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ArribaAbajoCapítulo VIII

Enseñanzas del Estado


Ya tenemos datos suficientes para juzgar las enseñanzas dadas por el Estado.

¿Qué juicio merecen?


ArribaAbajo§ I
Bases establecidas


El derecho y la obligación de educar, y por tanto de enseñar, residen primordialmente en la familia.

Pero, no pudiendo los padres dar la enseñanza en la mayor parte de los casos por ignorancia o por falta de medios y recursos, el Estado -que no puede vivir compuesto de ignorantes- tiene derecho a enseñar, y también obligación de hacerlo, con carácter supletorio, transitorio e interino.

Hay muchas razones para ello. Es obligación nacional abolir a toda costa la esclavitud de la ignorancia, y es necesario generalizar y hacer descender hasta las masas populares los principios de las artes y las ciencias, porque importa mucho que sea ilustrada la opinión, pues el Gobierno encarna en ella.

Al efecto, es indispensable una perfecta UNIDAD de plan y de propósitos, que no cabe en las estrechas miras y circunscriptos intereses de los particulares; por lo cual resulta que sólo el Estado puede imprimir unidad a la enseñanza.

De donde resulta como obligada consecuencia que al Estado compete la dirección de la Instrucción pública.

Además, los servicios no reproductivos, pero necesarios, no pueden realizarse sin los recursos oficiales; y los de la Instrucción pública se hallan en tal caso, pues únicamente a las fuerzas combinadas de los Poderes públicos es dado infundir en la enseñanza un gran fin nacional.

Amparan, pues, al niño dos deberes de distinta índole. En   —394→   los padres y la familia reside la obligación primordial de educarlo, en cuanto el hijo es un ser individual; y en el Estado reside igual obligación en cuanto el niño forma parte de la colectividad y debe concurrir a la realización de todo fin nacional.

De donde resulta que a los particulares corresponde todo lo individual, y al Estado todo lo nacional y supletorio.

Pero de que el Gobierno dirija no se deduce que el Gobierno enseñe, como no es admisible que el arquitecto levante tabiques porque esté a su cargo la dirección del edificio, ni que el coronel haga centinela porque le compete el mando del regimiento.

El Gobierno, pues, debe limitarse a dirigir, abandonando la enseñanza a los particulares; pero, ya que enseñe, ha de sujetar sus enseñanzas a las exigencias de la ciencia de la Educación, deducidas del estudio de la naturaleza psíquica del niño.

Un plan completo de educación debe proponerse tres objetos:

Desarrollar el cuerpo.

Desarrollar la inteligencia.

FORMAR EL CORAZÓN.

Un hombre no es hombre siendo solamente atleta: no lo es siendo sólo sabio. Tampoco lo es siendo atleta y sabio. Hombre completo es el ente moral, aun cuando no sea un GARCÍA DE PAREDES en lo robusto, ni un LEONARDO DA VINCI en lo inteligente.

No. La educación no se propone formar atletas ni sabios, sino BUENOS pero, si logra el triple desarrollo del cuerpo, de la mente y del corazón, entonces ha obtenido cuanto cabe apetecer.




ArribaAbajo§ II
Cómo son los planes del Gobierno


¿Cumplen los planos vigentes con su objeto?

En las enseñanzas civiles, NO.

¿Cabe desconfiar de tal aserto?

NO.

Los principios sentados se fundan en el estudio psicológico de la economía física, moral e intelectual del hombre, y las conclusiones sacadas no dejan lugar a dudas, por estar aquilatadas en la experiencia, en una dilatadísima experiencia. El edificio   —395→   levantado estriba sobre fundamentos de granito, y extendemos nuestros pasos sobre afianzado, firme y seguro pavimento.

¿Es vituperable el Gobierno?

Sí; porque no trata de enmendar sus errores con arreglo a esas bases fijas. Ni aun piensa en ello. Indudablemente lo hace mal, muy mal; y, sin embargo, en este querido país de los viceversas, alabanzas y muy sinceras merece, porque todo cuanto hay, si no de bueno, de mediano, respecto a Instrucción pública en nuestro país, AL GOBIERNO SE DEBE. Del centro ha partido la mejora; y, lo que es más, la intención. La intención ha querido siempre acertar, y eso la exculpa. Recuérdese lo que eran las escuelas y los colegios al terminar el primer cuarto de este siglo XIX, y nadie dudará de lo efectivo y real del adelanto y creciente progreso relativo; por más que deje mucho que desear comparado con lo que debe ser y es posible conseguir.

En honor de la verdad, a los particulares se han debido, y se deben constantemente, valiosas iniciativas; pero, por desgracia, sus efectos no han sido permanentes. Lo permanente aquí ha sido siempre lo establecido por la acción oficial, a veces influida de un modo decisivo y duradero por la opinión de particulares y corporaciones docentes de carácter privado129.

  —396→  

En general,

¿Cómo ejerce el Estado sus funciones?

De cuantos modos cabe imaginar. Sin unidad ninguna.

  —397→  

Bastante bien en los Institutos militares. Bastante mal en los de la Segunda enseñanza.

Desgraciadamente, nunca ha pasado por la enseñanza nacional, no digamos un genio (que la cosa no es para tanto), pero ni siquiera uno de esos hombres de gran capacidad y resueltas energías, libres de preocupación e inspirados por el espíritu de su siglo; uno de esos innovadores de carácter y clarividencia,   —398→   que en favorables circunstancias cambian la faz de las cosas, y les imprimen rumbos de radical reforma.

Acaso han aparecido en el ramo hombres de talento, pero con grillos de rutinas en los pies, temibles reformistas del statu quo; porque, conocedores de que lo antiguo es insostenible, y de que hay verdad en lo nuevo, sustituyen el error de lo existente con otro error que no puede existir. TICHO-BRAHE, así, inventa su sistema híbrido, por no defender la teoría geocéntrica de PTOLOMEO, ni adherirse a la doctrina heliocéntrica de COPÉRNICO. ¡¡Oh miedo al progreso civilizador, qué monstruosidades engendras!! De los demás interventores en la enseñanza nacional, no hay que hablar una palabra: medianías charoladas por el estudio, y, a veces, sin charolar siquiera, han resultado curanderos que a cada grano han aplicado un parche, sin caer en la cuenta de ser imprescindible regenerar la sangre del paciente.

Non ragionar di lor, ma guarda e passa.

Pero al asunto. ¿Cómo ejerce el Estado su gestión?

Ya está dicho. De cuantos modos cabe imaginar.

El Estado dirige la instrucción que cree necesaria en el Cuerpo administrativo de la Armada por medio de programas; pero ni enseña ni educa. Llama a oposiciones a los aspirantes, y de entre éstos son desde luego admitidos en el Cuerpo los que mejor responden al cuestionario oficial. Lo mismo pasa con los aspirantes al Cuerpo de geodestas y de Estadística del Instituto Geográfico. Lo mismo en el Cuerpo de Telégrafos. Lo mismo en el de Aduanas. Lo mismo con los aspirantes a la carrera diplomática. Lo mismo con los auditores y los médicos militares.

En el curso de Estudios superiores de la Marina, el Estado enseña solamente; pero no ejerce dirección ninguna por medio, de previos programas, ni sujeta a los oficiales alumnos a ningún plan disciplinario.

En el Cuerpo general de la Armada ya es otra cosa. Por medio de programas de admisión dirige fuera del Cuerpo la enseñanza de los aspirantes a guardia-marinas. Admitidos ya en la Escuela naval flotante mediante oposición, el Estado les inculca en el barco el resto de las enseñanzas necesarias a los   —399→   guardia-marinas, y al mismo tiempo les da educación militar y marinera, para hacerlos hombres de guerra y de mar. Aquí el Estado dirige, enseña y educa. Lo análogo pasa en las Escuelas militares de Toledo, Valladolid, Segovia, Guadalajara y Ávila. Los Institutos militares son, pues, los que mejor responden al triple objeto de la educación: desarrollo físico, intelectual y moral.

Pero de ellos no cabe tratar en esta obra, destinada a la educación civil.

Pasemos a examinarla,

Por de pronto no hay nada, absolutamente nada, que tienda a la formación de los sentimientos. El corazón del niño no es objeto de los planes del Gobierno. El niño va a clase, donde no se le habla ni de los buenos modales, ni de la cortesía, ni de la santidad de la fe jurada, ni de la familia, ni de la patria, ni del honor. Oye las lecciones si le excitan la atención, y a la calle en seguida.

¡No hay plan ninguno educativo!

¡Falta capital, estupenda, enorme! Pero no hay que hablar de esto, porque el Gobierno no lo declara de su incumbencia. El Ministerio de Fomento suprimió los internados en los Institutos de Segunda enseñanza, y los profesores les conservan rencor... Si hay algo de carácter educativo en la enseñanza civil, se ha refugiado en los colegios de carácter no oficial. Por eso los prefieren las familias. Por eso las madres rehuyen enviar sus hijos a los Institutos. Razón de más para que el Gobierno abandone la enseñanza a los particulares, pues lo hacen mejor que él. Si el Gobierno no educa, ¿qué critica cabe explanar sobre lo que no hace? Echarlo de menos, y se acabó.

El Estado se limita en sus planes de Segunda enseñanza a la instrucción. Pero no la dirige fuera de sus establecimientos. Y, habiendo concedido a los profesores plena libertad de textos, tampoco la dirige en los Institutos.

Y he aquí, pues, una variante, no enumerada todavía. El Gobierno en la Segunda enseñanza ni educa, ni enseña, ni dirige, pues abdica en sus profesores. ¡Qué error!

Pero ¿enseñan sus profesores? ¡Ah!

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¿Lo que enseñan es sectorial en el sentido del esquema presentado a la página 88? -No.

¿Aguardan a la edad en que aparecen las facultades para que los niños empiecen las asignaturas con potencias que las dominen? -No.

¿En lo que se enseña se empieza siempre sistemáticamente por lo fenomenal y nunca por lo teórico? -No.

¿Se cuida de que los niños estén agrupados por inteligencias? -No.

¿Son discontinuos los estudios? -Sí.

Pues ya el sistema está juzgado. No extrañemos la ruindad del éxito.

Pero entremos en pormenores130.

  —401→  

Entremos en pormenores, porque así se verá más fácilmente que con tanta aberración gubernativa es imposible el advenimiento del progreso. No trataré de la organización universitaria, porque el plan de esta obra no lo consiente; pero descenderé a muchas particularidades respecto de la enseñanza primaria y de la secundaria, para que todos formen cabal idea del enorme conjunto de resistencias contra el cual tiene que estrellarse cualquier conato de reforma.

¿Qué esperanzas cabe alimentar cuando a la malquerencia   —402→   de los Ayuntamientos está encomendado el pago de los maestros, y a la incompetencia de personas legas la inspección de todo lo docente? ¿Cómo ha de ser obligatoria la enseñanza, si el Presupuesto nunca tiene fondos para la obligación más sagrada del País?

Sí. Entremos en pormenores, que en ellos se ve clarísimamente el cómo lo que ES resulta lo contrario de lo que DEBE SER.


¿Dónde empieza la razón
y concluye la locura?





  —403→  

ArribaAbajoCapítulo IX

Instrucción primaria



ArribaAbajo§ I
Legislación sobre Instrucción pública


Se divide en tres clases.

La primera, referente a la instrucción que se conoce con el nombre de primaria;

La segunda, respectiva a la Segunda enseñanza;

Y la tercera a la universitaria.




ArribaAbajo§ II
Juicio general de la legislación referente a la Instrucción primaria


La legislación referente a la Instrucción primaria es una mezcla rara de anhelos de mejora, de timidez pasmosa en el legislador, de sana doctrina, de contradicciones, de medios inadecuados a los fines, de vaguedad, de abdicación del poder gubernativo, de impertinencias y hasta de tonteras.




ArribaAbajo§ III
Sistema gubernativo


El ministro de Fomento es el primer jefe de la Instrucción primaria. Sigue luego un director de Instrucción pública y un cuerpo consultivo, llamado Consejo de Instrucción pública. Este es el gobierno supremo.

Sigue luego en cada distrito universitario el Rector, con un cuerpo consultivo compuesto de los Decanos de las Facultades y los Directores de las Escuelas profesionales y los Institutos...

En cada provincia hay una Junta provincial, compuesta (según el Decreto-ley de 19 de Marzo de 1875) del gobernador civil;   —404→   un eclesiástico delegado del diocesano; un individuo de la Comisión provincial y otro del Ayuntamiento; el juez de primera instancia; el director de la Escuela Normal; el inspector de Primera enseñanza; el rector de la Universidad, donde la hubiere; el director del Instituto, y tres padres de familia, nombrados por el Gobierno a propuesta en terna del gobernador131.

En cada pueblo hay una Junta local, compuesta (según el mismo Decreto-ley) del alcalde, de un regidor, del cura párroco y de tres padres de familia, que podrán ser más en los pueblos que pasen de 10.000 almas.

Las atribuciones de estas dos clases de Comisiones son vigilar, proponer y cuidar de que no se distraigan los fondos.

Las provinciales, además, han de propagar la instrucción y hacer ejecutar las leyes.




ArribaAbajo§ IV
Defecto capital de este sistema


Ya está aquí de manifiesto el defecto capital de la legislación vigente, defecto tan magno que parece mentira se haya escapado a los gobernantes y, sobre todo, a la crítica pedagógica.

Los gobernadores y alcaldes, diputados provinciales, regidores, jueces de primera instancia, párrocos y personas ilustradas de estas Comisiones, serán muy buenos para gobernar provincias, municipios, iglesias y casas particulares; pero no tienen obligación de saber, Y ES LO MÁS PROBABLE QUE NO SEPAN, nada sobre educación. La Instrucción pública, por un absurdo gubernamental inconcebible, está encargada a LEGOS, a PERSONAS INCOMPETENTES.

Y, como si no fuese decisivo este defecto, capital en todas épocas, se encuentra a más agravado por una circunstancia de actualidad. Esos miembros de las Comisiones provinciales y   —405→   locales, hombres de respeto casi siempre, y de cierta edad por tanto, estudiaron según los aforismos de tiempos pasados y son, EN GENERAL, una encarnación y engendro de las viejas preocupaciones, rancias prácticas y estúpidas rutinas de los miopes maestros de aquella época (laudatores temporis acti). Por un segundo absurdo, pues, tan incomprensible como el primero, se encomienda el PROGRESO a la RUTINA.

Es cosa que aturde el pensar cómo a los hombres que frecuentemente han visto de alcaldes en los pueblos a un herrador, a un zapatero, en fin, a un hombre muy honrado, muy apreciable, muy capaz seguramente de tener limpias las calles y alumbrados los sitios sospechosos, pero tan iliterato que, a veces, no sabe leer, y siempre ignorante en todo lo respectivo a educación, no les ha ocurrido nunca que poner de jefes a esas incompetencias era lo mismo que decir a los maestros: «Sigan ustedes COMO QUIERAN», y a la Nación: «No esperes nada de tus jefes inmediatos».

Quienes sepan que sin jefes buenos y competentes nada se logra, ningún resultado cuaja, porque la cabeza es el todo, no podrá menos de ver con dolor que, mientras en cada población las Comisiones sean como hasta aquí, lo único que podrá obtenerse será una colección de ridiculeces resultantes de la colisión del SUFICIENTE maestro Con los IGNORANTES comisionados, que suelen confundir participios con adjetivos, y que, si recuerdan los nombres de las figuras de dicción y de sintaxis, llaman a todo pleonasmo, hipérbaton, etc., con la propiedad con que los hombres hablamos de los adornos femeniles132.

Y como estos comisionados se sienten incompetentes, y como que cuando entran en las escuelas se consideran como gallinas en corral ajeno, lo que SUELE suceder es que rara vez aportan por ellas: (y hacen bien, pues no van más que a echarlas a perder).

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Que hay, por EXCEPCIÓN, Comisiones locales dignísimas, no es argumento en contra una golondrina no hace verano




ArribaAbajo§ V
Otro defecto tan importante como el anterior


El defecto capital acabado de exponer lleva del brazo a otro de tanto bulto, y como si dijéramos a otro que tal. Los Ayuntamientos no son, como se ha visto, los jefes de las escuelas; pero son los que les dan... (esto no está bien dicho), pero son los que les escatiman los fondos. Su influencia hasta ahora se ha manifestado colosal, y ellos han sido la rémora del progreso y del fomento de todo lo docente.

Si no existen más escuelas y si no están mejor las que hay, es porque los Ayuntamientos se han opuesto y se oponen a suministrar los fondos necesarios, y seguirán oponiéndose mientras no se los imposibilite terminantemente para la oposición. ¡Pues qué! ¿es más una escuela, donde nunca podrá mangonear un cacique, que un jardinzuelo, el adorno de una fuente, el empedrado de una calle, la colocación de una f arola? La historia de la Instrucción pública primaria puede resumirse en estos términos: «Lucha del alcalde y el maestro».




ArribaAbajo§ VI
Timidez de la legislación


Y, como si ya todo esto no fuese demasiado, la legislación ha sido siempre y continúa siendo modelo portentoso de timidez. No parece sino que cuando se redactó no había en el Diccionario más que ciertos verbos de buen deseo: «Las Comisiones procurarán, aconsejarán sobre, tratarán de, exhortarán a, promoverán, se apresurarán a, constarán en actas las amonestaciones prudenciales hechas a..., se solicitará por cuantos medios dicte la prudencia que...» ¡Gran Dios! ¡Qué es esto! ¿Qué modo de MANDAR es éste? ¿Hemos vuelto al año 12, en cuya Constitución se decía que era obligación política de los españoles el ser justos y benéficos? ¿O es que el Gobierno presintió, sin darse de ello cuenta, que a semejantes Comisiones, cuyos miembros ilustrados (?) y celosos habían de ser elegidos por autoridades   —407→   tan incompetentes para el caso como los gobernadores y los Ayuntamientos, no se les podía investir de poder efectivo ni de autoridad alguna? Pero, en tal caso, ¿a qué se ponía en la legislación una colección de exhortaciones propias del MISIONERO, más bien que del gobernante? Y, sobre todo, ¿por qué tantas?133

Pero esta timidez, este contemplar las resistencias, esta consideración con lo pasado, aparece en la legislación aun en aquellas circunstancias en que daba pasos de cuya aprobación tenía que estar segura. En el Reglamento de las Escuelas Normales, que con aplauso vio la luz pública, decía que se suprimieran, si las circunstancias lo exigiesen, algunas de las asignaturas cuyo estudio se mandaba.

Como éste podrían citarse más ejemplos.




ArribaAbajo§ VII
Abdicación del Gobierno: abdica de cuatro modos a cual más inconcebible


Sin embargo, la timidez tiene su disculpa. Lo que no puede tenerla es la ABDICACIÓN hecha por el Gobierno mismo de la DIRECCIÓN de la enseñanza. Este es un hecho de ceguedad, al cual sólo puede hallarse compañero en la ocurrencia de nombrar LEGOS para jefes de la instrucción.

Esta abdicación inconcebible se ha hecho de cuatro modos:

1.º Señalando con una vaguedad candidísima, por no darle otra calificación, las materias de la enseñanza.

2.º Que es corolario del anterior no publicando programas oficiales bien determinados.

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3.º Admitiendo para textos los libros que mejor han parecido, y no libros ad hoc134.

4.º Dejando los exámenes al arbitrio de los maestros.


Las materias de la Primera enseñanza están divididas por el Gobierno en dos grados:

Elemental,

Superior135.

El elemental abraza: principios de Religión y moral, -Lectura, -Escritura, -principios de Aritmética, -elementos de Gramática, -breves nociones de Agricultura...

El superior contiene: elementos de Geometría, -Dibujo lineal, -Agrimensura, -rudimentos de Historia y Geografía, -nociones de Física e Historia natural acomodadas a las necesidades más comunes de la vida136.

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Risa causa el leer una frase tan aérea y etérea, rarefacta e incondensable como nociones de Ciencias naturales acomodadas a las necesidades más comunes de la vida. Es seguro que, si a cien personas se les pide que designen taxativamente y una por una esas nociones, no se encuentran dos respuestas coincidentes. ¿Pues y los elementos de Historia y Geografía? ¿De Historia universal, europea, Historia de América, antigua, moderna? ¿De sucesos o dinastías, o bien de hechos encadenados? ¿La Geografía ha de concretarse a España? ¿Ha de ser del mapamundi? ¿Ha de ser la astronómica?... Parece que un plan por este estilo sólo puede salir de las manos más incompetentes, cargo que no haré de ninguna manera.

¿Y qué resulta de esta vaguedad? Que todos los libros que traten someramente de Geografía o Historia, o principios de Moral, o de Física e Historia natural, etc., pueden entrar en un cuadro tan flexible, elástico y acomodaticio. Y véase cómo, por no haber dicho el Gobierno, en programas bien definidos, por ejemplo: Yo QUIERO que los niños aprendan a designar en el mapa dónde está Madrid, Cádiz, Estepona, Marbella, Játiva, Lugo, Lisboa, Londres, Nueva York, Islandia, Australia, etc., nadie escribe libros de Geografía conforme a lo que el Gobierno QUIERA, sino que el Gobierno tiene que atenerse a enseñar LO QUE el escritor de Geografía QUIERE, y COMO QUIERE. Lo mismo sucede con la Historia y las nociones de Ciencias naturales aplicadas a las necesidades más comunes de la vida; de modo que, en vez de depender del Gobierno la enseñanza, y el método sobre todo, depende el Gobierno de los maestros o compiladores de libros de instrucción. Así la colección de éstos, hijo cada uno de diferente padre, es un todo inconexo, a veces contradictorio, y muchas limitado, incompleto, mezquino y hasta erróneo (!!!). Unos usan esta nomenclatura, otros aquélla: aquí las cosas se consideran desde un punto de vista, allí desde otro diametralmente opuesto: en esta escuela, el maestro sigue tal práctica, en la otra se detesta y execra: tal   —410→   maestro profesa la rutina; su vecino es hombre de miras más elevadas... ¡Qué anarquía! ¡El caos docente!

El cuarto punto es el más funesto quizá. Los exámenes se han dejado completamente al arbitrio de los maestros. Y, como que los rutinarios no formarán sus programas conforme a los principios de la ciencia; y como los indolentes desearán trabajar poco; y como los profesores, en virtud de diploma y no por la gracia de Dios, harán que el programa se conforme con el estado de adelanto de los discípulos, en vez de que el estado de los alumnos se conforme con un programa racional; y como los exámenes se verifican ante las Comisiones locales compuestas de sordos por su mayor parte (como el diputado de cierta comedia bastante aplaudida)... resulta que no viene a enseñarse a los niños ni siquiera lo que los escritores quieren o consideran bastante, sino que de esto es la quinta-esencia lo que llega a la niñez, es decir, lo que se acomoda a los conocimientos del maestro, o a su poco celo, o a los resultados que ha obtenido.

¿Quién deja al arbitrio del profesor la prueba de su enseñanza? ¿Y esto el primer año y el segundo y el otro, sin interrupción? ¿Y esto cuando se publica una ley particular, y también cuando se trata de la general, y cuando se habla del establecimiento de las escuelas comunes, y cuando se piensa en las normales, y siempre, siempre, siempre en toda la Colección legislativa? ¡El Gobierno entrega la piedra de toque en manos del monedero! y luego se admira de que haya curios falsos!!137

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Y no es esto todo. Los examinadores pueden hacer, y han hecho, y con toda probabilidad seguirán haciendo, preguntas impertinentes. O sandías138.




ArribaAbajo§ VIII
Candidez de algunos artículos


Y hay por fin artículos cándidos! candidísimos!

(Pág. 20, art. 52.) «Las Comisiones locales vigilarán los métodos adoptados por los maestros, los auxiliarán con sus consejos...» ¿Y quién es un alcalde, quiénes son para tanto los vecinos celosos o hasta instruidos? ¿O es que está probado que en cuanto nombran a una persona miembro de la Comisión local adquiere ipso facto ciencia infusa y sabe por adivinación los procedimientos del arte de enseñar?

En el art. 88, pág. 24, se dice, que de los exámenes comunicará la Comisión local a la provincial el juicio que hubiere formado!! ¿De qué peso puede ser el juicio de los legos, de los ciegos? ¿De qué las visitas de que habla el art. 38, pág. 34?

Unas corporaciones que ninguna jurisdicción tienen sobre los Ayuntamientos139 ¿cómo podrán contribuir a que los maestros sean puntualmente pagados, ni qué protección podrán dispensarles cuando se los moleste, artículos 46 y 47, pág. 39? Esto recuerda la fábula del camello y la pulga:

Gracias, señor elefante.

¿Para qué país se dictaron esos artículos? ¿Para los habitantes de la Luna? ¡Pues qué! ¿ignora alguien que la historia de la enseñanza es en los pueblos la lucha del maestro y el alcalde? ¿Y existe quien no sepa que el alcalde es el cacique, o algún allegado suyo, que el Ayuntamiento es su hechura, y   —412→   que las Comisiones locales están nombradas a propuesta del omnímodo cacique? ¿O con su beneplácito?




ArribaAbajo§ IX
Insuficiencia de la Instrucción primaria


Está mandado, desde 1857, que la Instrucción primaria sea obligatoria.

¡Oh! siéndolo, los chicos de la vagancia estarían recogidos en las escuelas, y allí aprenderían a ilustrar su inteligencia, sin convertirse en aprendices del presidio. He aquí algo de lo que a este propósito dice un publicista protector de la infancia desvalida140:

«¿Y no es también extraño que no se cuiden las autoridades, y muy especialmente los Municipios, de esa turba de chiquillos más o menos andrajosos, entre los que se suelen ver también algunas muchachas, vagando por calles, plazas, muelles y demás sitios públicos, vendiendo fósforos y papeles, recogiendo las asquerosas puntas de cigarros, o mendigando; que, unas veces se pelean los unos con los otros, prodigándose mojicones y frases a cual más desvergonzadas e indecentes; otras, juegan los céntimos que ganan o recogen, ya metidos en el rincón de un zaguán, ya en cualquier sitio apartado; en ocasiones, ofendiendo a los niños que pasan tranquilos por su lado, o a las personas ancianas, o que por circunstancia cualquiera llamen la atención a causa de sus defectos físicos; que formando bandos opuestos suelen también entretenerse en organizar furiosas pedreas, que ocasionan heridas y contusiones más o menos graves; resultando, en definitiva, de todas estas granujerías, espectáculos bochornosos y aun criminales, que son un borrón para nuestra cultura, poniéndonos al nivel de los pueblos más ignorantes y atrasados?

»No parece sino que hacemos lo posible por crear futuros criminales, hez social, de que habrán de alimentarse cárceles y presidios...

»Suprimamos granujas y pilletes».

  —413→  

¿Qué se responde a esto?

Pero ¿cómo ha de recogerse a esos pilletes y granujas para convertirlos en ciudadanos útiles, si el presupuesto de Fomento cada día es más menguado?141





  —414→  

ArribaAbajoCapítulo X

Segunda enseñanza



ArribaAbajo§ I
Plan vigente de Segunda enseñanza


El plan de estudios ahora vigente (¿cuánto durará?) es el del Real decreto de 12 de Julio de 1895, refrendado por el ministro D. ALBERTO BOSCH. Dice así:

Art. 1.º Los estudios generales de la Segunda enseñanza comprenderán las asignaturas siguientes:

Religión.

Latín y Castellano, con ejercicios prácticos.

Retórica y Poética.

Francés.

Psicología, Lógica y Filosofía moral.

Geografía general y particular de España.

Historia de España.

Historia universal.

Aritmética y Álgebra.

Geometría y Trigonometría.

Física y Química.

Historia natural con principios de Fisiología e Higiene.

Agricultura.

Dibujo.

Gimnástica.

Art. 2.º Los estudios de las anteriores asignaturas se harán en la siguiente forma:

La de Latín y Castellano, con ejercicios prácticos, en dos cursos de lección diaria; las de Psicología, Lógica y Filosofía moral; de Aritmética y Álgebra; de Geometría y Trigonometría;   —415→   de Física y Química; de Historia natural, con principios de Fisiología e Higiene, y la de Agricultura, en un curso de lección diaria.

Las asignaturas de lenguas vivas se estudiarán en dos cursos de lección alterna; y las de Religión, Geografía general y particular de España, Historia de España e Historia universal, se explicarán cada una en un curso de tres lecciones semanales.

La enseñanza de Dibujo se dará en cuatro años de lección alterna. Constituirá el primero, el dibujo lineal; el segundo, el geométrico; el tercero, el de adorno y paisaje, y el cuarto, el de figura. La de Gimnástica será bisemanal, y se dará en los cinco años del Bachillerato. Ambas serán voluntarias, tendrán exclusivamente un carácter práctico y no estarán sujetas a prueba de curso.

Art. 3.º El primero y segundo año de Latín precederán a la Retórica y Poética y a los dos cursos de lenguas vivas.

La Geografía precederá a la Historia de España, y ésta a la Universal.

La Retórica a la Psicología, Lógica y Filosofía moral.

La Aritmética y Álgebra precederán a la Geometría y Trigonometría, y éstas a la Física y Química, Historia natural y Agricultura.

Art. 4.º Los estudios de Segunda enseñanza se harán en cinco años, en la forma siguiente:

Primer año. Latín y Castellano, primer curso. -Geografía. -Religión.

Segundo año. Latín y Castellano, segundo curso. -Aritmética y Álgebra. -Historia de España.

Tercer año. Geometría y Trigonometría. -Historia universal. -Francés, primer curso.

Cuarto año. Física y Química. -Retórica y Poética. -Francés, segundo curso.

Quinto año. Psicología, Lógica y Filosofía moral. - Historia natural. -Agricultura.



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ArribaAbajo§ II
Observaciones


¡A cuántas objeciones no se presta este reciente plan de estudios!

Pero su examen crítico no ocupará mucho espacio, por estar ya hechas las objeciones capitales en el cuerpo de esta obra.

La primera y principal es que no debe existir la Segunda enseñanza, y ante esta objeción de totalidad, todas las demás holgarían. Ya esto está dilucidado a su tiempo.

Pero, admitido que haya Segunda enseñanza, las mismas, mismísimas objeciones hechas al sistema de Instrucción primaria hay que hacer al de la Segunda. El Gobierno igualmente desconoce los principios de la ciencia del enseñar: admite para textos los libros que se encuentra hechos, y de entre ellos algunos son a veces contradictorios de lo que otros también vigentes inculcan; de modo que el alumno, cuando cambia de Instituto, se encuentra en el compromiso de aprender el y el no: los programas y exámenes dependen de los profesores, y, por tanto, hay total abdicación en el derecho de dirigir. El Gobierno es como el burgués improvisadamente rico que ordena a sus servidores disponer un banquete y presenta a sus convidados lo que a su mayordomo le parece mejor. ¡Y el favorecido de la fortuna cree dirigir porque ordena que la fiesta se verifique en tal finca y a tal hora! ¡Pues qué! ¿es acaso dirigir los estudios el preceptuar por una ley que se enseñen nociones de Ciencias naturales, acomodadas a las necesidades más comunes de la vida, y dejar luego a cada uno hacer sobre esto lo que mejor le pareciere?

Nada, absolutamente nada, hay en el último Decreto-ley que tienda a la formación de los sentimientos. El corazón del niño no es objeto del plan del Gobierno. El niño irá a clase, como ya se dijo, donde no se le hablará ni de los buenos modales, ni de la cortesía, ni de la santidad de la fe jurada, ni de la familia, ni de la patria, ni del honor. Oirá las lecciones, si le excitan la atención, y en seguida a la calle.

¡¡No hay plan ninguno educativo!!

Defecto capital, estupendo, enorme, pero del cual no hay   —417→   que hablar, porque el Gobierno no lo declara de su incumbencia. ¿Qué crítica cabe explanar sobre lo que no se hace?

Nueva razón para que el Gobierno no enseñe y abandone la enseñanza a los establecimientos particulares, que, aunque poco, algo se cuidan del educar. Por eso tienen más alumnos que los Institutos del Estado.

En el nuevo plan del Gobierno (¿nuevo? ¡si es en esencia el de hace cuarenta años!) se continúa el FATAL sistema de los estudios DISCONTINUOS. ¡Aprender para olvidar!

Ni se tiene en cuenta que las asignaturas no deben empezarse antes de que aparezcan las facultades que las han de dominar; ni se concede el tiempo necesario para estudiarlas; ni se piensa en que las clases numerosas no son clases, ni... Pero véase lo dicho en la Lección VII acerca del Latín, de la Retórica, de la Lógica, de la Historia... etc. ¿A qué repetirlo dicho?

Aquí del baturro:

-Pilarica, mira, mira las agujas que m'as encargao.

-A verlas, Maño.

-Y, como te quiero tanto, pa que no te pinches, les he quitao las puntas a toiticas.

No hay en la disposición oficial ni una sola palabra que revele miras superiores. ¡Cuán por debajo aparece de la energía intelectual que dictó en RUSIA (!) la organización de sus escuelas! «La instrucción (dice la ley rusa) es el principal fundamento del Estado». «Las escuelas tienen por objeto elevar el nivel moral e intelectual del pueblo...»

¿Qué aritmética puede computar las pérdidas de un país donde no sabe nada la gran masa nacional? Locura es pretender que una sociedad resulte civilizada y culta sin que sean cultos y civilizados los hombres que la constituyen, dicen los modernos sociólogos142.

El plan reciente no mira nunca adelante, y por eso no difiere EN NADA ESENCIAL de los de hace medio siglo. Y ya sabemos lo que eso ha dado de sí: el proletariado de levita; la incultura general: con frecuencia la fatuidad de la ignorancia... El Bachillerato   —418→   no da nada de sí, ni puede darlo. Si tenemos hombres de ciencia, de otros centros proceden. O del estudio privado.




ArribaAbajo§ III
Trabas del Bachillerato, que no tienen otras carreras


Amplitud, pues, para la enseñanza. Entregadla sin trabas al Profesorado particular, y no la molestéis con exigencias impertinentes.

Y es el caso que, como España es el país de menos unidad y de más falta de plan y de sistema, ya está en manos de los particulares, y hace tiempo, precisamente la enseñanza de las carreras mas rápidas y productivas. Recordémoslo.

La Marina publica oposiciones de entrada en la Escuela Naval Flotante, y no pregunta a los aspirantes: ¿Cuántas horas habéis estudiado al día? ¿cuántos meses? ¿con qué libros? ¿quiénes han sido vuestros maestros? ¿tenían títulos universitarios o carecían de ellos?

Ninguna de estas impertinencias pregunta la Marina. Sólo dice a los solicitantes:

¿SABÉIS ESTE PROGRAMA?

¿Sí? -Pues vamos a verlo.

El que responda bien ingresará en el cuerpo, y el que no conteste será reprobado.

Lo mismo hacen un gran número de los cuerpos más respetables del Estado: los ingenieros civiles, los militares, el Estado Mayor del Ejército, el Estado Mayor de la Armada, el Instituto Geográfico y Estadístico, las Escuelas militares, el Banco..., etc.

De suerte que a la carrera más larga, a la que menos incentivos tiene, y a la que embarazan más dificultades, a ésa, al pobre grado de Bachiller en Artes... las trabas de la matrícula, previa, de la designación previa del profesor con título, del libro de texto y no otro mejor, del espacio de ocho meses nominales de curso..., para ella las clases insuficientes y sin ventilación..., y tantas, tantas exigencias que esclavizan, y que, como toda tiranía, para nada sirven y para todo estorban.

  —419→  

¿Por qué el que sabe no se tiene de examinar, haya estudiado en Cádiz o en Pamplona, de día o de noche, en invierno o verano, en clase o en casa, en Instituto o Seminario? ¿Qué significa la matrícula previa? ¿No es injusto que el latín estudiado en un Seminario no sirva en el Instituto? ¿Es distinto el latín del Seminario? Quizá lo sea, sin duda, por más correcto y mejor enseñado. ¿No es insensato que un licenciado pueda enseñar todas las asignaturas de la Segunda enseñanza en un Instituto y no pueda enseñar las de Primera enseñanza?

¡Ser apto para lo más y no para lo menos!




ArribaAbajo§ IV
Aparentes contradicciones


Se me figura estar oyendo una objeción: Te estás contradiciendo: dijiste que al Estado incumbe dar dirección a la enseñanza, y ahora sales con que se deje libre, entregándola en manos del Profesorado particular.

¿Y dónde está la contradicción?

La Marina, la Artillería, la Escuela de Ingenieros..., no exigen nada accidental respecto a la enseñanza; pero ¿dejan por eso libre la enseñanza? No: porque no admiten en sus escuelas a ninguno que no sepa las materias que ellas exigen al ingreso del alumno. El aspirante, pues, NO PUEDE NO ESTUDIAR tales y tales asignaturas. Luego no es libre de no estudiarlas. El aspirante además tiene que dar solución en determinado sentido a los problemas que se le pongan: luego no es libre de presentar soluciones conforme a principios que expongan la solidez del edificio científico. -«Pero el aspirante puede estudiar con quien quiera y cuando quiera; luego la enseñanza es libre». -Niego la consecuencia; porque no son sinónimos libertad en los accidentes y esclavitud en la esencia; porque nadie que se dedique a una carrera irá a estudiar lo que no conduzca al fin que se propone; y porque es muy compatible esa libertad benéfica, ABSOLUTAMENTE NECESARIA para el progreso de la enseñanza, con la estrechez de las pruebas que deben exigirse al que tiene de gozar los beneficios del monopolio de una profesión.

  —420→  

Si el Gobierno impide el uso de buenos libros distintos de los de texto, y de buenos métodos nunca ensayados en los establecimientos oficiales, ¿cómo tiene de progresar la enseñanza?

Claro es que lo mismo ahora que en tiempo de EUCLIDES es una verdad que el cuadrado construido sobre la hipotenusa es igual a la suma de los cuadrados construidos sobre los catetos; pero ¿no es más claro aún que ha mejorado el modo de presentar esta verdad?

¿La lengua francesa no es ahora lo mismo que en tiempos de VOLTAIRE? ¿Y podrá negarse que ahora hay métodos que enseñan a hablarla con prontitud y facilidad? ¿Pues por qué no sucede lo mismo con el latín? Porque, mientras existan libros oficiales de texto, nadie querrá exponer su capital intelectual ni su dinero para formar un libro que no ha de valerle un maravedí, si no es adoptado por el Consejo de Instrucción pública.

Ya está dicho; pero es fuerza repetirlo. No se deja libre la enseñanza como sean esclavos los exámenes.

Libertad amplísima en los medios y estrecha esclavitud en las pruebas.

Si se hace así, no haya miedo en profetizar: el país avanzará a pasos de gigante.

Pero, dados estos antecedentes, ¿cómo seguir sosteniendo que al Estado compete el derecho de dirigir la Instrucción pública, cuando se dirigen contra la legislación, que el Gobierno sin trabas ha establecido cargos tan duros, acusaciones tan esenciales? ¿Cómo no temblar ante la continuación de tantos abusos?

Pues precisamente porque es justo temblar ante los abusos, hay que optar por el mal menor en la desenfrenada anarquía de la enseñanza. Recordad lo que era España antes de que el Gobierno pusiera mano en la Instrucción; recordad los DÓMINES de entonces y comparadlos con los PROFESORES de ahora; mirad, marchando aceleradamente, mejoras muy relativas (es verdad), pero al fin mejoras, desde que el Ministerio del ramo se decidió a gobernar en cierto modo por sí, creando los inspectores de provincia, creando los Institutos, exigiendo condiciones en el Profesorado... y, si no sois ciegos, habréis de convenir   —421→   en que la desbarajustada organización actual vale más que la anarquía antigua, muchísimo más que la antigua. Por otra parte, porque un derecho no se ejerza bien, o, si se quiere, se ejerza mal, no es lógico despojar de él a quien lo tenga.

Así, pues, entre los abusos y las ignorancias del Gobierno y la anarquía de los particulares, estoy resueltamente por el mal menor. Mejor o peor, el Estado se propone un fin. Pero ¿cuál podrían proponerse los particulares en el desconcierto universal?




ArribaAbajo§ V
Resumen sobre Instrucción primaria y la Segunda enseñanza


No quiero terminar este capítulo sin volver atrás los ojos.

Hay en la legislación:

1.º Artículos que, refiriéndose a circunstancias sumamente accidentales, como, por ejemplo, las horas a que han de darse las clases, no deben figurar en los reglamentos y órdenes generales, sino dejarse al criterio de los jefes.

2.º Artículos inadecuados a los fines, por depender de causas ineficaces, como los juicios críticos que las Comisiones locales, compuestas de legos y personas incompetentes (que a veces ni aun leer saben), han de dar sobre las escuelas.

3.º Timidez e incertidumbre, propias sólo de un legislador que no conoce la materia.

4.º Consejos en vez de preceptos. Los consejos deben darse en las Escuelas Normales, no en la Ley.

5.º Incompetencia en los jefes inmediatos de la Instrucción primaria.

6.º Vaguedad de la Ley en la designación de materias de la enseñanza.

7.º Inobservancia de las reglas más elementales de la ciencia pedagógica.

8.º Falta portentosa de unidad en la enseñanza y en los resultados, por no acomodarse ésta a una norma constante, sino a la opinión, caprichosa a veces, y siempre variable de tanto profesor, de tanto carácter, de tanta mira particular, de tanto modo individual de ver las cosas, de tanto interés y egoísmo personales.

9.º Perpetuidad legal de las rutinas, tanto porque aun subsisten como profesores muchos hijos de la civilización pasada,   —422→   como porque gran número de los que han estudiado después, o bien se han formado a sí mismos sin plan fijo ni sistema determinado, o bien, y es lo más general y doloroso, no han profundizado lo suficiente en la ciencia de la educación (por lo cual parten de principios absurdos e incompletos, cuyas consecuencias son fatales y tienen que serlo siempre).

10. Ocasión de resistencia a los Ayuntamientos para no dar los fondos necesarios al sostenimiento decoroso de las escuelas existentes y la creación de otras nuevas.

11. Falta de conocimiento de lo que pueden las facultades de los niños, como, por ejemplo, la absorción de su tiempo por el Latín, la pretensión de que aprendan Historia y Geografía universales en un curso de cincuenta días, sobrecargado ya con otros estudios importantes: la exigencia de que estudien Matemáticas siempre antes de tiempo, etc.

12. Carencia de mandatos que hiciesen obligatorias algunas enseñanzas, como el Canto, etc., etc.

13. Complicidad del Gobierno en la necesaria infracción de sus mandatos, por ser de imposible ejecución.

14. Conservación del sistema de asignaturas discontinuas, en que, si algo se aprende, necesariamente ha de olvidarse.

15. Abdicación inconcebible del derecho de dirigir.

1.º Sometiéndose el Gobierno a los compiladores de libros didácticos, en vez de someterlos a un plan único y conforme con los principios verdaderos de la ciencia de enseñar.

2.º Entregando el crisol de la enseñanza al arbitrio de los maestros, a consecuencia de concederles la facultad de formar los programas, y de verificar a su antojo los exámenes.

ADVERTENCIA

La enseñanza universitaria es más profunda y su crítica reclama un trabajo especial. A él me consagraré cuando pueda reunir todos los datos que hace tiempo vengo preparando. Su día le llegará.

Sólo anticiparé que la enseñanza universitaria debe ser

libre,

autónoma, y

ostenida por el Estado.





  —423→  

ArribaAbajoCapítulo XI

Reforma de la enseñanza



ArribaAbajo§ I
Lo que es y lo que debe ser


He llegado a un punto en que ya todos podemos juzgar competentemente qué es lo que en educación se hace, y lo que se debiera hacer.

La educación se propone el desarrollo físico, moral e intelectual del niño. Pero el Gobierno no se cuida de la educación moral, cuando tal debiera ser la principal preocupación de los establecimientos oficiales de Segunda enseñanza. Sólo se propone (a su manera) la cultura de la inteligencia, y alguna cosa (nada casi) el desarrollo físico.

El Gobierno enseña: enseña por medio de la legión de sus profesores y abdica en ellos la función suprema de la dirección de la enseñanza, dejándoles a su arbitrio y personal criterio los textos, y los exámenes, cuando la misión esencial del Estado es la de dirigir, y su obligación preferente la de abandonar la enseñanza al Profesorado particular. Únicamente puede el Estado enseñar cuando y donde no lo hicieren los particulares, y siempre con carácter supletorio e interino; al paso que constantemente debe dirigir, para dar unidad a la enseñanza nacional.

Perpetúa la fatal organización de los estudios discontinuos, cuando consta a todo el mundo que ése es el funestísimo sistema de aprender para olvidar.

No tiene en cuenta que la naturaleza intelectual del niño es quien debe determinar la clase y la amplitud de los estudios; y por ese olvido, tan injustificado como injustificable, ordena cursar asignaturas antes de que sean inteligibles para las criaturas,   —424→   y deja de concederles el tiempo necesario para llegar a dominarlas.

Consiente los estudios teóricos, cuando debiera hacer que todos fuesen prácticos.

Cava un abismo, y cada vez lo ahonda más, entre la Instrucción primaria y la secundaria; cuando la Segunda enseñanza está llamada a desaparecer, como ya no existe en los Estados Unidos.

No toma medida alguna para desprenderse de la carga del enseñar, y pasarla a los particulares, a quienes por derecho y conveniencia corresponde.

«La organización actual de enseñanza -como dice un gran filósofo143- es un sistema burocrático en que el profesor despacha su lección en hora y media, como se despacha un expediente, y tiene con el alumno sólo un contacto superficial, que, los deja enteramente extraños uno a otro: es un sistema memorista, mecánico, dirigido a nuestras facultades inferiores, para las cuales se digna promulgar en solemne revelación académica la verdad oficialmente averiguada y definida, librándonos del trabajo de buscarla por nosotros mismos, trabajo el más característico de seres racionales: es un sistema de admirable éxito, si, como parece, ha sido organizado para dar a la patria generaciones de sujetos raquíticos de alma y cuerpo. Mas si, por acaso, lo que se pretendiese fuera asegurar el porvenir intelectual de nuestro pueblo, ese sistema instructivo está condenado a la vez por su raíz y por su fruto...; porque de él nunca puede esperarse ese supremo amor a la verdad, desinteresado, impersonal, objetivo, única fuente de todas las luces y revelaciones superiores».




ArribaAbajo§ II
Necesidad de un cambio radical en la Instrucción pública. Intereses creados


Lo que ES constituye, hoy por hoy, el polo opuesto de lo que DEBE SER. Y bien se concibe que la distancia entre tales   —425→   extremos no se llena con medidas del género chico. Encaracolar virutas para desencaracolarlas luego, no conduce a nada. Disponer que en las Juntas provinciales haya tres padres de familia, en vez de dos, u otras fruslerías por el estilo, nunca remediará los males de la organización actual.

Es de toda evidencia que se necesita un cambio radicalísimo. Para que a la anarquía legal siga la unidad científica, hay que adoptar resoluciones enérgicas y decisivas, sin temor a que las rutinas y el statu quo las califiquen de revolucionarias. Después de todo, ¿qué? La revolución es uno de los medios de la evolución. Los cambios reformadores son condición ineludible del progreso. ¿Cuándo por evolución pacífica las ruedas de las antiguas diligencias aceleradas se habrían convertido en ruedas de locomotora? ¿Cuándo el reino podía transformarse paulatinamente en hélice de propulsión? Los Jeremías de la política anuncian siempre cataclismos tras toda innovación indispensable; y, por la gravitación necesaria de las cosas, la innovación se realiza, opóngase quien se opusiere, y el cataclismo no parece nunca. ¿Qué será de las pobres costureras, se decía hace treinta años, si se generaliza la máquina de coser? Y hoy la máquina ocupa más mujeres que ocupaba la aguja: el doble nada menos. Donde aparece un ferrocarril se decuplan, cuando menos, los caballos. En San Fernando había seis calesas antes del ferrocarril; y, a, poco de establecido, pasaban de 150144.

El Gobierno necesita dirigir y no enseñar. Y ¿qué será de los maestros y de los intereses creados? No hay que asustarse. Las locomotoras que se dirigen a un país donde no hay ferrocarriles, van a él llevadas sobre las carreteras ordinarias; y lejos de disminuir el tráfico, las carretas y los carromatos tienen que continuar en su trabajo ordinario y aumentar la tarea con el transporte del material para el ferrocarril. Los establecimientos docentes hoy abiertos habrían de continuar largo tiempo todavía, aun implantado el cambio más revolucionario imaginable, y el Profesorado actual no bastaría a las necesidades nuevas.



  —426→  
ArribaAbajo§ III
Bases esenciales del nuevo plan de Instrucción pública


Como ya se ha indicado varias veces, la reforma solamente exige en su parte esencial:

l.º La formación de PROGRAMAS oficiales, únicos y exclusivos, para uniformar la enseñanza nacional;

2.º La creación de TRIBUNALES PERMANENTES de examen, independientes por completo del Profesorado oficial y del privado:

Esto sólo es lo esencial.

El Estado no necesita maestros, sino examinadores.




ArribaAbajo§ IV
Reformas secundarias


Estas bases esenciales necesitan la compañía de otras secundarias:

1.ª La supresión de la Segunda enseñanza (como ya lo está en otras partes, Inglaterra y los Estados Unidos);

2.ª La entrega de la Instrucción pública en manos de los profesores particulares (más estimados de las familias que los catedráticos del Gobierno);

3.ª El fomento y protección de esta clase de enseñanzas (a la cual no mira con buenos ojos el elemento oficial);

4.ª La resolución-verdad por parte del Gobierno de no continuar enseñando, a no ser con carácter supletorio e interino cuando y donde el público no lo haga;

5.ª La revisión a plazos fijos de los programas oficiales: (¿cada cinco años?);

6.ª La inamovilidad y decorosa independencia del Cuerpo de examinadores (para hacerlos inaccesibles a toda clase de influencias y bastardos intereses);

7.ª La formación de buenos maestros, mientras el Gobierno enseñe con carácter supletorio e interino (donde no exista Profesorado particular);

8.ª La observancia en los establecimientos oficiales de los principios de la ciencia del enseñar: a saber:

  —427→  
  • Las enseñanzas discontinuas quedarán abolidas, → porque EL NIÑO olvida los estudios que abandona o interrumpe;
  • Ningún estudio empezará hasta ser inteligible, → porque EL NIÑO no nace con todas sus facultades;
  • La amplitud de cada asignatura será proporcionada a la capacidad de los alumnos, → porque EL NIÑO no llega sino gradualmente a la plenitud de sus energías;
  • Constante y sistemáticamente, la enseñanza ha de empezar por lo fenomenal, → porque EL NIÑO no comprende en los primeros años ni los principios ni las demostraciones;
  • La instrucción será exclusivamente práctica, → porque EL NIÑO sólo presta atención a lo que hace, y, atendiendo centuplica y desarrolla sus facultades;
  • Y politécnico-elemental, → porque EL NIÑO no descansa de una tarea, sino ocupándose en otra;
  • La enseñanza colectiva se efectuará siempre distribuyendo los alumnos en grupos no numerosos, cada uno de los niños de igual inteligencia, → porque EL NIÑO de un grupo estorba a los de los demás;



ArribaAbajo§ V
Razón de la reforma


En el estado actual de estos estudios, sólo es necesario para justificar la reforma agrupar lo que ya se ha dicho en muchas partes de esta obra.

La justificación será, pues, resumen de las doctrinas expuestas.

La experiencia de los resultados obtenidos por el actual sistema no deja duda de que es malo; y la convicción general está tan arraigada, que ningún padre, cuando tiene que prepararse su hijo para entrar en Marina, Artillería, Ingenieros, etc., acude jamás a los Institutos de Segunda enseñanza.

Un verdadero amigo de la influencia del Gobierno en la educación de la juventud podría levantarse y decir a los autores de las leyes vigentes:

«Habéis creído hacer una espesa red entre cuyas mallas se halle presa y bajo el dominio del Gobierno la educación y la   —428→   instrucción pública; pero os habéis equivocado. Nada, nada os ha faltado en lo material para conseguirlo: habéis dicho qué clases deben darse por la mañana y cuáles por la tarde: habéis señalado cuántas horas debe durar cada una: habéis fijado el orden sucesivo de lo que ha de hacerse en la clase y a qué ha de destinarse la primera media hora, y luego la segunda y luego la última. Todo esto lo habéis metido en un círculo de hierro, del que no permitís que pueda salirse sin incurrir en responsabilidad. Pues bien: ahora que pensáis tener a Procusto bien embutido, bien estivado en su lecho, ahora os digo que los niños, en punto a educación, seguirán teniendo la que les hayan imbuido los cantos soñolientos que las nodrizas entonaron junto a la cuna, que las preocupaciones fantásticas de la infancia modificaron, y que completaron las caricias, tal vez la ignorancia, quizá también las excentricidades o el mal humor de los padres: ahora os digo que en punto a instrucción, no tendrán otra que la que les hayan dado en muy pequeña parte los autores, en mucha sus maestros, aptos e ineptos, con sus explicaciones, buenas o absurdas, con sus opiniones, verdaderas o erróneas, con sus fundamentos, sólidos o fútiles. Ahora os digo, en fin, que esa designación de horas y momentos es solamente un estorbo para el arreglo interior de las casas de enseñanza, y os digo, en una palabra, que os SOBRAN todos los medios que habéis empleado para tener bajo la dirección del Gobierno la instrucción de la juventud, y os FALTA todo lo necesario para que el Gobierno la dirija».


-¡Oh, qué atrevido sois!
-¡Motivos tengo!

Pero... ¿es acaso el Gobierno el único responsable del estado actual de las cosas? ¿No lo es, acaso más, el País? Pero ¿quién exige responsabilidad a esta resultante de tradiciones, costumbres, ideas, caracteres e inclinaciones que se llama País? ¿Quién transforma conciencias habituadas a espantarse de cualquier idea nueva descubierta y sancionada por el progreso, si pugna con alguna de las preocupaciones encarnadas desde la cuna en el acervo común de las rutinas, o en el código popular de las creencias?

  —429→  
¿Quién infunde energías en quien siente
como carga insufrible el pensamiento?

¿Qué se hace con los que prefieren el reloj de sol, porque no mete ruido, al reloj de la torre parroquial, que quita el sueño dando las horas, o al reloj de bolsillo, porque es un cuidado más que hay que tener con los rateros?


¿Dónde empieza la razón
y concluye la locura?




ArribaAbajo§ VI
Modo de que la educación cumpla con su tipo


La educación, y especialmente la enseñanza, estará a la altura de la civilización:

1.º No queriendo estadiza ni estancada la instrucción.

2.º Adoptando los medios que la ciencia descubre.

3.º Fijando las materias minuciosamente por medio de programas detallados.

4.º Oyendo sobre ellos a todo el mundo.

5.º Creando tribunales perpetuos de examen.

6.º Proporcionándose maestros, cuesten lo que costaren, cuando el Gobierno hubiere de enseñar.

Con mala voluntad, o con negligencia en el Gobierno, no puede fomentarse la educación: esto es tan obvio que no merece demostraciones. Pero, como el odio a lo nuevo nace en el corazón cuando estamos acostumbrados a una cosa, no se adoptarán los medios que la ciencia descubra, sino cuando la mala voluntad se vea compelida a ponerlos en práctica, por ser irresistible la presión de la opinión pública. Mas ésta apenas tendrá en qué fundarse si la enseñanza no es uniforme, y si las materias de ella y los procedimientos que la inculcan NO SON OFICIALMENTE CONOCIDOS. Y en vano se habrán extendido estos programas si el sistema de exámenes continúa como hasta aquí, haciéndose a la suerte y juzgando de la aptitud de los examinandos por un par de preguntas. Por último, sin maestros dignos de este nombre mal lograría la educación moral. Y en cuanto a la intelectual y física, estarían completamente bajo la   —430→   dependencia del Estado si hubiese un buen sistema de programas y de exámenes.

El Gobierno ha de decir: «ESTO se ha de enseñar: me reservo el derecho de saber si se ha enseñado: no daré entrada en ninguna carrera lucrativa al que no lo sepa: garantizo en mis establecimientos docentes la competencia del Profesorado; y ahora ESTUDIAD COMO QUERÁIS Y CUANDO QUERÁIS Y CON EL MÉTODO Y LOS LIBROS QUE JUZGUÉIS, MÁS CONVENIENTES».

PROGRAMAS y EXÁMENES... he aquí la clave de la DIRECCIÓN DEL GOBIERNO en lo físico e intelectual. MAESTROS... he aquí la garantía de la educación moral.

Con estos tres elementos, el Estado sería el árbitro de la educación: SIN ELLOS NO GOBIERNA, AUN CUANDO SE LO CREA: sin ellos no verá los adelantos que deben esperarse de su buena voluntad: sin ellos la discusión no podrá ilustrar al Gobierno cuando se equivoque, que el Gobierno, por serlo, no es infalible.

Pero... ¿tan fácil es proponer leyes aplicables a tantas escuelas y casas de enseñanza como tiene que haber en una nación? ¿No asusta lo que a tantos pone miedo?

No.

En educación, el número no varía la esencia de las cosas.

NO. A nadie debe poner miedo el pensar leyes aplicables a tantas escuelas y casas de enseñanza. Hay cosas en que el número varía la esencia y otras en que no. Indudablemente no es lo mismo mandar un ejército de 10.000 hombres que uno de 50.000; pero las reglas que se den para gobernar un crucero son aplicables a todos. El que sea capaz de mandar científicamente una escuela, es capaz de dar reglas para mandarlas todas.

Nadie ha negado a ciertos hombres de nuestro país (alguno, de ellos ya difunto145) cierto talento (nótese que no digo genio) propio para organizar escuelas y colegios: e indudablemente no lo han hecho mal. Siguiendo sus huellas y con la   —431→   ventaja de venir detrás, no ha de ser nada difícil, sino, por el contrario, fácil hasta cierto punto, el organizar bien UN gran colegio, porque las reglas aplicables a UNO, son aplicables a TODOS. ¿Qué dificultad puede haber en organizar la Instrucción pública cuando ésta no tiene por objeto una generalidad, sino un colegio, y otro, y otro, y ciento, y mil, cada uno como una entidad individualísima?

El problema está todo en establecer un procedimiento esencial, no una fruslería como la de que sean tres en vez de dos los incompetentes que con el nombre de padres de familia haya de haber en las Juntas provinciales.




ArribaAbajo§ VII
El Gobierno tendría en su mano la instrucción por medio de los programas y los exámenes


El Gobierno debe decir:

«Enseñad lo que queráis y cuando queráis y cómo queráis; pero tened entendido que no doy permiso para ingresar en ninguna carrera del Estado, ni para ocupar ningún puesto oficial según el caso, a quien no sepa contestar a estos programas respectivamente».

¿Qué harían entonces los maestros?

Una de dos: CERRAR LAS ESCUELAS O ENSEÑAR.

¿Qué harían a su vez los escritores de libros de texto?

Dar solución a las preguntas del Gobierno. Así desaparecerían las discordancias que hoy se notan de Instituto a Instituto, y dejaría de verse en manos de la juventud tanto libro inmetódico, y a veces tantos absurdos.

¿Qué harían, por fin, los que ocupan los puestos del Estado? Aprender, o dedicarse a escardar cebollinos. ¿No da grima de no entender, sino por milagro, la firma de los altos funcionarios, ministros inclusive? ¿No se asoma la vergüenza al rostro al ver en sus escritos faltas gramaticales estupendas?


En las cartas de mi novia,
lo que me divierte más,
es que tiene ortografía
de capitán general.

Uniformada de este modo la enseñanza, y no pudiendo entrar   —432→   nadie a cursar la profesional sin presentar documento acreditativo de haber estudiado las asignaturas de cultura general, no se daría el caso, tan FRECUENTE hoy como afrentoso, al par que merecedor de disculpa, de escuchar a un ingeniero, a un médico..., VACIEDADES con respecto a las cosas extrañas a su profesión, ni, por el contrario, el de oír a un clérigo, a un abogado..., manifestar una ignorancia vergonzosa en cuanto a las Matemáticas, la Física, la Química y hasta la Aritmética, tan necesaria para algún ramo de su profesión.

Repitámoslo. Solamente con programas minuciosos y casuistas, siempre de carácter práctico, y gradualmente apropiados al creciente desarrollo de las facultades, es como DIRIGIRÁ el Gobierno la enseñanza, aun entregada al Profesorado particular. Convénzanse todos de lo dicho.

La Marina, la Artillería, la Escuela de Ingenieros... no exigen nada accidental respecto a la enseñanza; pero no la dejan libre por eso. No: porque no admiten en sus escuelas a quien no sabe las materias que ellas exigen para la admisión de un alumno. El aspirante, pues, NO PUEDE NO ESTUDIAR tales y tales asignaturas, y, por tanto, no es libre de no estudiarlas. El aspirante, además, tiene que dar solución en determinado sentido a los problemas que se le ponen; de modo que así quedan garantidos los principios verdaderos; sin que corra riesgo la solidez del edificio científico. El aspirante puede estudiar con quien quiera y cuando quiera y como quiera; pero, no siendo sinónimos libertad en los accidentes y esclavitud en la esencia, nadie que se dedique a una carrera irá a estudiar lo que no conduzca al fin que se propone. Esa libertad benéfica, en los medios ABSOLUTAMENTE NECESARIA para el progreso de la enseñanza, es muy compatible con la estrechez de las pruebas que deben exigirse al que tiene de gozar los beneficios del monopolio de una profesión.

Hay que volver a repetirlo: no se deja en la anarquía la enseñanza como sean esclavos los exámenes.

Libertad amplísima en los medios y estrecha esclavitud en las pruebas.





  —433→  

ArribaAbajoCapítulo XII

{a}Programas{/a}


ArribaAbajo§ I
El imperio de la anarquía


Hoy la enseñanza pertenece a la anarquía. ¡Como que esta anarquía es legal y de precepto! Cada profesor está OBLIGADO146 al principio de curso a redactar el programa de su asignatura con arreglo a su criterio, sin más traba (!) que la de que su cuaderno sea del mismo tamaño (!!!) que los de sus colegas y compañeros de Instituto. Y su criterio ha de atenerse a designaciones tan aéreas, etéreas e incondensables como aquella de las nociones de Ciencias naturales acomodadas a las necesidades más comunes de la vida; o bien ha de encajar tan estrechamente, como esquife en toda la extensión del Océano, dentro de la amplitud inmensa de vocablos tan generales como Latín, Retórica, Psicología, Física, Agricultura, etc. (!!)

De modo que el caos está directamente encomendado a la infinitud de los criterios individuales, e indirectamente a la vaguedad de la designación de las materias.

¡Dos modos que se completan dignamente!!!

¿Cómo extrañar que en cuadro tan indefinido, flexible y acomodaticio encaje LEGALMENTE cualquier libro de texto?

Y véase cómo por no haber dicho el Gobierno en programas bien definidos: Yo QUIERO que los niños aprendan a designar en el mapa tales y tales puntos, y a explicar con los correspondientes aparatos tales y tales experimentos de Física, a construir estas y las otras entidades gramaticales, etc., etc., etc., nadie escribe textos conforme a lo que el Gobierno QUIERA, sino   —434→   que el Gobierno tiene que atenerse a enseñar LO QUE cada escritor QUIERE, y COMO QUIERE; de modo que, en vez de depender del Gobierno la enseñanza, y EL MÉTODO SOBRE TODO, depende el Gobierno de los compiladores de textos. Así, siendo cada uno hijo de diferente padre, resulta la espantable masa de ellos un todo inconexo, a veces contradictorio en muchas partes, y en todas limitado, incompleto, mezquino y hasta erróneo. El caos docente.

Pero alguien dirá:

Y ¿no aumentará el caos si la enseñanza se abandona al Profesorado particular, y sólo se reserva el Gobierno aquellas asignaturas que no enseñen los particulares?

No, si los programas están hechos con tal habilidad, que sirvan de prueba, no solamente a los estudiantes de los establecimientos en que aun enseñe el Gobierno, sino también a los de los establecimientos particulares.

No. No haya miedo de que los colegios no oficiales empeoren la enseñanza.

Es cosa ya vulgarmente sabida, a fuerza de diariamente demostrada, que el Estado no sirve para maestro, como no sirve para fabricante, ni para constructor, ni para contratista, ni para empresario. Las ciencias económicas tienen demostrado hasta la saciedad que al Estado cuesta todo más dinero y más tiempo que a la industria privada, cuyos productos rara vez pueden ser igualados por los del Gobierno, y las ciencias políticas patentizan la necesidad de que todo dependa del país y no de la burocracia.

Indudablemente: las escuelas no oficiales mejorarán la enseñanza nacional. Y porque así ha de suceder, y porque la enseñanza no se paga, ni las empresas docentes tienen fondos, el Gobierno debe facilitarles todos sus medios de enseñar. En todas partes los gabinetes oficiales de Física, los museos científicos, los laboratorios... deben seguir en manos del Gobierno; pero estar todo el año a disposición de los maestros no-oficiales, sin más limitación que el abono de los gastos, y una fianza que responda de los deterioros ocasionados por la enseñanza particular. (Claro es que los ejemplares raros y de gran estimación no habrán de ser nunca objetos de manipulación pública).

  —435→  

¿No copian, bajo la vigilancia del Gobierno, todos los pintores que lo desean, los cuadros del Museo Nacional? ¿Por qué ha de extrañarse que los establecimientos particulares aprovechen el material científico del Estado? ¡Que habrá que disponer salones decorosos al efecto! Bien: y ¿qué? Tanto mejor para la enseñanza oficial. ¿De qué sirven los aparatos excluidos del trato humano, y guardados con llaves que jamás se encuentran?147




ArribaAbajo§ II
Cómo han de ser los programas


Los programas deben ser concisos, experimentales, prácticos, EXCLUSIVAMENTE PRÁCTICOS. No han de contener nada ocioso, superfluo o inútil, ni de aquella ciencia que nada se pierde en ignorar. Sus preguntas han de aparecer redactadas por el estilo de las siguientes:

-Lea V. la fábula tantos de ese libro148.

-Escriba V. las veinte primeras líneas del comienzo del Quijote..., (o tal escena de la Estrella de Sevilla, o...)

-Construya V. una oración primera de activa... (o conjugue V. el verbo escribir, o...)

-Señale V. en el mapa a Gibraltar..., (a la ciudad de Méjico..., el territorio de Méjico...)

Haga V. la séptima de las sumas de este cuaderno (el oficial) o la decimosexta multiplicación...)

  —436→  

-¿Cuál de esos cuerpos es el tetraedro?149. Tómelo V. ¿Cuántas caras tiene? ¿Qué figura es cada cara? ¿Cuántas aristas tiene el tetraedro? ¿Y ángulos planos? ¿Y ángulos sólidos?...

-Haga V. el experimento del anillo de S' GRAVESANDRE150.

Y de este modo se fijarían una por una las preguntas relativas a CADA ASUNTO, a CADA INCIDENTE, a cada CIRCUNSTANCIA de las que hubiesen de enseñarse a los párvulos de la 1.ª clase; a los de la 2.ª; a los niños del siguiente periodo, y a los del inmediato..., etc.; todo del modo más casuístico posible, para no dejar nada al capricho irracional de los examinadores (por si acaso los padecen), y, sobre todo, para regularizar la enseñanza, evitando las desigualdades actuales entre los diversos Institutos y escuelas existentes.

Hay que repetirlo: jamás en los programas ha de haber preguntas ociosas, ni de cosas que nada se pierde en ignorar (según decía SIMÓN ABRIL)151.

  —437→  

Ahora bien: del modo indicado para la primera infancia, se formarían los programas de las demás clases y grados: COSA POR COSA: NOCIÓN POR NOCIÓN: DEMOSTRACIÓN POR DEMOSTRACIÓN, etc., sin olvidar nada ni ser lícito a los examinadores preguntar más, ni alterar nada.




ArribaAbajo§ III
Orden y razón de las materias asunto de programa


¿En qué se han de fundar los programas?

En dos cosas solamente:

En la NATURALEZA PSICOLÓGICA DEL NIÑO;

En los FINES DE LA EDUCACIÓN.

El niño mismo es quien determina el programa de sus propios estudios, y al maestro únicamente incumbe ajustarse a ese programa con la mayor fidelidad. Así (como tantas veces lo he dicho para cristalizar la idea) el pie determina el programa del. zapato, y al zapatero toca sólo realizarlo con precisión.

Con los programas de la reforma sería imposible ordenar planes de estudio o redactar obras de texto prescindiendo de los niños, y también sería imposible que en ellos predominasen las ideas personales de un ministro, sus creencias, preocupaciones o fanatismos; o bien sus compromisos políticos; ni tampoco encarnarían en esos documentos oficiales los antojos de un profesor, ni sus preocupaciones o sistemas.

En estos asuntos las opiniones personales sólo serían atendibles cuando las hubiese coronado el éxito prolongado de una constante experiencia particular, independiente de los programas mismos.




ArribaAbajo§ IV
Premisas para sacar consecuencias


Agrupemos los principios que ya conocemos para que nos sea más fácil llegar a las conclusiones.

desarrolla,
Educación es, la serie de procedimientos quecultivalas
y dirige
físicas
facultades y capacidades moralesdel hombre.
e intelectuales

Educar es, pues, desarrollar, cultivar y dirigir al hombre.

  —438→  

Pero lo más importante es formar el corazón.

LA CULTURA MORAL ES EL OBJETO PRIMORDIAL DE LA EDUCACIÓN: LA INTELECTUAL Y LA FÍSICA SON SU MEDIO.


Una buena educación debe especialmente:

  1. Proponerse el desarrollo completo del hombre
    • físico,
    • moral,
    • intelectual.
  2. Someterse a las condiciones de su desarrollo
    • ejercicio,
    • orden en que aparecen las facultades.
  3. Seguir el método oportuno.
  4. Proporcionar los agentes necesarios al efecto
    • buenos padres,
    • buenos maestros.


La instrucción siempre debe empezar por lo fenomenal y no por lo normal: porque mientras no son FAMILIARES los fenómenos, no se puede entender la ley: quien crea lo contrario es víctima de una ilusión tanto más fatal, cuanto que aqueja a muchas eminencias científicas.


Mas, como el fin de todo estudio es el SABER, o sea el adquirir la noción de las que conjeturamos como causas y el conocimiento de las leyes que rigen los fenómenos, la enseñanza de lo práctico no debe ser arbitraria, SINO SISTEMÁTICA Y HÁBIL, de tal modo que CONTENGA en sí latentemente las fórmulas científicas que más adelante deban aprenderse. Teniendo en cuenta que no el mucho ejercicio, sino la clase de ejercicios es lo que aprovecha, los programas han de ser parcos en pormenores no-esenciales; y, puesto que el niño no viene al mundo con la plenitud de sus facultades (toda vez que éstas se presentan o aparecen sucesivamente), los ejercicios han de exigirse a medida que las facultades se vayan manifestando, y sin abusar nunca de ellas.

  —439→  

Deben, pues, seccionarse las materias de enseñanza, y darla a estudiar a medida que aparezcan las facultades; y, como las facultades no son iguales de un niño a otro, deben los alumnos distribuirse en secciones según su capacidad.

En ningún caso los estudios han de ser discontinuos, sino que han de escalonarse gradualmente en orden sectorial; que aprender para olvidar es el mayor contrasentido.

Proceder de distinto modo es hacer que el alumno SEPA EXAMINARSE, pero no que SEPA.


No todos los ejercicios deben entrar en un plan general de educación; sino sólo aquellos que sean útiles a todos, o por lo menos a un gran número de personas o profesiones.


Músculos ágiles, robustos, vista comparadora, oído educado, vigorosa y modulada voz, manos hábiles... son cosas que necesitan a la vez el menestral, el labrador, el militar, el marino, el viajero, el arquitecto, el ingeniero, el médico, el mecánico, el químico, el magistrado, el pintor, el músico, el sacerdote... OBLIGATORIA, pues, debe ser la gimnástica, y donde fuere posible, la equitación, la natación, el biciclismo y... obligatoria la lectura en muy alta voz, la recitación o declamación, el canto; obligatoria la hermosa escritura y también el dibujo lineal...

La gimnástica, especialmente, hace fuertes a las generaciones nacientes, que pueden con más probabilidad resistir a las enfermedades comunes, y, sobre todo, a las epidemias, y esquivar la muerte.


Deberes y virtudes deben tener todos los hombres. La práctica primero, y después la explicación de los deberes, han de ser también OBLIGATORIAS.

Pero, como la educación moral depende, más que del individuo, de los agentes de ella (padres y maestros), de aquí el que la formación de éstos, ya que los padres no pueden ser directamente objeto de la legislación, haya de sujetarse a las más rigorosas   —440→   pruebas para que posean los medios de moralizar: (preservar, corregir, instruir).


Leer y escribir, el manejo de los números, el de la cantidad continua, conocimiento de las principales divisiones del Globo..., son cosas necesarias a todos los españoles. Obligatorias, pues, deben ser la lectura, la escritura, la aritmética, la geometría práctica, la geografía...


Todas las ciencias se componen, por una parte, de PRINCIPIOS, leyes, normas o reglas, y, por otra, de DATOS, hechos o fenómenos. Éstos, los datos, son siempre comprensibles por los niños, unas veces más, otras menos, según las facultades que tienen desarrolladas. La enseñanza de los conocimientos humanos debe empezar por los fenómenos más sencillos, pasar a los compuestos, luego a los más complicados, y, por último, a las reglas y leyes, y a las que suponemos nociones de las causas.


El ejercicio y el hábito son los que nos enseñan: lo que hacemos nos es más fructuoso que lo que nos dicen: la imaginación es la facultad principal, y el juicio la última en manifestarse: el que nos habla no nos habla con sus ideas, sino con las nuestras... son proposiciones de cuya certeza no podrá ya dudar el que haya leído los artículos anteriores.

La imaginación, facultad portentosa, que ve las cosas antes de ser en la realidad, y que resucita el sentido muerto de las esfinges de lo pasado,


las cosas que ya no son,
o que no son todavía;

la más noble de nuestras potencias intelectuales no se desarrolla sino en los gabinetes ricos de instrumentos, en los museos llenos de ejemplares, en las salas de los experimentos repetidos... y, por consiguiente, los PROGRAMAS han de ser auxiliados con todo el arsenal científico necesario, de tal modo, que sin instrumentos,   —441→   ejemplares y experimentos, ningún examen ha de poder llevarse a cabo.

Y que el juicio es la última facultad en desarrollarse, que nuestra fuerza espontánea es inmensamente mayor que la refleja, que nadie sabe más que lo que hace, que lo conveniente no es el mucho ejercicio, sino la clase de ejercicio, son apotegmas que han de estar encarnados en todos los PROGRAMAS.

Como tantas veces se ha dicho, no debe existir, por carecer de razón de ser, la actual división entre la Primera y la Segunda enseñanza; pero separación de materias en periodos correspondientes a la aparición de las facultades en los niños y los jóvenes, es de absoluta necesidad.

Los programas, pues, se ajustarán a esta necesidad ineludible.


El estudio de lo práctico deberá formar la instrucción de los primeros años: el de los fenómenos de las ciencias designadas con el nombre de primarias, debe seguir después, y el de las ciencias especiales ha de reservarse para lo profesional.


Y, por último, el conocimiento de aquellas ciencias a que muestre más tendencia cada siglo, a medida que los años van transcurriendo, ha de ser lo prominente de los estudios, y, por tanto, de las preguntas de los programas.

Así, pues, aquellos conocimientos que sirvan de preparación a la mayor parte de las profesiones deberán componer la enseñanza de la juventud y los programas de todas las carreras. La Gramática, las lenguas modernas, especialmente el Francés y el Inglés, los principios de Matemáticas, como razón de la Aritmética y la Geometría prácticas, la Física y la Química, el canto como desarrollo de los órganos vocales, el dibujo lineal, como escritura de los cuerpos, la gimnástica, la natación, la equitación, la bicicleta, la esgrima, y en ciertos límites la Historia antigua y la moderna, son cosas que necesitan saber el magistrado, el jurisconsulto, el militar, el marino, el sacerdote, el que se dedica a la enseñanza, el periodista, el ingeniero, el arquitecto,   —442→   el médico, el cirujano, el químico, el agricultor, el manufacturero, el comerciante, el estadista, el político, el artista... Por consiguiente, en la educación preparatoria deben entrar, con cierta facultad potestativa de elección, todas estas ciencias que pudiéramos llamar primarias. -No quiere esto decir que en la enumeración acabada de hacer estén comprendidos todos los estudios preparatorios: no: hay ciertas preparaciones que, por ser especiales de cada ciencia, deben estudiarse solamente por los que se dediquen a ellas al mismo tiempo que las cursen, y no por los que tengan ánimo de abrazar otras carreras: por ejemplo: el latín, como razón del español, es necesario al humanista, y, como lengua de la Iglesia, al sacerdote; el griego es necesario al médico y al naturalista: el griego y el hebreo al que estudia las escrituras; el alemán a los mineros, químicos, médicos, astrónomos, metalurgistas: la biografía de los grandes magistrados, jurisconsultos y hombres de Estado, a los que estudian la legislación: la de los grandes capitanes a los militares: la de los viajeros a los marinos: la de los Santos Padres a los clérigos, etc, etc.


Los estudios se dividen en dos clases: estudio de cosas, y estudio de artificios. El que sólo conozca los artificios, no será jamás hombre comparable al que conozca las cosas. Un fundidor, un ebanista, un arquitecto, un agricultor..., aunque no sepan la teoría del conjugar, ni sean listos en manejar los diccionarios e ignoren la Retórica..., valen muchísimo más para la sociedad que un pedantón de dómine, fuerte sólo en esos artificios. Un matemático, físico y filósofo, que no sepa más que español, no dejará de ser matemático, físico y filósofo, a los ojos de todo el mundo. El plan, pues, propio para el desarrollo físico e intelectual se habrá de hacer, por tanto, teniendo en cuenta las edades y la dificultad de las materias, dejando todos los pormenores, todo lo circunstancial..., la designación de horas... al cuidado de los jefes y aun la facultad de distribuir el trabajo según las costumbres de cada localidad.

Con estos antecedentes y fundamentos, no es difícil una serie de PROGRAMAS, engranados sectorialmente desde párvulos   —443→   hasta concluir los estudios de cultura general propios de la juventud.

Adoptado un plan que no entrañase la continuación de la Segunda enseñanza, y del cual se hallasen desterrados los estudios discontinuos, los PROGRAMAS, ajustados al sistema sectorial, habían de precisar y detallar cada una de las materias, de forma que nadie dudase de la extensión de ellas, ni fuese permitido enseñar menos. El elemento personal y potestativo de los examinadores había de desterrarse por completo. Ninguna legislación es personal. Todo lo personal es variable y anárquico. Las pasiones son personales, y en la enseñanza no debe influir el estado pasional de los tribunales de examen.

Ni tampoco las opiniones de escuela ni de partido.

En los programas, pues, no ha de haber nada sobre lo cual dispute actualmente la Humanidad. Únicamente ha de ir a ellos lo que sea cierto o se estime como tal; quedando para la Universidad todo cuanto sirva de tema a las disputas de los hombres152.

Habría que tener en cuenta algunas particularidades atendibles. La EXPERIENCIA enseña que TODOS los niños (se exceptúan los idiotas) son capaces de muchos conocimientos antes de cumplir la edad en que las atenciones del campo, especialmente, reclaman que ayuden a sus padres pobres en las poblaciones agrícolas. Los programas, en consideración a esta circunstancia (nada pedagógica ciertamente), habrían de tomar el hecho en cuenta al hacerse la selección de las materias asunto de estudio en la primera edad. Etc.




ArribaAbajo§ V
Los cursos deberían durar, no un tiempo determinado, sino todo lo necesario, sin trabas de horas, textos, etc.


Claro es que con este sistema de PROGRAMAS, el Gobierno no tendría que intervenir para nada en los establecimientos   —444→   particulares, a no ser en lo referente a la higiene y las buenas costumbres. ¡QUÉ SENCILLEZ! No habría que dictarles reglas en cuanto a la duración de los estudios, libros de texto, horas de clase, etc. Siendo permanentes los tribunales de examen, cuando un alumno estuviese listo, pediría permiso para hacer sus pruebas, así en invierno como en verano, en Junio como en Enero... ¡Que echó seis años en prepararse...; que echó tres...! ¡Bueno! Eso nada importa; pues nadie se lo ha de preguntar. ¡Que respondió al programa...!, pues se le da el diploma acreditativo de que puede ingresar en tal carrera. Que no respondió... pues se queda sin él. Que vuelve un año después, o a los quince meses, y prueba merecerlo; pues se le da en el acto...

Pero, como el Gobierno ha de enseñar todavía mucho tiempo, si bien con carácter supletorio e interino, los cursos en los establecimientos oficiales deberían durar, como en los privados, el tiempo necesario para los estudios, no un tiempo determinado.

Y, como los profesores del Gobierno no habían de examinar a sus alumnos, por corresponder la función de TODOS los exámenes a los TRIBUNALES PERMANENTES, no habría lugar a temores de que pasaran al estudio inmediato alumnos que no lo mereciesen. ¿Habrá alguien a quien asalto la preocupación de no estar de esta manera la enseñanza dirigida por el Gobierno? Y, viendo LOS RESULTADOS, ¿habrá alguno que crea que tanta traba y tanta esclavitud en los medios obtienen ALGO de provecho? -Aun cuando los principios sean evidentemente malos y negativos, sellaría yo mis labios si tantos estorbos diesen de sí algo provechoso. Pero ¿tanta barrera impide a los torpes ser bachilleres? Al revés, el maestro de cierto criterio se inclina a dejar correr la bola, diciendo: ¿Quién sabe si este muchacho no puede ahora con las Matemáticas, porque todavía no está en la edad de manejar la cantidad ni las abstracciones algebraicas? Pase, pues, que no quiero cargar con la responsabilidad de cortarle la carrera, tanto más, cuanto que todos mis colegas me dan el ejemplo de una necesaria y provechosa lenidad.

Todo se ha reglamentado en la Segunda enseñanza: el número de profesores..., el número de criados..., el cuadro de las horas, el de los locales donde se han de dar las clases..., el material científico..., los días de cada asignatura..., la edad para el   —445→   ingreso..., todo, todo, con una minuciosidad aplastante; todo menos lo esencial: ¡los PROGRAMAS; la UNIDAD DE LA ENSEÑANZA!!!!


Todo Madrid lo sabía;
todo Madrid, menos él.

Todo menos lo esencial. Al revés. El caos es de precepto153. ¡Qué ceguera!!!




ArribaAbajo§ VI
Revisión periódica de los programas


Aspirar a la inmovilidad en las ideas es querer estancar el aire. Todo cambia en las sociedades con los tiempos. El progreso no sabe lo que es descanso. Los inventos se suceden con rapidez vertiginosa. Y los PROGRAMAS, para estar al día, deben ser revisados periódicamente. ¿Cada cinco años? ¿Cada diez? ¿Los que empezaron con unos programas deberán concluir con ellos sus estudios?... Estos son pormenores, importantes sin duda..., sed non est his locus.

Conocidas detalladamente las materias de la enseñanza, podría el público exclamar si algo faltaba: «Esto está incompleto»: podría decir si algo era superior a la inteligencia de los niños: «Quítese esto». Y con buena fe por parte del Gobierno y celo por parte del público, o, lo que es lo mismo, de los escritores, que tendrían el DERECHO de hacer ensayar nuevos métodos siempre que no fuesen evidentemente absurdos, los programas en poco tiempo llegarían a la perfección, enseñándose no sólo lo que el Gobierno considerase justo, sino también lo que la SOCIEDAD JUZGASE MÁS NECESARIO para correr a las regiones de lo porvenir.

Y esto es tanto más necesario, cuanto que la ciencia actual está plagada de errores, aun aquellas que pasan por invulnerables,   —446→   como la Gramática y las Matemáticas. Pero a esto están dedicados capítulos especiales que vendrán después154.

Sí: aspirar a la petrificación es intento de idiotas.

Las necesidades de los pueblos varían incesantemente. La educación, pues, ha de variar también en armonía con las exigencias de esas necesidades, distintivo de cada época. Si el Gobierno sale a su encuentro y crea los medios de satisfacerlas, entonces cumple bien con su derecho. Si lo hace con negligencia, es RESPONSABLE de los atrasos del país y la generación naciente le echará la culpa de no ocupar un puesto de preferencia en el congreso de las naciones. Si se opone a la satisfacción de esas mismas necesidades, entonces ejerce el DESPOTISMO más intolerable de que dan ejemplo las historias. Jacob dijo a sus hijos: «El cetro no saldrá de Judá». Pero estas palabras no pueden aplicarse a la civilización. El cetro de la inteligencia sale en cada época de la nación que lo tenía y pasa a otra. Deber es entonces de las naciones que no ocupan el trono de la civilización, primero imitar a su reina, igualarla luego, y hasta excederla, si es posible, para heredar el noble cetro de la superioridad, mientras no llega la era afortunada de la fraternidad universal.

La educación tiene un tipo que debe realizar, y este tipo es el estado de la civilización; esto es, debe extender con larga mano los procedimientos que en los pueblos que marchan a la cabeza de las naciones han promovido el desarrollo físico en el mayor número posible de individuos; han creado el desenvolvimiento de la inteligencia en el mayor número posible, y han moralizado más, también, al mayor número. Pero ha de tenerse presente que el progreso civilizador no se acumula siempre en un solo país. A veces no es la nación que más ha adelantado en un ramo la que más ha aprovechado en otro: a veces no se ven en una nación, en un territorio, en un siglo, sino los efectos; un desarrollo grande en la industria, como en Inglaterra; una ambición guerrera en los particulares, como en los Estados Unidos...; y esto independientemente de la educación, por causas especiales, por efecto de la libre voluntad humana,   —447→   que se manifiesta así en las sociedades como en los individuos. Los Gobiernos deben observar esas tendencias, y deben atender a los anhelos precursores de un progreso real, para prohijarlos, hacérselos suyos, y recibir por derecho de accesión las primicias de sus productos. ¿Quién no ve que la fuerza de las naciones no consiste en el día en reclutar hombres ni caballos, ni en extraer el oro en los países distantes; y que un nuevo Aníbal poco haría con venir a una moderna Iberia, a proporcionarse con tal objeto esos añejos medios de vencer a otro poder latino? Quién no percibe que los soldados que forman las huestes de las naciones civilizadas se reclutan en la atmósfera, en el vapor, en las combinaciones químicas, en la electricidad? ¿Quién no ve que los pueblos modernos no van a buscar sus remeros, como las naciones antiguas, en los cautivos de los pueblos vencidos, sino en los agentes naturales, más fuertes e incansables, que no conocen el sueño ni las enfermedades, y son incapaces de insubordinación? ¿Quién no ha pensado en que los raíles y el telégrafo eléctrico y el teléfono están uniendo todas las naciones? ¿que las distinciones de razas y de lenguas, y de religiones van, si no a desaparecer, por lo menos a perder sus más marcados caracteres y sobre todo sus intolerancias? ¿Quién no ve que el Gobierno no reside ya sólo en los tenidos por más fuertes, ricos y sabios, en una palabra, en lo más importante ahora y selecto de cada país, sino que tienen cada vez más participación en él las masas, esto es, el número exclusivo, entusiasta, arrebatado, violento, capaz a veces de milagros de patriotismo, pero albergue de odios invencibles contra el actual orden de cosas, torrente acaso de incendios y devastación social? ¿Quién no ve, pues, que la RELIGIÓN se cree ahora, más que nunca, el áncora de salvación, porque ella sola puede decir autorizadamente al creyente rico, «NO GOCES TANTO: DA»; y al creyente pobre, «TEN PACIENCIA: ESPERA?» Pero, ¿quién no ve también que la fe ha muerto en los corazones? ¿Quién, en una palabra, no conoce que hay épocas en las cuales las naciones se sientan a descansar de la fatigosa marcha de la civilización, y miran con gusto hacia atrás para contemplar lo pasado, el terreno recorrido; y que hay otras épocas en que les entra el deseo de conquistar las regiones de lo desconocido,   —448→   del porvenir inmediato, el bienestar, la ciencia, los secretos de la naturaleza, que sólo oyen con placer a los oradores que les gritan «PROGRESO» y no obedecen a otros jefes más que a los que les dicen «MARCHEN»? Pues, si esto es así, ¿cómo es que vosotras, ¡oh leyes españolas!, perdéis en contemplaciones con lo pasado un tiempo que reclama impaciente la generación que nace, a fin de estar apta para correr con fuerza hacia ese porvenir? Las ciencias cosmológicas, las lenguas vivas, el estudio del ser humano, de sus facultades, de su naturaleza..., sean lo principal que mandéis: no os distraigáis en rutinas cubiertas del polvo de lo pasado, ni os inmovilicéis en malos medios no conformes con los fines; porque, si os paráis en medio de la vía, las locomotoras del progreso os pasarán por encima, y moriréis de mala muerte, deshechas y aplastadas.

No miréis atrás. Mirad al Sol que nace.

No tenéis tiempo que perder, que el camino es largo y la cumbre está muy alta.

Decid como el poeta:


No imagines que es fácil de repente
Colocarte al nivel de los más altos:
Tienes que trabajar asiduamente...,
No se sube al Montblanc pegando saltos.





  —449→  

ArribaAbajoCapítulo XIII

Tribunales permanentes de examen



ArribaAbajo§ I
Prejuicios contra los exámenes


Hoy, verdaderamente, hay ojeriza contra los exámenes. Clamar contra ellos es de moda y de buen tono entra los pedagogos que se tienen por lumbreras. En hombres muy ilustrados constituyen casi una manía las pruebas de fin de curso en los Institutos y las Universidades.

Que contra el modo actual de hacer los exámenes truenen las personas de talento, es cosa no sólo natural, sino obligada; pero de ahí no se deduce que deban suprimirse las pruebas de capacidad, suficiencia y aptitud. Tanto valdría pretender que el ciudadano no tomase parte en la gobernación del país porque es afrentoso el actual modo de hacer las elecciones.

«El acto de los exámenes es verdaderamente inverosímil, absurdo. ¡Un examen de 15 asignaturas se hace en treinta minutos!»155

«¿En un examen de cinco minutos qué se puede preguntar?»156

«El examen a la casualidad, a la providencia... exige que, como los Consejos de guerra oyen la misa de Espíritu Santo, la oigan también los examinadores»157.

«Eso (el sistema de exámenes) está organizado de una manera oprobiosa y repugnante. La prueba se hace en un examen que es bochornoso para todos los establecimientos de enseñanza, por medio de una bolsa en la cual se meten unas cuantas bolas, que corresponden a los números de otras tantas lecciones de un determinado programa, en cuya respectiva relación se   —450→   halla un texto, acerca del cual yo, al presente, no quiero hacer calificación ninguna, reservándome por ahora mi opinión; y tal confianza tiene el Estado en los funcionarios, y tal los honra en su puesto, que no les consiente que ellos examinen formulando cuestiones y temas libres al alumno, sino que ha de meter la mano en el saco, llevando así al examen la aplicación de la lotería, y se han de anotar los números que salen en unas hojas de unos libros que se han de cortar con unas tijeras a estilo de gitano, sin cuyas ritualidades el examen no se verifica; y con la prueba de lo que contesta el alumno en un examen, que no puede subir nunca de ocho a diez minutos, a tres preguntas sacadas a la suerte, el profesor oficial da la calificación al alumno.

»Decid si eso, comenzando por ser el escarnio de la función y la afrenta del profesor, no es la ignominia de la enseñanza.

»Eso da lugar a casos de esta índole, de que yo tengo positivo conocimiento, y que me creo en el deber de referiros para que sepáis hasta dónde llegan las consecuencias de esa bochornosa organización. Alumnos ha habido que se han procurado el programa de determinada enseñanza de una Universidad, que han cogido el texto que corresponde a ese programa y se han aprendido tres lecciones, y han ido a esa Universidad, se han puesto de acuerdo con un dependiente de la misma para que les diera los números de las lecciones que habían aprendido, y en el examen han metido la mano en la bolsa y han sacado aquellas tres bolas, dando las lecciones con sumo saber, como un papagayo, y el tribunal les ha dado la correspondiente nota de sobresaliente. Después de eso, juzgad.

»Aquí se trata en este régimen, en que descansa toda la enseñanza de España, de formar unos miserables rutinarios bachilleres, incapaces de investigar por sí, como si todavía pesara aquella maldición de prohibir la funesta manía de pensar»158.

Que contra esa abominación y ese sistema afrentoso de formar parásitos de levita truenen los hombres de talento, o siquiera de sentido común, resulta justificado y natural. Pero de ahí no es lícito sacar la inferencia de que no deba haber exámenes. ¿Cómo no exigir pruebas de saber y de aptitud a quien   —451→   haya de ocupar las carreras del Estado, o ejercer el monopolio de una lucrativa profesión?

Y es lo salado que quien más grita en contra y más desdenes muestra, o mayores ascos hace, ¿deja de probarse su sombrero antes de comprarlo? ¿quién no se prueba los zapatos antes de darlos por recibidos? Si por ligereza o precipitación no duró la prueba el tiempo necesario, y luego unas botas lastiman, ¿culpa el comprador al género, o se culpa a sí mismo, por no haber examinado bien? No culpa el examinar, sino el hacerlo mal. ¿Quién admite un escribiente sin ver antes la letra? ¿No toman las señoras minuciosos informes de las criadas que van a recibir? ¿Hay alguien que adquiera un caballo sin examinarlo antes, o hacerlo examinar?

¿Quién entra en las escuelas militares sin que un físico de regimiento lo examine? ¿va a admitirse en ellas a un herniado? ¿Cómo manifiestan las tropas su instrucción militar sino maniobrando? ¿Qué son las exposiciones de pinturas? ¿qué las exposiciones universales? ¿qué un certamen poético? ¿qué un certamen de bandas de música o de orfeones?

Pruebas de aptitud. Objetos de examen.

¿No pone todo el mundo los gritos en el cielo cuando una cátedra no se provee por oposición? Y ¿qué son las oposiciones más que medios de averiguar si un candidato sabe o no?

¿Va a admitirse en aduanas a quien no entiende la materia? ¿Quién puede ser capitán en un barco, sin haber demostrado previamente que sabe pilotaje?, etc., etc.

»Aquí todo es contradicción. El que más censura los exámenes de Junio es acaso en su fuero interno el más rígido y exigente en pedir pruebas para todo.

Ya pueden los prejuicios actuales y a la moda decir cuanto se les antoje; pero sépase que todo el mundo reconoce que si nuestros funcionarios son tan ineptos es por deber sus cargos al nepotismo, y no al previo examen de su aptitud y competencia.




ArribaAbajo§ II
Reformas propuestas


Se necesitaría, pues, carecer de discernimiento para no conocer que las respuestas a tres preguntas sacadas a la suerte no   —452→   son datos bastantes para que califiquen a un alumno jueces que no lo conocen, extenuados además por la fatiga del examinar a cientos, y cientos, y más cientos de estudiantes en el fatídico mes de Junio.

Y, como el mal es tan evidente, cada cual propone su remedio.

Unos piden la supresión de las pruebas de fin de curso, escandalizados de que el azar y jueces que no conocen a los estudiantes sean los factores principales de las calificaciones o de la suspensión.

Se inclinan también a suprimirlos algunos profesores en los Institutos militares, de pocos alumnos relativamente, como la Escuela de Estado Mayor, donde los cursantes son oficiales, ya hombres, y militares distinguidos desde antes de entrar en la Academia.

Pero la inmensa generalidad del Profesorado está por los exámenes. «El día en que se supriman los exámenes, desaparecerá la enseñanza», dijo en el Congreso el SR. BECERRO DE BENGOA159.

«¿Dónde iríamos a parar si desapareciesen?», agregó el SR. LAVIÑA160.

« Yo no me atrevería a pedir a nadie que suprimiera el examen «, había dicho antes el SR. CÁRDENAS161.

Todos están, pues, por las pruebas de fin de curso. Lo que sucede es que muchos no se muestran contentos i ya lo creo! con el procedimiento actual. « Quizá deban hacerse de otro modo... La tarea es imposible para 400, 500, 1000, 2 000, que se examinan en los Institutos de Madrid o Barcelona «, dijo el SR. LAVIÑA162.

«Los exámenes han de ser por escrito», según el SR. CÁRDENAS163.

  —453→  

El SR. SALMERÓN abogó también por la prueba escrita:

«Los exámenes han de ser por escrito y durar muchos días»164.

«Han de ser por grupos y no por asignaturas», según el SR. VINCENTI165.

«Han de ser orales», según el SR. SILVELA (D. Luis)166.

«También orales», según el SR. DURÁN Y BAS167.




ArribaAbajo§ III
Verdadera tendencia de la opinión


Importa mucho fijar bien el estado actual de la opinión. No es que muchos hombres de importancia rechacen en absoluto las pruebas. No. Quieren pruebas, sí, pero las quieren de otro modo; lo cual es muy distinto168.

  —454→  

No. « Nadie quiere un sistema que permite ir a las Universidades, no a buscar ciencia, sino títulos; pues tales establecimientos son, no un plantel de hombres estudiosos y científicos, sino fábrica de charlatanes y escuela de papagayos»169; lo cual no es verdaderamente novedad, pues ya SIMÓN ABRIL decía al rey FELIPE II:

«Error es el desordenado deseo que tienen los que aprenden, de llegar presto a tomar las insignias de doctrina, que vulgarmente llaman grados, a que tienen hoy más ojo los hombres por sus particulares ambiciones y codicias, que a salir en la empresa de la verdadera doctrina»170.

Todos quieren una gran transformación, mas ninguno piensa en la supresión absoluta. Pero el odio a la perversa manera actual de verificar los actos de fin de curso es tal y tan grande, que a quien dice con todas las reservas de la prudencia en documentos muy pensados: Estoy por la supresión de la forma actual, se le hace luego decir en los periódicos sin limitación ninguna: Quiero la abolición de los exámenes. Tanto valdría escandalizarse suponiendo que un moralista hubiese dicho en cátedra que «es lícito matar», cuando constase por sus escritos haber sólo sostenido que «es lícito matar en defensa propia, por causa justa, y no habiendo otro recurso», principio admitido en todos los códigos y aceptado por todas las religiones.

¡Con qué insistencia se ha afirmado que el SR. DURÁN Y BAS quería la supresión de los exámenes, cuando sólo estaba por pruebas distintas de las actuales, mejores sin duda, pero de gran complicación y de no evidente eficacia! Cuando se hizo público el afamado informe suscripto por los señores SALMERÓN, MENÉNDEZ PELAYO y SÁNCHEZ DE CASTRO, la prensa lo encabezó con el epígrafe: ¡¡SUPRESIÓN DE LOS EXÁMENES, siendo así que el documento aspira únicamente a una transformación!! Expone al público los resultados (muy notables) de sus enseñanzas   —455→   la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado, y se lee luego en la prensa: «Este centro es el primero que ha roto con las anticuadas fórmulas de exámenes y notas». Pero ¿qué más prueba ni más convincente que la exhibición de los trabajos artísticos?171



  —456→  
ArribaAbajo§ IV
Coincidencia de los reformistas en dejar los exámenes a cargo del Profesorado docente


En vano es buscar dentro del Profesorado civil enemigos de las pruebas de curso. Todo lo más que se encuentra entre ellos es una minoría (por cierto bien exigua) de reformadores de la práctica actual, por cuya continuación (aunque ninguno la declare buena) está la gran masa del Cuerpo docente. Y es natural. ¿Quién rompe con la rutina, y más si hay a su favor prestigios o intereses ya creados desde muy antiguo?

Y no sólo está el Profesorado civil por los exámenes tales como se llevan hoy a cabo, sino que a ninguno se le ocurre, cuando   —457→   de reformas o modificaciones se trata, redimirlo del pecado original. Aun el más reformista deja la calificación de la prueba de la enseñanza en manos del que enseñó, o no enseñó. Del que (según prueban los resultados) no enseñó, si hemos de creer el testimonio del más sesudo de los órganos conservadores: «En vez de un plantel de hombres estudiosos y científicos, la Universidad es una fábrica de charlatanes y escuela de papagayos».

¡Cuán cierto es que el criterio corporativo es quien piensa por los hombres pertenecientes a una profesión!! ¡Qué profesor tiene ojos para ver que, si hay alguien que no deba examinar   —458→   a un alumno, es precisamente quien lo enseñó! ¿Cuándo al demonio le parecen feos sus hijos, según el adagio popular? Ya se ha dicho en muchos sitios de esta obra. Los individuos de una colectividad no pueden tener voz ni voto en el juicio de su profesión, porque la colectividad piensa por cada uno. El que más, se entretiene en encaracolar y desencaracolar virutas.

¡Qué ilusión! ¿Quién deja al arbitrio del profesor la prueba de la enseñanza? Y esto el primer año, y el segundo, y el otro..., sin interrupción? Y esto cuando se publica una ley particular, y también cuando se trata de otra general, y cuando se habla del establecimiento de las escuelas comunes, y cuando se piensa en las normales, y siempre, siempre, siempre, en toda la colección legislativa? ¡El Gobierno entrega la piedra de toque en manos del monedero! y luego se admira de que haya cuños falsos!! Esto es de evidencia.

Y, sin embargo, los exámenes se han dejado completamente al arbitrio de los maestros. Y como los rutinarios no forman sus programas conforme a los principios de la ciencia, y como los indolentes trabajan poco, y como los profesores, en virtud de diploma y no por la voluntad de Dios, hacen que el programa se conforme con el estado de adelanto de los discípulos, en vez de que el estado de los alumnos se conforme con un programa racional..., resulta que no viene a enseñarse a los niños ni siquiera lo que los escritores quieren o consideran bastante, sino que de ello es la quinta esencia lo que llega a la juventud; es decir, lo que se acomoda a los conocimientos del maestro o a los resultados que ha obtenido.

De aquí la desconfianza general. Nadie se fía de los fallos de los tribunales de examen que hoy funcionan. Todos echan de menos garantías, no sólo contra el palo de ciego que sale de una urna en forma de bola numerada, sino contra el juicio formado por el profesor examinante.

«Públicos deben ser los exámenes, dice un catedrático de gran prestigio moral, como públicas las sentencias de los tribunales. Públicos los exámenes, para que los padres y los compañeros del estudiante puedan FISCALIZAR (!) y comprobar la justicia o INJUSTICIA (!) del fallo del profesor... La crítica de los exámenes se hace por sí sola con establecer el   —459→   siguiente dilema: O han de ser arbitrariamente injustos, o sistemáticamente benignos»172.

Léanse con atención las palabras siguientes de un escritor meritísimo173:

«El que obtiene plaza no dice que es por benevolencia.

»Se la merecía; que bien le tiraron al codillo.

»El reprobado proclama la inmoralidad del tribunal.

»¡Como que antes de los exámenes ya estaban dadas las plazas!

»Eso es lo mejor que dicen. Por santos que sean los jueces, desde antes de empezar, nadie cree en su moralidad.

»¿Qué significan, si no, las cartas de recomendación?

»Todos esperan que se sobreponga la amistad a la justicia.

»Y los que piden justicia, ofenden también.

»Si la piden, es que temen la iniquidad.

»Se han de juntar en los jueces reconocida competencia y probadísima rectitud.

»Desligadas ambas condiciones, se cometerán, seguramente, actos inmorales.

»El entendido de poca conciencia, abusará de su saber en obsequio a sus paniaguados.

»Las preguntas capciosas, las extralimitaciones de programa, las salidas de tono, todo se empleará para (!) desconcertar y poder reprobar injustamente al desgraciado.

»El ignorante, en cambio, creyendo ser justo, juzgará por simpatía; creerá ciencia la cháchara y el desparpajo, y se cumplirá el refrán de que más vale caer en gracia que ser gracioso.

»No tendrá en cuenta que la necedad y la charlatanería son inseparables.

»Quien dijere que no, desmentirá al Espíritu Santo. Ecclesiastes, cap. X, vers. 14. Stultus verba multiplicat.

»Sin embargo, entre un tribunal de hombres rectos, pero ineptos, y otro de entendidos, aunque de mala intención, yo prefiero el último.

»Con los ignorantes no hay defensa posible.

  —459→  

»Con los entendidos es tal el prestigio del talento, que llega a dominar y rendir las malas voluntades.

»¿Pero habrá tribunales ineptos?

»Se dan casos.

»Lo que me parece una monstruosidad es nombrar, por ejemplo, cuatro ignorantes y un sabio para formar tribunal: porque, si éste es perverso, cubrirá sus atrocidades con la capa, de la justicia, que es de lo más infame que se puede ejecutar.

»Si todos son sabios y malos, puede ser bueno el resultado.

»Las fuerzas equilibradas pueden tener una resultante justa».




ArribaAbajo§ V
Tribunales permanentes


No: no se reforma la enseñanza con medidas del género chico. Es preciso un cambio radical. Se impone la creación de tribunales permanentes de examen, cuyos miembros no pertenezcan al Profesorado, y que estén constantemente dispuestos a funcionar cuando a un alumno le viniere en talante y buena voluntad adquirir el testimonio de su aptitud para cursar cualquier carrera, o ejercer cualquier función de las que exigen título profesional.

Para estos exámenes debería haber en cada capital un TRIBUNAL PERMANENTE con facultad para seccionarse en comisiones, compuesto de individuos de gran competencia, demostrada mediante oposiciones-verdad, y dotados con sueldos altos, tan altos, que, haciéndolos independientes, los libertasen de toda sugestión o cohecho.

Los miembros de ESTOS TRIBUNALES PERMANENTES NO HABÍAN DE SABER MENOS QUE LOS EXAMINANDOS.

Me explicaré.

Actualmente sucede algo bien escandaloso, porque amengua el decoro del Profesorado. -Se presenta al grado de bachiller un buen alumno (que alguna vez los hay, y yo pudiera citar varios, no procedentes de los establecimientos oficiales); y este buen alumno se encuentra con un numeroso tribunal compuesto de profesores o catedráticos de la escuela o instituto, los cuales,   —461→   por lo regular, y SIEMPRE, SALVAS HONROSAS EXCEPCIONES, saben más que el examinando, pero en una sola asignatura; en la que cada profesor explica; y se hallan muy por debajo del nivel del alumno en todas las demás. De nuevo declaro que hay honrosísimas excepciones, que yo también conozco y pudiera citar.

Me daré a entender mejor aún.

El profesor de Francés sabe Francés, pero por lo regular no sabe Aritmética, ni Álgebra, ni Geometría, ni Historia natural, ni Física, ni Química, ni Psicología: el catedrático de Latín no sabe Física, ni Francés, ni Psicología, ni Álgebra: el catedrático de Psicología casi no tiene ideas de Francés, ni de Álgebra, ni de Geometría, ni de Historia natural, ni de Literatura, ni de... etc., etc. Y este tribunal, cada uno de cuyos individuos SABE MENOS que el aprovechado aspirante a bachiller, quien al fin tiene ideas acabadas de todo el Bachillerato; este tribunal, digámoslo así, ¿se atreve a calificar a quien sabe más que él? -No puede ser. -El profesor de talento, pero ignorante, no puede menos de admirar a un alumno adocenado que sabe tantas cosas, y el profesor escaso que ignora, está casi dispuesto a divinizar al imberbe escolar.

Resultado de todo: lenidad. Consecuencia imprescindible perpetuidad de las medianías en el usufructo de las carreras. Corolario latente: mengua del prestigio y del decoro que el Profesorado necesita.

Si esta fotografía escandaliza, que escandalice174.

  —462→  

Quien se sienta retratado, que estudie y no ignore: que, al cabo, no ha de ser imposible a un hombre pundonoroso el saber las cosas que se suponen adquiribles por un niño.

«¡Quién va ahora a hacerse un pozo de ciencia o a convertirse en profesor de todas!» dirá alguno. ¡Qué hombre es general!! ¡cuántos años no necesita un profesor para serlo!»

Perfectamente objetado. Plaudite, cives.

Pero, pro me laboras. Si un hombre no puede saber tanto, ¿con qué CONCIENCIA examináis de lo imposible a un niño? ¿Y la CONCIENCIA? ¿No sirve para nada? ¿Y dormís? ¿Con qué derecho os admiráis ni aun de sus faltas de ortografía, si, por desdicha, las cometéis vosotros? ¿Por qué os asusta que una criatura ignore, cuando vosotros ignoráis, y cuando tanto os falta para tener las nociones siquiera que ha adquirido el examinando? ¿O que debiera haber adquirido? -De seguro se asomará el rubor a vuestro semblante o, por lo menos, o hallaréis en una situación embarazosa, si tenéis que presidir tribunales para el examen de asignaturas que ignoráis completamente. ¿No es verdad que esto os ha pasado cuando sabían que los niños sabían que no entendíais de la materia?

  —463→  

«Un profesor necesita muchos años para serlo». En una Facultad, pase; pero ¡en la Segunda enseñanza!!! -¡Qué necedad!


Los tribunales permanentes de examen habían de formarse de hombres que hubiesen JUSTIFICADO sus conocimientos en TODOS y en cada uno de los ramos incluidos en los PROGRAMAS: en todos: en todos y cada uno; que no se cogen truchas a bragas enjutas. Por eso los examinadores habían de tener muy grandes sueldos: cuando menos los de los catedráticos jubilados de Universidad; no sólo para recompensar los esfuerzos de su inteligencia, sino también, y muy principalmente, para gozar, como he dicho, de orgullosa independencia y de gran consideración social.

En las Facultades todas ¿no sucede que el Claustro entiende de todas las asignaturas? ¿Hay algún catedrático en Medicina que no las haya cursado? ¿Pues por qué no ha de suceder lo mismo en la Segunda enseñanza? ¿Por qué lo menos ha de gozar de exenciones que no disfruta lo más? ¿Por qué el Instituto ha de tener privilegios de ignorancias que no se conceden a la Universidad? He ahí el fruto de la preferencia a los terceros lugares.




ArribaAbajo§ VI
Facilidad de los exámenes con programas detallados, casuísticos y experimentales


Además: detallado así el programa, los exámenes serían la cosa más fácil del mundo: no habría lugar a que la arbitrariedad, ya que no la fatuidad o el error de los examinadores, pusiese en compromiso a un buen alumno, preguntándole, como se ha dado el caso, acerca de San Luis, por la circunstancia de ser el rey tantos de la dinastía de los Capetos: no se titubearía en inquirir más o menos, con más profundidad o más someramente: no habría, en fin, más que decir: «Cada alumno sacará en el acto de la prueba una de diez bolas numeradas 1 a 10; y deberá responder en cada materia a la pregunta del programa oficial cuyo número saque y a todas las demás que cupieren avanzando de diez unidades, hasta concluir el total de las del programa:   —464→   por ejemplo, el alumno saca el 5; pues deberá responder por cada asignatura que quiera probar, a la pregunta numerada 5 y a la 15, a la 25, a la 35, a la 45, etc., hasta concluir, según el orden del programa. Si responde a menos de la cuarta parte, reprobado: si a menos de la mitad, suspenso: si a más de la mitad, aprobado: si a las tres cuartas partes, regular: si a las cuatro quintas, bueno: si a las cinco sextas, notable: si a las siete octavas, sobresaliente.

Claro es que hay asignaturas en que para la prueba bastaría responder a la pregunta 5, y a la 25, y a la 45, y a la 65... avanzando de 20 en 20...; o con más rapidez aún.

Pero éstos son detalles. ¿Voy yo también ahora a encaracolar y desencaracolar virutas?


    El cura de Alcañices
a la nariz la llama las narices,
y el cura de Alcañiz,
a las narices llama la nariz.
    Y así viven felices
el cura de Alcañiz y el de Alcañices.

Si algún día estuviese toda la enseñanza encomendada a los particulares, y el Gobierno exigiese testimonios de aptitud a cuantos aspiraran a las carreras del Estado, todo el plan de Instrucción pública se hallaría condensado en estas dos palabras:

PROGRAMAS,

EXÁMENES.

¡Qué eficacia!

Y ¡qué sencillez!

Pero...


Ilusiones engañosas,
livianas como el placer...

Supongamos planteado un nuevo plan, libre de los pecados mortales que tienen condenados a todos cuantos han estado en vigor hasta el presente.

¿A qué partido se encomendaba su ejecución?

Compró un papá bondadoso, el día de su santo, un lujosísimo juguete para regalarlo a aquel de sus hijos a quien la familia designase como al más formalito.

  —465→  

-¿A quién regalo esta preciosidad?

-A Barrabasillo, dijo al punto la abuela; porque ése será el que más pronto la rompa, y con eso nos quitamos cuanto antes de cuidados y de quebraderos de cabeza.


Débil mujer, al hijo maleante
ama, por más que indómito la apene:
la Humanidad, por causa semejante,
predilección por sus errores tiene.





  —466→  

ArribaAbajoCapítulo XIV

Maestros



ArribaAbajo§ I
Cómo se obtendrían maestros. -Pruebas de aptitud


Por mucha que sea la buena fe con que el Estado se proponga pasar a los particulares la enseñanza hoy oficial, largo, indudablemente largo, ha de ser el tiempo en que el Gobierno se verá todavía obligado a enseñar donde no enseñen y lo que no enseñen los establecimientos privados.

Queda ahora la gran dificultad: el obtener maestros. Había de exigirse en los aspirantes el conocimiento de todos y cada uno de los puntos del programa de instrucción y además la habilidad manual necesaria para los experimentos de gabinete y laboratorio, buena letra, dibujo... Y la prueba había de obtenerse con un examen tan rigoroso que sólo se aprobase al que contestase a los cinco sextos de las preguntas que le tocasen del programa de cada asignatura, y al que saliese airoso de las pruebas se le expediría título interino de profesor. Y, ya con tal requisito, había de vérsele en la práctica de la enseñanza; que no porque sepa una persona ha de saber enseñar. Precisa hacerle dar muestras de ello viéndole (con precauciones) al frente de una clase de niños de cierto despejo (porque el entregarle torpes de nada serviría) y juzgar si manifiesta aptitud para su profesión. Si en la clase hay silencio, orden, afecto al maestro, amor al estudio... entonces el aspirante había completado sus pruebas, y merecía el definitivo diploma solicitado; pero, si no conseguía resultados, no se le debía confirmar la licencia pretendida para maestro, aun cuando sí debía conferírsele otra que le habilitara para entrar en otra carrera.

¿Tan gran novedad sería esto acaso? ¿No tienen obligación   —467→   los abogados de trabajar como pasantes antes de poder ejercer libremente? El tiempo de prueba invertido por los aspirantes a maestros en la práctica decisiva para su carrera, no sería tanto; el perjuicio del aspirante, corto, y la ventaja que obtendría el Estado, inmersa, no habiendo en el Profesorado sino hombres eminentes, o competentes por lo menos. ¿Por qué lo menos goza exenciones que no disfruta lo más? ¿Por qué el abogado para ejercer necesita pasar con otro abogado? ¿Por qué el médico ha de cursar clínica en los hospitales? Y ¿por qué al maestro sólo se le ha de preguntar si sabe?

«El noviciado, dice el SR. CARPIO en un profundo artículo175, el noviciado se estableció como principio de moral, para que el individuo, antes de profesar, tantease la carga que iba a echar sobre sus hombros...

»Mucho es el valor del oro; y ¿quién hará con él cañones? ¿quién cadenas para sujetar navíos?

»Quien no pueda montar a caballo, no sirve para oficial de Estado Mayor.

»El astrónomo ha de gozar calculando y observando.

»En las escuelas y academias formará el joven alumno su segunda naturaleza.

»Si no puede amoldarse a ella, es inútil para el servicio.

»Los profesores tienen, pues, que estudiar a los alumnos en su vida y costumbres, tanto o más que éstos las asignaturas profesionales.

»¿Qué importará que un militar sea instruido si carece de valor?

»Son tan importantes las aptitudes, que suplen muchas veces la falta de conocimientos especiales.

»JUAN BART, marinero de Dunkerque, y BARCELÓ, grumete de un jabeque-correo, fueron famosísimos generales de Marina en Francia y en España, sin más escuela que la mar.

»No se debe olvidar tampoco que hay ejercicios que rechazan, casi, las enseñanzas teóricas.

»Trátese, si no, de manejar un florete con sólo estudios teóricos de esgrima.

  —468→  

»Eso no excluye que un profesor se encargue de explicar el fundamento de lo práctico...

»Síntesis de lo dicho sobre escuelas y academias relacionado con la moral:

»Ver si el individuo se amolda al ejercicio elegido. Si no, despedirle».

Claro. No debe estar en la enseñanza quien no sirva para ella.

Ni quien, sirviendo acaso, se mantenga a distancia de los alumnos, como los profesores del día.

¡Qué retrato tan maestro hace de ellos el Madrid Científico!176

Helo aquí:

«De modo que, según la sabia organización de nuestra enseñanza, el joven tiene que pasar por diferentes centros que suministran pasto abundante a su inteligencia... y a su vanidad: lecciones, conferencias, exámenes y diplomas; pero nada de comunicación especial, nada de intimidad afectuosa: el catedrático-modelo será siempre un señor muy respetable, severo y dulce a un tiempo, que se mantiene a honesta distancia de sus alumnos, a los cuales, por otra parte, apenas le queda tiempo de conocer individualmente durante el curso. ¿Qué tiene él que ver con el carácter, posición social, gustos, aficiones, hábitos y aptitudes de sus alumnos? ¿Conoce siquiera sus antecedentes? ¿Trata, por ventura, a sus padres? Ni a éstos se les ocurrirá pedirle consejo acerca del porvenir de su hijo, ni él podría dárselo aunque quisiera: no le conoce.

»Esta comunicación pudo existir en la escuela primaria: al maestro le cuadra interesarse en todas las cosas de sus niños, aconsejarlos, dirigirlos y celebrar frecuentes entrevistas con los padres para adoptar nuevos puntos de vista, rectificar procedimientos o imponer correctivos; pero en el catedrático, tal interés parecería extraño, si no ridículo. ¡Buena diferencia va de un simple maestro a un catedrático! Inútil parece advertir que esta inhibición de las funciones educadoras se acentúa a   —469→   medida que va ascendiéndose en la escala del Profesorado superior.

»Por manera que, según el sentir de nuestras leyes, que la generalidad del público admite y corrobora, la educación escolar termina con la enseñanza primaria. De allí en adelante la formación del hombre correrá exclusivamente a cargo de la familia, secundada acaso por la religión.

»Pero la sociedad, previsora, no deja desamparados a sus pequeños; y ahí está, para llenar el vacío, todo un sistema de instituciones, auxiliares de la familia en la tarea educativa; instituciones encaminadas a dirigir y fortalecer al joven y a formar el carácter del hombre, acomodadas además a todas las edades y condiciones. Ahí están, en efecto, para complemento de nuestras deficientes enseñanzas, el casino, el café, el teatro por horas, la plaza de toros, la taberna, el garito, el burdel y el presidio».

Sí. Es preciso que esto cese.

Es indispensable que el País deje pronto de ver en cada catedrático de fama

Un hombre superior en lo mediano,

ara que todo el mundo respete en ellos

A los soles que alumbran con ideas.




ArribaAbajo§ II
Medida interina


Pero en la actualidad no hay maestros bastantes, ni los habrá en cuanto las clases numerosas se dividan en grupos por capacidades. ¿Cómo enseñar si no existe el número suficiente de profesores? ¿Qué hacer en este apuro?

Por ahora, contentémonos con la prueba de capacidad y la de moralidad por notoriedad pública y juicio contradictorio. El que sabe, ya prueba en eso que tiene algo de virtuoso, pues trabaja. Quizá no pueda transmitir, pero no pervertirá.



  —470→  
ArribaAbajo§ III
Injusticia y ridiculez en conceder a un mal alumno de la Normal, o a un Licenciado huero, permiso para enseñar, y negarlo a un hombre de talento y erudición reconocida o al autor de un libro declarado de texto


Lo que sí parece no sólo malo, sino horriblemente absurdo, es la tendencia a desterrar de la enseñanza a todo aquel que no haya pasado por las escuelas del Gobierno. Éstas no están bien: los que en ellas cursen pervertirán su criterio independiente con el hábito de lo malo, y probablemente nunca verán lo tortuoso y erróneo; y, si lo vislumbran, la costumbre les habrá embotado la energía para alzarse contra las tiranías del error, y desprenderse del criterio corporativo. Si sólo de las Escuelas Normales y de la Facultad de Letras han de salir los profesores, se cometerá el absurdo de encargar al statu quo la locomotora del progreso.

Y ¿quién perderá?

El País, como pierde siempre que patrocina el monopolio y la exclusión.

No está probado, y nadie probará, que sólo puede pensar rectamente sobre educación el que haya estado en los establecimientos públicos de instrucción; y, al contrario, hay muchos plausibles motivos para creer que no saldrá de ellos el progreso; porque todo lo administrativo tiene por esencia el estancamiento, y las mejoras requieren espíritus y caracteres revolucionarios. No se habría inventado la fotografía, si Niepce hubiera pertenecido a la ciencia oficial y hubiese sabido, verba magistri, que estaba demostrado el ser IMPOSIBLE fijar las imágenes en la cámara obscura. La máquina de vapor, los correos transatlánticos, la locomotora, la imprenta, las letras de cambio, y tantos, tantos mecanismos físicos y sociales como nos rodean beneficiosamente sin que reparemos en su bondad a fuerza de familiares, como el aire y la luz, no han sido producto de la ciencia oficial, sino de la ciencia individual, independiente, revolucionaria, y ésta no saldrá nunca de las escuelas del Gobierno. Por el contrario, entronizado un error, se corre el riesgo casi cierto de que durará, y permanecerá y persistirá luengos   —471→   años; quizá siglos. ¿Tan fácil fue arrancar el escolasticismo? ¿Tan fácil será conseguir que desaparezcan los errores y contradicciones de los libros de Matemáticas? ¿Tan fácil será que se olviden las cegueras que se enseñan en Gramática? ¿No han estado más de un siglo los sabios creyendo posible sacar el metro internacional de la medición de un arco del meridiano?...

Si una persona sabe y es hombre honrado (ya que ahora no se exige la prueba de aptitud para enseñar), ¿por qué razón se le tiene de impedir que enseñe? ¿No salen de las Escuelas Normales y de la Universidad hombres de escaso talento con muy poco lucidas notas en sus muy poco difíciles estudios? Pues ¿por qué éstos han de poder enseñar y no el hombre sabio que lo ha probado con sus libros de reconocido talento y vastas miras? Y, como en Instrucción pública no hay sistema, ¿por qué no ha de poder enseñar a leer y escribir, y ha de poder enseñar francés o inglés..., que es algo más? ¿Por qué ha de serle permitido enseñar alemán o árabe y no ha de poder enseñar latín ni griego? Esto es contradictorio, injusto y ridículo.

En una excelente obra sobre los empleados en España se lee, aunque a otro propósito, lo siguiente177:

«Requerir ciertos grados académicos en esta o la otra facultad es poner trabas inútiles y perjudiciales a la libre elección de los ministros, restablecer una especie de gremios después de haberlos condenado definitivamente la ciencia y la práctica, y crear un monopolio odioso y funesto al buen servicio. Con arreglo a este absurdo sistema, el malogrado FEDERICO BASTIAT no hubiera podido ejercer en ningún establecimiento público de su país la ciencia que generalizó o hizo progresar. Lo mismo, por desgracia, sucede en el maestro. -Tampoco pueden reputarse pruebas bastantes de aptitud ni los voluminosos expedientes que muchos pueden formar con los méritos oficiales y los años de servicio (malos muchas veces). A buen seguro que ni el conde MOLLIEN ni SIR ROBERTO PEEL hubieran podido presentar semejantes títulos para administrar el tesoro de Francia ni del Reino Unido; y, sin embargo, sus nombres serán eternos en los anales de la historia política y administrativa».

  —472→  

Y ¿puede darse mayor absurdo que declarar de texto un libro y no considerar aptitud legal en su autor para dar la Cátedra de la asignatura en la cual el libro se admite como excelente? ¡Lo que sirve para lo más no sirve para lo menos!!! ¡Para todas las Cátedras, sí; para una sola, no!!!! ¡Qué salero!!

Amplitud, pues. El que sepa, que enseñe, siempre que pruebe su aptitud.

Y otra vez se ve aquí la fecundidad de la solución propuesta:

PROGRAMAS

EXÁMENES

MAESTROS

Además, ¿no es injusto que estas restricciones sean para los que hayan de entrar en el Magisterio y no hayan sido para los ya entrados? ¿Estos, al hacer la ley, no proceden con notoria inocuidad (quia nominor Leo)?


¡Mientras menos a partir,
Mayor el tanto por ciento!

¡Expedientes de méritos y servicios! Si no hubieran sido poder los hombres que a fuerza de años han ido ocupando los altos puestos vacantes en las carreras por escalafón, no nos habríamos puesto a construir muy bonitamente dos navíos de vela cuando todas las Marinas del Mundo ponían a sus buques de velas el tornillo de propulsión: si en otros hombres de menos títulos hubiesen estado las riendas del Gobierno, es seguro que no existirían las torres de los telégrafos ópticos, que AHÍ ESTÁN TODAVÍA para patentizar a todo el mundo una determinación tan anticientífica como antifinanciera; y de cierto habría existido desde sus principios la telegrafía óptica entre la costa de España y la plaza de Ceuta, si la gente del porvenir, la gente nueva (que por ser la que viene después es en rigor LA MÁS VIEJA) tuviese entrada en el gran Areópago cuyas puertas cierran y guardan los cancerberos de viejos títulos académicos y antiguas hojas de méritos y servicios, que sólo prueban, esencialmente salud y longevidad, o sólo longevidad.

Hay una edad en que el retiro se impone (decía El Resumen   —473→   extractando un trabajo de MAX-MÜLLER en un artículo titulado «Paso a los jóvenes»)178.

«Hay una edad en que el retiro se impone. Ciertamente que a nadie se le ocurrirá hacerlo hoy obligatorio bajo pena de muerte; pero males muy graves de nuestro estado social resultan de la terquedad de la vejez en la posesión del dominio legítimo de la juventud y de la virilidad.

»En todas las carreras en que los hombres, en la plenitud de su fuerza física e intelectual, deben más legítimamente esperar hacerse útiles, trazarse una vía y por lo menos encontrar un modo de vivir, la plaza está tomada por veteranos que más o menos pertenecen a la sección de inválidos. Se objetará que la vejez posee la experiencia... pero, admitiendo como probada la experiencia superior de los ancianos, se puede creer que sería mucho más útil si se contentasen con funciones consultivas, dejando la acción a los jóvenes. Los negocios de este mundo no exigen sólo prudencia; exigen asimismo decisión y valor. Ordinariamente la generación de mañana es la llamada a soportar las buenas o malas resoluciones de hoy. ¿Por qué no darle voto en el Capítulo?

»Los viejos permanecen demasiado tiempo en el servicio activo y reciben una remuneración excesiva en funciones que hombres más jóvenes llenarían tan bien, si no mejor».

Indudablemente el fragmento anterior está más inspirado por el temor del hambre que por el amor al servicio; pero, de cualquier modo, nunca sería de hombres de Estado pensar en sustituir con gente nueva a los decrépitos de amarillos pergaminos académicos, sólo para dar de comer a los mozos con el haber de los viejos. No. Debe facilitarse el advenimiento de la juventud, porque la cuestión de las edades es de grandísima influencia en la suerte de un país. Jóvenes, donde se necesite mucho vigor físico y gran energía moral. Viejos, donde las experiencias de lo pasado sean antorchas de lo porvenir.

Más de jóvenes que de viejos necesita la enseñanza. Paso, pues, a la juventud.

  —474→  

Paso, pues, a la juventud. Pero no para que vaya por el camino de herradura, erizado de humillaciones y vejámenes, único permitido a los ministros del enseñar por los caciques y alcaldes de los pueblos, sino para que, por la carretera triunfal del bienestar y del decoro, guíe las nuevas generaciones a la obscura región del enigmático mañana.

Es preciso que nunca más puedan aplicarse a los maestros los cuatro versos de VIRGILIO. Sic vos non vobis...




ArribaAbajo§ IV
Elección


No voy a proponer nada, sino únicamente a dejar sentada una observación.

¡Cuántas precauciones toman las leyes civiles para que el Profesorado civil resulte idóneo! Concursos, oposiciones, años de servicio, méritos especiales!... Y, no obstante, el Profesorado deja mucho que desear.

Y ¿no llama la atención que los profesores de las Escuelas del Ejército y la Armada sean tan buenos, superiores a veces, malos nunca, siendo todos designados por sus jefes respectivos, y nombrados por elección del ministro de la Guerra, o por el ministro de Marina, quienes regularmente no los conocen ni los han oído tal vez nombrar?




ArribaAbajo§ V
Tránsito a otra situación


El momento actual es de crisis para el Profesorado.

¿Qué hacer, pues?

Cuando la locomotora está descarrilada, viene a la vía férrea caminando fuera de los raíles. ¿Qué hacer?

Conservar interinamente los establecimientos literarios actuales, sin los vejámenes del caciquismo ni las luchas con los alcaldes. Permitir, libre de trabas innecesarias o indecorosas, la enseñanza al Profesorado particular, sin más condición para unos y otros que la de los exámenes ante tribunales permanentes y de   —475→   competencia, conforme a programas casuísticos y experimentales.

Y buscar la solución de todos los problemas de la Instrucción nacional en estas tres palabras:

PROGRAMAS

EXÁMENES

MAESTROS179.