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La publicación de El Peregrino en su patria y notable parte del mismo libro, ofrecen singular enlace, según recientes investigaciones, nada menos que con la fábula y alusiones de la primera de nuestras obras literarias, y con la historia de su inmortal autor Miguel de Cervantes Saavedra. Hagamos extenso capítulo cual justamente lo merece y exige, de punto de tan señalada importancia y peregrina curiosidad.

Al Sr. D. Juan Eugenio Hartzenbusch somos deudores del descubrimiento a que nos referimos. La detenida lectura de las primeras obras escritas por Lope, de que hemos hablado ya, y el examen de la edición príncipe de El Peregrino, le han dado ocasión y origen. El eminente ingenio y distinguido erudito acaba de hacerle público en un artículo titulado: «Cervantes y Lope en 1605. Citas y aplicaciones relativas de estos dos esclarecidos ingenios», inserto en la Revista Española, tomo I, número del - de mayo de 1862, y reproducido luego por el autor, con algunas variantes, en los tres primeros números de la Gaceta Literaria. (Diciembre del mismo año.)

Principia su tarea el Sr. Hartzenbusch dando noticia del Isidro, La hermosura de Angélica, con la Dragontea y Rimas, y la Arcadia (si bien con tal cual inexactitud bibliográfica fácil de corregir), fijándose en las composiciones laudatorias y en las citas marginales y tablas de los autores y textos que los adornan e ilustran; y sigue luego describiendo la primera edición de El Peregrino, en estos términos:

«El Peregrino en su patria, primera edición, es un libro en 4.º, del cual he podido registrar dos ejemplares, el uno con 263 folios, y el otro con 264; los dos tienen en el folio 263 vuelto, la nota siguiente: 'Impreso en Sevilla por Clemente Hidalgo, año l604.' El un ejemplar, que es del Excmo. Sr. D. Agustín Durán, concluye en esta hoja; el otro, propio del Sr. D. José Sancho Rayón, tiene otra hoja, la cual ocupan tres sonetos encomiásticos. La portada del libro está grabada en cobre y representa un plano en el fondo con el título de la obra; dos pilastritas a los lados, sobre las cuales corre una ligera cornisa desde la una a la otra; delante de las pilastras, en su parte inferior, hay dos pedestales; en el de la derecha se ve un peregrín con un bordón en una mano y apoyando la otra en una áncora; sobre el pedestal de la izquierda la figura de la Envidia en actitud de querer atravesar un corazón con una daga; entre ambos pedestales y sobre la línea de tierra descansa el célebre escudo de Lope con diez y nueve torres; sobre la cornisa de las pilastras se alza un frontis caprichoso, por encima del cual se alcanza a ver el caballo Pegaso. Detrás del caballo ondea una gran cinta con este letrero: Seianvs mihi Pegasus. En el pedestal de la Envidia estas tres palabras: Velis nolis Indidia; y en el del peregrino estas cuatro, que completan la frase: Aut unicus aut peregrinus. En el letrero del caballo indudablemente quiso hablar el autor diciéndonos: El caballo Pegaso ha sido para mí el caballo de Seyano. Bien sabido es que todos los dueños del tal caballo murieron desastradamente. Entre las leyendas de los dos pedestales faltan un nombre o un pronombre y un verbo; pero están suplidos por el escudo de Lope de Vega, que equivale a las palabras Lupus est o ego sum; de manera que todo junto debe querer decir: Envidia, quieras o no quieras, Lope es (o yo soy) o único o muy raro (ingenio se supone). En la plana quinta principia la dedicatoria de Lope al Marqués de Priego, donde escribió esta notable cláusula: 'Si a tan peregrino príncipe y bienhechor mío no he podido dar peregrinas grandezas, hele dado a lo menos desdichas peregrinas, hábito que me vistieron el tiempo y la fortuna en los brazos de mis padres.' En el ejemplar del Sr. Rayón ocupa la séptima plana un retrato de Lope grabado en madera; rodéale un marco; de la parte inferior del mareo pende el escudo de las diez y nueve torres; en la superior hay una calavera coronada de laurel, y detrás una cinta con este lema: 'Hic tutior fama:' (Aquí (en la calavera, en la muerte) está más segura la fama.) Alrededor del marco se lee, dividida en tres partes, esta sentencia: 'Nihi prodets -adversus invidiam- vera dicere:' (Contra la envidia, de nada sirve decir la verdad.) Debajo del escudo este otro texto: 'Quid dificilius quam reperire quod sit onmi ex parte in suo genere perfectum?' Cic. in Loelium. (¿Qué hay más difícil que hallar cosa en su género del todo perfecta?) A la espalda un soneto al Marqués de Priego, escrito por su médico D. Pedro Fernández Marañón. Esta hoja falta en el ejemplar de D. Agustín Durán, y en el del Sr. Rayón parece ser una cuartilla suelta, impresa en la misma oficina que el libro, pero después; porque principiando con letra grande grabada en madera todos los sonetos que preceden al prólogo de El Peregrino, éste, que va con el retrato, principia con una D de función de mucho menor tamaño, igual a otra que hay más abajo en el mismo soneto, y distintas las dos de todas las otras D D que se ven en los sonetos siguientes; indicio, si no prueba, de que el soneto dirigido al Marqués de Priego se imprimió sin mirar cómo se habían impreso los demás, lo cual no es muy probable que sucediera si hubieran sido impresos de una vez todos los principios del tomo.»



Anotados estos prolijos, pero necesarios datos, y observando que Lope se lamenta de sus desdichas en el lema grabado al frente de la Arcadia y repetidamente en los preliminares de El Peregrino; que en la portada de éste se representa desafiando a la envidia, de la cual se queja una y otra vez en el prólogo, y que de esta ruin pasión le pintan como víctima en sus versos panegíricos dos insignes ingenios, Quevedo y Ortiz Melgarejo, pueden ya establecerse sobre muy sólidos fundamentos las conjeturas que, reproduciendo y ampliando las del Sr. Hartzenbusch, vamos a exponer detenidamente.

Cervantes, que por el año 1598, residiendo en Sevilla, continuaba siendo afectuoso amigo de Lope de Vega, a quien había conocido en Madrid desde 1583 al 85, y vuelto luego a tratar en 1587 y 88, pudo tener poco después con él, si tal vez siguieron correspondencia, alguna cuestión y disputa literaria. Pero sobre este particular arriesgaré nuevas presunciones. Relativamente al período que transcurrió desde principios de 1599 hasta el 8 de febrero de 1603, no tenemos de Cervantes otra noticia documental que la implícitamente contenida en las comunicaciones que mediaron con fechas del 14 y 24 de enero de 1603 entre el Tribunal de Contaduría mayor y los Contadores de relaciones.

Parece indicado en ellas que el insigne autor del Quijote se hallaba desde esa última fecha, y ya desde fines de 1602, preso de nuevo en Sevilla, sin otra causa que el rendimiento de sus cuentas al expresado Tribunal. Ahora bien: de Lope de Vega consta, por la Epístola a Lucinda, que en el año de 1601 se hallaba en Sevilla y salió de allí para Toledo, regresando después a la capital de Andalucía, donde se imprimió El Peregrino, cuya dedicatoria firmó en 31 de diciembre de 1603. ¿No pudo pues, encontrando a Cervantes en aquella ciudad, así durante la primera época citada de 1601, como a fines del siguiente año o principios de 1603, enemistarse con él por cuestiones literarias y conocer entonces en parte el Quijote, de que a poco tiempo y antes de su publicación habló con notable desprecio?

Con efecto; la primera parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, cuyo privilegio de Castilla tiene la fecha del 26 de septiembre de 1604, debía de andar a principios de agosto en manos de sus hoy ignorados censores o de las autoridades que habían de otorgar la licencia para su impresión, la cual no quedó terminada hasta el 20 de diciembre, fecha de la tasa. Hubo de censurarse en Valladolid, donde la Corte residía, y correr allí los demás trámites hasta venir a Madrid a las prendas de Juan de la Cuesta. Sin embargo, Lope, de quien sabemos por sus cartas originales existentes en el archivo del Sr. Conde de Altamira, que aún no había visitado a Valladolid en el año de 1611, escribía desde Toledo, con fecha del 14 de agosto de 1604, a una persona cuyo nombre no consta, pero que del contexto de la carta se infiere muy claramente que debía de ser un médico, los siguientes párrafos, tan conocidos ya por su publicación en la Historia de la literatura y arte dramático en España, del Sr. Schack, en mi Catálogo del Teatro antiguo español, etc., y que ahora, descubierta la carta original, pueden transcribirse más puntualmente:

«...Yo tengo salud y toda aquella casa... Toledo está caro, pero famoso, y camina con propios y extraños al paso que suele... Representa Morales, silba la gente; unos caballeros están presos porque eran la causa de esto... Aplacó... porque hizo La rueda de la fortuna... De poetas, no digo: buen siglo es este; muchos están en cierne para el año que viene, pero ninguno hay tan malo como Cervantes, ni tan necio que alabe a Don Quijote... V. md. viva, cure y medre77 y ande al uso: no cumpla cosa que diga, ni pague si no es forzado, ni favorezca sin interés, ni guarde el rostro a la amistad...; no más, por no imitar a Garcilaso en aquella figura comectionis, cuando dijo:


'A sátira me voy mi paso a paso',

cosa para mí más odiosa que mis librillos a Almendárez78 y mis comedias a Cervantes. Si allá murmuran de ellas algunos que piensan que las escribo por opinión, desengáñeles V. md. y dígales que por dinero.»



Por su parte, Cervantes, hablando con un amigo en el prólogo de la primera parte del Quijote, y fingiéndose (dice el Sr. Hartzenbusch) apuradísimo por no saber cómo escribir el prólogo mismo que iba extendiendo con rara discreción y gracejo, se deja decir:

«¿Cómo queréis vos que no me tenga confuso el qué dirá el antiguo legislador que le llaman vulgo, cuando vea que al cabo de tantos años como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora con una leyenda seca como un esparto..., falta de toda erudición y doctrina, sin acotaciones en las márgenes y sin anotaciones al fin del libro como veo que están otros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Aristóteles, de Platón y de toda la caterva de filósofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres leídos, eruditos y elocuentes? ¡Pues qué cuando citan la Divina Escritura! No dirán sino que son unos Santos Tomases y otros Doctores de la Iglesia: guardando en esto un decoro tan ingenioso, que en un renglón han pintado un enamorado distraído, y en otro hacen un sermoncico cristiano que es un contento y un regalo oírle y leerle. De todo esto ha de carecer mi libro, porque ni tengo que acotar en el margen, ni menos sé qué autores sigo, para ponerlos al principio como hacen todos... También ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de sonetos cuyos autores sean Duques, Marqueses, Condes, Obispos, damas o poetas celebérrimos; aunque si yo los pidiere a dos o tres oficiales amigos míos, yo sé que me los darían, y tales que no les igualasen los de aquellos que tienen más nombre en nuestra España».



Supone más adelante el insigne escritor, que su amigo, deseoso de facilitarle medio de exornar eruditamente el Quijote, le sugiere éste:

«Para mostraros hombre erudito en letras humanas y cosmógrafo, haced de modo como en vuestra historia se nombre el río Tajo, y veréisos luego con otra famosa anotación, poniendo: El río Tajo fue así dicho por un Rey de las Españas; tiene su nacimiento en tal lugar, y muere en el Océano besando los muros de la famosa ciudad de Lisboa; y es opinión que tiene las arenas de oro».



Ahora bien: semejante a esta cita que Cervantes apellida famosa, hay un artículo más extenso en el índice de las cosas notables de la Arcadia de Lope, que principia diciendo:

«Tajo, río de Lusitania, nace en las sierras de Cuenca y tuvo entre los antiguos fama de llevar, como el Pactolo, arenas de oro...»



Puédese sin temeridad presumir que en estos pasajes aludió particularmente Cervantes a Lope, cuyos libros el Isidro, la Dragontea y de los que va hecha mención, salieron también abundantemente provistos, según queda expuesto, de anotaciones, apéndices y sonetos encomiásticos, obra de magnates, poetas y damas.

«Y aquí está en su lugar la observación de Clemencín, el cual, hablando de las sagaces alusiones críticas que en la primera parte de su obra inmortal dirigió Cervantes a Lope, llama la atención sobre aquel otro pasaje del prólogo. Es (el Quijote) una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio y Marco Tulio».



Son tres de los autores citados en el catálogo de ellos que está al fin del Isidro de Lope. Omito agregar por mi parte citas sacadas del discreto razonamiento que acerca del Teatro español pone Cervantes en boca del canónigo de Toledo (cap. XLVIII de la parte primera del Quijote), dirigido tan evidentemente a censurar la escuela dramática de Lope de Vega, aunque templando con la expresa alabanza de su comedia La ingratitud vengada y con el imparcial y justo elogio que hace del mismo y de sus famosas obras cómicas:

«las cuales, por querer acomodarse al gusto de los representantes, no habían llegado todas, como habían llegado algunas, al punto de la perfección que requerían».



Continúa el Sr. Hartzenbusch:

«Al prólogo del Ingenioso Hidalgo siguen las célebres décimas de pie quebrado, escritas en nombre de la maga Urganda, por sobrenombre la Desconocida»:



la quinta décima principia así:


    «No indiscretos hierogli-
estampes en el escu-
que cuando es todo figu-
con ruines puntos se envi-»



Recordemos el escudo de las diez y nueve torres de que tanto (y tan injustamente) se burló Góngora; y persuadiéndonos, por otra parte, de que la novela de Lope titulada El Peregrino vale muy poco, podremos parafrasear esos cuatro versos de Urganda en esta forma:

«No pongas indiscretamente, como Lope, tu escudo de armas en la portada, que en el juego de la Primera, quien solamente tiene figuras, que son las cartas que valen menos, mal juego hace.»



O de otro modo:

«No grabes tu escudo al frente del libro, no sea que no tenga otro mérito que el del grabado.»79



Continúa la décima:


«Si en la dirección te humi-,
no dirá mofante algu-
¡Que Don Álvaro de Lu-,
que Aníbal el de Carta-,
que Rey Francisco en Espa-
se queja de la fortu-.»80



Dirección significa dedicatoria. Resolviendo esos versos en prosa pedestre, parece que querrán decir:

«Si te humillas en la dedicatoria, ningún burlón te dirá: ¡Miren qué gran hombre o qué gran desgraciado se queja de la fortuna!...»



Ya vimos que Lope, en la dedicatoria al Marqués de Priego, afirmaba que «el tiempo y la fortuna le habían vestido hábito de desdichas en los brazos paternos». «Rehuye hablar latines», dice Urganda en la siguiente décima: erizado está de latines el prólogo de El Peregrino, y al fin de cada libro de él hay un texto en latín en que se habla de los peregrinos, y en el cuerpo de la obra frecuentes llamadas a escritores latinos. «No me alegues con filósofos», añade más abajo la maga; habiendo en el prólogo tratado Cervantes de libros de inventiva sembrados de sentencias de Aristóteles y Platón. Aristóteles y Platón son los primeros autores que se citan en el prólogo de El Peregrino; al principio del libro III se hallan mencionados Boecio, Séneca, Platón, Aristóteles, Cicerón y Demóstenes, y además Terencio y Ovidio. En el libro IV se nombra también a una porción de filósofos y otros escritores.

A esta exposición de tan evidentes coincidencias, añade el Sr. Hartzenbusch varias conjeturas de singular interés y picante curiosidad, acerca de algunas otras de las poesías escritas por Cervantes al frente y al fin de la primera parte.

En el soneto de Amadís a Don Quijote, que es el que va primero a continuación de los versos de Urganda, el último terceto contiene esta jactanciosísima expresión de Cervantes:


    «Tendrás claro renombre de valiente,
tu patria será en todas la primera,
tu sabio autor al mundo único y solo



Lo de único y solo me parece una traducción irónica del unicus aut peregrinus de Lope en la portada de El Peregrino. Seianvs mihi Pegasus, dijo Lope también en la portada del mismo libro, y en el prólogo de él citó la Metafísica de Aristóteles; quizá por eso Cervantes, manco, viejo y pobre, sustituyó el caballo de Apolo con el del Cid, y haciéndole hablar con el de Don Quijote en el conocidísimo soneto de ambos, arguyó a Rocinante Babieca diciéndole: «Metafísico estáis», y Rocinante le respondía: «Es que no como.»

Observa luego el ingenioso comentador, que el nombre de D.ª Catalina Zamudio, de quien se estampan versos panegíricos al frente del poema de Lope La hermosura de Angélica, es anagrama imperfecto del de Camila Lucinda81; que las composiciones firmadas por esta desconocida parecen de la pluma de Lope; y por último, que en aquellos versos del soneto de la Sra. Oriana a Dulcinea del Toboso, que dicen:


    «¡O quién tan castamente se escapara
del señor Amadís como tú hiciste
del comedido hidalgo Don Quijote!»



pudiera quizá buscarse alguna otra alusión a Camila Lucinda, que no escapó muy honestamente de sus amoríos con Lope. A ésta, en efecto muy probable alusión, sospechada por el Sr. Hartzenbusch, a la coincidencia que yo advierto ahora de ser el nombre de Dulcinea casi perfecto anagrama del de Lucinda, y a otros indicios, me refiero al expresar que las conjeturas apoyadas en los curiosos datos publicados acerca de Ana Zarco de Morales, pierden ya gran parte de su probabilidad en las Investigaciones sobre la vida y escritos de Cervantes, que, fruto de mis pobres tareas histórico-literarias, se están imprimiendo al frente de la colección completa de las obras del mismo ilustre ingenio, emprendida por el diligente Rivadeneyra. Allí transcribo también los pasajes más notables, en lo que hace relación a la encubierta Lucinda, de las epístolas de Lope a la misma y a Gaspar de Barrionuevo, llamando la atención muy señaladamente respecto de los que revelan, así la patria de la hermosa dama desconocida, como la provincia o comarca donde Lope la conoció y requirió de amores; e inclinándome a creer que el pueblo de Sierra Morena que la vio nacer debía de estar situado en la vertiente manchega, tierra de Valdepeñas, el Viso, Torrenueva, Santa Cruz de Mudela, etc. Por extraña coincidencia (observo allí, por último), fueron las breñas de Sierra Morena el sitio donde el Ingenioso Hidalgo hizo tales y tantas finezas de penitente enamorado y lloró


«Ausencias de Dulcinea
del Toboso»,



manchega como la desconocida Lucinda. Si a los datos que acabamos de presentar reunidos se agrega la explícita confesión que de haber ofendido en la primera parte del Quijote a Lope de Vega Carpio dirigió a Cervantes el encubierto Avellaneda (Fr. Luis de Aliaga) en el prólogo de su segundo tomo de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha (Tarragona, 1614), no podrá dudarse, aunque se juzgue infundado y gratuito lo puramente conjetural, que por el tiempo a que nos vamos refiriendo existió desavenencia y animosidad literaria entre los dos grandes ingenios españoles. La crítica privada hecha por Cervantes del anticlasicismo de Lope, hizo que éste atribuyese tales censuras a envidia y dejase entrever su resentimiento en El Peregrino. Cervantes, con sagacidad, agudeza y decoro, desahogó el suyo más claramente en su libro sin igual. Lope tomó venganza en conversaciones y confianzas íntimas, preparó el camino del extravagante y no menos resentido Aliaga, y todavía algunos años después, muerto su adversario, se permitió una pública aunque ambigua manifestación de su amor propio mortificado.82

A principios del año 1604 regresaba Lope de Sevilla a Madrid o Toledo, rotas ya (si hemos de dar crédito al siguiente pasaje de su poema La Filomena, segunda parte) las estrechas y obligatorias relaciones que había cantado en El Peregrino.


    «Después, volviendo al Tajo desatado
el cuello perezoso,
del carro de las cándidas palomas
triunfo de Venus y de amor vendado», etc.



¿Cómo pudo faltar a compromisos tan sagrados cuales vemos que lo eran, por su revelación misma, los que tenía contraídos con la bella Lucinda? Él no se había recatado, en su trato con esta dama, ni de sus amigos ni aun del público. En las Rimas, en los preliminares de la Angélica, declara sus amores sin el menor rebozo, y después, en El Peregrino, representándose bajo la figura de Jacinto83, escribe la tierna y sentida Epístola a Lucinda, y a los fines de la obra estampa este párrafo, en mi concepto muy significativo:

«Vino entre ellos Lucinda, a quien casaron con Jacinto cumpliendo mil justas obligaciones.»



¿Influyeron acaso en la determinación de Lope desvíos o infidelidades de la hermosa desconocida? ¿Aluden a esto los versos que arriba dejamos copiados, con que dirigió a D. Juan de Arguijo la segunda edición de las Rimas, llamándolas escarmientos suyos, traslados de aquella luz, enigmas de aquella esfinge y castigados pensamientos? ¿Habrá motivo para sospechar si tal vez le llamaron a Toledo nuevos y no menos serios compromisos de amor?

Apenas llegado, contrajo Lope nuevo matrimonio con D.ª Juana de Guardo, hija de Antonio de Guardo y de D.ª María de Collantes, su mujer, vecinos de Madrid.

Yo me inclino a creer que este enlace se verificó en Toledo, atendiendo a que allí residían los nuevos esposos en 14 de agosto del propio año de 1604, y continuaron residiendo hasta mediados de 1610. La noticia documental más circunstanciada que de este casanuento poseemos hasta el día, no expresa el sitio ni la fecha en que se realizó.84

Llevó en dote D.ª Juana de Guardo y Collantes 22.382 reales de plata doble, y Lope de Vega le dio de arras 500 ducados, de que otorgó escritura ante Juan de Piña. La calidad de la novia, si hemos de dar crédito a ciertas sátiras y noticias de la época, no era de las más elevadas, a lo menos por la línea paterna. Se ha dicho que el Sr. Antonio de Guardo traficaba en ganado de cerda, y parece confirmarlo así cierta sátira, que anda manuscrita en varios códices, donde se dice de Lope que


«Casó con carne y pescado»,



como al final del conocido soneto con que el insigne D. Luis de Góngora motejó por aquel tiempo las vanidades nobiliarias del Fénix de los Ingenios:


    «Por tu vida, Lopillo, que me borres
las diez y nueve torres de tu escudo;
pues aunque tienes mucho viento, dudo
que tengas viento para tantas torres.
    ¡Válgame los de Arcadia! ¿No te corres
de armar de un pavés noble a un pastor rudo?
¡Oh troncho de mi col! ¡Nabal barbudo!
¡Oh brazos Leganeses y Binorres!
    ¡No le dejéis en el blasón almena!
Vuelva a su oficio, y al rocín alado
en el teatro sáquele los reznos:
    ¡No fabriquen más torres sobre arena!
Si no es que ya segunda vez casado
quiere volver las torres en torreznos



Tuvo D.ª Juana un hermano eclesiástico, el Ldo. Cristóbal de Guardo, a quien el Duque de Sessa, dueño y Mecenas de Lope, hizo merced, a fines de Julio de 1611, de un beneficio en Mayorga.85 Parece, según el contexto de dos cartas de Lope, que en la familia de los Guardos habían sido frecuentes los centenarios.86

En la imperial Toledo, aún a la sazón floreciente y a donde lo ameno y deleitoso del sitio, la suntuosidad e importancia histórica de los monumentos públicos y la magnificencia del culto, habían atraído casi todo la animación y vida que en su orfandad de la Corte pudo guardar la desierta orilla del Manzanares, fijó su residencia el peregrino Lope, ya próximo a cumplir los cuarenta y dos años de su edad y nuevamente uncido al santo yugo del matrimonio. Allí escribía en 14 de agosto de 1604 la carta a un amigo médico, de la cual hemos copiado y seguiremos trasladando algunos párrafos; y a 20 de noviembre siguiente formaba el autógrafo de su comedia Carlos quinto en Francia, que por los años de 1781 formaba parte de la preciosa colección existente en el archivo del Duque de Sessa.

Las tareas dramáticas y la conclusión y lima del poema Jerusalem conquistada ocupaban principalmente al Fénix de los Ingenios en esta para él nueva era de tranquilidad y reposo. Extraño es, a la verdad, que no pensase entonces en llevar a efecto la promesa que había consignado al fin de El Peregrino en su patria, de dar a luz una segunda parte de esta obra enriquecida con diez de sus comedias: las tituladas Laura perseguida, El soldado amante, La fuerza lastimosa, El perseguido, La bella malmaridada, El galán agradecido, La montañesa, Los esclavos libres, El Argel fingido y Los amantes sin amor. Y más notable se hace esta falta de cumplimiento a su empeñada palabra, cuando se recuerdan aquellas quejas por él expresadas en la consabida Epístola a Gaspar de Barrionuevo:


    «Imprimo al fin87 por ver si me aprovecha
para librarme de esta gente, hermano,
que goza de mis versos la cosecha.
    Cogen papeles de una y otra mano,
imprimen libros de mentiras llenos,
danme la paja a mí, llévanse el grano.
    Veréis en mis comedias (por lo menos
en unas que han salido en Zaragoza),
a seis renglones míos, ciento ajenos.
    Porque al representante que los goza,
el otro que le envidia y a quien dañan,
los hurta, los compone y los destroza.
    Veréis tanto coplón, que aún los extrañan
los que menos entienden, y que dicen
que sólo con mi nombre los engañan.
    ¿No os admira de ver que descuarticen
mis pobres Musas, mis pensados versos,
y que de la opinión los autoricen?
    Los versos pervertidos, son perversos;
así veréis algunos que solían
escucharse por cándidos y tersos.
    No sé con qué conciencia los ponían
en la estampa estos hombres, que en España
de mi opinión sus ignorancias fían.
    ¿Qué mezcla de Segovia o tiritaña
ha tenido más listas y colores?
¿Qué ambiguo tornasol, que al sol engaña?
    Pues si tienen allí tantos autores
versos y pasos, no las llamen mías,
impriman norabuena sus errores.
    ¿Para qué me he cansado tantos días
si tienen este fruto mis trabajos?
En pobre mesa ¿qué queréis, Harpías?
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
    Dejemos que Madrid fue mi madrastra:
¿qué hice al extranjero, qué le debo
que tantas naves con mis versos lastra?
    Si pasa a Italia este librazo nuevo,
decidles la verdad, Gaspar amigo,
desengañad a Italia, Barrionuevo



Ninguna otra noticia hemos podido alcanzar de esta colección de comedias de Lope, impresa en Zaragoza en el año 1603. Aunque supongamos que los especuladores imprimiesen, con el solo objeto de venderle en Italia, Flandes y América el tal volumen apócrifo, no acabamos de creer probable la absoluta desaparición de todos sus ejemplares. Nótese a este propósito lo que el mismo Lope escribió (casi a la vez que su carta a Barrionuevo) en el prólogo de El Peregrino.

«Mas ¿quién teme tales enemigos? Ya para mí lo son los que con mi nombre imprimen ajenas obras. Agora han salido algunas comedias, que impresas en Castilla, dicen que en Lisboa; y así quiero advertir a los que leen mis escritos con afición (que algunos hay, si no en mi patria, en Italia y Francia y en las Indias, donde no se atrevió a pasar la envidia), que no crean que aquellas son mis comedias, aunque tengan ni nombre.»



Alude aquí nuestro poeta al libro titulado: «Seis comedias de Lope de Vega Carpio y de otros autores, cuyos nombres dellas son éstos (aquí los títulos). Con licencia de la Santa Inquisición y Ordinario. En Lisboa. Impreso por Pedro Crasbeeck, anno MDCIII. Con privilegio de diez años. A costa de Francisco López.» (4.º) Contiene este volumen una sola comedia de Lope: El perseguido, la cual lleva el nombre expreso de su autor; las otras cinco van anónimas; y en vista de la portada, que hemos copiado con presencia del libro, no hay razón alguna para sospechar que su publicador tratase de engañar con él a los aficionados del famoso dramático.88 Los documentos preliminares, los tipos y las mismas erratas, acreditan que fue estampado en Lisboa, con todos los requisitos; no en Castilla, como al rechazarle dijo Lope, acaso por noticias vagas que tuviera de una reimpresión hecha en Madrid (y de la cual existe ejemplar en la Biblioteca Ambrosiana de Milán) con esta portada: «Seis comedias de Lope de Vega Carpio, con licencia de la Santa Inquisición y Ordinario. En Madrid. Impreso por Pedro de Madrigal. Año 1603.»

Coincidió con la vuelta de Lope desde Sevilla a Madrid y Toledo a principios de 1604 la publicación de la primera parte de sus comedias, publicación que encierra una especie de enigma bibliográfico indescifrable, a mi juicio, mientras no se tenga a la vista y puedan cotejarse minuciosamente las primeras ediciones del libro. Así, ni en mi Catálogo del Teatro antiguo español conseguí aclarar esta cuestión, de curiosidad tan especial, ni ahora puedo hacer otra cosa que reproducir los datos allí referidos.

Parece indudable que la edición príncipe de Las comedias del famoso poeta Lope de Vega Carpio... (primera parte) se imprimió en Valencia, año de 1604; edición tan rara, que no se cita de ella existente ejemplar alguno en las bibliotecas, ya públicas, ya privadas, que poseen colecciones del teatro de Lope de Vega Carpio. Los historiadores literarios que la mencionan, los índices y catálogos, no expresan la oficina en que se estampó, ni dan noticia de los preliminares que a su frente lleva.

Publicada esta edición valenciana, según se infiere, en el mes de enero de 1604, siguiola inmediatamente otra hecha en Madrid, cuya aprobación se dio a 17 de febrero subsiguiente, y de la cual guardaba ejemplar en Londres hace pocos años el Sr. Labouchère. Reprodujéronla en el propio año de 1604 las prensas de Valladolid y Zaragoza: impresiones de que respectivamente poseen ejemplares en Londres el Sr. J. R. Chorley y el Museo Británico.

Con algún fundamento pudiera dudarse de la existencia de esta primitiva edición valenciana, si no la comprobase de un modo incontestable la aprobación dada probablemente para la reimpresión de Valladolid, en 1604, en la misma ciudad, corte a la sazón de España: documento que leemos al frente de las de Amberes, 1607, y Valladolid, 1609, y dice así:

«Estas doce comedias de Lope de Vega, que han sido impresas en Valencia y no tienen cosa que ofenda, y así se puede dar licencia para imprimirse. En Valladolid, a 17 de febrero de 1604. El Secretario, Juan Gracián Dantisco.»



Léese, no obstante, al principio de la citada de Amberes, 1607, otro documento que da lugar a dudas de imposible resolución, con sólo estos escasos datos que a la fecha poseernos. Es una dedicatoria al Ldo. D. Antonio Ramírez de Prado, del Consejo de S. M. y su fiscal en el de Cruzada, suscrita, sin expresión de lugar ni fecha, por Alonso Pérez, que es de suponer fuese el librero de Madrid, padre del poeta Pérez de Montalbán. Comienza así:

«Habiendo llegado a mis manos algunas obras de Lope de Vega, y hecho elección de estas doce comedias por haber sido las más aceptas y bien recibidas de todas, de mejor verso y más sentencias, me resolví a imprimillas; y pareciéndome que no era bien sacallas a luz sin dallas un protector a cuya sombra se pudiesen librar de los envidiosos, me pareció también que al author le hazía buena obra en darle a la suya tal amparo como V. m.; y yo mostraría con este pequeño servicio el ánimo en que siempre estoy de emplearme en el de V. m...»



Si pues Alonso Pérez fue el colector, ¿cómo en la portada se dice: Las comedias del famoso poeta Lope de Vega Carpio recopiladas por Bernardo Grassa, así en la expresada edición de 1607 como en la de Valladolid de 1609? El apellido Grassa parece valenciano. Pérez, que se declara colector y editor del libro, se hallaba establecido en Madrid o Valladolid. La aprobación copiada acredita que el volumen se imprimió por primera vez en Valencia. Desate, pues, el curioso este nudo.

Obtuvo el libro otras dos ediciones en el siguiente año de 1605 (Valladolid y Valencia, por Gaspar Lutger); luego las referidas de 1607 y 1609, y años adelante se reimprimió en Milán en 1617, y en Zaragoza en 1624. Las comedias que comprende son las tituladas: Los donaires de Matico, El perseguido, El cerco de Santa Fe y ilustre hazaña de Garcilaso de la Vega, El Rey Wamba, La traición bien acertada, El hijo de Reduán, Ursón y Valentín, hijos del Rey de Francia (primera parte); El casamiento en la muerte, La escolástica celosa, La amistad pagada, El molino, y El testimonio vengado. En las de Amberes van once loas de que carece la de Valladolid, 1609, ofreciendo en su lugar doce entremeses.

Al publicar nuestro autor por sí mismo algunos años después, en 1617, la Novena parte de estas sus obras dramáticas, rechazó todos los anteriores volúmenes, como adulterados e impresos sin su anuencia y consentimiento. El prólogo de la Décimaquinta (1621) repitió la misma declaración con términos aún más explícitos, diciendo:

«El Teatro a los lectores. Cumpliendo va el autor destas comedias la palabra por mi, mejor diré por sí mismo, en dar a luz las que le vienen a las manos o a los pies, pidiéndole remedio.

»Él hace lo que puede por ellas, mas puede poco...; pero tiene por menos mal que salgan de su casa que no de las ajenas por no las ver, como las primeras, en tal dicha, ya con loas y entremeses que él no imaginó en su vida, ya escritas con otros versos, y por autores no conocidos, no sólo de las Musas, pero ni de las tierras en que nacen...»



Algo duro de creer parece ante el imparcial criterio del historiador literario esto de que Lope de Vega no tuviese parte alguna en la publicación de los tomos de sus comedias que al noveno precedieron. De los dos primeros fue editor el mercader de libros Alonso Pérez, con quien le unió tan íntima y estrecha amistad. El cuarto, séptimo y octavo salieron dedicados al Duque de Sessa, ya por aquel tiem po dueño y Mecenas de Lope. Del primero, cuarto y sexto declaran los editores Pérez, Gaspar de Porres y Miguel de Siles, que los daban a luz por legítimos originales: el último, respecto de la segunda edición, Gaspar de Porres habla en su prólogo, como pudiera el mismo Lope, de los agravios que este recibía con la impresión de sus comedias adulteradas, y aun de algunas apócrifas, y manifiesta que por el amor y amistad que de antiguo le profesaba, daba a luz aquellas doce que poseía originales.

Si, con efecto, llegasen a comprobación evidente el descuido y la extraña tolerancia que se deducen de esas declaraciones del insigne dramático, al propio tiempo tan esmerado y diligente en sus publicaciones literarias de otra índole, los hallaríamos conformes con aquel pasaje de su carta de 14 de agosto de 1604, que arriba dejamos copiado:

«Si allá murmuran de mis comedias algunos que piensan que las escribo por opinión, desengáñeles V. md. y dígales que por dinero.»



En la misma carta nos ha dejado Lope curiosísimas noticias que retratan la época y ofrecen para nuestro objeto pormenores interesantes.

«Yo tengo salud (dice) y toda aquella casa. D.ª Juana está para parir, que no hace menores los cuidados. Toledo está caro, pero famoso, y camina con propios y extraños al paso que suele: las mujeres hablan, los hombres tratan, la Justicia busca dineros; no la respetan, como la entienden: representa Morales, silba la gente; unos caballeros están presos porque eran la causa desto; pregonose en el patio que no pasase tal cosa, y así, apretados los toledanos por no silbar, se peen, que para el Alcalde mayor ha sido notable desacato, porque estaba este día sentado en el patio. Aplacó esto porque hizo La rueda de la Fortuna, comedia en que un Rey aporrea a su mujer; y acuden muchos a llorar este paso, como si fuera posible.89 Morales90 no me habla porque me envió un pavo y no le quise recibir: y a la verdad yo no tuve puerta por donde entrase, porque está hecha a medida de carneros, vaca y conejo a la noche; y si hay gallina, mal para el dueño, que alguien está enfermo en casa... Dicen en esta ciudad que se viene la Corte para ella. Mire V. md. por donde me voy a vivir a Valladolid, porque si Dios me guarda el seso, no más corte, coches, caballos, aguaciles, músicas, rameras, hambres, hidalgos, poder absoluto, y sin P... disoluto, sin otras sabandijas que cría ese Océano de perdidos Lothos de pretendientes y escuela de desvanecidos. V. md. viva, cure y medre y ande al... no cumpla cosa que diga, ni pague si no es forzado, ni favorezca sin interés, ni guarde el rostro a la amistad... no más, por no imitar a Garcilaso en aquella figura correctionis, cuando dijo:


'A sátira me voy mi paso a paso',

cosa para mí más odiosa que mis librillos a Almendárez y mis comedias a Cervantes...»



Ya en la Epístola a Gaspar de Barrionuevo se había quejado Lope de sus críticos, si bien con principal alusión a ciertos ingenios noveles, que satirizándole pretendían hombrear y hacerse visibles en la república literaria.

Nótense los tercetos siguientes:


    «Mas ¿qué diréis también, mudando el tema,
de otras persecuciones y desdichas,
que fuera harto mejor poner con nema?
    No sólo mis comedias son salchichas,
embutidas de carnes diferentes,
ya impresas en papel, ya en teatros dichas;
    pero veréisme entre diversas gentes,
ya por archipoeta coronado
con hojas de laurel resplandeciente,
    ya de otros con espinos laureado:
pobre nací, bien hayan mis mayores;
diez y nueve castillos me han honrado.
    Apenas el mozuelo, entre las flores
de sus años, escribe a su Teresa
dos coplas que agradezcan sus favores,
    cuando como el alano que a hacer presa
en los bueyes le enseña el carnicero,
las humildes ovejas me atraviesa.
    No se tiene por hombre el que primero
no escribe contra Lope sonetadas,
como quien tira a blanco de terrero.
    ¡Necios, no soy pared! Si en las borradas
caber pueden de nuevo otros renglones,
estas ya están del tiempo derribadas.»
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
    «Luego se canoniza de Poeta,
y a las Musas del monte Cabalino
despacha por el grado la estafeta,
    cualquiera que ha enseñado a su vecino
el sonetazo escrito contra Lope
y es discreto del canto Palatino.
    Estos si que caminan al galope
en el pobre Pegaso, y a las Musas
les dan sus calabazas en arrope.»
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
    «Piensa esta pobre y mísera caterva
que leo yo sus sátiras ¡Qué engaño!
Bien sé el aljaba sin tocar la yerba,
    y si quisiera hablar, ¿quién hay que al baño
vaya tan blanco, que desnudo diga:
¿bien limpio estoy? Y en todo mancha el paño.
    Difícil es de ver la propia viga:
yo sé quien se pusiera colorado:
la paciencia ofendida a mucho obliga.
    Otros hay de blasón más levantado,
que piensan que burlándose de todo,
su ingenio ha de quedar calificado;
    y no imaginan que del propio modo
se burla dellos el mayor amigo
cuando tuercen la boca y dan del codo.»



Al observar aquella tan señalada alusión de Lope a la odiosidad con que miraba sus publicados libros el poeta Julián de Armendáriz, nos inclinaríamos a creer debido a la pluma de ese ingenio el conocido soneto, ligera y gratuitamente atribuído por D. Juan Antonio Pellicer a Cervantes, en que se satirizan las obras de Lope que hasta la fecha de que vamos tratando habían visto la pública luz. Mas el hallarse dicha composición incluida con el nombre expreso de D. Luis de Góngora en tres antiguos códices (M. I y M. 8 de la Biblioteca Nacional de Madrid, y número 1.º de mi colección), y la identidad marcada entre su principio y el de otro soneto no disputado a Góngora, escrito con igual objeto, aunque mucho después, son, a mi juicio, pruebas muy valiosas en favor de la opinión que he sostenido, juzgando legítima producción del célebre satírico la que nos ocupa y debemos repetir aquí:




Góngora a Lope de Vega

    «Hermano Lope, bórrame el sone-
de versos de Ariosto y Garcila-91
y la Biblia no tomes en la ma-
pues nunca de la Biblia dices le-
    También me borrarás la Dragonte-92
y un librillo que llaman del Arca-
con todo el Comediaje y Epita-
y por ser mora quemarás la Angé-
    Sabe Dios mi intención con San Isi-
mas quiérole dejar por lo devo-
Bórrame en su lugar El Peregri-
    y en cuatro lenguas no me escribas co-
que supuesto que escribes boberí-93
las vendrán a entender cuatro nacio-
    ni acabes de escribir la Jerusa-
bástale a la cuitada su traba-.»



En el año de 1604 llegaba D. Luis de Góngora y Argote a los cuarenta y tres de su edad. Disfrutaba desde 1590 una ración en la catedral de Córdoba, pero no se ordenó de sacerdote hasta el 1606. Como tan singularmente favorecido de los privados Duque de Lerma y D. Rodrigo Calderón, era la Corte (a la sazón Valladolid) su más frecuente residencia; y consta que por abril de 1605 se encontraba en aquella ciudad.

A mediados de agosto del referido año de 1604 hallábase D.ª Juana de Guardo próxima a su primer alumbramiento, según parece de la carta de Lope fechada el 14 en Toledo. Estas primicias del segundo enlace matrimonial del Fénix de los Ingenios hubieron de malograrse, puesto que el niño Carlos Félix, que vivía en fines de junio de 1612, consta que murió muy poco después, de edad de siete años, y así hubo de nacer en el de 1605. Lope, correspondiendo mal por aquellos años a las virtudes y cariño de su esposa, faltaba (y en mi opinión poco reservadamente) a la fidelidad conyugal. Sus relaciones amorosas con una señora llamada D.ª María de Luján hubieron de dar principio (si acaso no fue esta misma, como yo he sospechado, su anterior amiga la encubierta Lucinda) en el propio año de 1604. Continuadas sin intervalo durante los dos años siguientes, logró de ellas dos hijos: Marcela, que nació en el de 1605, y Lope Félix, que vio la primera luz en el de 1606. Examinemos ahora las pruebas y el origen de estos asertos biográficos.

Lope de Vega reconoció y declaró públicamente por hijos suyos, a Marcela y Lope Félix. Dio a la primera en sus escritos el nombre de D.ª Marcela de Carpio, sin otro apellido; pero a Lope Félix en el epígrafe de la Égloga piscatoria, que escribió a su desgraciada muerte, le llamó D. Lope Féliz del Carpio y Luxán. He aquí, pues, el apellido materno.94 Mas, ¿por dónde consta que el apellido de pila, de la madre fuese, en efecto, María? No podemos decirlo a esta fecha. Débese tal noticia a D. José Antonio Álvarez y Baena, que la consignó en el artículo biográfico relativo a Lope de su Diccionario Histórico de hijos de Madrid ilustres en santidad, dignidades, armas, ciencias y artes (tomo III; Madrid, 1790). He aquí sus textuales palabras:

«No quiso (Lope) exponerse a tercera pérdida (de esposa), o ya por ahorrarse de sentimientos, o ya porque D.ª María de Luxán le tuvo tan prendado, que no le dexó libertad para ello, y prodigándole sus favores, consiguió los frutos que pudiera haber adquirido lícitamente por el vínculo del matrimonio. En 1605 le dio una niña, que se llamó Marcela... En el año de 1606... tuvo otro hijo en la misma D.ª María de Luxán...», etcétera95.



Si, por craso error (ciegamente adoptado por algunos posteriores biógrafos), con que Baena creyó y afirmó en esos párrafos que el trato de Lope con D. María de Luján había sido posterior a la muerte de D.ª Juana, juzgásemos de la exactitud de la noticia a que nos vamos refiriendo, no debiéramos de prestarla crédito alguno. La segunda esposa de Lope, D.ª Juana de Guardo, vivía ocho años después, en el de 1612, como documentalmente probaremos en su oportuno lugar. Mas no tratamos de poner en duda un aserto que no puede ser gratuito ni conjetural, aun cuando carezca de terminante comprobación.

Demostremos ahora que Marcela y Lope Félix nacieron respectivamente en los años de 1605 y 1606. Por las cartas originales de Lope, que a su tiempo se aducirán, consta que en 1617 estaba ya Marcela en edad adolescente; de los datos recogidos y publicados por Baena, que al profesor de Trinitaria descalza, en 28 de febrero de 1621, contaba quince años cumplidos, y de una composición de su padre inserta en la Filomena, 1621, que en efecto había llegado a los tres lustros en el año de 1620. Respecto de Lope Félix, las pruebas son en igual grado explícitas y decisivas. Al publicar Lope una composición de este joven malogrado en la Justa poética de San Isidro (Madrid, 1620), advirtió que era de «un poeta nuevo que no había cumplido catorce años»; y la puso el epígrafe «Glossa de Lope de Vega Carpio, el mozo». En la antedicha Epístola, escrita por la misma época, refiere la inclinación que a las armas tenía el malaventurado mancebo. El cual abrazó a poco tan honrosa profesión, y, como su padre escribe al llorarle sentidamente, hallóse ya, contando «tres lustros apenas», en algunos combates navales.

A 20 de noviembre de 1604 firmó nuestro insigne dramático en Toledo el original autógrafo de su comedia Carlos quinto en Francia, que no se imprimió hasta muchos años después (dedicada a Gabriel Díaz, Maestro de Capilla insigne en el Real monasterio de la Encarnación), en la Parte decinueve, y la mejor parte de las comedias de Lope. (Madrid, 1623, etc.) Este autógrafo, que en 1781 existía en el archivo del Sr. Duque de Sessa (Conde de Altamira), de donde le copió don Miguel Sanz de Pliegos, Archivero96, pertenece actualmente al Sr. D. Salustiano de Olózaga. El mismo señor posee también el autógrafo de La prueba de los amigos (inédita), firmado por Lope en Toledo a 12 de Septiembre de 1604.

Durante el postrer tercio de mayo de 1605 se celebraron en la misma ciudad solemnes festejos, con la plausible ocasión del nacimiento en Valladolid, a 8 de abril, día de Viernes Santo, del Príncipe de Asturias D. Felipe IV de este nombre. De ellos formó principal y muy notable parte la obligada justa poética, presidida por Lope de Vega, que la inauguró con una brillante oración poética, dirigida al Ayuntamiento, leyendo asimismo el vejámen y la sentencia, que fueron también, así como el cartel convocatorio, escritos por su admirable pluma. Es de creer que a la misma sea debido todo el texto descriptivo. Este libro es en extremo raro. Su portada: Relación de las fiestas que la Imperial ciudad de Toledo hizo al nacimiento del Príncipe N. S. Felipe IIII deste nombre. (Escudo Real de España).


    «Salve, magne puer, charo spes grata parenti,
consilio victurus avum, virtute potenti
magnum atavum, Salve toti decus aldite mundo.»



Al final del volumen el colofón: «En Madrid, por Luis Sánchez. Año del Señor M.DCV.» (En 4.º, de 86 hojas de texto, cuatro de portada y preliminares y seis al fin sin paginar, añadidas después de impreso libro, que contienen tres composiciones llegadas tarde al certamen). No lleva licencias ni aprobaciones. A la portada siguen dos sonetos a nombre del Corregidor, de Toledo, D. Alonso de Cárcarro, dirigidos al Rey y al Duque de Lerma. Va luego una composición poética latina de Lope, traducida al frente por el mismo en octavas castellanas. Síguese el texto, a cuyo folio 10 se lee:

«Oyda la proposición (de festejos, hecha en el Ayuntamiento), se ordenó que se hiciese un cartel de justa literaria, donde se señalasen (los premios) con el modo y leyes a que estuviesen obligados, dándose cargo de esto a Lope de Vega, como a poeta toledano, y de la experiencia que todos conocen, pues residía entonces en esta ciudad y la reconocía por madre



A continuación del texto descriptivo hállase la Justa poética, precedida por la mencionada oración inaugural de Lope, en verso suelto. El vejamen y la sentencia del mismo autor dan fin al certamen, que es en extremo curioso, y contiene, como ya dijimos, entre sus composiciones una con el siguiente epígrafe: «Soneto de Lucinda Serrana: no escribe al precio (es decir, aspirando al premio) porque no sabe el lenguaje de la Corte».97

Publicó el distinguido ingenio antequerano Pedro de Espinosa, en Valladolid, en el mismo año de 1605, su excelente colección antológica titulada Flores de poetas ilustres, por él reunida ya dos años antes, y dedicada con fecha de la misma ciudad, a 20 de septiembre de 1603, al Duque de Béjar. Insertó en ella dos composiciones de Lope: la canción jocosa, que principia


    «Pues que ya de mis versos y pasiones
todo el mundo presume...», etc.



reproducida muchos años después por el autor con grandes variantes en sus Rimas humanas y divinas del Ldo. Tomés de Burguillos (Madrid, 1634), y el soneto:


    «Con el tiempo el villano a la melena
obliga al toro que la frente enriza;
con el tiempo el halcón la pluma eriza,
y vuela, y caza, y vuelve a mano ajena;
    con el tiempo se rinde a la cadena
el oso, y el león que atemoriza;
y con el tiempo el agua llovediza
vuelve una piedra como blanda arena.
    Y con el tiempo yo mover no puedo
un oso, un toro, león, halcón, piedra;
donde se ve que su crueldad los vence.
    Y pues con tiempo, aunque sin tiempo, quedo
desasido del muro como hiedra,
mi vida acabe y mi dolor comience.»



A mediados de agosto de 1605 hizo Lope un viaje a Madrid; y durante aquella estancia suya en la abandonada Corte, dieron principio su íntimo trato y dilatada privanza con el futuro Duque de Sessa don Luis Fernández de Córdoba Cardona y Aragón98, que heredó la casa cinco meses después y a la sazón era Conde de Cabra y Marqués de Poza; tenía veintisiete años, gustaba de las letras y juntaba con gran estimación y empeño las producciones de nuestros más ilustres ingenios. Era sobre todo extremado en amores; y llevando sin duda de su misma afición literaria, tenía especial placer en seguir con sus diferentes amigas una correspondencia adornada siempre con las flores de la poesía y las galas del bien decir. Buscó, pues, y halló en el Fénix Lope de Vega Carpio el amigo, el consejero, el secretario íntimo que tan discretamente, con su fecundo y admirable ingenio y su larga experiencia en los tratos de amor, podía complacerle y del él se sirvió con ilimitada confianza y amistad por espacio de muchos años, correspondiendo con el más apasionado afecto a su rendido y humilde cariño, y recompensándole pródigamente con todo género de honras, dádivas y favores. Una preciosa carta de Lope, la tercera en fecha de las que componen la colección del Sr. Conde de Altamira, nos proporciona este apreciable dato y los que verá el curioso por su contexto, que trasladado a la letra es como sigue:

(Toledo, 3 de Septiembre de 1605.)

«Yo fui a buscar a V. ex.ª con los versos que me mandó escriviesse, y sentí no hallarle, porque de aquel día que me hizo tanta merzed le quedé sumamente aficionado, que fuera de las calidades infinitas que se juntan en V. ex.ª, es, a mi juicio, la idea de un perfecto príncipe; y esto tan fuera de lisonja como lo sabe el mundo, que conoze la aspereza de mi condición, y que en mi vida la dije por interés humano. Partime luego a Toledo, donde ha pocos días que me dieron la carta de V. ex.ª y no muchos que yo hauia impresso algunos escritos míos en un libro que llaman RIMAS, y assí me vengo a hallar sin cossa alguna con que pueda servir a V. ex.ª, aunque es partido para mis humildades no llegar a los ojos de su milagroso entendimiento; pero en señal de obediencia y por satisfacción de mi amor, iré juntando las que hallarse más a propósito y fuere escribiendo, y las enbiaré a un correspondiente que tengo en Valladolid para que las ponga en sus manos, que beso mil veces por los ringlones dellas tan faborecidos, que eternamente los tendré en la memoria.

»A V. ex.ª enbío ese librito de las fiestas de Toledo en que ay versos de algunos ingenios y una oración que yo hize al Ayuntamiento desta ciudad, que pareció bien, y quatro de los libritos de las RIMAS, por si allá no los hubiere, y perdone V. ex.ª que van por encuadernar, porque cuando el mensajero me avisó, se partía, y tan aprisa, que no sé si V. ex.ª acertará a leer esta carta, pero podrá las entrañas del dueño, y estar cierto que cuando veo un Príncipe que trata de honrrar las letras, le hago un altar en el alma, y lo adoro por cosa celestial y divina.

»Mi Jerusalem enbié a Valladolid para que el Consejo me diese licencia; ymprimiréla muy aprissa, y el primero tendrá V. ex.ª: es cosa que he escrito en mi mexor edad y con estudio differente que otras de mi jubentud, donde tiene más poder el apetito que la razón.

»Advierto a V. ex.ª que tengo de escriuir; por esso no se canse de leer que cuando quiero soy ynoportuno y quiero mucho a V. ex.ª, a quien dé Dios largos años de vida y lo que mereze; que no hay más bien que desearle. De T.º y de Ste. 3 de 1605.

»LOPE DE VEGA CARPIO.»



Aun cuando en esta carta no se nombra a Madrid, es indudable que fue en esta coronada villa donde trabó Lope las primeras relaciones con el de Sessa, puesto que conste que algunos años después aún no había estado en Valladolid.

Aclárase algún tanto (no lo que deseáramos) con esta carta la cuestión bibliográfica relativa a las Rimas de Lope.

«Partíme luego (dice) a Toledo, donde ha pocos días que me dieron la carta de V. ex.ª, y no muchas que yo había impresso algunos escritos míos en un libro que llaman Rimas...»



Y más adelante:

«A V. ex.ª envío... quatro de los libritos de las Rimas, por si allá no los hubiere...»



No tomando a la letra, ni en todo su rigor, la frase «ha... no muchos días», y teniendo en cuenta que la segunda parte de las Rimas de Lope de Vega Carpio a doña Ángela Vernegali, es decir, la que contiene tres Églogas, un Diálogo de Apolo y Carente, dos Epístolas, la Descripción del Abadía, Jardín del Duque de Alba, dos romances, varios epitafios y dos sonetos, se reimprimió (aunque con título de primera parte) en Lisboa, año de 1605, edición cuyas licencias son de 1º y 2 de junio de dicho año, puede creerse, como lo muy probable, que ambas partes, reunidas en un tomito en 16.º idéntico a su edición de 1613, que tengo a la vista, se imprimían en Toledo, año de 1605, edición príncipe de la segunda parte y de las dos juntas, de que Lope regaló al Duque de Sessa cuatro ejemplares en 3 de septiembre del mismo año. Los términos del prólogo lo confirman:

«Aquí tienes, lector, dos centurias de sonetos, aunque impressos otra vez en mi Angélica, pero van acompañados de las Rimas que entonces no salieron a luz, porque excedía el número a lo que permite un libro en octavo folio...»



Y a la conclusión:

«Que presto, si Dios quiere, tendrás los diez y seis libros de mi Jerusalem, con que pondré fin al escribir versos.»



Si esta inducción fuese equivocada, y la edición príncipe de estas Rimas hubiese sido en Madrid, 1602, o en Sevilla, de 1603 a 1604, según antes hemos conjeturado, tendríamos una segunda de Toledo, año de 1605.

Probablemente en esta referida edición de las Rimas de Lope, impresa en Toledo, año de 1605, saldría ya incluido su Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, dirigido a la Academia de Madrid, poema didáctico en verso suelto endecasílabo, que Navarrete afirma se publicó en Madrid, 1602, y viene inserto en la edición de las Rimas de Madrid, 1609. Este notable Arte, que tan analizado y estudiado ha sido por los críticos e historiadores de nuestra literatura, hubo de ser dedicado a la misma Academia de Madrid, de que hizo Lope muy señalada mención en el Laurel de Apolo, al referir (Dedicatoria a D. Juan Alfonso Enríquez de Cabrera, Almirante de Castilla) que

«la Academia de Madrid y su protector D. Félix Arias Girón, laurearon con grande aplauso de señores y ingenios a Vivente Espinel, único poeta latino y casellano de aquellos tiempos».



Debe, sin embargo, tenerse presente, en orden a la primitiva publicación del Arte de hacer comedias, que en él expresa Lope tener compuestas a la sazón 483, al paso que la primera lista de ellas que inserta en El Peregrino, edición de 1604, sólo comprende 233 títulos, si bien el resumen que consigna en el prólogo eleva esa cifra a 260.

El doctísimo y portentosamente fecundo escritor matritense D. Juan Caramuel y Lobkowitz, que nació en 1606 y falleció en 1682, escribió unas notas latinas a la obra de Lope de que vamos hablando. Sabemos esta noticia por el diligente Álvarez Baena, que dándola, en el tomo IV de sus Hijos de Madrid, del Padre Fr. Miguel de Jesús María (D. Miguel Zorita y Martínez), agustino descalzo en el convento de Madrid, bibliotecario del mismo y académico de la Historia, que nació en esta corte, año de 1725, y vivía en 1791, incluye en el catálogo de las obras del mismo la siguiente, que a la expresada fecha de 1791 conservaba inédita su autor: «Las Notas del Ilustrísimo D. Juan Caramuel sobre el Arte de Comedias de Lope de Vega, traducidas del Latín al Castellano y adicionadas con varias reflexiones.» (Un tomo en 4.º)

Había remitido Lope a Valladolid por aquellos días el MS. de su poema Jerusalem conquistada, con el fin de obtener las licencias para su impresión, que se proponía llevar a cabo en breve espacio de tiempo. No tuvo, empero, efecto por entonces, y a causa de ciertos obstáculos, su diligente propósito; la Jerusalem no salió a luz hasta el año de 1609.

Anticipadamente nos ha sido indispensable decir que en el de 1605 tuvo Lope dos hijos: de D.ª Juana, su esposa, a Carlos Félix, bellísimo niño, que murió de siete años; y de D.ª María de Luján, a Marcela que vivió ochenta y tres. Si por los primeros nombres de ambos hubiéramos de inferir el día y mes de su respectivo nacimiento, fijaríamos el de Marcelo en 16 de enero, y el de Carlos el 4 de noviembre. Búsquense una y otra partida en las parroquias de Toledo.