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La Ciencia

A mi maestro en primeras letras Sr. D. Andrés Iglesias



                                                                                                                                         
   La Ciencia es el Fiat-Lux. Verbo fecundo,
que rasgando la noche
del espíritu humano, le deslumbra;
y cual brotara de la sombra el mundo
a la voz del Eterno, así su rayo
una creación al pensamiento alumbra.
 
   El alma por la Ciencia iluminada
despiértase del Orbe a la poesía,
como al beso de amor la desposada,
como la tierra despertó, besada
por la fecunda luz del primer día,
 
   Ciencia, antorcha de Dios, que sacudiendo,
tus vívidos reflejos,
en el hondo horizonte de los siglos
alumbras las edades, y a lo lejos
iluminas los faros de la gloria
en las remotas cumbres de la historia.
 
   Ciencia, rayo de luz, ráfaga hermosa
de la diadema del Señor caída,
ala en que se levanta poderosa
el alma, del instante de la vida
y en lo infinito, piérdese radiosa.
 
   Ciencia, mirada audaz, allá siguiendo
en los abismos del vacío profundos
de los cometas pálidos los rastros,
rasgando la cortina de los mundos
por saber el misterio de los astros.
 
   Desprende el rayo de la nube ardiente
y mudo le encadena;
y esa sierpe de fuego que terrible
rasga el nublado, y el confín atruena,
hoy sumisa, obediente,
lleva en un hilo de metal flexible
del hombre la palabra inteligente.
 
   �Dónde está la distancia? Entre la espuma
de las salvajes olas del Atlante,
fiero corcel del mar, su crin de bruma
sacudiendo, el vapor pasa, triunfante...
Alma que infunde a la materia el hombre,
con indomable empuje
el vasto espacio devorante ruge;
atrás deja los ríos,
traspone las montañas,
los bosques los desiertos y los valles...
�Paso libre al vapor! En las entrañas
del Aculzingo se abrirán sus calles!
Ante esa faja caprichosa y leve
que se pierde en los mares
y se rasga al cruzar las sementeras
no existen valladares
y se acercan amigas las fronteras.
�Paso libre al vapor! Símbolo escaso
es del genio del hombre que anhelante
marcha gritando: ��Paso!
�La voz del Porvenir es �Adelante!�
 
   Sí, la Ciencia es la luz. En vano el cielo
pretende deslumbrar el ojo humano,
con su fúlgido sol, o en denso velo
de negras sombras esconder su arcano;
en vano el mar sus olas
sobre el bajel desplomará; la tierra,
en su seno fecundo,
la edad en vano guardará del mundo,
del libro de la ciencia prodigioso
páginas son las sombras del abismo,
y allí la Geología
encontrará el bautismo
de la Creación en su primero día.
 
   En vano, dondequier Naturaleza
ocultará el tesoro
de los secretos mil de su grandeza
desde el cortejo de sus astros de oro
hasta la pobre flor de la maleza.
Rey de lo creado, el hombre se levanta
de pie sobre su imperio,
su corona es un sol, la inteligencia,
y sacude la antorcha de la Ciencia
y se rasgan los velos del misterio...
 
   �La gloria es del saber! Cual se levantan
del Egipto en las mudas soledades
las gigantes pirámides, erguidas
en eternos cimientos,
en la extensión así de las edades
se levantan soberbios monumentos
al genio del saber; y ante su basa
el siglo llega, se arrodilla... y pasa.
 
   Grecia vive magnífica en la historia
con el recuerdo de oro
del arte y la poesía;
aun parece que oímos el sonoro
idioma de Tucídides y Homero
brotando en armonía,
y contemplamos a Platón severo
sentado en Sunio, meditando a solas,
u grandiosa república, soñada
al estruendo solemne de las olas.
 
   Roma también. Pasaron sus legiones
con su pompa marcial y sus laureles,
trotaron de Alarico los corceles
en los templos de Júpiter, del solio
se eclipsó el esplendor, y ni las sombras
de los Césares guarda el Capitolio.
Se ausentaron los dioses y los reyes,
pero ante el mundo, Roma
quedó inmortalizada por sus leyes.
 
   �La gloria es del saber! �De él es el mundo!
de él ese rico porvenir naciente
cuyos albores reflejarse miro,
hermana Juventud, sobre tu frente!
 
   �Oh, grata Juventud, vívida aurora
que ardiente llegas prometiendo el día
de la paz bienhechora
al turbio cielo de la patria mía!
�Juventud, manantial de inspiraciones,
alma toda alborada en que se agita
un enjambre de nobles ambiciones;
foco de vida, nido de esperanza,
corazón de la patria en que palpita
la fe en el porvenir y la esperanza...!
�Tú eres fuerza y poder! �Tú eres el brazo
en que la Patria buscará su apoyo
para seguir altiva su camino,
y reposar al fin en el regazo
del ángel tutelar de su destino...!
 
   Vida le dieron nuestros padres héroes,
lauros y libertad diole la guerra,
�Que la paz y el poder le den la dicha...!
Y el poder de esa dicha en ti se encierra...
   �Que el ángel del Progreso
traiga a mi Patria su divino beso!
�Y con él al ungir sus sienes bellas,
encuentre, Juventud, que salpicaste
su oliva y sus laureles con estrellas!




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Mi madre

A la señora doña Margarita Llerena de Peña



                                                                                                                                         
   �Oh santa madre mía!
Aun puedo al despertar por las mañanas
santificar mi trabajoso día
con mi beso primer sobre tus canas;
aun puedo con el alma cariñosa
sentir cómo resbala temblorosa
la mano en mis cabellos,
acaso por secar, madre piadosa,
la humedad de tus lágrimas en ellos.
 
   Porque tú lo comprendes, tú lo sabes,
aunque no te lo diga, madre mía;
no soy feliz... Padezco. Hay en mi alma
el callado sufrir de la agonía.
Tú lo sabes, lo sabes, y por eso,
presintiendo de mi alma las congojas,
al estampar sobre mi frente un beso,
sin quererlo, con lágrimas lo mojas.
 
   �Qué fuera yo sin ti? �Dónde encontrara
mi triste vida cariñoso abrigo?
�Quién con mis breves júbilos gozara?
�Quién me buscara por sufrir conmigo?
 
   �Quién me diera valor? �Quién me alentara
en esta lucha eterna con la suerte?
�Quién sino la evangélica matrona
a quién llamó Jesús la mujer fuerte?
 
   �Qué religiosa voz, de mi conciencia
huir hiciera la impiedad bastarda?
�En dónde viera yo sin tu presencia
al ángel cariñoso de mi guarda?
 
   Madre, tú eres la fe. Cuando en el templo
mujer de los dolores, solitaria
levantas tu oración, es el querube
quien recoge tus lágrimas y sube
con ellas al Eterno tu plegaria.
Y es ella, tu oración, tu fe sublime
tu fe de madre que el Señor bendijo,
la que bañada en lágrimas redime
y purifica el corazón de tu hijo.
 
   Tú eres piedad y dulce fortaleza:
como el ángel que al Hijo sostenía,
tú levantas del polvo mi cabeza
y también me sostienes, madre mía,
cuando apuro en mis horas de tristeza
mi desbordado cáliz de agonía,
cuando siento que herido de la suerte
mi espíritu está triste hasta la muerte.
 
   Tu voz cristiana, fervorosa y santa
que habla con Dios y a la oración invita,
del santuario de tu alma se levanta
inspirada, dulcísima y bendita...
Quizá la duda con su noche impía
mi fatigado pensamiento puebla:
pero hablas... y se va como la niebla
ante la suave claridad del día.
 
   Tú eres, madre, la copa de consuelo
con que la fibra del pesar se calma,
y brillas como el iris en el cielo
tras la deshecha tempestad del alma.
Madre, tú eres amor, amor bendito
amor siempre, inmortal, amor sin nombre,
el único en que encuentra un infinito
el insaciable corazón del hombre.
 
   Siempre tú, sólo tú... Si me arrancara
éste mi corazón que siento grande
porque tú estás en él, y le arrojara
al viento en mil pedazos,
en cada uno grabada se encontrara
la imagen de mi madre entre sus brazos...
 
   �Siempre tú, no más tú! Que en mi existencia
sólo tú eres bondad, bien y consuelo;
sombra de ángel al mundo descendida
para en sus alas conducirme al cielo;
fe de mi creencia, luz de mis ideas,
mitad nunca de mi alma desprendida,
mi ser, mi amor, mi adoración, mi vida,
madre, imagen de Dios, �bendita seas!




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Armonía



                                                                                                                                         
   �Salve a la, Juventud! Tienda en el éter
sus blancas alas salpicadas de oro
el ángel inmortal de la Poesía,
arranque altivo, del laúd sonoro
el divino raudal de su armonía,
y al batir de sus alas rumorosas,
cual gotas luminosas
desprendidas del cielo trasparente,
derrame Juventud, sobre tu frente
una lluvia de lirios y de rosas.
 
   �Salve a ti, Juventud! Nobles coronas
prepare el porvenir para tus sienes,
pues a buscar la gloria que ambicionas
al sacro templo de las artes vienes.
�Salve a ti, Juventud, que te levantas
sonriendo a la victoria,
y con paso atrevido te adelantas
por las sendas difíciles del Arte
al oasis encantado de la gloria!
 
 
   El Arte... una creación. Cuando el Eterno
a la nada sombría
arrojó su genésica palabra,
el verbo resonando
en los abismos del no ser profundos,
como arena lanzada por el viento
regó en el firmamento
el polvo diamantino de los mundos.
 
   Y en vasta muchedumbre
los mundos levantaron su armonía;
el sol un rayo de su viva lumbre
lanzó a la tierra y se produjo el día.
Se cubrieron los campos de verdura,
de bosque el monte, de cristal el río,
de pájaros y flores la espesura,
de plata y de zafir el mar bravío,
de topacio la atmósfera encendida
la nube de arreboles,
y palpitó, la tierra estremecida
-como al beso de amor la prometida-
al espléndido beso de sus soles.
 
   La gran Naturaleza
era un templo sin nombre
alzado del Eterno a la grandeza,
y sacerdote de este templo, el hombre.
 
   Y creador a su vez, el hombro ansioso
descorrió el ancho velo
en que Natura su secreto encierra
desde la inmensa estrella, flor del cielo,
hasta la flor, estrella de la tierra.
Prestó su oído, y escuchó en el viento
el inquieto rumor de los follajes,
de la paloma tímida el acento,
el trino de los pájaros salvajes,
la voz desenfrenada del torrente
desbordando del cauce que le oprime,
el estruendo soberbio de los mares,
y todo ese himno místico y sublime,
ese eterno cantar de los cantares
que al nacer y morir de cada día
la tierra entera al Hacedor envía;
y de esas notas vagas y dispersas,
hizo el hombre una voz... �Creó la armonía!
 
   Y la Música fue... Voz de las almas
plegaria del amor, suspiro errante
que en las almas de un ángel invisible
palpita y llega al corazón amante.
�Quién al oír la grata melodía
que oyera en otro tiempo conmovido
no parece sentir lo que ha sentido
en sus perdidas horas de alegría?
�Quién al influjo de una voz cantando
no siente levantarse dentro el alma
la voz de algún recuerdo sollozando?
 
   Primera cita del amor, querellas
de un labio suplicante que nos nombra,
y a la luz de las trémulas estrellas
la faz de un ángel pálido en la sombra.
Palabras en voz baja entrecortadas
por la caricia férvida, embelesos,
silencios de las dichas desmayadas
sonrisas llenas de aleteo de besos.
El himno de las dichas que pasaron,
las frases que temblando se dijeron,
juramentos que luego se olvidaron,
suspiros que en el aire se perdieron;
anhelos de ambición, sueñas de gloria
gritos del corazón desesperado,
aplauso atronador de la victoria,
trasportes del espíritu lanzado
al mundo del ideal... todo se agita,
despierta, canta, se estremece y gime
cuando embriagado el corazón palpita
bajo tu ala bendita,
diosa gentil de la armonía sublime.
 
   La Música es la nota vagabunda
del alma Amor que en el espacio flota
y da la vida y la creación fecunda;
la Música es la alondra fugitiva
de los jardines del Edén divino,
que sobre el alma al desplegar su vuelo
le deja con su trino
el eco blando de la voz del cielo.
 
   El Arte es creación. �Gloria, a tu empeño,
artista Juventud, la que ambicionas
el corazón alzar y el pensamiento
a esa región feliz donde la idea,
brillando en las creaciones del talento,
nuevas obras inspira y nuevas crea!
 
   Y llegarás allí, pues que en tu seno
tienes, sacerdotisa inteligente,
también a la mujer, alma que sueña,
fe que no muere, corazón que siente,
espíritu celeste que derrama,
con esa fe que el corazón anhela,
el sacro fuego que la vida inflama
y el entusiasmo en cuya viva llama
la inspiración al infinito vuela.
 
   El Arte es creación... �Tiende ese vuelo
espíritu inmortal, hijo del cielo,
alma del hombre! El porvenir es tuyo,
el mundo es tu palacio,
tuya la tierra y la creación entera,
tuyo el tiempo también, tuyo el espacio
y más allá la eternidad te espera...!
Riega doquier las luminosas flores
del Arte resplandor de la belleza,
del hombre entre las obras portentosas;
puebla con ellas la mansión que habitas,
y, obra de Dios, ante Él álzate grande
de Dios entre las obras infinitas.
De tu genio inmortal con el tesoro
engalana la gran Naturaleza,
como engalana con diadema de oro
un rey a la mujer de su terneza.
La soberbia armonía
arrúllela de tu himno de victoria,
y encuentre altiva el esplendor del día
en el sol sin ocaso de tu gloria.




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A los niños

En una función de premios



                                                                                                                                         
   Estaba la tierra
desnuda y vacía,
inmensa tendía
la noche su caos
y alzando la Nada
allí su palacio
ni tiempo ni espacio
había... sólo Dios.
 
   Mas �Hágase! dijo
la boca sagrada,
rasgose la Nada,
surgió la creación;
y Dios tendió el cielo
dejando por rastros
sus dedos los astros,
sus manos el sol.
 
   Las aguas llenaron
el cóncavo abismo,
la tierra el bautismo
primer recibió;
se alzaron los montes,
se hundieron los valles,
el agua sus calles
corriendo se abrió.
 
   Las aves cantaron,
se abrieron las flores,
y trinos y olores
se alzaron al par,
quedando la tierra
tan pura y hermosa
cual virgen esposa
que llega al altar.
 
   Que toda era bella
y espléndida toda;
sus galas de boda
vistiola el Señor.
Azul y con gasas
de nubes, por velo
la dio el vasto cielo
de suave esplendor,
 
   Con verdes praderas,
con bosques umbríos,
con diáfanos ríos
la quiso vestir
y luego ciñola,
cual cinto de ondinas,


                                                                                                                                         
las ondas marinas
de plata y zafir.
 
   Por manto de noche
la dio esa tiniebla
que borda y que puebla
la flor sideral;
y eterna diadema
del cielo en la frente,
del sol esplendente
la llama triunfal.
 
   Dios hizo la tierra
de encantos tan llena,
que viéndola buena
al hombre la dio;
y haciéndole de ella
señor soberano
propicio su mano
sobre ella tendió.
 
 
   Él da a las campiñas
la lluvia fecunda,
los prados inunda
de grato verdor;
él llena las brisas
de aromas süaves,
él viste las aves,
él pinta la flor.
 
   Él da a los insectos
las húmedas hierbas,
las ondas acerbas
al rápido pez;
al pájaro errante
entreabre la espiga,
y deja a la hormiga
su grano de mies.
 
   Él da sonorosa
su música al río,
a la hoja rocío,
sustento al reptil;
él truena en el rayo,
retumba en las olas,
y está en las corolas
del lirio gentil.
 
   Él surca el nublado
con sierpes de lumbre,
enciende en la cumbre
del monte el volcán;
y tiende del iris
las franjas remotas
tras nubes que rotas
y prófugas van.
 
 
   Dios hizo la tierra
de encantos tan llena,
que viéndola buena
al hombre la dio.
Y al hombre, su dueño,
le dio generoso
el don más precioso,
la prenda mejor.
 
   Diole algo más rico
que el mar y la tierra,
diole algo que encierra
en sí la Creación;
más alto que el astro,
más raudo que el vuelo,
más vasto que el cielo,
más bello que el sol.
 
   Le dio pensamiento,
le dio inteligencia,
le dio la conciencia,
le dio el corazón;
le dio cuanto grande
su espíritu alcanza
a hacerle semblanza
e imagen de Dios.
 
   Y el hombre, �insensato!
�irá por la vida
cual hoja caída
de efímera flor?
�Cual grano de arena,
cual copo de espuma,
cual rápida pluma
que el viento llevó?
 
   �Irá sin objeto,
sin luz ni camino,
a ignoto destino
perdido al azar?
Cerebro sin mente,
pupila sin fuego,
sonámbulo ciego,
�sin alma...? �Jamás!
 
   Espíritus libres
tranquilos y bellos,
serenos destellos
de un fuego inmortal,
vosotros los niños,
las almas de aurora,
celajes que aun dora
la luz matinal.
 
   Allí a nuestros ojos
se extiende bendito
el campo infinito
del almo saber;
allí es donde toma
su fe la conciencia,
allí está la ciencia,
la luz y el poder.
 
   La Ciencia -sabedlo-
Ciencia es victoria;
camina la gloria
siguiéndola en pos.
La Ciencia es el ala
flamígera y santa
que al hombre levanta
del polvo hasta Dios.
 
   Allí están sus palmas,
allí están sus bienes,
ceñid vuestras sienes
con lauro triunfal;
y sed nuestro orgullo,
y sed nuestra gloria,
dejando a la Historia
renombre inmortal.


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