Escena I
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M. LOYZEROLE,
EDUARDO.
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El CRIADO de M. LOYZEROLE y el POSADERO entran
en uno de los cuartos unas maletas y salen inmediatamente.
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M. LOYZEROLE.-
¿Quieres más de mí?... ¿Estás
ya contento? |
EDUARDO.-
(Va a arrodillarse para besarle la
mano.) ¡Padre mío! |
M. LOYZEROLE.-
¿Qué haces,
Eduardo? |
EDUARDO.-
¿Con qué podré yo pagaros?...
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M. LOYZEROLE.-
Con amarme como yo te amo... He perdido a
tu pobre madre, que era mi encanto, mi consuelo... He perdido
a tu hermano mayor, objeto de tantas esperanzas; de toda
mi familia no me queda sino tú... Tú eres el
único lazo que me une a la tierra... ¿Para qué
quisiera yo la vida si te perdiera a ti?... |
EDUARDO.-
Pero
¿por qué os enternecéis ahora? |
M. LOYZEROLE.-
No tengo más afán que verte dichoso... |
EDUARDO.-
¿Cómo pudiera yo dudarlo? |
M. LOYZEROLE.-
Y no he
querido que pudieras acusarme de que me oponía a tu
felicidad... Yo sé cuánto amas a Matilde... |
EDUARDO.-
Más que a mi corazón... |
M. LOYZEROLE.-
Sé que no puedes vivir sin ella... |
EDUARDO.-
Imposible.
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M. LOYZEROLE.-
Y no he de sacrificar a un despique de amor
propio la dicha de entrambos... En cuanto llegue el marqués...
Pero ¿estás seguro de que han de parar aquí?... |
EDUARDO.-
No hay duda; Juan me lo dijo y no hay otro paraje
donde puedan descansar, no queriendo entrar en ningún
pueblo... Esta posada es la más a propósito,
por lo mismo que está en el campo, y poco concurrida...
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M. LOYZEROLE.-
¡A qué estado nos han reducido!...
¡Esta es la felicidad que han traído a la Francia!...
Los hombres honrados tienen que andar como los forajidos,
de noche, por los despoblados... |
EDUARDO.-
Y fortuna que
la estación es favorable, ¡que si fuera en invierno!...
Me parece que suena ruido... (Asomándose a una ventana.)
Nada se divisa... ¿Si les habrá sucedido algo? |
M.
LOYZEROLE.-
No, hijo mío, ¡no querrá Dios!...
Nosotros hemos llegado demasiado temprano... Tenías
tanta prisa... |
EDUARDO.-
Deseaba llegar antes que ellos...
¿No es natural?... ¡Qué sorpresa va a tener Matilde!...
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M. LOYZEROLE.-
¿Y qué va a decir el marqués
cuando nos halle aquí?... Diga lo que quiera, ya está
hecho... y no me arrepiento. |
EDUARDO.-
Ahora sí...
(Se asoma otra vez.) ¡Ellos son! (Corre hacia la puerta.)
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M. LOYZEROLE.-
Fuera esta mala vergüenza... Se trata
de la dicha de un hijo. |
Escena II
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Dichos, el MARQUÉS,
MATILDE.
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M. LOYZEROLE.-
(Saliendo a recibirle con los brazos
abiertos.) ¡Amigo mío!... |
MARQUÉS.-
¡Vos aquí!...
(Se arroja en ellos.) |
MATILDE.-
¡Eduardo!... |
EDUARDO.-
¿Ves cómo lo cumplí? (Un momento de silencio.) |
MARQUÉS.-
Pero ¿qué es esto? ¿Cómo
os hallo aquí? |
M. LOYZEROLE.-
Esto es ser padre...
Como sois padre también, no tengo vergüenza en
confesaros mi debilidad... |
MARQUÉS.-
Vamos a sentarnos
siquiera..., que con el día de calor, y con esta sorpresa
ahora... |
MATILDE.-
Pues a mí ya se me han olvidado
todas las incomodidades del camino... |
M. LOYZEROLE.-
Lo
creo; me parece que has crecido en tan poco tiempo... ¡Y
siempre tan linda!...
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(MATILDE va a sentarse en una extremidad
y EDUARDO en otra. M. LOYZEROLE dice al MARQUÉS:)
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M. LOYZEROLE.-
¿Os parece bien que se sienten tan separados? |
MARQUÉS.-
Yo también me rindo a discreción...
Que hagan lo que quieran. |
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(EDUARDO coge su silla y va a colocarse
al lado de MATILDE, hablando entre ellos, mientras sigue
el diálogo de los padres.)
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MARQUÉS.-
Vamos,
contadme siquiera lo que ha sucedido. |
M. LOYZEROLE.-
Es
muy sencillo: mi hijo supo que ibais a emigrar y que os llevabais
a Matilde... No sé si ella se lo escribió o
cómo lo supo... Lo vi entrar tan demudado, que temí
le costase una enfermedad... Ni acertaba con las palabras...
Mas no era difícil comprender lo que deseaba... Hacía
tiempo que tenía pensamiento de salir de Francia...
Pero ¡cuesta tanto trabajo abandonar uno a su patria!...
Lo fui dejando de un día para otro; y tal vez nunca
lo hubiera realizado... Mas cuando vi que iba en ello la
felicidad y tal vez la vida de mi hijo, no vacilé
un solo instante... La idea de quedarme solo con él,
aislado de las gentes, y verle siempre triste, reprimiendo
a duras penas su dolor por no afligirme..., no pude resignarme
a ese continuo torcedor, y antes prefiero todos los trabajos,
todos los peligros del mundo... |
MARQUÉS.-
Lo comprendo
muy bien amigo mío; y aquí donde me veis, vez
no hubiera tomado la resolución emigrar, si hubiera
sido solo... ¿Qué tenía yo que temer para los
pocos años de vida que me quedan?... |
MATILDE.-
¡Padre
mío! |
MARQUÉS.-
Pero tenía esa hija,
que Dios me ha dado, y no quería que viviese en medio
de tanta corrupción, de tanta impiedad... ¡Cómo
han puesto a nuestra pobre Francia!... |
M. LOYZEROLE.-
No
hay que hablar de eso, porque se parte el corazón
de sólo imaginarlo... |
MARQUÉS.-
¡Una nación
tan civilizada, tan culta, proscribir la virtud, el saber,
el talento... y estar gobernada por unos monstruos sedientos
de sangre!... |
M. LOYZEROLE.-
Nuestros nietos no lo creerán...
Ni nosotros mismos que lo. estamos sufriendo... |
MARQUÉS.-
¡La tierra de San Luis renegar del Dios de sus padres!...
¡La patria de Duguesclin y de Bayardo arrastrar al patíbulo
la flor de la nobleza!... |
M. LOYZEROLE.-
Pero ¿quién
había de creer?... Yo me equivoqué, lo confieso...
Juzgué que había llegado el momento de que
mi patria disfrutase de una justa libertad bajo el cetro
de aquel buen rey... Nací con esos sentimientos, los
llevaba en mi sangre como otros muchos nobles... Fue una
ilusión honrosa que pagamos muy cara. |
MARQUÉS.-
Todos nos hemos equivocado; y por eso en tiempos tan revueltos
es preciso ser muy indulgentes... ¿Quién tiene el
derecho de arrojar la primera piedra? Los unos por un extremo
y los otros por otro, todos hemos contribuido a que se engrosara
el torrente, y después nos ha arrollado a todos...
¡Sólo Dios es capaz de atajarlo!... ¿Qué miráis?
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M. LOYZEROLE.-
Reparaba si podía alguien escucharnos....
En estos afortunados tiempos, hasta las paredes oyen...
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MARQUÉS.-
¡Esa es la libertad u hemos alcanzado!...
Todo está poblado de espías, de delatores;
se proscriben clases enteras y se castiga con la pena de
muerte hasta la más leve sospecha...Y luego hablaban
de la Inquisición de España y del Tribunal
de Venecia... ¡Más sangre han derramado ellos en un
año que aquéllos en un siglo! |
Escena III
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Dichos, JUAN, el POSADERO y su MUJER.
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JUAN.-
(Al MARQUÉS.)
No me parece que he tardado... |
MARQUÉS.-
No, por
cierto... |
JUAN.-
Con lo poco que traíamos y lo poco
que hemos hallado aquí... |
POSADERA.-
No habrá
mucho; pero lo que es limpio... |
JUAN.-
Como tu cara... ¡Posadero!
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POSADERO.-
Ciudadano me llamo... |
JUAN.-
Perdona, hombre...
¿Ciudadano qué? |
POSADERO.-
Ciudadano Marco Bruto...
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M. LOYZEROLE.-
¡Hola!... ¡Nada menos que eso!... |
POSADERO.-
Yo me llamaba Marcos... porque nací el día
de San Marcos, cuando había santos... |
M. LOYZEROLE.-
Ya... |
POSADERO.-
Y luego me añadí lo de Bruto... |
JUAN.-
¡Y qué bien que le sienta!... |
POSADERO.-
Porque dicen que fue un gran republicano, que mató
a no sé quién... |
M. LOYZEROLE.-
¡Verdad!...
(Aparte.) ¡Qué simple! |
JUAN.-
Ciudadano Bruto, trae
un par de botellas del tinto de Borgoña..., y que
no esté bautizado... |
POSADERO.-
Ya no se bautiza... |
JUAN.-
A las criaturas puede ser; pero lo que hace al vino,
aún no ha entrado en la moda republicana... |
MARQUÉS.-
Déjate de tonterías. (A JUAN.) ¿Está
todo listo? |
JUAN.-
Ya está... |
MARQUÉS.-
(Levantándose.)
No sé si es el aire del campo, o el ejercicio, o el
vernos todos reunidos, la cierto es que tengo más
apetito que hace muchos meses. |
M. LOYZEROLE.-
¿No es verdad
que cuando se recobra un antiguo amigo parece como que se
quita una losa del corazón? |
MARQUÉS.-
Así
es... (Se sientan a la mesa.) Tú, Matilde, harás
los honores de la mesa, como si fueras el ama de casa; ¡es
menester ir aprendiendo!... ¿Por qué te pones tan
encendida, muchacha? ¿Y tú también? ¡Qué
edad tan dichosa, en que todos los sentimientos se asoman
al rostro!... Después, con los años y con la
experiencia del mundo... |
M. LOYZEROLE.-
Y aun todas las
precauciones no bastan... |
MATILDE.-
(Al POSADERO.) ¿Para
aquí mucha gente? |
POSADERO.-
Poca, y ahora menos.
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M. LOYZEROLE.-
¿Por qué? |
POSADERO.-
Porque la gente
pobre no está para gastos, y los ricos... harto hacen
en esconderse en sus huroneras... para no pagar todo el mal
que han hecho... |
JUAN.-
(Aparte.) Me están dando
unas tentaciones de dar un puntapié al ciudadano Marco
Bruto..., allá..., hacia el remate de la quilla, donde
principia la cámara de popa... |
MARQUÉS.-
Juan...
¿Qué estás ahí gruñendo? |
JUAN.-
Estoy repasando una cuenta... |
MARQUÉS.-
¿No quieres
que probemos ese vino? (Lo sirve JUAN.) |
M. LOYZEROLE.-
Yo
desearía echar un brindis..., si lo permitís... |
MARQUÉS.-
¿Por qué no? |
M. LOYZEROLE.-
¡A
la felicidad de entrambos!... |
MARQUÉS.-
¡A su felicidad!...
(Beben los dos.) |
MATILDE.-
(A EDUARDO.) Me parece que estoy
soñando... |
EDUARDO.-
¡Es tan grande mi dicha, que
me pesa en el alma!... |
M. LOYZEROLE.-
¿A qué vienen
ahora esas lágrimas? |
EDUARDO.-
Son de placer, de
ternura... ¡No las trocaría yo por todos los tesoros
del mundo!... |
MARQUÉS.-
¡Dios os haga tan dichosos,
hijos míos, como merecéis serlo!... |
M. LOYZEROLE.-
¿También vos?... Entre todos, yo solo tengo juicio...,
y eso... con sus trabajos... |
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(Levantándose JUAN, el
POSADERO y su MUJER retiran la mesa y se van.)
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Escena IV
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MARQUÉS, MATILDE, M. LOYZEROLE, EDUARDO.
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MARQUÉS.-
Al clarear el día es menester ponernos en camino...
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M. LOYZEROLE.-
A la hora que gustéis... |
MARQUÉS.-
Mañana no me harás, como siempre, la perezosa... |
MATILDE.-
A buen seguro..., he de ser la primera... |
EDUARDO.-
¿A que no? |
MATILDE.-
Allá lo veremos. |
MARQUÉS.-
Por fortuna, todo este camino está muy solo... Lo
andaremos poco a poco y luego haremos noche en el monasterio
de la Cartuja... |
M. LOYZEROLE.-
¿No es ése el que
han incendiado hace poco? |
MARQUÉS.-
Así es;
pero no ha de estar tan destruido que no haya algún
paraje donde acogerse; al fin y al cabo se trata de pocas
horas, y en una estación tan hermosa... |
M. LOYZEROLE.-
Como queráis. |
MARQUÉS.-
El pueblo más
cercano dista algunas leguas... ¿Y cómo hemos de exponernos?
|
M. LOYZEROLE.-
Nada menos... |
MARQUÉS.-
Vamos ahora
a descansar un rato para tener fuerzas mañana...¡Juan!...
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Escena VII
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Dichos, JUAN.
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JUAN.-
Ponme unos cuantos
panes y otras dos botellas de ese mal cristiano... Envuelve
en una servilleta ese trozo de vaca fiambre, a que nadie
ha tocado..., y un poco de fruta... Cualquier postre para
quitar el gusto de la boca... |
POSADERO.-
¿Para cuántos? |
JUAN.-
¿No lo has visto?... Para los mismos que han cenado...,
antes que rompa el día me llamarás a mí...
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POSADERO.-
Bien está... |
JUAN.-
Para que podamos
salir entre dos albas... |
POSADERO.-
Bien... |
JUAN.-
¿Cuántas
leguas hay de aquí al monasterio quemado? |
POSADERO.-
Podrá haber..., según y conforme... Si se va
por los montes se ahorra una legua...; pero si se va por
el camino, hay una legua más... |
JUAN.-
Quedamos enterados.
¿Dónde está mi camarote? |
POSADERO.-
El último,
a mano derecha al final de aquel corredor. |
JUAN.-
¡Si la
ciudadana Marca Bruta quisiera acompañarme!... |
POSADERO.-
No; yo iré, que es mejor... ¿Habrase visto viejo más
marrullero? |
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(Se van todos por el lado opuesto a los aposentos
donde han entrado los amos; queda el teatro a oscuras y se
ve subir un hombre con sigilo por una ventana.)
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Escena
X
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Dichos. ROBERTO, el POSADERO y otros dos HOMBRES.
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AGENTE.-
Ellos son... Ahí están. |
ROBERTO.-
¿A qué
hora llegaron? |
POSADERO.-
Poco después de anochecido.
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ROBERTO.-
¿A qué hora tienen intención de
salir? |
POSADERO.-
Apenas amanezca. |
ROBERTO.-
¿Han dicho
qué camino piensan llevar? |
POSADERO.-
No lo sé;
pero por algunos cabos sueltos que he cogido al vuelo, apostaría
que van hacia el monasterio quemado... |
ROBERTO.-
¡Hacia
el monasterio quemado!... (Aparte.) ¿Qué irán
a hacer allí? ¿Si irán a reunirse con otros
conspiradores? Aquel sitio está desierto... Metido
entre breñas... ¡Quién sabe!... Estos ya están
seguros; y tal vez... (Al AGENTE DE POLICÍA y al otro
que entró por la ventana.) Quedaos aquí ocultos...
y seguidlos sin perderlos de vista. (Al POSADERO y a su MUJER.)
¡Una palabra os cuesta la vida!... (A los que le acompañan.)
Vamos. |
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(Sale seguido de dichos dos hombres y alumbrándole
el POSADERO y su MUJER.)
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