Sombras nada más
- 1 -
De cómo con aquel sorteo extraordinario de la
Natividad del Señor Jesucristo, se desvaneció, en Puebla, la loca
fortuna del juego del loto
- 2 -
Noticia urgente de la llegada de don Erasmo de
Figueroa, a quien seguían toda su prole, dos mozas de servicio, un
chófer pagano y el gran danés
- 3 -
Acerca del tenaz y delirante sitio que Leo Ros dio en
poner a tan desgraciadas gentes
- 4 -
Donde se contienen, de manera fragmentaria, algunas de
las pasmosas revelaciones de la Sapa, sobre la remota década
glorificante de copiosos débitos y embarazos matrimoniales
- 5 -
Crónica de ciertos desajustes de la
ecología que provocaron el pánico y la burla comarcanos y en la
que se registran asimismo algunas de las más preclaras hazañas
ecuménicas del reportero ebrio y achuchador
- 6 -
De cuando acaeció que las putas de la llamada
calle de la Mancebería fueron emplumadas, con grandes muestras de
regocijo, y del canguelo que se le metió en el cuerpo a
madame Duchamp al conocer el atroz
destino que corrieron sus parientas
- 7 -
Inventario de ensalmos, amuletos y pócimas del
que echó mano la joven doctora para sacarle de encima el aojo al
libertino Leo Ros, cuando éste confundió el río Segura con
el Hudson, también llamado North river, y de la furia que
solevantó tamaño desatino
- 8 -
Sobre los devaneos y gollerías del muy ilustre
canónigo magistral don Nicomedes Gallardo, en el palacio de los
marqueses de Peñamora; sobre su encubierto destierro; y sobre la sublime
y definitiva ascensión que emprendió a expensas de sus
enfebrecidos ardores que se desparramaron generosamente por Puebla del Socorro,
como una bendición
- 9-
Declaraciones que constan acerca de los siniestros
habitantes de «Villa Soberana», a las que se sucedieron las
estratagemas que habrían de culminar con la captura de todos los
individuos de la tribu, incluyendo el gran danés Sitting Bull y al
hombre negro llamado Bumba, así como la sensacional
identificación de los mismos
- 10 -
Del catálogo de sombras, fábulas y
desperdicios, y del plano monumental de las desolaciones de Puebla, que le
anunció a Mercedes Amorós, privadamente, el torbellino
incontrolado de la melancolía, cuando se consolaba imaginando
lluvias
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