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ArribaAbajoMagrebíes, moriscos y otomanos



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ArribaAbajoLa ocupación del Magreb por Hayreddīn Barbarroja según el Ms. 2459 de la Üniversite Kütüphanesi de Estambul

Miguel Ángel de Bunes Ibarra



CSIC. Madrid

La vida del célebre corsario y gran almirante de la flota otomana Hayreddīn Barbarroja es la historia de la victoria absoluta de las armas de Solimán el Magnífico en el Mediterráneo que intenta controlar Carlos V y del dominio de la Berbería central por la Sublime Puerta. Dentro de los límites de la cultura del Renacimiento, es la crónica de la victoria de un hombre que se ha forjado a sí mismo y alcanza la gloria y el éxito militar y social por medio de su inteligencia y su esfuerzo. Su singularidad lo convierte en el eje central de un gran número de relatos que describen sus aventuras, así como en el arquetipo del militar y estadista de estas décadas393. Su pugna particular con el Emperador, un gobernante que recibe su bautismo de fuego al organizar una expedición con el único fin de expulsar al antiguo corsario de la ciudad de Túnez, lo convierte en símbolo de una época y un espacio que contribuyó decisivamente a dar forma y configurar. En Occidente la vida de este personaje es sobradamente conocida por los muchos textos que se escriben sobre sus andanzas durante el reinado del Emperador y de sus sucesores, así como por su inclusión en gran número de los impresos que intentan recoger en sus páginas los hechos de las personas que forjaron la historia militar y

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política del siglo XVI394, de la misma forma que su imagen aparece una y otra vez en las galerías de retratos y grabados que se guardaban en las cortes europeas de estas décadas395. Toda esta publicística, escrita desde el punto de vista español e italiano, está influida por el ideario religioso que propugna el círculo cultural del Emperador, que presenta al gobernante ante sus contemporáneos como el hombre que encarna la mejor demostración del miles Christianus, el «cruzado» que defiende a la religión y a la Iglesia de la nueva amenaza del Islam. El auxilio del sitio de la ciudad de Viena y, sobre todo, el éxito de la armada imperial en La Goleta y Túnez ratifican esta idea, convirtiendo en habituales en estos años las representaciones de Carolus como destructor de la amenaza otomana y conquistador de África396.

Dentro del mundo otomano, el segundo de los Barbarroja tendrá una importancia semejante, adquiriendo en vida y en la posteridad los rasgos de una figura casi legendaria. Mientras que por parte de la cultura de la Europa occidental la atención hacia este personaje está en relación con las empresas que protagoniza y el ideario religioso con el que se justifican muchas de las acciones que emprenden los gobernantes del Imperio otomano, en Oriente su biografía la encarga personalmente el sultán para mantener vivo el ejemplo de los forjadores de la Sublime Puerta, por lo que adquiere el carácter de elemento de propaganda del propio Imperio por el que combate. Solimán encarga a Seyyid Murad que redacte su biografía, narrando sus hazañas desde su origen familiar hasta el intento de la conquista de Argel por Carlos V en 1541. Para esta tarea elige el género de literario del gazawat-nâme397, usual en esos años en la corte estambuliota, pero que también muestra la mitificación del personaje en el mundo musulmán mientras el corsario aún vivía y seguía prestando sus servicios a la armada osmanlí. El texto original, por desgracia, no ha llegado hasta nuestros días, aunque se conservan en prosa catorce redacciones

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diferentes de los siglos XVI, XVII y XVIII, así como el original en verso, una traducción al castellano mandada realizar por Felipe II398 y cinco traducciones al árabe399.

Aldo Gallotta, el editor del original conservado que se puede considerar más próximo a la princeps perdida, ha realizado un excelente estudio filológico del manuscrito conservado en la Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial. Recomienda siempre su empleo como el texto que más se aproxima a la redacción original, aunque ha dejado en segundo plano el análisis de las variantes historiográficas y argumentales que existen en la tradición literaria de este texto400. Únicamente apunta que, por el estudio de las diferentes versiones conservadas, rectificando a otros autores que se han preocupado por sistematizar las diferentes versiones conservadas de la vida de Barbarroja: «In realtà, non si tratta di due redazioni o di una redazione alterata poi da copisti, ma di due opere differenti»401. La distinción entre los manuscritos que incluye la edición original y los que se incluiría en los que él denomina «pseudo-Seyyid Murad», es un tema que aún no se ha estudiado, pero que sería especialmente útil para entender la evolución del mito de los corsarios Barbarroja dentro del mundo otomano y magrebí a lo largo de la Edad Moderna.

Para el presente trabajo utilizaré un manuscrito que Gallotta considera perteneciente a la tradición original, aunque muy alterado por la utilización de otras obras posteriores, tanto musulmanas como cristianas402, y que amplia enormemente el mito de los

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hermanos Barbarroja como enemigos de Carlos V y de los intereses imperiales en el Mediterráneo. Se trata del manuscrito 2459 de la Üniversite Kütüphanesi de Estambul, fechado en 1664, que es una copia de otro texto escrito en 1639, perdido en la actualidad. Al igual que el ejemplar conservado en El Escorial, está dividido en capítulos y redactado para ser leído en voz alta, con la inclusión de cartas y discursos para hacer más amena la redacción. La tendencia a la fabulística lo hace especialmente grato a los ambientes populares, por lo que se ha considerado que sería una de las lecturas frecuentes en los cafés y lugares públicos403. El hilo argumental del texto es semejante a la edición del manuscrito conservado en El Escorial, aunque por su tardía redacción supone la inclusión de otras fuentes históricas del período, así como el cotejo de textos cristianas y elementos explicativos que han sido incorporadas con posterioridad a los acontecimientos. Las fuentes otomanas que sirven para completar algunos capítulos han sido identificadas por Babinger, refiriendo especialmente otra historia sobre Barbarroja, titulada Lügget 'l-ebrar o Lüggetü 'l-ahyar de Yetim 'Ali Celebi y el Gibad-name de Mustafa b. Ibrahīm, conocido en la historiografía otomana como Safi. La referencia a la figura de Hernán Cortés, el conquistador de México, ha inducido a parte de la crítica literaria turca a considerar que este texto fue utilizado por Francisco López de Gómara404 en su Crónica de los Barbarroja405, aunque resulta muy discutible tal consideración, sobre todo por ser esta obra completamente desconocida en la época y de escasa importancia en los ambientes culturales del momento. La referencia a la figura de Cortés sí resulta lógica por el interés que mostró la Sublime Puerta por la expansión de Carlos V por América. En el manuscrito analizado se afirma que Barbarroja quiso atacar las posesiones españolas en América, idea que no fue aceptada por el sultán y sus principales visires. La obra de Francisco López de Gómara sobre la conquista de la Nueva España406 se mandó traducir al otomano en el siglo XVI, así como otras referencias al continente recién descubierto; el sistema de dominio hispano en el Nuevo Mundo era uno de las ideas más recurrentes en la formulación de la «leyenda negra» sobre el Imperio español, además de un argumento que, bien utilizado, podía confirmar la brutalidad de los hispanos en sus conquistas:

Doria y Cortés apenas salvaron su vida. Este hombre llamado Cortés era un infiel particularmente malvado que en el Nuevo Mundo había abrasado en el fuego a centenares

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de miles de personas, y que ahora pensaba hacer daño aquí, creyendo que fuera igual que en el Nuevo Mundo. ¿Qué le habría ocurrido a ese pueblo musulmán de haber caído en manos de esos seres crueles? Un ejemplo de ello ya lo habían tenido hace unos años en Túnez407.


En esta redacción de la «guerra santa de Barbarroja» se citan los nombres más afamados de la historia marítima del siglo XVI otomano, el de Barbarroja y de sus principales lugartenientes, destacando la gran valentía y espíritu de lucha a Dragut, como si se quisiera dejar constancia de todos ellos al rememorar un siglo después la época dorada de la armada de la Sublime Puerta. La presencia del cartógrafo y el supuesto autor del mejor derrotero mediterráneo de la centuria, Kitab-i bahriye, como uno de los protagonistas de los sucesos marítimos de Barbarroja posee una intención clara y manifiesta de recordar en voz alta a los hombres que lograron el dominio del mar para el sultán:

[...] decidimos enviarlos como regalo a nuestro excelentísimo emperador, sultán Selim Han. Seleccionamos también 200 cautivos para enviarlos junto con ellos. Los iba a llevar a Estambul Piri re'is al sultán Selim Han. Piri re'is era sobrino del difunto Kemal re'is, era un amigo nuestro, formal y culto, que sabía muy bien como comportarse en la corte del Sultán. Lo despedimos de Túnez hacia Estambul en una hora de buena suerte [...] Mi compañero Piri re'is recibió la carta imperial, tres veces la besó y la puso en la frente. Siete veces se inclinó para saludar. Se despidió y se marchó de la corte imperial sosegado, honrado, tranquilo y feliz. Subió a la galera que Selim Han me concedió, y las otras galeras la siguieron. Con sus ocho barcos saludó al Emperador en Sarayburnu. Selim Han, desde Yali köskü, estaba mirando nuestros barcos. Piri re'is se despidió de esa manera de Estambul, la capital del mundo, y se dirigió hacia Túnez408.



La referencia a Piri re'is nos obliga a detenernos en la personalidad del autor del manuscrito que utilizamos para redactar estas páginas. La biografía de Seyyid Murad sólo se puede establecer extractando pequeñas noticias de sus obras, en especial de las composiciones en verso. Debió de nacer en el último cuarto del siglo XV y murió después de 1546, año en que compone la segunda parte de la vida del segundo de los Barbarroja. Entró a formar parte de las tropas otomanas que sirven en las naves del sultán. Cuando Hayreddīn es nombrado almirante en jefe de la flota debía integrarse en el séquito que rodea a este cargo, por lo que entra en contacto directo con el antiguo corsario. En 1538 está presente en una nave que combate en la batalla de la Prevesa y el año siguiente en la reconquista de las fortalezas de Novi (Castilnovo). En 1541 termina la primera redacción de la vida del almirante. Al servicio del gran visir Rüstem interviene en la campaña de

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Hungría de 1544. Las últimas referencias sobre su persona las tenemos cuando concluye la vida de Barbarroja desde el fracaso de Carlos V sobre Argel hasta la muerte. Su vida y su obra están relacionadas íntegramente con la marina, ya que además del Gazawat, escribe el Fetih-nâme-i Hayreddīn Pa§a, un poema sobre la expedición de Barbarroja que culmina en la batalla de la Prevesa, el Feth-i qal'a-i Nova, narración poética de la conquista de Castilnovo en el 946 h (1539), y Ta'rih fetth-i Siqlos, Ustugun ve Ustun-i Belgrad, en el que narra la campaña de Hungría de 1541 a 1544. Además de las diferentes redacciones del Gazawat, Seyyid Murad ha sido considerado por la reciente otomanística como el redactor del Bâhir-nâme, texto que configura la segunda redacción del Kitab-i bahriye de Piri re'is. Esta obra agrega a los apuntes de la descripción del Mediterráneo del navegante otomano un extenso poema introductorio en el que se especifican los caracteres del libro y los saberes sobre astrología y navegación que tenían los osmanlíes en el 932 h (1525-1526), que sería aprovechado para dar forma definitiva al texto que hoy conservamos. Estamos, por lo tanto, ante el gran cronista de los progresos por el Mediterráneo (el mar blanco para los otomanos) de las flotas de los sultanes Selim y Solimán, donde el Imperio Otomano adquiere un carácter eminentemente mediterráneo al someter la mayor parte de Berbería, por los esfuerzos de los Barbarroja y por Dragut, el dominio de la fachada adriática, la antigua costa dálmata, Siria y Egipto. Piri re'is, Hayreddīn y Seyyid Murad son testigos y protagonistas de todos estos progresos, empresas que son referidas como pertenecientes a la misma dinámica conquistadora en el presente manuscrito:

Ordené a mis comandantes que fueran a cazar hacia Chipre, en el Mediterráneo oriental, y que regresaran después a Argel. Yo volví a Argel con mi hermano. Mis comandantes desplegaron las velas hacia el Oriente con siete barcos. Al cabo de cierto tiempo topamos con la flota imperial en un lugar entre Chipre y Egipto. Mis marineros casi se volvían locos de alegría, pues la flota desplegándose se había extendido por toda la superficie del mar. Muslihuddīn re'is se acercó a la flota y se presento al comandante Cafer bey. El comandante de Selim Han le dijo:

«El Emperador está conduciendo la campaña de Egipto, ¿no estáis enterados de ello? ¿Por qué no os incorporáis a la flota imperial?»

Muslihudīn re'is, que era hombre inteligente, dijo: «Excelencia, no es que hayamos olvidado el servicio del Emperador. En otro clima estamos y no estábamos enterados. Si nos hubiera enviado incluso un perro suyo para hacérnoslo saber, su orden hubiera sido sagrada para nosotros, habríamos acudido al instante. El servicio del Estado es para nosotros el mayor apremio del mundo»409.



Dado el carácter de historia oficial del presente texto, y su intencionalidad claramente ejemplificador, en ningún momento se realizan distinciones entre la flota corsaria

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de los Barbarroja y la otomana en estos primeros años, información que no se ajusta a la verdad y a la cronología de los sucesos410:

A partir de ahora la tierra de Argel es propiedad de Selim Han. Hayreddīn pa§a, mi señor, es un beylerbeyi otomano. Asimismo, nuestra flota forma parte de la flota real, actuamos según las órdenes de Estambul. Si estáis en relación de amistad con nuestro Emperador no tenéis por qué tener miedo a los barcos argelinos. Pero si sois enemigos, procuraremos que el Mediterráneo sea un infierno para vosotros411.



Al recapitular la historia del Mediterráneo un siglo después de que ocurrieran los acontecimientos es lógico que el redactor uniera las dos grandes empresas de conquista otomana de principios del siglo XVI en las tierras dominadas por los musulmanes, si bien en principio fueron independientes. Egipto era un territorio cohesionado, un antagonista político y económico de la Sublime Puerta, mientras que el lejano Magreb, conocido exclusivamente por las referencias que realizó Kemal re'is acompañado por su sobrino Piri re'is, no estaba en la órbita de los intereses del sultán Selim. Era un territorio que se consideraba perteneciente al dominio de los españoles, como atestigua la denominación de «Ispanyol bahriye» que emplea Piri re'is para el Mediterráneo occidental.

Las conquistas que realizan los hermanos Barbarroja, siempre inspiradas por un ideario religioso, como se atestigua en el propio título de la obra, no debían justificarse cuando afectaban a intereses de los cristianos. La ocupación de Argel es una consecuencia lógica de la petición de ayuda que reciben los corsarios para liberar a la población de la presión que ejercen los soldados imperiales desde la fortaleza del Peñón de Argel, mientras que la convivencia pacífica en los primeros años magrebíes de los corsarios se produce porque el sultán de Túnez en esta época era un príncipe musulmán independiente, por lo que no se podía ocupar su territorio. Estamos ante la formulación de una empresa de guerra santa realizada bajo el auspicio del mayor soberano islámico del momento, por lo que todas sus acciones son completamente legales:

No cabe duda alguna ni perplejidad, pero nuestro enemigo era el infiel español. En verdad, estábamos en guerra también con los genoveses y los demás pueblos infieles. Además teníamos que ocuparnos de los gobernadores pequeños y grandes de Argel, Túnez y Marruecos, que estaban preocupados por habernos instalado nosotros en Argel. En Marruecos gobernaban los sultanes marroquíes, que era una gran dinastía. Se trataba de un estado extenso, pero últimamente había perdido su paz y tranquilidad por las disputas internas. En el norte de África, exceptuando Marruecos, no había ningún estado importante. Los Hafsi y los Abdulvâdî, que gobernaban en Túnez y Tremecén, habían

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perdido ya definitivamente su antigua importancia. Apoyándose en el infiel español, habían optado por hacernos la guerra abierta o solapada, y voy a explicar por qué:

Nosotros, cuando llegamos del Mediterráneo oriental al Mediterráneo occidental, primero habíamos pisado el suelo de Túnez y nos concordamos con el sultán Hafsî. Gracias a nosotros, los tunecinos se hicieron ricos, sus ciudades, que habían perdido su esplendor hacía mucho tiempo, se alegraron y lograron alcanzar gran prosperidad y bienestar. El sultán Hafsî se liberó de los ataques de los españoles y genoveses gracias a nosotros y, siempre gracias a nosotros, llenó las arcas de su tesoro con nuestros tributos. Nosotros estábamos contentos con él y, Dios lo sabe, no teníamos los ojos puestos ni en su pueblo ni en sus bienes. Pues si lo quisiéramos, habríamos tenido mil ocasiones para acabar con su existencia. Mientras estábamos en tales circunstancias, conquistamos Argel, llegamos a ser un estado más grande que Túnez y emprendimos una guerra encarnizada contra España, que era el país cristiano más poderoso. El sultán de Túnez nos debería haber apoyado en esa guerra encarnizada, como deber supremo de cualquier musulmán. Por el contrario, el sultán tuvo miedo al ponernos bajo la protección de los otomanos y convertirnos en súbditos de Selim Han. Él sabía que los hijos de Osmán son una dinastía de conquistadores, Selim Han conquistó en pocos años pueblos tan grandes como cien Túnez sumados, y creía que nuestro emperador había puesto los ojos en su pobre pueblo. Fingía ignorar que los beylerbey de mi Emperador tenían muchos gobernadores provinciales que poseían más tierras y soldados que el sultán de Túnez, así como yo, que no era sino un beylerbey de Selim Han, muchas veces vencí al rey Carlos de España, que tenía en su posesión la mitad de Europa412.



Desde el principio de la redacción de la vida de los dos hermanos Barbarroja nos encontramos con la historia de unos soldados elegidos por la fortuna, además de respaldados por la voluntad divina, para extender las tierras de la casa de Osmán. El odio a los cristianos y el bien del Islam, a los que hay que añadir -después de una redacción bastante confusa- la defensa de los intereses de la Sublime Puerta, son los objetivos que mueven a estos hombres a recorrer todo el Mediterráneo y padecer mil penalidades. Es la historia de unos turcos que combaten auxiliados por marineros de origen anatólico (levent) en un territorio tan extenso como hostil y peligroso. Un exiguo grupo de hombres aislados que vencen a los enemigos por su valentía y coraje, virtudes reconocidas por sus mayores enemigos, los españoles:

Estos turcos son una raza extremadamente cabezona; se dejan diezmar pero no se rinden. ¿Hasta cuándo podremos quedarnos pendientes delante de este castillo? Propongo enviar un embajador a las turcos para decirles que cojan sus armas y se vayan dejándonos el castillo. Esto sólo lo aceptaría si sus víveres estuvieran agotados, si no es así, no saldrían antes de que fuera matado el último soldado413.





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De alguna manera ambos contendientes coinciden en su visión de la guerra, y la respuesta que se pone en boca de Oruç para negarse a la rendición a los cristianos podría estar formulada en cualquiera de los textos hispanos de la época: «Es mejor morir que entregar las armas. ¿Qué miedo puede darle a uno la muerte? El hombre muere una vez, pero su fama no muere nunca» 414. La guerra con los enemigos de los Barbarroja está inspirada exclusivamente por principios religiosos, por lo que los cristianos son infieles o cruzados, como en el caso de las expediciones de Túnez y de Argel, y son aliados musulmanes los hombres que han traicionado sus principios religiosos y su moral al pactar con los enemigos de la verdadera religión415, razón por la que Hayreddīn obliga a uno de los sultanes de Tremecén a volver a convertirse al islam:

¡Pedazo de infiel, le dije, tienes que convertirte a la fe! Ya que te dejaste llevar por el mayor enemigo de nuestra religión y empuñaste la espada en mi contra, mientras representaba en estas tierras a nuestro sultán, que es el emperador del mundo416.



La introducción a la obra, así como la mayor parte del texto, está referido a narrar la historia de unos «guerreros de la fe» que luchan por extender los dominios del sultán otomano, al que identifican siempre con el califa de islam, aunque la mayor parte del contenido del Gazawat explica las guerras de los argelinos con sus vecinos musulmanes por asentar una nueva provincia (sancak) del Imperio de Solimán el Magnífico. El mundo cristiano, en especial español, es el que está detrás de toda la redacción de la obra, aunque en realidad es la descripción de la formación de un estado nuevo dentro del seno del Magreb musulmán. La primera redacción del Gazawat se produce en un momento en el que el mundo cultural otomano ya ha tenido que solventar el problema de justificar la guerra entre musulmanes de una manera legal, por lo que las justificaciones que podíamos aducir ya resultaban frecuentes en esta época. El enfrentamiento de la Sublime Puerta con la dinastía Safawi persa había abierto elementos de tensión en la conciencia moral de la dinastía de Osmán, por lo que varios de los hombres de ciencia y religión de la corte estambuliota tuvieron que establecer un marco de legalidad religiosa, ya que la política estaba suficientemente salvaguardada por la defensa de las fronteras anatólicas.

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De cualquier manera, aunque ya existe un marco de justificaciones morales para explicar las acciones de los corsarios, que siempre son titulados «guerreros de la fe». El autor tiende a relacionar a casi todos los gobernantes musulmanes que menciona en el Magreb con los cristianos, por lo que no se rompe la legalidad del islam, sino se ataca a un traidor, es más, a hombres que se niegan a reconocer la primogenitura política y religiosa de los sultanes de Estambul. De manera sorprendente el caso marroquí se obvia en este texto, silenciando la disputa que mantiene la provincia argelina con los diferentes sultanes sa'díes. Dado el carácter de esta redacción, que como referíamos tiene una clara intención didáctica, además de un marcado sesgo propagandístico, no se define en absoluto la situación en la que se encuentra Marruecos con respecto al Imperio Otomano, aunque deja traslucir que es un territorio que reconoce la primogenitura política y, sobre todo, religiosa de Solimán el Magnífico.

Lo que resulta más sorprendente de este texto es el gran número de similitudes que tiene con los escritos europeos del momento. Dejando a un lado la redacción en primera persona de los acontecimientos, así como la ocultación o el falseamiento de determinados episodios, como es el caso de la conquista de Bugía por parte de Hayreddīn, comparten un desprecio semejante por la población islámica que se encuentra en Berbería417. Se les considera hombres poco fiables en sus tratos políticos, envidiosos, cobardes y muy poco adecuados para la guerra y el ejercicio de la milicia:

Pues esos árabes son una raza que desconoce el arte de la guerra. Creen que es lo mismo realizar la guerrilla en el desierto que combatir con un ejército bien ordenado. Incluso el infiel español, que sí conoce bien el arte de la guerra, fue siempre derrotado por los soldados y los levent turcos. Estas cabilas árabes con gran ilusión se suelen enfrentar con los turcos en lugares increíbles e impensables, por lo que son siempre derrotados, ya que para ellos la vida humana no tiene ningún valor. En vez de ser prudentes, asumir su condición de siervos, afirman «pues todo viene de Dios», y mueren torpemente. En verdad saben montar bien a caballo, y entre ellos hay algunos que tienen gran coraje. Sin embargo su equipamiento, incluido el de los caballos, es sumamente primitivo. No tienen armas eficaces, aunque de tenerlas no sabrían emplearlas. No están acostumbrados a las armas de fuego, y sobre todo desconocen totalmente las normas del combate en masa, lo que constituye la razón principal de su derrota418.



Esta superioridad en el campo militar, sobre todo con relación a la falta de renovación de las tácticas y técnicas bélicas419, es una demostración de que la llegada de los

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navegantes turcos supone introducir la modernidad y, en alguna medida, la civilización en este territorio420. De otra parte, se encuentra la idea subyacente de que la única manera de sobrevivir al peligro cristiano es pertenecer a una sola unidad política y religiosa, unir las fuerzas de todos los musulmanes para lograr someter a los enemigos de la fe, que a la vez son antagonistas políticos y culturales. Desde este punto de vista quita todo el protagonismo al resto de los colectivos musulmanes implicados en la expansión que protagonizan los Barbarroja para adscribirlo exclusivamente a la voluntad y el esfuerzo de los otomanos421. La conquista de Argelia, y en general de todo el Magreb, es una empresa de los que denominaría Diego de Haedo «turcos de nación»422:

Una parte de los marineros argelinos visitaban Estambul por primera vez. La mayoría de ellos eran jóvenes que habían ido a Argel desde las aldeas de Anatolia, y muy pocos eran de ciudades grandes. La vista de Estambul los sorprendió. Se pasearon por el Bósforo y por los castillos. Al ver que en los astilleros imperiales decenas de miles de personas trabajaban como hormigas para construir al mismo tiempo casi un centenar de barcos se quedaron enmudecidos por la maravilla. Dieron largamente gracias a Alá por ser súbditos de un estado tan poderoso. Yo cuidé mucho a los soldados y en la mesa no les hice faltar ni börek ni baklava423.



Sorprende el silencio sobre las poblaciones andalusíes asentadas en Berbería desde antes de la llegada de los corsarios de las islas del Egeo, activos colaboradores de los turcos en su penetración en el territorio, así como el silencio sobre los hombres de religión de la zona que fueron uno de los elementos esenciales de legalización de las conquistas de Oruç y Hayreddīn. La presencia de los moriscos es una constante en todo el texto, pero no como colaboradores de los otomanos si no como las víctimas de los infieles. Hayreddīn está realizando una guerra santa, y uno de los elementos de justificación de la misma es la ayuda de los musulmanes que residen en España. En el Gazawat que se conserva en El Escorial se limita a referir las malas condiciones de vida que

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soportan estos musulmanes en las antiguas tierras de Al-Andalus, mientras que la redacción de un siglo más tarde dramatiza aún más su situación y su única ayuda de los navegantes turcos que combaten para la Sublime Puerta. Hayreddīn es representado como un gobernante que tiene como objetivo prioritario, además de luchar a las órdenes del sultán contra los infieles, la salvación de los musulmanes oprimidos por los cristianos. Los moriscos sirven para legitimar cualquier tipo de acción de los corsarios, cuestión que en principio no es demasiado necesaria dado que sus empresas son legítimas y justas. El trato que Carlos V da a sus súbditos islámicos muestra a los lectores de la obra el odio que profesa a la religión islámica, destruyendo y aniquilando a una comunidad indefensa y aislada424. Incluso se llega a recordar el mal trato que dan a los moriscos algunos de los capitanes españoles que se enfrentan a los navegantes turcos para justificar su muerte: «Portuondo era un infiel cruelísimo que había realizado grandes maldades contra los musulmanes»425.

En la descripción de los personajes turcos que aparecen en el relato se resaltan principalmente dos características. En primer lugar, y como resulta lógico por tratarse de un texto que narra empresas bélicas, su valía militar y su valentía personal, lo que explica muchas de las victorias que alcanzan. En este punto, y para realzar los éxitos marítimos y terrestres, se suele ensalzar el genio militar de los contendientes españoles e imperiales, con la excepción de Andrea Doria. Esta cuestión, que referiré más adelante, al analizar la visión del mundo español que realiza el Gazawat, queda relegada a un segundo plano ante el objetivo esencial del presente texto. La narración tiene como principal fin ensalzar la grandeza del Imperio Otomano y el carácter religioso de la mayor parte de sus acciones. En la descripción de los hermanos Barbarroja, como en la del resto de los navegantes que se mencionan, se pondera especialmente la fidelidad al «sultán del mundo» como máxima autoridad religiosa y política de la tierra, fidelidad que procede de ser auténticos musulmanes que no combaten por motivos terrenales sino por el ensalzamiento de la fe:

Tras la campaña de Córcega, regresamos a la isla de Mitilene con mi hermano. En ese momento teníamos ya siete galeras. Ese refrán árabe que dice «El amor a la patria procede de la fe» es verdad, pues el regreso al hogar nos renovó la sangre. Todos los parientes y amigos vinieron a saludarnos. Estuvimos cocinando durante siete días con sus noches para

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saciar el hambre de todos los pobres de la isla. A los niños que estaban sin circuncidar les organizamos fiestas de circuncisión. A las mujeres que no tenían marido, las casamos con grandes fiestas de boda para que fueran felices. Hicimos coser retales para que tuvieran vestidos nuevos. Fuimos por todas las casas buscando a los huérfanos de padre o de madre. Encontramos la manera de alegrar a las viudas, a los inválidos, a los enfermos y a los viejos que estaban incapacitados para trabajar. Contentamos a todo el mundo. A nuestros levent, combatientes por la fe, los hilos con monedas de oro les pendían como ristras en sus cinturas, pagaban cinco monedas por un artículo que valía una para que los comerciantes de la isla ganaran y les recordaran en sus oraciones. El pueblo de Mitilene nos acogió con mucho cariño, honrándonos de todas las maneras. Nos visitaban con los brazos llenos de frutas y verduras y decían:

«Sois los combatientes de Alá, comed, pues debéis tener buena salud»426.



La principal preocupación cuando regresan a puerto después de haber capturado una presa consiste en repartir el botín entre los pobres para lograr el bienestar de sus súbditos, además de dar honrada sepultura a los muertos musulmanes, que reciben el título de mártires:

Los mártires de la fe no rebasaban los trescientos. Todos fueron enterrados religiosamente. El soldado del islam fue victorioso y se izó la bandera otomana. España, que era la más grande de las naciones infieles, fue vencida por mi hermano y al rey Carlos le tocó la vergüenza de la derrota. ¡Que Dios derrote siempre al infiel!, pues no tiene respeto por la santa descendencia de los profetas427.



En sus empresas siempre son ayudados por elementos sobrenaturales, en especial en el caso de Oruç, por lo que estamos ante un texto claramente providencialista. Además de sueños premonitorios que ayudan a los «combatientes de la fe» a tomar las decisiones acertadas en cada momento, su empresa está claramente dirigida por la esfera celestial para extender las tierras del islam y acabar con los infieles que ilegítimamente las ocupan y las mancillan:

Una noche solo en la prisión se puso a llorar:

«Dios mío -rezó-, que sabes socorrer a los miserables, en nombre de tu Querido y Santo Profeta te imploro, ¡ayuda a este infeliz, libérame pronto de estos infieles crueles!».

Esa noche siguió rezando hasta el agotamiento, y al final se tiró al húmedo suelo de arcilla, y allí quedó dormido. En el sueño se le apareció un viejo con la cara luminosa, y le dijo:

-«Oruç, estáte tranquilo, aguanta estos tormentos por causa del islam. No estés triste, tu salvación está cerca»428.





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Desde este punto de vista el rescate de los moriscos tiene el mismo carácter de realización de una de las obligaciones de todo buen musulmán, además de la culminación de un encargo divino de salvaguardar al islam del azote de los infieles, que además cuenta con el beneplácito de Solimán el Magnífico:

[...] hijo mío, este año irás tú por el Mediterráneo occidental. Llegarás hasta el Estrecho de Ceuta y no dejarás respirar al infiel español. De regreso sigue las costas de Andalucía, embarca a cuantos puedas de esos correligionarios nuestros que están refugiados en las montañas de Granada y llévalos a salvo a Argel. Yo no dejaré de rezar por ti. ¡No dejes de ser prudente!429



La descripción del sultán otomano, ya sea Selim o Solimán, la grandeza de Constantinopla, las victorias contra los infieles, las grandes conquistas que realiza la Sublime Puerta, el buen gobierno de las tierras del Magreb dominadas por los corsarios, el valor de los levent y los «mártires» que se producen en estas batallas se transforman en demostraciones de la superioridad de un credo religioso sobre el de sus antagonistas. Estamos ante un texto que, además de exaltar a los descendientes de Osmán y narrar las aventuras de unos navegantes excepcionales, muestra a sus contemporáneos el valor de la «guerra santa» y la magnificencia del islam. Los errores que cometen los gobernantes musulmanes naturales del Magreb los han envilecido y convertido en esclavos, aunque se mantengan en sus reinos. La llegada de los turcos, que combaten solos y aislados en una tierra hostil bajo la amenaza de las autoridades foráneas y la presión de las potencias cristianas, es un sinónimo de la reimplantación del orden y del buen gobierno430, además de la purificación religiosa de estas tierras:

Al sultán le mandé una carta diciendo:

«Ahora que te hiciste con el trono de tus antepasados gracias a nuestro emperador, ¡guárdate de los comportamientos que hicieron perder su trono a tu hermano! Pon cuidado en no cometer maldades contra los musulmanes. Trabaja para no excederte de mis órdenes. No tardes ni un día en enviar el tributo anual. Que yo no oiga nunca ningún trato tuyo con el infiel español, porque el infiel español también está esperando su momento de venganza, pues tus dos hermanos mayores están en Orán, en manos de los españoles»431.



En la redacción del Gazawat que reseñamos existe una variación evidente con respecto al manuscrito conservado en la Biblioteca de El Escorial, como es la conversión de los españoles en enemigos y antagonistas de los conquistadores de Argel. En este texto

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el calificativo de infiel o de franco se sustituye de una manera sistemática por el de español, coincidiendo de esta manera con las crónicas peninsulares coetáneas que identifican el corso argelino con una política anti-española que procede de Solimán el Magnífico. La referencia a los otros pueblos y estados europeos que están luchando contra la Sublime Puerta desaparece completamente, salvo alguna a las armadas genovesas en la época de Oruç. Los venecianos son mencionados únicamente en la época de la constitución de la Santa Liga, reseñando que fue una unión realizada por todos los cristianos encabezados por el pontífice romano para intentar acabar con el poder de la casa de Osmán. Comete el error de considerar que la ciudad de Castilnovo era una posesión véneta, cuando en realidad fue una de las causas de que los venecianos abandonaran la liga católica para recuperar el dominio del Adriático. Todas las autoridades islámicas que se mencionan, con la excepción del sultán mameluco en vida de Oruç, están confederadas de alguna manera con Carlos V para impedir los progresos del Imperio Otomano por el Mediterráneo. Incluso empresas inspiradas en cuestiones puramente estratégicas, como es el caso del primer intento de conquista de Bugía, se insertan dentro de un capítulo que lleva como título «Guerra contra España». En principio, y según la redacción del texto, no pretenden hacer desaparecer a las autoridades musulmanas legítimas, sino que exclusivamente intentan ayudarlas para liberarse de la presión del infiel, pero deben abandonar esta política al ver que Carlos V impide su instalación en el territorio chantajeando a los diferentes sultanes:

Como nos percatamos de que el sultán de Túnez cada vez nos daba más la espalda, decidimos desenvolvernos solos. Para ello era necesario que en esas tierras extrañas formáramos un Estado nuevo para nosotros432.



Dentro de esta manera de abordar la vida de los corsarios, los episodios que muestran la crueldad y la dureza de las acciones turcas en Berbería, como es el caso del asesinato del gobernador de la ciudad de Argel, desaparecen en un texto que tiene un marcado carácter épico, por lo que Oruç y Hayreddīn son siempre gobernantes justos que se esfuerzan por el bien común de los musulmanes:

Di la orden de que fueran decapitados los ciento ochenta y cinco rebeldes. Ello me supuso un gran disgusto, e incluso esa noche perdí el sueño y tuve pesadillas. Mas el interés del estado lo reclamaba. Sin embargo, no toqué los bienes ni las casas de los rebeldes. No podíamos echar raíces en ese país tan grande por medio de la violencia. Por ahora los teníamos asustados y por cierto tiempo no se rebelarían. Pero ésta no era una medida que se pudiera usar en el futuro, ya que si la población de un país no nos quiere, no está contenta con nosotros, lo más digno sería irnos. Era posible meterse con el rey o con las autoridades militares de un país con tal de que su pueblo nos apoyase, pero si había

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descontento entre la población era mejor abandonar el país. Llevaba un rato dando vueltas al tema, y por fin tomé la decisión. Sabía que tras nuestra retirada los árabes no podrían gobernar Argel. No sólo eran totalmente incapaces de poder resistir al infiel español, sino que nuestra marcha iba a paralizar la vida comercial, por lo que todo el mundo iba a sufrir. Tampoco eran capaces de instalar un estado en orden. Después de mí, los notables árabes se pelearían entre ellos y la población padecería miseria. Al final, y como único remedio, volverían a invitarme a su país lleno de gratitud, de lo que estaba tan seguro como de mi fe. Esa noche soñé con Hizir, y lo tomé como un signo espiritual de que mi decisión era certera433.


Y que se comportan como los padres de sus nuevos súbditos, a semejanza de lo que hace con ellos el sultán de Estambul. El buen gobierno no está exento de la justicia, como cuando tiene que castigar a algunos de sus soldados que han pasado a defender las causas de los príncipes islámicos que se sublevan contra Argel y, sobre todo, con los infieles que no respetan las normas de la guerra:

De esa manera tuvimos en nuestro poder la ciudadela del Peñón. Antiguamente, mientras el almuédano cantaba en las mezquitas de Argel, los españoles solían apuntar sus cañones a los alminares y tirarlos abajo. Y lo hacían tan sólo por placer. Cuando nos instalamos en Argel, con mucho disgusto, tuvieron que renunciar a esa diversión. Hice llamar ante mí al comandante de los cañones que tantos alminares había destruido decapitando a tantos almuédanos.

-¡Pedazo de infiel! -le dije, sé que eres muy buen tirador, que de un balazo puedes destruir un alminar. ¡Ahora verás tú cuál es un buen tiro!

Hice colocar al infiel en un cañón y lo hice disparar al mar. Asimismo mandé decapitar a los diez cañoneros que eran sus ayudantes. A los demás los hice meter en los baños434.



En un texto de caracteres especialmente hagiográficos, la personalidad de Hayreddīn, como la de Oruç, se diluye en la representación idealizada de lo que debe ser un buen soldado, un musulmán de profundas convicciones, el conformador de un sistema de gobierno lógico y coherente y, en resumen, un ejemplo de súbdito y creyente. Los escasos elementos que aparecen fuera de estas características están en relación con la bondad y la humanidad del hombre que marca los destinos otomanos de Berbería. La crueldad, la avaricia y la ambición desaparecen de esta descripción, referidas tanto a los Barbarroja como a Solimán el Magnífico. Este texto se redacta, siguiendo el modelo de la primera versión del Gazawat, en una época en la que el gobierno de Solimán el Magnífico comienza a ser descrito por la historiografía otomana como uno de los más brillantes de toda la dinastía. Es el referente para cualquier gobernante y súbdito

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del buen gobierno y de la grandeza de la Sublime Puerta, por lo que cualquier referencia a estas décadas trae implícita la definición de la edad dorada de la casa de Osmán. Barbarroja, como otros muchos hombres que contribuyeron decisivamente a lograr la grandeza de este largo sultanato, recibe la misma consideración. Al propio Solimán se le mitifica como gobernante y como musulmán, tendencia que se encuentra claramente en estas páginas, recordando que la degradación moral y política a la que llegan los sultanes de esta época, como muestra el sobrenombre que se da a varios gobernantes del siglo XVII, por ejemplo, Mustafa I, Deli (el Loco). De otra parte, la marina otomana desde 1580 entra en una fase de recesión, por lo que historiar los progresos de Hayreddīn, o referir la valentía de Dragut o la de los otros hombres que navegan bajo su pabellón significa recordar la época más gloriosa de la expansión marítima de la Sublime Puerta y el momento en el que domina casi completamente el mar Negro, el Mediterráneo y el mar Rojo, situación que no se puede afirmar para mediados del siglo XVII.

El texto es una alabanza continua al mundo marítimo, presentando a los dos hermanos Barbarroja como hombres que disfrutan surcando las aguas del Mediterráneo. El mayor de la saga se plantea en un momento concreto abandonar la armada para formar una milicia en su isla natal, pero ese deseo desaparece cuando piensa que tendrá que renunciar a una vida de aventuras y de «guerra santa» encima de la cubierta de un navío plano. Llega a afirmar que Oruç se siente contento cuando los caballeros de Rodas le sacan del baño para remar como galeote: «esto de estar encadenado al remo en el mar es un alivio». En las crónicas de cautivos cristianos, sin embargo, se describe el oficio de galeote como el más cruel y duro que ejercen los condenados, afirmación corroborada por los estudios modernos de este tema435. Este amor por la navegación está en relación con el espíritu de los marineros y el ambiente de los puertos y las armadas. El último capítulo del texto está dedicado a ensalzar la belleza de los astilleros de Estambul. En todas las descripciones de la capital del Imperio Otomano que se incluyen en el manuscrito se hace constar la magnificencia de los barrios en los que viven los marineros436 y se recuerda que el almirante de la flota decide comprar un terreno para enterrarse al lado del Bósforo437. La larga vida marinera del redactor de la biografía oficial de los Barbarroja tiene su reflejo en las páginas que escribe, ensalzando la importancia del control del mar para la expansión de la Sublime Puerta:



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-¡Oh ingrato! -le dijo-, inaudita desvergüenza es esta traición que nos hiciste. Hablando de mí comentaste: «Yo soy un súbdito del Rey de España, no voy a hacer caso a esa chusma de corsarios». Pedazo de ingrato, ¿no sabes tú que ese rey del que te declaras siervo pasó por el filo de la espada a centenares de miles de musulmanes y que no ha parado de cometer mil crueldades en Andalucía? Nosotros no somos corsarios, gracias a Dios somos combatientes por la fe y hemos dedicado nuestra vida a luchar por la religión438.



La vida en la flota es la de unos compañeros que comparten el mismo destino, donde reina una gran camaradería y compañerismo, que aceptan con orgullo la trascendente misión que están realizando, con independencia de que sea en una arma do oficial o en una corsaria:

Los marineros no tenían que gastar de lo suyo para comer y beber. En cada barco se cocinaba a diario y dos veces a la semana se daba carne. Sin embargo, los marineros a menudo comían de lo suyo, dejando lo cocinado en los barcos [...] Al acercarse la primavera, jóvenes valientes de Anatolia y Rumelia, que habían oído hablar de nuestra fama, empezaron a acudir en multitud a Mitilene con la intención de pedir y rogarnos para que los enrolásemos como marineros. Cogimos los más valientes de ellos, los que nos parecieron más capaces439.



Los Barbarroja dedican toda su vida y sus energías a realizar una «guerra santa», a la vez que combaten para el mejor soberano del mundo, están equipados con los mejores navíos y gobiernan la mejor tripulación posible. Todos estos factores, además de su genio militar y político, les hace una máquina perfecta que rápidamente despierta los recelos y miedos de los príncipes cristianos: «todos los Reyes de Europa me llamaban "Barbarroja", y se estremecían ante mi nombre». Decidieron ser el azote de los infieles cristianos, en especial de los españoles promesa que renovó Hayreddīn cuando su hermano murió a manos de los soldados de la ciudad de Orán. Para ello decidió acabar con todos los príncipes musulmanes traidores a la Sublime Puerta y hacer el mayor daño posible al Emperador, cometidos para los que utilizó todos los medios a su alcance:



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Mi costumbre era, desde siempre, llamar ante mí a los oficiales, capitanes, gobernadores, sacerdotes y artesanos infieles prisioneros para hablarles. Hablaba con ellos no como si estuviera interrogando a un prisionero, mas como si estuviera en tertulia con un amigo, pues de esa manera conseguía más noticias. A veces llegaba a enterarme de los secretos de las cortes, que incluso en Europa nadie conocía. En realidad tenía espías en todos los países del Mediterráneo. Pero esto de interrogar a los prisioneros para sacarles información resultaba más útil que los espías. Uno de ellos me dijo que el rey Carlos ahora estaba en Barcelona para embarcarse hacia Génova. La república de Génova, como muchos países de Europa, estaba bajo el dominio del rey Carlos. Andrea Doria, el almirante más grande del rey Carlos, era genovés440.



Los españoles son los auténticos enemigos con los que se tiene que enfrentar a lo largo de toda su existencia, bien sea como gobernador de la ciudad de Argel, rey como le denomina la documentación cristiana, referencia que se recoge a lo largo del texto que estudiamos, o como comandante en jefe de la flota de Solimán el Magnífico. La justificación de esa enemistad, que en realidad es casi una demostración de odio, se fundamenta al describirlos como los súbditos de un rey que quiere conquistar las tierras del islam, como ha realizado en el norte de África. La ocupación de los principales puertos de Berbería por los soldados españoles resultó muy sencilla al estar gobernado el territorio por unos sultanes débiles que muestran muy poco aprecio al islam y que no han sido capaces de crear un estado fuerte. La superioridad española es evidente en el plano político, y se completa en el militar al combatir contra un enemigo poco organizado y muy mal armado que practica un tipo de guerra arcaico. Los gobernadores de los presidios españoles se convierten en los verdaderos árbitros de las disputas políticas del Magreb, razón que lleva a estos malos gobernantes a contar con ellos para sentirse seguros en sus feudos:

El comandante español de más alto rango en África residía en el castillo de Orán, que es un puerto grande al oeste de Argel, frente a España. Tiene un castillo muy fuerte defendido por miles de soldados. Tremecén está bajo el control y la opresión de esos españoles de Orán441.



La protección que supuestamente dan a sus aliados magrebíes resulta una afrenta para los musulmanes, además de muy gravosa para la mayor parte de la población. Su ayuda militar y política tiene como consecuencia que se dedican a robar a todos los habitantes del país, además de cometer todo tipo de atrocidades:

El infiel español molestaba mucho ese país. Mi hermano Oruç deseaba tomarlo bajo su dominio. Entre tanto, el rey de España Carlos había enviado diez barcos a Tenes con

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la excusa de que protegieran al sultán de Tenes, y en realidad lo que hacían era practicar mil crueldades contra la población musulmana. En la ciudad había una guarnición española como guardia del sultán, que en realidad se dedicaba a despojar a la población de todos sus bienes, que luego los soldados infieles cargaban en los barcos para enviar a España442.


Lo que define a los españoles como soldados, así como en el trato con los musulmanes, es su enorme crueldad. Los súbditos de Carlos V son descritos con epítetos semejantes a los que dan las crónicas de la Europa occidental a los combatientes otomanos, por lo que estamos refiriendo el mismo tipo de publicística para justificar el enfrentamiento entre los dos grandes imperios mediterráneos de la Edad Moderna. Además de la enemistad política y territorial, en todos estos textos se insiste en el antagonismo religioso que preside la guerra entre los dos estados. La religión se convierte en el principal motor de la pugna entre imperiales y otomanos. Los cristianos son los primeros agresores, por lo que los marineros turcos lo único que hacen es intentar acabar con los daños y afrentas que los españoles realizan con los musulmanes, en especial con los moriscos, restituyendo la situación anterior al inicio de la agresiva política hispana hacia en islam magrebí y andalusí:

Hasta ahora mi flota hizo 21 campañas hacia Andalucía, y cada vez salvó de la espada y del fuego españoles a miles de hombres, mujeres y niños musulmanes, trayéndolos a Argel. En muchas de esas campañas yo mismo comandé la flota [...] El infiel español no se parece a los demás francos. Son una jauría de perros muy crueles, sanguinarios y orgullosos443.



Evidentemente se les reconocen sus virtudes militares, como se realiza en los impresos occidentales con los jenízaros, pero el carácter de destructor del credo religioso del enemigo es el que prevalece en todo este tipo de relatos. La crueldad del saqueo que personalmente favorece y permite Carlos V cuando conquista la ciudad de Túnez es la mejor demostración de la idiosincrasia de esta nación, así como la de su gobernante. El manuscrito estudiado ensalza el valor militar de los españoles para engrandecer las victorias que alcanza Hayreddīn sobre ellos, aceptando que son los más valientes de los infieles. En todas las batallas en las que se enfrentan, ya sea en el mar o en tierra, se muestran orgullosos y valientes, aunque siempre son vencidos por la armas otomanas. La única derrota de Barbarroja ante los españoles, la sufrida en la ciudad de Túnez, se debe a la traición a algunos de los guardianes que vigilaban a los cautivos retenidos en la urbe. Si la liberación de los cristianos retenidos en la alcazaba no se hubiera producido es factible que el Emperador hubiera caído prisionero del navegante, como realizó con el resto

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de los infieles con los que se enfrenta. En alguna ocasión se reconoce las difíciles condiciones que soportan las guarniciones hispanas en el Magreb, aunque esto suele ser excepcional a lo largo del relato:

El infiel español había construido un castillo poderoso sobre una roca que estaba a 300 metros de distancia del puerto de Argel. Lo llamaban «el Peñón». En él había unos centenares de guardias y algunos cañones. El comandante del castillo, don Martín de Vargas, era un noble mayor, uno de los afamados capitanes de antaño. El infiel español ya no podía asentar más soldados aquí porque el lugar era apenas un pañuelo. Tenía que traer desde las islas Baleares hasta el agua potable. Antiguamente el infiel español disparaba desde allí hacia el puerto de Argel, y así procuraba que los argelinos aceptasen su dominio. Ahora, por el miedo que nos tenían, ya no se podían permitir tales cosas. Sin embargo, no era prudente dejar al español esa roca en la desembocadura del puerto. Propuse a don Martín rendir el castillo y que saliese libre, pero se negó. Entonces empecé a bombardear, y nuestros cañones dispararon contra el castillo durante 20 días con sus noches. Por fin desembarqué en la roca. Después de luchar durante un tiempo contra sus 700 soldados, don Martín terminó por rendirse444.



Aunque tienen fama de buenos soldados, no mantienen en la batalla la disciplina que obliga el buen ejercicio de la milicia. En los dos intentos de conquista de Argel, el de Hugo de Moncada y el dirigido por Carlos V, cometen errores estratégicos que facilitan la victoria de los turcos. En ambas ocasiones los musulmanes cuentan con la colaboración de la climatología, claro designio de que el cielo protege a los combatientes otomanos, pero los capitanes y soldados españoles no saben hacer frente a las adversidades por su falta de orden y vigilancia. En el caso de la expedición mandada personalmente por el Emperador el éxito de los escasos defensores de la ciudad se debe a que los infieles no fueron capaces de abastecer a los soldados que desembarcaron en la playa, por lo que unos pocos combatientes musulmanes mandados por el gobernador otomano degollaron a varios centenares de españoles sin apenas encontrar resistencia. La mayor parte de los infieles se habían enrolado en la expedición en busca de botín y riquezas, como las que habían logrado en el cruento saqueo de Túnez. Por la fuerte lluvia que Dios mandó para proteger a los otomanos los vigías abandonaron sus puestos, por lo que los argelinos se pudieron acercar a las tiendas adversarias sin ser sentidos ni vistos. En alguna manera se está contraponiendo los turcos que están luchando por ensalzar a su religión con los cristianos, que pasan a Berbería para robar y buscar riquezas. De la comparación de los ejércitos en disputa siempre salen victoriosos los súbditos de la Sublime Puerta. Su valentía les permite asaltar las descomunales naves cristianas que transportan soldados y caballeros, y la buena dirección de sus arraeces les facilita el triunfo en todas las contiendas cuando luchan como infantes. En

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los escasos episodios en los que son derrotados, la muerte de Oruç y la pérdida de Túnez, sucumben ante un enemigo muy superior en número que cuenta con la colaboración de los musulmanes del país.

Barbarroja se vengará de los infieles por las derrotas que padece, movido siempre: «para corresponder a la gracia que Dios me hizo guardando mi vida, yo iba a vengarme sobre el rey Carlos de la sangre de tantos musulmanes»445. El navegante otomano respeta la vida de los prisioneros que captura, mientras que Carlos V y sus capitanes muestran su completa falta de respeto por los musulmanes, que afecta tanto a las personas como a sus bienes:

La ciudad de Túnez era uno de los pueblos principales de África. Los cruzados entraron a esa gran ciudad musulmana, degollaron a 30.000 árabes, tomaron cautivos a 10.000 mujeres y niños. Las mezquitas, las madrazas y las tumbas fueron saqueadas y destruidas. Decenas de miles de manuscritos que estaban en las bibliotecas se quemaron. Las obras de arte más preciosas fueron destruidas. Por no haber podido conseguirme a mí y a mis capitanes se vengaron con la desdichada población musulmana. Los españoles, de manera especial, se mostraron muy crueles. Después de 72 horas de saqueo y matanzas, el rey Carlos entró en la mísera ciudad reducida a cenizas y despojos. Las patas de su caballo se tiñeron de rojo por la sangre que corría por las calles446.



Las dos figuras que son peor tratadas por el reelaborador de esta edición de la vida de los Barbarroja son Andrea Doria y Carlos V. Aunque al primero se le describe como el almirante del segundo, su soldado de mar más importante, el tratamiento que se les va a dar es completamente diferente. Las referencias al príncipe de Melfi se encuentran exclusivamente cuando Barbarroja es el almirante de la flota del sultán, al silenciar su nombre en las expediciones que manda cuando el corsario gobierna Argel. Le describe como un militar arrogante y soberbio que se considera el mejor navegante de su época, aunque nunca logró someter a los marinos otomanos. Sus pocos éxitos se produjeron sobre las ciudades magrebíes donde no estaban asentadas guarniciones turcas, y nunca en el mar, donde debía luchar un marino que se preciara de su condición, aunque se lo prometiera a su príncipe:

[...] el rey de España Carlos reñía así a sus almirantes y comandantes: «¡Me pusieron en ridículo ante todos los Reyes!». Y se quejaba de que ninguno de ellos había podido vencernos. Entonces el almirante genovés Andrea Doria se arrodilló ante el Emperador:

«¡Majestad, tranquilícese! -le dijo-. Enseguida yo mismo iré a poner en cadenas a ese enemigo de la fe llamado "Barbarroja", y le voy a traer ante su Majestad. ¡Así podrá darle la muerte que le parezca bien, enviando su alma al infierno, como la de su hermano Oruç!».



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Al oírle al rey Carlos se le iluminó la cara. Tenía gran confianza en Andrea Doria. Creía que ese genovés era capaz de llevar un asunto a buen fin. Yo me enteré rápidamente de esa reunión y de lo que prometió Andrea Doria, porque tenía espías en muchos países de Europa. Asimismo los infieles también tenían sus espías en Argel y en otros países islámicos. Yo me empeñaba en que no salieran informaciones de Argel, aunque era imposible evitarlo del todo ya que era uno de los puertos y centros comerciales más concurridos del mundo entero447.



Andrea Doria se pasó la mayor parte de los años persiguiendo a Barbarroja por el Mediterráneo por orden de Carlos V, aunque nunca logró alcanzarle en sus desplazamientos. Le considera un cobarde y un mal militar, como llega a referir inadecuadamente al propio Solimán el Magnífico, que huye en todas las ocasiones en las que se pueden enfrentar abiertamente:

Entre tanto, ese almirante infiel llamado Andrea Doria, con un nombre más grande que él, estaba navegando en las aguas meridionales de Morea. Cuando se enteró de mi victoria en Mesina, casi se muere de miedo, escapándose hacia las islas Jónicas. ¡Quién sabe en qué rincón del Mediterráneo habrá huido a esconderse!448».



La acusación de cobardía se repite una vez tras otra en los pocos capítulos en los que aparece citado el genovés, huyendo a otra parte del mar cuando conoce que Barbarroja se encuentra cerca. En la batalla de Prevesa es cuando se muestra claramente su poca valía como militar. Comanda una flota mayor que la otomana y está en una posición más favorable para iniciar una batalla con posibilidades de éxito. El único inconveniente que tiene es que gobierna una escuadra formada por diferentes naciones que tienen disputas internas, por lo que sus órdenes son escasamente obedecidas por los capitanes, cuestión que no se da en la flota del sultán que gobierna el almirante otomano. Derrota a una escuadra enorme, después de haberse encomendado a los cielos y haber arrojado al mar una hoja de papel en la que había escrito textos coránicos para que cesara el viento contrario que soplaba al iniciarse la batalla, capturando y hundiendo a la mitad de la flota enemiga:

Y se suponía que esa flota nos arrancaría del Mediterráneo y nos quitaría muchas de nuestras provincias. Incluso los reyes infieles se habían puesto de acuerdo para dividirse las provincias turcas entre ellos, repartiéndose de esa manera, en su imaginación, los estados que pertenecían a nuestro emperador449.



Los cristianos no lograron arrebatar ninguna de las posesiones del sultán a lo largo de la vida de Barbarroja, afirmando que nunca una tierra otomana había vuelto a ser

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conquistada. Dentro del optimismo del presente texto se llega a definir al estado de Solimán como un imperio «donde el sol no se ponía», afirmación que resulta demasiado parecida a la descripción realizada del Imperio español en este mismo siglo, lo que muestra que el redactor conoce algunas de los textos que refieren las características de las posesiones de los Austrias, cita que no existe en las primeras redacciones de esta obra.

La desesperación de Carlos V por las continuas derrotas que sufren sus armadas le lleva a pensar que la única manera de vencer a Barbarroja es ofrecerle que traicione a Solimán el Magnífico, prometiéndole que le entregaría el dominio de todo el Magreb. Las negociaciones las lleva personalmente Andrea Doria, aunque son conocidas por el sultán y los visires, y los otomanos las dilatan el mayor tiempo posible, haciendo creer que pueden ser verídicas las falsas promesas que llegan de Estambul, para entretener a los imperiales y mofarse de su poco juicio y cordura. Un militar que se preciara de su condición, como Andrea Doria, no podría pensar nunca que un súbdito del «Emperador del Mundo» fuera capaz de abandonar a su señor natural para aliarse con el infiel contra el que combate toda su vida, muriendo en esta encarnizada guerra todos sus hermanos y mejores amigos. Los cristianos nunca se dieron cuenta de que los Barbarroja eran musulmanes modélicos, además de fieles súbditos, al creer que estaban tratando con simples corsarios y navegantes de fortuna.

La comparación entre Carlos V y Solimán el Magnífico era inevitable en un texto como el descrito. El monarca cristiano es la antítesis del sultán otomano, tanto en las maneras del ejercicio del poder como en el campo de batalla:

El mismo rey Carlos, que poseía la mitad de Europa, hizo matar a su caballo de valor incalculable, y se lo comió. Huyendo de Argel se quitó su corona y la tiró al mar. Emulando a nuestro emperador sultán Solimán Han, quiso comandar su ejército, pero él no era un rey crecido como un militar, como nuestro emperador. En su vida había dirigido solo un ejército. Ignoraba totalmente la ciencia de la milicia y la marina. Faltó poco para que cayera prisionero, y se pudo salvar gracias a los caballeros de Malta y por haber pocos soldados turcos en Argel450.



Carlos V es retratado como un soberano despótico y cruel, que persigue con saña a sus enemigos y que no busca el bien de la república. En el comportamiento con los Barbarroja, y en general con todos los musulmanes, se muestra colérico y sanguinario:

El rey Carlos de España envió una orden a su gobernador de Orán diciendo: «Si quieres seguir con vida, pasa por el filo de tu espada a todos los turcos, exceptuando a Oruç. A Oruç cautívalo vivo y mándamelo a España, pues yo sé cómo darle muerte451.





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El relato establece que los Barbarroja son una de las preocupaciones esenciales del Emperador. Es un hombre obsesionado con vencerles, dedicándose toda su vida a este fin. Incluso afirma que el retiro de Carlos a Yuste es una consecuencia del fracaso de la expedición de Argel. Nunca aceptó que unos simples navegantes desestabilizaron todo el flanco sur de la Monarquía Hispánica, siendo derrotados sus mejores generales por estos navegantes de fortuna, lo que le generó siempre intranquilidad y desasosiego:

Que yo conquistara el castillo de «el Peñón» causó un enfado descomunal al rey de España Carlos. Hizo decapitar al oficial que comunicaba la noticia, y dijo:

«Tomar un castillo es materia de grandes emperadores como yo y el Gran Señor. ¿Cómo puede tomar un castillo mío un ladrón del mar como Barbarroja? Yo, que hice prisionero y eché en los calabozos de Madrid a un rey como el de Francia, no he podido vencer a este corsario. La culpa es de mis generales y almirantes que carecen de celo. Me habéis deshonrado. ¡Ya no quiero veros ante mí, fuera!»452.



Vencer a Barbarroja se convierte en su objetivo vital, que aumenta cuando conoce la noticia de que el segundo de ellos es ascendido al puesto de comandante en jefe de la flota de Solimán el Magnífico. Está convencido, como anteriormente los caballeros de Rodas, de que los Barbarroja tienen la suficiente fuerza e inteligencia para desestabilizar cualquier territorio donde se instalen. Se debe acabar muy pronto con ellos, ya que de no hacerse así se transformarían en un poder imposible de controlar. El paso de Barbarroja a Estambul supone que Solimán cuente en sus filas al mejor militar de sus tiempos, por lo que el poder marítimo de la Sublime Puerta sería imposible de parar. En la redacción de esta biografía se ignora completamente que la fortaleza militar de ambos imperios procede de la perfecta organización de sus ejércitos terrestres, siendo las armadas una simple arma auxiliar. Para alcanzar este fin no dudará en organizar costosas expediciones militares para derrotarlos, que se empecina en dirigir personalmente cuando no tiene una preparación militar adecuada, o de proponer la traición al navegante. Busca aliados dentro del islam para debilitar a los gobernantes argelinos, alterando la tranquilidad del Magreb durante años, y entre los príncipes cristianos (el pontífice y los venecianos) para luchar contra la armada otomana que comanda Barbarroja. Explica toda la política mediterránea del Emperador como el desesperado esfuerzo de acabar con Barbarroja, al creer que estos hombres son los únicos responsables del cambio de la situación militar en esta área. Se afirma que el paso Argel fue una consecuencia de las conversaciones secretas entre los imperiales y el almirante de la flota. El gobernador de la ciudad escribe al Emperador, por indicación de Barbarroja, que si pasa al Magreb en persona le entregaría la ciudad y toda la flota. Carlos V, demostrando su vano y pobre juicio, se cree las mentiras que toscamente se traman

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en la Sublime Puerta, mostrando a sus contemporáneos su baja calidad personal y su escasa catadura moral. La correspondencia y los discursos que se inscriben en el manuscrito nos muestran a un hombre patético, a la vez que colérico, tiránico, orgulloso y prepotente, caracteres que son imposibles de encontrar en el mejor soberano de la época; Solimán el Magnífico. En las dos ocasiones en las que se enfrentan abiertamente otomanos y españoles muestra su cobardía, semejante a la de Andrea Doria, desentendiéndose de sus soldados cuando la situación se pone peligrosa y huyendo rápidamente de las batallas al no ser un auténtico caudillo militar. Cuando se siente poderoso se muestra orgulloso y soberbio, maneras que abandona cuando la situación se torna peligrosa:

Para resistir a estas fuerzas que ves, no es suficiente tu hueste, y ni siquiera la del Gran Señor. Si estás con los ojos abiertos y tienes un poco de sentido común, desenfunda la espada, anuda en la empuñadura un pañuelo y tráeme las llaves del castillo de Argel. Si pides perdón besando en suelo ante mí, te perdonaré la vida. Yo soy rey de España, de Nápoles, de Sicilia, de Holanda, de Bélgica y de América, y Emperador de Alemania. Incluso Barbarroja, que es tu padre y tu señor, en Túnez se escapó de mí dejando los zapatos. No se te ocurra enfrentarte conmigo con las armas, porque, por amor de Jesús, haría colgar cada trozo de tu cuerpo despedazado en una almena del castillo de Argel453.



Sorprende la excelente información que da el presente texto sobre las personas que llevan las negociaciones directas con Barbarroja para que abandone a Solimán el Magnífico, noticias que en las crónicas españolas se citan de una manera muy general, sin referir datos concretos sobre los negociadores y las condiciones del trato que intentan lograr. Sin embargo, Francisco I de Francia no aparece citado como el gran aliado del Imperio Otomano en el Mediterráneo occidental, ya que la guerra que describe es entre el monarca cristiano y los «guerreros de la fe» islámicos, sin que medie ninguna otra autoridad en esta lucha.

La importancia de este texto no se encuentra en la novedad de las informaciones que nos suministra que, como hemos referido, son semejantes en lo esencial con las ediciones más antiguas del presente manuscrito, sino en las adendas que se incluyen al narrar los acontecimientos más importantes. Estamos ante un texto hagiográfico que persigue encumbrar a la gloria, no exenta de fabulación y de leyenda, a dos hombres que combaten para engrandecer al islam y ampliar los límites de los dominios de la Sublime Puerta. Sus adversarios, sobre todo Carlos V, combaten con las armas materiales sin darse cuenta de que están realizando una guerra justa y, sobre todo, santa. La victoria ante sus antagonistas es lógica por oponerse las virtudes militares y los valores espirituales que representan y encarnan a los defectos de unos soberanos temporales

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que combaten movidos por la codicia, el odio y la tiranía. Los Barbarroja, al igual que los sultanes de la casa otomana, son la representación de la justicia, la legitimidad y la fe, que están realizando la voluntad divina en la tierra.

Además de la descripción de estos hombres, junto a los principales marineros que les ayudan, lo que se encuentra en este texto es la justificación y los fundamentos de la extensión de la Sublime Puerta por el Magreb. Para realizar esta empresa obligatoriamente se debe enfrentar con la otra potencia militar que desea controlar este territorio, la Monarquía Hispánica, batalla en la que vence y triunfa el Mediterráneo oriental sobre el occidental al ser una guerra de restitución amparada por la justicia y legalidad, además de estar inspirada y guiada por la esfera celestial.



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