Colonia, augusta ciudad, |
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césar y monarca
invicto, |
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tan ilustre entre modernos, |
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tan celebrada de antiguos, |
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es mi patria, y tengo en ella |
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un padre prudente y rico, |
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de sangre calificada |
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entre ilustres y patricios. |
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Nací solo, vinculando |
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el amor que, repartido |
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suele ser en otros padres |
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menos, siendo más los
hijos. |
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Estudié felicemente, |
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dando muestra en mis
principios |
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de fertilizar con letras |
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la fama que adquieren libros. |
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Gradueme de maestro; |
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llevé entre ingenios
divinos, |
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cátedras que
autorizaron |
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mis años entretenidos. |
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Gustara mi viejo padre |
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que echara por el camino |
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de la Iglesia, por tener |
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algunos deudos obispos; |
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pero, amor, más
poderoso, |
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rayo dios, gigante
niño, |
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para cuya resistencia |
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suelen ser diamantes vidros, |
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sujetó mis verdes
años |
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al más hermoso prodigio |
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que encareció la
belleza |
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entre sus dulces hechizos. |
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Evandra, ilustre, si pobre, |
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destruición de mi
albedrío, |
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prisión de mi libertad |
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y cárcel de mis
sentidos, |
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enamorándome honesta, |
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multiplicó
desvaríos, |
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tiranizó libertades |
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y dio materia a suspiros. |
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Quíseme casar con ella; |
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tiranizó libertades |
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pero mi padre, ofendido |
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de ver malograr mis letras, |
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ya con consejos prolijos, |
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ya con ruegos paternales, |
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ya con enojos fingidos |
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y maldiciones de veras, |
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impedir mi intento quiso. |
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Entre amenazas y miedos |
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en su presencia me dijo: |
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«Plegue a Dios te sea
traidor, |
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Bruno ingrato, el más
amigo; |
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la prenda por quien me dejas |
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te quite a tus ojos mismos; |
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ella te desprecie, odiosa, |
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pagando amor con
olvidos». |
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¡Ay Dios! ¡Qué
bien se cumplió! |
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No pasaron, señor,
siglos, |
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años ni horas, que los
cielos |
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con desdeñoso castigo, |
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en fe destas maldiciones, |
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el conde Próspero,
indigno |
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de la amistad profanada, |
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que se llamaba Zopiro, |
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enamorado de Evandra, |
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y ella del estado rico, |
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que interesó con
querelle, |
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dando a sus quejas
oídos, |
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juntáronse en yugo
ciego |
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dejando desvanecidos |
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deseos, entre esperanzas |
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de seis años de
servicios. |
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Casáronse al fin los
dos, |
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y viéndome aborrecido |
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de mi padre, de mis deudos, |
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y lo que es más, de
mí mismo, |
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salí a buscar muerte
honrosa, |
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creyendo hallar el olvido |
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de celos desesperados |
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entre armados enemigos. |
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Supe que aquesta ciudad, |
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rebelde al valor invicto |
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de tu majestad cesárea, |
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temor del planeta quinto, |
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te negaba la obediencia, |
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y sus infieles vecinos, |
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armándose contra ti, |
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despreciaban tus edictos; |
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que con tu campo imperial |
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la ponías cerco y
sitio, |
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honrando con tu presencia |
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tus alemanes presidios. |
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Alisteme por soldado, |
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batiose el muro prolijo, |
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postrando montes de piedra, |
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abortos del fuego en tiros. |
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Hízose la
batería |
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y publicaron los bríos |
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de tu venganza el asalto, |
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de los rebeldes castigo. |
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Celos y amor con desprecio |
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pudieron tanto conmigo, |
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que desesperado y loco, |
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alentado de los gritos |
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con que animabas cobardes, |
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no hazañas, mas
desatinos, |
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me subieron el primero |
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sobre los muros altivos |
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de la rebelde ciudad, |
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y sobre el mayor castillo |
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las águilas imperiales |
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puse, si amante, atrevido. |
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Bajé al saco,
codicioso, |
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y mientras despojos ricos |
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robaba el atrevimiento, |
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llorando viejos y
niños, |
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en el más noble palacio |
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que ilustra con edificios |
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la ya rendida ciudad, |
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entro, y de rodillas miro |
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a los pies de un vil soldado |
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el asombro peregrino |
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desta belleza hechicera, |
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si hermosuras son hechizos. |
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Determinaba forzalla |
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sin refrenar sus suspiros |
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torpezas que en pechos viles |
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se rinden al apetito. |
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Impedíselo, piadoso; |
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pedísela, comedido, |
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a rescate, y respondiome |
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soberbio y desvanecido. |
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Pero yo, que de ordinario |
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al noble acero remito |
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lo que la lengua no alcanza, |
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de amor y vida le privo. |
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La noble presa consuelo, |
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su honor precioso redimo, |
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pagando en perlas que llora |
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y ensartan preciosos hilos. |
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Supe que era única
prenda |
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del más ilustre vecino |
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desta ciudad, que a tus armas |
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muerto, pagó sus
delitos; |
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y juzgando su belleza |
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por intercesor benigno |
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contra tu enojo severo, |
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a tus pies augusto invicto, |
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la presento, confïado |
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que premiando este servicio, |
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y consolando estos ojos, |
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perdonarás los
rendidos. |
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