Argumento de la XXX Cena
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PANDULPHO dize a
SIGERIL que a qué
fue a casa de CELESTINA, y
él te dize que a dalle cient doblas, y sobre esto passan
grandes cosas; y después, PANDULPHO se quiere escusar por santo
de no offender a Dios, por temor de yr esta noche con su amo al
concierto, y passa con SIGERIL muchas cosas sobre ello. Y
introdúzense:
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PANDULPHO,
SIGERIL.
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PANDULPHO.- Hermano Sigeril, ¿a
qué fuiste oy a casa de Celestina?
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SIGERIL.- No digas nada.
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PANDULPHO.- A mí no hay necessidad dessos
avisos.
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SIGERIL.- Pues sabe que le llevé cient
doblas que le embió nuestro amo.
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PANDULPHO.- Aý passó la
liberalidad del pie a la mano.
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SIGERIL.- Assí me paresce a mí,
porque tan mal paresce dar mucho donde no se deve, como dexar los
servicios sin galardón. Que es liberalidad la que pierde el
nombre con la falta de la razón para dar, y cobra nombre de
prodigalidad.
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PANDULPHO.- Por cierto, que te quiero dezir que
es tan mala la escasseza, que tengo yo por mejor tocar en
pródigos los hombres que no en avaros.
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SIGERIL.- Todos los estremos son viciosos, y en
el medio hallaron los sabios que consistía la virtud; y la
mayor virtud es rehusar las riquezas, como se tuvo en Atenas por
mayor liberalidad rehusar fación los dozientos talentos que
el rey Alexandre le dava, que la liberalidad que el rey
hazía en dar tan gran dádiva.
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PANDULPHO.- Sería essa merced con mayor
razón de dar por la virtud del servicio que la de Celestina,
y para ganar Alexandre mayor fama de tal liberalidad que Felides
con dar lo suyo a alcahuetas, para ganar fama inmortal de vicios.
Mas, pues no quiere tomar nuestro consejo, déxale,
pélelo, que el loco por la pena es cuerdo.
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SIGERIL.- ¿Y la obligación que
como criados tenemos de dezille la verdad, cómo se
pagará?
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PANDULPHO.- ¿Ya no se lo tenemos dicho? Y
pues él aborrece la verdad, vistámoslo de lisonjas, y
si Celestina robare, robemos, que a rýo buelto, ya me tienes
entendido.
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SIGERIL.- Pandulpho, sí entiendo, mas
también entiendo que el mayor galardón que de servir
se saca es que quedamos más pagados de nuestra
obligación y virtud, que sin ella ricos de dinero y pobres
de la deuda que nos devemos a dezir verdad a nuestro amo, y
más por lo que le devemos. Porque me parece que la mayor
paga que podemos sacar de nuestro servicio es de haver servido
bien, y pues el que bien sirve, no medra; el que mal sirve,
¿qué espera? Y por esto no pienso jamás,
porque se enoje Felides, dexar de dezille verdad, que más
quiero que me desame por se la dezir, que no que me ame por dezille
la falta della; más quiero quedar aborrecido por bueno, que
loado por no tal, y en fin, quiero que quando me falte el
gualardón de servir, que me sobre, a lo menos, el que puedo
sacar de haver servido bien.
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PANDULPHO.- ¿Que tú no sabes, que
con esso que dizes, que de necios leales se hinchen los infiernos?
Y por tanto yo quiero bivir conforme al tiempo, y usar lisonjas
como se usan, pues sabes que lo que se usa que no se escusa.
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SIGERIL.- Pues yo me quiero escusar de uso que
ni en los otros ni en mí me puede parescer bien escusarme
dél.
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PANDULPHO.- Más querría que
buscasses manera para escusar de yr con nuestro amo esta noche,
como hoy viste que nos dixo.
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SIGERIL.- Hermano Pandulpho, nunca pienso en
escusarme donde no me escusa y me tiene obligado lo que devo a mi
amo, y por devérselo, a mí me deve a pagallo.
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PANDULPHO.- Muy filósofo estás
agora.
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SIGERIL.- Y tú muy temeroso.
¿Tú no dezías que no naciste sino para cosa de
afrentas?; ¿pues cómo agora te querrías
escusar dellas?
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PANDULPHO.- Porque tan feo me parece tomallas
sin causa, como dexallas con causa y razón de tomallas.
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SIGERIL.- Bien dizes, si el tomallas y dexallas
fuesse en nuestra mano, o para dexallas por injustas, o tomallas
por lo contrario; mas la razón que para tomar peligro en
tales liviandades a nuestro amo falta, nos sabrá de la
razón a nosotros por mandárnoslo él.
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PANDULPHO.- Sí, mas yo he oýdo a
teólogos que lo que es contra ley de Dios que no es obligado
el hombre a hazello, aunque lo mande su señor; que por esta
causa me quería yo apartar deste peligro, donde no
temiéndolo en el cuerpo lo devo temer en el alma. Y quanto
va de la excellencia del alma a la del cuerpo, se deve más
estimar lo que toca al alma que lo que toca al cuerpo, pues la una
es inmortal y el otro ha de acavar tan presto.
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SIGERIL.- Amigo Pandulpho, muy moços
somos para tanta conciencia. Basta para mi edad escrúpulos
de honrra, pues sabes que honrra y provecho no caben en un saco,
provecho del ánima y honrra corporal del mundo, digo. Mas no
sé dónde te vienen estas santidades, que tan
cathólico y tan temeroso del ánimo te veo.
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PANDULPHO.- Sigeril hermano, hago bien, que sabe
que por esso me desposé, por apartarme de offender a Dios
con Palana, y por tanto no lo quiero offender por Polandria. Que,
en fin, de los hombres es pecar, mas diabólico el
perseverar, que en todo tiempo es de evitar lo que priva la vida
por todo tiempo, por el morir mal en tiempo, digo, para bivir
muriendo para siempre.
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SIGERIL.- Ora, pues tan santo te hazes, yo te
aconsejo que no vayas allá, y lo consejo a mi amo que no te
lleve y que mande llamar a sus escuderos, Silestres y Fornaces, que
yo te prometo, que aunque son viejos, que no se escusen por
conciencia.
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PANDULPHO.- Hermano, ya sabes que primero hemos
de buscar el reyno de Dios y su justicia, y si desta manera mi amo
se quiere servir de mí, yo pondré por él la
vida, mas el alma no la quiero aventurar. Si quiere ser homicida de
sí a manos de los criados de Paltrana, no lo quiero yo ser,
porque estoy determinado de por ninguna cosa offender a Dios;
porque Él dize: «¿qué le aprovecha al
hombre ganar a todo el mundo si su alma rescibe detrimento?»
y que tememos no a los que sólo nos pueden matar los
cuerpos, mas el que no sólo puede matar el cuerpo, mas poner
el alma en los fuegos eternos. Y si dixeres que lo dexo de temor,
como digo, más quiero vergüença en cara que
manzilla en coraçón.
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SIGERIL.- No es menester más, tú
te puedes quedar; y por esto veo que son grandes los juyzios de
Dios y no sabidos sus caminos.
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PANDULPHO.- ¿Por qué dizes
esso?
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SIGERIL.- Porque de prescito en el burdel, tan
presto te veo predestinado; y por una parte quieres ser lisonjero
para, no diziendo verdad, perder el alma por ganar el cuerpo, y por
otra, apartarte de peligros por ganar el alma y salvar el
cuerpo.
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PANDULPHO.- ¿Y qué, dezir lisonjas
es pecado?
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SIGERIL.- Y como lo es querer ganar con fraude
de no dezir verdad; y pues Dios es verdad y lo que no es por
Él contra Él es, como Él dize, mira si con
lisonjas sirves a Dios.
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PANDULPHO.- Pues déxame el cargo, que ni
en esso ni en essotro le entiendo deservir.
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SIGERIL.- En esso de las lisonjas no le
desirvas, que en essotro yo te aseguro el servicio.
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PANDULPHO.- Di lo que quisieres, que yo tengo
tan provada mi persona que no hay quien pueda juzgar a temeridad lo
que hago.
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SIGERIL.- Hi, hi, hi.
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PANDULPHO.- ¿De qué te
ríes?
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SIGERIL.- De que te salvas desso por
términos de fortaleza, que de la temeridad yo te aseguro la
reprehensión, porque, en mi ánima, jamás la
conocí en ti.
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PANDULPHO.- Pues desso me contento yo y quedo
abonado, pues no me tuviste por temeroso, o por temerario, por
mejor dezir.
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SIGERIL.- No, por cierto. Y con esto nos vamos,
que se haze hora del concierto; y yo diré a Felides tu buena
conciencia y llevará otro en tu lugar, y quedarte has
tú orando, pues tan santo eres, porque nos guíe
Dios.
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PANDULPHO.- Di lo que quisieres, pues todo te lo
tengo de sofrir, pues sé que bienaventurados son los
pacíficos, pues hijos de Dios serán llamados.
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SIGERIL.- Ora vete acostar, que yo voy a
entender en mis armas.
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PANDULPHO.- ¡O, qué cosa es un
hombre sabio como yo! ¡Cómo he sabido rodear mi
provecho para guardarme del daño que esta noche se apareja!
Y aunque lo dixo a otro fin Sigeril, bien puedo yo dezir que he
metido honrra y provecho en un saco, pues con honrra de servicio de
Dios encobrí la falta della en mi temor, y saqué el
peligro de la vida, para metella, con el provecho de savella
guardar, en el saco de la honrra que dixe. Bien librado estuviera
yo, haviéndome apartado de tantos peligros hasta
aquí, yr agora por su liviandad de mi amo a buscar la
muerte, que tal pienso que se le apareja esta noche a él y a
los que con él quisieren yr. Y para más seguridad, yo
me quiero yr a dormir a los tajones de la carnecería, no se
le antoje a Felides de me sacar de la cama; y diré
mañana que todo lo que dixe a Sigeril fue por no mentir a
Quincia, que tenía hecho concierto para esta noche con ella.
¡O, cuerpo de tal!, que no es esto bueno, porque más
noches havrá que longanizas para yr; mejor es, voto a la
casa sancha, lo que tengo dicho; y de mañana en adelante
compraré unos agallones y haré mucho del
hermitaño con mis cuentas para dissimular, en quanto tura
este cebo de buytrera destos negros amores, que tales pienso yo que
han de ser. Y quiérome yr, y diré que a salvo
está el que repica, quando ayudare al doblar por los que
van.
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Argumento de la XXXI Cena
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FELIDES dize a
SIGERIL si es hora de yr
al concierto, y le dize que sí y cómo PANDULPHO no quiso yr allá, y
en su lugar va CORNIEL; y
llevan la vihuela, y entran en el jardín, y cantan y
tañe FELIDES, y
óyenlo POLANDRIA y
PONCIA. Y después
sale PONCIA y concierta el
camino con FELIDES y,
desposados, déxalos a la reja, y apártase con
SIGERIL y
desengáñale que si no se casa con ella que es
escusado; y con esto tornan a sus señores y
despídense, porque era ya mucho tarde. Y
entrodúzense:
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FELIDES,
SIGERIL, CORNIEL, POLANDRIA, PONCIA.
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FELIDES.- Sigeril, ¿es hora ya que
vamos?
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SIGERIL.- Señor, hora es. Mas mira
quién ha de yr contigo, que Pandulpho está tan santo
que no quiere offender a Dios.
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FELIDES.- ¿Cómo es esso, me
di?
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SIGERIL.- Señor, es que del dicho al fato
hay gran rato y, en fin, que él no yrá, según
dize, donde se ofenda a Dios.
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FELIDES.- ¡Pues vaya para vellaco,
cobarde!; y si no fuera porque no me descubriera no lo tuviera
más un día. Di a Corniel que se adereçe, y
él y tú yrés comigo.
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SIGERIL.- Señor, ¿no sería
bueno llamar a tus criados de tierra?
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FELIDES.- Que no es menester, sino, sus, toma
una escala y vamos; y llama a Corniel.
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SIGERIL.- He aquí a Corniel.
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FELIDES.- Pues, hijo Corniel, tomarás
essa escala debaxo tu capa, y tú, Sigeril, lleva mi
vihuela.
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SIGERIL.- Señor, todo está
aparejado.
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FELIDES.- Ora pues, vamos; por aquí vamos
mejor, que haze luna. Ora, sus, y callando; llega, Corniel, y pon
aquí el escala cabe la mar y, como huviéremos
entrado, ponte apartado, y mira no duermas para quando yo salga; y
tú Sigeril, entra comigo.
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CORNIEL.- Señor, la escala está
como ha destar, ora sube.
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FELIDES.- Sube, Sigeril, que ya estoy
acá; dame acá la vihuela en quanto subes.
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SIGERIL.- ¡O, cuerpo de mi vida!,
qué malo es subir por estas cuerdas.
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FELIDES.- Dacá la mano, ayudarte he.
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SIGERIL.- Señor, no es menester.
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FELIDES.- Dacá la mano, bovo, que nunca
subirás. ¡O, válame Dios, y qué suelto
queres!; Corniel, ora apártate. Anda acá, Sigeril,
aquí estamos bien cabe esta rexa; por cierto, que me es
gloria andar en este jardín, que con saber que mi
señora se passea por él de noche y de día
tendría yo por gloria estar aquí. Y dame acá
essa vihuela en tanto que viene aquel ángel a visitarme.
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SIGERIL.- Mira, señor, no te oyan.
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FELIDES.- No puede ser, que el jardín
está apartado donde no nos puedan oýr, que ya yo lo
tengo sabido; y oye.
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SIGERIL.- ¡O, señor, cómo
está buena essa vihuela!, ¡y qué mano traes!
Ora, nunca tan excellente cosa oí, paréceme que
jamás assí te oý tañer.
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FELIDES.- Calla y escucha, que assí es
menester.
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PONCIA.- Señora Polandria,
llégate, que está aquí aquel cavallero, y
oyremos un rato. ¡O, válame Dios, y qué
maravillas haze en aquella vihuela!
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POLANDRIA.- Todo se paresce a la guytarra de
Pandulpho; llama acá a la señora Quincia para que lo
entienda.
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PONCIA.- Más para que lo parle.
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POLANDRIA.- Ora oyamos, que comiença ya a
cantar Felides:
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FELIDES |
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La luna resplandecía, |
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el cielo estava estrellado, |
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los árboles se
bullían |
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con el ayre delicado, |
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con golpes de las riberas |
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del sordo mar concertado. |
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POLANDRIA.- ¡O, válame Dios,
qué suavidad de boz y qué garganta! Y con el son del
ruydo de las ondas del mar y el reguzijo delicado de los ayres en
los cipreses, como él dize, no parece sino cosa divina, con
aquel traer el ayre a ondas la boz haziendo cerca y lexos della,
como en pintura de gran artífice.
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PONCIA.- Señora, y aquellos sospiros con
que despide la boz de rato a rato, ¿qué te
parecen?
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POLANDRIA.- Paréceme que son para
despedir las almas de las que lo oyan; y callemos, no perdamos de
oýr tan excelente cosa, que trae, por cierto,
devoción y consideración de la gloria celestial.
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FELIDES |
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Los clines de los cometas |
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corren con fuego inflamado, |
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las aves, los animales, |
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el descanso havían
tomado, |
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salvo las aves noturnas |
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que a cantar han
començado |
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con gritos tan dolorosos |
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como contino han cantado, |
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quando el triste
coraçón |
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con Felides ha quedado, |
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con vida apartada el alma |
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por havella allí
embiado |
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donde por más la tener |
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es della el cuerpo apartado, |
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como lo muestra a Polandria |
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que a sus males ha llamado, |
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que por sí la llama a
ella |
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como en ella transformado, |
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para pedir piedad, |
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no del mal questá
llagado, |
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mas del mal que le
haría |
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en acabar tal cuydado, |
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por perder más bien con
él |
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que en la vida que ha dexado. |
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POLANDRIA.- Por cierto, no pensé que en
mi vida viera cosa tal.
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PONCIA.- Señora, paréceme que no
hay cosa que dexe de venir a tal reclamo; y pues que dize que te
llama, razón es de venir a ver lo que quiere, para ver si se
concierta con lo que queremos.
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POLANDRIA.- Ora, oyamos que habla, y veamos
qué dize.
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FELIDES.- ¡Ay, Sigeril!
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PONCIA.- Señora, por Dios, que no tenemos
mala noche, que allí tenemos mi requebrado.
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POLANDRIA.- Ora escucha.
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FELIDES.- Por cierto, la consideración de
mis palabras, y aquellos cometas que con más
resplandescientes llamas corren por mi coraçón en la
espera del alma donde se encienden, con lo que más se
desespera del bien de mi señora, assí tiene hecha
ceniza mi esperança que, si su favor con su vista presto no
me socorre para sacarme de mi ceniza como a fenis, yo pienso que
con el favor primero de mandarme venir aquí acabara la vida,
dexando en testimonio el cuerpo, para mostrar a dónde pudo
aposentar el alma.
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POLANDRIA.- Por cierto, estas razones y las de
la carta del otro día todas son unas.
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PONCIA.- Calla, señora, veamos qué
responde el otro mal pesar de mi amigo.
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SIGERIL.- Señor, por cierto, con el son
de tus palabras y la memoria de lo que tengo en la fantasía,
tan transportado estava, que la gloria de mi contemplación
quasi sin vida y sin pena me tenía suspendido.
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PONCIA.- ¡Ay, mi dolor, y también
haze comparaciones! Señora, paréceme que el mancebo
que no quiere dever nada a su amo.
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POLANDRIA.- Por mi vida, que se le han apegado,
de la conversación, las buenas razones. Y oyámoslos
un rato, que es gran gloria.
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FELIDES.- Sigeril, de la razón de mi pena
participa ya la tuya las razones que has dicho. Bien parece que es
grande mi fuego, pues estando tú tan lexos te puedes a
él calentar; bienaventurado yo, que aun el mal de mi mal
pueda dar gloria, aun al que sólo del bien de se callentar
al fuego que dél se enciende gozar puede.
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SIGERIL.- Señor, no te lo quiero
consentir, que no pienso yo que el fuego de mi señora Poncia
tiene menos vertud en quemar, que el tuyo me puede con su calor
poner.
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PONCIA.- Oxte mi necio, pues aguarda a quemarte
en esse fuego, que bien te podrás antes secar a
él.
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POLANDRIA.- Calla, por tu vida, y oye qué
responde Felides.
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FELIDES.- Dexa ya, Sigeril, la vanidad de dioses
vanos, y adora aquel solo que yo por Dios adoro y conozco.
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SIGERIL.- Bien paresce, señor, la vertud
de mi señora, pues sin eregía no te consentió
responder.
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PONCIA.- Por mi vida, señora, que el paje
que no es nada necio.
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POLANDRIA.- Ora, oye la respuesta.
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FELIDES.- |
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Bien parece que se pierde de tu
razón en mi fe, pues por faltarte a ti tal lumbre juzgas tan
mal; y quiero echar el bastón, con la deshecha del romance,
y sello a tu razón, con la razón que para dezilla
tengo, y oye:
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El que no siente mi mal |
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no puede sentir de vos |
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cómo os adoro por Dios. |
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PONCIA.- ¡Por mi vida, qué de
improviso lo ha hecho, y dado son al villancico!
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POLANDRIA.- ¿Ora, viste tal cosa, y tan a
propósito?
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PONCIA.- Al diablo doy tal gracia de hombre; y
oyamos la buelta, que ya la comiença.
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FELIDES |
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|
No puede sentir que siento |
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los milagros que
hazéys, |
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cómo quitáys y
ponéys |
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vida y muerte en un momento; |
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|
y así sin tal
pensamiento, |
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|
|
no puede sentir de vos |
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cómo os adoro por Dios. |
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SIGERIL.- Pardiós, señor, que si
la señora Polandria, como oye esse villancico, huviera
oýdo la carta que en tu nombre le escrivió el
elegante Pandulpho, que pienso que tu pena fuera ya acabada.
|
FELIDES.- Dime esso otra vez, ¿y esso es
possible?
|
SIGERIL.- Es tan possible quanto se salvó
en su crédito, para condenarte a te en el que tenía
de tus razones.
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FELIDES.- ¿Quieres dezir que porque mi
señora no entendía mis filosofías quiso
él emendallas con sus necedades?
|
SIGERIL.- Esso digo.
|
FELIDES.- Por cierto, yo quedara tan mal
librado, si en mi nombre se huviera leýdo tal carta, quanto
tú lo has querido encarecer.
|
SIGERIL.- Pues sabes quán bien librado
quedaste, que en leyendo la carta conosció tu señora
las razones della con su razón.
|
FELIDES.- Razón has dicho con que por
éssa sola merece ser servida y adorada, y aunque otra merced
no me hiziera jamás, con éssa sola quedo no
sólo pagado, mas adeudado para toda mi vida. ¿Passas
por tal necedad y atrevimiento de majadero? Bien librado quedara
yo, si en la sabiduría de mi señora no se salvara mi
inocencia en sus necedades del asno.
|
SIGERIL.- Señor, perdónale, que no
pensó él que errava.
|
FELIDES.- Mejor fuera que pensara que no
podía acertar. No de balde se celebró con letras de
oro aquel notable dicho de Chillón Lacedemono que dize:
«conóscete a ti mismo»; porque desta innorancia
que los hombres naturalmente tienen de sí, se venden por
ignorantes ante los otros, y este mal que todos tenemos es bastante
para que yo le perdone esse hierro, pues la intención que a
él le salvó me condenó a mí con su
innocencia.
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POLANDRIA.- ¿Tú, Poncia, has
entendido aquello que ha passado? ¿y cómo la traydora
de Quincia trahýa tales tramas, industriada por aquel
majadero, cuya era la carta? ¡Mas cómo la
conoscí luego!
|
PONCIA.- Y aun, pardiós, mala estava ella
de conocer. Y cree, señora, que estas rapazas hazen padecer
la honrra de las mugeres sin causa, yendo y veniendo cargadas de
mentiras. Mas ¡cómo nos hazía entender que le
arrojava Felides la carta, dándosela el otro hurgonero de
horno, gesto de cucharón!
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POLANDRIA.- Ora dexemos esto, que se haze tarde,
y llégate y habla a Felides, y sepamos qué
tenemos.
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PONCIA.- ¿Todavía quieres,
señora, que te quite la vergüença?
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POLANDRIA.- Sí, por tu vida.
|
PONCIA.- Ponte tú, señora,
detrás de mí, que, en el nombre de Dios, yo
llego.
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FELIDES.- ¿Es algún mensajero del
cielo el que abre la ventana, o el mismo Dios que torna a la tierra
a redemir a Felides de tanta pena?
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PONCIA.- Mensajero es, y del suelo; y por tanto
yo vengo a dezirte, señor, de parte de mi señora, lo
que sabido será en tu mano venir ella aquí, o no
venir agora ni jamás.
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FELIDES.- ¡O, ángel, que yo no
puedo desconocer por parte de dónde veniste!
¿Cómo dizes tú que está en mis manos lo
que está en aquéllas en quien están las
mías, con toda mi libertad? El mandamiento de mi Dios y mi
señora me notifica, que el complimiento de mi parte
obedecerá lo que, como vasallo, devo al tributo de su valor
y hermosura.
|
PONCIA.- Señor Felides, no pensé
yo que tan fuera de sí estuviera un hombre tan sabio y tan
gentil hombre como tú, que viendo una muger moça y no
de mal parecer como yo, y sola, dexaras de dezirme la pena que
pienso yo que ninguno queda libre de mi vista, debaxo de buen
conocimiento. Y hasta ver si me satisfazes a esto no diré el
mensaje que traygo, donde no poco saber es menester para responder
a él.
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FELIDES.- Mi señora Poncia, dexada la
gracia con que dizes lo dicho aparte, y el donayre que con ella has
dicho, junto con la razón que en lo dicho tienes por ser
assí como lo dizes, digo que la mayor razón para
pensar que no me faltara para responder es no la guardar yo, como
dixiste, acerca de la ley de tu hermosura, y mi saber con poca
edad, pues que faltándome en tal tiempo para gozar de tal
libertad, bien parece que mi señora Polandria me dexó
sin ninguna para que yo della gozasse. Mira si teniendo la libertad
prendada en tal lugar, si hay razón para demandalla fuera de
donde la perdí.
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PONCIA.- Assí que, señor, que
según esso quieres ser como dize el proverbio, que donde
perdiste la capa, aý la cata.
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FELIDES.- Esso quiero dezir.
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PONCIA.- Pues señor, lo que tu
señora dize es que ella no te hablará palabra, hasta
que con la primera puedas asegurar el comedimiento que a su honrra
se deve; y esto respondido y satisfecho estará en tu mano
hablalla, o jamás la hablar.
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FELIDES.- Señora, esso yo lo asseguro y
prometo.
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PONCIA.- Pues cumple que des la mano para ello,
para la seguridad que es menester y yo quiero poner sobre ti.
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FELIDES.- Señora mía, hela
aquí, que por esso no quedará.
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PONCIA.- ¿Pues otorgas todo lo que yo
dixere?
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FELIDES.- Sí, por cierto.
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PONCIA.- Pues sabe que otorgas de ser esposo y
marido de Polandria, que presente está. Y sale tú,
señora, que sin ti no se puede hazer la boda.
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FELIDES.- Déxame, señora, adorar a
mi Dios antes que lo reciba, y por una parte le adoro y alabo por
tan gran bien, y por otra, si soy digno, otorgo lo que has
dicho.
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PONCIA.- Y tú, señora,
¿otórgaste por muger y por esposa de Felides?
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POLANDRIA.- Sí, otorgo.
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PONCIA.- Pues los que Dios y yo hemos ayuntado
no los apartará Sigeril, que comigo será testigo. Y
agora que, señor, has dicho la palabra de seguridad que te
demandé, di la segunda désta y primera de
desposado.
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FELIDES.- Digo que la primera ha sido tal, que
sería lo mejor responder con enmudecer, pues falta segunda
que pueda, tras la primera de mi señora, ser primera ni
segunda.
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POLANDRIA.- Señor Felides, ya que tengo
seguridad del precio principal de mi bondad, por el qual podiste
tú merecer el del valor de tus pensamientos, quedando ellos
con el valor que tenían, que no quedaran si yo de otra
suerte con darte favor los abaxara, quanto por la razón de
mi estimación los havías ensalçado, yo te
confiesso que como por lo que digo pusiste en su estado la
estimación en que me tenías, he puesto yo en libertad
aquella fuerça de mi limpieza, que por la fuerça de
tu valor, gracias, con hermosura, he sido hasta aquí
combatida, para con mayor gloria ganar la vittoria de mi honestidad
en la cruel guerra de la sinrazón de amor, resistida con la
defensa de la mayor razón del amor de mi virtud, con aquella
vergüença que más a mí que a los
estraños devía; porque dellos puedo huyr o
esconderme, lo que de mí no puedo, pues contino donde fuera
fuera comigo la vergüença de haver faltado a mí,
a la obligación de aquella honrra y fama que mis passados
con tantos trabajos me dexaron, con el autoridad de su linaje
sostenida en los trabajos, premios de la honrra, que con descanso a
ninguno es otorgada. Assí que debaxo de tal seguro,
tú tienes razón para dezir ya lo que querrás,
y yo para responder; y no tratándome como a Dios, pues
más estimo yo, como tu esposa, ser tratada como
compañera, haviendo defendido mi limpieza, que por la
vía de señora ser adorada como a Dios, pues ni a Dios
se le ha de hazer tal injuria, ni a mí se devía con
nombre de señora tal sujeción.
|
FELIDES.- Mi señora Polandria,
bienaventurado soy yo, pues con perder contino la
esperiença, con el comedimiento que a mis pensamientos
devía, puede merecer cobralla con gloria tuya y mía,
que es la tuya. Créeme, señora mía, que nunca
contra tu valor pecó mi voluntad, y por tanto, como esposo,
aceto las mercedes que como compañera me puedes participar
para mi remedio y tu limpieza, y en todo lo demás no quiero
quitarte el señorío que para te servir contino
reconocí, para gloria tuya y de mis pensamientos; pues el
matrimonio entre tales personas como tú y yo no sufre la
sujeción que los baxos casados de sus mugeres quieren, donde
faltando en ellos la razón de la honrra que a las mugeres
como a sí mismos deven, pues por razón del sacramento
son ya uno y no dos, quedan con el instinto para rifar con ellas
como animales sobre el pesebre, que es el servicio de su casa,
tratándolas como a siervas; y créeme que, los tales,
el mayor testimonio que pueda haver para saber que Dios no los
ayuntó es podellos apartar el diablo, que no podría
si ellos en Dios fuessen ayuntados. Assí que los tales
ofenden a Dios y a su honrra; a Dios en no ser uno en una carne,
haziéndolas cada día carne, assí ofenden, que
con tratallas mal se tratan peor a sí mismos, haziendo
esclavas a ellas y a sí baxos y de poco valor y menos
virtud. Assí que, mi señora, fuera de lo que como
compañero puedo gozar del remedio de mis dolores, en lo
demás contino quiero conocer tu señorío, para
no caer en la servidumbre de la poquedad que, como dixe, los bajos
y de poco valor caen. Y para ponerme en ambas possessiones dame
essas hermosas manos, y con besallas gozaré de la gloria de
mis pensamientos en compañía desposa, y tú da
la gloria que por tu valor todos, y yo, por señora, te
deven.
|
PONCIA.- No sea todo hablar en seso, que yo
también quiero ver hablar a Sigeril.
|
SIGERIL.- Señora, y yo callar, havendo
recebido tan gran merced como éssa, pues no bastan ningunas
obras ni servicios a lo poder pagar; pues, quanto menos, las
palabras suplirán lo que devo a tus favores en acatamiento
de mi señor Felides, adonde como criado le devo el silencio
en su presencia.
|
POLANDRIA.- Paréceme, Poncia, que con
responderte Sigeril, encareciendo la merced que le heziste, te
reprehende la obligación que no me pagas, como él
publica devella y querer pagalla a Felides, como a
señor.
|
PONCIA.- Pues señora, si yo tengo de
callar en tu presencia, dame licencia para yrme a la otra rexa,
pues que ya no hay necessidad de testigos.
|
POLANDRIA.- Y te la doy y tú la
tienes.
|
SIGERIL.- Y yo la pido, para desde abaxo tenerte
compañía.
|
PONCIA.- Yo te la doy, para que pienses que no
te la doy en la parte que tú la pides, y allá me
voy.
|
FELIDES.- ¡O, mi señora Polandria!,
suplícote que, con la discreción y saber que tienes,
juzgues por tu valor y hermosura en tu conoscimiento, que en esto
no puede faltar, la razón de mis dolores y el amor que
contino de tu parte abrasa mis entrañas, porque yo no
osaré ponerme a dezir cosa tan alta con tan baxas palabras,
como en comparación de lo que yo siento es todo lo que se
puede dezir.
|
POLANDRIA.- Señor, no hay necessidad de
dezir lo que yo contino con ygual sentimiento te tengo pagado, sino
que te tengo una ventaja, que es la falta de la libertad que
tenía para descobrir mi dolor con mi limpieza; que a ti, con
gloria de publicallo para buscar el remedio, diminuía la
pena.
|
FELIDES.- ¡O, mi señora,
bésote las manos por tal merced!, pues diminuyendo mi dolor
en padescer, en valor lo has acrecentado con acrecentar el que
tú por encobrillo publicas, y de diminuillo me ha puesto
tanto para merecer gloria, que con el atrevimiento de tanta
grandeza te suplico de tu hermosa boca, como a esposo, por esta
rexa me hagas merced; pues como cosa fresca y corriendo sangre, que
es la color de sus labios, tras la red desta rexa o, por mejor
dezir, de mis prisiones, la tengo ya comprada con el precio que con
tu pena pusiste a mi dolor.
|
POLANDRIA.- Señor, ni mi honestidad lo
sufre, ni tu autoridad lo deve pedir. Súfrete por esta noche
y no quieras ser el moço del gallego, que, andando todo el
año descalço, en una hora matava al çapatero
por el calçado; que mañana en la noche yo
buscaré manera para me salir para ti a esse jardín, y
entonces, si con forçar mi honestidad quisieres gozar dessa
merced, no será en mi mano resistir, pues la fuerça
de tus manos, con la mayor de ser tu esposa, pidirán la
possessión en lo que agora me pides, que la propiedad de mi
honestidad y tu autoridad en tal parte te niegan; pues más
justo es que reciba yo fuerça de tus manos, para recebilla
yo en darte este favor, que no que la haga yo a mí por
mí para hazer lo que mandas y la rexa al presente nos
estorva de tu voluntad, en lo que con ella la mía defiende
con mi honestidad.
|
FELIDES.- Señora, yo te beso las manos
por la merced que mañana me quieres hazer, y quiero sufrir
mi deseo en la paciencia de tu honestidad; y al presente, en estas
manos que en las mías tengo quiero ocupar mi boca, y si
gozándolas causaren mi muerte, con el agua de mis
lágrimas quedarán labadas, como las de Pilatos, para
tu ynocencia en la muerte del justo Felides.
|
SIGERIL.- Señora mía, pues me
heziste merced de me querer oýr, suplícote que con tu
licencia tenga libertad, con la poca que a tu causa tengo, para te
dezir mi pena.
|
PONCIA.- Paréceme, amigo, que antes que
recibas la licencia la has tomado.
|
SIGERIL.- Señora, no lo creas que lo
diré yo, sino mi mal, que es tanto que quanto más se
quiere encobrir más se descobre; pues sabes que amores y
diablos y dineros no se pueden encobrir.
|
PONCIA.- Pues, según esso, no te quiero
dar licencia para que gozes de mí en tu pensamiento, porque
querría yo que el que fuesse mi namorado fuesse muy
secreto.
|
SIGERIL.- Assí lo seré yo.
|
PONCIA.- ¿Cómo es posible?
¿Tú no dizes que amores y diablos y dineros, que no
se pueden encobrir?
|
SIGERIL.- Sí digo.
|
PONCIA.- Pues mira cómo te has
condenado.
|
SIGERIL.- ¿Cómo?
|
PONCIA.- Porque teniendo en mí el
pensamiento, assegúrame tú los dineros, que los
diablos y los amores yo te los asseguro.
|
SIGERIL.- ¿Cómo es esso,
señora?
|
PONCIA.- ¿Y cómo, tú no
vees que soy el diablo?
|
SIGERIL.- Hi, hi, hi; tal diablo, señora,
querría yo que me llevasse, como dixo el hijo del rey.
|
PONCIA.- Cuéntame, ora, esso.
|
SIGERIL.- ¿Y cómo tú,
señora, si eres el diablo no lo sabes?, que el diablo todo
lo passado sabe.
|
PONCIA.- Ora, cuéntamelo, por tu fe, que
yo te responderé después a esso.
|
SIGERIL.- Pues has de saber que un rey
mandó a un sabio que enseñasse a un hijo suyo dende
que nasció, adonde no viesse más que el sabio; y
después que ya hombre llevólo adonde pasavan muchas
cosas, y pasando unos y otros, y el hijo del rey preguntando cada
cosa qué era y el sabio diziéndoselo, passaron unas
mugeres muy hermosas, y preguntó el hijo del rey qué
cosa era aquello, y el sabio dixo que diablos, pues tales
hazían a los hombres, y respondió el hijo del rey:
«Si éstos son diablos, yo quiero que me lleven a
mí». Y assí, señora, me lleva tú
a mí si eres diablo, que yo por ángel te tengo.
|
PONCIA.- Pues yo te certifico que en las obras
me conozcas si soy ángel o si soy diablo. Mas ¿para
qué quieres que te lleve?; porque aunque tengas amores y
diablos, si no tienes dineros, maldita la necessidad que de ti
tengo.
|
SIGERIL.- ¿Y qué sabes tú,
señora, si los tengo?
|
PONCIA.- ¿Tú no dizes que no se
pueden encobrir? Pues yo te prometo, que si los tienes, que el
proverbio mienta, porque, los tienes tan secreto, que podemos dezir
por ti que aun el mismo moro no lo sabe. Y pues tú me dizes
cuentos, yo te quiero responder otro cuento, y es que eches mano a
la bolsa y te dexes de zurru zurru.
|
SIGERIL.- Ora, dime esse cuento.
|
PONCIA.- El cuento es que andava uno muy
namorado de una muger moça y muy gentil, y no dormía
cada noche dándole música y tañéndole a
su puerta con una vihuela y cantando, y una noche paróse
ella a la ventana y díxole: «Mira amigo, si tú
algo quieres de mí, echa mano a la bolsa y déxate
zurru zurru.»
|
SIGERIL.- Señora mía, no penso yo
que en precio pusieras lo que yo juzgava sin ninguno.
|
PONCIA.- Pues agora sabes tú que sin
él no se han las mugeres. Pues sabe, si no lo sabes, que con
limpieza y dineros me has de alcançar, que no por diablos y
amores.
|
SIGERIL.- ¿Pues cómo se ha de
alcançar con dineros lo que se ha de conservar con
limpieza?
|
PONCIA.- ¿Y tú no me has
entendido? Pues entiende que con tener dineros para te poder casar
comigo quedaré con mi limpieza y tú con tu remedio,
que de otra suerte no podrás.
|
SIGERIL.- Y veamos, señora, ¿mi
persona y amor, con virtudes, no suplirán la falta de los
dineros?
|
PONCIA.- ¿Tú no sabes que lo que
se usa no se escusa? Pues si no lo sabes, sabe que ya no vale
casamiento de linaje, ni de valor, si falta de dinero, y si sobra
de dinero, sesenta tachas de persona se suplen con él y se
encubren, como encubre la blancura. Que ya no se buscan hombres sin
dineros, sino dineros sin hombres, y por esto los menos que se
casan son bien casados, y la razón es que como falta el
interesse porque se vendió el amistad del casamiento, luego
falta el amistad; quiero dezir que faltando el dinero porque se
casan, luego falta el amor que se deven como casados, lo que no
faltara si por virtudes se juntaran, porque no faltando el
interesse que se estima de la virtud, no podían faltar de
ser bien casados por virtud.
|
SIGERIL.- Señora, pues hagamos yo y
tú lo que apruevas para ser bien casados, y pues nos falta
el dinero, suplamos con la virtud la falta del dinero.
|
PONCIA.- ¿Y desso comeremos? Mira, no
quiero yo dezir que sin tener nada, que con sola virtud, se casen
los hombres, para pedillo por Dios lo que han de comer; mas quiero
dezir que no fuesse el fin a solo dinero, sino a dinero con virtud,
y que lo más del dinero sin virtud no corrompiesse la mayor
virtud por el vestido y por el comer. ¿Hasme entendido? Y si
no me has entendido, entiéndeme, que ni tú ni yo, no
teniendo nada, no hay para qué nos casar, mas los que se han
de casar quiero dezir que han de tener consideración a
más que solo dinero, puesto que sin él no se han de
necessitar a casarse, que sería necedad; que mejor es servir
a Dios con virginidad, que no casarse para ponerse en necessidad,
más de la que con guardar virginidad tuvieron, que es mejor
estado, a mi ver; y por esso, para necessidad en este estado y en
el del matrimonio, mejor es estar en el primero, y quando se
huvieren de casar, que no sea todo por suplir la falta del dinero,
si no viene acompañado de virtudes de la suerte que tengo
dicho.
|
SIGERIL.- Señora, si pensara que para
predicar me llamavas no viniera a tu sermón, porque eres muy
niña para tanta doctrina.
|
PONCIA.- Pues sabe, amigo, que no hay arte que
mejor enseñe que la intención de hazer los hombres lo
que deven, y la falta de mi edad suple el desseo de mi limpieza; y
por esto te he querido predicar, para reprenderte tu liviandad y
notificarte mi limpieza, para que no gastes tiempo para
alcançar con él lo que yo, en todo tiempo, tengo de
conservar, que es mi virtud, para con ella hazer en la vida, que ha
de acabar con tiempo, y mortal fama en todo tiempo. Y para pagarte
el amor que me tienes, te pago amostrándote el amor que me
deves tener, y no el que ni me deves ni te deves, y por él
te devo menos, quanto te devría más con amarme de
limpio y verdadero amor virtuoso, y no para conformidad de vicios.
Y no llames ni pongas nombre de amor al amor que con tanto desamor
procura deshazer lo que más se precia y poner desprecio en
lo que ama, que es la castidad y limpieza de las mugeres. Y no te
espantes que, siendo niña y no haviendo estudiado, te sepa
dezir lo que con ley natural se alcança y se sabe en todo
hombre; porque fue tan sabio el artífice de naturaleza, que
en las cosas sin sentido y en las que por instinto se goviernan,
como son los animales, aves y peces, les puso tal natural que
ninguna hierra de lo necessario para conservar el fin de su
naturaleza, por donde se saca que menos dexó de tal virtud
desamparada la razón del hombre, pues lo principal que haze
al hombre ser hombre es bivir con razón de hombre, y esta
razón con su naturaleza la recibió. Y por esto, no te
maravilles tú que yo haga mi officio de razón, usando
della para la necessidad de conservar mi natural limpieza, pues
para conservar el ser de tal virtud las cosas todas no faltan. Y
con esto te ve con Dios, que quiero yr a recordar a mi
señora del sueño de la conversación de los que
mucho se aman, que es más pesado que el natural. Y
conténtate de me amar con limpio amor como te amo, y dexa el
amor que buscas para menor contentamiento, quanto para mayor lo
desseas, y desengáñete desse engaño el
desengaño que en todas las cosas desta vida hay, y
más en aquéllas que con vicio prometen el
contentamiento, como son los amores, que alcançando el fin
dexan el desengaño por castigo del tiempo passado y
malgastado, y el pesar del engaño con el desengaño
presente de su poco contentamiento; y no hagas jamás cosa
que sepas que, forçado, en algún tiempo te ha de
pesar de havella hecho, y procura siempre hazer aquello que, de
hazello, en todo tiempo pone gloria de contentamiento. Y con esto,
te queda a Dios, con quien quedarás haziendo lo que digo,
teniéndome y teniéndote los verdaderos amores que
tengo dichos.
|
SIGERIL.- Señora, espantado me dexas; y
bien dizía yo que en nombre del diablo me llevara a Dios,
según tus razones; y con Él vayas.
|
PONCIA.- Señora, ora es de te retraer, y
quédese esto para otra noche.
|
POLANDRIA.- Señor, hagamos lo que dize
Poncia, pues los que miran batalla más veen que los que
están en ella, y no perdamos por tan poco lo que nos
assegura gozar tan presto de más tiempo.
|
FELIDES.- Señora, yo no puedo más
que obedecer en todo a Poncia, pues tuve señorío para
ponerme en el mayor del mundo; y con esto, tornando a besar tus
manos, me voy.
|
POLANDRIA.- Yo te prometo, señor, que me
las dexas bien lavadas esta noche, que aunque tuvieran mudas las
huvieras bien mudado para las poder besar sin asco.
|
FELIDES.- ¿Mudas?; ¡y qué
mudas tienen y han tenido!, pues me mudaron de cautivo a libre, de
pena a gloria, de esclavo a señor, de infierno a
paraýso, de no ser a ser, y de muerte a tener vida, y vida
segura de toda muerte.
|
PONCIA.- Ora dexa, señor, de tanto
filosofar, y dexa a las aves el parlar, que ya con la mañana
assí lo comiençan a hazer.
|
FELIDES.- Señora, hombres de armas no
pensava yo que desta gloria me pudieran apartar, quanto más
los páxaros; y pues donde fuerça hay, derecho se
pierde, señora mía, Dios quede contigo, y tú
vayas comigo hasta mañana, y contigo, señora
Poncia.
|
POLANDRIA.- Señor mío, y contigo
vaya, que comigo quedas.
|
PONCIA.- Señora, dacá la mano, no
tropieces, y acuéstate y durmamos, que bien lo hemos
menester.
|
POLANDRIA.- ¡O, Poncia! ¿con
qué te pagaré yo lo que por mí has hecho?
|
PONCIA.- Señora, con dexarme yr a dormir,
que lo he menester.
|
POLANDRIA.- Ora, pues, Dios vaya contigo.
|
Argumento de la XXXII Cena
|
|
FELIDES llama a
SIGERIL, y él se
quexa del poco cuydado que con su gloria ha tenido en su pena, y
FELIDES le promete de dar
casamiento y casallo con PONCIA; y mándale llamar a
PANDULPHO, y burlan con
él sobre su santidad; y van después por la puerta de
POLANDRIA, y POLANDRIA y PONCIA los veen. Y
introdúzense:
|
|
FELIDES,
SIGERIL, PANDULPHO, CORNIEL, PONCIA, POLANDRIA, QUINCIA.
|
FELIDES.- Bien parece que la falta del cuydado
con el no pensado remedio ha dado lugar al sueño, que tarde
es. Quiero llamar a Sigeril, y ponerme muy galán hoy, pues
tengo razón para ello. ¡Sigeril!; ¡a,
Sigeril!
|
SIGERIL.- Señor, ¿qué
mandas?
|
FELIDES.- ¿Qué ora es?
|
SIGERIL.- Señor, las diez son dadas.
|
FELIDES.- Ora es de levantar. Dame hoy de vestir
de brocado forrado en ermiños.
|
SIGERIL.- Bien parece, señor, que tienes
más gloria que yo.
|
FELIDES.- ¿Pues cómo te fue con
Poncia?; que con mi gloria no me he acordado de tu pena.
|
SIGERIL.- No te has querido parecer a Julio
César en la vitoria contra Pompeyo, ni al rey Agesilao en la
vitoria contra los tebanos y argivos, que la clemencia de los
muertos y vencidos les templava la gloria del vencimiento; y por
una parte, con las mercedes mostravan la gloria de su victoria
pagando los servicios, y con las lágrimas la clemencia de
los vencidos y muertos de los suyos y de los agenos.
|
FELIDES.- Por cierto, cosa digna de notables
príncipes has dicho, y deuda principal de verdaderos
hombres, que es que en ningún tiempo el interesse propio
niegue el de la obligación de la virtud que los hombres
más a complir con otros que consigo tienen. Mas la victoria
de mi gloria (pensando que la tuya se havía reportado),
pareciéndome que mi ventura sobraría donde por
razón faltasse en mis criados, me hizo descuydar; mas
sepamos, ¿cómo te fue?
|
SIGERIL.- Fueme, que por Nuestra Dueña,
que mal año para quantos predicadores hay en el mundo que
tal sermón me hizieran, como aquella donzella anoche me hizo
para apartarme de mis pensamientos, fuera de casarme con ella; y
con esto puso más estorvo por parte de faltar dinero en
entrambas partes.
|
FELIDES.- Pues bien está, que en esso
quiero yo que veas tú que en mi vitoria no olvido las
mercedes de los grandes servicios; que yo quiero esta noche ser tu
casamentero, y suplir con mis sobras vuestras faltas.
|
SIGERIL.- Bésote las manos, señor,
porque las mercedes sobran a todo mi merecer, y llegan a todo lo
que tú deves al tuyo, no tanto por suplir con el dinero la
falta dél, como con la persona de Poncia la falta del
contentamiento que sin ella toda mi vida tuviera. Que bien paresce
que quieres pagar lo que te deves más que no lo que me
deves, pues conforme a la deuda de tu obligación me has
querido pagar, y no a la poca que a mis servicios tienes.
|
FELIDES.- Tú dizes lo que deves y yo no
pago lo que devo, porque créeme Sigeril, que en esto de las
mercedes, que han de obrar tanto por razón del que da, que
los príncipes, sabidos, realmente sabidos los servicios, no
havían de tomar parecer para las mercedes de hombre que
menos que príncipe fuesse. ¿Sabes por qué?,
porque el que con obligación de rey nasció no nasce,
ni ha de nacer, menos que con coraçón y ánimo
de rey para pagar los servicios; y los que no son reyes contino
aconsejan a la medida de sus ánimos, y como quedan tan baxos
del ánimo que el rey deve tener, por mucho que se alarguen
queden cortos, y assí salen escassas las mercedes de los
príncipes, porque no se hizieron con ánimo y
coraçón de reyes, sino por coraçón y
ánimo de súditos. ¿Sabes el porqué?,
porque ninguno da más de lo que tiene, y adonde piensa el
súdito que se alargó queda corto el príncipe.
Y dexando esto, dame de vestir, y passaremos tiempo un poco con
Pandulpho sobre su santidad.
|
SIGERIL.- Pues si lo vieses, señor,
quál anda con unos agollones, que no parece sino
hermitaño, rezando toda esta mañana.
|
FELIDES.- ¡Válalo el diablo, el
rufianazo, covardazo! ¿Y qué le ha tomado agora de
ser tan santo?
|
SIGERIL.- Maldita otra cosa, sino de miedo de yr
contigo anoche.
|
FELIDES.- Ora dame acá de vestir, y ponme
bien essa ropa; y tú Canarín, di que me ensillen una
mula con una guarnición de brocado, y, adereçada,
llámame; y di a Pandulpho que venga acá. Sigeril,
dame acá la gorra de la medalla del fenis que se quema, pues
pude sacar de mi ceniza otro yo, honrémosla hoy.
|
PANDULPHO.- Señor, ¿qué es
lo que demandas?
|
FELIDES.- ¿Qué santidad es
ésta, tan súpita, Pandulpho?
|
PANDULPHO.- Señor, el espíritu
donde quiere espira. Quien convertió a Sant Pablo y a Sant
Agustín y a María Magdalena, ¿es mucho que
dé gracia a un hombre pecador como yo he sido?
|
FELIDES.- Por cierto, que la gracia no sé
si te la dio, mas es grande la que veo en verte con essas
cuentas.
|
PANDULPHO.- Señor, las cuentas, como a
solo Dios se han de dar, no me pena que te parezcan gracia, porque
a solo Dios se ha de satisfazer, que los hombres de nada se
satisfazen. Y ándeme yo caliente en su servicio, y
rýasse la gente quanto quisiere, pues sabes que
«bienaventurados seréis quando los hombres dixeren mal
de vosotros mintiendo por Mí».
|
FELIDES.- Por cierto, que estás tan
reformado que será bien que pedriques de aquí
adelante.
|
PANDULPHO.- Señor, la verdadera
predicación es con el buen exemplo en las obras, porque mal
se recibe la reprehensión de las palabras del que no la
tiene en las obras.
|
FELIDES.- En fin, ¿que ya no son tus
missas cosas de armas ni de affrentas, como hasta quí?
|
PANDULPHO.- Señor, no soy tan necio que
no entiendo algaravía, como aquél que bien la sabe.
Mas sabe que en cosas justas que ninguno me echará el pie
adelante, ni en las cosas injustas quedará más
atrás que yo.
|
FELIDES.- ¡Bendito sea Dios, que tan
presto te mudó! Mas, ¿qué llamas cosas justas,
para que sepamos lo que te hemos de encomendar?
|
PANDULPHO.- Guerra contra infieles, tomar armas
en defensión de tu persona.
|
FELIDES.- ¿Pues cómo anoche no las
quesiste tomar para yr en defensión de mi persona?
|
PANDULPHO.- Porque yvas en offensa de tu persona
y ánima, y no tenemos los servidores de Dios tanta licencia;
que si a ti te viniessen a matar, estonces yo tomaría las
armas.
|
FELIDES.- Mas estonces no las llevarías,
para estar más suelto, que el peso de las armas empide
mucho.
|
PANDULPHO.- Yo, señor, entiendo bien
esso, mas ya te dixe que «bienaventurado serés quando
los hombres dixeren mal de vos mintiendo por Mí».
|
FELIDES.- ¿Luego yo miento? ¿Pues
no está más liviano un hombre desarmado que armado?
Yo te hago a ti juez.
|
SIGERIL.- Esso, señor, será para
huyr.
|
FELIDES.- Pues para algo es ello.
|
PANDULPHO.- ¡O, Santo Dios, qué
valiente hombre hemos topado, Sigeril! Pues no pienso que me has
echado tú el pie delante en lo que nos havemos hallado.
|
SIGERIL.- No, por cierto, que no pienso yo que
ninguno en cosa de afrenta te lo eche delante; y que me puedes
tú a mí dezir, con más razón, lo que el
hombre anciano dixo al rey Alexandre, tratándolo mal.
|
PANDULPHO.- ¿Y qué le dixo?
|
SIGERIL.- Díxole: «No sé yo,
¡o Alexandre!, por qué me tratas mal, pues sabes
quántas vezes con mis pechos defendí yo tus
espaldas»; como tú lo heziste la noche de la
música, que con los pechos fuiste a defender mis espaldas
porque pensaste que nos tomavan la calle.
|
PANDULPHO.- No estoy ya en tiempo de
responderte, que bien entiendo essas malicias; perdónete
Dios, que más passó Él por mí.
|
FELIDES.- Ora déxale, que la mayor prueva
de fortaleza es yr por el camino estrecho de la salvación,
donde los fuertes solos son los que la ganan, y fuerça
padece; y déxale, que es un santo; y dame acá la
mula. Y tú, Sigeril, toma un vestido de terciopelo de los
míos por pago del trabajo de anoche, porque assí se
han de galardonar los que osan, como reprehender los que temen,
como por esperiencia desto he loado a Pandulpho y
galardonádote a ti.
|
PANDULPHO.- Ya tengo respondido; y no de balde
dizen, a palabras locas, orejas sordas.
|
FELIDES.- Assí lo hazía yo quando
tú reprehendías mis filosofías; y
cállate y callemos, que cada sendas nos tenemos. Y vamos por
casa de Paltrana.
|
CORNIEL.- Pardiós, señor, que vas
de perlas y para parecer dondequiera.
|
PONCIA.- Señora Polandria, corre,
corre.
|
POLANDRIA.- ¿Qué es?
|
PONCIA.- Es tu esposo, que en mi ánima,
dél a un serafín no hay diferencia; bendiga dios tan
lindo hombre. Ponte los cavellos tras las orejas, señora,
que assí destocada estás tú para ver.
|
POLANDRIA.- ¡Ay, cuytada, y creo que me
vio!; mas no se me da nada, que ya lo tengo engañado.
|
PONCIA.- Maldito el engaño que de ninguna
parte veo, que tú para muger y él para hombre no hay
más que pedir. Mas ¿no viste qué mustio yva el
cuydado de mi requebrado?
|
POLANDRIA.- Por cierto, harta lástima
huve yo dél.
|
PONCIA.- Y no me quiso myrar, el dolor, haziendo
del enojado.
|
POLANDRIA.- Pardiós, que es muy bonito
mancebo, y que tengo de trabajar con Felides que os casemos, y os
demos con que honrradamente podáys passar.
|
PONCIA.- Bésote las manos, señora,
que con esso, por cierto, a él le sobra para casarnos lo que
sólo sin esso nos falta, que yo estoy bien contenta de su
persona, casta y disposición.
|
QUINCIA.- ¿No sabes cómo,
señora, el pastor Filínides es venido al
jardín, a acabar sus cucharos?
|
POLANDRIA.- ¡O Cómo huelgo! Vamos
un rato, Poncia, a holgar con él.
|
PONCIA.- Pardiós, vamos señora, y
tendremos buen día, como la tendremos buena la noche.
|
POLANDRIA.- Vamos, que cree que no hay cosa que
más huelgue que de oyrle hablar en amores, puesto que le
tengo gran lástima. Y tú, Quincia, si llamare mi
señora, llámanos.
|
Argumento de la XXXIII Cena
|
|
POLANDRIA habla al
pastor FILÍNIDES en
el jardín, y él huelga con ellas y canta sus versos,
y después de havelles contado todo lo que passó con
la pastora Acays vanse para PALTRANA. Y
introdúzense:
|
|
POLANDRIA,
FILÍNIDES,
PONCIA.
|
POLANDRIA.- ¡O amigo Filínides,
tú seas bienvenido!
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FILÍNIDES.- Mi señora, no puedo yo
ser bienvenido a pobrado dejando por el desierto aquella Acays, que
me tiene a mí desierto de todo prazer. Mas el consuelo que
en su soledad me trae es para verte a ti, que con verte y otearte
se regozija mi coraçón como si viesse a la mi
Acays.
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POLANDRIA.- Ay, Filínides, mucho me
huelgo yo que con mi vista recibes algún consuelo a tu mal;
y ruégote que me digas cómo te ha ydo después
que de acá fuiste.
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FILÍNIDES.- Mi señora, yo huelgo
dezirte lo que ha passado, porque de contallo recibo prazer, junto
con el que me dizes que de contallo sientes, para que en la soledad
donde apartado de la mi Acays me hallo, con las hayas y mis ovejas
hablo, para que diziendo mi mal tome algún descanso; que si
no lo dixesse, con mis congoxas se aprieta tanto mi pecho que todos
los campos halla estrechos, según se siente apretado. Y el
mayor consuelo que tengo es visitar los prados y fuentes, donde
alguna vez veo la mi Acays. Hablando con sus flores, diziendo que
dónde dexaron yr aquella fror de mayor hermosura, y
viéndolas pacer a mi ganado, assí como él
está rumiando las frores, rumio yo en la fror de más
hermosura y frescura de la mi Acays.
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POLANDRIA.- Y veamos, ¿haste hallado
alguna vez con ella solo?
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FILÍNIDES.- Sí hallé, mas
tan solo la vi que aun comigo no me hallé, viéndome
solo con ella.
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PONCIA.- Dinos ora esso, Filínides.
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FILÍNIDES.- Havés de saber, mi
señora, que andando yo con mi ganado al prado de las fuentes
de las hayas, que es una fresca pradera, ya que el sol
quería ponerse, teniendo el cielo todo lleno de manera de
ovejas de gran hermosura, gozando yo de lo ver junto con el son que
la caýda de una hermosura fuente hazía sobre unas
piçarras, mezclada la melodía del son del agua de los
cantares de los grillos, que ya barruntavan la noche con la
caýda del sol y frescor de cierto ayre, que el olor de los
poleos juntamente con él corría; estando pues, yo, a
tal tiempo, labrando una cuchara con mi cañivete, provando
en el cabo della a contrahazer a la mi Acays de la suerte que la
tenía en la memoria, diziendo que quién la tuviera
allí para podelle dezir toda mi grima y cordojos,
héteosla aquí donde asoma para bever del agua de la
fuente, con un capillejo en su cabeça con mil crespinas, y
dos çarcillos colgados de sus orejas con dos gruessas
cuentas de plata, saliendo por somo sus cernajas rubias como unas
candelas, vestida una saya bermeja con su cinta de tachones de
prata, que no era sino groria vella. Pues otear sus ojos monteros,
tamaños como de una bezerra, no eran sino dos saetas con la
gracia y fuerça con que oteava; por cierto, que el ganado,
desbabado por otealla, dexalla el pasto. Y assí
agostó con su hermosa vista la hermosura de los campos, como
los lirios y rosas agostan con hermosura las magarzas; y junto
venía cantando, que mal año para quantas calandrias
ni ruyseñores hay en el mundo que assí retumbasen sus
cantilenas; pues el gritillo de la boz, ni grillos ni chicharras
que assí lo empinen. Y como yo la oteé, y con aquella
boca que no parecía sino que se deshazía sal de la
brancura de sus dientes, manando por la bermejura de sus labios, y
que me habró, diziendo: «¿Qué hazes
aý, Filínides?», yo assí asmé en
oýlla y otealla tan cerca, que no parescía sino
bordón de gayta quando al mejor cherriar le dan
puñada que le hazen estancar, que quedé que por gran
priessa a un cacho de hora no pude hablar. Mas ella llega y beve en
la fuente al chorro que sobre las lanchas cahýa, que con el
esperriadero del agua, quando se alçó de bever, unos
goterones trahía por las mexillas que, con la color y
brancura de su rostro, no semejava sino que vía las frores
de mayo por las mañanas, cargadas del relumbrante y craro
rucío. ¡O, válasme Dios, y qué cosa era
ver su gestadura! «¡Y habrá agora este
canto!», assí habrava yo. Y díxome: «Si
pensara, Filínides, que con otearme havías de passar
tal grima, no te viniera a ver para con vesitarte pagarte el
amorío que me tienes, que fuera de habrarte y otearte no te
puedo pagar». Ya yo, entonces, más recobrado sobre
mí, haziendo manar más agua de mis ojos que las
fuentes de sí davan, le respondí: «¡Ay,
la mi Acays!, ¿cómo quiere que habre quien tú
has quitado todos los memoriales? Que ya tan de esmarrido estoy,
que el bien que para mi remedio pensava que era otearte,
aquél me ha más empecido; yo cierto te digo que
pisé cogido el día que te vi, quando cobré tal
roña que la miera que yo pensava que pudía sanarme,
que es tu vista, acrecienta más mi roña. ¡O, mi
Acays!, yo te juro que no hay carnero en todas las majadas tan
modorro como yo, tanto, que mi ganado tiene la color demudada de
ver la mía tan desmarrida. No sé ya qué te
diga, pues no sé lo que habro; no sé qué te
pida, pues me daña lo que pienso que me aprovecha; no
sé qué te otee, pues con otearte me muero y con
otearme me matas; no sé dónde baya, pues los campos
hallo estrechos; no sé dónde me abrigue, pues las
maiadas no me amparan; no sé dónde me escalesca pues
al sol y en la siesta he frío. Ni las hayas me hazen sombra,
ni el sol me quita el frío, ni el agua me quita la sed, y el
comer me pone hambre y todo me haze hastío. Sólo
querría lo que no quieres, que es que pues has agostado mi
esperiencia, que la acabes con acabar la vida, abrasándola,
pues está ya seca en el agosto de mi remedio para que pueda
produzirse della mi esperança, donde se apacente mi desseo,
secando la hierba de tal esperança para morir con la lluvia
de mis lágrimas». Y, mía fe, como esto dixe,
trasportéme fuera de mis memoriales, y quando en mí
torné hallé mi rostro mojado, y sus mexillas con el
manantial de sus lágrimas. Y con esta piedad en su crueldad
se fue, sin hablarme ni hablar más con ella; y
después de yda gozé más de la gloria de
haverla oteado, que quando presente mis ojos la oteaban. Y
quedé donde al propósito hize ciertos versos.
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POLANDRIA.- ¡Ay, por tu vida, amigo, que
los digas! que he tanto gozo en oýrte, que no lo puedes
pensar ni saber.
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FILÍNIDES.- |
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Ora, pues, oye:
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Acays de gran beldad, |
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aquella agua sin amor, |
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con ojos de piedad |
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de tu propia crueldad, |
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que vertiste en mi dolor, |
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me acrecentaron el mal, |
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y puédeslo ver
assí, |
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que de verme tan mortal, |
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la lástima en verme tal |
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te la hizo haver de ti. |
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Tu crueldad, que lloraste |
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más cierto que mi
fatiga, |
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en ella claro mostraste |
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quán gran mal en mí
dexaste, |
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pues lo siente su enemiga. |
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¡O, grave dolor sin
cuento, |
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caso de gran maravilla! |
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que la causa del tormento, |
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de sentir lo que en él
siento, |
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queriéndolo, haya
manzilla. |
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Si Filínides es mudo, |
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Acays es causa dello, |
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dando a su garganta nudo, |
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muy más que hablando
pudo |
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sentillo Acays, con vello. |
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Yo sentí lo que
sentía |
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en mí, por sentillo
ella, |
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más que por lo que
devía |
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en mi mal, que en mí no
vía |
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hasta que lo vi por ella. |
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Las aves, los animales, |
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mares, peces, a desora, |
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con alaridos mortales |
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vengan a sentir mis males, |
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lloren, pues Acays llora. |
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Los vientos, quebrando ramas, |
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muestren tan gran sentimiento |
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que espanten ciervos y gamas, |
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y en fuerça de bivas
llamas |
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todos sientan lo que siento. |
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POLANDRIA.- Por cierto, amigo, tú das tan
bien a sentir tu mal que de tu sentimiento lo has puesto a los que
te oýmos; y estoy muy espantada que una pastora tenga
razón para sufrir en su bondad la fuerça de la piedad
de tu dolor, sabiendo ser a su causa.
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PONCIA.- Mi señora, por aý
verás tú lo que yo digo, que la mejor sciencia para
bien bivir es la ley natural que Dios puso en todas las cosas, pues
una pastora sabe tan bien resistir su voluntad para satisfazer su
honrra.
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FILÍNIDES.- Mi señora, y aun en la
paciencia de su bondad sufro yo mi fatiga. Mas gozaos, que ya
algunos buenos hombres del lugar andan entendiendo en casarnos, y
está ya concertado; y a esto vine, a hazéroslo saber,
y para las bodas serés mis combidadas, porque os
gozés con mi gozo.
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POLANDRIA.- Esso haré yo de muy buena
voluntad, si mi señora me diere licencia.
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FILÍNIDES.- Sí dará, que yo
se lo tengo de rogar. Y yo te prometo, mi señora, de la
primera vez que acá venga, de traerte una dozena de
cuchares, y en la una dellas la figura de Acays y en otra la
mía, para que te acuerdes de mí. Porque, por cierto,
allá en somo las hayas no me olvido yo de vosotras en todos
mis travajos, por el gozo que en hablar con vosotras en mis amores
rescibo, porque por allá, mal pecado, nunca me depara Dios
sino unos zagales que burlan de mi mal y se me ponen a dar consejo,
que no es para mí sino a par de muerte; porque la vida sola
con acabar tiene poder de acabar en mí el mal y amor que a
la mi Acays tengo. Y aun pienso que no ha de acabar la vida, porque
este mal más lo siento yo en el alma que en el cuerpo, y
pues ella no es de acabar, no pienso que acabará lo que
está contino en ella. Porque a mí ni me duele pie ni
cabeça, braço ni piernas, sino sólo siento el
dolor en el alma, donde contino tengo a la mi Acays. Y no
temería la muerte por temor de yr a los fuegos del infierno,
porque menos pena que passo en ellos passaría, si no fuesse
por quitar a la mi Acays dellos, que no quitaría si mi alma
allá fuesse.
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POLANDRIA.- Por cierto, el amor te haze dezir lo
que tu estado niega; y con esto te queda a Dios, y visítanos
muchas vezes.
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FILÍNIDES.- Señora, y Dios vaya
contigo, que sí haré.
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POLANDRIA.- Tú, Poncia, ¿no te
maravillas de lo que hemos oýdo a este rústico? Agora
no me maravillo de los dichos de Felides.
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PONCIA.- Señora, no te maravilles, que
como espíritu habla en él el amor, que él es
el que dize las sentencias, y la lengua pronuncia, conforme a su
natural, las palabras grosseramente. Y con esto, tomemos nuestras
labores y vamos, hasta que sea hora de la venida de tu esposo.
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POLANDRIA.- Ora vamos, que razón es se
haga assí.
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