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ArribaAbajoCanto VI

Beatriz Enríquez


RESUMEN

Continúa Colón la relación de su vida. -Encierro de Beatriz. -Nacimiento de Fernando Colón. -Matrimonio secreto. -Fragmentos de las cartas de Beatriz Enríquez a Cristóbal Colón. -Conclusión del canto VI.




   En el mismo lugar, al otro día,
de Beatriz Enríquez, que aun adora,
las memorias Colón así leía
al buen señor que de escucharle llora:
-La historia, que es lo triste de la mía,  5
vais a escuchar de la que aún es señora
de aquí y de aquí, -dijo,y clavó elocuente
una mano en el pecho, otra en la frente:


Primera parte

   -«A dos leguas de Córdoba traída,
y en un castillo con rigor guardada,  10
amando más la muerte que la vida,
hoy te escribe, Colón, tu prenda amada.
-El fruto de tu amor, Beatriz querida,
es fuerza dar a luz aquí encerrada-,
dijo, cerrando mi prisión mi hermano,  15
con la altivez feroz de un castellano.
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   -»Llevaréis por vuestro hijo eterno luto,
si lejos no vivís por siempre -dijo-
de vuestro amor y de su amante fruto
(y al hijo, y a mí y a vos aquí maldijo):  20
si rendís a mi alcurnia este tributo,
ileso a vuestro esposo irá vuestro hijo.-
¡Cuántas eternidades de contento
hallaron su sepulcro en un momento!

   »Y añadió al concluir: -De vos reclamo  25
una mudez perpetua, aunque penosa,
pues vuestra sangre verteré, que aun amo,
si alguno os sueña de Colón esposa.
-¿Y no he de verlos nunca? -entonces clamo:
y él, mi mano estrechando temblorosa,  30
dice con rabia que su aliento trunca:
-¡Nunca! -¿Y el día de mi muerte? -¡Nunca!


Segunda parte

   »Nada importa la ausencia: aquel que adora
ve siempre el culto de su amor presente;
para el recuerdo no hay ni antes ni ahora,  35
sólo hay para el recuerdo eternamente.
Por eso eternamente hora tras hora
mi mente vive y vivirá en tu mente;
nunca el rencor, luchando, alcanzó palmas
en la memoria, patria de las almas.»  40


Tercera parte

   »¡Ay! ¡me arrancaron con brutal exceso
el hijo que mi dicha hace ilusoria!
¡Sólo un beso le di, tan sólo un beso!
¡Adiós, vida de amor, sueños de gloria!
Solamente en fantástico embeleso  45
desde hoy lo besaré con mi memoria,
pues para dos que se aman es sabido,
que los recuerdos son besos sin ruido.»


Cuarta parte

   »Ya a nuestro hijo, por fin menos esquivo
puso el cielo en tu amante compañía;  50
fiero y leal, benévolo aunque altivo,
cumplió mi hermano la esperanza mía.
¡Cuál su faz besarás de mármol vivo!
¡Con qué gozo verás día tras día,
entre la luz que irradian de los cielos,  55
mi espíritu cuajado en sus ojuelos!

   »Sepárale del ruido con cautela
que en torno a la inocencia airado zumba;
con la virtud su espíritu abroquela,
antes que al cebo del placer sucumba;  60
probadle que la dicha es bagatela
que nada vale al borde de la tumba,
que sólo compra el celestial tesoro
de la virtud y la desgracia el oro.»


Quinta parte

   »No hago más que llorar; el llanto entiendo  65
que lento el mal del corazón me enfrena;
pues lágrima tras lágrima corriendo,
descargándome van pena tras pena:
desangrando mi espíritu, voy viendo
tranquilo el corazón, mi alma serena,  70
porque es el llanto que las penas calma,
sangre de las heridas de nuestra alma.»


Sexta parte

   «¡Ah! ¡cuál me atrae en vértigo halagüeño
del sepulcro el abismo poco a poco!
Mis sueños reduciendo a un solo sueño,  75
como un sueño inmortal la muerte evoco:
pasajera embarcada en un ensueño,
al límite feliz del viaje toco;
ya en su dolor mi espíritu, las puertas
que sólo se abren hacia allá ve abiertas.  80

   »Roto en pedazos de mi vida el prisma,
ni a ver atino, ni a pensar acierto;
mi alma que el vaho del sepulcro abisma,
ve sombras en lo real, luz en lo incierto.
No extrañéis ya que os hable de mí misma  85
cual si hablase de un ser que lloro muerto,
y cuya alma a gemir, a otra alma unida,
del otro lado vuelve de la vida.»


Séptima parte

   «¡Adiós! hoy pronta, si antes perezosa,
ya a la muerte tranquila me avecino;  90
mi suerte ha sido aquí tan lastimosa,
que aguarda allá mi fe mejor destino.
¡Adiós, adiós! Si antes que vos dichosa
llego a emprender el último camino,
siga mi huella vuestra huella amante,  95
yo no os dejo, mi bien; voy mas delante...»

   -«Ésta es -dijo Colón- la oculta historia
que a la suerte de España unió mi suerte»-
su cabeza gentil, sol de la gloria,
entre ambas manos sepultando inerte.  100
Y erguido luego -«sólo su memoria
de aquí y de aquí separará la muerte»-
dijo, clavando en lágrimas deshecho
una mano en la frente, otra en el pecho.



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ArribaAbajoCanto VII

Vientos alisios


RESUMEN

Se dio Colón a la vela en la madrugada del 6 de setiembre de 1492, saliendo de la isla de la Gomera. -Tres días de profunda calma. -Las legiones infernales entorpecen la acción de los vientos. -Las sombras del infierno corren a perseguir la flota. -La Idolatría. -La Envidia. -La Ignorancia. -La Esperanza hace la flota invisible. -La Caridad convierte a las legiones infernales en los vientos alisios. -El día 8 se levantó con el sol una brisa favorable. -Promesas de Colón, y orden de que no anduviesen por la noche después de las setecientas leguas. -Consternación de los marineros. -Desaparecen del horizonte las alturas de Ferro.




   Respuesta de la Pinta la avería,
y vituallada ya la flota entera,
de la quinta semana al sexto día
zarpó la expedición de la Gomera.
Se arroja al mar Colón con alegría;  5
pero la tropa, a quien el miedo altera,
de nuevo el mar a trasponer se lanza
sin placer, sin valor, sin esperanza!

   Se alejan ya... Del mundo con espanto
para siempre tal vez se desheredan.  10
¡Cuán tristes van! Los de la isla en tanto
no hay modo de que ahogar sus ayes puedan.
Como en Palos, les mueve a verter llanto
lo mismo a los que van que a los que quedan,
si el amor antes, la piedad ahora.  15
¡Cuánto en el mundo, santo Dios, se llora!

   Pasa un día... Los céfiros no alientan.
Las naves, bajo un cielo bochornoso,
como rocas inmóviles se ostentan.
¡Cual la tumba el sosiego es silencioso!  20
¡Cuánta angustia! Los hombres se impacientan
molidos bajo el peso del reposo,
dudando alguna vez, no sin motivo,
si el límite es aquel del mundo vivo.

   Pasó otro sol. Un proceder villano  25
del Rey de Portugal Colón temía.
Aun tocan la Gomera con la mano
en la mañana del tercero día.
¿No recordáis las sombras que inhumano
el Teide vomitó cuando decía:  30
-Esos son, esos son; soltad los vientos:
desatad, desatad los elementos?-

   Ésas son las legiones que el ambiente
a encarcelar en su mansión se atreven:
presas entre su cerco transparente,  35
asfixiadas las auras ni se mueven.
Los vientos enredando mansamente,
las sombras en los céfiros se embeben,
del aire vano entretejiendo un velo
claro y sutil como la luz del cielo.  40

   ¡Calma chicha! Del mar en los desiertos
nada se mueve: ni olas se columbran.
¡Sobre los cascos de los buques muertos,
cual sudarios las velas se derrumban!
¡Ecos se oyen no más de ecos inciertos,  45
donde tremendas las borrascas zumban!
Turbia es la luz. -La atmósfera es espesa.-
¡Cuán grave sobre el mar el cielo pesa!

   ¡Casi es mejor! En su furor violento
las prisiones al fin rompen secretas,  50
y se mueven también, soltando el viento,
fatigadas las sombras de estar quietas.
Por eso en remolino turbulento,
el mar las sombras removiendo inquietas,
van los bajeles con rencor buscando...  55
¡Bien! ¡ya si mueren, morirán luchando!

   Mandando una legión la IDOLATRÍA
muestra procaz su destructor intento:
enhiesto el rostro, al cielo desafía,
descocado el mirar, bronco el acento:  60
ágiles brazos de actitud bravía,
húmedo el belfo labio ceniciento,
que dan a ídolos mil en torpes lazos
con múltiple fervor besos y abrazos.

   Va otra legión tras de la ENVIDIA ingrata,  65
que de herir la ocasión busca perspicua,
pues ponzoñosa a cuanto apunta mata,
recto el intento y la mirada oblicua:
hipócrita sus víctimas acata,
afable el rostro y la intención inicua:  70
vil ser, que para herir el pecho ajeno
jamás la espada usó, siempre el veneno.

   La IGNORANCIA va allí, rudo el semblante,
donde lo atroz compite con lo necio;
niño en pensar, aunque en poder gigante,  75
ni da valor al mal ni al bien aprecio;
actor sin voluntad, máquina andante,
que más lástima inspira que desprecio,
más bien que un ser que acciona porque vive,
de otros, cual muerto ser, su acción recibe.  80
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   Mientras que en busca de la flota avanza
la satánica grey que al mar azota,
haciéndola invisible la ESPERANZA,
la fuerza vil de su rencor embota:
con sus alas en plácida bonanza  85
la envuelve sutilísima, y la flota
de luz tejida entre el radioso velo
su color pierde en el color del cielo.

   Es la equívoca luz de la esperanza
invisible visión que nos fascina,  90
próxima siempre, y siempre en lontananza,
que sin llegar a verla se adivina.
Fulgor que si la vista a herir no alcanza,
del alma lo recóndito ilumina:
luz inextinta, que aunque luz se nombra,  95
es del deseo inseparable sombra.

   La flota, así invisible, se desliza
entre esta luz o sombra del deseo,
mientras el mar un vientecillo riza
que alza la grey con rápido aleteo;  100
va una vez, y otra vez, resbaladiza
en mudo e ineficaz revoloteo
desde Oriente a Poniente, y de Poniente
vuelve rauda a surgir por el Oriente.

   Y en tanto que la FE las naves guía,  105
la ESPERANZA velándolas prosigue,
y con ardor la CARIDAD decía
al vil tropel que en vano las persigue:
-Así vuestro camino, en fácil vía
tornando Dios, vuestro rencor castigue,  110
y que el viento que alzáis, perpetuamente
haga próspero el rumbo de Occidente.-

   A esta bendita-maldición heridas,
sin que en su curso contenerse puedan,
las visiones, de un vértigo impelidas,  115
el globo sin cesar ruedan y ruedan.
En los vientos alisios convertidas,
rodando el mundo para siempre quedan.
Así de un mal que provocó el infierno
hizo un bien la virtud que será eterno.  120

   Desde entonces la turba desenvuelta,
nuestro globo rodando y más rodando,
a la flota, que en luz camina envuelta,
ignorante a su fin la va arrastrando:
y así la turba en aire alisio vuelta,  125
las flotas y las flotas ayudando
seguía, sigue y seguirá obediente
la ruta de Colón perpetuamente.

   ¡Gracias a Dios! Los céfiros süaves
ya hacen crujir, soplando, las entenas;  130
las velas otra vez ondeando graves
ya se hinchan como pechos de sirenas.
¡Nueva consternación! Al ver las naves
sobre las aguas resbalar serenas,
muda exclamó, mirándose la gente:  135
-¡Se acabó todo: adiós eternamente!-

   En términos hablando altisonoros,
dar promete a la chusma el Almirante
en Manguí y en Cathay cuantos tesoros
puede soñar un alma delirante.  140
Mas ni sus ayes templan ni sus lloros,
al contemplar que, dentro de un instante,
se verán en la mar tan solamente
de su pena y recuerdos frente a frente.

   Y para no encallar, Colón prudente  145
en tono les previno muy sincero:
-Que a setecientas leguas a Occidente
parasen por la noche el derrotero.-
Tal previsión creyendo impertinente,
siempre rebelde murmuró Quintero:  150
-En cuanto a mí, poco el temor me aterra
de estrellarme los ojos contra tierra.-

   ¡Viento en popa! Ya el límite remoto
de Ferro ven desparecer por grados...
¡Tienden la vista al mar por siempre ignoto,  155
y todos quedan de pavor helados!
No piensa en ese mar ningún piloto
sin sentir los cabellos erizados,
y sin mostrar, mirándole delante,
turbios los ojos, pálido el semblante.  160

   Lloran gritando: ¡Adiós! Cuanto más se anda
más del amor se ha de aumentar la queja:
con la distancia la pasión se agranda,
como la sombra cuando el sol se aleja.
Lo que anda el buque, el corazón desanda  165
hacia el amor volviéndose que deja
y que en sombras tal vez se le aparece:
¡cuánto el cariño la distancia acrece!

   Llega la noche. Una postrer mirada
tienden a Ferro antes que el mar la suma.  170
¡Aún se ve! -¡No se ve! -Sí... -No... -Sí... -¡Nada!
¡Nada más que agua, aire se ven, y espuma!
¡Buen viaje! ¡Adiós! La chusma consternada
ya sólo mira en derredor la bruma,
la sombra, el cielo, el aire, el oleaje...  175
¡Ya no se ven por fin!... ¡Adiós! ¡Buen viaje!...



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ArribaAbajoCanto VIII

Amor y celos


RESUMEN


El día 10 de setiembre anduvieron sesenta leguas. -A la luna. -Escena de amor entre Zaida y Rodrigo. -Tentativa de asesinato de Nuño contra Rodrigo. -Acción generosa de Rodrigo. -Sigue la misma escena de amor.



   El diez no corren, vuelan. -En su vuelo
ni un ave ni una roca a ver se alcanza;
no parece sino que el alto cielo
recogió de estos mares la esperanza.
Ahora de Nuño contaré el anhelo,  5
mientras veloz la expedición avanza.
¡Cuándo no fue, para nuestra alma, amena
una historia de amor, aun siendo ajena!

   Zaida feliz, Rodrigo venturoso,
pasan las noches de su amor gozando;  10
mientras que Nuño, a veces rencoroso,
su amor entre las sombras va espiando.
Tiernos aquellos dos, y éste celoso,
el diez estaban, cuando el sol brillando
del mundo hacia ese fin que el mundo ignora,  15
iba a buscar los campos de la aurora.

   De clara sombra inagotable fuente,
brilla la luna allí cerniendo el sueño;
parece un ser que con nuestra alma siente,
unas veces sombrío, otras risueño:  20
para todo infeliz, numen doliente;
para todo el que ríe astro halagüeño:
maga que al triste y al alegre asiste,
alegre como luz, cual sombra triste.

   En su dulce, cruel o amante anhelo,  25
por confidenta en su pasión la imploran
el aterido habitador del hielo,
los que en las zonas de las flores moran.
Campo de cita, a donde en manso vuelo
a verse van los que en ausencia lloran:  30
anillo universal que, en paz amiga,
los vagos cuerpos de las almas liga.

   Sentado al borde de la Pinta un día
Rodrigo, con la prenda a quien adora,
está amoroso como estar solía  35
una vez y otra vez, hora tras hora.
junto a ellos Nuño, entre la noche umbría
llegando como sierpe trepadora,
por la parte exterior del borde asido
celoso escucha con atento oído.  40

   Con el amor que le devora ardiente
-¿Me amas, Zaida? -Rodrigo la decía;
y en el inmenso amor que Zaida siente
-Con amor sin igual, -le respondía.
-¿Y siempre me amarás? -¡Eternamente!  45
¡Oh sueños de la humana fantasía!
Para un cariño como el de ellos tierno,
todo es inmenso, sin igual, eterno!

   Así siempre el amor rey se ha soñado
más que los bronces y los tiempos fuerte,  50
cuyo imperio invencible y no acotado
los límites traspasa de la muerte.
De incorruptible edén ser expatriado,
la lengua habla de Dios, y de esta suerte
muestra el amor que se engendró en el seno  55
donde todo es eterno, hermoso y bueno.
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   De inmensidad y pequeñez conjunto,
concreta amor en su esperanza vana
lo eterno a un día y el espacio a un punto,
los ayeres al hoy, y a hoy el mañana.  60
De un rey que grande fue vivo trasunto,
aun sueña avasallar, y el alma humana
expresa, siente y ve lo que en sí encierra,
poniendo a su servicio cielo y tierra.

   Siempre encuentra adhesivo el sentimiento  65
su vida y la del mundo en armonía;
es el rumor del aire nuestro acento;
es el dolor la noche; el gozo el día;
revela la extensión el pensamiento;
las ilusiones son flores de un día:  70
la faz del mundo el alma lleva impresa;
la faz del alma humana el mundo expresa.

   Del alma, el mundo cómplice y testigo,
con su dolor o su placer se enmanta,
para el dolor cruel, del gusto amigo,  75
al triste angustia y al gozoso encanta.
El aura pura a Zaida y a Rodrigo
trovas de amor en su ilusión les canta:
mas a Nuño infeliz el aura pura
muertes y asesinatos le murmura.  80

   ¡Tristes las horas son que van pasando
por un rival que espía a dos amantes!
Es un rumor que atruena el son más blando;
un instante sin fin son los instantes:
rebotan las miradas luz chocando;  85
roban la voz las auras inconstantes;
y los silencios, con mentida calma,
hacen vibrar estremecida el alma.

   Así Nuño, que innoble espía atento
lo que teme al buscar, busca lo que halla:  90
cree ver de ambos flotar el pensamiento;
más piensa que oye cuanto más se calla:
sin pasar de un momento a otro momento
el tiempo en lo hondo de su mal se encalla:
como el silencio para el miedo suena,  95
hondo el silencio el corazón le atruena.

   -Si yo tirase -en su interior decía-
del fuerte cable que los cerca enfrente,
los tres a un tiempo el mar nos tragaría...
¡No, ella no; yo y Rodrigo solamente!-  100
Así celoso al mal se apercibía,
en tanto que la luna doblemente
clara a Rodrigo con amor le asiste,
y turbia a Nuño le acompaña triste.

   Y al placer o al dolor siempre adaptable  105
la creación mostrandose seguía,
si bien indiferente, a Zaida afable,
tierna a Rodrigo, pero a Nuño impía;
y éste entretanto acariciando el cable,
-Si tiro así, -pensando proseguía-  110
los dos a un tiempo se ahogarán conmigo...
¡No, Zaida no; yo solo con Rodrigo!-

   Un instante a Rodrigo aislado viendo,
tiró Nuño del cable con premura,
mas torpe, sin su presa, al mar cayendo  115
un ¡ay! lanzó de rabia y de amargura.
¡Un hombre al mar! Rodrigo el cable asiendo
tras él se arroja, y Nuño sin ventura,
para mayor dolor de su alma herida
a quien quiso matar debió la vida.  120

   Hasta la nave, al cable sujetado
sube Rodrigo al náufrago con brío;
Nuño celoso, aunque abatido airado,
recibe de la vida el don sombrío.
Y después, de sí mismo avergonzado,  125
en el fondo se oculta del navío,
en donde el llanto que a verter comienza
su falta borrará, no su vergüenza.

   Luego su faz de indiferencia llenos
muestran los elementos inconstantes;  130
los vientos sobre el mar corren serenos;
la luna a media luz brilla como antes.
Y muy poco después, de Nuño ajenos,
cercanos otra vez los dos amantes,
-¿Me amas, Zaida? -Rodrigo la decía,  135
-¡Con infinito amor! -le respondía.



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ArribaAbajoCanto IX

Historia de España


RESUMEN

Martes II de setiembre: anduvieron 20 leguas: encuentran el mástil de una nave: miraron espantados aquel despojo de la furia de las ondas. -Colón, para alentarlos, recuerda las glorias nacionales leyendo la Historia de España. -La España. -Iberos, celtas, fenicios, cartagineses, romanos. -Reyes godos. -Principian los Reyes de Asturias. -Batalla de Covadonga. -Reyes de Oviedo. -Reyes de León. -Reyes de Castilla. -Almanzor. -El Cid. -Don Jaime de Aragón, el Conquistador. -Acción heroica de Guzmán el Bueno. -Casa de Trastamara. -Don Álvaro de Luna. -El último suspiro del Moro.




   Todo el mundo es igual según van viendo.
Es como el mar de Huelva el que los baña,
y el mismo sol que brilla están creyendo
que es el sol de setiembre de la España.
Que es aura de Granada el aire entiendo.  5
Y también por las noches ¡cosa extraña!
la luna que en los cielos relucía
ser la luna de España parecía.

   ¡Ay! cuando más el goce en ellos vive,
cual recuerdo y señal de algún estrago,  10
el mástil de una nave se apercibe...
Era martes el once ¡día aciago!
Flotando el mástil por la mar escribe:
-Éste será de vuestra hazaña el pago-;
y hasta a Colón, que altivo lo veía,  15
-¡Morid en paz! -parece que decía.

¿Qué hace al verlo Colón? Toda la gloria
traer de España a su memoria sabe,
quitándoles así de la memoria
el triste mástil de la rota nave.  20
Un libro coge, y nuestra patria historia
leyendo fue con la tristeza grave
del que ha dejado una ilusión querida
en cada sitio en que arrastró su vida.

   -«La España, dice un árabe, es un suelo  25
fértil cual Siria, cual Adena hermoso;
es como el Yemen su templado cielo;
cual Hejiaz y Cathay rico y precioso.-
Dice bien: nuestra España es un modelo
de riqueza y salud, tan amoroso,  30
que en Adena, en Cathay y en Siria bella
palpita el corazón si se habla de ella.

   »Mucho antes que los celtas, los iberos
poblaron esta tierra de placeres,
donde son los valientes caballeros,  35
donde se nombran damas las mujeres.
Vinieron de Cartago los guerreros,
después que los fenicios mercaderes.
Para estos pueblos de fatal memoria
fue mercancía sin valor la gloria.  40

   »Después que Roma por bondad del hado
al gran león de la Numidia doma,
llegó el mundo a tener tan humillado,
que estaba Roma en todo y todo en Roma.
¡Grande fue su poder! Mas cuando airado  45
en venganza Alarico el hierro toma,
rota en el polvo la cerviz romana,
cambió de rumbo la cultura humana.

   »Los extremos del mundo en son de guerra
mil huestes sobre Europa amontonaron.  50
A Roma en Roma el universo encierra,
y a Roma al fin de Roma desterraron.
Castilla, que parece un mar de tierra,
fue el campo en que los godos más brillaron,
como dice una crónica olvidada:  55
Con la ayuda de Dios y de la espada.

   »De Alarico la gloria y el derecho
pasó a Ataulfo, que reinó enseguida.
Mas de un balcón llegado al antepecho
rindió una vez el infeliz la vida.  60
Un vil siervo a traición le hirió en el pecho,
y Ataulfo, apretándose la herida,
se incorporó, gimió, miró hacia el cielo,
dio una vuelta en redondo y cayó al suelo.
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   »A Sigerico el vil, cuya alma impía  65
seis hijos de Ataulfo ha degollado,
de su reinado en el octavo día
fue ¡castigo de Dios! asesinado.
Sin gloria, sin virtud, sin alegría,
Sigerico murió desesperado;  70
pues ni los tronos del dolor redimen,
deshecha la ilusión que arrastra al crimen.

   »Vengando Walia, que el rencor destila,
a Ataulfo su padre en su asesino,
al alano y al vándalo aniquila,  75
término dando a su feroz destino.
Teodoredo cayó buscando a Atila,
que de Chalóns hasta los campos vino
con frente altiva y corazón perverso
la corona a ceñir del universo.  80

   »Revoltoso y avaro Turismundo,
lo mato Teodorico, a los que iguales
dejó a entrambos Eurico el furibundo,
dominador cruel de prendas reales.
Segundo en nombre y débil sin segundo,  85
no es mucho que a Alarico, sus rivales
la vida, el trono y el honor le roben:
no creía en el mal: ¡era tan joven!

   »Jesalico infeliz, del hado siente
también, muerto a traición, todo el desvío.  90
Lo hereda Amalarico, que imprudente
se muestra avaro, sanguinario e impío.
¡Otra nueva traición! Muerto vilmente
Amalarico fue. ¿Por qué, Dios mío,
el cielo sufre a los inicuos tanto?...  95
No digo más porque me ahoga el llanto.»-

   -Mas ¿cómo -exclamó Ruiz- el alto cielo
tanto augusto bribón reinar consiente?-
Participando de su santo celo,
todos dijeron: -¡Verdaderamente!-  100
Colón siguió: -«Al buen Teudis, Teudiselo
le sucedió; y cruel, aunque valiente,
le asesinaron en Sevilla un día
¡Sardanápalo vil! en una orgía.»-

   Ruiz, con los ojos de rencor preñados,  105
dice al oír tan bárbaros destinos:
-¡Qué serie de verdugos coronados!
¿Se van nombrando reyes o asesinos?-
Y Colón continuó: -«De sus pasados
siguiendo Ajila los infaustos sinos,  110
su misma gente le mató traidora.
¿A qué infeliz toca reinar ahora?

   »Atanagildo electo, dulcemente
fue de modestia y rectitud modelo.
Elegido después Linva el Prudente  115
fue un justo rey también: ¡gracias al cielo!
Leovigildo el magnífico y valiente,
presa infeliz de un indiscreto celo,
en su hijo propio se ensañó iracundo;
mas ¿quién no yerra en algo en este mundo?  120

   »Desde el tercer Concilio toledano,
Recaredo, halagado del destino,
venció al francés y convirtió al arriano,
igual en el honor a Constantino.
Siempre el Señor le tuvo de su mano  125
de la existencia en el erial camino,
porque el Señor, en su equidad cumplida,
siempre recuerda al que jamás le olvida.

   »Sin fe en su Dios, occidental Juliano,
siempre vil, Witerico el iracundo  130
asesinó con su traidora mano
al joven sin doblez Linva segundo.
Arrastrado en Toledo aquel tirano,
aprendió al fin, muriendo, que en el mundo
para el que siembra acciones vergonzosas  135
no hay rosas sin espinas, si es que hay rosas.

   »De la fe y de la paz gloria y amparo,
y dichoso en las cosas de la guerra,
sería un Recaredo, Gundemaro,
si pudiera haber dos sobre la tierra.  140
Sisebuto cruel, aunque preclaro,
a los judíos sin piedad destierra.
Al Recaredo que reinó enseguida
la puerta del dolor le abrió la vida.

   »No muy feliz Suintila en su reinado,  145
abriendo a la indigencia su tesoro,
el padre de los pobres fue llamado
por el grande en saber San Isidoro.
Mas al fin por la dicha extraviado,
sensual, avaro, inicuo y sin decoro,  150
pronto olvidó su desdichada historia:
¡la ventura es tan frágil de memoria!

   »Feliz después su sucesor ha sido
el trono de los godos usurpando;
mas el cuarto Concilio reunido,  155
la usurpación honró de Sisenando.
Chintila, por obispos elegido,
necio vivió para ellos gobernando;
y así, con actos de grandeza ajenos,
fue virtuoso, o hipócrita a lo menos.  160
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   »Tulga, de tierna edad y ánimo blando,
llevó hasta el trono un generoso instinto.
Deudo cruel y enérgico en el mando,
decalvó a Tulga el fiero Chindasvinto.
Este gran rey por último abdicando  165
en el manso y piadoso Recesvinto,
exento ya de vanidad y encono,
buscando la ventura huyó del trono.

   »Wamba, por los grandes aclamado,
sin la loca ambición que a tantos ciega,  170
de días y de glorias coronado
¡noble ejemplo! arrastrado al trono llega.
Durmiose Wamba rey, mas decalvado,
despertose a ser monje de Pampliega,
su nombre encomendando a la memoria  175
de la virtud, del genio y de la gloria.

   -Con capa de piedad cubrió su vida,
dicen de Ervigio que reinó con gloria.
De su eterna inquietud compadecida,
-Su fama grande fue, -dice una historia.  180
-Mas -añade esta crónica enseguida-
ni agradable ni honrosa su memoria.-
Su honor fue grande: el deshonor alguno.
¿Quién es perfecto sino Dios? Ninguno.

   «Mejor que rey Egica, obispo fuera,  185
A Witiza, en su loco desvarío,
le llamará la historia venidera
desbaratado y vil, cruel e impío.
Ni de éste ni de aquél hablar quisiera.
¡Huid, huid del pensamiento mío  190
los que reinando sin virtud ni gloria
sois carga y carga vil de la memoria!

   »Rodrigo el que... -Que en los infiernos arde
con gusto general gritó Quintero.
-No hay quien respetos a su nombre guarde,  195
llamándole «traidor», «mal caballero».
Grita uno: -«¡seductor!» -otro: -«¡cobarde!»
-Dejad al infeliz, -dijo un tercero-,
bien las injurias que infirió a la Cava
en el Jordán del Guadalete lava.  200

   -«Llegó junto a Jerez tu hora postrera-,
Colón siguió leyendo, -patria mía.»-
Calló después. Y Ruiz de esta manera
prorrumpió: -En tan atroz carnicería
ni el cadáver del rey se halló siquiera.  205
-¿Cómo habían de hallarlo si aquel día-
dijo Roldán con afectada calma-
se lo llevó el demonio en cuerpo y alma?-

   Completa indignación. Aquí llegando
deja el libro Colón y toma aliento.  210
Luego un rato en voz alta meditando:
-«Sigamos», -dijo, y se volvió a su asiento.
Leyó; pero antes la mirada alzando
rápida como el mismo pensamiento,
inquiere el horizonte, a ver si alcanza  215
la ilusión, la alegría y la esperanza.

   -«Loado sea Dios, del mundo dueño,
que sobre todo poderoso brilla.
Que quita o da el poder grave o risueño,
que alza a quien quiere y a quien quiere humilla!-  220
Estas palabras con placer diseño
de un árabe devoto a maravilla,
al referir, como él, a mis hermanos
las guerras entre moros y cristianos.

   »Cuna de España y de la Arabia tumba,  225
luchan de Covadonga en la ancha cueva
ciento contra cien mil. ¡El viento zumba!
¡Más sangre que agua ya destila el Deva!
¡A millares los árabes derrumba,
sus troncos desgajando el monte Auseba!  230
¡Todo luchó por milagroso modo,
naturaleza, Dios, el hombre, todo!

   »Tras Don Pelayo a Don Favila vemos
por un oso feroz muerto sin gloria:
de este mancebo rey decir podemos  235
que no hizo cosa digna de la historia.
En volver a Jerez aún tardaremos
siete siglos de oprobio y de victoria.
Ya por la mano hoy el dolor nos gana.
¿Cuál será la desdicha de mañana?  240

   »El Católico Alfonso ¡bien venido!
al que la raza de Ismael un día
el matador de gentes, el temido,
el hijo de la espada, -le decía.
Ya rinde el alma a Dios: ¿habéis oído?  245
Los ángeles se cree que en su agonía
cantan de Dios ante el poder augusto
el salmo Ved cómo se muere un justo.

   »De Oviedo fundador, Froila valiente,
vence a Omar; mas arroja de tu mano  250
ese puñal con que traidoramente
asesinas ¡cruel! a Vimarano.
Por la ley del Talión, pronto tu gente
vengará en ti la sangre de tu hermano.
¡Don Froila, no hay piedad! ¡Justo escarmiento;  255
que coja tempestad quien siembra viento!
—508→

   »¡Id, Aurelio, pasad desconocido:
Mauregato, también: Silo, adelante!
Vos, Bermudo, pasad, pues que habéis sido
más de rezar que de blandir amante.  260
¡Cuitado! al fin abdica arrepentido;
y su mal señalando ya expirante,
-¡aquí! -decía en lágrimas deshecho,
-¡aquí! -decía, y se golpeaba el pecho.

   »Otro Alfonso, ¡salud! ya es el segundo:  265
cristiano fiel, prudente consejero,
blando en Lisboa, en Lodos iracundo,
viene a eclipsar la gloria del primero.
Rey Casto, el Contrariado por el mundo,
¿por qué fue el hado para ti tan fiero?  270
Con bravo corazón, con alma pura,
engañar el dolor fue tu ventura.

   »Ahora Ramiro el vengador descuella.
A ver cual vuestra indómita milicia
esos normandos con rigor degüella,  275
pues la vara os llamáis de la justicia.
¡Más rigor... mucho más! si vuestra estrella
derrotando a Abderramen es propicia,
mientras haya un visir que esté en reposo,
ni ganas tengo para ser dichoso.  280

   »Gloria a Ordoño el primero, aquel que airado
de Albaida y Salamanca al Moro arroja.
En Clavijo San Jorge va a su lado
montado en corcel blanco y con cruz roja.
Mas ¡ay! celoso de su dicha el hado,  285
al pueblo de su padre al fin despoja:
¿nunca vendrá ¡gran Dios! libre de penas
con ambas manos la fortuna llenas?

   »Sube a Sierra Morena Alfonso un día,
y al mirar hacia allá de envidia llora.  290
Todo ese edén, señor, nuestro sería
con triunfos como el día de Zamora.
¿Por qué la suerte a tan buen Rey daría
hijos rebeldes y mujer traidora?
¡Cuán pocas veces el destino aúna  295
la virtud, el valor y la fortuna!

   »Pasad, no sin honor, pasad, García.
Lleno el segundo Ordoño de esperanza,
que la sangre de Alfonso arder sentía,
dejando a Oviedo hasta León avanza.  300
¡Qué rota la del Val, Virgen María!
Seguidlos al Roncal, dadme venganza,
y si no la hay, la esperaré siquiera;
que es menos infeliz aquel que espera.

   »Pero ¿qué he de esperar, Dios soberano,  305
de un Don Fruela a quien el llanto arrulla?
Libertadnos de vos, Rey inhumano;
y vos, Alfonso el cuarto, rey cogulla.
Ven, Ramiro, libértenos tu mano
de un rey con peste y de otro con casulla.  310
Pronto un bridón, aplícale la espuela...
¿Por qué dirán ¡gran Dios! que el tiempo vuela?

   »¡Ved ya a Ramiro! -¡Fuera de Zamora,
de Talavera y de Madrid, villanos!
¿Queréis pelear? mejor, la sangre mora  315
va de Simancas a inundar los llanos...
¡Horrible lucha! En tan tremenda hora
mirándose invencibles los cristianos
ven que Santiago en su favor pelea...
¡Cómo cree el corazón lo que desea!  320

   »Perdiste a Ordoño, Sancho, y te perdiste.
Ramiro el ruin, libra de ti la tierra.
¡Almanzor, Almanzor! ¿Quién lo resiste?
Guerra, Bermudo, a ese hijo de la guerra.
¿Dónde hallarás otro león, Rey triste,  325
si Almanzor de tu corte te destierra?
Todo el mundo no es patria, Veremundo:
la patria ¡vive Dios! es todo el mundo.

   »¡Sus, Don Menendo! arrebatadamente
aguija por Alfonso tus corceles;  330
ya Almanzor llama a la ira de tu gente
-el bárbaro valor de los infieles.-
Ya está en Medinaceli, hacedle frente;
que muera aunque se entierre entre laureles.
¡Aníbal del Korán, tu gloria es ida!  335
¡El hacerse inmortal cuesta la vida!

   »La última luz de Recaredo brilla
en Bermudo por fin, rey halagüeño,
a quien llama una crónica sencilla:
-grande en saber, aunque en edad pequeño.  340
Y tú, el primer Fernando de Castilla,
de algunos reyes tributarios dueño,
¿qué hacemos que de moros no libramos
la patria en que sufrimos y gozamos?

   »Ya reina Alfonso el sexto, ¡buen talante!  345
Usad, usad del juvenil denuedo
antes que el tiempo vuestro ardor quebrante.
Ya asaltan ¡bravo! la imperial Toledo.
¿Quién fue el primero? El Cid. Siempre delante!
¡Ahora, vive Dios, blandid sin miedo!  350
¿Por qué? Porque del Tajo la corriente
les da un temple a las armas excelente.
—509→

   »Mirad al Cid, en quien la fe cumplida
del pundonor y los amores hallo:
súbdito fiel los reyes intimida,  355
¡es tan grande el mío Cid para vasallo!
Está a triunfar tan avezado en vida,
que aun muerto vencerá puesto a caballo.
Vasallo sin señor, rey sin corona,
si se rompe Colada, entre Tizona.  360

   »Vencisteis en Zalaca, mahometanos;
y en Uclés con más gloria todavía,
pues el hijo del Rey fue en vuestras manos
-solaz de su alma, de sus ojos día.-
¡Ay! ¡cuál lloran de pena los cristianos!  365
¡Cómo tañen los moros de alegría!
No hagáis ¡malsines! de placer extremos;
¡algún día en las Navas nos veremos!

   »Ve a entregar Doña Urraca, como esclava
a un Lara o Candespina el albedrío.  370
Vencedor de Almería y Calatrava,
Alfonso emperador, ¡salud te envío!
Fernando el noble, adiós. Alfonso, acaba:
reina ocho lustros: ¡qué tardar, Dios mío!
De un rey inútil el vivir ¿qué importa?  375
¡Y luego dicen que la vida es corta!

   »¡Las Navas! Pues a todos se aventaja,
el cristiano escuadrón, al de Haro siga.
Guiadnos hasta allá, Martín Halaja:
tanto luchar, tanto esperar fatiga.  380
¿Cuánto hace que peleamos con ventaja?
Ya van quinientos años, ¡Dios bendiga,
almas de acero a quien el cielo santo
les ha dado el poder de sufrir tanto!

   »¡Cuántos los muertos son que veis enfrente?  385
¡Ah! como escribe un árabe sesudo
hablando de Jerez: -Tan solamente
el Dios que los crió contarlos pudo.»-
Colón iba a seguir. Mas de repente
Roldán pregunta: -¿Y en dolor tan crudo,  390
canta como en Uclés la raza mora?
La sombra de Almanzor ¿dónde está ahora?

   Colón leyó: -«Desde tu edad sencilla,
triste, Enrique el primero, fue tu estrella.
En Cádiz, en Sanlúcar y en Sevilla  395
Fernando el Santo estampará su huella.
¡Qué eriales son los campos de Castilla!
La rica Andalucía sí que es bella;
de cuanto cría Dios allí hay tesoros...
Pero ¡ay! ¡Andalucía es de los moros!  400

   No así en el cielo, Alfonso diez, te encantes,
y olvides por tu mal el mundo impío;
¡ay! no fijan los hados inconstantes
la virtud y el saber, pobre Rey mío!
Son tus vasallos fieros e ignorantes;  405
tu hijo -contumaz, rebelde e impío.-
¡Qué importa, oh Rey! desprecia su flaqueza;
¡tanta desdicha aumenta tu grandeza!

   »Siendo el honor de la española historia,
Don Jaime de Aragón entra en campaña,  410
rinde a Mallorca, y con inmensa gloria
ya a Valencia tomó jardín de España.
Ya estrecha a Murcia, otro jardín; ¡victoria!
¡Gracias, Don Jaime!... en mi inextinta saña
los héroes como tú conquistadores  415
son para el alma el sol para las flores.

   »Sancho el cuarto es aquél, alma bravía,
engendrador de malos, e hijo malo,
el que escribió a un rey moro que tenía
-en una mano el pan y en otra el palo.-  420
Por él sacrificó Guzmán un día
a un hijo suyo, de su amor regalo.»
-¡Oíd! -grita uno. Y de Guzmán la historia
escuchan, embriagados en su gloria:

   -«A Tarifa sitiaba en ese día  425
por Don Juan, un ejército africano,
y en él un hijo de Guzmán tenía
el Infante traidor, del Rey hermano.
-Rendid la plaza -éste a Guzmán decía-,
o asesino a vuestro hijo por mi mano.-  430
Hecho terrible que eclipsó el destino
del colega inmortal de Colatino!

   »Calla el padre. Don Juan la voz levanta
y repite, en Guzmán el rostro fijo
y mostrando del niño la garganta:  435
-¡Rendid la plaza, o asesináis vuestro hijo!-
A cuya baja atrocidad que espanta,
Guzmán con ira y con desprecio dijo:
-¿Y a un hijo preguntáis de mis mayores
si ha de ser mártir o traidor, traidores?  440

   -»¡Muera mil veces! Mas de vos espero
que no vierta el puñal su sangre amada;
hijo noble de un noble caballero,
que sufra con la espada muerte honrada.
Mas como al ver vuestra bajeza infiero  445
que en vuestro campo no hay quien ciña espada,
prenda de vuestra infamia y mi hidalguía
(¡cobardes, no tembléis!) ¡ahí va la mía!-
—510→

   »Dijo, y la espada heroico arrojando,
tal terror esparció con su energía,  450
que una brisa, en un bando y otro bando,
sembró un hielo mortal cruzando fría.
Guzmán del muro se bajó temblando;
mas bien, aunque temblaba, se veía
que el temblor no era miedo, sino enojos  455
que audaz lanzaba con siniestros ojos.

   »A la voz de Guzmán, su alma indignada,
al niño que reía placentero
el traidor lo mató con mano airada.
(Que era infante español decir no quiero.)  460
¡Sí, ¿lo creeréis? con la paterna espada
pasó su pecho, a cuyo golpe fiero
otra brisa que yerta corrió apenas,
de ambos campos la sangre heló en las venas!

   »Al ver entre la turba el hecho infando,  465
de horror e indignación un grito estalla,
que retumbó en un bando y otro bando,
en la villa, en el campo, en la muralla.
-¡Asesinos! -con furia iban gritando
aquí y allí, los nobles, la canalla;  470
porque por dicha los infames hechos
no hallan jamás perdón ni en bajos pechos.

   »Guzmán sube al rumor del sobresalto;
y al ver de su desdicha el trance duro,
grave exclamó: -¡Cuidé que un nuevo asalto  475
hecho había al infiel dueño del muro!-
Y despacio otra vez bajó de lo alto,
pálido el rostro, más con pie seguro,
mostrando en su tranquilo movimiento
que es rémora el rencor del sentimiento.  480

   »En lo más hondo que en el fuerte había
con su esposa después se retiraba,
y contra el pecho de él ella gemía,
y -¡ahogadme, que no me oigan! -exclamaba.
   -¡Ahogadme, que no me oigan! -repetía,  485
y él, por ahogar su voz, casi la ahogaba:
hasta que de él también turbios los ojos,
dijo cayendo el infeliz de hinojos:

   -»Acoged, justos cielos, esa ofrenda
que os dan nuestros patrióticos desvelos;  490
e inspiradnos la fe que nos defienda
de nuestros largos e implacables duelos!
Ella es de nuestro amor la única prenda:
¡la única, Señor!... -Así a los cielos
el fruto encomendó de su cariño  495
llorando el héroe cual si fuese un niño.

   »Y entretanto que así corrió infecundo
su llanto por la noche en fuente rota,
de día, de su pecho en lo profundo,
oculto iba cayendo gota a gota.  500
Mientras fue claro su valor al mundo,
su pena para el mundo pasó ignota;
siendo así entre flaqueza y energía,
padres de noche y héroes por el día.

   »No sólo antes, -Colón siguió diciendo-,  505
la vida un hombre por su patria daba,
sino que altivo, en holocausto horrendo
a su hijo mismo un padre degollaba.»
-Cierto, -prorrumpen. Y siguió leyendo:
-«El infeliz Guzmán mucho lloraba,  510
cuyo llanto, aunque nadie lo ha escuchado,
nadie que tenga entrañas lo ha ignorado.»

   Y continuó: -«A Fernando el Emplazado
un viejo musulmán dijo así un día:
-De Sevilla Fernando me ha expulsado;  515
tu abuelo lejos de Jerez me envía;
de Tarifa Don Sancho me ha arrojado;
de Gibraltar tu espada me expatría.
¿Y he de ir, por más que a tu bondad me quejo,
al África a morir? -¡Sí, pobre viejo!  520

   »¡Campiñas que el Salado fertiliza,
la sangre os va a inundar! ¡Así, a degüello!
¡Qué mortandad! ¡por Cristo que se eriza
cual si estuviese vivo mi cabello!
Para siempre jamás se inmortaliza  525
de los Alfonsos el postrer destello,
volviendo a su carrera esplendorosa
el pendón de las Navas de Tolosa.

   »No hay, Don Pedro, quien de ira no se inflame
viendo tus obras de piedad desnudas.  530
No hay quien a Enrique contra ti no llame.
En vano de él con el puñal te escudas.
Déjalos, Duguesclin; ¿no ves, infame,
que pones rey si a tu señor ayudas?...
¡Cayó Don Pedro!... Era tan inhumano  535
que fue el Caín aun muerto por su hermano.

   »Bastardo, ¿y de Don Pedro en la derrota
gozarás? Sin virtud no hay alegría:
¿no es verdad que su sangre gota a gota
te abrasa el corazón día tras día?  540
Huid, Don juan, huid de Aljubarrota;
¿qué otro premio más alto merecía
el que teniendo moros en su tierra
fue a hacer, traidor, a los cristianos guerra?
—511→

   »Pase el tercer Enrique sin fortuna,  545
sin valor ni salud; el que decía
-que mejor que no rey, sin duda alguna
un fraile del Abrojo parecía.-
Pase Don Juan segundo, y el de Luna,
que cuando más en su poder creía,  550
la reina que él buscó le perdió ingrata:
¡Dios nos hace querer lo que nos mata!

   »Enrique cuarto...» -Basta: no merece-,
prorrumpió Ruiz, -que de él nos ocupemos.
-Sí, -contesta Escobedo-, me parece  555
que hartos ineptos soportado habemos.
-Pues bien, -dijo Colón-, ya que anochece,
la triste marcha de Boabdil leeremos.
-Leed su postrer ¡ay! -dicen en coro.
-El último ¡ay! del último rey moro.  560

   «En lo alto del Padul, frente a Granada,
cuando Boabdil al África partía,
sentado, y con la frente reclinada,
-¡Cómo me duele el corazón! -decía.
-¡Si ha de ser esta mi postrer mirada,  565
que no se acabe por piedad el día;
dejadme, por Alá, que en mi tormento
viva una eternidad en un momento!

   »¡Oasis de un jardín! desde hoy el cielo
no me dará un pesar, ni con la muerte;  570
para todos los males hay consuelo
menos para la pena de perderte.
Tú sola y sola tú serás mi anhelo
al morir de tristeza de no verte;
para mí en tus hechizos florecía  575
la última flor de la esperanza mía.

   »¿Me volverá la suerte de la guerra
el solo bien que en la existencia quiero?
Nunca su campo la esperanza cierra;
y ya verás que cuando vivo espero.  580
¡Es un valle sin sol sin ti la tierra!
¿Volveré? Sí; por eso no me muero.
¡No lucho, patria mía, por salvarte;
todo lo haré por ti, menos no amarte!

   »¿Hasta cuando, ¡oh dolor! no nos veremos?  585
Nunca en creer que he de dejarte acabo.
¿Dónde una patria como tú hallaremos?
¡Mejor que en otra rey, fuera en ti esclavo!-
Boabdil haciendo de dolor extremos
cayó en hondo estupor, hasta que al cabo  590
dijo mirando a su Granada hermosa:
-¡Que sea, aunque con otros, venturosa!-

   »Así dice Boabdil, y el llanto enfrena.
Mas pronto el pobre a suspirar tornaba
viendo a su raza de pesares llena  595
que lenta ante sus ojos desfilaba.
Lloró, y llorando desahogó su pena,
y en tal dolor, su madre que pasaba:
-Llora como mujer, -le dijo al triste-,
ya que morir como hombre no supiste».  600