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ArribaAbajoSin fronteras


ArribaAbajo Estudiar la ilustración hoy. Reflexiones en torno al simposio de Salamanca

Arcadio Lobato


En sus dos últimas ediciones (1994 y 1995), el Simposio organizado por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez y el Ministerio de Cultura, en el Centro Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Salamanca, ha incluido la ilustración de los libros infantiles entre los temas de discusión.

Durante las jornadas del primer año se constató la importancia de la ilustración, se debatió acerca de la necesidad de una crítica especializada y se manifestó una corriente general de apoyo e incentivo al ejercicio de este arte en nuestro país. No mucho más que una declaración de intenciones. Ni mucho menos. Téngase en atenta que éste era uno más entre los variados temas que el simposio debió abordar en cuatro apretados días y que la ilustración todavía hoy es una recién llegada, una incorporación reciente a la actividad cultural dedicada a los niños. Si tenemos espacio, entraremos en el detalle de esa declaración de intenciones para comprobar que está llena de contenidos interesantes.


¿Qué es la ilustración?

El segundo simposio (noviembre de 1995), titulado «Crítica literaria y medios de comunicación», se debería haber titulado «Crítica» a secas, pues uno de los asuntos que abordó con intensidad fue precisamente el intento de desarrollar una crítica de ilustración. Ahora bien, para que exista una crítica es   —22→   necesario previamente una visión y un método de análisis que estudie el arte que se quiere criticar. Sobre este punto existen diferentes enfoques que ya de entrada demuestran la dificultad del empeño. Si hiciésemos una rápida encuesta entre Los Amigos del Libro obtendríamos una gran variedad de respuestas a la pregunta básica de «¿qué es la ilustración?».

Hay quien la consideraría como una mera decoración del libro, o un argumento más de venta editorial. Hay quien diría que es un arte menor, pero otros la defenderíamos como un arte de gran exigencia y nivel. Para unos sería subsidiaria del texto, mientras que para otros se constituye en un lenguaje gráfico paralelo al literario e incluso autónomo con respecto a él. De modo que ya el mero objeto de estudio se presenta como algo indeterminado, ambiguo, confuso.

Sin necesidad de entrar en las influencias que comúnmente se han señalado, procedentes del mundo del cine, teatro, cómic y otros medios de comunicación visual, lo que sería abrir enormemente las opciones del análisis, la ilustración aparece desde el inicio de su estudio como un campo complejísimo.




Elementos de análisis

Hace años que se producen intentos de teorizar sobre la imagen. Denise Escarpit, Janine Despinette y Ana María Bernardinis son los nombres que más suenan entre nosotros, pero hay otros estudios sobre que abundan en el tema. Sin entrar ahora en ello, digamos que el estudio teórico sobre el cual se podría fundamentar una crítica sobre la ilustración presenta ya suficiente variedad de enfoques como para sustentar una discusión con profundidad. Ahora bien, el último simposio, por su intención de abarcar diversos temas, no podía tener una estructura que permitiese ir en esa dirección. Sí ha conseguido, en cambio, lanzar a una serie de expertos en literatura infantil a un debate abierto, donde se ha evidenciado tanto la diversidad de enfoques antes señalada, como la necesidad de una crítica que oriente, asesore y, en definitiva, permita entender de ilustración a todos los interesados en ello. Pero, aunque resulte chocante, la conclusión de este segundo simposio sería: es preciso seguir profundizando en el estudio de la ilustración y es hora ya de hacerlo monográficamente y desde la diversidad de enfoques actuales.

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Il. de Arcadio Lobato para Antón Retaco, de María Luisa Gefaell (Barcelona: Noguer, 1983, p. 47)

En tal sentido, el debate mantenido en ese simposio sería un ejemplo de lo que es el lenguaje común, útil y no terriblemente especializado, que utilizamos en el mundo del libro quienes nos ocupamos de ilustración y también de los temas que nos preocupan al respecto, como son la naturaleza de la ilustración, la validez de su crítica y quién debe o puede ejercerla.




Visiones confrontadas

Teresa Durán afirmó que la ilustración es un «lenguaje narrativo» en el que lo importante es la obra en conjunto, es decir, el libro, y no la ilustración individual que, separada del contexto, carece por sí misma de valor para establecer juicios o apreciar calidades. Negó importancia al original y a la técnica con la que esté realizado, aduciendo que en las ilustraciones realizadas con computadora, de hecho, no existen originales. Para Durán el arte ilustrativo, por su reciente aparición en el mercado, es un arte completamente nuevo que, por su novedad, carece aún de un léxico propio que nos permita estudiarlo o tratarlo adecuadamente. Según ella pasarán años, décadas o incluso siglos   —24→   antes de que este léxico llegue a conformarse. Además, afirmó que hablar de imagen a través del lenguaje oral resulta críptico, aconsejando el uso de reproducciones o diapositivas para simplificar el discurso al hablar de ilustración.

Javier Serrano negó validez a la actividad crítica puesto que para él «la historia de la crítica es la historia del error de la crítica», recordándonos cómo a menudo los críticos han menospreciado avances estéticos que luego el tiempo ha establecido como de gran valor. Además, Serrano se preguntó cómo puede un crítico juzgar una pintura sin saber detalles técnicos, para él tan importantes, como el conocimiento de los pigmentos y el comportamiento de los materiales en la ejecución de la obra. A este respecto se colocó en la posición opuesta de Durán, afirmando que el original era lo esencial en el trabajo del ilustrador. No hizo ninguna distinción entre actividad ilustrativa y pictórica, pero tal vez consciente de la dificultad que algunos tienen para identificar ambas tareas, terminó por preguntarse «¿qué demonios son los ilustradores?», ya que frecuentemente son ignorados, incluso en libros o exposiciones donde lo esencial es su trabajo. Pero, como a pesar de todo la ilustración es importante para muchos de nosotros, Serrano terminó por preguntarse si ilustrar no sería en el fondo una perversión de la gente de la literatura infantil.

Miguel Ángel Pacheco, ante la pregunta «¿sirve para algo la crítica?», se respondió que, sin duda, en un medio de mercado, una crítica difusora y analítica ayuda a vender, pero negó que, en realidad, existiese una crítica de ilustración. Explicó esa inexistencia por la dificultad que entraña la dedicación especializada a ese menester en nuestro ámbito. Para Pacheco la cuestión es: «¿quién debería hacer crítica de ilustración?». Descarta que pueda hacerla un «ilustrador frustrado», por motivos obvios, o un ilustrador en activo porque se decantaría hacia su gusto subjetivo. Tampoco admite que sea un escritor, porque supone que su conocimiento es básicamente literario y no plástico y, por último, descarta a un crítico de arte puesto que la especificidad de la ilustración, en cuanto a su vinculación con el texto y con los aspectos de gramática visual, la separan decididamente del campo de la pintura en la cual se forma el crítico de arte al uso.




Debate

Éstas eran las comunicaciones previstas. A partir de ellas se abrió un debate en el que se volvió a constatar el interés que ya en el primer simposio   —25→   había llevado a Teresa Colomer a exigir que las reseñas críticas dedicasen a la ilustración algo más que los banales comentarios del tipo «las delicadas acuarelas de...» o «los expresivos dibujos de...». Observación que había sido bien acogida por Victoria Fernández, directora de la revista CLIJ, como no podía ser de otro modo, ya que esa revista ha insistido siempre en valorar la ilustración e impulsar su análisis. Decíamos al principio que la declaración de intenciones del primer simposio tenía sus contenidos y, en efecto, si no hubiese sido por la importancia que el conjunto de los participantes concedió a la ilustración como hecho cultural, el debate de este segundo simposio no habría tenido el calado y la intensidad de que gozó. Se estaba intentando dar respuesta a las preguntas que habían quedado en el aire.

Carme Solé Vendrell, como ya hizo el año anterior Miguel Calatayud, habló de su experiencia íntima, personal, con su oficio, expresando una necesidad de autenticidad en la que pudimos ver la aventura y el drama real del artista.

Y éste es el punto que, para mí, resulta ser el eje alrededor del cual se puede organizar una visión global que dé respuesta a los muchos interrogantes que plantea el estudio de la ilustración: el artista y su experiencia personal.

Sin este eje, sin esta perspectiva, no es de extrañar que las opiniones de personas tan notables como Durán, Serrano o Pacheco presenten ese aspecto contradictorio e incluso de incompatibilidad, cuando, en el fondo, todos ellos tienen parte de razón. En efecto, la ilustración es pintura y es algo más que pintura. El original es esencial y sin aceptarlo como hecho pictórico y sin conocer, si no todos los detalles, sí los rudimentos de las técnicas artísticas, difícilmente se podrá captar el talento de un ilustrador. Pero, al tiempo, el libro es un contexto secuencial, y tan sólo con conocimientos pictóricos no se puede dar cuenta de su eficacia comunicadora como objeto artístico global.

La ilustración es un objeto de estudio prismático, lleno de facetas que la dotan de volumen y entidad. Toda precipitación al estudiarla nos ocultará una de esas facetas esenciales. Hay que girar lentamente el prisma alrededor de la experiencia de los artistas para no perder ni uno solo de los reflejos que emite la pequeña joya (no perversión) que estamos empezando a descubrir entre nosotros.

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Ésa fue mi aportación en el simposio. Dije que hay que estudiar a Carme Solé, o a Miguel Ángel Pacheco, por ejemplo, como hechos culturales. No basta con admirarlos o beatificarlos (beatificar a un artista es la mejor manera de no comprenderlo jamás). Sin comprenderlos a ellos y a otros maestros que han traducido entre nosotros el impulso de la mejor ilustración mundial, es imposible aproximarse a los secretos de este arte.




Necesidad de una perspectiva común

Este arte tiene sus secretos, que no pretendo desvelar aquí, pero que resaltan en hechos por todos conocidos y que asombrosamente solemos ignorar cada vez que nos sentamos a hablar de ilustración. Una mera enumeración de estos hechos permite abarcar de un vistazo el campo de estudio.

Nadie duda que la ilustración contemporánea presenta aspectos que la diferencian notablemente de la clásica de los Tenniel, Bilibin, Crane, Rackham y tantos otros que ornaron la también clásica literatura infantil. De lo que estamos hablando es de la ilustración que, desde los últimos años sesenta hasta hoy, ha aportado al mundo del niño una explosión de fantasía, calidad técnica y artística y riqueza temática que antes no se había producido y que supone una novedad cultural de características peculiares que la crítica debe abordar.

Tampoco duda nadie de que esta aportación se inició en el denominado «álbum ilustrado» y que desde ahí se extendió, en la medida de lo posible, al conjunto de la producción editorial. Como quiera que el álbum tiene una génesis bien conocida, su observación nos puede permitir enmarcar el espacio de estudio de la ilustración en los siguientes aspectos:

1.- La ilustración actual coincide en su arranque con la explosión imaginativa que se produjo también en otros ámbitos durante los optimistas años sesenta. Hay toda una serie de circunstancias económicas, culturales y sociológicas que están en la raíz del fenómeno.

2.- Se da también en esa época el desarrollo de los sistemas de fotomecánica y estampación que permiten la obtención de reproducciones a todo color, cada vez más fieles al original, proceso que aún continúa.

3.- El desarrollo del álbum es simultáneo en Europa, Estados Unidos y Japón y se produce espontáneamente, esto es, sin previo aviso, sin campañas

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Il. de Walter Crane para Cuentos de Grimm (Barcelona: Lumen, 1976, p. 65)

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de márketing, sin incentivos estatales, como suele ocurrir con todo hecho cultural de verdadera entidad.

4.- A pesar de la regresión del mercado internacional, a pesar de que no es un producto «comercial», y de la desaparición de las optimistas circunstancias de los años sesenta, la ilustración de calidad iniciada en el álbum pervive tenazmente y sigue preocupando y ocupando a los expertos en literatura infantil hasta hoy.

5.- Este arte tiene paternidades claras. Los inventores de los actuales lenguajes gráficos son artistas conocidos, premiados, y abundantemente editados, que eran jóvenes vanguardistas en los sesenta y que ahora están en la plenitud de su creatividad.

6.- Lo que tienen en común esencialmente estos vanguardistas es haber elegido el libro para niños como forma máxima de su expresión artística, no como una dedicación menor o colateral. No son pintores frustrados sino verdaderos maestros que abren una página de la historia del arte con decisión. 7.- El trabajo de esta vanguardia ha sido impulsado y publicado por pequeñas editoriales especializadas que se han convertido en generadoras y productoras artísticas en el contexto de las ferias internacionales del libro. A través de la dinámica de ese mercado, las medianas y grandes editoriales han mostrado también interés por fomentar la calidad artística de sus publicaciones.




¿Un arte anómalo?

Cada uno de estos siete puntos, a la vez que enmarcan el tema de estudio, genera una serie de preguntas que se engloban en un hecho sorprendente: ¿Cómo puede producirse una actividad cultural de alcance mundial, resistente a las crisis del mercado, generada por unos cuantos artistas que han elegido un camino decididamente modesto (toda dedicación seria al niño es una elección humilde) y que ha sido difundida por editoriales pequeñas que, sin embargo, tienen gran capacidad de penetración y apertura de mercados?

Este hecho es extrañísimo y no tiene lógica desde una perspectiva económica convencional. En términos relativos entre esfuerzo y resultados, el   —29→   álbum ilustrado no da dinero a los editores, como ellos mismos han afirmado rotundamente en este simposio. Tampoco da, como sabemos quienes nos dedicamos a él, grandes ganancias materiales o fama a los artistas, fuera del reconocimiento de un reducido grupo de amigos, precisamente los amigos de la literatura infantil y juvenil. Por último, la ilustración tampoco tiene gran repercusión para un currículum académico o científico, a pesar de lo cual hay entusiastas que escriben tesis doctorales sobre ella. Y en Salamanca, como hemos señalado, vibra un gran interés por el tema.

Lo dicho hasta aquí dibuja claramente el carácter anómalo de la ilustración. Sin partir de esa base, no se pueden entender las dificultades que su estudio comporta. Nos encontramos ante un fenómeno cultural atípico, que nace entre nosotros, producido, alentado e incluso, solicitado por nosotros mismos, y aunque dirigido a los niños, deseado y disfrutado en gran medida ¡también por nosotros!, si se me permiten todas estas redundancias.

No extraña entonces la dificultad que entraña responder a la elemental pregunta de qué es la ilustración, planteada líneas arriba. Tranquilicémonos por ello ante las complicaciones que el estudio de la misma implica. El arte es siempre un sujeto de estudio difícil. E. H. Gombrich dice, con pragmatismo, en la introducción a su Historia del Arte: «No existe realmente el Arte. Tan sólo hay artistas». Con ello se quita de un plumazo cualquier complicación y pasa directamente a escribir tres suculentos tomos de corte divulgador y directo sobre el vasto tema, en los que, por cierto, no hace la menor diferencia entre pintura e ilustración. Según esto, resultaría que Arte es, sencillamente, lo que hacen los artistas. Aceptemos pues provisionalmente que ilustración es lo que hacen los ilustradores, y si éstos han elegido libremente esta exigente dedicación, digamos que el sector de la literatura infantil ha elegido dotarse de una imagen lo más artística y exquisita posible.




Instinto básico

La ilustración es la emanación de un deseo colectivo. Es la cristalización de la tendencia global hacia el placer estético de todo un sector de la actividad cultural, desde el editor más reconocido hasta la maestra más ignorada. Esa tendencia a la estética es evidente en el hecho literario. ¿Por qué no   —30→   habría de serlo en la imagen?

Si exigimos a nuestros escritores calidad y no nos conformamos con textos banales para los libros, ¿por qué nos preguntamos con insistencia por el papel de la ilustración?

Desde mi punto de vista la razón está en el grado de confusión a que ha llegado el mercado del arte contemporáneo, donde los ídolos del dinero y la nombradía han generado un lenguaje abstruso de falsos entendidos. De este mercado, donde, sin duda, habitan grandes talentos y buenos expertos, sólo salen hacia afuera los hechos espectaculares de grandes sumas monetarias y aspectos banales de los artistas, creándose así la ficticia ecuación de arte = dinero, cuando eso no es real y, desde luego, los últimos beneficiados suelen ser los artistas.

Al trasladar nuestra visión del mundo de la pintura al de la ilustración, desaparecen súbitamente los mencionados ídolos. No hay dinero, ni prestigio que justifiquen nuestra dedicación al tema. Luego esto no debe ser un arte, pensamos. ¿Qué demonios es? No exagera Serrano cuando dice que tal vez se trate de una perversión. Pero la perversión no está en nosotros, la perversión está en una visión del arte contemporáneo que ha vaciado del básico instinto de lujo vital, de capricho, de placer por lo exquisito al hecho artístico. Y nosotros, al encontrarnos con un hecho artístico desnudo, puro, en nuestro ámbito, no sabemos reconocerlo. La ilustración pertenece al mismo impulso esencial que ha producido todo el arte de la historia de la humanidad, desde las máscaras de las tribus africanas hasta la cúpula del Duomo de Florencia.

No hay espacio aquí para profundizar en este apasionante asunto, pero sí para afirmar que Teresa Durán acierta cuando intenta evitar los lenguajes crípticos porque son perversos. Que la crítica de arte está plagada de errores, pero también de aciertos y de bellos lenguajes que pueden inspirarnos. Que la crítica de ilustración puede hacerse y podemos hacerla nosotros en el estilo de debate abierto que en el simposio de Salamanca ha cristalizado. Que el léxico para hablar de ilustración existe y es el léxico elemental de las artes plásticas, del cine y las demás artes visuales (mancha, línea, color, composición, tonos, secuencia, planos, perspectivas, picados, etc.). Que cualquier persona culta y dedicada a ello puede entender de ilustración, pero hay que exigirse   —31→   el tiempo y el trabajo necesarios. Ni el ser ilustrador, escritor, editor o cualquier otra profesión, inhabilita a nadie para ejercer la crítica, siempre que sepa buscar la objetividad y el conocimiento, aunque personalmente entiendo que la labor de los artistas ha de orientarse más bien hacia la búsqueda teórica, labor en la que han destacado muchos pintores sin incurrir en subjetividad y sin menoscabo de sus pinceles.

Hay que hablar con los artistas, con los maestros y sus discípulos, y con los editores que han puesto en pie esas obras de arte, evitando, eso sí, incurrir en las manías habituales de los críticos (no todos, por fortuna) de las artes plásticas. La ilustración es un tema pequeño, es asunto modesto de puertas hacia afuera, pero es nuestro y lo que está en juego con él es que los niños tengan o no acceso a una imagen de calidad que les haga amar el color de la vida y extienda ante ellos los espacios y las formas. De lo contrario, estarán condenados a la dictadura del dibujo mostrenco y comercial que les llega por las pantallas y les asalta en los quioscos. Nada menos.




Un nuevo método para la crítica

El simposio salmantino inaugura un nuevo método de análisis y estudio de la ilustración que, de continuar, será fecundo y producirá una crítica sabia. Hasta ahora, en nuestros diferentes foros y tribunas, buscábamos a alguien que supuestamente entendiese de ilustración y pudiese impartir doctrina. Mecánicamente estábamos imitando el modelo de funcionamiento del arte adulto. Buscábamos a nuestro «gurú», a nuestro gran crítico que nos dijese lo que es bueno y lo que es malo en ilustración. Queríamos una lista de nombres etiquetados con sus correspondientes corrientes o «ismos». Así tendríamos nuestro arte contemporáneo de bolsillo y respiraríamos tranquilos.

Pero la realidad de nuestro ámbito es fuerte y vital como un niño y no se aviene con esos clichés del mercado artístico. Faltan, además, los incentivos venales que hagan atractivo, para esa figura de crítico al uso, el ingente trabajo que hablar de ilustración supone. No, no aparecerá entre nosotros ningún guía señalado.

Por el contrario, la organización del simposio ha procurado la horizontalidad, el debate, la polémica. Y lo ha logrado. Por eso no se han producido grandes conclusiones en ilustración. Porque sería absurdo sacar conclusiones   —32→   de un libro cuando se está abriendo su primera página. Conscientes de esa actitud inaugural, en Salamanca nadie ha pretendido «entender de ilustración», lo cual abre el camino para que lleguemos algún día a entender entre todos en una polémica abierta y no jerarquizada.

Ese talante es fundamental porque encaja perfectamente con el objeto de estudio, que es, como hemos visto, polifacético, y que, por tanto, no puede ser entendido sin la aportación de saberes que una sola persona, normalmente, no domina. El estudio de la ilustración habrá de ser multidisciplinar y tendrá que realizarse en colaboración. De otro modo no podrá avanzar.




Epílogo agradecido

La extensión y difusión de dicho método, junto a la concentración temática que será su lógica derivación, producirá un fruto inesperado: todas las intuiciones de los que se han acercado con amor a la ilustración cobran ahora entidad, para conquistar ese conocimiento de la misma, que no puede renunciar a nada que forme parte de este deseo colectivo. Deseo que impregna al conjunto de los Amigos del Libro Infantil y está presente desde hace años en todas las jornadas, encuentros y actividades en las que se ha dado un papel protagonista a la ilustración. Ello se hizo también evidente en las intervenciones de los participantes en el simposio que, por desgracia, no tengo espacio para resaltar aquí. Estoy seguro de que esas intervenciones son la base para inmediatos avances en el estudio de la ilustración en España, como quedará recogido en las propuestas y debates del simposio, de próxima publicación según se ha anunciado.