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ArribaAbajoPoesías no incluidas en el manuscrito de París


Oda

A Cristo crucificado126



Canto el Verbo divino:
no cuando inmenso en piélago de gloria
mas allá de mil mundos resplandece,
y los celestes coros de contino
Dios le aclaman, y el Padre se embebece  5
en la perfecta forma no criada;
ni cuando, de victoria
la sien ceñida, el rayo fulminaba,
y de Luzbel la altiva frente hollaba,
lanzando al hondo Infierno,  10
entre humo pestilente y fuego eterno,
la hueste contra el Padre levantada.
    No le canto tremendo,
en nube envuelto horrísono-tonante,
severas leyes a Israel dictando,  15
del Faraón el pecho endureciendo,
sus fuertes en las olas sepultando,
que en los abismos de la mar se hundieron;
porque en brazo pujante
Tú, Señor, los tocaste, y al momento,  20
cual humo que disipa el raudo viento,
no fueron; la mar vino
y los tragó en inmenso remolino,
y Amón y Canaán se estremecieron.
    Ni en el postrero día,  25
acrisolando el orbe con su fuego,
le cantaré, su soplo penetrando
los vastos reinos de la muerte fría,
que arrancarse su presa ve bramando.
Truena el Verbo, los mundos se estremecen,  30
al voraz tiempo luego
la eternidad en sus abismos sume,
y lo que es, fue, y será, todo consume;
empero eterno vive
el malo, eterna pena le recibe,  35
los justos gloria eterna se merecen.
    Señor, cantarte quiero
por los humanos en la Cruz clavado,
el almo cielo uniendo al bajo mundo,
libre ya el hombre, y el tirano fiero  40
por siempre encadenado en el profundo
Infierno con coyundas de diamante;
do el pendón del pecado
tremolaba, brillando la Cruz santa,
tu Cruz, que al rey del hondo abismo espanta,  45
cuando al escuro imperio
descendiste, del duro cautiverio
tus escogidos a librar triunfante.
    ¿Qué es de tu antigua gloria,
fiero enemigo del mortal linaje?  50
¿Dó los blasones que te envanecían,
dó está de Adán la culpa y su memoria,
dó los que Rey del siglo te decían?
¡Cómo el Hijo del hombre tu cabeza
quebrantó con ultraje!  55
Tú que en tu fuerza ufano te gozabas,
tú que la erguida frente levantabas
más que de Horeb la cumbre,
¡oh coloso de inmensa pesadumbre!
yaces, postrada al suelo ya tu alteza.  60
    Del Oriente al Ocaso
en alas de mil ángeles pasea
tu vencedora Cruz, Verbo divino;
ni es de hoy más Israel único vaso
de elección, que al altísimo destino  65
de hijos de Dios nos elevó tu muerte;
con tu Sangre la fea
mancilla de la culpa en nos lavaste,
y cual los querubines nos tornaste.
¡Oh gloria sin segundo  70
al Redentor, al Salvador del mundo,
por quien nos cabe tan felice suerte!
    Ya miro el venturoso
día que tu Cruz santa el orbe hermana
con vínculo de amor indisoluble;  75
plácida caridad, almo reposo,
y paz perpetua reinan; la voluble
fraude tragó el Infierno en su honda sima;
la libertad cristiana
para siempre ahuyentó la tiranía,  80
y los tiranos bajo quien gemía
triste el linaje humano
derrueca el Cristo con potente mano,
que no quiere que al hombre el hombre oprima.
    Sí, que nuestra ley santa  85
es ley de libertad, y los tiranos
en balde se coligan contra el Verbo;
Él los quebrantará con fuerza tanta,
cual león que destroza el flaco ciervo,
cual rompe el barro frágil metal duro;  90
iguales los cristianos
y libres vivirán siempre sin sustos,
el Cristo reinará sobre sus justos;
el orbe renovado
de la Sión celeste fiel traslado  95
será, Señor, bajo tu cetro puro.
¡Cuál mi inflamado pecho
ansía por ver tu gloria y las venturas
del linaje humanal que redimiste!
Ya de la edad presente el coto estrecho  100
traspaso, y veo volar la serie triste
de los males del tiempo venidero,
y las culpas futuras;
mas tu gracia, Señor, omnipotente
desciende en fin, y tórnase inocente  105
el mundo iluminado
con tu ley, y en tu amor santificado,
y despojado del Adán primero.




Apóstrofe a la libertad127



¡Oh lauro inmarcesible, oh glorïoso
hado de nación libre, quien te alcanza,
llamarse con verdad puede dichoso!
Libertad, libertad; tú la esperanza
eres de cuanto espíritu brioso  5
el despotismo en sus mazmorras lanza.
Los pueblos que benéfica visitas,
a vida nueva al punto resucitas.

    El pueblo de Minerva, el de Quirino,
si la historia pregona sus loores,  10
y si con esplendor lucen divino,
del tiempo y del olvido vencedores,
a la libertad deben su destino.
La libertad regó las bellas flores
que la sien de Fabricio y Decio ornaron,  15
y a Foción y a Arístides coronaron.

    A Jefferson y a Washington inflamas
en tu sagrado amor, y otro hemisferio
consume luego entre voraces llamas
los monumentos de su cautiverio.  20
Tu santo ardor por la nación derramas,
y de las leyes fundas el imperio,
siempre absoluto, porque siempre justo,
que la igualdad social mantiene augusto.




Epigrama de la Inquisición


La horrible Inquisición, ese coloso
que del cieno nació de Flegetonte,
y mamó de Megera el ponzoñoso
jugo, y bebió el azufre de Aqueronte,
aún agita sus teas horroroso,  5
y entre ruinas descuella, cual el monte
de Olimpo en Grecia mísera desierta
su frente esconde entre las nubes yerta.




Oda

Al rey intruso José Napoleón cuando entró en Córdoba en 1810128




De rosas y de mirto coronadas
canten del Betis las festivas Drías
al sol benigno que de luces pías
viene a dorar sus márgenes sagradas;
sol de más dulce encanto  5
que al que de luz fulgente
visten las bellas Horas áureo manto;
y al grato rayo de su ardor clemente
la hermosa turba, en danzas extendida,
nuevo amor las inflame y nueva vida.  10

    Venció de Alecto la infernal caterva,
y de Pirene hasta el hercúleo estrecho
ardió en su llama el español deshecho.
Nada la muerte a su furor reserva;
yaces, mísera España,  15
desolada al combate
de la propia opresión y de la extraña;
mas de la doble muerte que te abate,
tu rey, astro de vida, te rescata
y el bien por tu ancho término dilata.  20

    Tal, esplendor benéfico sembrando,
de entre las ondas del rosado Oriente
nace del día el padre refulgente,
los plácidos celajes matizando;
y del Indo distante  25
esparce el almo aliento
en el carro de nítido diamante,
al orbe mustio, de su luz sediento;
hasta que la cuadriga voladora
pisa otra vez los reinos de la Aurora.  30

    Así el Betis te admira cuando goza
a tu influjo el descanso lisonjero,
al tiempo que de Marte el impio acero
aún al rebelde catalán destroza.
La paz que en tu semblante  35
y que en tu pecho mora,
nos fue presagio del feliz instante,
término de la Parca destructora.
gózale grata, en fin ¡oh patria mía!
y honra a tu rey en himnos de alegría.  40

    No el despótico error más inhumano
te oprimirá en ignoble cautiverio,
ni negará el laurel que en el imperio
del primer Carlos pretendiste en vano;
aurora sepultada  45
en nubiloso día
fue aquella tu esperanza malograda,
mas ya suelta la férrea tiranía,
no clames, Betis, en tu orilla amena
por las glorias del Támesis y el Sena.  50

    Reinará la abundancia, y en su seno
verás domar al piélago tus robles,
y no quebrados tus intentos nobles,
tu nombre antiguo gozarás de lleno;
dos siglos son pasados,  55
¡oh España! que no existes,
cuando a impulso de genios elevados
te ves nacer de entre fragmentos tristes;
por tanta hazaña ¡oh Palas! ya previenes
el más digno laurel de regias sienes.  60

    Y así ¡oh gran rey! a su región te llama
en que sólo ser puedes coronado,
donde el Betis, del Tíber envidiado,
por los tartesios campos se derrama;
la antigüedad sagrada  65
aquí al árbol dio asiento
que es de la dulce paz insignia amada,
y del culto de Palas ornamento;
y aquí, de ciencia y paz doble corona
hoy ha de darte el coro de Helicona.  70

    Aquí el Elíseo campo venturoso
pintó el cantor de la venganza argiva,
y Argantonio y Gerión copia festiva
aquí gozaron en feliz reposo.
Aquí naturaleza  75
prodigó sus delicias,
porque del mar vencieran la aspereza
púnicas proras, griegas y fenicias,
hasta que la fortuna dio al romano
el confín del incauto turdetano.  80

    Febo de luz, más pródigo, le baña;
vos dadle luz de amor más encendida;
que él es, señor, delicia de la vida,
como vos sois delicia de la España;
ni recuerda memorias  85
más de Minerva o Marte;
que, despreciando sus antiguas
ya su gloria mayor pone en amarte;
gozad, gozad su amor, y eternamente
orne su verde oliva vuestra frente.  90




Muestras de una traducción de los poemas de Osián129


Advertencia preliminar

Tal vez no se ha presentado en la literatura poética de este último medio siglo un fenómeno tan extraño como la aparición de las poesías de Osián. Decir a nuestros humanistas que en el siglo cuarto de la era vulgar florecía entre los rudos habitantes de las montañas de Escocia un talento sublime comparable según algunos con Homero, era trastornar todas las ideas que se tenían anteriormente del influjo de la civilización sobre la formación de los talentos. Osadía era decirlo, y ninguno lo hubiera creído, si el mismo que lo anunció no acompañara su noticia con la publicación de las obras del poeta que proclamaba. Ellas, a la verdad, no salieron en la lengua en que se habían escrito; pero el estilo, las imágenes, las costumbres y el fondo de las ideas, todo parecía corresponder a la época en que se las suponía, y todo contribuyó a aumentar la confusión y la novedad.

El profesor Blair escribió una disertación en que, suponiendo la autenticidad de aquellas poesías, manifestó muy a la larga las bellezas que hay esparcidas en ellas. Pero Johnson, crítico no menos respetable que Blair, negó la verdad del hecho, y aseguró que los escritos de Osián eran una ficción de Macferson, su editor. Esta cuestión fue una señal de guerra entre los literatos ingleses, en que con menos moderación de la que correspondía, todos se trataron recíprocamente de falsarios y de impostores.

Nosotros estamos muy lejos para calificar justamente las pruebas de hecho alegadas por unos y por otros; y cabalmente esta clase de pruebas son las más decisivas en un punto de hecho como es éste. Sin embargo, las pruebas morales no dejan de tener su fuerza, y en esta parte quizá los osianistas tienen ventaja sobre sus adversarios.

¿Cómo es posible, dicen éstos, que entre los feroces moradores de Escocia, dados solamente a la caza y a la guerra en aquella época, se encontrasen caracteres tan grandes, tan generosos y tan nobles como los de Fingal, Catmor, Óscar y otros que brillan en los poemas de Osián? ¿Y no son tan imposibles de existir como de imaginarse por un poeta, viviendo en medio de aquellos guerreros semi bárbaros? Mas aun cuando efectivamente existiesen, y aun cuando haya habido un poeta que los celebrase, ¿quién que no sea un imbécil creerá que sus obras han podido conservarse sin auxilio alguno de la escritura y por la tradición sola?

A esto responden los partidarios de Osián, que los poemas de Homero, mucho más dilatados todavía, se conservaron por la tradición sin auxilio de la escritura, que entre los árabes vagabundos pasan los cuentos de generación en generación sin alterarse, y que es preciso que suceda así entre pueblos en quienes no siendo común el uso de escribir, debe por lo mismo cultivarse más la facultad de la memoria. La elevación y nobleza de los caracteres de Osián no deben ser tampoco por sí solos una prueba de su suposición, a menos de probarse que los sentimientos generosos son dote exclusiva de los pueblos civilizados, y mucho menos cuando en el resto de los poemas no se descubre el menor vestigio, la menor huella de las ideas y costumbres modernas. ¿Cómo es posible, preguntan ellos a su vez, que un escritor de nuestros días pueda desnudarse así de las impresiones que han dominado su espíritu por toda su vida? ¿Ni cómo suponer que un hombre, por muy exento de amor propio que esté, se despoje así de la gloria que le darían estos escritos, para atribuírsela entera a un bardo desconocido y oscuro? ¿Este fenómeno moral, no es más imposible de explicarse que la existencia de un talento sublime en medio de una nación inculta sí, pero amante en extremo de la gloria y de la poesía?

Este último argumento es poderoso sin duda; pero supone un mérito sobresaliente en las obras del bardo escocés; mérito que sus adversarios le niegan. Obscuro, hinchado en su estilo, monótono en sus imágenes, pobre y estrecho en sus ideas, Osián no es a sus ojos sino autor de una jerga ininteligible y contagiosa, y bárbaros y sacrílegos todos los que han comparado su poesía con la de Homero y Virgilio.

Es difícil, sin embargo, conciliar este desprecio con la aceptación inmensa que estos poemas han logrado en Europa. Le Tourneur los dio a conocer en francés en elegante prosa; Cesarotti en excelentes versos italianos; los mejores poetas de Alemania los tradujeron y los imitaron; y la poesía de casi todas las naciones de Europa se atavió de una muchedumbre de giros nuevos y atrevidos suministrados por Osián.

«¡Oh qué especie de mundo aquel donde me conduce este escritor sublime!, dice el alemán Goethe: ¡andar errando por llanuras que resuenan al ruido de los vientos borrascosos en que vienen las nubes, y ver al rayo incierto de la luna sentados sobre ellas los espíritus de los antepasados! ¡Oír desde la montaña los débiles gemidos que estos mismos espíritus arrojan desde el fondo de las cavernas, gemidos que se mezclan con el rumor de los torrentes y con los lamentos que exhala la tierna doncella junto al musgoso sepulcro de su amante! Cuando encuentro a este bardo, encanecido por los años, buscando en la vasta extensión de aquellos campos las huellas de sus padres, y encontrar ¡ay! solamente las piedras que cubren sus sepulturas; cuando se vuelve gimiendo hacia la estrella de la tarde que ya se oculta en el mar, y su alma heroica siente revivir la idea de los tiempos en que aquel astro iluminaba con sus rayos los peligros de los valientes; cuando leo en su frente su dolor profundo, y veo a este héroe, el último de su raza, triste, abatido, y con un pie ya en el sepulcro; ¡oh, cómo la presencia de las sombras de sus mayores es un manantial donde está bebiendo continuamente deleite a un tiempo y melancolía! ¡Oh, cómo al fijarse sobre la tierra fría y contemplando la yerba que la cubre, exclama dolorosamente!: Vendrá el viajero, que me conoció en mi gloria, vendrá y preguntará: ¿dónde está aquel cantor digno hijo de Fingal? Y sus pies hollarán mi tumba, mientras que me demande inútilmente a la tierra».



Tal es el carácter que distingue eminentemente a Osián de todos los poetas del mundo: carácter que le hará eternamente la delicia de todas las almas tiernas inclinadas a la contemplación y a la melancolía. Su talento poético, aunque sublime a veces, y enérgico y atrevido casi siempre, no puede ser comparado ni en riqueza ni en variedad con el de Homero y Virgilio: pero la naturaleza física y moral que el poeta céltico tuvo delante de sí, estaba tan distante, y era tan diferente de la que pintaron el griego y el latino, que en la balanza imparcial del juicio deben sin duda alguna inspirar más admiración las eminentes prendas que le adornan, que disgusto las que le faltan130.

Los Sres. Ortiz y Montengón han emprendido en diversas épocas presentar en castellano las obras de este ingenio extraordinario; pero uno y otro han abandonado su proyecto sin concluirle. Otro español ausente de su patria más de doce años ha, y que en medio de las vicisitudes de su fortuna no ha dejado de cultivar las musas castellanas, tiene enteramente traducido a Osián en nuestra lengua, y se propone publicarle. Pero queriendo antes tantear la opinión del público sobre su trabajo, ha remitido diferentes trozos al autor de este artículo con una carta, en que entre otras cosas dice lo siguiente:

«Volviendo a mi Osián, le diré a Vmd. que pienso añadir a la traducción las notas más importantes de Macferson, Cesarotti y el traductor alemán, poner varias mías, traducir la disertación crítica de Blair que en francés no lo está, y concluir con una larga disertación mía sobre la historia de los celtas, o, por mejor decir, de los pueblos primitivos que habitaban las islas Británicas y el continente de Europa desde el Rhin hasta el estrecho de Gibraltar, y desde el cabo de San Vicente hasta la gran Grecia. Porque me parece probado que los etruscos eran pueblos célticos, y los romanos una colonia etrusca mezclada con griegos de la Italia meridional llamada Grecia Magna. La fundación de Roma no es menos obscura que la de Nínive y Babilonia: pero sabemos que la tradición de Rómulo y Remo es muy moderna, y que antes del siglo de Augusto el griego Evandro era tenido generalmente por el primer fundador de esta ciudad. Tito Livio, cuya primera Década es toda entera una novela muy entretenida, acreditó la tradición adoptada por los historiadores que vinieron después, aunque ya en tiempo de Cicerón los romanos se miraban como el pueblo de Marte, y los hijos de Quirino por una equivocación venida de la voz Quirites mal interpretada».



Nosotros nos prestamos gustosos a las miras del autor, y no siendo posible, atendidos los límites de nuestra obra, insertar todos los ensayos que nos ha remitido, pondremos en el número siguiente los diferentes trozos que basten a dar a conocer al público el carácter de la traducción y el sistema observado en ella.

Manuel José Quintana.




- I -

Invocación al Héspero en la Introducción a los Cantos de Selma



¡Oh de la falleciente
noche brillante estrella!
Serena resplandece tu luz bella
en el claro Occidente;
tu dorado cabello fluctuante  5
vaga en tu frente hermosa,
y de tu nube sales majestuosa
la colina corriendo. En este llano
¿qué miras? El insano
huracán calló ya; lejos murmura  10
el arroyo sonante;
allá lejos, del bosque en la espesura,
en la roca escarpada
bramando va a estrellarse la irritada
onda del Océano, y susurrando  15
mil insectos nocturnos van volando.
¿Qué miras, luz hermosa?
Mas tú partes riendo; de la undosa
mar las olas acuden, y el luciente
cabello bañan. Salve, silencioso  20
astro resplandeciente,
enciende en tu luz pura
mi espirtu tenebroso,
e ilumina de Osián el alma obscura.




- II -

Diálogo entre Vinvela y Silrico en el poema de Carrictura




VINVELA

Hijo es de la colina el amor mío;
al viento va sonando
su arco, y sus perros siguen palpitando
el basto ciervo por el bosque umbrío:
hijo es de la colina el amor mío.  5
    ¿Cuál, di, es de tu reposo
el sitio delicioso?
¿Duermes tú cabe la fuente,
o junto al raudo torrente,
que del monte con estruendo  10
baja rugiendo?
El viento que se embravece
silbando los juncos mece,
y la niebla huye volando
la colina despejando.  15
    Yo desde aquella roca
quiero ver a mi amado,
sin ser vista; así un día
de la caza tornado
le vi junto al anciano  20
roble de Brano.
El alto descollaba,
y a todos sus iguales
se aventajaba.

SILRICO

    ¿Qué voz escucho, amable  25
suave cual viento de la primavera?
Yo no oigo el agradable
son de la fuente, ni la voz parlera
del aura en las montañas
que susurrante espira entre las cañas.  30
Lejos, Vinvela mía,
lejos voy, de Fingal a la lid fiera.
Ni en la colina umbría
seguirán ya mis perros mi carrera;
ni veré tu hermosura  35
las huellas estampar en la llanura,
brillante, cual el arco varïado
de colores pintado,
o cual de luna cándida
en los mares diáfanos  40
refleja el resplandor.

VINVELA

    ¿Así partes, Silrico, y desolada
Vinvela quedará?
El corzo sin temor en la escarpada
roca paciendo está,  45
ni teme del desierto el viento fuerte
ni el árbol silbador,
que allá lejos al campo de la muerte
es ido el cazador.
Vos, extranjeros, hijos del undoso  50
mar, ¡ay! dejadme a mí silencio hermoso.

SILRICO

    Si en el campo cayere,
alza mi tumba fría,
alza, Vinvela mía,
cuatro piedras musgosas en memoria  55
de mi doliente historia.
Así cuando viniere
el cazador, sentado
sobre el sepulcro helado,
aquí duerme un caudillo valeroso,  60
dirá, en blando reposo;
mi espíritu contento
mis loores oirá en el vago viento.
Cuando Silrico yazca desangrado
no te olvides, hermosa, de tu amado.  65

VINVELA

    Si mi Silrico ¡ay! muere,
¿qué será de su amada?
Mísera, desolada
por siempre ¡ay! viviré.
Errante, sin consuelo,  70
por el bosque sombrío,
por el undoso río
siempre te buscaré.
Aquí, diré, dormía
mi cazador amado  75
de cazar fatigado
en la floresta umbría.
    ¡Ay! Silrico, si mueres,
¿qué será de tu amada?
Vinvela desolada  80
por siempre vivirá.
    ¡Ah! también yo me acuerdo del caudillo,
dijo el Rey de Morvén: en la pelea
fuego devorador era su saña.
Mas ora no lo veo.  85
En la colina le encontrara un día,
pálido el rostro de color de muerte,
la frente torva, de suspiros hondos
preñado el pecho, en descompuestos pasos
al hiermo caminaba;  90
mas ora a mis caudillos no acompaña
cuando suena el escudo de la guerra.
¿Habita acaso en la morada estrecha
el jefe de Carmora?
Crazán, replica Ulino,  95
entona de Silrico el triste canto,
cuando el héroe tornara a sus colinas,
y su amada Vinvela era ya muerta.
Sobre su tumba reposaba el mísero,
y viva la creía.  100
Hermosa pasear la ve en el valle;
mas su brillante forma
rápida se disipa.
Cual el rayo del sol huye en el campo,
y cual tenue vapor se desvanece.  105
Escucha de Silrico
el canto, que es suave, pero triste.

SILRICO

    Cabe la pura fuente estoy sentado;
los vientos silban en la verde encina;
un árbol susurrar oigo agitado.  110
Del lago se enturbió la cristalina
cerúlea faz, el corzo apresurado
desciende volador de la colina,
los torrentes inundan la maleza,
cubierto el campo miro de tristeza.  115
    Todo está triste, oscuro y silencioso
y tristes son también mis pensamientos;
muestra, ¡oh cara Vinvela! el rostro hermoso,
y tus cabellos sueltos a los vientos;
cese de hoy más tu llanto doloroso,  120
amada, y sean alegres tus acentos;
tú, caro esposo, torna a consolarte
y a casa de tu padre va a llevarte.
    ¿Pero quién es aquella
que, cual rayo de luz en la llanura,  125
ornada de hermosura
va, cual la luna del Otoño bella,
como el sol que en el cielo se pasea
después de tempestad, y el monte orea?
    Sobre las altas rocas  130
vienes, Vinvela amada,
pero ronca es tu voz y fatigada
como de las montañas
la brisa va silbando por las cañas.

VINVELA

    ¿Y tornas salvo, amado,  135
de la guerra? ¿Dó están tus compañeros?
Yo tu muerte he escuchado,
y te lloré con ayes lastimeros.

SILRICO

    Sí, solo torno, hermosa,
sólo yo torno: todos ¡ay! cayeron  140
mis amigos; sus tumbas erigieron
en la llanura undosa
mis manos. Mas, sumida en tu tristeza,
¿Por qué estás sola, amada, en la maleza?

VINVELA

    Sola estoy, ¡oh Silrico! en la morada  145
pálida, fría;
sola en la umbría
mansión helada.
Por ti Vinvela vivió,
por ti de dolor murió.  150


    Dice, y desaparece
cual la niebla que el viento desvanece.

SILRICO

    ¿Dónde huyes rápida?
Mira mis lágrimas
correr por ti.  155
Venga en alas de los céfiros
tu bella imagen plácida,
dulce Vinvela, a mí.
Hermosa fuiste
mientras viviste,  160
y hermosa ora también me pareciste.
Yo sentado en la colina,
o en la fuente cristalina,
en ti siempre pensaré.
De tu voz dulce el sonido,  165
amada, llegue a mi oído,
cuando yo más triste esté.




- III -

Diálogo entre Conal y Crimora extractado del mismo poema de Carrictura




CRIMORA

¿Quién viene del collado
cual nube con el rayo de Occidente
teñida? Su voz recia es como el viento,
pero dulce es su acento
como el arpa que suena blandamente  5
de Carrilo armonioso... ¿No es mi amado?
¿Por qué, Conal, estás escurecido
y de acero ceñido?
¿De Fingal poderoso
no vive ya el linaje valeroso?  10
¿Quién tu frente escurece,
Conal, y así tu espíritu entristece?

CONAL

    Todos viven, amada;
serenos tornan de la caza agora;
cual torrentes de luz de la escarpada  15
colina bajan; como fuego ardiente
sus escudos brillantes el sol dora,
y su terrible voz suena rugiente.
Mas la guerra, amor mío, está cercana;
tremendo Dargo ha de venir mañana.  20

CRIMORA

    Conal, yo veo sus velas, como espesa
niebla en la mar escura,
que a la playa se acercan lentamente;
mucha, Dargo, es tu gente.

CONAL

    Tráeme, amada, la dura  25
cota acerada de Rinval valiente,
el escudo esplendente
que así reluce cual la luna llena
que por el cielo puro va serena.

CRIMORA

    Aquí el escudo tienes de Rinval,  30
mas a mi padre no le defendió,
que por la lanza de Gormal cayó;
¡ah! tú también puedes caer, Conal.

CONAL

    Morir bien puedo, amada,
pero por ti mi tumba será alzada.  35
Dos pardas peñas frías
dirán mi nombre a los futuros días.
    Sobre mi túmulo
tu melancólico
pecho palpitará;  40
y tu ojo lánguido
amargas lágrimas
por Conal verterá.
    Mas aunque eres amable
cual luz del cielo pura,  45
y muy más agradable
que de la blanda brisa la frescura,
quedar no puede tu Conal contigo;
Crimora, alza la tumba de tu amigo.

CRIMORA

    Dame esas relucientes  50
armas, la lanza de bruñido acero,
y esa espada, que quiero
yo también encontrar con tus valientes
a ese Dargo tan fiero.
Adiós, rocas de Arvén;  55
ciervos, quedad adiós;
arroyos de Morvén,
¡ah! nunca tornaremos más los dos.
Lejos el sitio está
do nuestra tumba fría se alzará.  60




- IV -

Pintura de Fingal y canto de los bardos al principio del poema de Carlón




¿Quién es aquel que viene
de la tierra extranjera, de sus miles
en torno rodeado? El sol le dora
con sus luces radiantes, con sus sueltos
cabellos juega el viento del otero,  5
plácido es su semblante, de la guerra
sereno torna cual suave rayo
del sol que sale de encarnada nube
del Ocidente y el risueño valle
de Cona alumbra. ¿Quién otro sería  10
que el hijo de Conal, el Rey famoso
de generosos hechos? Sus colinas
contento mira, y a sus bardos manda
que entonen sus mil voces armoniosas.

    Ya por el campo huyeron espantadas,  15
desbaratadas,
las legiones fieras
que de extranjeras
tierras acudieron;
todos huyeron.  20
Con dolor profundo
el Rey del mundo
ve nuestra victoria,
y nuestra gloria
mira envidioso;  25
blande furioso
la paterna espada,
su vista airada
hacia Morvén tornando,
    y en balde nuestra hueste amenazando.  30
Ya por el campo huyeron espantadas,
desbaratadas,
las legiones fieras
que de extranjeras
tierras acudieron;  35
todos huyeron.
    Así cantaban los acordes bardos
de Selma en el palacio; mil lumbreras
de la extranjera tierra relucían
del pueblo en medio, y el festín alegre  40
en torno se extendía.




- V -

Canto de Fingal en honor de la desgraciada Moyna, en el poema de Cartón




Fingal, alzando el canto,
dijo con voz armónica:

    ¡Oh bardos! las loores
de Moyna malhadada
entonad; vuestro canto  5
el espíritu invoque de la hermosa.
¡Sombra desventurada!
De Morvén en las selvas te reposa,
do mil vírgenes duermen, los amores
de los héroes valientes, el encanto  10
de los años pasados.

    De Balcluta, ¡ay! los muros elevados
yo los he visto al suelo derrocados.
El fuego resonante
sus torres consumió, ni de la gente  15
se escuchan ya las voces; el torrente
sus ondas tornó atrás, que interrumpiera
el muro derribado su carrera,
y en ronco son bramará ondisonante.
Ora en las salas del banquete crece  20
el cardo, el viento silba meneando
el musgo y el raposo va mirando
por las ventanas, la alta yerba mece
su cabeza a los vientos; desolada,
Moyna, está tu morada;  25
tu palacio paterno
yace sumido en el silencio eterno.
Alzad, ¡oh bardos! el doliente llanto
sobre la tierra de los extranjeros;
cayeron los primeros,  30
mas nosotros también un día caeremos,
y sólo viviremos
en el suave melodioso canto.
Hijo del tiempo alado,
¿a qué levantas ¡ay! el torreado  35
palacio? Vendrá día
que del desierto el huracán furioso
soplando le derrueque; ¿ya espantoso
no le escuchas aullar en tu vacía
sala, y silbar por entre los gastados  40
escudos de los años horadados?
Mas venga cuando quiera
el torbellino rugidor, mi nombre
vivirá eternamente, y el renombre
de mi diestra guerrera  45
dirá la voz del bardo pregonera.
Alzad el armonioso
cántico, y la alegría
mi palacio serene en este día.
Cuando tú caigas, hijo luminoso  50
del cielo, si tu luz ha de eclipsarse,
si tu almo resplandor ha de apagarse,
¡oh sol! cual de Fingal la valentía,
nuestro nombre glorioso
no morirá contigo, que esplendente  55
vivirá en la memoria eternamente.




- VI -

Apóstrofe al Sol, con que termina el poema de Cartón



¡Oh tú que luminoso vas rodando
por la celeste esfera
como de mis abuelos el bruñido
redondo escudo; ¡oh sol! ¿de dó manando
en tu inmortal carrera  5
va, di, tu eterno resplandor lucido?
Radiante en tu belleza
majestuoso te muestras, y corridas
las estrellas esconden su cabeza
en las nubes; las ondas de Ocidente  10
las luces de la luna escurecidas
sepultan en su seno; reluciente
tú en tanto solo vas midiendo el cielo.
¿Qué quién puede seguir tu inmenso vuelo?
Los robles empinados  15
del monte caen; el alto monte mismo
los siglos precipitan al abismo;
los mares irritados
ya menguan, y ya crecen,
ora se calman, y ora se embravecen;  20
la blanca luna en la celeste esfera
se pierde, mas tú, ¡oh sol! en tu carrera
de eternal luz brillante
ostentas tu alma faz siempre radiante.
Cuando el mundo escurece  25
la tormenta horrorosa
y el relámpago vuela, y cruje el trueno,
tú, riendo sereno,
muestras tu frente hermosa
en las nubes, y el cielo se esclarece.  30
¡Ay, que tus puros fuegos
en balde lucen, que los ojos ciegos
de Osián no los ven más; ya tus cabellos
dorados vaguen bellos
en las bermejas nubes de Occidente,  35
ya en las puertas se mezclen del Oriente!
Pero también un día tu carrera
acaso tendrá fin como la mía,
y sepultado en sueño en tu sombría
nube no escucharás la lisonjera  40
voz de la roja Aurora;
sol, en tu juventud gózate agora.
Escura es la edad hierta,
como la claridad de luna incierta
que brilla entre vapores nebulosos,  45
y entre rotos nublados; con violento
soplo del Norte el viento
en la llanura silba, y temerosos,
su curso suspendiendo,
los peregrinos oyen el estruendo.  50






Catulli fragmentum131


Avertissement

Je suis fâché de ne pas avoir fait d'assez bonnes études dans ma jeunesse, pour pouvoir dire en latin que le morceau, suivant s'est trouvé dans un des manuscrits d'Herculanum qu'on vient de dérouler. Le premier vers de ce morceau était après le 366.e du poème de Pélée et de Thétis:

Projiciet truncum submisso poplite corpus;

et j'espère qu'aucun âge ne l'arguera de mensonger:

Carmina, perfidiæ quod post nulla arguet ætas.

Si j'avois étudié la latinité dans le même collège que le célèbre docteur en théologie Lallemand, éditeur d'un fragment de Pétrone, dont l'authenticité fut démontrée dans le journal allemand intitulé Gazette littéraire universelle de Jéna, je prouverois, par la comparaison de ce morceau avec ce qui nous reste de Catulle, qu'il ne saurait être que de lui; mais j'avoue mon insuffisance, et je laisse ce soin à des plumes plus exercées que la mienne. Je sais d'ailleurs que tout homme qui a le malheur de savoir analyser un courbe, ne peut trouver aucun charme à lire Virgile; et comme je suis allé en mathématiques aussi loin que l'équation du second degré, je suis condamné a ne plus lire les Géorgiques sans un extrême dégoût. Mais comme il n'est pas démontré que Catulle entendît Euclide, je crois que les vers suivants, qui sont sûrement de lui, ne déplairont pas.

J. Marchena.




Fragmentum


    Iam veniet tempus, quo alius se huic conferat heros132
Fortuna belli potior, præclarior armis,
æaciæ stirpis; nec posset nisi ab Achille
maximus hic nasci133, quem sæcula mirabuntur,
dum digiti nostri fatalia vellera nebunt.  5
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.
    Virtutem herois non finiet134 Hellespontus.
Victor lustrabit mundum, qua maximus arva
Æthiopum ditat Nilus, qua frigidus Hister
Germanum campos ambit, qua Thybridis unda  10
læta fluentisona gaudet Saturnia tellus.
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.
    Hunc durus Scytha, Germanus Dacusque pavebunt,
nam flammæ similis, quom ardentia fulmina cæli
Juppiter iratus contorsit turbine mista,  15
si incidit in paleasque leves, stipulasque sonantes,
tunc Eurus rapidus miscens incendia victor
Sævit, et exsultans arva et silvas populatur;
hostes haud aliter prosternens alter Achilles
corporum acervis ad mare iter fluviis præcludet.  20
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.
    At non sævus erit, cum jam victoria læta
lauro per populos spectandum ducat ovantem;
vincere non tantum norit, sed parcere victis.
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.  25
    Hos juvenis ludos sciet edere fortis Achilles,
sed cum jam domitus projiciat hostis tela,
cum redeat pax fesso orbi, tunc aurea sæcla
incipient denuo135 cum dux maturior armis
tutus ab hoste regat populum, longaque senecta  30
di faciles Regem meritum gentemque beabunt.
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.
    Hoc duce nunquam exercebit Discordia cives,
non scissa palla Furor impius exseret arma,
oderit et gnatum pater136 et gnata parentem.  35
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.
    Ex quo Deucalion lapides jactavit, ad usque
peliden Gallum nulla hac felicior ætas.
Currite, ducentes subteinina, currite fusi.




Versos añadidos por Eichstäedt


    Nam velut, ardenti posuit quom fulmina dextra
ignipotens, lætam fecundat copia terram;
sic, ubi pacatis hastam defixerit arvis
Heros, incolumem Fortuna tuebitur orbem.
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.  5
    Læta resurget humus, Martis depressa tumultu;
læta revisentur lætis sacraria Divum,
Musarum ante alios, placida quas sede, flagellum
sanguineum quatiens, nuper Bellona fugarat.
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.  10
    Straverat innumeris tumidum Pythona sagittis
Phœbus, et æsculæ capiebat frondis honorem,
neve operis famam possit delere vetustas,
instituit sacros celebri certamine ludos.
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.  15
    Terrorem populis magna vi sternet Achilles,
sacratoque decus lauri de monte reportans,
ne facti famam possit delere vetustas,
Pythia in urbe nova Phœbeius instaurabit.
Currite, ducentes subtemina, currite fusi.  20




Traducción castellana del fragmento de Marchena


Mas ya traerán los siglos un héroe más excelso,
invicto en las batallas, y armipotente asaz;
será de estirpe Eácida; que sólo el fuerte Aquiles
a tal varón pudiera noble prosapia dar.
Le admirarán los siglos, y en tanto nuestros dedos  5
de las humanas gentes los hados urdirán;
Cruzando los estambres, corred, husos, ligeros;
del porvenir las telas fatídicos hilad.
    Y no en el Helesponto se encerrará su gloria,
antes el orbe todo triunfante correrá,  10
los campos de Germania que corta el Istro helado,
los que el etiope Nilo fecundizando va,
la tierra de Saturno, de mieses abundosa,
do lame el rojo Tíber de Remo la ciudad.
Cruzando los estambres, corred, husos, ligeros;  15
del porvenir las telas fatídicos hilad.
    De su valor ingente se asombrará el germano,
y el dacio y el scita guerrero temblarán,
pues como la centella que Jove airado lanza
entre fragor de truenos y recia tempestad,  20
si prende en seca paja o en resonante espiga
por campos y montañas extiéndese voraz;
así él con muertos cuerpos atajará los ríos,
cuando soberbios corren a despeñarse al mar.
Cruzando los estambres, corred, husos, ligeros;  25
del porvenir las telas fatídicos hilad.
    Mas cuando la victoria su frente coronare,
anime la clemencia su soberana faz;
venciendo y perdonando someta a los vencidos,
y su triunfal carroza cien pueblos seguirán.  30
Cruzando los estambres, corred, husos, ligeros;
del porvenir las telas fatídicos hilad.
    Estos serán los juegos en que el invicto Aquiles
los años ejercite de su primera edad;
y cuando rinda el hierro cansado el enemigo  35
y al orbe retornare la fugitiva paz,
el hórrido caudillo, las armas ya depuestas,
en senectud gloriosa su pueblo regirá,
y al pueblo y al monarca los dioses sus mercedes,
como en el siglo de oro, sin tasa otorgarán.  40
Cruzando los estambres, corred, husos, ligeros;
del porvenir las telas fatídicos hilad.
    Nunca el furor impío, su veste desgarrando,
en importunas lides abrase la ciudad,
ni hermanos contra hermanos, ni padres contra hijos,  45
tiñan en propia sangre el brazo criminal.
Desde la santa era de Deucalión y Pirra,
ninguna más dichosa que esta futura edad.
Cruzando los estambres, corred, husos, ligeros;
del porvenir las telas fatídicos hilad.  50
M. Menéndez y Pelayo.







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