Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

"Epigrafía cristiana de España". Nueva obra de Hübner. Epitafios de San Victoriano abad, Juan y Sergio arzobispos de Tarragona, y Justiniano obispo de Valencia

Fidel Fita Colomé (S. I.)





  —491→  

Inscriptiones Hispaniae christianae edidit Aemilius Hübner. Adiecta est tabula geographica. Berolini apud Georgium Reimerum. MDCCCLXXI. En folio menor, páginas XVI + 120.

Inscriptionum Hispaniae christianarum supplementum edidit Aemilius Hübner. Berolini, typis et impensis Georgii Reimeri. MCM. En folio menor, páginas XVI + 162.

En menos de treinta años ha crecido tanto el número de las inscripciones cristianas de España, coleccionadas y estudiadas por el Dr. Hübner, que han dado lugar á un volumen bastante   —492→   más abultado que aquel del que se llama Suplemento. A este paso acelerado si marchase la ciencia adelante, pronto veremos un tercer volumen, rico de monumentos, ahora desconocidos. Ilustrados por la documentación, que no rara vez se oculta en el fondo de las bibliotecas y archivos, las inscripciones deben resolver arduos problemas en que hoy se estrella ó zozobra la crítica de los sabios.

No bien apareció el primer volumen, que dedicó su autor á dos preclaros individuos de esta Academia1, lo hicieron objeto de examen y aplauso unánime insignes arqueólogos, no solamente de España é Italia, sino de otras naciones: el alemán Eugenio Bormann, el francés Edmundo Le Blant, el inglés Juan Wordsworth y el flamenco Tomás Bórrett. En la introducción al Supplementum se lamenta Hübner de que haya quedado inédita la obra magna, que con prolija labor y sano criterio había consagrado á la Arqueología cristiana de España nuestro inolvidable anticuario D. Aureliano Fernández Guerra2. Describe Hübner á continuación 23 sarcófagos, que labró el arte escultural de los siglos IV al VII, representando escenas bíblicas y varios emblemas de tradición oral apostólica. Hanse encontrado estos monumentos en Mérida, Talavera de la Reina, Écija, Martos, Astorga, Briviesca, Zaragoza, Toledo, Layos, Husillos, Jaén, Hellín, Valencia, Tarragona, Barcelona, Gerona, Ampurias y Játiba. Algunos ofrecen inscripciones notabilísimas, como las griegas del   —493→   Astigitano, ó de Écija, cuyo fotograbado reproduce Hübner (número 370), tomándolo del que expuse en el tomo X de nuestro BOLETÍN, pág. 279. Faltan á la reseña de Hübner el sarcófago de Denia3 y asimismo algunos de Barcelona y Gerona, doctamente ilustrados por D. Joaquín Botet y Sisó4 en la Memoria que dedicó á los Sarcófagos cristianos de Cataluña.

Tratándose de inscripciones fundamentales para sentar ó resolver problemas históricos, la crítica exige hoy, en cuanto fuere posible, una fidelidad no dudosa. Ni los mejores grabados, hechos á mano, ni el juicio, sobradas veces discrepante, de los doctos intérpretes, producirán jamás tanta fe como los calcos, ó improntas, y fotografías sacadas directamente de los monumentos originales. Con arreglo á tan segura é imprescindible norma, el Supplementum presenta fotograbados ciento treinta monumentos, ó más de la mitad de las nuevas inscripciones que contiene. Estas imágenes fotográficas, tan útiles al estudio cronológico por medio de la paleografía, dan asimismo á conocer la historia del arte en sus diferentes épocas. Así el arco de herradura que se había dado por característico de la arquitectura mahometana aparece con sus capiteles, fustes y zócalos en la inscripción 304, hallada en Mértola del Algarbe5 y fechada en 30 de Marzo del año 525.

Carácter peculiar de las inscripciones españolas es la notación de la era. Esta en Mauritania6 arranca del principio del año 40 de Jesucristo, y en España, como harto lo sabemos, del año 38 anterior á la cristiana. Cuándo y cómo empezó esta última á levantar cabeza en la España visigótica para sobreponerse á la notación oficial de los consulados que nos trajo Roma se infiere del texto de la ley de Alarico, fechada en 507: ab hoc consule qui vult   —494→   per indictionem computet vel per aeram. Lo cual supone que antes de esta ley estaba en vigor el uso de la era española, como en realidad lo ponen de manifiesto varios epígrafes cristianos de nuestra península, cuyas eras corren desde los años de Cristo 381 al 504. Otra era española, que podríamos denominar cantábrica, se descubre por nueve inscripciones romanas de aquella región y sus aledañas, partiendo del año 206 antes de Cristo, según lo razona Hübner7.

Breves consideraciones dedica nuestro Honorario ilustre á la Epigrafía numismática8; ramo especial, que no entra por lo visto en el plan de su obra. Cita, sin embargo, las fuentes, expresa los resultados geográficos y pone al lector en camino de no desperdiciar tan abundante cosecha.

Tres reyes visigodos, en quienes nadie pensaba, comparecen nombrándose en sus aureos Iaiita, Iudila y Suniefredo. ¿Dónde y cuándo reinaron? No consta aún. Cabe suponer que en las frecuentes revueltas, á las que tanto se prestaba la monarquía electiva de los visigodos, se arrogasen el cetro parcial de una región ó el total del reino. De esta suerte Gesaleico y Atanagildo alzáronse en armas durante el siglo VI contra Amalarico y Agila. Otras rebeliones, menos afortunadas, ó de menor cuenta, pero muy notables, tuvieron lugar en el siglo VII, como la de Froya contra Recesvinto, que refiere Tajón, obispo de Zaragoza9, y la de Paulo contra Wamba, que narra extensamente San Julián de Toledo10. Con justa razón excluye Hübner11 la tentativa de identificar á Suniefredo con Cuniefredo, ó mejor dicho12 Cumefrendo, comes spatariorum, que firmó las actas del concilio nacional Toledano VIII (16 Diciembre, 652). A mi vez observaré que Suniefredo se llamó13 el comes scanciarum et dux que firmó   —[495]→     —496→   las actas del nacional Toledano XIII (4 Noviembre, 683), fecha que permite conjeturar haber sido él quien recogería la herencia de Achila y Recosindo en la Tarraconense y Narbonense14, afectando el título de rey y batiendo, como Achila, moneda por breve tiempo.

Inscripción

Inscripción del año 525, hallada en Mértola (Algarbe)

[Página 495]

Conforme al título de su obra, Hübner no hace entrar en ella los epígrafes de la región de las Galias, que estuvo sometida á los monarcas visigodos. Buena falta nos hace reivindicar esta colección, que no sólo es ilustrativa, sino parte integrante de la historia de España. Por dicha, no es difícil llenar este gran vacío, si se consultan, como lo indica Hübner15, los dos volúmenes de Edmundo Le Blant16, de los cuales me serví para precisar con exactitud la serie cronológica de algunos de aquellos reyes17.

Interminable me haría si quisiera mostrar una por una las grandes ventajas del Supplementum. Dieciocho índices le dan remate, comprensivos de ambos volúmenes y dispuestos por el orden luminosísimo de referencias que se observa en el Corpus inscriptionum latinarum del orbe romano.

Hübner, tan parco en la alabanza propia como liberal en la ajena, nombra rindiéndoles tributo de cordial gratitud á los numerosos amigos que en España han coadyuvado á su afán investigador de los epígrafes cristianos. La mayor y mejor parte de tan preciado elogio recae sobre nuestra Academia, que si atiende, como es justo, al estudio de las antigüedades paganas, vela con más interés por el descubrimiento y custodia de los monumentos   —497→   donde campea la cristiana fe de nuestros mayores. Para no ir muy lejos, el Supplementum admite ya por auténtico el epitafio Matritense del presbítero Bokato (núm. 397), que se veía siglos atrás en el claustro de Santa María de la Almudena18, y es testimonio insigne de que Mageritum (Madrid), bien conocido por sus lápidas romanas19, subsistía incólume en la segunda mitad del siglo VII. Hübner, no sin recelo de equivocarse20, propone que la fecha se lea [anno dec]imo et tertio regno domnorum /chindasvindi / et recesvind]i regum era DCLXXXV[iiii], es decir, era 689, año 651. Fácil es demostrar la equivocación; porque Chindasvinto, en el año quinto de su reinado, se asoció á Recesvinto, y no llegó á contar el año XIII de su reinado. Comenzó á reinar en 10 de Mayo de 642 y falleció en 1.º de Octubre de 65321. Si se dice que el año decimo et tercio, que marcó con todas sus letras la inscripción, recae sobre Chindasvinto, prescindiendo del correinado, tampoco sale bien la imaginada cuenta. En el año 651 no corrió su año XIII, sino parte del IX y parte del X. Resulta22

I. 10 Mayo, 642. VII. 10 Mayo, 648.
II. » 643. VIII. 10 » 649.
III. 10 » 644. IX. 10 » 650.
IV. 10 » 645. X. 10 » 651.
V. 10 » 646. XI. 10 » 652
VI. 10 » 647. XII. 10 » 653.
  —498→  

El año 651 que propone Hübner, como reducible al XIII de Chindasvinto, no es aceptable. Sin embargo lo es, reducido al X y compaginado con el del correinante Recesvinto:

X de Chindasvinto = 10 Mayo, 651 - 9 Mayo, 652.
III de Recesvinto = 21 Enero, 651 -20 Enero, 652.

En la inscripción de Madrid se leia ciertamente [deci]mo et tertio. Nada impide suponer que decimo se refiere á Chindasvinto y tertio á Recesvinto. Bajo este supuesto se hallaría la fecha reducida ó incluida por dos extremos: 10 Mayo, 651, y 20 Enero, 652. Mas como la era no pudo pasar (si trocamos la segunda C en L) de DCLXXXV[IIII] ó de 689, resultaría el año 651, y uno de los días del mismo año posteriores al 9 de Mayo. Fáltanos para decidir la cuestión el epígrafe original, que ojalá se recobre.

No se resuelve Hübner á dar por usado en la época visigoda con la significación de XL, (40) el numeral Xˇ; ó X con rabillo, que aparece en las inscripciones 96, 100, 148 y 335, anteriores á la invasión musulmana. El estudio histórico de las dos primeras23 me condujo á propender por esta significación, ya corriente á principios del siglo VIII, que no dudo confirmarán nuevas lápidas visigóticas.

A nadie debe extrañar esta divergencia de opiniones. La ciencia es como la yesca en el pedernal, que necesita para inflamarse del golpe chispeante del eslabón.

El Suplemento no se ciñe á exponer las inscripciones que se han descubierto con posterioridad á la publicación del primer volumen; sino que distribuyéndose por provincias y éstas por conventos jurídicos, cada uno de éstos se parte en dos tratados: uno reseña las ilustraciones ó rectificaciones y ampliaciones sobrevenidas á las inscripciones de la misma región descritas por dicho volumen; y otro en que hallan cabida y explicación las inscripciones nuevamente descubiertas.

Entre éstas, las que merecen mayor consideración son las que   —499→   publicó el célebre comendador Juan Bautista de Rossi y describe Hübner así24:

«Inter monumenta epigraphica numero circiter CCXXXVI, quae hic aut primum omnino proponuntur aut ex umbra librorum et ephemeridum, quae paucorum in manus venire et a paucioribus legi solent, iam in publicam lucem prodeunt, locura primarium occupant carmina epigraphica duodecim, quae e schedis vetustis primus edidit Johannes Baptista de Rossi, antiquitatis christianae universae interpres clarus, quem post opera magna aut absoluta aut imperfecte relicta morte praematura his litteris ereptum lugemus. Anthologia hispana vetusta quam vocavit, saeculo octavo scripta, saeculum unum tantum alterumve ab aetate titulorum ipsorum distat quos continet. Carmina vero illa insignia saeculorum quinti et sexti ignota manserunt pleraque tam reliquarum nationum viris doctis, donec a Rossio oblivioni erepta sunt, quam Hispanis ipsis. Tam enim mature putanda sunt interiisse, ut aevo renascentium antiquitatis studiorum nullius eruditi oculos in se convertere potuissent. Quot eius generis monumenta ecclesias Hispanas olim illustraverint demonstrant cum exempla in sylloge mea ante proposita quam quae nova illis accesserunt in hoc supplemento...

»Anthologiam illam carminum veterum christianorum Hispanam, descriptam sibi e codice Parisino vetusto a Leopoldo Delisle viro clarissimo, qui archia publica Galliarum summa cum gloria regit, Rossius edidit integram25 atque de syllogis carminum christianorum omnibus egit plenissime in operis prooemio, ubi fundamenta iecit historiae studiorum epigraphicorum universae. Anthologia Hispana, servata in codice Parisino Latino n. 8093 saec VIII (v. apud Rossium prooemii caput III § XXX) continet praeter epigrammata quaedam Martini Dumiensis a Sirmondo iam edita (infra n. 379), quae redeunt in aliis anthologiis, veluti in codicis Parisini Lat. n. 2832 saec. IX, de quo Rossius   —500→   dixit alio operis sui loco (p. 262), epigrammata illa duodecim «excerpta» pluribus syllogis epigraphicis in Hispania confici coeptis fortasse antequam haec anthologia exarata est; plerique enim tituli monumentorum in eam recepti septimo et octavo saeculo antiquiores sunt». Carmina si artem spectas sane laude vix digna sunt paucis exceptis, veluti n. 361, 389, monstrantque paene eundem formularum usum, quas Italiae et reliquarum adhibere solebant vel poetae vel artifices quadratarii.»



Sobre cuatro de estas inscripciones me ha de consentir la Academia que entable discusión.


San Victoriano abad de Asan

En el mapa de la diócesis de Barbastro, que nuestra Academia hizo delinear para que sirva de ilustración al tomo XLVIII de la España Sagrada26, se ve perfectamente determinada entre los ríos Cinca y Ésera la situación del monasterio de Asan, donde falleció San Victoriano, su abad, cuyo sencillo epitafio publicado trece años há por D. Juan Bautista de Rossi y reimpreso por Hübner (núm. 390), es como se sigue:


Hic requiescit in tumulo, cui decies quina[s et duas per]27
metas regendi monacos incubuere; exemplo
Xri que fecit docuit; augmine multo
monacorum Iberiam Galliasve replebit
cellas senioresque probos s(an)c(t)itate re prefecit,
quibus ipse prefuit primus homo Victorianus abb(as),
qui cursum vite beatum octuginta ferme
—501→
in pace peregit annos, Pauli Antonique meri-
tis quoequandus in ethera, sepultus Asani
ano Atanagildi septimo regis, sabbato
Januarias pridie idus.



Descansa en este sepulcro el abad Victoriano. Cincuenta y diez años le vieron regir á los monjes. A ejemplo de Cristo, obró lo que enseñó. Llenó la Iberia y las Galias de enjambres monásticos; acrecentó las celdas y puso en los monasterios probados y santos ancianos que los gobernasen y dependían de él28 como de su progenitor ó primer hombre. Acabó el curso de su vida feliz sobre la tierra teniendo de edad casi 80 años, y su espíritu voló al cielo lleno de merecimientos, comparables á los de San Pablo ermitaño y San Antón abad. Su cuerpo fué llevado al sepulcro en Asan á 12 de Enero, día de sábado, año séptimo del rey Atanagildo.

En mi disertación sobre las indicciones griegas en lápidas visigóticas demostré29 que el año I de Atanagildo corría en 13 de Diciembre de 551. Corría, pues, el VII en el mismo día del año 557. El epitafio, marcando el día de la semana, sábado, nos manifiesta que también corría el año VII del mismo rey en 12 de Enero del año 558; y por consiguiente, el I en el propio día de 552; siendo su consecuencia que Atanagildo no contó los años de su reinado antes del 13 de Enero de 551. Esta conclusión es importantísima para la historia de la sucesión de los monarcas visigodos del siglo VI30.

Las actas de la vida del Santo no mencionan el día de la semana en que murió, pero en lo demás se ajustan exactamente á las indicaciones del epitafio31. La fecha es segura, ni hay documento   —502→   alguno que la contradiga. Cuantos autores han querido fijarla, se remiten á las Actas; y aunque estén discordes entre sí por lo tocante al año, aunque no sobre el mes y día, la equivocación que padecen se ve brotar del erróneo concepto que hacen de la duración que tuvo el reinado de Atanagildo. Así el P. La Canal32 la redujo al año 561; el P. Juan Bolandó á 56033 y nuestro inolvidable D. Vicente de la Fuente34 siguiendo á Ferreras, la retrasa hasta el año 566. La fuente caudal del error provino de no haberse hecho una edición crítica de las obras históricas de San Isidoro y de su continuador, vulgarmente llamado el Pacense, como la que ha publicado en nuestros días Teodoro Mommsen35. Un códice de la Historia Gothorum de San Isidoro consultado por Mommsen36, asigna por comienzo del reinado de Atanagildo la era 688, y otro la 689 (año 651) que es la verdadera.

En el códice Parisiense este epitafio, tan precioso como preciso, se ofrece acompañado del que trazó Venancio Fortunato, obispo de Poitiers en el mismo siglo VI, y atestigua la gloria póstuma del Santo y el concurso de los pueblos y naciones á venerar en romería su sepultura. Preséntanse en el texto del códice37 alguna que otra variante, dignas de notarse y recogerse en las futuras ediciones de tan hermosa poesía38:


Quisquis ab occasu properas huc, quisquis ab ortu,
   Munus in hoc tumulo, quod venereris, habes.
Respice dilatum coelesti dote talentum,
   Cuius semper habet pectoris arca Deum.
Relligionis apex, vitae decus, arma salutis,
—503→
    Eximius meritis Victorianus adest
Dignum opus exercens, qui fructificante labore
   Cunctis non soli39 vixit in orbe sibi.
Plurima per patriam40 monachorum examina fundens
   Floribus aeternis mellificavit apes.
Lingua potens, pietas praesens, oratio iugis,
    Sic fuit ut iam tum41 totus ad astra foret.
Plura salutiferis tribuens oracula42 rebus
    Saepe dedit signis vita beata fidem.
Bis senis rexit patrio moderamine lustris
   Rite deo placitas pastor opimus oves.
Calle sequens recto sacra per vestigia Christum43
   Nunc fruitur vultu quem44 cupiebat amor.



No es maravilla que ocultándoseles el primer epitafio varios autores hayan mal entendido ó desfigurado las capitales ideas del segundo; y en su consecuencia negado á las actas el carácter de auténticas ó fidedignas45. Convendría publicarlas, tomando por ejemplar el texto más antiguo que se conoce, que frisa en el siglo VIII y notando las variantes que se desprenden de los demás, ó de traducciones no siempre fieles. La sobria crítica del P. Bolando y del P. La Canal, deshizo ya en gran parte los cargos de que han sido objeto. Estas actas y los dos epitafios, lejos de contradecirse, en todo y por todo se avienen y mutuamente se explican.

  —504→  

Contaba San Victoriano al fallecer, casi octuagenario († 12 Enero 558), sesenta años de régimen ó gobierno monasterial en diversas regiones, España y las dos Galias, transalpina y cisalpina, que designó su epitafio con el nombre Iberiam Galliasve, y que Venancio Fortunato, italiano como él, denominó justamente patriam; es decir, región de los Godos, ú ostrogodos y visigodos, unidos en estrecho lazo bajo el cetro de Teodorico. Nació en 478, cuando acababa de fenecer el imperio de Occidente y la civilización romana se ocultaba y reverdecía bajo el amparo de las catedrales y monasterios. Rico y joven cultivó con éxito las artes liberales, tal vez en Milán; y su fama voló muy lejos, pudiendo esperar del triunfante Teodorico grandes distinciones, como las que logró Casiodoro. A los veinte años de su edad había fundado ya no pocos monasterios y hospitales, que comenzó á regir en su país nativo. No hallándose bien con tanto aplauso de las gentes, el santo joven deliberó y no tardó en resolverse á transponer los Alpes, acompañado de algunos seguidores ó profesos de su regla monástica46. Mas pronto hubo de ceder allí á los impulsos del celo apostólico que abrasaba su alma, y fundó monasterios, donde se aglomeraban pobres y plebeyos, ricos y nobles, en diversas provincias de la Galia47. De los herejes protegidos por el rey Alarico, arriano y cruel perseguidor de los obispos católicos, se esquivaba como de peste, después que los hallaba indóciles y resistentes á su palabra evangélica. Con la derrota y muerte de Alarico á manos de Clodoveo (año 507), respiró la Iglesia, y una época de tolerancia, bajo el cetro de Teodorico, rey de los ostrogodos y regente de los visigodos en nombre de su nieto Amalarico, permitió á San Victoriano dilatar en Francia el radio de sus fundaciones. Entre tanto, el usurpador Gesaleíco, rival de Amalarico, alentado por Clodoveo, daba larga mano al partido católico. Fundó en los confines de Ribagorza y Sobrarbe el monasterio   —505→   de Asan, y lo dotó espléndidamente con un magnífico templo que hizo consagrar bajo la invocación de San Martín de Turs48. Gesaleíco murió ignominiosamente en 511, á consecuencia de la derrota que padeció en un campo de batalla, distante 12 millas de Barcelona. Bajo la moderada administración de Teodorico († 30 Agosto 526) no podían menos de florecer en España los monasterios, recrecidos con la emigración de los monjes del Africa que desterraba y perseguía el tirano vándalo Trasamundo (504-520). La conversión de Segismuudo, rey de Borgoña, al catolicismo, induce á creer que en aquella parte de las Galias, así como en la Narbonense, derramó San Victoriano la buena semilla de sus fundaciones monásticas. La humildad de su ánimo, no la persecución de los príncipes, le indujo á renunciar el báculo abacial; y se vino á España, teniendo cuarenta y cuatro años de edad, para sepultar en solitaria gruta, ignorado de las gentes, su fama y su nombre. El año de su venida es ciertísimo49. Fué el 522, siendo cónsules Boecio y Símmaco.

De aquí tomaron firme argumento los PP. Bolando y La Canal para refutar la opinión que mide los sesenta años de la prelación del Santo por el tiempo que pasó en España. El P. La Canal razona de esta manera50: «Él vino á España en 522. Le hicieron abad de dicho monasterio en 53151 y murió en 561 (corr. 558). Se infiere, pues, que fué abad del Asanense treinta ó treinta y dos años. ¿Y dónde fué abad antes? No parece temeridad decir que en lugar de leer en el verso de Venancio bis senis lustris, pudiera haber escrito bis ternis lustris, y entonces saldrían los treinta años de abadía en el monasterio Asanense; pero leyendo senis52 es forzoso admitir que fué abad en Italia y en Francia,   —506→   no saliendo de otro modo los doce lustros.» Toda la argumentación del Sr. La Fuente, que arranca del vocablo patriam, usado por Venancio Fortunato (vers. 9), se viene abajo, considerando los del primer epitafio Iberiam Galliasve sinónimos de aquél ó expresivos de una misma idea.

La Peña Montañesa, que parece sostener con su cumbre el cielo53, fué la que San Victoriano escogió para su retiro. La gruta enriscada donde moró, que santificó y que ha sido vivienda hasta nuestro siglo de ermitaños contemplativos é imitadores del Santo, es natural, profunda y de alta techumbre, que debería explorarse, con el objeto de ver si encierra preciado tesoro de monumentos ibéricos y prehistóricos. Esta cueva memorable, parecida á la del monte Gargano, que á fines del siglo V la aparición del arcángel San Miguel había hecho célebre, fué dedicada al mismo arcángel por San Victoriano, con un altar que labró al efecto, y en el que ofrecía, como sacerdote que era, el sacrificio augusto54.

Poco tiempo permaneció en la cueva. Corrió la fama de su santidad y milagros de pueblo en pueblo, de provincia en provincia, y se extendió por toda España. Nobles y magnates, con infinita plebe, se postraron á los pies del santo anacoreta, rogándole que descendiese al llano, y tuviese, á ejemplo de Cristo, misericordia de las turbas; y así lo hizo. Apartándose del monasterio de Asan, que está á raíz ó en la falda meridional de la Peña Montañesa, dirigíase á la ribera del Cinca, y en Arrasate, cuya posesión le dieron, elevó un cenobio de casillas ó celdas separadas, como un ingente colmenar de abejas, según lo refieren sus actas55, y lo expresó Venancio Fortunato.

  —507→  

Hicieron gran caso de él, y se guiaban por su consejo, no solamente los próceres allegados al trono, sino los mismos reyes: Amalarico, Theudis, Agila y Atanagildo. Teudis procuró con mucho empeño que San Victoriano aceptase una mitra episcopal vacante; pero se estrelló en la humilde magnanimidad del siervo de Dios. Los consejos que de San Victoriano recibió este monarca56 se reflejan en la ley (24 Noviembre 546) que expidió en Toledo, llamándose Flavio Teudis57. Los que extrañaren tanta devoción de un rey arriano, pero más político que aferrado á su secta, deben recordar la veneración que profesaba Leovigildo al abad Nuncto, residente en Mérida58. Cedió, no obstante, San Victoriano á las instancias que le hizo Teudis, para que, toda vez que rehusaba el cayado episcopal (de Huesca?), tuviese por bien recibir, verificándose la elección canónica, el báculo abacial de aquel monasterio. Teudis comenzó á reinar en uno de los días comprendidos en el decurso de 5 Diciembre 531-21 Febrero 53259. Los pasos que dió para que San Victoriano aceptase el cargo de regir la abadía de Asan60, nos llevan hacia el promedio, y por ventura hacia el fin, de su glorioso reinado. Uno de los puntos más interesantes de la vida del santo abad es el que tocan sus Actas, hablando de Vicente, obispo de Huesca61: «Vicentio quoque ejusdem olim iustituti Antistite gloriatur Sedes Oscana.» Pero ésto merece artículo aparte.



  —508→  
Vicente obispo de Huesca y otros prelados salidos del monasterio de Asan

Duros golpes asestó D. Vicente de la Fuente á las actas biográficas de San Victoriano.

«Las iglesias de España, dice62 se disputaban sus discípulos (del santo abad); habiendo salido de los claustros de Asanio varios prelados ilustres á regentar diferentes iglesias, entre otros San Gaudioso la de Tarazona, Vicencio la de Huesca, Efrónimo la de Zamora, Aquilino la de Narbona y Tranquilino la de Tarragona. Las lecciones del Breviario de Montearagón, impropiamente llamadas actas, no son aceptables; su antigüedad no pasa del siglo VIII, si es que alcanzan á él.»

«El P. Flórez admitió buenamente á Tranquilino por Metropolitano de Tarragona, á pesar de no reconocerle como tal los catálogos antiguos de la Iglesia, ni el de D. Antonio Agustín, que, á fuer de aragonés no ignoraría lo relativo á San Victorian. Por esa cuenta habría que admitir á Efrónimo por obispo de Zamora. ¿Pero había obispado en Zamora en el siglo VI? Este grosero anacronismo indica la poca fe que merecen las tituladas actas de Montearagón.»

Hasta aquí el Sr. La Fuente; mas el clarísimo Flórez no era tan simple ó bueno, que se dejase alucinar por sutiles apariencias. No sin justa razón incluyó á Tranquilino en el catálogo de Tarragona63. Si cabe proponer, como lo propuso el ilustre autor de la España Sagrada, que Agnelo, sucesor de Sergio en la Sede metropolitana tarraconense, falleció en 26 de Junio hacia el año 556, claro está que le sobrevivió San Victoriano († 12 de Enero de 558), y que nada obsta, sino que todo concurre á demostrar la promoción de Tranquilino. Flórez sabía muy bien, y lo consigna64, que el título de obispo de Zamora proviene de la traducción castellana de las actas que hizo Aínsa en la Historia de   —509→   Huesca, libro II, cap. XXXVIII. El error del traductor se explica fácilmente con advertir que Numanciensis en lenguaje de la Edad Media, por el que era denotada la ciudad de Zamora65, se pudo confundir con Nemausensis, es decir, de Nimes; y no ignoraba que pudo callarse el nombre de Eufrónimo en el registro de los obispos de esta ciudad, como se omitió el de su antecesor Juan, conmemorado y celebrado por San Gregorio de Turs66. Para bien apreciar las actas de San Victoriano conviene ante todas cosas limpiar y fijar el texto, restituyéndolo á su pureza nativa. Tales como nos han llegado, no se les prueba el más leve error, salvo algunos deslices de amanuenses é intérpretes. Los nombres de los cinco prelados sobredichos entran perfectamente en los catálogos de sus respectivas iglesias, con arreglo al tiempo que las actas les atribuyen. Existen además dos piezas históricas de sumo interés, que no debió de conocer y no cita el Sr. La Fuente; pero que divulgó el P. Joaquín Traggia67. Son tan auténticas que no dejan nada por desear, hasta el punto de que la serie geográfica, ó descripción de lugares y territorios que encierran, fué, no há muchos años, confirmada por el descubrimiento de no pocos monumentos romanos68. Lo que las actas apuntaron con admirable brevedad69, ésto desarrollan las dos escrituras firmadas por el religioso Vicente. La primera es la renuncia que en manos de San Victoriano, el día 29 de Septiembre del año II del rey Agila (550) hizo de las posesiones ó herencia que tenía de sus padres. Era entonces diácono, mayor de edad de 25 años, y declaró que desde su niñez había sido educado en el monasterio de Asan é instruído en toda erudición escolar: ubi me dominus a pueritia mea omni eruditione nutrivit, dando así claro testimonio á la sinceridad de las actas, que refieren haber sido fundado el monasterio de Asan en los comienzos del sexto siglo reinando Gesaleico, y no haber tenido por primer abad á San Victoriano.

  —510→  

La segunda escritura se reduce al testamento que á su diácono Esteban dictó nuestro Vicente siendo obispo de Huesca; mas por desgracia faltan al instrumento, copiado en el siglo XII, los postreros renglones ó cláusula que debía marcar la fecha. También hizo testamento San Victoriano, cuya regla indudablemente era simultánea, mas no derivada de la de San Benito.




Sergio, arzobispo de Tarragona (519-554?)

El fallecimiento de San Victoriano (12 de Enero 558) en cuya vida fué elevado á la Sede tarraconense su discípulo Tranquilino, establece un seguro término ad quem, más allá del cual no llegó su antecesor Sergio. Entre éste y Tranquilino se interpone Agnelo, de quien se dice que falleció en 26 de Junio de 556. De Sergio, el antecesor fué Juan, cuyas memorias menos antiguas llegan hasta el 6 de Noviembre del año 51770. Dado que Juan muriese en 519, lo que no es improbable, queda espacio para colocar los treinta y cinco años que duró el pontificado de Sergio, y llevar su óbito al 554 de la era cristiana.

Hübner, núm. 413.


Sollers magnanimus pius ingenio cato
Hic quiescit in tumulo Sergis pontifex s(an)c(tu)s,
Qui sacri labentia restaurans culmina templi
Haud procul ab urbe construxit cenobium s(an)c(ti)s.
Pauperes patrem hunc, tutorem habuere pupilli;
Viduas71 solamen, captibis precium,
Esurien[tibu]s repperit alimentum.
Profluus in lacrimis depulit contagia carnis.
Cunctis carissimus, exuberanti gracia poll(en)s.
Parcus in abundantia, locuplex egentibus vixit
Septies denos presentis evi peragens annos.
Tri(n)a sacer, pontifex pariterque septena
Religiosae vite explevit tempore lustra.



  —511→  

Solerte, magnánimo, ingenioso, docto, aquí descansa en este sepulcro el santo pontífice Sergio. El cual restaurando las techumbres del sacro templo72, construyó no lejos de la ciudad un cenobio de religiosos santos. Tuviéronle por padre los pobres, por tutor los pupilos. Halló consuelo para las viudas, redención para los cautivos, alimento para los aquejados del hambre. Con las lágrimas de la vida penitente y austera se preservó del pestífero ardor de la concupiscencia. Parco en medio de la abundancia, de todos amadísimo, manantial exuberante de bondad, fué rico para socorrer al menesteroso. Cumplió setenta años de su carrera mortal; y en su religiosa vida, quince de órdenes sagradas, que precedieron á los treinta y cinco de su pontificado.

No han de tomarse los tres lustros, ó quince años, que en el epitafio se cuentan y precedieron á los del pontificado, por el tiempo en que Sergio estuvo ordenado de presbítero. Empezaron cuando tenía 20 años de edad. No pudo ordenarse de diácono antes de los 25, ni de sacerdote antes de los 30, según la disciplina vigente á la sazón en las iglesias de España73.

Presidió dos concilios: el de Barcelona, al que suele asignarse el año 540 y el de Lérida, reunido en 7 de Agosto de 546. Los mejores códices, donde están las actas de ambos concilios, dan, asimismo al metropolitano que los presidió el nombre Sergis, forma semigriega de Sergio. El comentario sobre el Cantar de los cantares que le dedicó San Justo, obispo de Urgel le tributa un elogio74 parecidísimo y precursor del que en el epitafio se lee. San Justo le llama «hermano de mi corazón» (germanum cordis mei), lo que induce á pensar que fueron, no sólo amigos íntimos, sino también compañeros de educación en una misma escuela, ó quizá primos hermanos ó parientes. En Valencia San Justo de Urgel predicó un sermón en alabanza de San Vicente mártir, cuyo texto75 hermosísimo falta, con tantos otros76 á la colección de Migne.



  —512→  
Justiniano obispo de Valencia (527-548?)

Hübner, núm. 409.


Pius, praeclarus doctor alacer facundus
Justinianus caelebs pontifex sacer[dos]
Noba templa construens vetustaque rest[aurans]
Ornabit festa dictis predicans in populis,
Virgines instituens monacosque guber[nans].
Scripsit plura posteris profutura [cunctis].
Hic miro maris insola[m] munimine saepsi [t],
In [q]ua maris circunflue[n]tibus undis
Silice disrupto predulcem repperit limfam.
Hic Vincentium gloriosum martirem Xpi.
Sat pio quem coluit moderamine vivens,
Hunc devotus moriens reliquid eredem.
Undecim presentis quinquennia vite
Quattor lustris visque quaternis mensibus
Conuumerandus sanctis ministrabit antistes.



Pio preclaro doctor, ágil, facundo, Justiniano célibe sacerdote y pontífice, construyendo templos de nueva planta y restaurando los antiguos, ornato dió con su palabra á las festividades y con su predicación edificó á los pueblos. Institutor de religiosas vírgenes, tuvo prelacía de monjes. Muchas obras dejó escritas, que aprovecharán á todos los siglos venideros. En cierta isla, rodeada por las aviesas olas del mar, puso admirable dique; y excavando en ella el duro peñasco, hizo surgir una fuente de agua. Éste, al morir, dejó por heredero de todos sus bienes al glorioso mártir de Cristo, Vicente, á quien mucho veneró, rigiendo piadosamente la comunidad de su monasterio. Pasó á mejor vida teniendo 55 años de edad, y de episcopado veinte años y ocho meses, debiendo contarse en el número de los santos.

Confirma este epitafio y amplía las prudentes conjeturas del sapientísimo Flórez77. Justiniano firmó el segundo entre los siete obispos que celebraron el concilio de Valencia (4 Diciembre   —513→   546), cuyos cánones II, III y IV, que tratan de defender los bienes de los obispos difuntos contra la rapacidad del fisco y de los parientes, parecen hechos adrede para poner en cobro las disposiciones testamentarias de tan insigne prelado. Su firma en dicho concilio arguye antigüedad en la posesión del cargo. Floreció Justiniano en los tiempos de Theudis, como lo notó San Isidoro78, y por esta razón no ve Flórez inconveniente en afirmar «que Justiniano empezó á ser obispo cerca del año 531, en cuya dignidad perseveraba en el año 546», á 4 de Diciembre. Sus hermanos Nebridio, obispo de Egara (Tarrasa) y San Justo de Urgel, firmaron las actas del concilio II de Toledo (17 Mayo 527). Si á esta fecha juntamos los veinte años y ocho meses que el epitafio dota, resulta el año 548, último del reinado de Theudis, y probablemente el mismo en que falleció Justiniano. Por ventura lo consagró en Toledo su metropolitano Montano en dicho año de 527; explicándose así la presencia de Nebridio y San Justo en aquella ciudad, algo después de la celebración del concilio, á cuyas sesiones no asistieron, pero cuyas actas, no sin previo examen, confirmaron. Precedióles en la firma un obispo, que, como ellos, no pertenecía á la metrópoli toledana, y se dice desterrado por la fe católica y confinado á Toledo. Los códices marcan variadamente su nombre Marrucino, Marciano, etc. Quizá fué Apringio obispo de Beja, cuya exposición del Apocalipsis combate vigorosamente el error fundamental del arrianismo.

El epitafio de Justiniano encarece sus altas prendas de orador evangélico, que pueden servir de buen comentario al cánon I del concilio de Valencia: «antiquos canones relegentes, inter caetera hoc censuimus observandum, ut sacrosancta evangelia ante munerum illationem, vel missam catechumenorum in ordine lectionum post Apostolum legantur, quatenus salutaria praecepta Domini nostri Iesu Christi vel sermonem sacerdotis non solum fideles sed etiam catechumeni ac poenitentes, sed et omnes qui e diverso sunt, audire licitum habeant, sic enim pontificum praedicatione audita, nonnullos ad fidem attractos evidenter scimus.»

  —514→  

El epígrafe sepulcral indica también el celo de la devoción que tuvo Justiniano para ensalzar á los santos y singularmente al glorioso mártir, del que nos queda el brillante panegírico predicado por San Justo en la misma ciudad. Opino que el monasterio, del que fué abad Justiniano, otro no es sino el de San Vicente de la Roqueta, extramuros de Valencia, que subsistió en poder de los mozárabes durante la época musulmana, y que D. Jaime el Conquistador adjudicó con todos sus bienes y posesiones al de San Victoriano, ó de Asan, llevado quizá de la tradición de haber salido de este monasterio los monjes que dieron principio al de Valencia79. La fuente, que halló Justiniano en la isla que fortificó, ó puso al abrigo de los embates del mar, es, á mi juicio, la de Peñíscola, descrita por Madoz en su Diccionario, tomo XII, página 492.




Juan arzobispo de Tarragona (469-519?)

Hübner, 413.


Te Joannem Tarraco coluit mirificum vatem,
Tuosque in hoc loco in pace condidit artus.
In te libra morum, in te modestia tenuit regnum,
Nitens eloquio mitissimo pollebas in corde.
Gerens curam pauperum, pietate preditus ampla.
S(an)c(tu)s namque vita, fide magnificent[i]us ipse
[Ap]paruit cunctis pergens ad premia Xpi.
Tuum nempe nomen tuamque dulcissiman mentem
Laudabunt posteri, numquam abolenda per evum.
Merita preconiis adtollunt facta per s(e)clis.
Denis equam libram [tenens r]emeantibus lustri
Rector doctorque prefuit monacis et populis,
Octies denos vita peragens feliciter annos.



A ti, ¡Oh Juan!, prelado admirable, veneró Tarragona, y á este sepulcro confió tus restos mortales, que descansan en paz. En ti reinó la moderación y la equidad, norma de la moral y regla de las costumbres. Tu brillante   —515→   palabra, tu mansedumbre dulcísima, extasiaba los corazones, y no menos los arrobaba aquella tu gran piedad, y aquella tu limosnera misericordia en favor de los desvalidos. Santo en toda tu vida, y sobre todo magnánimo en defender, conservar y propagar la católica fe, apareciste á todos los que te vieron en el trance postrero partir allá donde Cristo premia la virtud con eterna gloria. Tu nombre, tu alma dulcísima, preconizarán los siglos que han de venir y serán prolongado eco de tus obras y méritos memorables. Diez lustros sostuvo su diestra las rectas balanzas de la justicia, rigiendo y enseñando, como prelado y obispo, á los monjes y á los pueblos; y su vida felizmente alcanzó hasta la edad de 80 años.

Más de medio siglo, el célebre Osio, que presidió los concilios generales de Nicea y de Sárdica, fué obispo de Córdoba; y San Atanasio ocupó cuarenta y siete años la cátedra patriarcal de Alejandría. Como ellos, Juan se puede llamar columna, aunque en menor grado, de la universal Iglesia; y no debo alargarme en demostrarlo, porque harto lo prueban los documentos que expuso Flórez80. El epitafio le atribuye el cargo que tuvo de regir á los monjes, simultaneándolo con el de arzobispo, á la manera que medio siglo más tarde lo simultaneó el ínclito San Martin de Dumio ó de Braga. De su antecesor Ascanio no llegan las memorias más acá del año 465. Los diez lustros que el epitafio de Juan asigna á su pontificado nos guían retrocediendo del año 519 al 469. En el quinquenio intermedio (465-469) queda suficiente lugar para Emiliano, de quien podemos ya conjeturar que falleció víctima de muerte violenta en edad prematura, pues con efecto, durante los primeros años del reinado de Eurico (466-483), Pamplona, Zaragoza y Tarragona fueron estragadas por aquel soberano81. Con esta cuenta se hace probable que Ascanio fuese arzobispo y tomase parte muy activa en el concilio nacional que para extirpar los restos del Priscilianismo fué convocado (21 Junio 447) por el papa San León I. Entre Hilario, que ocupaba la Sede al comenzar el siglo V hasta el año 465, cerca del cual falleció   —516→   Ascanio, hay una gran laguna, que indudablemente llenarán sus epitafios respectivos, si se descubren, ú otros documentos algo más fidedignos que los que introducen en dicho intervalo, al problemático Paternino ó Patrumo, nombre que parece haberse tomado y desfigurado del de Patruino, metropolitano de Mérida y presidente del primer Concilio de Toledo82.

Mirificus vates se denomina el arzobispo Juan por el primer verso de su epitafio. La dicción es correctísima, y la explicó San Isidoro83. Este mismo santo doctor y su hermano San Leandro se nos dice por la inscripción 362 que fueron «ex ordine priorum vatum»84. Otra inscripción (384) refiere que los altares del templo de Cangas de Onís, donde ella se puso, fueron consagrados en el año 737 por el vate ú obispo Asterio: «Hic vate Asterio sacrata sunt altaria Christo». Esta inscripción se grabó en el año postrero del reinado de D. Pelayo y primero de su hijo Favila.

El verso 11 en el epitafio del arzobispo Juan se escribe por el códice parisiense así:

«Denis equo libram memineantibus lustris.»



Evidentemente está mal escrito; pero cualquiera que haya de ser su corrección85 se deduce del verso siguiente


«Rector doctorque prefuit monacis et populis.»



que fué á la vez abad y arzobispo durante cincuenta años. Ya he demostrado que la serie, hasta hoy conocida, de los metropolitanos de Tarragona no se opone en manera alguna á semejante estimación, antes bien, la corrobora. Añadiré que el concilio de Agde en la Narbonense (28 de Agosto 506), de conformidad con los antiguos cánones, manda86 que á nadie se dé la ordenación   —517→   episcopal ni la sacerdotal si no tuviere 30 años de edad. Teníalos ciertamente Juan en el momento de su consagración, pues falleció octogenario.

La vigilancia con que siempre atendió á mantener en su pureza y vigor la regla monástica, se significa por el cánon XI del concilio tarraconense que presidió (6 de Noviembre de 516); y el celo que le animó para la conservación de los templos se muestra igualmente por el cánon VIII del mismo concilio. Asolada ó maltrecha su catedral por las tropas de Enrico, Juan la rehizo; mas no pudo completar su obra, probablemente de arte bizantino como la de Santa Sofía de Constantinopla, porque el dar cabo á la techumbre y cúpulas (sacri culmina templi) estaba reservado á su inmediato sucesor, Sergio, quizá griego de origen, como lo fueron sus contemporáneos Paulo y Fidel, arzobispos de Mérida.

Al concilio de Tarragona asistió Héctor arzobispo de Cartagena. Al empuje comercial y avasallador del imperio de Oriente sobre el Occidente se debió que los grandes emporios de nuestra Península se viesen frecuentados desde los postreros años del siglo V por los súbditos de la nueva Roma, ó de Bizancio. Como no pocos griegos, clérigos y seglares venían inficionados de los errores condenados por el concilio de Calcedonia, quiso el arzobispo Juan viajar á Roma y abocarse con San Hormisdas para pedirle una regla de fe por la que fuesen probados los del clero griego, que en España se introducían, antes de ser admitidos á la comunión católica. Mas la avanzada edad del prelado tarraconense, que por su epitafio conocemos, no le permitió llegar á la ciudad del Tíber, sino que habiendo arribado á las costas de Italia y cayendo por ventura enfermo, despachó un mensaje (nitens eloquio) que llevó á Roma su diácono Casiano. Lo demás es sabido.

Lo que acabo de advertir tiene aplicación á un problema histórico que atormentó el agudo ingenio de Flórez87 ó interesa muchísimo al episcopologio tarraconense. En la serie que trazó D. Antonio Agustín propuso á Jorge como intermedio de los estados antiguo y moderno de aquella santa Iglesia. Dice haber   —518→   leído inscripción de cierto altar arruinado, la cual expresa el pontificado de Jorge en esta forma:

Stephanus Alexandrinus in honore Dei et omnium sanctorum die VIII id(us) April(es) an(no) tertio ordinationis eius cum suis sub pontificatu Georgii ep(iscop)i. Sigillum hic esto.

«No hay expresión, dice Flórez, de era española ó año cristiano, por lo que no consta el tiempo; pero altar de la santa iglesia de Tarragona, debe entenderse de pontificado propio de aquella iglesia. Este convendría á Jorge cuando Esteban Alejandrino erigió aquel altar en el año tercero después de ser ordenado de presbítero. Es muy creíble que Jorge perteneció al estado antiguo más que al moderno, después de Vera, al principio del siglo VIII; y el expresado arzobispo lo entendió así cuando puso esta memoria antes del estado moderno.»

Propendo á creer que se trata de Jorge, patriarca de Alejandría, católico y sucesor de San Juan el limosnero en la Sede de San Marcos y San Atanasio. En 616, apoderándose los persas del Egipto pusieron en la precisión de ausentarse y morir en el destierro á San Juan el limosnero, en cuyo lugar hasta 630 entró Jorge; por manera que la ordenación de Estéfano, bien fuese de obispo ó bien de sacerdote, no acaeció sino durante aquel tiempo, y, de consiguiente, la inscripción no es posterior al año 634. Precisando más el tiempo, claro se ve que el remate de la inscripción, leído por D. Antonio Agustin Sigillum hic esto, no puede admitirse, sino reformarse por la siguiente leyenda, ú otra semejante: s(an)c(tis)simi indic(tione) sexta; lo que nos lleva al año 619 y al 6 de Abril. Cabalmente en este mismo año compareció en Sevilla un obispo siríaco, que se había evadido de la persecución de los persas y para cuya conversión y adoctrinamiento San Isidoro redactó el larguísimo cánon XIII del segundo concilio hispalense (13 de Noviembre 619). La emigración del clero oriental á nuestra España por efecto de la persecución de las persas, adoradores del fuego, halla su comprobante en la progenie del infausto conde D. Julián, explicada por D. Eduardo Saavedra88. La caída del Reino de D. Rodrigo y lo rápido de la   —519→   invasión musulmana no puede bien explicarse, si no se tiene en cuenta el amalgama de gentes extrañas al elemento godo-romano que nos trajo el Oriente, atormentado por el orgullo de la razón y el choque de antiguas rivalidades.

El argumento que hace Flórez sobre que un altar erigido en la catedral de Tarragona é indicado por la inscripción de quien lo costeó se refiere (si habla de un prelado) al de la misma catedral, no es concluyente. El sacerdote que á sus expensas lo hizo construir era natural de Alejandría y pudo ser ordenado por su propio patriarca ú obispo.

No reseña Hübner esta inscripción ni la siguiente, que también se halla en la catedral de Tarragona89.

Hic requiescit vir sanctissimus Cyprianus, primae Sedis tarraconensis90 episcopus, depositus in hunc tumulum VIII k(a)l(end)as Maias, in pace.

Cipriano tuvo representación en los concilios Toledanos XIII (4 Noviembre 683), XIV (20 Noviembre 684) y XV (11 Mayo 688). Su fallecimiento, en 24 de Abril, ha de ponerse en uno de los años 689, 690, 691 y 692; porque en 2 de Mayo de 693 su inmediato sucesor, Vera, firmó las actas del Toledano XVI, y el tiempo transcurrido para su elección y consagración, contado desde el fallecimiento de Cipriano († 24 Abril), excedió seguramente el plazo de ocho días. Para cortar la cuestión nada se infiere del concilio Zaragozano III (l.º Noviembre 691), pues carece de suscripciones en todos los códices que á mano tenemos para leer sus actas. Tal vez en el epitafio de Cipriano se descubrirán rastros de la era, omitida por los copiantes; y de todos modos, importa se publique el fotograbado, para lo cual mucho espero de la cooperación que al efecto prestarán á esta Real Academia sus correspondientes en Tarragona. Igual operación ha menester el insigne   —520→   epitafio episcopal (siglo VI?) de Valencia, reseñado por Hübner con el núm. 384, el) cuyo fragmento d leo «q(uatuo)r ann(is)», adjudicándolo al remate del renglón tercero.

Para terminar, observo que han de añadirse al Supplementum de Hübner otros cinco epígrafes de la edad visigótica:

1.º El del anillo de oro, hallado en la isla de Ibiza, once años há, y que salió á luz en el tomo XVIII del BOLETÍN, pág. 287.

2.º Los 18 dísticos del epitafio de Antonina, sacados del códice Samuélico, escrito en el siglo IX y archivado en la catedral de León. Los publiqué en la revista madrileña La Ciudad de Dios91, citando los textos de San Braulio de Zaragoza92 y de San Julián de Toledo93, que ilustran esta bellísima composición del noble Wistremiro94, viudo de Antonina, de la que dice su epitafio (versos 9 y 10):


«Te claram genitor illustris, nomine Iustus
       Nobilis et genitrix Veresuinda dedit.»



3.º El que compuso Quirico, obispo de Barcelona (años... 656-672) y mandó poner en la iglesia de Santa María del Mar, junto al sepulcro de Santa Eulalia, virgen y mártir barcelonesa95. Está en verso trocaico y empieza así: «Fulget hic honor sepulcri Martyris Eulaliae.» Esta inscripción se relaciona íntimamente con la 519 de Hübner, lápida monumental insigne, que refiere la traslación del cuerpo de la Santa á la catedral por el obispo Frodoino el día 21 de Octubre en la segunda mitad del siglo IX96. Ahora se halla en el Museo arqueologico provincial con el número 864.

  —521→  

Manos bárbaras durante la revolución del año 1868 arrancaron esta lápida de la cripta, donde reposa, el cuerpo de la santa patrona de Barcelona. El actual obispo, Dr. D. José Morgades y Gili, abriga el propósito, según me dijo, de rogar á nuestra Academia y á la de San Fernando interpongan su valía acerca del Ministerio de Fomento para obtener la devolución de tan preciosa piedra al sitio que le cupo por espacio de mil años junto á las venerandas reliquias y urna sepulcral de la santa mártir. El perjuicio que de tan equitativa restitución se habría de seguir al Museo no es grande, pues fácilmente se puede reparar con un vaciado en yeso ú otra compensación que se crea justa.

4.º Está señalado con el número 1.400 en el Museo episcopal de Vich97: «Lápida de mármol ocupada toda, por el monograma de Cristo en relieve. Mide 0,13 x 0,11 m. Procede de Carmona.»

5.º Epitafio poético del siglo V ó VI, que dedicó Cesaria á su esposo Carudo. Fué descubierto en Llafranch, de la provincia de Gerona, y publicado por nuestro correspondiente en Barcelona, D. José Pella y Forgas98.

La segunda parte del Supplementum que expone los monumentos epigráficos de la España cristiana, posteriores al siglo VIII y anteriores al XII es, aún más que la primera, fecunda de enseñanzas históricas99. ¿Qué mucho que en tan rica y abundante mies, cogida en tan vasto campo, algunas espigas se puedan echar de menos? Tales son:

1.ª Lápida conmemorativa de la restauración y consagración de la iglesia de San Martín de Ampurias en el siglo X100.

2.ª Lápida conmemorativa de la edificación de la iglesia de San Pedro de Clará, cerca de Mataró, en el siglo IX101.

3.ª Sepulcro primitivo del conde de Barcelona D. Ramón Berenguer I, legislador de los Usajes († 27 Mayo 1076). Cuando se   —522→   labró en 1535 la urna, que hoy guarda en la catedral de Barcelona los restos mortales de aquel Conde, se deshechó la antigua, que ha servido de pila á la fuente fronteriza de la casa parroquial en la villa de Alella, entre Mongat y Masnou102. La inscripción, que algunos achacan al conde Ramón Borrell, decía:


Marchio Raimundus, nulli probitate secundus,
Quem lapis iste tegit, agarenos Marte subegit,
Ad cuius nutum semper soluere tributum.
Huic requies detur, moriturus quisque precetur.



4.ª Fragmento del epitafio de Almodis († 16 Octubre 1071), esposa del conde D. Ramón Berenguer I103:


Felix Almodis que splenduit orbis in hodis
Hac moriendo die transivit ad atria vite.



5.ª Dió cuenta de ella Villanueva104: «Inscripción gótica del siglo X, que se halla en una ermita de nuestra Señora, intitulada del Camí, en la heredad de casa Torres, parroquia de San Esteban de la Garriga, no lejos de Granollers. Por fortuna he conservado un dibujo exacto de la piedra con todas sus roturas y cifras, el cual me regaló un monge de Monserrat. Su lectura reducida á nuestra letra común, dice así: Hic requiescit bonae memoriae Chixiloni (ó Chixloni) Deo dicata, filia Wifredi comitis. Dimittat ei Deus. Amen. Quae obiit VIII kals. martii era D.CCCC.XLV. anno VIII regnante Leudovico Rege

La vi en el mismo lugar y he pedido calco de ella, que no he conseguido. El año VIII[I] (nono) de Luis Ultramarino comienza en 30 de Junio de 944; y así sale bien la cuenta de la era cristiana según el cómputo Pisano, ó de Dionisi o el Exiguo.

  —523→  

6.ª Lápida sepulcral que fué partida en 18 fragmentos, y se halló sobre el cuerpo de San Ildefonso, de cuyo letrero «Patris Aldefonsi Episcopi Toletani...» da testimonio Gil de Zamora105. ¿Siglo IX? Sospecho lo hizo grabar el rey Alfonso III.

7.ª Epitafio primitivo de San Alvito, obispo de León († 3 Septiembre 1062). Lo descubrió D. Ricardo Velázquez Bosco en la catedral de esta ciudad; á raíz del hallazgo, en 1866, estudié y publiqué la inscripción, dando sobre ella informe á la Comisión de Monumentos106.


Alvitus tumulo presul tumulatur in isto
    Annuit huic Christus ponticale decus.
Dicite Christicole: celestis rex, sibi parce
    Et requiem vite da [sibi perpetue. Obiit]
Era m(il)l(esim)a C. et quoto III non(as) Sebt(embres).



8.ª Epitafio de Bermudo II († 5 Septiembre 999) en el panteón de los reyes de León107.

H(ic) r(equiescit) Veremund(us) Ordonii. Iste in fine vite sue dignam Deo penitentiam obtulit et in pace quievit, era MXXXVII.

Esta inscripción se relaciona con la de Vairáon, señalada por Hübner bajo el núm. 135:

In n(omin)e d(omi)ni perfectum est templum hunc per Marispalla d(e)o vota / sub die XIII k(alendas) Ap(riles) er(a) DXXIII regnante serenissimo Veremundo rex.

La fecha, 20 de Marzo 485, tropieza con dos dificultades gravísimas. No se ha conocido, si no es por este monumento, ningún Bermudo rey suevo; ni el dictado de serenísimo aplicado á nuestros monarcas se encuentra hasta fines del siglo VII108. Sospecho que la inscripción es del siglo VIII, y que la era debe ser

  —524→  

D[CCC]XXVII, año 789, en que vivía D. Bermudo I; el cual, según lo nota la crónica de Alfonso III, reinó tres años y designó por sucesor suyo á D. Alfonso II en dicha era109. Conviene pedir y obtener el calco y la fotografía de tan interesante lápida, que quizá permanece en el ex monasterio de monjas benedictinas de San Salvador de Vairáon110, y no logró Hübner.

9.ª-19.ª Epitafios de otros reyes, reinas y príncipes de León que fueron transcritos á continuación del precedente111, y son anteriores al siglo XII.

20.ª Arqueta de marfil, guarnecida de oro, que se guarda junto al cuerpo de San Isidoro, con esta inscripción112:


Arcula sanctorum micat hec sub honore duorum
Baptiste sancti Iohannis sive Pelagii,
Ceu rex Fernandus Reginaque Sancia fieri iussit
Era millena septena seu nonagena.



Otras muchas puedo añadir y no enumero en gracia de la brevedad. Lo dicho basta para dar alguna muestra de los relevantes servicios que el Supplementum ha prestado á la Historia con los monumentos que abarca y los que están destinados á su prosecución en el siglo próximo.







Madrid, 30 de Noviembre de 1900.



 
Indice