teórica de Huidobro es su propuesta de poesía universal, y, por tanto, traducible, lo que nos
permite comparar esta concepción poética con la defendida por Ezra Pound, quien, al igual que
Huidobro, aunaba la aportación teórica con la producción poética: «Si para los poetas
creacionistas lo que importa es presentar un hecho nuevo, la poesía creacionista se hace
traducible y universal, pues los hechos nuevos permanecen idénticos en todas las lenguas». De
todas maneras, es al final de este manifiesto donde Huidobro se ratifica en su idea del poeta como
creador -equiparable, por tanto, a Dios-, de ahí que tome las palabras que ya había publicado en
Horizon carré: «Hacer un poema como la naturaleza hace un árbol».
Sin duda, el poema que mejor puede justificar toda la formulación teórica del Creacionismo
es Altazor o el viaje en paracaídas, reconocido unánimemente como la obra maestra de Vicente
Huidobro. Aunque publicado en 1931, este extenso poema-libro comenzó a gestarse en la
temprana fecha de 1919, poco tiempo después de que el poeta chileno entrara en contacto con
la intelectualidad madrileña tras haber pasado previamente por París. Altazor está dividido en
siete cantos precedidos por un «Prefacio» en prosa. Lo cierto es que, aunque se reconoce su
importancia intrínseca, la crítica ha trazado líneas de interpretación de carácter divergente, una
de las cuales aborda la lectura del poema como un camino hacia la invención de un nuevo
lenguaje poético. Así, el canto I -que consta de 684 versos- supone una identificación de Altazor
con Dios; el canto II -de 170 versos- está dedicado a la mujer amada y es, en realidad, un largo
poema amoroso; en el canto III -160 versos- Huidobro nos abre el camino para la desarticulación
del lenguaje; el canto IV -339 versos- se basa especialmente en el uso de la sintaxis, llegando a
un lugar de ruptura total con el significado; en el canto V se desarrolla, a lo largo de 637 versos,
la idea de poesía como juego; el canto VI -175 versos- ya supone la ausencia de significación,
aunque el léxico es todavía familiar; y, por último, el canto VII -67 versos- llega al lugar donde
el lenguaje se inventa y lo único que se respeta es el sistema fónico, pero liberado de toda
significación, radicalizando algunos de los presupuestos del Cubismo literario y llegando hasta
el descalabro significativo, esto es, hasta un lenguaje poético abstracto, para lo cual ha empleado
el plazo establecido por esos siete cantos que pueden recordar sin violencia los siete días de la
Creación enunciados en el Génesis.
Y es que, no en vano, Altazor ha sido, de todas las obras de Huidobro, la que ha despertado
mayor interés para la crítica. Junto a su faceta como poeta y teórico del arte, en general, y de la
poesía, en particular, se pueden destacar las diferentes aportaciones de Vicente Huidobro al
campo de la novela, género que también intentó renovar (Mío Cid Campeador, 1929; Papá o el
diario de Alicia Mir, La próxima, y Cagliostro, todas de 1934; Tres novelas ejemplares, 1935,
en colaboración con Hans Arp), y, del mismo modo, no deben olvidarse sus diferentes
incursiones en la dramaturgia (Gilles de Raiz, 1932, y En la luna, 1934). Huidobro, en definitiva,
dedicó toda su vida a la literatura, lo que le permitió moverse con soltura dentro de los distintos
géneros, aunque bien es verdad que alcanzaría su epicentro creativo durante la gestación y
posterior publicación de Altazor, esto es, durante el período que va de 1919 hasta 1931,
coincidiendo con los años más brillantes de las diferentes vanguardias, a las cuales contribuyó
con su imprescindible Creacionismo, de factura propia, aunque heredero, sobre todo, del
Cubismo literario y del Futurismo.
Canto I / Autora Borealis
de Diane Fenster sobre el Canto I de Vicente Huidobro.