Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

  —42→  
El proceso contra José Manaut Viglietti, «masón e izquierdista»

Finalizada la guerra los maestros que habían estado dentro de los Milicianos de la Cultura87 sabían que podían ser acusados con facilidad, pues era una organización inequívocamente republicana88. Su destino, como el de los adeptos a la Masonería, fue la expulsión del magisterio. La exclusión de la profesión por razones ideológicas y el acoso contra los sospechosos de no-afección al Régimen demuestran la intolerancia franquista contra la ideología y las creencias89.

El pintor José Manaut Viglietti fue detenido el día 10 de enero de 1943. Ingresó en prisión acusado de delito de masonería, pero no le tomaron declaración de inmediato, motivo por el que su esposa se dirigió al TERMC el 1 de marzo de 1943 en los siguientes términos: «Como esta familia, Excelentísimo señor, vive del trabajo de mi marido y como yo me atrevo a suponer que por su conducta de absoluto respeto y acatamiento al Movimiento Nacional podrá otorgársele también el beneficio de la excarcelación, me dirijo a Vuestra Excelencia en ruego de que, si a bien lo tiene, disponga se active el procedimiento que a mi citado esposo se siga». También escribió a un conocido en Salamanca, para que urgiera el envío de la documentación necesaria para iniciar el proceso. En el borrador de la carta leemos: «A todos los que han ingresado después que él les han tomado ya declaración y muchos de ellos están en la calle».

Tras permanecer más de dos meses a la espera de juicio, le tomaron declaración por primera vez el día 5 de marzo de 1943, pero ésta se extravió y el presidente del TERMC tuvo que solicitar una copia a la Comisaría General de Policía de Madrid. En su transcripción se lee: «Durante la dominación roja estuvo en esta capital parte del tiempo y luego en Valencia, dedicado a los trabajos de su profesión hasta la liberación, sin que ocupara cargos del Gobierno del Frente Popular. Referente a la Masonería, dice el propio interesado que en 1928 se inició como ‘Aprendiz’ en la logia ‘Marenostro’ y nombre simbólico ‘Hermes’, que al poco tiempo fue exaltado al grado 2º de ‘Compañero’ y después al 3º de ‘Maestro’, que fue llevado a la Logia indicada por un tal José Royo Gómez, catedrático de Ciencias Naturales; que perteneció a la secta de referencia unos tres años y asistió a varias ‘Tenidas’, donde se trataba de política, de religión y de cuestión social, como así de la ayuda mutua entre sus componentes. No presentó retractación por suponer que a él no le afectaba, igualmente no ha presentado la retractación eclesiástica. Carece de bienes de fortuna, como igualmente de documento que muestre se halle adherido a la Causa Nacional».

imagen

José Manaut con sus hijos Ariel y Stella, en abril de 1943, a su regreso a casa, en libertad condicional.

El 11 de marzo de 1943 el vocal ponente envió al presidente del TERMC el certificado de antecedentes masónicos de José Manaut Viglietti que obraban en el Archivo de la Sección Especial, significándole que dicho individuo no había presentado hasta la fecha la «retractación prevenida». En consecuencia,   —43→   el 8 de marzo abrió el TERMC expediente n.º 14.350 legajo 287, relativo a José Manaut Viglietti y el 16 del mismo mes el juez Marco Garmendia lo elevó a sumario. Dos días después volvió a declarar, pero se aprecian divergencias con el contenido de la declaración anterior: ahora negaba haber alcanzado el Grado Tercero de la Masonería y haber pertenecido a la Gran logia Regional del Centro de España, «...aun cuando conste así en su declaración prestada en la Comisaría pues está cierto de no haber efectuado la Ceremonia de exaltación a dicho Grado. Que tampoco es cierto que haya pertenecido a la ‘Gran Logia Regional del Centro de España’...» Aunque se le acusaba por los antecedentes masónicos y se indicaba también que era necesario poner el auto en conocimiento del Tribunal de Responsabilidades Políticas, ya que había pertenecido también a Acción Republicana, fue puesto en libertad provisional el mismo día, a la espera de ser enjuiciado, bajo la acusación de los siguientes cargos: haber ingresado en la masonería en la Logia «More Nostrum» de Madrid, haber alcanzado el grado tercero de Maestro Masón, haber desempeñado el cargo de Vocal de la Gran Logia Regional del Centro de España en el año 1932-33, no haber sido baja de la masonería y no haber presentado retractación90.

El día 20 se sometió a una declaración indagatoria, negando la acusación de masón. Señaló entonces que únicamente conocía los fines filantrópicos liberales de la Masonería y que no obstante haber pertenecido a ella había cumplido siempre sus deberes religiosos contrayendo matrimonio canónico y bautizado a los hijos. Tras lo cual, el juzgado número 3 del TERMC le comunicó por escrito el correspondiente pliego de cargos para que fueran contestados por el interesado en el improrrogable plazo de veinticuatro horas a partir de que le fuera entregado dicho documento. Se declaró terminado el sumario y se pasó al fiscal para calificación, con la propuesta de pena de reclusión menor y accesorias correspondientes.

El 22 de marzo, el mismo día que el fiscal fijaba la pena de doce años y un día de reclusión menor, accesorias de separación definitiva de su cargo e inhabilitación perpetua, en aplicación de la ley de 9 de febrero de 1939, José Manaut firmó su contestación al pliego de cargos, alegando que era cierto su ingreso en la Masonería, en la Logia Mare Nostrum de Madrid, pero que no recordaba haber sido exaltado nunca al grado tercero, ni haber desempeñado el cargo de Vocal de la Gran Logia Regional del Centro de España en el año 1932-33. Sugirió que quizás se hubiera confundido el nombre propio o el simbólico con los de otro individuo, ya que ni por el grado, ni por carecer de personalidad suficiente dentro de la Masonería, podía haber sido designado para tal cargo. Además sostuvo que en 1933 había solicitado la baja definitiva, aunque sólo obtuvo entonces la llamada «baja por plancha de quite» porque en aquella época existían grandes dificultades para lograr la «definitiva», pero dicho documento declaró haberlo perdido durante la guerra, afirmando rotundamente que desde 1933 no había vuelto a tener relación alguna con la Masonería, considerándose desligado de cuanto a ella se refiere desde entonces y declaró que no se había retractado por no haberse enterado del alcance ni de los detalles de la ley y que, de haberla conocido tampoco se habría preocupado de ella porque «...hubiera creído que sólo afectarían sus preceptos a los que continuaran siendo masones». Manifestaba ser un artista que sólo se preocupa de su arte, espiritualmente y como medio de obtener los ingresos necesarios para subvenir honradamente a las necesidades de su familia y que leía muy poco los periódicos y cuando lo hacía era para buscar únicamente lo que con el arte pictórico se relacionaba: «...abstraído del resto de las actividades sociales, me dedico sólo y con toda intensidad a mis trabajos de pintura». No obstante, declaraba estar dispuesto a llevar a cabo la retractación si «...se le indicaba como necesaria o conveniente, pues nada hay en mi conciencia de español y creyente que me lo estorbe».

  —44→  

El procesado compareció ante el tribunal presidido por el general Saliquet, con González Oliveros, el general Borbón y Pradera como vocales, el día 5 de abril de 1943 y, nuevamente, el día 6 de abril, víspera de la sesión del juicio por si deseaba delatar a compañeros masones que, como él, hubieran alcanzado el grado tercero, quizás a cambio del ofrecimiento de una rebaja en la condena.

En el diario que escribió ya en la cárcel Manaut relata sus vivencias el día del juicio:

«Recuerdo muy bien; quizá lo recordaré siempre, aquel día, 7 de abril de 1943. Por la mañana trabajé, como de costumbre, en mi estudio, con el fin de dejar listos para su entrega, algunos lienzos. La hora de la comida: tenía frente a mí a mi madre; a la izquierda a mi hijo Ariel, a la derecha a Lita, mi esposa y, en sus rodillas, a la pequeña Stella. Según observó mi madre, mi aspecto era inmejorable: algunos baños de sol; recién bañado y rasurado, mi organismo respiraba salud, euforia física. Comí con excelente apetito. Mi estado espiritual paralelamente, era excelente. Una gran serenidad y una aparente alegría reinó durante aquella comida que, ¡Ay!, iba a ser la última que, en mucho tiempo, hiciera «en familia». Y, aunque en el fondo disfrutara del resultado favorable del «Consejo», mantenía la esperanza de que, aunque condenado, no sería otra vez encarcelado. Terminada la comida, me despedí de todos, naturalmente, sin dramatizar -siempre fui enemigo de lo teatral-, pero en el gesto de mi pobre madre leí su presentimiento.

Atravesé el Retiro, paseando lentamente bajo la sombra perfumada de los brotes tiernos recién nacidos; algunas acacias comenzaban a florecer y, por los macizos, brillaban las primeras flores primaverales; atravesé el viejo parterre con su gran árbol del amor, que comenzaba también a cubrirse de púrpura. De todo me despedía mentalmente. ¿Era un adiós o un ‘hasta luego'? No lo sabía».



En el acta del Tribunal se hacía constar que José Manaut se había reafirmado en su declaración y que solicitaba la absolución, añadiendo tan sólo «Que en época roja no pudo defender a nadie por ser él quien necesitaba entonces protección». A pesar de las alegaciones hechas por el pintor y la disposición que expresó para retractarse, no se produjo modificación alguna en la consideración de los cargos que se le imputaban. El fiscal elevó a definitivas las conclusiones provisionales y antes de dictar sentencia se le permitió tener una última intervención: «Concedida la palabra al procesado dice que fue masón accidentalmente pero siguió practicando la religión» y presentó diversas certificaciones que así lo demostraban; documentos que el tribunal accedió adjuntar al expediente91. De inmediato se dictó sentencia sin modificar la propuesta del fiscal y se ordenó el ingreso del procesado en la Prisión Provincial de Madrid, donde recibió la notificación el 13 de abril de 1943 de la pena que habría de cumplir: 12 años y un día de reclusión menor y accesorias de inhabilitación absoluta perpetua para el ejercicio de cualquier cargo del Estado, corporaciones públicas u oficiales, entidades subvencionadas y empresas concesionarias, gerencias y consejos de administración en empresas privadas, así como cargos de confianza, mando o dirección en las mismas, separándole definitivamente de los aludidos cargos. Para la fijación de responsabilidades civiles se acordó remitir testimonio de la sentencia al Tribunal Nacional de Responsabilidades Políticas92. La pena impuesta a José Manaut fue algo menor que la dictada a tantos masones que a pesar de estar retirados desde hacía quince años o más, fueron condenados a catorce años de prisión93.

La sensación que le produjo conocer la condena también quedo reflejada en su diario:

«Y, cuando, al oscurecer salí del edificio del Tribunal, condenado, y nuevamente detenido, entre dos números de la policía armada, mi esposa y mi hijo, que me esperaban con la ansiedad consiguiente, se dieron cuentan del lamentable resultado y exteriorizaron su desesperación; acompañáronme a la Comisaría del Distrito de   —45→   Congreso -en cuyo calabozo pasé una noche de prueba- y, en el vestíbulo, se despidieron de mí. Su congoja me destrozaba el ánimo, pero conseguí mantenerme entero, firme, y darles alientos, aunque, verdaderamente, aquellos instantes de la separación me laceraban como si cayeran sobre mis entrañas gotas de plomo derretido.

¡Hemos vivido siempre tan unidos! ¡Tantos momentos trágicos y gozosos, tantos avatares, nos encontraron siempre juntos, tan solidarios, que una efectiva separación nos parecía imposible!»



Al consultar la documentación inculpatoria contra José Manaut Viglietti que existe en el AGGC de Salamanca hemos encontrado la confirmación de la pertenencia de José Manaut Viglietti a la Logia Mare Nostrum, número 11 de los Valles de Madrid, de su exaltación al Grado Tercero el 8 de marzo de 1930 y documentos escritos y firmados por él como secretario de la logia, fechados en 1931. También hallamos constancia de que efectivamente actuó como vocal de la Gran Logia Regional del Centro de España para el periodo de 1932-1933, pero también que figuraba entre los posibles candidatos a Maestre Regional de la Logia Grande Oriente Español en abril de 1934.

Ya de nuevo en Porlier, presentó recurso ante la Presidencia del Consejo de Ministros el 19 de abril de 1943. Tenía la esperanza de poder conmutar la cárcel por otra pena. Pero no consiguió que le contestaran hasta agosto de 1 944, por lo que tuvo que continuar preso.




La cárcel: Porlier y Carabanchel, 1943-1944

El día 13 de enero de 1943 se inició una intensa relación epistolar entre José Manaut y su esposa, Ángeles Roca Fava, marcada por la separación forzosa. Esta correspondencia muestra la preocupación del pintor por el destino familiar y su afán de continuar trabajando como pintor, pues el fruto económico de su trabajo era el único ingreso del que vivían. Sorprende que compartiera con su esposa pocas vivencias del presidio, quizás por temor a la intervención de la correspondencia y por las restricciones de la misma94. Estas limitaciones hacían que en las cartas sólo pudiera expresar necesidades de comida y materiales plásticos. No obstante en la correspondencia de las primeras semanas todavía encontramos instrucciones relacionadas con el proceso y con las peticiones a personas que pudieran ayudar a librarle de aquella situación impuesta que ni José Manaut ni sus familiares más próximos podían aceptar con resignación.

imagen

José Manaut: Patio de la Prisión Provincial de Madrid. Cárcel de Porlier, 1943. Dibujo, 22,5×30,7.

  —46→  

A los pocos días de reingresar en la prisión de Porlier, el 19 de abril de 1943, el pintor presentó sendos recursos, ante el TERMC y el Consejo de Ministros. Por correo haría llegar a su esposa una copia del recurso presentado así como de la sentencia, encargándole que realizara dos copias más y le devolviese la que le enviaba. El 25 de abril de 1944, temiendo que en la cárcel pudiera empeorar la salud de su marido, Ángeles Roca se dirigió al TERMC para solicitar la libertad provisional de Manaut, aduciendo una enfermedad crónica -cólicos hepáticos y nefríticos- desde hacía años.

imagen

José Manaut: Interior de la Cárcel de Porlier, galería con los presos tendidos en sus petates, 1943. Hoja con dibujos y anotaciones, 32×22,1 cm.

Efectivamente, las comidas de la cárcel pronto hicieron mella y se produjo la reaparición de la ictericia, tal y como registra el pintor en una página de su diario:

«La comida era, para mí, fuente de angustia; mi voluntad, no obstante, me ordenaba nutrirme, y engullía alimentos en un estado de nerviosismo agotador; pero como las digestiones eran una tortura, llegó un momento que tuve que dejar de comer. Ayunos prolongados, laxantes, purgas: ¡todo inútil!

Hasta que un día los compañeros advirtieron que la córnea de los ojos, y la piel tomaban un tinte amarillento. El doctor confirmó: ictericia. Fui trasladado a la Enfermería».



El 25 de mayo José Manaut describía la naturaleza de los males físicos y morales que padecía:

«Sí, perder la libertad es una de las mayores desdichas que pueden acaecer a un hombre, perder además, la salud es la desgracia máxima; sólo le resta ya descender un escalón, el último: la muerte.

Creo que todos los hombres han nacido para ser libres; que la libertad es para su vida moral como el oxígeno para su vida orgánica: imprescindible. Mas, seguramente, hay entre ellos, algunos, para los cuales la cautividad es particularmente penosa, bien porque su temperamento inquieto exija una constante movilidad, bien porque poseen una sensibilidad más afinada, más viva. ¿Me encontraré yo entre estos?

Cierto es que la capacidad de adaptación de los hombres es muy grande: yo espero, a pesar de todo, llegar a adaptarme a este existir infrahumano, gris, en el cual todos los días parecen idénticos, todos los actos están mecanizados y se lleva una vida latente de crisálida, de espora, de pólipo.

Sin la esperanza de recuperar, en un futuro próximo, la libertad perdida, sin la fuerza moral que me concede mi propósito constante de conseguir una perfección moral, es decir: ser cada vez más justo y más bueno, encontraría una inmensa dificultad para adaptarme, para conformarme».



Y continuaba el día 28:

«Mas, esa conformidad no se consigue sino a cambio de mucho dolor. Sentimiento lacerante y callado; constante e implacable que va minándote como la carcoma.

  —47→  

Si todo se redujera a sufrir solamente mis propios daños, las molestias y humillaciones personales, tan oprobiosas, tan difíciles de tolerar, estoy seguro que llegaría a desterrar alegremente todo esto, merced a una operación de la voluntad semejante a la que realiza el fakir o el asceta.

Pero el sentimiento de verme separado de mis seres queridos; el sentir en mí mismo -como si efectivamente fueran carne de mi carne y espíritu de mi espíritu- sus padecimientos y privaciones; el verme imposibilitado, por una determinación injusta, de cumplir mis deberes de padre, de esposo, de hijo, impidiéndome mantener, educar y aconsejar a quienes dependen directamente de mí, a quienes han nacido de mí, esto me irrita, me tortura. Es posible que si ellos no existieran, este amor concreto, haciéndose abstracto, generalizándose, me reconfortaría en lugar de atormentarme».



Águeda Recuero continuó al servicio de la familia cuando encarcelaron a José Manaut, hasta que Stella cumplió nueve años. Ella lo recuerda así: «Pero, ella estaba allí; Águeda cuidaba de la niña con un amor infinito, de la casa, del otro hijo. Y, no comía. Y, no cobraba. Pero, estaba allí, donde se le necesitaba, donde una niña compensaba cualquier miseria; siempre con una sonrisa en los labios que contrastaba con la amargura de la madre...»95. La presencia de Águeda Recuero permitió a Ángela Roca asistir con frecuencia a su esposo, llevándole a prisión alimentos, ropa, materiales pictóricos...

Con el certificado médico expedido en la prisión el 22 de mayo Ángeles Roca insistió en solicitar libertad condicional, especialmente cuando ya fue trasladado a la Prisión de Carabanchel y el empeoramiento de las condiciones de la cárcel hacían temer un nuevo recrudecimiento de la enfermedad. Como los recursos presentados hacía más de un año aún estaban sin resolver, intentaron llegar a través del marqués de Sauceda hasta Francisco de Borbón, que había juzgado a Manaut. El duque de Sevilla y General Jefe de la II División respondió rápidamente a la misiva del marqués de Sauceda, anunciándole la próxima resolución del asunto96. En efecto, aunque el 29 de julio de 1944 el Consejo de Ministros desestimaba el recurso presentado, el TERMC acordaba rebajarle la pena impuesta y conmutársela por la de seis años y un día de confinamiento.

De manera muy escueta resume Manaut en Años de esclavitud su paso por la cárcel: «Enero de 1943: aquella pobre y enteca libertad desaparece. Calabozos policíacos, cárcel de Porlier, cárcel de Carabanchel: miseria y desesperación; horas muertas entre los forzados... 1943-1944». Esa sensación de vacío la transmite su agenda de 1944, en cuyas páginas sólo encontramos anotaciones relativas al proceso y alteraciones en su situación como penado.




El destierro: Durango, 1944-1945

Notables profesores de la universidad española, investigadores de la Institución Libre de Enseñanza, del Centro de Estudios Históricos y de la Junta para la Ampliación de Estudios tuvieron que «...abandonar las aulas titulares y sus mesas de trabajo para dispersarse y sembrar las semillas de su ciencia por los países de asilo»97. Como exiliados tuvieron la responsabilidad de mantener y activar el legado del proyecto republicano, dándole continuidad e incluso nuevos impulsos en el exterior98; pero sólo una minoría de los profesores de enseñanza media y primaria pudo exiliarse. La gran mayoría fueron depurados y como tales tuvieron que reaprender a vivir, buscando medios de supervivencia por caminos ajenos a la enseñanza; o adaptándose a las normas del Nuevo Régimen: un aprendizaje pedagógico y político nada fácil. En el destierro ulterior a la prisión «el miedo sería un fiel, aunque indeseado, compañero, porque, a pesar de haber cumplido las condenas,   —48→   siempre pesaba sobre ellos la posibilidad de la sanción. En la postguerra cualquiera podía denunciar y volver a ponerse en marcha toda la maquinaria depuradora»99.

El destierro implicaba el traslado forzoso, aunque fuera por pocos años, conducía hacia el olvido y éste a la escisión del grupo. Para el depurador era importante la desagregación del sancionado con el grupo del que formaba parte; y, aunque podía integrarse en un colectivo diferente, difícilmente lo haría con otros fines e intereses que los fijados por el nuevo Orden100. La fórmula había demostrado su eficacia como arma contra los intelectuales durante la Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)101.

imagen

17. José Manaut: Retrato de Águeda Recuero, 1948. Óleo.

El 5 de agosto de 1944 José Manaut abandonó la Prisión Provincial de Madrid para dirigirse a Durango (Vizcaya), donde el TERMC había decidido el 2 de agosto que cumpliera el periodo de confinamiento, tras la conmuta de pena acordada por el Consejo de Ministros. Allí tendría que cumplir cuatro años, ocho meses y siete días de destierro, hasta el 26 de abril de 1949. En las páginas de Años de esclavitud leemos: «Ocho días en casa, y sin otro respiro, en la angustia de la miseria, partir hacia el confinamiento en un lugar desconocido...» Su llegada a Durango102 queda descrita en el «Diario de un confinado» cuya escritura inicia al llegar allí: «Las siete y media de la tarde. Calor y soledad, a pesar de la gente totalmente extraña para mí». Se pregunta por la posibilidad de una vida en solitario, alejado de su familia, en aquella localidad, pero concluye «...es inútil interrogar al Destino. Hay que entregarse a Él y proseguir».

Al reencontrarse con la vida exterior y experimentar sensaciones privadas durante su encarcelamiento, observaba cómo la Naturaleza cuidaba de su existencia pródigamente y sin embargo los hombres, a pesar de toda su inteligencia «¡Cuán duro y difícil han hecho el propio existir!» Le angustiaba poder comer al día siguiente y le atormentaba haber tenido que «...abandonar su hogar, su esposa y sus hijos en la incertidumbre de un vivir miserable!, cuestionándose muchas veces a quién castigaban.

El día 26 de agosto escribía: «Señor: Soy un pintor, un artista. Necesito ganarme la vida. Sé pintar y dibujar retratos, copiar obras de los grandes maestros; pinto paisajes, bodegones; restauro cuadros antiguos, hago decoraciones [...] Cómpreme esta tabla no tengo grandes pretensiones en cuanto al precio. O este apunte [...] Pintor decorador, oficial; sí señor, empléeme, necesito ganar un jornal. ¿Taller completo, operarios de sobra, sindicación?» Le dolía ir de puerta en puerta, «...guiado por una leve referencia o presentación de cumplido, esperar en el umbral como un mendigo. Cada negativa un latigazo. Acogida glacial en unos, amable trato en otros; indiferencia por doquier». Pero pronto exclamaría: «Está solucionado -ignoro por cuánto tiempo, quizá hasta el invierno- el enigma angustioso. ¡Sí! Puedo vivir en Durango. ¡Sí! Ellas también vivirán del producto de mi noble labor».

  —49→  

El día de su cumpleaños, el 20 de octubre reflexionaba: «Pinto con el mismo espíritu ‘virginal’ que cuando comenzaba. Esto vale mucho. Detesto la ‘manera’; no quiero adquirir ese género de maestría. Mi personalidad será el reflejo de mi temperamento no el aspecto de un procedimiento aprendido y repetido. De hoy en adelante estoy decidido a vivir solamente de la pintura ‘pura’; nada de decoración, ni restauración, ni enseñanza del dibujo. Si circunstancias de volumen extraordinario o de carácter fatal no me lo impiden, creo que me encuentro preparado para realizar algunas obras maestras. Las haré. Vivo para eso. No debe extrañar por tanto que pasados los años, con motivo de la exposición-homenaje a José Manaut Viglietti, organizada por el Ayuntamiento de Durango, el pintor afirmara: ¡Durango es para mí una palabra sagrada!103

En mayo de 1945 José Manaut solicitó al TERMC el indulto del tiempo de su condena que le faltaba por cumplir. Mientras esperaba contestación, en junio de 1945 logró un permiso para trasladarse a pintar a Bermeo y luego a Madrid104 durante 25 ó 30 días para realizar trabajos pictóricos y de decoración, del 20 de julio al 20 de agosto de 1945. El 6 de agosto, disfrutando ya de dicho permiso en Madrid, solicitó al presidente del TERMC que se le permitiera fijar la residencia en Madrid, aunque se le concediera puntualmente autorización para ausentarse a otras localidades donde la realización de sus trabajos pictóricos le reclamaran105. Muy pronto, el 17 de agosto, el Servicio de Ejecutorias ordenaba notificar al condenado el cambio de residencia de Durango a Madrid y el 21 de septiembre se le autorizaba para residir en su domicilio familiar, aunque con la obligación de no ausentarse sin permiso del Tribunal y de presentarse semanalmente en la Comisaría del Distrito Congreso106.

En el diario Años de esclavitud quedó reflejada la experiencia del confinado:

«Prosigue la servidumbre.

Un año residí en Durango. ¡Benditas tierras vizcaínas!

¡Hombres enteros, sinceros y puros para los cuales el Evangelio Cristiano no es letra muerta! Ellos se esforzaron moral y materialmente en mitigar mi desesperanza y mi miseria. Conservo el recuerdo más grato de aquellos a quienes verdaderamente puedo llamar mis amigos. Ansío poder volver un día ¡ya hombre libre!, sin la vigilancia represiva de un cabo de la Guardia Civil.

Ahora continúo confinado en Madrid; he de presentarme todos los miércoles ante la ventanilla de ‘Libertad vigilada’; no puedo ausentarme de Madrid. Así hasta el año 1949... cuando haya cumplido cincuenta años».



De acuerdo a lo previsto, la pena quedó extinguida el 26 de abril de 1949. Finalmente estaba en libertad, pero ¿qué libertad era aquella? José Manaut la describe en Años de esclavitud: «Pienso pero carezco del derecho de manifestar mis ideas. Sufro injusticias, presencio injusticias, pero no me permiten denunciarlas ni protestar por ellas. Vivir bajo la férula de una fuerza arbitraria. Esto es vivir sin libertad... y sin dignidad humana». Páginas más adelante avanzaba en su reflexión sobre la coerción de la libertad:

«El Pensamiento y la Libertad.

Desde marzo del año 1939 no puedo expresar libremente lo que pienso. A este respecto toda precaución es poca. Es uno de los efectos de la tiranía. Mas el pensamiento en sí no puede ser sojuzgado, lo que se imposibilita es su expresión.

En los peores momentos: cuando sufría interrogatorios policiacos y judiciales, cuando estaba en la cárcel, pensaba lo que quería y tras la pantalla de mi frente, ante los esbirros, mi pensamiento nadaba libre y nadie podía impedirlo.

  —50→  

Me repugna mentir, pero el instinto de conservación y la necesidad de llevar adelante mi hogar me han obligado y obligan a tratar y convivir con gentes que piensan de modo antagónico, enemigos ideológicos en absoluto; siempre trato de evitar toda conversación sobre temas políticos y religiosos, pero cuando se suscitan callo o asiento vagamente, aunque mi pensamiento polemice con acritud, valentía y violencia.

La libertad de pensamiento es pues inalienable. La tiranía amordaza pero es impotente contra el pensamiento».



Ya definitivamente en Madrid, José Manaut pudo ejercer nuevamente como profesor, aunque en centros privados: fue profesor de Artes Plásticas del Liceo Francés, a partir del 1 de octubre de 1946 y, durante muchos años simultaneó esta actividad con la enseñanza en el «Estudio Manaut» y en el «Estudio de Dibujo y Pintura» que abrió junto con Víctor López Morales, empresa que luego continuó en solitario. En esta academia privada, sita en la calle Fomento n.º 25 de Madrid, se daba la preparación necesaria para el ingreso en las Escuelas de Arquitectura y Bellas Artes. También realizó encargos de copias de cuadros del Museo del Prado y proyectos de decoración y escenografía con la tranquilidad de tener un sueldo fijo en el Liceo Francés. Aun así, las estrecheces en ocasiones exigieron la venta de libros de su biblioteca107. Desde Madrid también le fue más fácil conseguir permisos para desplazarse por motivos profesionales, como la excursión con fines artístico-profesionales por las regiones aragonesa y catalana en el verano de 1947.




ArribaAbajoDepuración e intento de reingreso en la enseñanza oficial: 1946-1968

Después de conseguir certificados negativos de antecedentes penales para el logro del pasaporte en 1960 y 1963 que le permitió viajar a Francia, Italia y Grecia y tras aprobarse los indultos generales de 10 de noviembre de 1966, nuestro pintor intentó reingresar en la enseñanza oficial, aunque la medida de gracia concedida entonces no conllevaba la obligatoriedad de que los organismos oficiales y entidades privadas repusieran en sus puestos de trabajo a los sancionados. De modo que, con 68 años de edad, ya jubilado del Liceo Francés, José Manaut emprendió una nueva batalla para solicitar, como cursillista de 1933, la incorporación a un Instituto para así cumplir el periodo mínimo exigido para tener derecho a una pensión de jubilación del Estado.

Para asimilar a los cursillistas de 1933 como Profesores Adjuntos Permanentes, el Ministerio de Educación108 convocó diversos concursos de méritos, exigiéndoles tan solo que acreditaran que habían aprobado los cursillos de 1933 y hallarse depurados sin imposición de sanción, razón por la cual José Manaut no pudo acudir a la convocatoria del 29 de octubre de 1942 (B. O. E., 5 de noviembre), ni tampoco a las siguientes porque se añadió un nuevo impedimento: de 1943 a 1949 hubo de cumplir condena, y en esa situación no pudo beneficiarse de las convocatorias del 8 de febrero de 1943, 15 de febrero de 1944, 25 de enero de 1945, 10 de julio de 1946 y 5 de junio de 1947. Con posterioridad al logro del indulto en 1949, la situación no cambió mucho: durante muchos años sus antecedentes penales le impidieron aspirar a la depuración sin sanción. Por esta razón tampoco pudo presentarse al concurso del 7 de agosto de 1959 ni al del 23 de julio de 1964, en el que se regularizó a los últimos cursillistas de 1933 sin plaza (O. M. de 2 de noviembre de 1964, B. O. E., 17 de julio).

El pintor inició la recogida de informes personales109, se enteró de los requisitos y trámites necesarios para reingresar coma catedrático de Dibujo y pidió a la Comisión de Rehabilitación y Penas Accesorias del Ministerio de justicia un certificado de antecedentes penales negativo a efectos de enseñanza110. Finalmente el 27 de febrero podía presentar la instancia preceptiva con la documentación pertinente, solicitando rehabilitación   —51→   y destino como profesor de Institutos de Enseñanza Media. Sin embargo, la Subcomisión de Personal rechazó su solicitud porque no había tramitado el expediente personal de depuración.

Resulta paradójico que no le concedieran la depuración sin sanción, después de haberle encargado la congregación de las Escuelas Pías los Métodos de Dibujo para la Enseñanza Media (Plan de Bachillerato de 1957) que se aplicaron en sus colegios a partir de 1958 y tras ser editada su obra Crónica del pintor Sorolla en 1964 por la Editora Nacional para celebrar los 25 años de Paz.

Estando así las cosas, el 27 de abril de 1967 José Manaut pidió con urgencia la resolución del expediente de depuración, para poder incorporarlo al recurso de alzada que había presentado ante el Ministerio de Educación. Con tal fin cumplimentó una declaración jurada complementaria, según formulario normalizado, que dirigió al Juez Superior de Revisiones del Ministerio de Educación el 30 de ese mes111 y, como acción paralela, en carta personal de fecha 4 de julio de 1967, José Manaut explicaba al director general de Bellas Artes, Gratiniano Nieto Gallo: «Como podrá comprender mi deseo de reingresar en el Profesorado se funda en la necesidad de conseguir una jubilación decorosa que nos permita a mi esposa y a mí pasar una vejez sin angustias tras una existencia llena de trabajos y sinsabores»112. El 12 de marzo de 1968, el Ministerio de Educación y Ciencia declaró depurado sin sanción algún a José Manaut Viglietti, aunque vetaba «...su integración en el cuerpo de profesores agregados de institutos Nacionales de Enseñanza Media»113.

Contra esta decisión interpuso el 30 de marzo de 1968 un nuevo recurso solicitando el reingreso como funcionario y la reincorporación a un puesto docente, para lo cual trató de acogerse a la ley 114/1966 de 28 de diciembre (B. O. E., 29 de diciembre), por la que se ordenaba el nombramiento de profesores agregados de instituto a los profesores adjuntos de institutos de enseñanza media114. Pero las gestiones realizadas por el abogado Javier Martín Artajo y por el director del Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, Miguel Bordonau Más, quienes contactaron con Luis Legaz Lacambra, subsecretario de Educación y Ciencia, con Vicente Aleixandre Ferrándiz, director general de Enseñanza Media, y con Manuel Utande, subdirector general de Enseñanza Media, no surtieron efecto: para el Ministerio no era funcionario, tan sólo un interino que no hizo las oposiciones preceptivas y era ya inútil nombrarle adjunto interino por que no podría completar antes de alcanzar la edad de jubilación el tiempo de ejercicio docente fijado como mínimo para beneficiarse de una pensión, según había establecido la reciente Ley de Funcionarios.

Mientras esperaba la decisión del Ministerio, contactó con Manuel Fanjul y Sedeño, que redactaba con otros procuradores una ley de reingreso de los funcionarios115, aunque de las posibilidades que abría esta vía no pudo beneficiarse Manaut. La O. M. de 21 de noviembre de 1968 desestimó el recurso interpuesto, extremo que le fue comunicado el día 2 de diciembre del mismo año. Contra la resolución interpuso un recurso de reposición el día 11 del mismo mes, pero más bien tuvo el carácter de una súplica.

Como la aprobación del decreto-ley de liquidación jurídica de la Guerra Civil del 31 de marzo de 1969 cancelaba todos los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939 «cualesquiera que sean sus autores, su gravedad y sus consecuencias», José Manaut abrigó la ilusión de una respuesta afirmativa al recurso de reposición que había interpuesto. De hecho, en la resolución se llegó a reconocer que «...en la actualidad parece que reúne los requisitos exigidos por las disposiciones que convocaron tales concursos, pero no es posible a la Administración por esta vía de recurso dar satisfacción a la pretensión deducida por el recurrente al margen de una nueva convocatoria...»; máxime cuando tanto la resolución de la Dirección General de Enseñanza Media de 27 de marzo de 1967, como la O. M. de 21 de noviembre de 1968 se ajustaban plenamente a derecho   —52→   y Manaut Viglietti no había hecho uso «...voluntariamente -y por causas únicamente a él imputables- de las oportunidades que en determinados plazos y condiciones le han ofrecido las normas de este Departamento sobre la materia. En consecuencia procede no hubieran la desestimación del presente recurso de reposición». No se consideró a favor del recurrente en esta resolución, de 7 de octubre de 1969, que sido convocados concursos para cursillistas de 1933 con posterioridad al logro por Manaut de la depuración sin sanción, el 12 de marzo de 1968; ni que antes de contar con dicho requisito tampoco pudo presentarse a los concursos previos. Tampoco se valoró que el Decreto de 28 de marzo de 1958 había integrado a los cursillistas de 1933 en el cuerpo de Profesores Adjuntos numerarios sin superar prueba alguna.

Se conservan tres borradores -el más elaborado de fecha 15 de noviembre de 1969-, con el encabezamiento «Nota sobre la situación académica y administrativa del Profesor de Dibujo en la Enseñanza Media José Manaut Viglietti», ¿quizás el texto con el que pensaba emprender la unía vía de reclamación que le quedaba?, un recurso contencioso-administrativo ante el Tribunal Supremo. Con gran lucidez planteaba que se consideraba con unos derechos morales -quizás no coincidentes con los administrativos- a ser reincorporado al escalafón, pero alcanzada ya la edad de jubilación, sólo cabía admitir su incorporación hasta cumplir los años de actividad docente precisos para cobrar una pensión, o que se le considerara jubilado con todos sus derechos, pues había sido separado del desempeño de sus funciones en contra de sus deseos y por razones de fuerza mayor; lo cual fundaba sobre argumentos humanitarios: «...bien merece se le conceda la jubilación de su cargo oficial para que pueda pasar sin angustias económicas la vejez, tanto él como su sufrida esposa, en los años que Dios quiera concederles de vida».

Montserrat Roig en el artículo «La segunda muerte de un ex deportado», que publicó en la revista Triunfo, afirmaba que «Hay dos clases de muerte después de una guerra: una es física. La otra es la moral. La segunda es lenta, subterránea, silenciosa. Puede durar años: desgasta, mina por dentro, es corrosiva, llega a destruir las fuerzas personales de la creación, de la imaginación»116. José Manaut sufrió la amenaza de ambas, e intentó sobreponerse a la segunda, sin perder el coraje hasta que se impuso la muerte física. Poco antes de su fallecimiento escribió «...miseria y desesperación; el amor lírico por la Libertad me costó muy caro, sufriendo las consecuencias mi mujer y mis hijos que ninguna culpa tenían...»117.

Ya fallecido José Manaut, por Decreto de 22 de febrero de 1973, se autorizó al Ministerio para convocar concursos para que tuvieran la oportunidad de hacer efectivo el derecho a reingresar en el cuerpo de Profesores Agregados de Institutos de Enseñanza Media quienes hubieran obtenido la depuración sin sanción con posterioridad a 1964, fecha de convocatoria del último concurso. Por razones obvias, José Manaut no pudo beneficiarse de esta situación; sin embargo, cuando el Real Decreto-ley 10/1976, de 30 de julio (B. O. E., 4 de agosto) estableció que el tiempo en el que los profesores depurados estuvieron separados del servicio sería computable a efectos de antigüedad, su viuda Ángeles Roca solicitó nuevamente la integración en el cuerpo así como el reconocimiento del tiempo que actuó como interino y el que estuvo separado del servicio a consecuencia de la depuración118.

En 1980, en respuesta a un recurso presentado por Ángeles Roca, el Ministerio de Educación acabó por reconocer los servicios prestados por José Manaut desde el 16 de septiembre de 1933 hasta el 7 de enero de 1971, día de su fallecimiento, de acuerdo con la Resolución de la Subdirección General de Personal de 8 de mayo de 1980, en aplicación del Real Decreto 2.767/79 de 16 de noviembre (B. O. E., 8 de diciembre de 1979). Además, a partir del día de su muerte se le asimiló al cuerpo de Profesores Agregados Numerarios, en   —53→   virtud de la Resolución de 12 de enero de 1978 de la Dirección General de Personal del Ministerio de Educación119 para que su viuda pudiera cobrar una pensión120.

Si quisiéramos interpretar esta resolución como reparación o reconocimiento de una injusticia, deberíamos reconocer que el acto administrativo llegó demasiado tarde.




ArribaAbajoLos dibujos de la cárcel y los diarios en diálogo

A finales de 1977 tuvo lugar la exposición de óleos y dibujos de las cárceles de Carabanchel y Porlier en la galería «El Coleccionista» de Madrid. José de Castro Arines al referirse a estas obras realizadas por un «hombre activo en la vida política nacional» que «...sufrió prisión, como otros muchos artistas del país», se aproximaba al perfil humano del «...testigo de una de las más angustiadas porciones de la vida española, de la que fue relator a través de estas imágenes gráficas expuestas ahora a mi curiosidad». Y hacía la siguiente valoración: «Se trata, nada más, nada menos, de la primera información pictórica llegada públicamente a nosotros de las cárceles políticas españolas: imágenes de soledad, espera y vacío. Son la viva noticia del suceso aquí señalado, por quien lo vio y sintió en su carne. Pinturas y dibujos que no es preciso significar por su dramatismo. Que no son estas obras de Manaut Viglietti trazadas con desgarro tremendista. No, no hay aquí tremendismo; se limita la noticia a reflejar un estado de la cuestión, sin rencor ni aspavientos por fuera de lugar». Y es que, a juicio de Castro Arines, estos dibujos expresaban el nuevo carácter que Manaut concedía al realismo pictórico: «No hay denuncia ni literatura panfletaria; sólo pintura y dibujo de autenticidad. Ni se trata de hacer arte realista, sino testimoniar la veracidad de un suceso real, con tanta sencillez expuesto, de tan grande importancia en la crónica de nuestro arte»121.

En la puesta en valor de esta obra debemos destacar la mención que hace Manuel Muñoz Ibáñez en La pintura valenciana de la postguerra (Valencia, Universidad, 1994) donde el autor hace referencia a «...una colección de 250 dibujos realizados durante el periodo carcelario y que constituyen el núcleo de su obra de mayor interés».

En 1996 se volvieron a exponer un conjunto de estos dibujos, ahora en Valencia, en la muestra La pintura valenciana desde la postguerra hasta el Grupo Parpalló (1939-1956). En el «Proemio a una exposición olvidada» Román de la Calle destacaba la atención especial que se prestaba a la «Pintura Carcelaria» realizada en algunos casos en campos de concentración y, en su mayoría, en recintos estrictamente penitenciarios, destacando los dibujos y algunos óleos de Manaut Viglietti, Ricardo Bastid, Gastón Castelló, Pérez Contel, Miguel Abad y Salvador Soria. Manuel Muñoz Ibáñez señalaba cómo «En medio de un ambiente pleno de precariedades, nuestros artistas evidenciaron la capacidad del hombre para sobrevivir y trabajar con ahínco, haciendo acopio, en unos casos de sus experiencias y en otros de sus ilusiones»122. Entre los que reflejaban de forma intimista y sin duda sincera el ámbito donde se desarrollaba su vida, destacaba a Manaut Viglietti, para quien la labor en la cárcel se convirtió en una labor casi indispensable para la superación psicológica y para la supervivencia123. En una reciente muestra, Tránsitos: artistas españoles antes y después de la guerra civil (1999), sus comisarios Jaime Brihuega y Ángel Llorente mencionaban a Manaut entre un grupo de artistas poco conocidos124 que fueron encarcelados   —54→   por combatir al fascismo o colaboraron con la República y llamaban la atención sobre la necesidad de estudiar las relaciones entre arte y represión en España125. Francisco Agramunt, que ha contribuido a recuperar esta faceta de José Manaut Viglietti en su tesis doctoral La vanguardia artística valenciana de los años treinta y en el Diccionario de Artistas Valencianos del siglo XX126, prepara ahora Un arte valenciano en las cárceles. La represión de los artistas e intelectuales republicanos tras la guerra civil que deberá consolidar el conocimiento de la etapa en la que el pintor estuvo preso.

Durante la primera etapa de encarcelamiento, que abarcó desde el 10 de enero hasta el 18 de marzo de 1943, en el edificio de la Prisión Provincial de Madrid, José Manaut intentó reiteradamente que le autorizaran la utilización de los utensilios y materiales de pintor que habían depositado sus familiares en el Departamento de Paquetes y así poder trabajar, pues, aunque encarcelado, continuaba siendo el cabeza de familia127. En una carta escrita el 21 de julio de 1943, pedía a su esposa que consultara con el «Saloncito de Arte» de la calle Goya si quería «Floreros», pues podía pintar algunos: «...en caso afirmativo mandas dos lienzos con su bastidor del tamaño que allí te digan, así como las dos carpetas de ‘Flores’ para copiarlas»128. En otra misiva, fechada el 15 de septiembre de 1943, le indicaba que ya podían recoger el biombo que había concluido.

Sorprende que contara con espacio adecuado y condiciones para realizar esta labor en contacto con el conjunto de los presos, máxime si tenemos en cuenta que la prisión de Porlier había sido un gran convento y por tanto no tenía la estructura carcelaria habitual. En sus grandes salas se hacía vida colectiva y sólo en los sótanos se habilitó una galería a la que iban a parar los penados a muerte -«a los que les ordenaban hacer sus sacas porque iban a ser fusilados esa noche, los metían allí...»129- y otra con celdas para los incomunicados.

Manaut encontró allí un lugar para trabajar, una especie de estudio, que describe en su diario el 22 de febrero de 1944:

«Sí: un estudio. El amplio ventanal daba al Norte y a través de los vidrios empañados de polvo veíase el paisaje urbano de Madrid: construcciones modernas de piedra gris, cemento gris, blanco estuco y rojo ladrillo. Al fondo, el Guadarrama, blanco y azul bajo el cielo diáfano y luminoso. Estancia reducida, fría, sucia, habilitada como depósito de maletas ¡pobres maletas viejas, desventradas, de fibra, cartón o madera de pino! ¡Maletas en gran parte olvidadas por sus problemáticos propietarios, que quizás habrían salido inopinadamente en libertad, en expedición o, simplemente, fallecidos en la enfermería o ejecutados! Un caballete: ¡sí! también un caballete construido con tablas de cajón de embalajes, palos de escobas y una bisagra de correa vieja».



Sin duda, el mejor lugar para huir del tedio y de la angustia: «Muchas horas transcurrieron entre aquellos tabiques gélidos e inhóspitos; horas de olvido y de trabajo. ¡Allí quedaron las huellas etéreas de tantas miradas, pensamientos y sentimientos! ¡Vida pasada, como el agua de un río por un cauce de nuestra piedra! Rápida y valientemente, como cuadra a un prisionero cuyo corazón está ya curtido por la crueldad y la angustia constante dije adiós a ‘mi estudio’ cuando la orden terminante me obligó a desalojarlo».

Manaut evoca el edificio que abandonaba junto con los demás presos en el pasaje «Adiós a ‘Porlier’»:

«Te perdiste en el pasado: ya eres Historia, ¡edificio monótono y sombrío, galerías inmundas, patios inhóspitos! Almacén de hombres doloridos, depósito rebosante de carne humana, morada del «garrote vil». La Muerte, tu   —55→   amiga, habitó durante muchos años tus muros clericales, construidos para envenenar mentes juveniles. Ahora la legión de los excelsos parias, de los forzados, te abandona.

Tu recinto hablará al mundo de infinitas torturas: aunque vuelvan las negras sotanas a habitarte; aunque los grajos aniden otra vez con su revoloteo duro y pesado, y suenen sus graznidos siniestros, aunque revoquen, pinten o modifiquen, en tanto que tus muros sigan en pie, continuarán rezumando sangre, y el eco de los ayes de dolor y los suspiros de angustia, se escucharán siempre».



En marzo de 1944 comenzó el traslado a Carabanchel. Los presos «...cargados como esclavos, esposados por pares, custodiados por guardias armados, atraviesan las calles de Madrid ante la indiferencia de las gentes» en dirección hacia una cárcel nueva, aún en construcción. Los grifos son nuevos, niquelados, inútiles por que no hay agua. «Los retretes de porcelana blanca, empuñadura niquelada, y resorte automático, dejaron de ser inodoros. El excremento los invade. Un hedor insufrible inunda la Galería. (...) Sed: gargantas resecas. Suciedad: mugre en las manos, en el rostro».

Ya en Carabanchel, Manaut relata el 15 de marzo de 1944 un episodio de «Hambre» en las nuevas instalaciones carcelarias, con instalación de agua corriente por la que no circuló una gota de agua durante días y donde la cocina tardó en entrar en funcionamiento:

«Por fin humean las calderas del rancho; y la fila de los hombres hambrientos, se mueve.

Un engullir ansioso en el silencio. Lagrimean los ojos, cada cucharada es un renacer... pero ¿Qué es esto?

Sí: gusanos... El estómago se rebela ¡Alto! Pero al mismo tiempo ¿y el hambre? Hay que seguir comiendo. Varias cucharadas más. ¡Imposible!

Como autómata, el preso se dirige al retrete y vacía el contenido del plato.

Se derrumba sobre el petate y se adormece, siente deseos de llorar un momento, los domina. Ya duerme.

Lo despiertan para formar en el último recuento de la noche que durará una hora o más ¿quién puede predecirlo? Muy tarde, en una hora incierta de la noche, arreglará su petate y se dormirá en un sueño parecido a la muerte. Así, hasta la Diana».



La galería tardó en estar disponible. Mientras tanto, los reclusos vivieron hacinados: sin petates donde dormir, lo hacían directamente sobre el suelo, a la espera de las celdas que tendrían que compartir cuatro presos. Al abandonar la promiscuidad inicial e ingresar en su celda, el pintor sintió que su existencia continuaría como la de un cenobita forzado: «Seguiremos un día tras otro, asesinando nuestras horas, y arrojándolas luego, como escombros ya inútiles, al montón del pasado irrecuperable»130.

A Manaut le impresionaba el nuevo espacio de reclusión, la nave solitaria y enjalbegada, las celdas vacías, la cal en el pavimento: «Muros de rojo ladrillo, celaje azul, rejas, y más rejas... [...] Y silencio. Todo cuadriculado por el enrejado de las cancelas y de los ventanales: paisaje, hombres y construcciones. La vida sellada por el hierro». Describe el espacio y las circunstancias colectivas y al hacerlo hace gala de una destreza narrativa extraordinaria: al recrear con la palabra los espacios de la reclusión supera los logros del dibujo en el mismo empeño; pero al retratar a los individuos en su soledad y abordar su caracterización psicológica, el dibujo supera a la expresión escrita. Ello se debe a la capacidad del pintor para distanciarse de la realidad que padece y a su prevención contra los riesgos que le acarrearía sumarse a aquella atonía.

Dejarse arrastrar por las circunstancias constituía un grave problema sobre el que ya reflexionaba en Porlier, al escribir en su diario «Las horas muertas», el 15 de julio de 1943: «Raudo transcurre el tiempo en la   —56→   prisión, y parece mentira porque, cuando se vive tan a disgusto debería hacerse largo, interminable. ¿Por qué?

Porque las horas pasan vacías, sin contenido: muertas. ¡Horas muertas! Y, no obstante ocurren cosas fuera y dentro de aquí». Quizás porque, como continúa señalando el 20 de julio, los presos «Al atravesar el rastrillo dejamos de ser. Para los que con nosotros convivían fuera, nos reducimos a una sombra un recuerdo, que fue, alguien con quien ya no se puede contar...

Y el prisionero ya no es él; es otro. Poco a poco, cual un paisaje que va borrando la niebla así va esfumándose en su memoria las contingencias de su vida anterior.

Y, no obstante, la vida anterior, es su tesoro, su alimento moral e intelectual. Es un rumiante que, condenado a la inmovilidad, va digiriendo las sensaciones acumuladas en su memoria, mientras las horas mueren...» Al reflexionar sobre el género humano y sobre la experiencia propia, al mirar a quien comparte el mismo destino a pesar de sus diferentes circunstancias vitales, José Manaut se comportaba igual que el preso de Manuel Rivas en El lápiz del carpintero, que necesita dibujar su existencia en el presidio para vencer la locura: «Y a medida que pasaban los días, con su estela de los peores presagios, más se concentraba él en su cuaderno. Mientras los otros charlaban, él los retrataba sin descanso. Les buscaba el perfil, un gesto característico, el punto de la mirada, las zonas de sombra. Y cada vez con mayor dedicación, casi enfebrecido, como si atendiese un pedido de urgencia»131.

Recrear en la cárcel el mundo inmediato que se padece puede responder a un deseo documental, pero también a una función catártica. Ahora, al poner a dialogar las páginas de su diario con los dibujos realizados en el presidio, Manaut nos permite desentrañar las inquietudes que muchas veces ni siquiera quiso compartir con su familia en las misivas que les enviaba desde la prisión. Quizás porque aquellas pequeñas historias superpuestas a un destino no elegido -pero compartido- le unía a los presos en un padecimiento contrario a su concepto de la dignidad humana, que siempre supo situada en la vida que transcurre fuera de las rejas. Lo de adentro no era vida, era «otra cosa».

Desde la soledad de su nueva condición de confinado en Durango, recordaba la convivencia con otros presos en la Prisión de Porlier: «Dormíamos en el suelo, tan estrechos que los hombros se tocaban, confundíanse los alientos, apenas nos podíamos mover ni estirar las piernas. La miseria de unos propagábase a los demás; los hedores y gases se respiraban en común, las toses los ayes y las blasfemias incomodaban mutuamente. Así día tras día, sin solución de continuidad». Al proceder de esta forma, Manaut coincidía con Ramón Iglesia, el miliciano incorporado al Batallón Félix Bárzana, que se planteaba la escritura de la historia, como cualquier tipo de escritura, como una expresión de la vida132.

Impresiona reconocer en estos textos la narración en la clave realista a la que aludía Castro Arines cuando vio por primera vez los dibujos de la cárcel. Y sobre todos nos conmueve que las imágenes dibujadas afloren cuando releemos fragmentos de los escritos de José Manaut, cuando el recuerdo nos devuelve la imagen de sus dibujos: presos en galerías, los petates, la enfermería, la comida... Tantos gestos de soledad provocados por la curiosidad hacia otros modos de entender el mundo, por defender la diversidad y la pluralidad.

José Manaut extrajo clandestinamente la imagen de ciudadanos excluidos, rostros anónimos, rostros con nombres y apellidos en ocasiones, que la aritmética de la reclusión convirtió en un número más en el marco de una existencia aparte. Al describirlos con su lápiz o con la pluma convirtió a los reos en protagonistas de ese paréntesis que es el presidio dentro de una historia interrumpida.

Los diarios y los dibujos de la cárcel dialogan y al hacerlo subrayan el dolor de una historia contada en primera persona cuyo destinatario es el olvido. Los documentos encontrados nos permitirán atar la existencia del individuo a la realidad y fijar el recuerdo, paso previo para afianzar la permanencia en la Historia. Todo lo aquí contado alude a la trayectoria vital de José Manaut Viglietti; en sus manos estuvieron los objetos que han estado en nuestras manos, pero las palabras entonces escritas, como los dibujos ocultos durante tantos años, no tenían otro destino que el silencio y el olvido. Estos documentos, gráficos y escritos, representan una existencia individual; sin embargo, su historia se funde con la de tantos hombres y mujeres que debieron aceptar una vida privada de ilusiones en un mundo oscuro.






ArribaCatálogo

Galería de retratos

La existencia en la cárcel