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Jerónimo de Cáncer y Velasco


La visita de la cárcel151

ESCRIBANO
Ea, alcalde, sosegaos.
Este tiene cuatro muertes,
y estuviera ya ahorcado,
si en este lugar hubiera
verdugo, porque ha dos años
que está condenado a muerte.
 

(Sale otro hombre)

 
HOMBRE
Hácenme el mayor agravio
que hay en el mundo, que yo
ya quisiera estar ahorcado.
Y escriba usted dos letricas
al alcalde más cercano
donde haya quien me ahorque;
y yendo de ucé152 encargado,
sé que han de hacerme merced
de ahorcarme luego en llegando.
ALCALDE
¡Válgame Dios!
HOMBRE
Es usted
por allá muy estimado,
y hónreme usted con la carta,
pues el honrar es de honrados.
  -93-  
ALCALDE
Pues no quedará por eso;
escribid luego, escribano:

Carta a favor para que ahorquen a un amigo. El que esta lleva es persona de mi obligación. Holgareme que lo ahorquen como si fuera un hijo mío. El mozo es agradecido y no lo perderéis con él. Lo que os suplico es que le ahorquen pronto, porque me dicen que está falto de salud.

Dios os guarde.

HOMBRE
Y a vos, alcalde, también
os guarde cuatro mil años,
que yo con aquesta carta
al punto me iré volando;
y pues llevo mi remedio,
beso a usarcedes153 las manos.
ALCALDE
En ahorcándoos, avisad,
porque no esté con cuidado154.
HOMBRE
¡Jesús! ¿Eso me decís?
Al punto enviaré a avisaros.
ALCALDE
No os descuidéis.



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Alonso Fernández de Avellaneda


El Quijote apócrifo155

Tomó don Álvaro Tarfe en esto un melón que estaba en la mesa, y lo dio a Sancho, diciendo: «Probad, Sancho, este melón, y si sale bueno, yo os daré su peso de carne de la de este plato». Dábale con él un cuchillo para que le hiciese la cala156; y él dijo que no le había ido bien en el melonar de Ateca en partir con cuchillo los melones, y que así lo partiría, con su licencia, como lo partía en su tierra; y diciendo esto lo dejó caer de golpe en el suelo, y luego lo levantó hecho cuatro piezas diciendo: «Helo aquí partido de una vez a vuesa merced, sin andar haciendo rebanadicas con el cuchillo». «A fe157, Sancho -dijo don Carlos-, que sois curioso, y me huelgo158 de vuestra discreción, pues hacéis de una vez lo que otros no hicieran de ocho. Tomad, que por mí os habéis de comer este capón (esto dijo dándole uno famoso que había en un plato), que me dicen que para hacerlo os ha dado Dios particular gracia». «La Santa Trinidad se lo pague a vuestra merced -replicó Sancho-, cuando de este mundo vaya». Tomó el capón, el cual estaba ya partido por sus junturas, y espetóselo159 casi invisiblemente. Viendo la sutileza de sus dientes, los pajes dieron en vaciarle en la caperuza cuantos platos alcanzaban de la mesa, con lo cual se puso en breve rato Sancho hecho una trompa   -95-   de París160; pero don Carlos, tomando un gran plato de albondiguillas, dijo: «¿Os atreveréis, Sancho, a comer dos docenas de albondiguillas si estuviesen bien guisadas?». «No sé -respondió Sancho- qué cosas son albondiguillas; alhóndigas161 sí, que las hay en mi pueblo; pero no son esas de comer, sino el trigo que está dentro, después de amasado». «No son sino estas pelotillas de carne», dijo don Carlos dándole el plato, el cual tomó Sancho, y, una a una, como quien come un racimo de uvas, se las metió entre pecho y espalda, con harta maravilla de los que su buena disposición veían; y en acabando de comerlas dijo: «¡Oh, hi de puta, traidores, y qué bien me han sabido! Pardiez, que pueden ser pelotillas con que jueguen los niños del Limbo162; a fe que si torno a mi lugar, que en un huerto que tengo junto a mi casa he de sembrar por lo menos un celemín163 de ellas, porque sé que no se siembran en todo el Argamasilla164; y aun podrá ser, si el año se acierta, que los regidores165 me las pongan a ocho maravedís la libra; y si es así, no serán oídas ni vistas». Decía esto Sancho tan sencillamente, como si en realidad de verdad fuera cosa que se pudiera sembrar; y viendo que todos se reían, dijo: «Sólo un desconveniente hallo yo en sembrar estas, y es que, como soy de mi naturaleza aficionado a ellas, me las comería antes que llegasen a madurar, si no es que mi mujer me pusiese algún espantajo para que no llegase a ellas, y aun Dios y ayuda que bastase». «¿Casado sois, Sancho -replicó don Carlos-, según eso?». «Para servir a vuesa merced, con mi mujer lo soy -replicó Sancho-, la cual le besa muchas veces las manos por la merced que me hace». Rieron todos de la respuesta, y preguntole de nuevo don Carlos si era hermosa; a lo cual respondió: «¡Y cómo, cuerpo de San Ciruelo, si es hermosa! Ello es verdad que, si bien me acuerdo, hará por estas yerbas que vienen cincuenta y tres años, y está un poco la cara prieta166 de andar al sol, con tres dientes que le faltan arriba y dos muelas abajo; mas con todo eso no hay Aristóteles que le llegue al zapato; sólo tiene que en llegando a su poder los dos o tres cuartos, luego los deposita en casa de Juan Pérez, tabernero de mi lugar, para llevarlos después de agua de cepas167 en un jarro grande que tenemos, desbocado de puro boquearlo ella con la boca». «Vuestra mujer buena bebedora -dijo don Carlos-, y vos siempre con buena disposición   -96-   de comer, haréis muy buenos casados». Y alargando la mano tras esto a un plato grande que tenía seis pellas168 de manjar blanco, le dijo: «¿Habéis dejado, Sancho, algún rincón desembarazado para comer estas seis pellas?, que según habéis comido, no tendréis apetito de ellas». «Beso a vuesa merced las manos -dijo Sancho alargando las suyas y tomándolas-, por la que me hace; y fíe de mí que me las comeré; siendo Dios servido y su bendita Madre». Y apartándose a un lado, se comió las cuatro con tanta prisa y gusto, como dieron señales de ellos las barbas que quedaron no poco enjalbegadas169 del manjar blanco; las otras dos que de él le quedaban se las metió en el seno con intención de guardarlas para la mañana.





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Francisco de Quevedo


Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos...170

Sucedió, pues, uno de los primeros que hubo escuela por Navidad, que viniendo por la calle un hombre que se llamaba Poncio de Aguirre, el cual tenía fama de confeso171, que el don Dieguito172 me dijo: «Hola173, llámale Poncio Pilato y echa a correr». Yo, por darle gusto a mi amigo, llamele Poncio Pilato. Corriose tanto el hombre, que dio en correr tras mí con un cuchillo desnudo para matarme, de suerte que fue forzoso meterme huyendo en casa de mi maestro, dando gritos. Entró el hombre tras mí, y defendiome el maestro de que no me matase, asegurándole de castigarme. Y así pronto -aunque señora174 le rogó por mí, movida de lo que yo la servía, no aprovechó-, mandome desatacar175, y, azotándome, decía tras cada azote: «¿Diréis más Poncio Pilato?». Yo respondía: «No, señor»; y respondilo veinte veces, a otros tantos azotes que me dio. Quedé tan escarmentado de decir Poncio Pilato, y con tal miedo, que mandándome el día siguiente decir, como solía, las oraciones a los otros, llegando al Credo -advierta vuestra merced la inocente malicia-, al tiempo de decir «padeció so176 el poder de Poncio Pilato», acordándome de que no había de decir más Pilatos, dije: «padeció so el poder de Poncio de Aguirre». Diole al maestro tanta risa de oír mi simplicidad y de ver el miedo que le había tenido, que me abrazó y dio una firma177 en que me perdonaba de azotes las dos primeras veces que los mereciese. Con esto fui yo muy contento.



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Diálogo de galán y dama desdeñosa178

GALÁN
Hace tu rostro herejes mis despojos.
DAMA
No es mi rostro Calvino ni Lutero179.
GALÁN
Tus ojos matan todo el mundo entero.
DAMA
Eso es llamar doctores a mis ojos.
GALÁN
Crüel, ¿por qué me das tantos enojos?
DAMA
¿Requiebras al verdugo, majadero?
GALÁN
¿Qué quieres más de un hombre?
DAMA
Más dinero,
y el oro en bolsa, y no en cabellos rojos.
GALÁN
Toma mi alma.
DAMA
¿Soy yo la otra vida?
GALÁN
Tu vista hiere.
DAMA
¿Es vista puntiaguda?
GALÁN
Róbame el pecho.
DAMA
Más valdrá una tienda.
GALÁN
¿Por qué conmigo siempre fuiste cruda?
DAMA
Porque no me está bien el ser cocida.
GALÁN
Muérome, pues.
DAMA
Pues mándame tu hacienda180.




Riesgo de celebrar la hermosura de las tontas181


    Sol os llamó mi lengua pecadora
y desmintiome a boca llena el cielo;
luz os dije que dabais al suelo,
y opúsose un candil, que alumbra y llora.

   Tan creído tuviste ser aurora,
que amanecer quisiste con desvelo;
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en vos llamé rubí lo que mi abuelo
llamara labio y jeta182 comedora.

   Codicia os puse de vender los dientes,
diciendo que eran perlas; por ser bellos,
llamé los rizos minas de oro ardientes.

   Pero si fueran oro los cabellos,
calvo su casco fuera y, diligentes,
mis dedos los pelaran por vendellos.




Gracias y desgracias del ojo del culo...183

... No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud corren esta fortuna de ser despreciadas de ella, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo; pues, bien mirado, es el más perfecto y bien colocado de él, y más favorecido de la Naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella. Su sitio es en medio, como el de sol; su tacto es blando; tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y, si bien miramos, por esto debe ser alabado, pues se parece a los cíclopes, que tenían un solo ojo y descendían de los dioses [...] además de que hablaremos que es más necesario el ojo del culo que los de la cara, por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir [...] veremos que en los ojos de la cara suele haber, por mil leves accidentes, telillas, cataratas184, nubes y otros muchos males; mas en el del culo nunca hubo nubes, que siempre está raso y sereno; que, cuando mucho, suele atronar, y eso es cosa de risa y pasatiempo. [...] Lo que dicen del culo (los que tienen ojeriza con él) es que pee y caga, cosa que no hacen los ojos de la cara; y no advierten los cuitados que más y peor cagan los ojos de la cara y peen que no los del culo, pues en ellos no hay sueño que no lo caguen en cantidad de legañas, ni pesadilla o sustos que no meen con abundancia de lágrimas, y esto sin ser de provecho, como lo que echa el culo, como ya queda probado. Lo del pedo es verdad que no lo sueltan los ojos; pero se ha de advertir que el pedo antes hace al trasero   -100-   digno de laudatoria que indigno de ella. Y, para prueba de esta verdad, digo que de suyo es cosa alegre, pues donde quiera que suelta anda la risa y la chacota y se hunde la casa, poniendo los inocentes sus manos en figura de arrancarse las narices, o mirándose unos a otros, como matachines185. Es tan importante su expresión para la salud, que en soltarle está el tenerla. [...] Llega a tanto el valor de un pedo, que es prueba de amor; pues hasta que dos se han peído en la cama no tengo por acertado el amancebamiento; también declara amistad, pues los señores no cagan ni peen sino delante de los de casa o muy amigos. Los nombres del pedo son varios: cuál le llama «soltó el preso», haciendo al culo alcalde; otros dicen: «fuésele una pluma», como si el culo estuviera pelando perdices; otros dicen: «tómate este tostón186», como si el culo fuera garbanzal. Otros dicen algo críptico: «cuesco», derivado del enigma; y otros han dicho: «Entre peña y peña el alba, río que suena». Y finalmente, dijo el otro: «El señor Argamasilla, cuando sale chilla».

Baste ya de probanzas de la nobleza del señor don Pedo y pase por ahora plaza de don Caballero que porque no digan me revuelco demasiado no le acoto con otros mucho lugares y autoridades.




Aguja de navegar cultos187

Pues siendo todo lo que escriben los cultos tales, no los finos188, anocheceres y amaneceres, con irse a la ropería189 de los soles se hallan auroras hechas que les vienen como nacidas a cualquier mañanita, con sus nácares y ostros190, leche y grana, y empañado el día en mantillas de oro, cunas rosadas y llorares de perlas y aljófar191.

En la platería de los cultos hay cristales fugitivos para arroyos, y montes de cristal para las espumas, y campos de zafir para los mares, y margen de esmeraldas para los praditos. Para las facciones de las mujeres hay gargantas de plata bruñida, y trenzas de oro para cabellos, y labios de coral y rubíes, para jetas y hocicos, y alientos de ámbar (como pomos192) para resuellos, y manos de marfil para garras, pechos de diamante para pechos, y estrellas   -101-   coruscantes193 para ojos, e infinito nácar para mejillas. Aunque los poetas hortelanos todo esto lo hacen de verduras, atestando los labios de claveles, las mejillas de rosas y azucenas, el aliento de jazmines. Otros poetas hay Charquías194 que todo lo hacen de nieves y de hielo, y están nevando de día y de noche, y escriben una mujer puerto, que no se puede pasar sin trineo y sin gabán y bota. Manos, frente, cuello y pecho y brazos, todo es perpetua ventisca y un Moncayo. Con esto, y con gastar mucho Calepino195 sin qué ni para qué serás culto y lo que escribieres oculto, y lo que hablares lo hablarás a bulto. Y Dios tenga en el cielo el castellano, y le perdone. Y Lope de Vega a los clarísimos nos tenga en su verso196.


Mientras por preservar nuestros Pegasos197
del mal olor de culta jerigonza198,
quemamos por pastillas199 Garcilasos200.




La culta latiniparla201

Disparatario202


A las rebanadas llamará planicies [...] La riña llamará palestra, al espanto estupor, supinidades las ignorancias; «Estoy dubia», dirá; no «estoy dudosa». Al arrope203 llamará «crepúsculo de dulce o abrigue sabroso»; que arrope y abrigue todo es uno, y dígalo en invierno.

«Dame vino», no lo dirá; sino cultivando la embriaguez, dirá «Dame   -102-   llegó», que llegó y vino todo es uno [...] A la olla llamará «la madre meridiana»; y para decir «No como olla», dirá «Estoy desollada», y podrá acertar con dos verdades. Al ruido llamará estrépito; a la hoguera pira. [...] A los chapines204 llamará «posteridades de corcho, adiciones de alcornoque, tara de la persona, ceros de la estatura». [...] «Soy poco fausta», por «soy poco dichosa». [...] Por no decir «Tengo ventosidades» dirá: «Tengo eolos205 o céfiros infectos». [...] Para decir «Tráeme dos huevos, quita las claras y prepara las yemas», dirá: «Tráeme dos globos de la mujer del gallo, quita las no cultas, y adereza el remanente pajizo».

Huevos frescos son «globos instantáneos».





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Lope de Vega




Soneto de repente


    Un soneto me manda hacer Violante206,
que en mi vida me he visto en tanto aprieto;
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.

   Yo pensé que no hallara consonante207
y estoy a la mitad de otro cuarteto,
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

   Por el primer terceto voy entrando,
y parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le voy dando.

   Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que voy los trece versos acabando;
contad si son catorce, y está hecho.




[Burla de los culteranos]208


    «Cediendo a mi descrédito anhelante
la mesticia que tengo me defrauda,
-104-
y aunque el favor lacónico me aplauda,
preces indico al celestial turbante.

   »Ostento al móvil un mentido Atlante,
húrtome al Lete en la corriente rauda,
y al candor de mi sol, eclipse en cauda,
ajando voy mi vida naufragante.

   »Afecto aplauso de mi intenso agravio,
en mi valor brillante, aunque tremendo,
libando intercalar gémino labio.

   ¿Entiendes, Fabio, lo que voy diciendo?».
«Y cómo si lo entiendo». «Mientes, Fabio,
que yo soy quien lo digo y no lo entiendo».


La dama boba209

 

FINEA, dama, con unas cartillas, y RUFINO, maestro.

 
 

DICHAS.

 
FINEA
      ¡Ni en todo el año
saldré con esa lección210!
CELIA

 (Aparte a NISE.)  

Tu hermana, con su maestro.
NISE
¿Conoce las letras ya?
CELIA
En los principios está.
RUFINO
¡Paciencia y no letras muestro!
¿Qué es esta?
FINEA
Letra será
RUFINO
¿Letra?
FINEA
Pues, ¿es otra cosa?
RUFINO
No, sino el alba. (¡Qué hermosa
bestia!)
FINEA
Bien, bien. Sí, ya, ya;
el alba debe de ser,
cuando andaba entre las coles211.
  -105-  
RUFINO
Esta es K. Los españoles
no la solemos poner
en nuestra lengua jamás.
Úsanla mucho alemanes
y flamencos.
FINEA
¡Qué galanes
van todos estos detrás!
RUFINO
Estas son letras también.
FINEA
¿Tantas hay?
RUFINO
Veintitrés son.
FINEA
Ahora... vaya de lección;
que yo lo diré muy bien.
RUFINO
¿Qué es esta?
FINEA
¿Esta?... No sé.
RUFINO
¿Y esta?
FINEA
No sé qué responda.
RUFINO
¿Y esta?
FINEA
¿Cuál? ¿Esta redonda?
¡Letra!
RUFINO
¡Bien!
FINEA
Luego, ¿acerté?
RUFINO
¡Linda bestia!
FINEA
¡Así, así!
Bestia, ¡por Dios!, se llamaba;
pero no se me acordaba.
RUFINO
Esta es erre, y esta es i.
FINEA
Pues, ¿si tú lo traes errado...?
NISE
(¡Con qué pesadumbre están!)
RUFINO
Dí aquí: b, a, n: ban.
FINEA
¿Dónde van?
RUFINO
¡Gentil cuidado!
FINEA
¿Que se van, no me decías?
RUFINO
Letras son; ¡míralas bien!
FINEA
Ya miro.
RUFINO
B, e, n: ben.
FINEA
¿Adónde?
RUFINO
¡Adonde en mis días
no te vuelva más a ver!
FINEA
¿Ven, no dices? Pues ya voy.
RUFINO
¡Perdiendo el juicio estoy!

  -106-  


Error salvado212


   Mandole pintar la Cena
a un pintor un bachiller,
y acabada, fuela a ver,
y hallola de gente llena.
   Trece apóstoles contó,
y dijo muy espantado:
«Todo este lienzo está errado,
no pienso pagarlo yo.
   »Un apóstol aquí está
de más». Y el sabio pintor
dijo: «Llevadla, señor,
que este en cenando se irá».






La gatomaquia213


    Estaba sobre un alto caballete214
de un tejado, sentada
la bella Zapaquilda al fresco viento,
lamiéndose la cola y el copete,
tan fruncida y mirlada215
como si fuera gata de convento. [...]
Ya que lavada estuvo,
y con las manos que lamidas tuvo,
de su ropa de martas aliñada216,
cantó un soneto217 con voz medio formada
en la arteria bocal218, con tanta gracia
-107-
como pudiera el músico de Tracia219,
de suerte que cualquiera que la oyera
que era solfa gatuna conociera
con algunos cromáticos disones220,
que se daban al diablo los ratones.

   Asomábase ya la primavera
por un balcón de rosas y alhelíes,
y Floral221, con dorados borceguíes222,
alegraba risueña la ribera;
tiestos de Talavera
prevenía el verano223,
cuando Marramaquiz, gato romano224,
aviso tuvo cierto de Maulero,
un gato de la Mancha, su escudero,
que al sol salía Zapaquilda hermosa,
cual suele amanecer purpúrea rosa
entre las hojas de la verde cama225,
rubí tan vivo que parece llama;
y que con una dulce cantilena
en el arte mayor de Juan de Mena226,
enamoraba al viento.
Marramaquiz, atento
a las nuevas del paje, [...]
pidió caballo, y luego fue traída
una mona vestida
al uso de su tierra,
cautiva en una guerra
que tuvieron las monas y los gatos.





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Calderón de la Barca




El mal pintor227


    Un mal pintor compró una
mala casa, y muy contento
a un mal amigo llevó
a enseñarla; lo primero
fue un mal aposento y dijo:
«¿Veis este mal aposento?
Pues dejádmelo blanquear,
y que yo le pinte luego
de mi mano todo él,
las paredes y los techos,
y veréis qué bueno queda».
A que el amigo, risueño,
dijo: «¡Bueno quedará!,
más si lo pintáis primero
y lo blanqueáis después
quedará mucho más bueno».


No hay burlas con el amor228

DOÑA BEATRIZ

 (Dentro.) 

¡Hola!
¿No hay fámula229 aquí?
 

(Sale con un espejo en la mano, mirándose en él.)

 
  -109-  
INÉS
¿Qué es lo que mandas?
DOÑA BEATRIZ
Que abstraigas230
de mi diestra liberal
este hechizo de cristal231
y las quirotecas traigas.
INÉS
¿Qué son quirotecas?
DOÑA BEATRIZ
¿Qué?
Los guantes. ¡Que haya de hablar
por fuerza en frase vulgar!
INÉS
Para otra vez lo sabré.
Ya están aquí.
DOÑA BEATRIZ
¡Cuánto lidio
con la ignorancia que hay!
Hola, Inés.
INÉS
Señora.
DOÑA BEATRIZ
Tray232
de mi biblioteca a Ovidio233:
no el Metamorfosis, no,
ni el Arte amandi pedí;
el Remedio amoris, sí,
que es el que investigo yo.
INÉS
Pues ¿cómo he de conocer
libro (si es que eso has pedido)
si aun el cartel no he sabido
de una comedia leer?
DOÑA BEATRIZ
Pues oscura, idiota234 y lega,
¿no te medra cada día
la concomitancia235 mía?



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Anónimo


La vida y hechos de Estebanillo González236

Fuimos prosiguiendo nuestra jornada hacia la vuelta de la villa de Norlinguen237, juntándose en el camino nuestro ejército con el del rey de Hungría238, con lo cual se doblaron las fuerzas y nos determinamos a ir a ganar la dicha villa.

Y al tiempo que la teníamos volqueando239 y esperando cura, cruz y sacristán, el ejército sueco, opuesto al nuestro, pensando darnos un pan como unas nueces, vino por lana, y volvió trasquilado.

Yo, si va a decir verdad, aunque no es de mi profesión, cuando lo vi venir me acoquiné y acobardé de tal manera, que diera cuanto tenía por volverme ícaro alado o por poder ver la batalla desde una ventana. Cerró240 el enemigo con un bosque sin necesitar de leña ni carbón, y ganándolo a pesar de nuestra gente, se hizo señor absoluto.

Llegó la nueva a nuestro ejército, y exagerando algunos de los nuestros la pérdida, pronosticaban la ruina; que hay soldados de tanto valor, que antes de llegar la ocasión, publican contentarse con cien palos.

Yo, desmayado del suceso y atemorizado de oír los truenos del riguroso bronce y de ver los relámpagos de la pólvora y de sentir los rayos de las balas, pensando que toda Suecia venía contra mí, y que la menor tajada sería la oreja, por ignorar los caminos y haberse puesto capuz241 la señora doña Luna,   -111-   me retiré a un derrotado242 foso, cercano a nuestro ejército, pequeño albergue de un esqueleto rocín, que patiabierto y boca arriba se debía de entretener en contar estrellas. Y viendo que avivaban las cargas de la mosquetería, que rimbombaban las cajas y resonaban las trompetas, me uní de tal forma con él, habiéndome tendido en tierra, aunque vuéltole la cara por el mal olor, que parecíamos los dos águilas imperiales sin pluma. Y pareciéndome no tener la seguridad que yo deseaba, y que ya el contrario era señor de la campaña, me eché por colcha el descarnado Babieca; y aun no atreviéndome a soltar el aliento, lo tuve más de dos horas a cuestas, contento de que, pasando plaza de caballo, se salvaría el rey de los marmitones243.

Llegó a esta ocasión al referido sitio un soldado de mi compañía, poco menos valiente que yo, pero con más opinión de saber guardar su pellejo (que presumo que venía a lo mismo que yo vine), y viendo que el rocín se bamboleaba por el movimiento que yo hacía, y que atroné todo el foso con un suspiro que se me soltó del molimiento de la carga, se llegó temblando al centauro al revés, preguntando a bulto:

-¿Quién va allá?

Yo, conociéndolo en la voz, lo llamé por su nombre, y le supliqué me quitara aquel hipogrifo244 de encima, que por haberse desbocado había dado conmigo en aquel foso y cogídome debajo. Hizo lo que le rogué; mas reconociendo que el rocín era una antigua armadura de huesos, no pudiendo detener la risa, me dijo:

-Señor Estebanillo, venturosa ha sido la caída, pues el caballo se ha hecho pedazos, y vuesa merced ha quedado libre.

Respondile:

-Señor mío, cosas son que acontecen, y aun se suelen premiar. Calle y callemos, que sendas nos tenemos245, y velemos lo que queda de la noche, porque Dios le depare quien haga otro tanto por su cuerpo cuando de este mundo vaya.







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