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GIL (Don Francisco) Cirujano del Real Monasterio de San Lorenzo, y su Sitio, e Individuo de la Real Academia Médica de Madrid. Disertación Físico-médica, en la cual se prescribe un método seguro para preservar a los pueblos de viruelas, hasta lograr la completa   —95→   extinción de ellas en todo el Reino. Madrid 1784, por Don Joaquín Ibarra, en 8.º mayor. Algunos habían atribuido esta obra a Don Francisco Sobral, Médico de Cámara de S. M. Pero ya no hay duda alguna en que el verdadero autor es Don Francisco Gil. Después de referirse en ella la historia de las viruelas, y de su curación, y particularmente la de la inoculación, se propone un nuevo método para extinguirlas, el cual consiste en sacar a los virolentos de los pueblos, y curarlos en despoblado, con ciertas precauciones que previene el autor. En el Real Sitio del Escorial había la práctica, de tiempo inmemorial, de sacar a los virolentos fuera de la población y curarlos en la Ermita de nuestra Señora de Gracia, llamada de los Ermitaños, por cuyo medio, observado con el mayor rigor, no se ha visto ninguna epidemia de viruelas en aquel pueblo. De aquí tomó motivo Don Francisco Gil para concebir su método, sobre el cual leyó una Disertación en la Academia Médica, antes que llegara a España la obra de Mr. Paulet, en la que se trata del mismo: y así debe tenerse por original. Por el Ministerio de Indias se ha remitido a América gran porción de ejemplares de esta obra, y orden para que se hagan allí algunos ensayos, cuyas resultas se están esperando, y se cree sean favorables, según las noticias que ya se han recibido.

  —96→  

No obstante que en la primera impresión se tiraron cuatro mil ejemplares, por el repartimiento que se hizo de la mayor parte de ellos en América de orden del Ministerio de Indias, y por el buen despacho que han tenido los demás, se ha reimpreso en este año con algunas adiciones. Tal es el ejemplar del Real Convento de la Visitación, o de las Salesas de esta Corte, en donde por disposición de su Médico el Doctor Don Antonio Franseri, Médico de Familia de S. M. no ha entrado la viruela en diez y siete años que las asiste, en medio de haber siempre en aquella Real Casa un crecido número de Señoritas nobles Educandas de cuatro hasta quince años, edad la más proporcionada para contraer esta enfermedad; sin embargo que son bien notorias las varias epidemias que ha habido en Madrid en este tiempo; debiéndose este buen efecto a la oportuna providencia de pedir a los padres, parientes, y deudos de las Señoritas Educandas, que no vayan a visitarlas en ocasión que en sus casas tuvieren viruelas, y mucho menos los que las hubieren padecido recientemente, hasta pasar el término de cuarenta días. Porque tenían observado que cuantas veces había habido viruelas en el Convento, era por haber estado en el Locutorio algún virolento antes de cumplir el término de los cuarenta días. También son importantes las adjuntas reflexiones que escribió   —97→   en Quito el Doctor Don Francisco Santa Cruz y Espejo, para animar a sus paisanos a adoptar el método curativo del Señor Don Francisco.

GUSSEME (Don Tomás Andrés de) Asistente y Justicia Mayor de la Villa de Marchena, Individuo de las Reales Academias de la Historia, y de la de Buenas Letras de Sevilla. Diccionario Numismático general, para la perfecta inteligencia de las Medallas antiguas, sus signos, notas, e inscripciones, y generalmente de todo lo que se contiene en ellas; con informe de las Deidades paganas, Héroes, Ninfas, Reyes, Emperadores, Augustas Personas, y Familias: de las Provincias, Regiones, Países, Ciudades, Pueblos, Montes, Ríos, Fuentes, Árboles, Plantas, Frutas, Animales, Aves, Peces, Edificios, Armas, Magistrados, Oficios, Dignidades, y demás de que se hace expresa mención en ellas. Madrid 1773, por Don Joaquín Ibarra. Seis tomos en 4.º mayor.

Con tantos Diccionarios como se han impreso fuera de España de Ciencias, Artes, Oficios, y hasta de las mayores fruslerías, no se había pensado en publicar uno de las monedas antiguas, que es acaso el ramo de literatura en donde más se necesitaba. Y así el presente tiene el mérito de ser original, además del de la diligencia en haber recogido, y coordinado por orden alfabético todo lo perteneciente a la ciencia Numismática, con lo cual   —98→   se ha hecho más fácil el estudio de ésta. El Autor murió a poco que se había publicado el primer tomo. Pero el Exmo. Señor Duque de Arcos, que le había protegido, y costeado la impresión, continuó su generosidad mandando imprimir igualmente a sus expensas los restantes, desde el año de 1775; beneficio a que le deben estar agradecidos todos los literatos, y muy digno de imitarse por las personas de su clase.

Desconfianzas críticas sobre algunos monumentos de antigüedad, que se suponen descubiertos en Granada. Se insertaron en el expediente seguido contra los falsificadores de aquellas antigüedades, del que se ha dado ya noticia en el artículo Bayer.

Noticias pertenecientes a la historia antigua, y moderna de la Villa de Lora del Río en Andalucía. Están impresas en el primer tomo de las Memorias literarias de la Academia de Buenas Letras de Sevilla. En esta misma leyó un Elogio fúnebre de Fernando VI y sus Reflexiones geográficas sobre algunas antigüedades inéditas de la Bética.

GUSTÁ (el Abate Don Francisco) Ex-jesuita Español. Se dice que es el Autor de la Vita di Sebastiano Giuseppe di Carvalho, é Melo, Marchese di Pombal, Conte di Oeyras, ec. Segretario di Stato e primo Ministro del Re di Portogallo D. Giuseppe I. 1781. Cuatro tomos en 8.º. Aunque no se pone en ella el lugar   —99→   de la impresión, tengo entendido que se hizo en Florencia. Esta obra se ha traducido al Francés, y ha sido recibida con mucha aceptación en todas partes, no menos por la viveza, y soltura de estilo con que está escrita, que por lo interesante de la vida del Marqués de Pombal, que fue el que echó los primeros cimientos de la extinción de los Jesuitas.

También he oído decir que ha impreso el Señor Abate Gustá un tratado intitulado De vita & scriptis Andreae Barolli. Maceratae 1775 un tomo en 8.º y algunas otras obras pequeñas.

GUTIÉRREZ CORONEL (Don Diego) Presbítero, y Comisario de las Inquisiciones de Corte, y de Cuenca. Historia del origen, y soberanía del Condado, y Reino de Castilla, y sucesión de sus Condes, hasta su erección a la Real dignidad de Reino, y de las uniones, y divisiones de los Reinos de Castilla y León, hasta la última unión en la persona del Santo Rey Don Fernando. Su Autor, etc. Madrid, en la Imprenta de Miguel Escribano, año de 1785 un tomo en 4.º.

Es muy original el nuevo sistema que propone el Señor Gutiérrez en esta historia, y puede dar muchas luces para la general de España. Prueba en ella que la Cantabria antigua no comprendía a las provincias de Vizcaya, Álava, y Guipúzcoa, como se ha creído   —100→   comúnmente, sino sólo el territorio de las Montañas alta, y baja de Burgos, y costas de las cuatro Villas de San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo, y Castrourdiales. Que en este pequeño territorio hubo siempre Príncipes hereditarios, absolutos, e independientes del resto de España, y de las naciones que en ella se establecieron. Que los Reyes de España no descienden de los Godos, sino de aquellos Príncipes, y Duques de Cantabria, de origen, y naturaleza Españoles, que conservaron su autoridad Real, sin vasallaje ni dependencia de ninguna otra potencia, así de España, como de fuera de ella. Arregla con novedad la cronología de sus Duques en tiempo de los Godos, y de sus Condes en el de la dominación de los Sarracenos; de todo lo cual deduce «que la soberanía Castellana entre todas las del mundo es y sobresale la más pura, más limpia, más legítima, y la más continuada, y permanente en la misma familia, linaje, sucesión, y verdadera descendencia de los primeros Padres Pobladores, y Señores naturales de las tierras Españolas; y por tanto, que es la más clara, acrisolada, y constantemente originada de la inspiración divina, y dimanada derechamente de la misma primitiva naturaleza, y justo repartimiento de la tierra».

Las pruebas con que el Señor Gutiérrez   —101→   establece su sistema, consisten parte en el nuevo examen que ha hecho de documentos con las varias épocas que describe, y parte en conjeturas bastante probables. Acaso los literatos de más juicio no llevarán a bien el que se haya valido de los Cronicones de Auberto, Julián, y demás, cuya ficción está ya demostrada por los críticos más sabios de España, por más que se escude, y defienda con la autoridad de Don Luis de Salazar y Castro. Pero aunque se excluyan las noticias que ha tomado de ellos para completar la cronología de los Príncipes, Duques, y Condes propietarios de Castilla, todavía queda muy probable su sistema en lo principal, con las pruebas deducidas de otros documentos auténticos que cita.

Disertación histórica, cronológica, y genealógica sobre los Jueces de Castilla Nuño Núñez Rasura, y Lain Calvo, y el verdadero tiempo, y año, motivos, circunstancias de su elección, y judicatura, su Autor, etc. En Madrid, en la misma Imprenta y año, un tomo en 8.º.

La historia de los jueces de Castilla estaba tan llena de contradicciones, fábulas, y anacronismos, que algunos críticos Españoles viendo la repugnancia e imposibilidad de acomodar los hechos pertenecientes a ella con la serie de la historia general de España, llegaron a dudar de su existencia. El Señor Gutiérrez, tomándola desde su principio, arregla   —102→   la cronología, y genealogía de los jueces de otro modo más natural; fija la época de aquel notable acaecimiento en el año de 843; e impugna el motivo que se señala comúnmente a la elección de Nuño Rasura, y Lain Calvo, señalando otro más probable.




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HUERTA (Don Vicente García de la) Oficial primero de la Biblioteca Real, e Individuo de las Academias Española, y de la Historia. Biblioteca Militar Española. Madrid, por Antonio Pérez de Soto, Impresor de los Reinos, y de las Reales Academias Española, y de la Historia. Año de 1760, en 8.º. Precede un Discurso sobre la utilidad del arte de la guerra. Luego sigue una lista, en que por orden alfabético coloca a los Autores Españoles que han escrito de fortificación, Artillería, Náutica, construcción, y demás ramos pertenecientes a la misma. Sé que el Autor la ha aumentado después mucho, y que piensa en publicarla con mayor extensión.

Obras poéticas de Don Vicente García de la Huerta... Publícalas Don Antonio de Sancha. En Madrid: año de 1778, dos tomos en 8.º de marquilla. El Señor Huerta se había granjeado bastante crédito en la poesía, y sus composiciones se leían con gusto. Algunas   —103→   se habían impreso: pero andaban sueltas, y se deseaba su colección. Esta la hizo, y la imprimió a su costa Don Antonio Sancha, juntamente con el retrato del Autor, que le costearon sus amigos. Las principales piezas mantenidas en esta colección son dos Tragedias, la Raquel, y Agamenón vengado. Endimión, poema heroico. Una Égloga Piscatoria, leída en la junta general celebrada por la Real Academia de San Fernando en 28 de agosto de 1760 para la distribución de los premios a los Discípulos de las Nobles Artes. Canto recitado en la misma Academia con igual motivo, en tres de junio de 1763. Canción, que por encargo de aquella Academia compuso el Señor Huerta, con motivo de haber remitido a ella el Príncipe N. Sr. y el Sr. Infante Don Gabriel dos diseños de Arquitectura, delineados, sombreados, y firmados de sus manos, en el mismo año. Los Bereberes, Égloga africana, a la erección de la estatua que dedicó a la memoria del Rey N. Sr. en la plaza de Orán el día 20 de enero de 1772. el Sr. Don Eugenio de Alvarado, su Comandante. La Epístola XII de Ovidio traducida en Italiano por Don Ignacio de Cinisselli, de Orden del Exmo. Señor Duque de Huéscar, y al Español por Don Ignacio Luzán, y por el Señor Huerta. Una Loa, y varios romances amatorios, con otras composiciones en diferentes especies de versos latinos y Castellanos.

  —104→  

Aunque todas las obras del Señor Huerta tienen su mérito, la Raquel como que las ha obscurecido a todas. Antes de imprimirse se habían esparcido ya muchísimas copias dentro, y fuera de España; se había representado en los teatros, y en las casas particulares; y se deseaba con ansia su impresión. Después de ésta ha continuado con el mismo aplauso, y a pesar de algunos defectos, pasa por la mejor, o a lo menos por la menos mala obra de la Nación en esta clase.

Con efecto, apenas se encontrará otra Tragedia en que se guarden las unidades con tanta exactitud. Está dividida en tres jornadas, o actos: pero ni entre estos, ni entre las escenas se encuentra interrupción alguna. La una llama a la otra, y todas ellas forman un tejido uniforme, en que sólo resaltan los caracteres, y las varias circunstancias de la acción, y de las personas. El genio de cada una de estas está sostenido hasta el fin con bastante igualdad. Raquel siempre es altiva, y presuntuosa: Alfonso buen Rey, pero enamorado: García un ricohombre lleno de patriotismo; pero invariable en su lealtad al Rey: Manrique un Ministro adulador: Rubén un Judío astuto: Alvar Fáñez un Castellano intrépido. El estilo es correspondiente a la acción, y a la grandeza de las personas que la representan.

Se le han notado a esta Tragedia dos defectos:   —105→   el uno toca al arte, y el otro a la moral. Se ha dicho, que no es verosímil que los conjurados, cuando entran a matar a Raquel, gasten conversación con ella, sobre si ha de morir, o no ha de morir.

Pero si se reflexiona bien aquel pasaje, acaso no se encontrará en él tanta inverosimilitud, como se ha querido ponderar.

Raquel, sorprendida de los sediciosos, exclama !Traidores!... Mas viéndose perdida, muda luego su altivez de tono, y continúa entre sumisa, y presumida


    ...Mas qué digo ¿Castellanos,
Nobleza de este Reino, así la diestra
armáis, con tanto oprobio de la fama,
contra mi vida?...

Alvar Fáñez, jefe de los conjurados, justifica la acción que van a ejecutar, haciendo presentes a Raquel sus excesos y delitos. Este procedimiento que en sí no tiene nada de inverosímil, lo es mucho menos, si se atiende a las costumbres de aquellos tiempos, en los que la etiqueta del honor obligaba a procedimientos tan extraños, cual era entre otros, buscar el ofendido al ofensor, y con el sombrero en la mano, y mucha cortesía, pedirle su permiso para despacharlo al otro mundo.

El otro reparo acaso no tiene mayor fundamento   —106→   que el primero. Se dice que la Tragedia de Raquel es una acción de mal ejemplo, y como está ordenada por el Señor Huerta de pésima moral. Otros no encuentran en ella, ni tal mal ejemplo, ni tal pésima moral. El punto de vista en donde se han de mirar todas las piezas Dramáticas es la catástrofe, o desenredo de la fábula. Si en ésta no queda castigado el vicio, y premiada la virtud, podrá decirse de mala moral y ejemplo. En la Raquel ésta queda muerta, con su consejero Rubén. La conjuración se forma con la mayor atención al decoro del Rey, y aun de esta suerte está continuamente reprobada por Fernando García, que es el personaje más cuerdo de todo el Drama. Los sabios consejos de éste, y su representación, sirven en algún modo de contraste a la precipitación de Alvar Fáñez y de los conjurados.


    ¿Adónde así corréis precipitados?
¿Qué furor os impele? ¿Qué imprudencia
os obliga a tan grave desacierto?
¿Así rompéis de la naturaleza
las leyes sacrosantas? ¿De españoles
se creerá acción de tanto oprobio llena?
¿Así de este lugar los privilegios
se traspasan, profanan y atropellan?...
...¿Quién os ha dicho,
oh multitud ilusa, que se pueda
—107→
ofender a Raquel, sin que de Alfonso
la autoridad y pundonor padezca?
...Y quien intenta,
que un delito castigue otro delito,
¿obra con equidad y con prudencia?
No obscurezcáis así vuestras hazañas, etc.

Si por esta parte no es de mala moral la Raquel, sólo falta que lo sea por cuanto presenta al público el mal ejemplo de un Rey enamorado, que sacrifica a su pasión todas las obligaciones. Pero del modo con que se representa, más que para inspirar el vicio, sirve para infundir el terror en las mujeres de ver el funesto fin que tiene el amor, aun estando sostenido por la autoridad de los Reyes: y en estos del grave riesgo a que exponen sus estados por la misma causa.

Aunque creo que estos dos defectos que se han notado a la Raquel, o no lo son, o no son tan grandes como se ha querido ponderar; no por eso la tengo por libre de ellos enteramente, y si mi objeto en esta Biblioteca fuera censurar las obras de que doy noticia, podría notar otros acaso más reparables, y de mayor consideración en cuanto al arte. Tal es por ejemplo el soliloquio de Alfonso en la jornada segunda, que aunque bello en cuanto al estilo, es muy trivial en cuanto al pensamiento, y además de esto inoportuno, como todos los demás, que no están animados   —108→   de la acción, y que se reducen a meras reflexiones filosóficas. Es totalmente inverosímil que Alfonso colocara sobre su trono a Raquel. Los Reyes de España nunca han sido tan absolutos, que haya estado en su mano el poner a quien han querido sobre el trono: ni la nación tan sufrida, que pudiera consentir semejante ultraje; no digo con una concubina, pero ni en un Príncipe heredero, sin la debida formalidad, y ceremonias correspondientes. ¿Qué diremos del irse el Rey a caza, y dejar a su amante expuesta al riesgo de una conjuración declarada, y peligrosa?

El Señor Huerta conoció sin duda este reparo, y quiso precaverlo con los siguientes versos:


    Y porque tengas desde luego pruebas
de la estabilidad de tu gobierno,
y cuán segura estás, aun en mi ausencia,
al placer ordinario de la caza
intento no negarme. Nuevas fuerzas
a las guardias se aumenten de palacio
a mayor prevención.

Pero por más guardias que aumente el Señor Huerta, quien acababa de ver al pueblo amotinado gritando tumultuariamente,


    Muera Raquel, para que Alfonso viva.

  —109→  

Si la amaba es totalmente inverosímil, que tuviera gana de salir a caza, y aunque la tuviera, que dejara a su amante en tan evidente peligro.

Estos, y otros defectos que pudieran referirse tiene la Raquel. ¿Pero cuántos no encontró la Academia Francesa en el famoso Cid de Pedro Corneille? y con todo eso el Cid fue por mucho tiempo la mejor Tragedia de la Francia, y aun actualmente disputa a todas las demás la preferencia.

Teatro Español, por Don Vicente García de la Huerta. En Madrid: en la imprenta Real. 1785. Diez y siete tomos en 8.º. Precede a toda la obra un prólogo, en el que hace el Señor Huerta una crítica muy severa del Dr. Signorelli, Voltaire y Linguet, por haber censurado nuestro teatro sin conocerlo, ni entender bien nuestra lengua, como lo manifiesta con varios ejemplos de sus traducciones. En despique de la libertad e impericia con que aquellos, y otros extranjeros, particularmente los Franceses, han hablado de nuestro teatro, nota en general la frialdad de sus composiciones, el decantado estudio, y observancia de las reglas, que dice ser en ellos efecto más de falta de ingenio, que del arte. Advierte en sus Tragedias más celebradas, cuales son, entre otras, la Jaira, la Fedra, y la Atalía los mismos, y mayores defectos que ellos han notado en nuestros   —110→   Dramas. Declama contra los Españoles transpirenaicos, que así llama a los inconsideradamente apasionados a los Franceses, y últimamente propone el plan de su Teatro Español.

En vista de la obra que con el mismo título publicó en Francia Mr. Du-Perron de Castera en 1749. Don Blas Antonio Nasarre, Bibliotecario Mayor que era entonces de S. M. en el prólogo que precede a las Comedias de Miguel Cervantes, reimpresas en el mismo año, dijo «que podemos asegurar sin el vicio de que es notada nuestra nación de muy amante de sí misma, y desdeñosa de las demás: que tenemos mayor número de Comedias perfectas, y según arte, que los Franceses, Italianos, y Ingleses juntos, como se puede probar, contando las unas, y las otras, siendo jueces los mismos Franceses, Italianos y Ingleses de las que tienen ellos por buenas, y dándoles nosotros unidas en volúmenes, que se imprimirán por quien hace esta Colección, las que están elegidas de Rojas, de la Hoz, de Moreto, de Solís, y de otros Poetas Cómicos, que cuando quisieron, guardaron religiosamente los preceptos del arte».

Después del Señor Nasarre, habían tenido otros el mismo pensamiento de publicar un Teatro Español, o Colección de las mejores piezas Dramáticas Españolas. Pero viendo el   —111→   Señor Huerta que nadie llegaba a ponerlo en ejecución, y continuando las equivocaciones de los extranjeros en punto a nuestro Teatro, como se vio en el Teatro Francés, empezado a publicar en el año de 1780, del que también se ha hablado en esta obra, resolvió el hacer la Colección del Español.

El Señor Huerta, más instruido que Nasarre en la Dramática, no ha tenido la fragilidad de creer como aquel Bibliotecario, que tenemos mayor número de Comedias perfectas, y según arte, que los Franceses, Italianos, y Ingleses juntos. «No debe esperar el público, dice, que se le presenten en esta Colección unas Comedias exentas enteramente de defectos. Mis diligencias, y anhelo no han bastado a hallar ninguna de aquellas muchas, que aseguró Nasarre tenía el Teatro Español: pues aunque he recorrido los Autores, que él cita, ni en Rojas, ni en la Hoz, ni en Moreto, ni en Solís he podido encontrar más que ciertas Comedias, que sin incluir defectos substanciales contra una verosimilitud racional, pecan con todo eso contra algunas de aquellas rígidas reglas de pura convención, que observan como fulminantes Cánones del consistorio del Parnaso, los que disimulan su falta de fuego e invención con el especioso pretexto de exactos, y escrupulosos. De esto se infiere, que Nasarre entendió la regularidad, que preconiza de sus ofrecidas Comedias, en   —112→   este sentido, o que prometió más de aquello que podía cumplir, no obstante la salva, y aparato de su aseveración».

Pero con todo afirma que «no quedaría su proposición tan sujeta a la nota de jactancia, si se redujese a afirmar, que se puede presentar a los extranjeros un extraordinario número de piezas Españolas, que sin embargo de algunas irregularidades, envuelven más ingenio, más invención, más gracias, y generalmente mejor poesía que todos sus teatros correctos, y arreglados».

Divide el Señor Huerta su Teatro en tres partes, en las que incluye las Comedias, y prólogos siguientes.

Parte 1.ª

Tomo I. El Prólogo general, de que hemos hablado, y la Comedia, el Castigo de la miseria, de Don Juan de la Hoz.

II. Entre bobos anda el juego, de Don Francisco de Rojas. El Hechizado por fuerza, de Don Antonio de Zamora. El Domine Lucas, de Don José de Cañizares.

III. Un bobo hace ciento, de Don Antonio Solís. El Lindo Don Diego, de Don Agustín Moreto. De los hechizos de amor, la música es el mayor, de Cañizares.

IV. El honor da entendimiento, y el más bobo sabe más, de Cañizares. El Sordo, y el Montañés, de Don Melchor Fernández de León. El Doctor Carlino, de Don Antonio Solís.

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Parte 2.ª

Tomo I. Prólogo en que se explica lo que son Comedias de Capa, y Espada, y se censura una Comedia que Mr. de Beaumarchais compuso sobre el gusto Español, intitulada el Barbero de Sevilla. No puede ser guardar una mujer, de Moreto. Donde hay agravios no hay celos, y Amo Criado, de Rojas.

II. La vida de Don Pedro Calderón de la Barca, escrita por Don Juan de Vera Tarsis y Villarroel. La Dama Duende, de Calderón. El Parecido en la Corte, de Moreto.

III. Una memoria de las Comedias de D. Pedro Calderón. Dar tiempo al tiempo, de Calderón. También hay duelo en las Damas, del mismo.

IV. El Amor al uso, de Solís. Bien vengas mal si vienes solo, de Calderón. Los empeños de un acaso, del mismo.

V. De fuera vendrá quien de casa nos echará, de Moreto. No siempre lo peor es cierto, de Calderón. Con quien vengo vengo, del mismo.

VI. Trampa adelante, de Moreto. Casa con dos puertas mala es de guardar, de Calderón. No hay burlas con el amor, del mismo.

VII. Cual es mayor perfección, de Calderón. El escondido y la tapada, del mismo. La Lección Crítica.

VIII. Mejor está que estaba, de Calderón, Primero soy yo, del mismo. La Gitanilla de Madrid, de Solís.

  —114→  

Parte 3.ª

Tomo I. Prólogo a las Comedias heroicas o Tragi-Comedias. El Secreto a voces, de Calderón. El Esclavo en grillos de oro, de Don Francisco Bances Candamo.

II. El Desdén con el desdén, de Moreto. El Alcázar del secreto, de Solís. Eco y Narciso, de Calderón.

Parte 4.ª

Entremeses. Contiene los siguientes. El Alcalde Químico. El Informe sin forma. Candil y Garabato. Don Calceta. El Poeta. La Guitarra. La Universidad de Amor. Los Apodos. El Enfermo descomido. Los Pajes golosos. Los Gurruminos. El Espejo. Juan de Aprieta. El Hambriento. Las Gurruminas. La Manta, o el Botique Girapliega. Los Médicos de la Moda. Los Alcaldes encontrados. La Fantasma. El Castigo de un celoso. La Muela. Las Conclusiones. El Doctor Soleta. Los cuatro Galanes. El Médico sordo, y el vecino gangoso. El Molinero.

Catálogo alfabético de las Comedias, Tragedias, Autos, Zarzuelas, Entremeses, y otras obras correspondientes al Teatro Español.

Tragedias de Don Vicente García de la Huerta, Suplemento al Teatro Español.

Esta obra está dedicada al Señor Don José Arizcun, quien habiendo sabido el pensamiento que tenía Don Vicente García   —115→   de la Huerta de publicar el Teatro Español, y de vindicar a nuestra nación de las invectivas de los extranjeros, y que no lo podía imprimir por falta de medios, se ofreció voluntariamente a costearla, y a este fin mandó se pusieran a su disposición todos los caudales que se necesitarán para ello, y así se ha hecho, manifestándose con esta acción el gran corazón, y patriotismo de aquel Caballero.

A poco que se había empezado a publicar el Teatro Español, salió contra él una sátira con el título de Continuación de las memorias críticas, por Cosme Damián. Al principio de ella se pone el lugar de Cervantes, que queda dicho en la pág. 89 y en su contenido se ridiculiza el empeño en que se había metido el Señor Huerta de publicar un Teatro Español, constando por confesión del mismo, que no tenemos Comedia alguna de las antiguas según reglas: y que ya que se resolvió a aquella empresa, no corrigiera a lo menos las que tuvieran menos que reformar.

Contra este papel escribió el Señor Huerta otro intitulado: Lección Crítica a los lectores de la continuación de las Memorias Críticas de Cosme Damián, por Don Vicente García de la Huerta. En él procura manifestar la inoportunidad con que está aplicado el texto de Cervantes: rebaja la autoridad de éste en materia del teatro; le nota de mordaz,   —116→   y de envidioso del mérito de Lope de Vega, y de otros Dramáticos de su tiempo, mejores que él; y declara «que no aprueba las Comedias desatinadas, esto es, aquellas en que se hallan las monstruosidades, que Cervantes censura, y reprende en el lugar mal citado de Cosme Damián, y en otros diferentes de sus obras... Que ninguno de estos groseros defectos se han defendido en su Teatro, ni aun se podrá encontrar en su prólogo la más ligera alusión a este propósito. Que por otra parte las Comedias de su Colección no tienen, ni tendrán semejantes absurdos, ni hay alguno entre los que censuran sus obras, que no tenga el pesar de creer que es incapaz de incurrir en semejantes necedades».

Contra este papel salió luego otro intitulado Tentativa de aprovechamiento crítico de la Lección Crítica de Don Vicente García de la Huerta, y después las Reflexiones Críticas de que se ha hablado en el artículo Forner.

Es lástima que hasta ahora no se haya sacado toda la utilidad que podía esperarse de este acaecimiento literario. En los escritos a que ha dado ocasión el Teatro Español se ha pasado por alto el objeto principal, y se ha gastado el tiempo inútilmente en los accesorios. Lo primero que debía examinarse para impugnar al Señor Huerta es, si éste ha cumplido bien el oficio de Colección, esto es, si las Comedias que ha incluido   —117→   en su Teatro son las mejores, o las menos malas de los Españoles. Lo segundo, si las que Don Vicente tiene por las mejores de nuestro Teatro, con todos sus defectos, son tan buenas como las mejores de los extranjeros, según él dice. Para esto era necesario ponerse en un estado de indiferencia, y no tomar partido, hasta ver el resultado del examen crítico de las piezas que se hubieran de cotejar, fijar bien los términos de la cuestión, examinar filosóficamente lo que es ingenio, y lo que es arte, y en que consiste la belleza poética principalmente; si lo que se llama ingenio en las Comedias Españolas lo es tal, o más bien desvaríos de la imaginación, apoyados por la costumbre, y por la ignorancia de los expectadores; si lo extraordinario, y maravilloso es más perfecto, que lo sencillo y natural, como si dijéramos, si un monstruo, que excita más la admiración, es más perfecto que un hombre bien formado. Si aun cuando se quiera dar la preferencia al ingenio desarreglado, las Comedias Españolas son tan ingeniosas como se supone por los más, o si consiste lo principal del enredo de su fábula en los medios inverosímiles, y repetidos de una sala a obscuras, el manto, el jardín, el retrato, y algunos otros más, que son la llave de casi todas ellas. Estos y otros puntos, que podían moverse en semejante examen, tratados con juicio, oportuna erudición,   —118→   y buen estilo, serían mucho más importantes, y útiles que las críticas vagas, y sátiras frívolas con que hasta ahora se ha entretenido al público.

Pero aun cuando se probara que Don Vicente García de la Huerta es un mal Colector, y que sus obras abundan de vicios, y defectos substanciales, no se le podrá negar que es el autor de una crítica bien fundada de Signorelli, Voltaire, y Linguet, y de una Tragedia que hasta ahora pasa por la mejor de cuantas tienen los Españoles.

La fe triunfante del amor y cetro. Tragedia, en que se ofrece a los aficionados la justa idea de una Traducción Poética, por Don Vicente García de la Huerta, entre los Fuertes de Roma Antíoro, entre los Arcades Aletofilo Deliade, etc. En Madrid, en la Oficina de Pantaleón Aznar. Año de 1784. En 8.º.

Precede una advertencia en la que se da noticia del mérito, y del aplauso con que ha sido recibida generalmente esta Tragedia, que es la Zaida de Mr. Voltaire, o Jaira, como traduce el Señor Huerta, y de las muchas traducciones que se han hecho de ella, particularmente al Castellano, en cuya lengua corren varias manuscritas, y entre ellas una de cierta Dama, de mucho mérito, y dos impresas, la una en Cádiz, por Don Juan Francisco del Postigo en el año de 1765 y la otra en Barcelona por dos veces: la primera   —119→   sin la nota del año, y la segunda en el de 1782 por Carlos Gibert y Tutó. Trata de la dificultad de traducir bien las piezas poéticas, notando algunos de los muchos vicios que en esta parte cometió Mr. Linguet en el Teatro Español que publicó en París en 1770.

El Señor Huerta no ha hecho su traducción por el original Francés, sino por la segunda traducción impresa en Barcelona, lo que es muy reparable, particularmente cuando la propone como por la justa idea de una traducción poética. Pero con todo a pesar de esta circunstancia, su traducción parece que tiene muchas ventajas sobre las otras dos, a lo menos en cuanto al estilo, como se puede en parte conocer por el cotejo del principio de la Tragedia, que en la traducción de Postigo dice así:


   FÁTIMA.
    ¿Quién había de pensar, oh Zaida bella,
que este sitio fatal y dura estrella
nuevas te suscitase inclinaciones?
¿Qué esperanza, destino, o qué blasones
tan lastimosos y funestos días
han ya mudado en tantas alegrías?
Pacífico tu pecho y sosegado
tranquilidad gustoso ha demostrado
el paso que se aumenta tu hermosura.
De tu llanto la pena y amargura
ya no ofuscan las luces de tus ojos,
—120→
que no vuelves tal vez, ni aun con enojos
a aquel clima feliz, donde valiente
nos había de llevar dichosamente
ese joven Francés: ya no hablas nada
de una tierra tan bella y cultivada,
en donde las mujeres son servidas
de un político pueblo y aplaudidas,
recibiendo en amantes corazones
a sus bellezas dignas atenciones:
donde de sus esposos compañeras
reinan en todas partes placenteras:
donde la libertad con el recato,
el juicio sin violencia, y en su trato
hallada la virtud sin los temores,
cuanto respiran son honestas flores.
Ya, pues, no suspiráis por tan amada
y dulce libertad antes deseada.
¿De un Sultán el Serrallo violento
su triste austeridad, y el sentimiento
con que el nombre de esclava a el pecho asusta,
no tiene nada odioso que os disgusta?
¿Acaso estimáis más estas riberas
que las del Sena siempre placenteras?

En la impresa en Barcelona comienza de esta suerte:


    Hermosa Zaida, extraño los afectos
que de improviso esta mansión te inspira.
¿Qué destino feliz, o qué esperanza
han cambiado los días de horror llenos,
—121→
en días agradables y tranquilos?
Con tu belleza crece tu alegría,
y las continuas lágrimas no turban
la brillantez serena de tus ojos.
Ya no los vuelves al dicho clima
que aquel Francés gallardo nos pintaba,
y a donde conducirnos esperaba:
ni haces memoria ya de los países
donde son veneradas las mujeres,
rindiéndolas los hombres cada día
el obsequio que Zaida merecía:
donde son compañeras de su esposo,
y el esposo las trata cual Señoras:
donde libres viviendo, por su gusto
contenidas, no temen sus virtudes
a la dura opresión, al miedo, al susto.
¿La libertad no excita tus deseos?
¿La rígida mansión de este Serrallo
te es agradable? ¿No te causa pena
el nombre vil de esclava? ¿Has olvidado
por Solima las márgenes del Sena?

La del Señor Huerta empieza de este modo:


    Deja que extrañe, Jaira, unos afectos
tan distintos de aquellos, que solían
notarse en tu semblante. ¿Qué esperanzas,
que motivo feliz tan tristes días,
en días tan alegres han cambiado?
Con la belleza crece tu alegría.
Ya las continuas lágrimas no turban
—122→
tus claros ojos, ni al dichoso clima,
que aquel Francés gallardo nos pintaba,
y a donde conducirnos ofrecía,
los vuelves más. No excita tus deseos
la dulce libertad, ni ya suspiras
el agradable trato, las costumbres
de un pueblo tan humano, en que dedica
todo su obsequio el hombre a las mujeres,
donde son veneradas y servidas,
y siendo compañeras de su esposo,
como a Señoras se las trata y mira:
donde libres viviendo, sólo es freno
su honor de sus acciones: no a esta indigna
prisión su virtud deben; ni el ser libres,
sus pisos tuerce, o su conducta vicia.
¿Cómo, pues, la mansión de este Serrallo
ya te es gustosa? ¡Qué! ¿No te horroriza
de esclava el nombre vil? ¿Preferir puedes
las del Cedrón del Sena a las orillas?




ArribaAbajo-I-

IGLESIA CASTRO (Don Miguel de la) Colegial en el Mayor de San Clemente de Españoles de Bolonia. Michaelis de la Iglesia Castro, almi regii Collegii Majoris S. Clementis Hispaniarum alumni, atque sacrorum Canonum in Archgymnasio Bononiensi publici Lectoris Oratio de justitia poenae capitalis, habita in eodem Archigym. die 15 Novembris 1768 in solemni studiorum instauratione. Bononiae 1770.   —123→   Typis Laelii a vulpe, Instituti Scientiarum Typographi. En 4.º mayor. Habiendo sido elegido el Autor para que dijera la oración que se acostumbra decir todos los años en aquella Universidad al principio del curso; y viendo que sus antecesores comúnmente se ocupaban con semejante motivo en asuntos muy generales, cuales son el tratar de la dignidad e importancia de la Jurisprudencia, de los medios de aprender esta facultad, etc. escogió para aquel año un asunto más circunscripto, nuevo y útil, cual fue el probar que no es injusto ni contrario a la humanidad el imponer pena de muerte a los reos de delitos muy atroces, como había afirmado el autor de la obra intitulada De i-delitti è delle pene, lo que prueba con sólidos argumentos, y con no vulgar erudición.

ISLA (el P. José Francisco de) de la extinguida Compañía. Triunfo del amor, y de la lealtad. Día grande de Navarra. En la festiva, pronta, gloriosa aclamación del Serenísimo Católico Rey Don Fernando II de Navarra y VI de Castilla. Ejecutada en la Real Imperial Corte de Pamplona, cabeza del Reino de Navarra, por su Ilustrísima Diputación, en el día 21 de agosto de 1746. Escribíala el Reverendísimo P. José Francisco de Isla, Maestro de Teología en el Colegio de la Compañía de la Imperial Pamplona; y la dedica a su Virrey, y Capitán General el Exmo. Señor Conde de Maceda, en 4.º.

En este papel se refieren con estilo jocoso   —124→   las fiestas que hizo la Ciudad de Pamplona a la proclamación de Fernando VI. La fina ironía con que se describen, hizo creer generalmente que el tal papel, más que un elogio, era una sátira de los Navarros: por cuyo motivo se quejaron algunos de ellos contra el P. Isla. Pero éste se defendió, alegando en su defensa la aprobación que había debido a la Diputación de aquel Reino; y ésta escribió a su Provincial una carta, en la cual lejos de quejarse de la ofensa que se le atribuía a aquel Padre, le hacía la mayor recomendación de su persona, y le daba la enhorabuena de que su Religión hubiese producido tan gran talento.

Pero a pesar de este testimonio, y de la carta de Don Leopoldo Jerónimo Puig, que se añadieron con otra del P. Isla a este, en la segunda impresión, todavía se cree comúnmente lo que se creyó al principio, esto es, que el Día grande de Navarra es una sátira muy fina de las mencionadas fiestas. Y si esto es así, es una prueba de la travesura de ingenio del P. Isla, que no solamente tuvo habilidad para escribirlo, sino para hacer que los mismos a quienes se satirizaba le dieran las gracias, y acordaran su impresión.

Historia del famoso Predicador Fr. Gerundio de Campazas, alias Zotes, escrita por el Licenciado Don Francisco Lobón de Salazar, Presbítero, Beneficiado de Preste en las Villas de   —125→   Aguilar, y de Villagarcía de Campos, Cura en la Parroquial de San Pedro de ésta, y Opositor a Cátedras en la Universidad de la Ciudad de Valladolid; quien la dedica al público. Tomo I con privilegio: en la Imprenta de Don Gabriel Ramírez, calle de Atocha, año de 1758. Dos tomos en 4.º de los cuales el segundo se dice que está impreso fuera de España.

Antes de empezar el extracto de esta obra el Autor del Diario extranjero publicado en París en 1760, dice lo siguiente: «El mal gusto que se introdujo en España en el reinado de Felipe IV inficionó hasta los Ministros del Evangelio, y extendió la corrupción a todas las partes de la elocuencia. Desde entonces, en lugar de aquellos Sermones que habían inmortalizado a tantos hombres verdaderamente Apostólicos, que la España había producido, no se vieron ya sino farsas pías. Los Predicadores abusando malamente de sus talentos, no se avergonzaron de representar el papel de bufones, y de convertir en un teatro la cátedra de la verdad.

»No obstante, el contagio nunca ha sido general. En todos tiempos ha habido, y actualmente hay en España excelentes Predicadores. Muchos sabios Españoles han declamado vivamente contra los profanadores de la Divina Palabra, y su celo ha sido sostenido muchas veces por las vigorosas exhortaciones de sus Prelados.

  —126→  

»El Autor de la Historia de Fr. Gerundio creyó que el único medio de reducir a los malos Predicadores a cumplir con su deber, era el ridiculizarlos. Para esto ha escogido un Predicador imaginario, en quien unió todas las necedades, y extravagancias en que incurría entonces la mayor parte de los Predicadores Españoles. Esta idea feliz le abrió un vasto campo para la ironía; y nos atrevemos a asegurar, que ha sacado de él cuanto se podía esperar de su singular talento, del que había dado ya un ensayo en la famosa relación de las fiestas de Pamplona14».

  —127→  

Luego empieza el extracto de esta obra: y concluye de este modo. «Permítasenos hacer aquí una reflexión, con la que se acabará este extracto. La gravedad que censuramos en los Españoles, y de la que ellos se jactan con razón, la tomamos nosotros muy mal por una seriedad inalterable, y muy próxima a la ridiculez. El género de gravedad que caracteriza a esta Nación, y antes que ella, a los Lacedemonios, y Romanos, no es otra cosa sino la constancia y la firmeza en las resoluciones tomadas después de un largo, y profundo examen. Es la cualidad opuesta a la inconsideración, a la ligereza, y en fin a aquella volubilidad, que en todos los pueblos del mundo es el carácter de la niñez, y que entre nuestros antiguos Galos, según la relación de César, resaltaba en todas sus acciones, aun en la edad más avanzada15».

  —128→  

Esta obra fue recibida con el mayor aplauso, como lo manifiesta el haberse vendido todos los ejemplares de ella en veinte y cuatro horas. Pero habiendo sido delatada al Santo Tribunal de la Inquisición, se prohibió de allí a poco tiempo. No obstante se cree que ha producido mucho efecto en la reforma de la oratoria sagrada, sirviendo de gran freno a los malos Predicadores el temor de incurrir en la nota, y apodo de Gerundios.

Mientras se estaba tratando de la prohibición de esta Historia, se escribieron varios papeles contra ella, particularmente uno del P. Marquina con el título de el Penitente, y otro de Don José Maymó y Ribes, traductor del Método de estudiar del Barbadiño. A uno y otro respondió el P. Isla; al primero con cuatro cartas escritas por el mismo estilo que la Historia de Fr. Gerundio, y al otro con una Apología.

Fuera de España ha sido sumamente celebrada la Historia del P. Isla. El Marqués de Caraccioli, sujeto bien conocido por su piedad, y por su literatura, en una de sus cartas escribía de esta suerte: «Me alegro que leas a Don Gerundio. Esta obra pone a la vista del lector, de la manera más delicada, todas las necedades, e ideas gigantescas de ciertos Predicadores Españoles. El Autor, hombre de mucho talento, la ha compuesto para desacreditar los malos sermones, así como   —129→   Miguel Cervantes escribió su Don Quijote para desacreditar las aventuras de la Caballería que reinaba entonces16».

Cartas de Juan de la Encina. Obra del P. José Francisco de Isla, de la extinguida Compañía de Jesús, contra un libro que escribió Don José de Carmona, Cirujano de la Ciudad de Segovia, intitulado: Método racional de curar sabañones. Segunda edición. En Madrid, en la Oficina de Pantaleón Aznar 1784 en 8.º. Es una sátira ingeniosa, y muy festiva contra aquel Cirujano latino, la cual en algunas cosas puede aplicarse muy bien a otros muchísimos de los que en España se distinguen con aquel dictado.

Reflexiones Cristianas sobre las grandes verdades de la fe, y sobre los principales misterios de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo. Madrid en la Imprenta de Don Joaquín Ibarra, año de 1785 en 8.º mayor.

Cartas familiares del P. José Francisco de Isla, escritas a su hermana Doña María Francisca de Isla y Losada, y a su cuñado   —130→   Don Nicolás de Ayala. Madrid, en la Imprenta del Consejo de Indias, 1785, y 1786 cuatro tomos en 8.º. En el segundo se habla de varios sucesos que ocurrieron con motivo de la Historia de Fr. Gerundio hasta su prohibición.

Compendio de la Historia de España, escrito en Francés por el R. P. Duchesne, Maestro de sus Altezas Reales los Señores Infantes de España. Traducido al Castellano por el R. P. José Francisco de Isla, con algunas notas críticas que pueden servir de suplemento, por el mismo Traductor, corregido, y enmendado de orden del Consejo. Madrid 1782. En la Oficina de Hilario Santos Alonso. Dos tomos en 8.º. De esta obra se han hecho varias ediciones, no siendo menos apreciable por las notas del P. Isla, que por el mérito de la traducción. «El traducir como quiera, dice el P. Isla, es sumamente fácil a cualquiera que posea medianamente dos idiomas: el traducir bien es un negocio tan arduo, como lo acredita el escasísimo número que hay de buenos Traductores, entre tanta epidemia de ellos17». El P. Isla es uno de estos pocos, como lo acreditó no solamente con esta obra, sino también con la traducción de la Vida del Gran Teodosio, escrita por el Obispo Flechier, y la del Año Cristiano del P.   —131→   Croiset. Los once primeros meses de éste los tradujo el P. Isla: pero no el de Diciembre, que está publicado, y trabajado por otra mano.

También dejó traducida al tiempo de su muerte la Historia de Gil Blas de Santillana, la que es de desear impriman sus herederos, como algunas otras obras, de las cuales aunque existen, no he podido adquirir noticia más individual.




ArribaAbajo-J-

JOVELLANOS (Señor Don Gaspar Melchor de) Caballero del Hábito de Alcántara, del Consejo de S. M. en el de Órdenes, y de las Reales Academias Española, de la Historia, y de San Fernando.

La infeliz suerte de la literatura ha llegado en algún tiempo, así en España, como en otras partes, a tener no sólo por superfluo, sino por ridículo el adorno de las bellas letras en los profesores de las que llaman facultades mayores, y mucho más en los Magistrados. Pero no creo que estamos ya en tan triste situación, y el Señor Jovellanos no deberá tener reparo, como hasta aquí, en que sepa el público que ha cultivado las musas agradables, no sin algún suceso.

Los primeros frutos de esta dulce afición   —132→   fueron varias composiciones de aquel género lírico ligero, que tanto interesa en la edad florida: y ya que, o por modestia, o por temor a las preocupaciones de su clase no ha querido jamás darlas a luz; pondremos en obsequio del público una muestra de ellas al fin de este artículo.

Posteriormente el Señor Jovellanos cultivó con más afición la elegía, por aquel género alto de que dio tan buenos ejemplos Ovidio en las Heroidas. Varias epístolas en verso dirigidas a sus amigos, prueban que este Magistrado, a imitación de Cicerón, y Plinio el Mozo, aliviaba alguna vez con el comercio de las musas las tareas de su penosa profesión. De sus progresos en este género podrá juzgar el público por una Epístola que dirigió desde el Paular al Señor Don Mariano Colón en 1779 impresa sin nombre de autor en el tomo 10 del Viaje de Don Antonio Ponz.

Ni se contentó con cultivar este género de poesía ligera. La traducción del libro primero del Paraíso perdido de Milton, hecha sobre el original Inglés, y el Pelayo, Tragedia original en cinco actos, harto conocida, aunque nunca impresa, hacen ver que quiso probar sus fuerzas en los géneros épico, y dramático.

A este último debemos referir el Delincuente honrado, Comedia mal impresa en   —133→   Barcelona, sin nota del año, y sin noticia de su autor.

Aunque esta Comedia no tuviera más mérito que ser la primera que se ha publicado en España del género tan extendido en Europa en este siglo de las que llaman lastimosas, era muy recomendable por este sólo motivo. Pero tiene además otros muy particulares; a saber, el interés de la acción, la regularidad de las escenas, la belleza del diálogo, las costumbres, etc. El objeto del Autor fue demostrar la dureza de las leyes, que sin distinción de provocados, y provocantes, castigan a los duelistas con pena capital. Para esto introdujo en la acción dos personajes de una misma profesión, pero de carácter diferente, para que haciendo recíproco contraste, realzasen más el interés de la misma acción, y ofreciendo varias situaciones, mantuvieran al espectador en una ordenada alternativa de sentimientos. A este fin da el primer lugar a un Magistrado filósofo, esto es, a un hombre ilustrado, humano y virtuoso: ilustrado para que conociera los defectos de las leyes; virtuoso para que supiera respetarlas; y humano para que compadeciera en alto grado al inocente que veía oprimido por el peso de ellas. Tal es Don Justo. Penetra todo el rigor de la legislación en cuanto a los desafíos, y la respeta. Palpa la inocencia de Don Torcuato, y le condena; pero le compadece,   —134→   representa, y clama en su favor.

Don Simón es todo lo contrario. Esclavo de las preocupaciones comunes, de poca instrucción, y de talento limitado, aprueba sin conocimiento cuanto disponen las leyes, y reprueba sin examen cuanto es contrario a ellas. Respétalas como leyes, y no como leyes buenas. Cree que los Magistrados no son justos, si no son sangrientos; y que la pena del duelo es siempre justa. Pero por otra parte intercede por un duelista, y cree que está en manos del Magistrado no obrar según las leyes. Es duro y cruel por ignorancia, blando y flexible por genio, y cuando le parece que su yerno es un ingrato, un engañador, un asesino, se le ve tomar a su cargo su defensa. Si alguna vez se le oye prorrumpir en quejas sensatas, luego su conducta, y sus razonamientos descubren su inconstancia. En fin es siempre inconsecuente y frívolo; y el autor le ha definido perfectamente en boca de Don Justo, diciendo: Este hombre tiene muy buen corazón, pero muy malos principios.

He puesto la descripción de los dos principales personajes del Delincuente Honrado, para manifestar más bien la feliz aplicación que ha hecho el Señor Jovellanos de la Poesía a la Jurisprudencia.

Esta Comedia la escribió el Señor Jovellanos en 1773, siendo Alcalde de la Cuadra   —135→   de la Real Audiencia de Sevilla; se representó varias veces en San Ildefonso, y demás Sitios Reales, aunque con algunas variaciones, contra la voluntad de su Autor. En 1777, la tradujo al Francés el Señor Abate d'Eymar, Vicario General de Marsella, antes Consejero en el Parlamento de París; y se representó en Cádiz en las dos lenguas a un mismo tiempo. Se ha puesto después en verso por tres ingenios, y representado en los teatros de Madrid. Y últimamente se sabe que se ha representado también en Londres con mucho aplauso.

La semejanza del título hizo creer a algunos, que el Delincuente Honrado podía ser tomado de alguna de las dos Comedias Francesas, intituladas L'Honnet criminel, y el Desertor. Pero un simple cotejo hace conocer que la primera no se le parece en nada más que en el título; y que aunque la acción de la segunda tiene alguna semejanza con la del Delincuente, hay tanta diferencia en lo substancial de las dos, en el plan, en el objeto de la fábula, en el enlace de las escenas, y en su desenredo, que hacen no solamente nueva, y original la Comedia del Señor Jovellanos, sino muy superior a la de Mr. Mercier.

Es sensible que una Comedia de estas circunstancias esté tan mal impresa, muy de desear que su Autor la publique como   —136→   salió de sus manos.

Oración leída en la Junta general de la Real Academia de San Fernando para la distribución de los premios concedidos por el Rey nuestro Señor a los Discípulos de las nobles artes el día 14 de julio de 1781. Es apreciable particularmente por el cuadro que presenta de la historia de las tres nobles artes, Arquitectura, Pintura, y Escultura en España. El Autor no ha perdonado trabajo alguno para completar este compendio, y después de extractar cuidadosamente cuanto han escrito acerca de la historia de nuestras artes Francisco Pacheco, Vicente Carduchi, y Don Antonio Palomino, señaló el principio, y progresos de la Pintura en España, la formación de varias célebres escuelas, y el mérito de los más valientes profesores que produjo cada una. El paralelo que se hace en ella entre Jordán, y Lope de Vega, corruptores el uno de la Poesía, y el otro de la Pintura, es muy particular; y manifiesta, que si en el reinado de Carlos III hay todavía quien aplauda el mal gusto, y la irregularidad, no faltan tampoco quienes la conozcan, y declamen contra ella.

El trabajo del Sr. Jovellanos dio materia al Inglés Cumberland, para escribir sus reflexiones sobre los Artistas Españoles, que publicó en Londres posteriormente: lo que parece muy debido prevenir al público, ya que aquel escritor   —137→   no ha tenido siquiera atención de citar la obra que le había ministrado la mayor materia de los materiales para la suya.

Discurso leído en la Real Sociedad Económica, en la junta general de 24 de diciembre de 1784, para la distribución de los premios a las Discípulas de las Escuelas Patrióticas.

Oración de la Real Sociedad Económica de Madrid al Rey nuestro Señor, con motivo del doble desposorio de los Señores Infantes de España Doña Carlota Joaquina, y de Don Gabriel Antonio, con los Señores Infantes de Portugal Don Juan, y Doña María Ana Victoria. Madrid 1785, por Don Antonio Sancha.

De estas dos Oraciones es Autor el Señor Jovellanos, menos de los versos latinos, que tienen por epígrafe.

Discurso leído en una junta particular de la Real Sociedad Económica de Madrid, sobre si las Señoras deben ser admitidas en las Sociedades Patrióticas. El distinguido mérito de la Exma. Señora Doña María Isidra Quintina Guzmán y la Cerda, movió al Exmo. Señor Marqués de Peñafiel, Director de la Real Sociedad Económica de Madrid, a proponerla en ella por Socia, y a que aquel Cuerpo Patriótico la admitiera como a tal por aclamación. Con cuyo motivo, y en atención a las particulares prendas, celo, patriotismo, y liberalidad con que la Exma. Señora Marquesa de Peñafiel había contribuido a los loables   —138→   fines de la misma Sociedad, un Individuo de ella la propuso también por Socia, y fue recibida igualmente por aclamación, nombrándose dos Diputaciones de los sujetos más condecorados que concurrieron a aquella junta, para que pasaran a dar la noticia, y presentar los títulos de Socias a sus Excelencias. En la junta general siguiente, sin tocar en los justos motivos que la Sociedad había tenido para admitir por Socias a dichas dos Señoras, se suscitó la duda si sería contra los Estatutos de aquel Real Cuerpo el abrir la puerta para admitir indistintamente a todas las demás en quienes concurrieran iguales, o semejantes prendas, mediante que desde el establecimiento de la Sociedad no se había hecho ningún otro ejemplar más que aquellos dos, no obstante que ya en otra ocasión se había empezado a tratar del mismo asunto. Para su resolución nombró la Sociedad una comisión, o junta particular, para que examinándose primero en ella, propusiera su dictamen en la general. Entre los comisionados lo fueron los Señores Don Gaspar Melchor de Jovellanos, y Don Francisco Cabarrús, los cuales creyeron que el asunto merecía tratarse con la madurez, y reflexión correspondiente a su importancia; y así presentaron sus votos por escrito en los dos Discursos impresos en el Memorial Literario de los meses de abril y mayo de este año. El Señor Jovellanos   —139→   probó en el suyo que era conveniente la admisión de las Señoras, así para el estímulo del patriotismo de los Socios, como para el fomento de ciertos ramos de industria, y de otros objetos de la Sociedad, para los cuales serían ciertamente más aptas y útiles, que los mismos Socios. El Señor Cabarrús sostuvo por el contrario, que la introducción de las mujeres en la Sociedad, era imprescindible de su destrucción, y que quien viera introducir nuevas Socias en sus asambleas, vería a estas primero inútiles, luego perjudiciales, y finalmente inútiles. Después de la publicación de estos dos Discursos, ha escrito otro Doña Josefa Amar y Borbón, Socia de mérito de la Real Sociedad Aragonesa, en el que hace una juiciosa apología de su sexo. Se ha impreso también en el Memorial Literario de agosto de este mismo año.

El Señor Jovellanos ha manifestado su exquisito gusto, y fino discernimiento en algunas otras producciones, que aunque no se han publicado, son bien conocidas en la Corte. Daré aquí noticia de algunas por su utilidad y mérito, y por si mi deseo puede servir de algún estímulo para que el Autor venza la desconfianza con que mira sus cosas, y cierto infundado temor al juicio del público, que le ha retraído hasta ahora de imprimirlas.

Discurso leído por Don Gaspar Melchor de Jovellanos en la Real Academia de la Historia   —140→   el día de su recepción. 1780. MS. Sin omitir el Autor aquellas atenciones regulares, que son el fondo principal de casi todos los discursos de entrada en semejantes cuerpos, se introduce a tratar de la necesidad de unir el estudio de la historia con el de las leyes para ser un buen jurisconsulto. Con este motivo presenta un cuadro filosófico, en que pintando con rasgos bien enérgicos las principales épocas del gobierno, y la legislación de España, va demostrando al mismo tiempo la necesidad de la historia, para conocer bien el espíritu de ésta, y las infinitas, y complicadas leyes de que constan sus códigos. Y concluye exponiendo a la Academia la falta que tenemos de una buena historia, y exhortándola a emprender este utilísimo trabajo.

«En nuestras Crónicas, dice, historias, anales, compendios, y memorias apenas se encuentra cosa que contribuya a dar una idea cabal de los tiempos que describen. Se encuentran, sí, guerras, batallas, conmociones, hambres, pestes, desolaciones, portentos, profecías, supersticiones, en fin cuanto hay de inútil, de absurdo, y de nocivo en el país de la verdad, y la mentira. ¿Pero dónde está una historia civil, que explique el origen, progresos, y alteraciones de nuestra constitución, y nuestra jerarquía política y civil, nuestra legislación, nuestras costumbres, nuestras glorias, y nuestras miserias?   —141→   ¿Y es posible que una nación que posee la más completa colección de monumentos antiguos; una nación donde la crítica ha restablecido el imperio de la verdad, y desterrado de él las fábulas más autorizadas; una nación que tiene en su seno esta Academia, llena de ingenios sabios y profundos, carezca todavía de una obra tan importante, y necesaria? Permitidme, Señores, que yo sea el órgano de los deseos públicos. Todos esperan de vosotros este beneficio tan provechoso, los que cultivan las ciencias, los que estiman su patria, los que aman la verdad; pero sobre todo aquellos a quienes su ministerio obliga al estudio de unas leyes, que no se pueden comprender sin el estudio de la historia».

Discurso pronunciado en la Academia Española por Don Gaspar Melchor de Jovellanos el día de su recepción. 1781. MS. Se prueba en él la necesidad que tienen los jurisconsultos, y particularmente los Magistrados Españoles de estudiar la lengua Castellana en sus diferentes edades, para entender bien las leyes patrias, y por incidencia se proponen algunas reflexiones para demostrar que las Partidas, no solamente son obra de Don Alonso X por cuanto se valió de algunos sabios que las coordinaran, sino que las extendió por sí mismo.

Memoria sobre el establecimiento del Monte   —142→   Pío de Hidalgos de Madrid, leída en la Real Sociedad de Madrid por Don Gaspar Melchor de Jovellanos en 12 de marzo de 1784. MS. En el tomo segundo de esta obra se ha dado ya noticia del motivo porque se suscitó en la Real Sociedad el examen, y la disputa sobre la utilidad de los Montes Píos18. El Señor Jovellanos se propuso probar en su memoria, que semejante establecimiento era inconstitucional, inútil a la misma nobleza, y perjudicial al Estado.

Para esto trata del origen de la nobleza Española. Prueba que conforme al espíritu de nuestra constitución, la nobleza era la clase a quien estaba encargada la defensa del Estado. Que este encargo no podía desempeñarlo sin ser rica, y no rica por los productos de una industria mecánica, dependiente del capricho de los consumidores, y de otras mil contingencias a que están expuestas las riquezas producidas por las artes, sino por el producto de sus tierras, de los sueldos de la Corona, y de las mercedes Reales. Que cuando la nobleza cae en la indigencia, debe confundirse naturalmente en las clases ínfimas, y vivir del trabajo, y en prueba de esto, alega oportunamente la ley del antiguo fuero de Castilla que trae la fórmula de abdicación de la hidalguía para pasar a   —143→   la clase de pecheros. De aquí deduce que un Monte Pío para socorrer a los nobles es inconstitucional, pues todos deben ser ricos por esencia de la nobleza: confiesa que se ha alterado la constitución antigua: que la defensa del Estado no está ya a cargo de la nobleza, sino al del Soberano que lo gobierna: que el cuerpo de la nobleza al tiempo que ha crecido en tamaño, ha menguado en fuerzas, y autoridad: y que han usurpado los mismos privilegios de ella otras clases creadas de nuevo. Pero aun para estos nobles, como son ahora, prueba que sería inútil el Monte que se intentaba establecer. Porque siendo los nobles pobres naturalmente opuestos al trabajo mecánico, la confianza en un establecimiento que les asegura su subsistencia, sería fomento de su ociosidad. Y concluye manifestando que aun cuando en otras partes fuera útil semejante establecimiento, no lo sería en Madrid, a donde la curiosidad, las diversiones, los pleitos, y las vanas esperanzas atraen un número increíble de nobles en perjuicio de la Corte.

Informe de Don Gaspar Melchor de Jovellanos, Juez Subdelegado del Real Protomedicato en Sevilla, al primer Protomédico Don José Amar, sobre el estado de la Sociedad Médica de aquella Ciudad, y del estudio de Medicina de su Universidad. MS. 1717. Este papel contiene la historia abreviada del origen,   —144→   progresos, y último estado de aquel cuerpo literario.

Carta al Ilmo. Señor Don Pedro Rodríguez Campomanes, remitiendo el Proyecto de Erarios Públicos, impreso en el siglo pasado. MS. 1777.

Discurso acerca de la situación, y división interior de los Hospicios, con respeto a la salubridad, leído en la Sociedad de Sevilla, año de 1778. MS.

Discurso dirigido a la Real Sociedad de Amigos del País de Asturias, sobre los medios de promover la felicidad de aquel Principado. 1781. MS.

Elogio del Señor Don Francisco de Olmeda, Marqués de los Llanos, y Regente que fue de la Real Audiencia de Sevilla, leído en la Sociedad Económica de Madrid. 1781. MS.

Discurso pronunciado al tomar la posesión del empleo de Director de la Sociedad Económica de Madrid en 18 de diciembre de 1784. MS.

Reflexiones sobre la legislación de España en cuanto al uso de las sepulturas, leída en la Academia de la Historia en 1783. MS.

Memoria leída en la Real Academia de la Historia sobre el estilo que conviene a un Diccionario geográfico. 1785. MS.

No hago aquí mención de varios informes, discursos, consultas, y representaciones hechas por el Autor en desempeño de su obligación,   —145→   y por encargos superiores, por no permitirlo la reserva con que deben tratarse estos asuntos: pero no puedo dejar de lastimarme de que nuestros Magistrados, a ejemplo de otras naciones, no se animen a publicar las memorias de sus magistraturas, defraudando al público de una porción de conocimientos tanto más apreciables, cuanto son relativos al gobierno interior del Reino puesto a su cuidado. Tampoco hablo de muchas obras que el Señor Jovellanos tiene empezadas, y otras casi concluidas, así sobre la legislación, como sobre diferentes ramos de literatura. Las que he citado las he visto todas, y poseo copias de la mayor parte de ellas.


    AL SOL.
   Padre del universo,
autor del claro día,
brillante sol, a cuyos
influjos la infinita
turba de los vivientes
el ser debe y la vida.
   Tú que rompiendo el seno
del alba cristalina,
sales sobre el Oriente
a derramar el día,
—146→
por los profundos valles,
y por las altas cimas.
   De cuyo reluciente
carro las diamantinas
y voladoras ruedas,
con rapidez no vista,
hienden el aire vago
de la región vacía.
   Enhorabuena vengas
de luces matutinas,
de rayos coronado,
y llamas nunca extintas,
a henchir las almas nuestras
de paz y de alegría.
   La tenebrosa noche
de fraudes, de perfidias,
y dolos medianera,
se ahuyenta con tu vista,
y busca en los profundos
abismos su guarida.
   El sueño perezoso,
las sombras, las mentidas
fantasmas, y los sustos,
—147→
de horrenda comitiva
se alejan de nosotros,
y en pos del claro día
el júbilo, el sosiego,
y el gozo nos visitan.
   Las horas transparentes,
de clara luz vestidas,
señalan nuestros gustos,
y miden nuestras dichas.
   O bien brillante salgas,
por las Eoas cimas,
rigiendo tus caballos
con las doradas bridas.
   O ya el luciente carro
con nuevo ardor dirijas
al Reino austral, de donde
más luz y fuego vibras.
   O en fin precipitado
sobre las cristalinas
ácidas aguas caigas,
con luz más blanda y tibia.
   Tu rostro refulgente,
tu ardor, tu luz divina
—148→
del hombre serán siempre
consuelo y alegría.

JUAN Y SANTACILIA (Exmo. Señor Don Jorge) Comendador que fue de Aliaga, en la Orden de San Juan, Capitán de la Compañía de Caballeros Guardias Marinas, Director del Real Seminario de Nobles, del Consejo de S. M. en su Real Junta de Comercio y Moneda, de la Real Sociedad de Londres, de la Real Academia de las Ciencias de Berlín, correspondiente de la de París, Consiliario de la de San Fernando, y Embajador extraordinario a la Corte de Marruecos. Observaciones astronómicas, y físicas hechas de orden de S. M. en los Reinos del Perú, por Don Jorge Juan... y Don Antonio de Ulloa, Comendador de Ocaña en la de Santiago, de la Real Sociedad de Londres, y de las Reales Academias de las Ciencias de Estocolmo, y Berlín, ambos Jefes de Escuadra de la Real Armada. De las cuales se deduce la figura, y magnitud de la tierra, y se aplica a la Navegación. Corregidas, y enmendadas por el Autor. En Madrid: en la Imprenta Real de la Gaceta, año de 1773.

En la Introducción se habla de los progresos que ha hecho la Astronomía desde los tiempos más remotos en orden al conocimiento de la verdadera magnitud, y figura de la tierra: del valor del grado terrestre, según   —149→   las medidas de Mr. Picard, hechas de orden del Rey de Francia: de las causas que movieron a desconfiar de la opinión de los antiguos, que suponían ser la tierra perfectamente esférica, a saber, de las variaciones del Péndulo advertidas por Mr. Richer en la Cayena en 1672; y la nueva teoría del universo inventada por el Caballero Newton: de la segunda disputa entre los Ingleses y Franceses, sobre si conocido ya que la tierra no era perfectamente esférica, era un esferoide alargada hacia los Polos; o por el contrario, si era más ancha por el Ecuador: de las diligencias que se hicieron por los sabios protegidos del Gobierno para la resolución de esta famosa, e importante cuestión, hasta que S. M. Cristianisma determinó que pasaran a diferentes partes de América varios sabios de su Nación con el fin de decidir esta duda.

Los sujetos nombrados para esta famosa expedición literaria fueron MM. de Maupertuis, Clairaut, el Abate la Caille, Camus, le Monnier, y el Abate Outhier, correspondiente de la Academia, a quienes se juntó con beneplácito del mismo Rey M. Celsius, célebre profesor de la Academia de Upsal: por Secretario M. de Sommereaux, y M. de Kerbelot por Dibujante. Para la Meridional fueron señalados MM. Godin, Bouguer, y de la Condamine, con M. de Jussieu para hacer observaciones Botánicas. MM. Verguin,   —150→   Desodonais, y Couplet por Ayudantes, M. de Morainville por Dibujante, M. Seniergues por Cirujano, y por Relojero M. Hugot.

Como gran parte de las observaciones se había de hacer bajo de la Equinoccial, en los Reinos del Perú pertenecientes al Rey de España, pasó el Rey Cristianísimo los oficios correspondientes a Felipe V a fin de que S. M. diese su permiso para que pudieran poner en ejecución su plan, sin ningún obstáculo; y habiéndose examinado de orden de S. M. esta solicitud en el Consejo de Indias, en vista de la consulta de éste se expidieron dos Cédulas en 14, y 20 de agosto de 1734, con todas las recomendaciones necesarias y, órdenes para el Virrey, Gobernadores, y demás Justicias, por cuyos territorios hubiesen de transitar, a fin de que les dieran todo el favor, y auxilio que necesitasen, facilitándoles los transportes a los precios corrientes, y recomendando las personas de los comisionados, según lo exigía su mérito, y la importancia de su proyecto.

No contento con esto S. M. mandó que los Directores del Cuerpo y Academia de Caballeros Guardias Marinas hiciesen elección, y propuesta de dos sujetos en quienes concurriesen las luces e instrucción necesarias para ejecutar las observaciones, y experiencias conducentes al asunto. Habiendo recaído ésta en Don Jorge Juan, y en Don Antonio de   —151→   Ulloa, se les destinó a uno, y otro para aquella comisión con el grado de Tenientes de Navío, y para evacuarla, se hicieron a la vela en 26 de mayo de 1735 en la Bahía de Cádiz.

Las observaciones se acabaron por el mes de mayo de 1744 en el cual se volvió Don Jorge Juan a Europa, y antes de llegar a España, fue a París para consultar con los Académicos, quienes entre otras honras le hicieron la de nombrarle Socio correspondiente de la Real Academia de las Ciencias.

Llegó a Madrid a principios del año de 1746, y poco después Don Antonio de Ulloa; y habiendo dado parte al Rey de su expedición literaria, se les mandó arreglar, e imprimir las observaciones Astronómicas, y la relación histórica del viaje que se acabaron de publicar en 1748, y han merecido los mayores aplausos de todos los sabios.

De las observaciones Astronómicas y Físicas se ha hecho segunda impresión en 1773 en la Imprenta Real de la Gaceta. En esta se ha añadido una breve noticia de su vida, escrita por su Secretario Don Miguel Sanz, y un papel que dejó escrito el Señor Don Jorge Juan, intitulado Estado de la Astronomía en Europa, y Juicio de los fundamentos sobre que se erigieron los sistemas del mundo, para que sirva de guía al método en que debe recibirlos la Nación sin riesgo de su opinión, y   —152→   de su religiosidad. Le movió a escribir este papel ver los escrúpulos que tenían algunos en España en abrazar el sistema Copernicano, no obstante que no hay ya nación que no lo haya adoptado, y que sin él es imposible explicar bien los fenómenos celestes, y leyes observadas de más de un siglo a esta parte, y el sistema del universo. «No hay Reino (dice) que no sea Newtoniano, y por consiguiente Copernicano; mas no por eso pretenden ofender (ni aun por imaginación) a las sagradas letras, que tanto debemos venerar. El sentido en que estas hablaron es clarísimo, y que no quisieron enseñar la Astronomía, sino darse solamente a entender en el pueblo. Hasta los mismos que sentenciaron a Galileo se reconocen hoy arrepentidos de haberlo hecho; y nada lo acredita tanto como la conducta de la misma Italia: por toda ella se enseña públicamente el sistema Copernicano, y Newtoniano: no hay Religioso que no lo dé a la prensa: los PP. Le Seur, Jacquier y Boscowich, y aun la Academia de Bolonia no aspiran a otra cosa.

»¿Puede hacer prueba más evidente de que ya no cabe en ellos ni aun la sola sospecha de herejía que fue la condenada, y que lejos de ella, abrazan el sistema como único?

»¿Será decente con esto obligar a nuestra   —153→   Nación a que, después de explicar los sistemas, y la Filosofía Newtoniana, haya de añadir a cada fenómeno que dependa del movimiento de la tierra: pero no se crea éste, que es contra las sagradas letras? ¿No será ultrajar estas el pretender que se opongan a las más delicadas demostraciones de Geometría, y de Mecánica? Podrá ningún Católico sabio entender esto sin escandalizarse? Y cuando no hubiera en el Reino luces suficientes para comprehenderlo, ¿dejaría de hacerse risible una Nación que tanta ceguedad mantiene?

»No es posible que su Soberano, lleno de amor y de sabiduría, tal consienta: es preciso que vuelva por el honor de sus vasallos; y absolutamente necesario, que se puedan explicar los sistemas, sin la precisión de haberlos de refutar: pues no habiendo duda en lo expuesto, tampoco debe haberla en permitir que la ciencia se escriba sin semejantes sujeciones».

Disertación Histórica Geográfica sobre el Meridiano de demarcación entre los dominios de España y Portugal, y los Parajes por donde pasa en la América Meridional, conforme a los tratados, y derechos de cada Estado, y a las más seguras, y modernas observaciones. Madrid, en la Imprenta de Antonio Marín, año de 1749. Trabajó de orden del Rey en compañía de Don Antonio de Ulloa esta Disertación,   —154→   cuyo extracto puede leerse en su vida.

Acreditado ya Don Jorge Juan por estas obras, se le envió a Londres para algunos fines del Real servicio, y particularmente para que se instruyera más a fondo en la construcción de Navíos, observando atentamente lo que en este ramo habían adelantado los Ingleses, y se detuvo con este motivo diez y ocho meses en aquella Corte. Restituido a España le encargó S. M. el arreglo de la construcción de los Navíos, y demás Fábricas de este género, y la dirección de los Arsenales, y sus obras. Su talento, y grande instrucción no solamente le habían puesto en estado de imponerse con facilidad en los métodos de construcción que hasta entonces se habían usado, sitio que inventó otra nueva construcción Española, mucho mejor que las que hasta entonces se conocían; la cual se mandó observar por Real Orden en todos los Departamentos.

Fue Don Jorge Juan el que más contribuyó para poner la Academia de Marina de Cádiz en el ventajoso pie sobre que está, formando proporcionados modelos de Navíos, dirigiendo la Fábrica del observatorio Astronómico, uno de los más perfectos, y bien acabados que se conocen19; y haciendo traer   —155→   de Londres los mejores instrumentos.

Además de estos trabajos, y otros importantes al Real servicio en que estuvo ocupado incesantemente toda su vida, formó en su casa una Academia de ciencias intitulada Asamblea amistosa literaria, en la que cada jueves se juntaban Don Luis Godín, Don José Infante, Don Gerardo Henay, Don José Aranda, Don Diego Porcel, Don Pedro Virgili, Don Francisco Iglesias, Don Francisco Canibel, Don José de Nájera, Don Lorenzo Roland, Don Luis de Velázquez, Marqués de Valdeflores, y Don José Carbonel, que hacía de Secretario. En ella se leían las Memorias que los individuos componían sobre cualquiera ciencia, o arte, precedida la debida aprobación de los Comisarios que se nombraban para su censura. Don Jorge Juan escribió, y leyó en ella diez sobre varios puntos de Artillería, Astronomía, Navegación, Construcción, y demás ramos de las Matemáticas. Una de ellas le dio motivo para la grande obra que inmortalizó su nombre, el Examen Marítimo.

Examen Marítimo Teórico Práctico, o tratado de Mecánica aplicado a la construcción y   —156→   manejo de los Navíos, y demás embarcaciones. Por Don Jorge Juan, Comendador de Aliaga en la Orden de San Juan, Jefe de Escuadra, Capitán de la Compañía de Guardias Marinas; de la Real Sociedad de Londres, y de la Academia Real de Berlín. En Madrid, en la Imprenta de Don Francisco Manuel de Mena. 1771. Dos tomos en 4.º.

En el año de 1757 había publicado ya el Señor Don Jorge Juan en Cádiz un Compendio de Navegación para el uso de los Caballeros Guardias Marinas, obra que ha producido las mayores utilidades para la enseñanza pública de aquel importante ramo de las Matemáticas. Pero el Examen Marítimo, era obra que pedía más meditación, más observaciones, y todas las luces de que estaba dotado aquel sabio Español.

En el Prólogo pone la historia del Arte de la Construcción, y de las obras que se han escrito sobre ella. Demuestra la falsedad de los principios que se habían adoptado hasta su tiempo en esta materia, procedidos en gran parte de no haberse comprobado con la práctica los cálculos de la teórica. Pone algunos ejemplares de los yerros nacidos de aquel origen; e insinúa las nuevas observaciones, y descubrimientos con que enriqueció el Arte de la Construcción, y de los que trata después más en particular en el resto de la obra, de la cual presenta finalmente   —157→   el extracto.

Al anunciar esta obra los Autores de las Efemérides Literarias de Roma, dicen que «iban a dar una breve noticia de una de las más sublimes obras de nuestro siglo, de un autor que honra la España, y hace que no envidie la estimación que se han adquirido otras naciones por las ciencias sólidas y profundas». Ya era bastante conocido del público por la obra que en compañía del Señor Ulloa compuso sobre las observaciones hechas en su viaje al Perú. Pero esta le lleva al colmo de sus glorias, y le coloca al par de los primeros Matemáticos del siglo; y aún nos atrevemos a pronunciar que hace comparecer a su Nación con nuevo semblante en el teatro de la literatura, matemática, física, y de las ciencias exactas.

Con efecto apenas se encontrará en el siglo XVIII una obra más original, y lo que más interesa a la humanidad, más útil, o bien se atienda a los errores corregidos, o a los nuevos descubrimientos, o a la mayor perfección que con ella se ha añadido a la importante ciencia de la Navegación. Los Franceses, e ingleses la han traducido en sus idiomas, y todos los sabios han aplaudido a su Autor como a uno de los mayores ornamentos de nuestro siglo.

En vista de esto no parecerá exagerado el elogio que aun antes de publicar el Examen   —158→   Marítimo le hizo, y remitió firmado de su mano el Conde de Stanhope en el ejemplar que le regaló de su magnífica impresión latina de los Elementos de Euclides, que dice así:

Viro amplissimo ac Domino

Domino Georgio Juan, Nobilissimi ordinis Divi Joannis Melitensis Equiti, in regia classe Hispanica Navarcho praestantissimo, &c. &c. &c.


Cujus eximiae doctrinae,
Solerti ingenio,
Summae diligentiae,
Indefesso labori,

Supra quam fari licet Orbis obstrictus est eruditus, ob sedulam quam in determinanda magnitudine figuraque telluris operam cum egregia scientia Mathematica conjunctam navare perrexit impigerrime, donec ad exitum tantae molis opere felicissimum perducto, et elegantissime verbis in Humani Generis commodum exposito, tandem apud omnes scientiarum cultores et gratus et clarus evaserit; huncce libellum in observantiae testimonium, exiguum quidem, at sincerum commendatum esse voluit, si fieri sine molestia possit,


Philippus Comes Stanhope
Anglus.

El Señor Don Benito Bails es   —159→   cribió un Elogio de Don Jorge Juan, y lo puso al principio de los Elementos de Matemáticas, y del Compendio de ellos.

En el artículo de París inserto en la Gaceta de Madrid de 28 de julio de 1786, se lee también el elogio siguiente. «Se ha publicado aquí en dos tomos en 4.º una traducción del Examen Marítimo del célebre Don Jorge Juan, uno de los más profundos geómetras y matemáticos de Europa, aun en este siglo, hecha con notas y adiciones por Mr. Leveque, Profesor real de hidrografía en Nantes en gran parte a expensas del Gobierno, habiéndola mandado emprender Mr. de Sartine, siendo Ministro de Marina, y sosteniéndola hasta su conclusión el Mariscal de Gastries, que lo es en el día. Se ha impreso con aprobación y privilegio de esta Real Academia de Ciencias, de la cual, como asimismo de las de Londres y Berlín era Individuo aquel sabio Español; en cuyos elogios, y en los debidos a este su insigne trabajo se extiende largamente (haciendo análisis de este tratado de mecánica aplicado a la construcción y maniobra de los bajeles) el autor del Jornal Enciclopédico de Bouillon de 1.º del corriente, desde la pág. 23 hasta la 44. El Almirantazgo de Inglaterra ha premiado, y distinguido por este trabajo al traductor regalándole un ejemplar de todas las obras náuticas publicadas por orden suya. Son todas estas circunstancias   —160→   otros tantos testimonios de la utilidad, y originalidad de esta obra, que tiempo hace tenían vertida en su idioma los Ingleses, y de cuyo contenido procuran por este medio aprovecharse las naciones mismas más adelantadas hoy en el cultivo de las ciencias exactas».

Murió el Exmo. Señor Don Jorge Juan en Madrid, el día 21 de junio de 1773 a los 60 años y 6 meses de su edad. Está enterrado en la Parroquia de San Martín, y en la lápida de su sepulcro pusieron sus hermanos la inscripción siguiente:


D. O. M.
EXC. D. D. GEORGIUS JUAN ET SANTACILIA
NOVELDAE APUD VALENTINOS NATUS
MELITENSIS ORDINIS EQUES
BELLICAE CLASSIS AGMINI PRAEFECTUS
NOBILIS SCHOLAE NAUTICAE COHORTIS DUX
ET REGII MATRITENSIS SEMINARII MODERATOR
DOMITO NOVAE STRUCTURAE NAVIBUS MARI
LUSTRATA LEGATIONE AD MAROCHIUM AFRICA
PERAGRATA AD TELLURIS FIGURAM ASSERENDAM AMERICA
LITERARIIS LABORIBUS EUROPA
EJUSQUE ACADEMIIS HISPANA D. FERDINANDI
GALLICA ANGLICA ET BORUSSA ILLUSTRATIS
QUAM A DEO ACCEPERAT VITAM
PIETATE OPTIMI QUE MORIBUS EXCULTAM
POST ANNOS LX DEO REDDIDIT
MATRITI XI KAL. JUL. A. D. M. DCC. LXXIII
CARISSIMO FRATRI
BERNARDUS ET MARGARITA MOERENTES
ANNUENTE ILL. D. D. JOANNE ZAPATA
MARCILIONE S. MICHAELIS DE GROS SACELLI PATRONO
CORPUS IIIC CONDI ET MONUNENTUM PONI CURARUNT.