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VIGÉSIMO OCTAVO CUADRO

Este lco. dio el Pe. Por. F. Alonso Sánchez Lobo en quien passando N. Pe. S. Avgn. por Co (hay palabras borradas) el Emperador Teodosio en el sitio decente umcellas edificio grande que otro Emperador avia echo (hay palabras borradas) sde Roma i comunicadole svs intenciones le dio el edificio pª. covto. entregandole las llaves del, esta oivivo este palacio y covto. en poder de la religion. Angs. Lib. 9 viteeius.

VIGÉSIMO NONO CUADRO

Este lco. dio el Sor. Dor. D. Joseph (el apellido está tan borrado que las letras MR ELº. que se alcanzan a adivinar a trechos no da para reconstituirle. No sería difícil por el escudo nobiliario que se halla en el cuadro, dar con el apellido, teniendo en cuenta que la inicial es M y la terminación es en Lº.

del Cº. de su Magd. Oidor en esta Rl. Auda. de Quito en que N. Pe. S. Avgn. siendo de 21 años de edad le llamo al Senado (hay algo borrado) leisse cathedra de rethorica (palabras borradas) larios con admiron. de (borrón) Imperio (lo demás está completamente borrado).

TRIGÉSIMO CUADRO

Este lco. dio, el Rdo. Pe. fray Po. de S. Nicolas Diffor. de esta Provª y Prelado Superior de este Convto. de Quito, en que predicando al pvebo. S. Valerio Obispo, las partes excelentes que avia de tener el sacerdote, de repte. se aparecio una lvz del cielo que señalo a N. PE. S. Avgn. que estaba en el avditorio occvlto, i todo el pvebº. echo mano del Sto. i se lo presentaron a S. Valerio para que le ordenase i lo ordeno de sacerdote a los 36 años de sv edad. S. Possidonio. Cap. 14.

TRIGÉSIMO PRIMERO CUADRO

Este lienzo dio el Ilvstrissimo señor doctor D. Alonso de la Peña Montenegro del Consejo de sv Magd. digissimo Obispo de esta civdad en qven. P. S. Agvstin despves de auer instrvido a los monjes del monte Pisano se retiro a vna grvta donde contemplando (hay unas letras borradas) dla el interior de la Trinidad se le aparecio vn niño hermoso que con una concha en la mano quería agotar el agua de un río.

TRIGÉSIMO SEGUNDO CUADRO

Este lco. dio el R. PE. Pdo. F. Jvan de Larco en Q. N. PE. Avg. estando (hay unas letras borradas) enamorado de Dios le ofrecia sv corazon (todo lo demás está borrado).

También hay un escudo en el que ha estado el nombre del dorador: hoy está completamente destruido.

Muerte de Santa Mónica

Muerte de Santa Mónica

[Lámina XXXVI]

San Agustín confundido con el pueblo que escucha a San Valerio

San Agustín confundido con el pueblo que escucha a San Valerio

[Lámina XXXVII]

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TRIGÉSIMO TERCER CUADRO

Este lco. dio el PE. Fr. Jvo. Daza de Moreta en que estando nuestro PE. S. Avgn. escribiendo sobre el evangº. del evangelista S. Mº. en una duda se le aparecio el mismo Sto. i se la desato. Assi. Angeles Libro 6 Vite eius.

TRIGÉSIMO CUARTO CUADRO

Este lco. dio PE. F. Alº. Toro en quien Ntro. PE. S. Avgn. recien religioso, se pvso a hablar con sv ME. de la (hay letras borradas) zad las cosas divinas i desprecio de estas cosas temporales. Ángeles, in vita eius.

Después de este cuadro hay dos espacios vacíos, correspondientes a dos cuadros que han sido sacados de su sitio.

TRIGÉSIMO QUINTO CUADRO

Este lienzo dio de limosna Pº. Montero de la Calle Mercader en que Ntro. Padre S. Agvstin aviendo recebido por impresion milagrosa las llagas de Xpo. N. S. en el corazón, ofrece a la Virgen Sma. que se le aparecio, con suspiros, lágrimas y sentencias el mismo corazón llagado. Possidº., invitae eius.

TRIGÉSIMO SEXTO CUADRO

Este lco. dio el PE. Pdo. Fr. Lorenzo Svarez de Ocampo Por. del Convento de Cuenca en que estando el Cardenal S. Buenaventura Pata vino de nuestra Orden en contemplacion sobre saber cual era la mejor doctrina de la Iglesia se le aparecio S. Agustin Ntro. Padre, ha decirle que su doctrina era como el maná destilado del arbol de la vida a Dios. Assi Angeles en el Libro 4.

TRIGÉSIMO SÉPTIMO CUADRO

Este lienzo dio de limosna Francisco Peres el Toledano en que Ntro. Padre S. Agustín sano a un Obispo enfermo de tres años de achaques incurables, y a un mozo q. se moria de sed en la carcel le dio agua milagrosamente: se aparecio en su favor a 40, peregrinos que buscaban su amparo, en diversos trabajos, Jacobo de Voragine.

TRIGÉSIMO OCTAVO CUADRO

Este lco. dio el Rdo. P. Fr. Jacintho Vallejo Prior del Convento de Latacunga, en que Ntro. padre S. Agustín intituie i funda quatro religiones i la de los ermitaños como primogta. la de los Canónigos reglares, la de Sta. Monica su Me. de religiosas donde tuvo dos hermanas santas, Perpetva i Felicitas, que fundo por clausula   —96→   del testamento de su madre i la de las Bivdatas en Africa que por la persecusion de los vandalos se trasladaron a Italia donde se conserva monasterios de este Instituto: 18 Pontífices romanos, a avido canigos reglares, hermitaños 3. ison 54 (borrón) religiones que militan debajo de esta Regla. Angs. Lib. 2 Cap. 3.

En este cuadro sí se ha conservado el nombre del donador en una inscripción similar a otras que en algunos de los cuadros se hallan ya borradas, por lo cual presumimos que debe ser este dorador quien doró los otros cuadros que han tenido la inscripción en un escudo perfectamente semejante al que lleva este cuadro, que es el último de la galería. Dice así:

Dorolo Nicolás Depaz, Mº Cerero.

Con este lienzo termina la galería de cuadros, hoy descabalada, del claustro bajo del Convento de San Agustín. Según nuestros cálculos, faltan 23, de los cuales 12 hállanse en la iglesia y uno, el más hermoso de la colección, en una pieza contigua a la sacristía. Representa la muerte de San Agustín y su inscripción es como sigue:

Este lco. dio el Dor. Jvo Martín de la Peña en que Ntro. PE. Sn. Agustín, a los setenta y seis años de su edad lleno de meritos y servicios en defensa de la Iglesia Catholica con conocimiento del cielo del día que avía de fallecer estando con la perfección de sus cinco sentidos, pvestos de rodillas en oración, continva y fervorosa a sus religiosos hermitaños y canonigos reglares y siendo llamado de los angeles quien le assistieron mvrio y fve enterrado en la iglesia de San Estevan. Assi Possidonio Cap. 31.

CUADROS EN LA IGLESIA DE SAN AGUSTÍN

En el coro existen dos cuadros que han sido trasladados ese sitio desde la parte destruida de la galería del claustro. El uno dice:

Este lº dio Dn. Joseph Barnvevo Cauº, de Lorden de Santiago en quien estando Ntro. Padre San Agustin en el puerto de Hostvmberina para volverse a Africa a fundar monasterios, su Sta. ME. Monica mvroº, en precencia suia y de su Compº, S. Euodio que juntos con oraciones y penitencias ayudaron a su muerte qdo. los angeles del cielo le enviaron el dulce Nombre de Jesús entre muchas luces para que muriese confortada.

El otro reza la inscripción siguiente:

Este lienzo dio N. R. Padre Mº. fray Agvstin de Cordoba PE. de esta Provª. en que S. Fvlg. Arzobispo Rvspense traslado el cverº. de N. Padre S. Agvstin desde Hipona a Cerdeña i desde alli le traslado segunda vez Luitprando rei de los longobardos, a Ticino corte de su reino con tanta devocion, que llegando a cargar el Sto. cuerpo con vestiduras rs. se estuvo inmobil, hasta que llego descalso i destocado, i entonces se dejo llevar en sus ombros rs., hasta ponerle en la iglesia de S. Pº. incelo aureo, S. Possido cap. 7 vite eius.

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En la nave principal de la iglesia y encima de cada unir de los arcos laterales, hállase el último resto de los cuadros de la galería del claustro bajo. Son diez; pero como están situados muy arriba, no están al alcance de la vista las inscripciones; las únicas que hemos podido leer son las de los dos cuadros que se encuentran colocados en los arcos contiguos al coro. El del lado derecho, dice:

Este lco. dio el Dor. D. Franco. de Velasco i Svniga theso Rº. de esta Sta. Cathedral de Quito: en que despues de aver presidido N. P. S. Agvstin en varios consilios de la Igla. en unocartha ginense a 286 Obispos catholicos i ciento cuarenta donatistas i dio forma conponiendo vna svmma de este consilio a mvchos dogmas de la fe catholica en la region de Africa. Que asseto por tales la Igl.ª Roma. Assi el mismo Sto. en un Epístola a Bonifacio.

El del lado izquierdo dice:

Este lco. dio el Illvstrissmo i Rº. Sor Dor. D. Alonso de la Peña Montenegro del Consejo de su Md., Obispo de esta civdad, en que teniendo por huespedes N. P. S. Agustin en su Palacio Episcopal a dos Sres. Obispos svs amigos idos religiosos se hablo en la mesa con indecenciadeotro Sor. Obispo ausente: i dixo el Sto. o aquellos versos se borren, o esta conversacion se acabe, con que reformo la mormvron. i se passo a ablar del conbite que se servia con baxilla de barro i dos estrellas que ceñian el aparador solo qdo. el Sto. platicaba materias escolasticas en señal de qn. agradable era su conversacion a Dios. Posid cap. (el número está oculto por la moldura) angs. lib. 5.

De la decoración de los arcos no queda rastro. Ahora, hace poco tiempo, se colocaron entre los del tramo primero, unos siete cuadros romboidales que con sus respectivas y sencillas molduras formaron parte de alguna decoración mural. Representan ciertos símbolos de las virtudes de San Agustín: una corona, un lirio, San Agustín tocando una trompeta, un león acometiendo, una ave fénix consumiéndose en la hoguera, un corazón con una iglesia adentro, una águila bicéfala con la Trinidad en el pecho.

De las piezas que se hallan en esta galería inferior, se destaca la Sala Capitular, situada en el tramo oriental del claustro y que es la habitación más hermosa y artísticamente más rica del Convento. Es de planta rectangular y mide 22,50 metros de largo, 7 de ancho y 5.16 de alto, cubierta de una gran techumbre plana sin vigas aparentes, pero con faldones en sus dos lados más largos, como si fuese una techumbre de pares y nudillo, que bien pudiera serlo, si descubierta la techumbre, se viera que su armadura está compuesta por maderos tornapuntados para el armazón de los faldones e interceptados a los dos tercios de su altura por vigas horizontales para sostener el harneruelo.

La techumbre de la sala, siguiendo la tradición española, tiene una decoración tallada de entrelazados geométricos, a base de círculos y elipses grandes y chicos, con querubines y piñas, y medallones redondos con cuatro segmentos circulares que les presentan cuadrifoliados, para dar cabida a 16 telas diversas repartidas en dos callejones a lo largo de la techumbre: todo esto enmedio de profusa ornamentación floral, pintada a todo color. Los faldones llevan como única decoración 32 cuadros, distribuidos a razón de 16 por lado, referentes todos a pasos diversos de la vida   —98→   de algunos santos de la Orden de San Agustín, y el harneruelo, 16 en dos filas:

El asunto de estos cuadros es como sigue, comenzando desde el testero de la sala y del lado de la Epístola: San Agustín, una santa agustina devota de la Pasión, Santa Gertrudis con el Niño Jesús, Santa Rosalía Mártir, Santa Clara de Montefalcón, Santa Limbaña, Santa Máxima, mártir, Santa Brígida, Santa Rita con San Nicolás, y San Juan Bautista, Santa Julia Certoldina, mártir, Las diez mil Vírgenes Agustinas africanas, mártires. Santas Perpetua y Felicitas, Santa Inés de Montepulciano, Santa Santa de Genazano, Santa Cristina, mártir, Una santa Agustina devota de la Eucaristía, San Patricio, Patrón de Irlanda, San Andrés Quatierras, mártir, Un santo ermitaño, San Posidio, Obispo, San Alipio, Obispo, San Guillermo, Duque, San Agatón, ermitaño, San Fulgencio, Obispo, San, Gelasio, Papa, San Juan Bueno, ermitaño, San Juan de Sahagún, Patrón de Salamanca, San Nicolás de Tolentino, Santo Tomás de Villanueva, Santa María Magdalena, San Francisco Javier, San Juan Bueno, Muerte de la Virgen María, El Descendimiento de Cristo, Muerte de Santa Mónica, Muerte de San Agustín, Muerte de Santa Rita, Muerte de San Guillermo, Muerte de San Nicolás de Tolentino, Muerte de Santo Tomás de Villanueva, Muerte de una Santa Agustina, Muerte de un santo agustino, Martirio de un santo, Muerte de San Juan Bueno, Muerte de otra santa agustina, Muerte de otra santa agustina y Muerte de otra santa agustina.

En el testero de esta vasta sala se ostenta un hermoso retablo de dos nichos u hornacinas formado por una superposición de arcos independientes pero concéntricos resaltados, sobre las jambas escalonadas también con resalte correspondiente al de los arcos, como en lo románico. Estas aberturas de nichos o sagrarios formadas por arcos de medio punto y arquivoltas en resalte escalonado o abocinado, fue muy usado en Quito. En San Francisco tenemos el Sagrario de plata del altar mayor y los retablos de la sacristía. En Guápulo tenemos un hermoso templete formado de idéntica manera. Los nichos tienen su absidiola en forma de concha marina y dos hermosas columnas báquicas corolíticas, algo cortas, en los flancos. Dentro de esos nichos se hallan las figuras de la Virgen de Dolores y San Juan y entre ellos un Cristo crucificado, de los más hermosos de la escultura quiteña; encastrada la cruz dentro de una gran ranura acanalada de ricas molduras talladas que le sirve como de marco al Crucifijo. Todo este conjunto reposa sobre un pequeño estilobato formado encima de la mesa del altar, en el que descansan la cruz y las ricas repisas o modillones de los nichos y las columnas. Una gran moldura magníficamente tallada cubre el arco de medio punto, enormemente peraltado, abierto en el muro que divide la sala del cementerio que se encuentra detrás y al cual se penetra por dos puertas abiertas en los dos extremos de dicho retablo. El frontal del altar es moderno. A un lado y al otro dos credencial finamente talladas como encaje.

Al pie de la sala se halla la gran tribuna para los lectores u oradores: hermosa pieza de orfebrería, de riquísima talla, coronada de una preciosa concha ribeteada de un encaje de hojarasca de finísimo calado. La talla del espaldar de la tribuna y de los paneles de su gran cubo, es verdaderamente magistral. Al pie de esta tribuna están un riquísimo sillón y una mesa de patas retorcidas como los muebles franceses, flamencos y holandeses del siglo XVII.

Alrededor del salón hay doble hilera de bancas, una superior y una inferior, para asiento de los frailes durante las sesiones de Capítulo. Poco es cuanto se dijese para pintar la belleza artística   —[Lámina XXXVIII]→     —[Lámina XXXIX]→     —99→   de estos muebles, cuya talla supera a todo encomio. A excepción de las tablas del asiento, no ha quedado la más minúscula parte de esos muebles sin adorno. Los espaldares, lo mismo que el frente de los asientos se hallan divididos en paneles: aquellos con una gran palmeta en su centro, formando en su parte inferior roleos o ramajes que se confunden con los demás del panel, y estos, con serpeantes, pámpanos y vástagos, como las decoraciones del mobiliario europeo del siglo XVII. Los paneles están unidos entre sí por medio de pilastras decoradas que se prolongan hasta rematar en piñas sobre la moldura del pasamano. Las bancas superiores, que se hallan junto a los muros de la sala, tienen, además, entre las piñas unos pequeños remates como los alfiles de ajedrez.

El entierro del conde de Orgaz

El entierro del conde de Orgaz

[Lámina XXXVIII]

Batalla de Astolfo II, marqués de Mantua, contra los Moros

Batalla de Astolfo II, marqués de Mantua, contra los Moros

[Lámina XXXIX]

Bajo el pavimento está una gran cripta abovedada para cementerio.

En los muros se han colocado, desde hace pocos años, varios cuadros que antes se hallaban diseminados en otras partes del Convento. Allí se encuentran: dos cuadros de la Inmaculada Concepción, uno de ellos representándola en la forma de la del escultor Legarda, que se halla en el retablo mayor de la iglesia de San Francisco y poniéndola a su alrededor algunos símbolos conocidos de las letanías lauretanas; otros dos cuadros con el tema Cristo muerto en brazos de María, o la Soledad de María, el uno con un violento claroscuro y el otro, más dentro de lo tradicional religioso, tiene un angelito que acompaña a la Virgen desolada ante el cadáver de Cristo; un cuadro grande de la Magdalena, de tamaño natural y otro pequeño, con el mismo motivo; una Virgen de Dolores; el precioso cuadro de la Virgen de la Oliva, a que aludimos en otra parte de este estudio; dos lienzos que representan San Agustín y San Jerónimo, obras indiscutibles de Miguel de Santiago, el cuadro del Descendimiento de Cristo a los brazos de María, del que nos ocupamos ya en páginas anteriores, al hablar de los cuadros del claustro bajo y cuyo retrato del donante, estamos tentados a creer que sea el del padre fray Francisco de la Fuente y Chávez, tres hermosísimas molduras, caladas íntegramente, iguales o por lo menos semejantes a las que se hallan en la sacristía, y un gran cuadro de la muerte de San Nicolás de Tolentino, que lleva esta inscripción: «Este lienzo de la muerte de Nuestro Padre San Nicolás, mandó hacer por su devoción el padre maestro fray Basilio de Rivera, para el entierro de los religiosos en el General año de 1672». El cuadro es hermoso, sobre todo el retrato del padre Ribera, que corre parejas en excelencia con aquel otro del fraile franciscano, donante del cuadro de la Virgen de Dolores, en la portería de San Francisco.

Esta hermosa. sala capitular que en los documentos del archivo agustiniano es llamada «El General» fue construida durante el Provincialato del padre Juan de Luna y Villarroel. Así consta por el dato consignado en el libro de gastos respectivos:

Gastamos en el General en bóvedas, Retablo, hechuras, Escañería, Cathedra, Espejos, Lámpara, hechura de Piscis, diademas de plata, misal, quatro ornamentos, atril de plata, digo en su hechura y cuatro marcos que se añadieron, órgano, con todos los dorados y pinturas, seis mil trescientos diez y seis ps66.



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Parece que este Provincial, siguiendo las huellas y el ejemplo de sus ilustres antecesores, fray Francisco de la Fuente y Chávez y fray Basilio de Rivera quienes, noventa años antes, reedificaron la iglesia y construyeron y ornamentaron el claustro principal del Monasterio, no quiso quedar atrás y convirtió el viejo General, en la hermosa sala artística que, luego, en el siglo XIX, iba a consagrarse como un monumento histórico por los grandes acontecimientos que se desarrollaron en su sagrado recinto, cuando los patriotas se congregaron en él para ratificar el primer grito de independencia de la América española, dado en Quito en 1809.

Una lápida de mármol, colocada en el muro del claustro, muy junto a la puerta de entrada, de 3 metros 28 centímetros de alto por 2 metros 36 centímetros de ancho, recuerda este hecho. Dice así su inscripción:

El Municipio
de Quito
en el primer centenario
de la
independencia sudamericana
dedica esta lápida
al pueblo soberano
reunido en esta sala
el 16 de agosto de 1809
para ratificar
el primer grito
de libertad
lanzado
por los patriotas
de esta capital
en 10 de agosto
del mismo año.

MDCCCIX - MCMIX.

A juzgar por esa partida del Libro de Gastos del convento, y por lo que resta y se conserva hasta hoy de todo cuanto, para darla esplendor, puso allí el padre Luna y Villarroel, la antigua sala capitular de los religiosos, quedó convertida en una verdadera capilla, pues la dotó el ilustre Provincial hasta de órgano, ornamentos, misal, atril y piscis para la custodia.

Los religiosos, agradecidos a su superior por tan hermosa obra, consignaron su reconocimiento en el informe favorable que los Capitulares dieron sobre las cuentas del Provincialato del referido provincial, aprobando su gran celo en la administración de los bienes de la Provincia «como es patente a toda la Comunidad en la sumptuosa Composición del General o Sala Capitular» según reza el acta respectiva67.

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Subamos ahora al claustro superior por la escalera principal de tres tramos, de diez, doce y nueve escalones, respectivamente y traspasando el arco de entrada forrado de tabla pintada y dorada para no desentonar con la ornamentación del claustro inferior. La escalera es de piedra, ancha y bien trazada; pero muy sencilla. Su pasamano, labrado a paneles, sin complicación alguna. En el recinto en donde se desarrolla la grada, se encuentran colgando de sus muros cinco cuadros: cuatro de gran tamaño, cada uno de los cuales llena un lienzo de pared; y uno pequeño, relativamente, en el que se halla la figura colosal del Padre Eterno, que formaba la parte superior del cuadro de Manosalvas, cuya parte inferior se halla colocada en la galería baja del claustro, y que representaba al Padre Eterno inscribiendo el nombre de Jesús en el pecho del niño San Agustín. Los cuatro nombrados lienzos representan: la Transverberación de San Agustín obra de Luis Cadena; la Consagración episcopal de San Agustín y la Toma del hábito agustiniano por un joven, de manos de San Agustín: obras de Manosalvas y la Conversión de San Agustín, el mejor cuadro de todos, de autor desconocido, probablemente español.

Una vez en la galería superior, seguiremos el tramo que queda directamente al frente de la grada. En él encontramos una habitación marcada en su dintel con el n.º 22, al pie de una imagen de San Agustín, dentro de un óvalo formado por dos palmas, pintado todo sobre el muro. Ornamentando esta habitación, que es la sala de honor del Convento, se hallan los cuatro hermosos cuadros: de Bernardo Rodríguez, representando los cuatro doctores de la Iglesia. Luego sigue la Biblioteca que, aunque no muy grande, cuenta con obras selectas y algunas raras. En el tramo siguiente que parte muros con la iglesia, está la entrada al coro al que se llega por una grada de 7 escalones, y abriendo una hermosa puerta, aunque baja, de paneles tallados y pintados. Es una sala rectangular con hermosa sillería compuesta de 31 sellia y 18 subsellia, más la del Prior que ocupa el centro y tiene como distintivo una más rica ornamentación tallada en su espaldar. Está decorada esta sillería con figuras policromadas en medio relieve de varios santos de la Orden, ocupando el centro la de San Agustín, realzados de oro sus vestidos episcopales. Los paneles, con cada figurilla de un santo agustiniano, están separados por columnas de capitel jónico y su fuste, decorado con la cabecita de un querubín en su extremo superior, con lazos geométricos el tercio inferior y con estrías verticales ornamentadas el resto. Los bajorrelieves de los santos son de mejor factura que los de la sillería de San Francisco. En los muros se han colocado dos de los cuadros de la pinacoteca del Convento: uno que representa la muerte de Santa Mónica y otro, el traslado del cuerpo de San Agustín de Hipona a Milán por San Fulgencio; y, además, un cuadro de la Trinidad, uno de la Magdalena y uno del Buen Pastor, todos de escaso mérito, y uno de la Virgen con su Hijo, muy interesante. La cubierta del coro es de cañón entre dos arcos fajones de medio punto; pero en los muros aparecen enjarjados dos arcos ojivos por cada lado, con los cuales hace juego la nervatura gótica del abovedamiento. Examinando de cerca esta construcción tan rara y única en lo quiteño, vemos que los diversos nervios que caen hacia los muros, van a morir directamente en ellos, en la intersección de los arcos ojivos. Es una bóveda gótica de cañón sobre tramo oblongo. Lástima que por haberse cubierto el trasdós de la bóveda con techo a dos vertientes no se pueda estudiar, para descubrir, el modo y forma de su plementería, el método de su relleno, que quizás sea   —102→   interesante. También sería interesante ver si la cubierta cobija a la bóveda sin apoyarse en el trasdós. Este tramo del claustro tiene en sus dos extremos dos bovedillas sobre pechinas; pues, sin duda, para ayudar a la descarga de la bóveda de la iglesia y apoyar a la torre, se construyeron cuatro arcos en los ángulos del claustro correspondientes al tramo que linda con la iglesia.

En el tramo siguiente hay la segunda escalera de servicio, por la que se comunica con el refectorio y la sacristía. junto a esta escalera se halla la entrada al Noviciado. En este tramo no hay sino dos celdas: una en cada uno de sus extremos. El tramo siguiente y último está íntegramente ocupado por celdas de los religiosos. En los muros de este claustro hay algunos cuadros; pero la mayor parte de escaso valor. El único cuadro verdaderamente magnífico es el de San Miguel Arcángel, que recuerda a los Profetas de Gorívar de la Iglesia de la Compañía. No dejan de ser interesantes uno que representa a Cristo después de la Flagelación, sentado, triste; todo él impresionante, pero lleno de carácter; una Santa con gran manto y las manos cruzadas, una hermosa Santa Catalina, un San Nicolás de Tolentino, y unos seis que representan a cuatro santas y a dos santas de la Orden Agustiniana, obras al parecer de Rafael Salas, hechas como para alguna fiesta, muy de ligero, de primera intención, de modo que aparecen frescos de factura, aunque con colorido débil y sentido académico muy marcado.

Hay otros cuadros curiosos: uno que representa a Santa Bárbara y otro a Santa Rosa de Lima, saliendo de unas inmensas rosas; otro que representa a Santa Úrsula en gran tamaño y en el fondo del paisaje escenas en que figuran las once mil vírgenes, y otro, en fin, curiosísimo en el que se ha pintado la cámara de un enfermo en el Quito colonial. El enfermo se halla resbalándose de una gran cama con colgadura y toldo rojos, sus frazadas de lana, sus sábanas y almohadas con tiras bordadas y mostrando su pierna atada con mil trapos, que, al instante de descubrirla a fin de que la corte o ampute el cirujano que está allí presente, sentado en un escabelillo, con una gran sierra en una mano y cerca de un brasero en el que se alista ya un aparato para cauterizar la herida, se aparece San Agustín a sanarle milagrosamente. Este cuadro es todo un documento para la historia de nuestra cirugía.

Otra de las habitaciones interesantes del Convento agustiniano es el refectorio principal de los frailes. Como bien saben los conocedores de la vida conventual de frailes mendicantes, el refectorio está siempre precedido de una pieza que se llama Sala De Profundis, porque en ella se reúne y se detiene la comunidad un momento y reza el salmo De Profundis, antes de pasar al refectorio.

El del Convento Agustiniano tiene también su antesala y es ella la hoy destinada a refectorio, mientras el verdadero refectorio ha sido destinado para algo así como despensa y depósito de otros objetos. Describamos, pues, el refectorio tal como era en sus primitivos tiempos; pues se conserva intacto, con la única circunstancia de haberse cerrado la gran puerta de comunicación entre la Sala De Profundis y el refectorio.

La primera es de planta rectangular con bóveda de cañón con tres pares de lunetos ciegos apoyados en grandes ménsulas de piedra enjarjadas en los muros y sobre cuatro pilares cúbicos de ladrillo dispuestos en cada una de las cuatro esquinas de aquella habitación. Una sola ventana abierta en el muro de la derecha la daba luz; mas hoy se ha abierto otra chica bajo uno de los lunetos del muro del fondo. Frente a la puerta de entrada, y contrastando con la insignificante sencillez de ésta, estaba la grande y   —103→   aparatosa que abría la comunicación con el refectorio. Hoy está cegada, lo que no impide estimarla en sus formas. Es de arco semicircular apoyada directamente sobre jambas o pies derechos: todo almohadillado y hecho con sillares de dos dimensiones colocados alternativamente, de modo que el contorno exterior de la puerta aparece en forma denticular, produciendo un simpático efecto decorativo.

Por esa puerta se entraba al refectorio: enorme sala en cuyo fondo se encontraba el cuadro de la Conversión de San Agustín, de Luis Cadena, que hoy se halla en el muro del lado del Evangelio en la capilla mayor de la iglesia. Está cubierta con bóveda de cañón con seis lunetos por lado con ventanas abocinadas; algunas de ellas cegadas. La bóveda descansa sobre una gran cornisa y se encuentra hoy reforzada en su mitad primera, a partir del tertero, por tres enormes arcos fajones sobre gruesas pilastras de piedra. A la derecha estaba la tribuna para el lector. Aún existe la puerta de entrada y la grada hecha en el grueso muro que daba acceso a la tribuna, que debió formar parte integrante de la organización arquitectónica del refectorio, enladrillado con ladrillos hexagonales chicos.

Al lado de éste, la cocina, cuadrada, con bóveda baída, casi plana.

En estas piezas se encuentran actualmente algunas de las bancas de madera del antiguo refectorio, muy bien conservadas, con sus espaldares tallados y ornamentados con los diversos símbolos de las virtudes de San Agustín: el águila bicéfala, el león coronado, el sol, la luna, las estrellas, la mitra episcopal, el ave fénix, el corazón, el sombrero cardenalicio, etc.

En el antiguo refectorio se hallan algunas estatuillas de medio relieve, pertenecientes a alguna decoración de retablo o quizás del coro, y la preciosa estatua de Santo Tomás de Villanueva, sustituí da en su retablo de la iglesia con otra de las comerciales de Barcelona.

Pegada al muro que cierra la antigua puerta del refectorio se halla una tribuna de madera tallada para los lectores y encima, un Cristo crucificado de gran tamaño, compañero muy parecido de otro, que preside el refectorio del Noviciado que hoy conserva solamente una parte de su galería inferior porticada con arcos semicirculares trasdosados sobre pilastras de piedra.

A propósito de crucifijos, hemos tratado de averiguar cuál es el que presidió la fundación del convento, que fue traído desde España por el padre Saona y que tuvo su capilla y retablo en la iglesia, según testimonio de Diego Rodríguez Docampo en su narración de 1650. Cuatro grandes Crucifijos de gran tamaño hay en el convento: el de la Sala Capitular, el de la Sacristía, el del refectorio de los frailes y el del refectorio de los novicios. ¿Cuál de ellos pudiera ser? El de la Sala Capitular no es, porque aquel Cristo fue colocado y tal vez aún hecho para ese sitio; el de la Sacristía tampoco, porque es de palo de balsa de nuestra costa y ejecutado, como tantos otros, en Quito, para las ceremonias de la Semana Santa. No pueden ser sino uno de los que se encuentran en los refectorios conventuales, y de ellos, el más probable, el que se encontraba en la iglesia, en el retablo consagrado al Calvario y sustituido con el actual, meloso y declamador, comprado a precio módico en el mercado de Barcelona, obra de algún mercader desconocido. Me han contado que una rica devota de la religión agustiniana obsequió ese Calvario a la iglesia, con la condición de que el crucifijo al que iba a sustituir, se regalase al pueblo   —104→   de Pomasqui, aldea de indios pobre y miserable. ¡Adónde consintieron los religiosos, en quienes se había borrado las tradiciones de su convento, que fuese a parar el Crucifijo de la fundación, que trajo desde España el Padre Saona! Ahora el Calvario aquel se halla destruido; pues la Dolorosa se halla guardada en el depósito de objetos de la sacristía, de donde se la saca para las ceremonias la Semana Santa; y el San Juan ocupa el sitio del que le quitaron en el Calvario de la Sala Capitular, para convertirle, cortándole la cabeza, en el Apóstol San Pablo que hoy se ve en el retablo mayor de la iglesia.

Pero algo más tenemos que lamentar en este camino. El Cristo de balsa que se halla en la sacristía tenía los dos ladrones, también de balsa, para completar el Paso de la Pasión. Hoy existe únicamente el Buen Ladrón; el Malo se ha destruido por obra del tiempo que ha cooperado al abandono y al descuido de los hombres. Para lamentar suficientemente esta pérdida hay que tener en cuenta que en la iconografía quiteña del Calvario, son muy raros los ladrones: apenas si conocemos los de la iglesia de San Blas y estos de San Agustín.

Posee también este Convento una estatua del Señor de la Resurrección y otra yacente de Cristo difunto: este, italiana y de buena cepa, traído en el siglo XVII (a principios) por el padre Leonardo Araujo, desde Roma.

En estos últimos tiempos, los religiosos agustinos, todos ellos ecuatorianos, se han preocupado de modo muy especial de mejorar su Monasterio, siguiendo las huellas y el buen ejemplo de sus ilustres compatriotas, fray Francisco de la Fuente y Chávez y fray Basilio de Ribera. Hace apenas tres años restauraron el ala de la galería superior del claustro principal, reponiéndola a su primitivo estado; pues cuando antes se la reedificó por haber sido arruinada por el terremoto de 1868, no se cuidó de arreglarla con su organización arquitectónica anterior, a pesar de que ésta permanecía intacta en las otras alas de la galería y de que las columnas de piedra que sustentaban sus arcos, se encontraban en buen estado. Hoy vemos esa galería como la edificó el padre de la Fuente y Chávez.

Además, como las necesidades de la vida de los religiosos exigiesen mayor número de habitaciones levantaron una tercera galería sobre el ala noreste del claustro, cuidando de repetir en ella misma graciosa y original organización de la galería superior del claustro. Sus muros los han adornado con los retratos de los cardenales agustinos, hermosos cuadros en que se hallan representados las largas figuras de tamaño natural de fray Gerónimo Siripando, fray Alejandro de la Oliva, fray Egidio Vitesbiense, fray Ugolino Malabranca, fray Augusto Romano, fray Antonio Franco, fray Gabriel de Condelminio, fray Mariano Genezanense, fray Amelio Abrevaco, fray Juan Dacho, fray Gregorio Montelparense, fray Ancherino Pantaleón, fray Egidio Colonna, fray Alonso de Vargas, fray Juan Zacarías Helvetio, fray Gabriel Sforza y fray Ambrosio Coriano. Además se han colocado: uno que representa el éxtasis de San Francisco, otro, el de San Agustín, otro, la muerte de San Jerónimo y otro a San Nicolás de Tolentino.

Consignamos aquí el nombre del padre fray Guillermo Albuja como el promotor entusiasta y el autor de todas estas obras. Brille su nombre entre los de sus grandes cohermanos, el padre Saona, el padre de la Fuente y Chávez y el padre Ribera.