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ArribaAbajoHurtado de Mendoza, Antonio

Castro Urdiales (Santander). 1586 - Zaragoza. 1644

Poeta. Caballero de Calatrava. Secretario de S. M. y de su Cámara. Autor de comedias y colaborador de Quevedo.




Al matar el toro Felipe IV


   En denuedo alevoso, en campo abierto
cedió sólo a tu imperio soberano
el bruto, que a su rey osó tirano
quitar la monarquía del desierto.

   Más al aplauso que al destrozo muerto,  5
la misma brevedad le halló temprano;
que en las glorias, Felipe, de tu mano
nada menos que admira que el acierto.

   La fiera, al real estrago agradecida,
lisonja hizo al morir, y no violencia,  10
que antes llegó la muerte que la herida.

   Y al brazo que ni al orbe es resistencia,
feroz rindiendo la rebelde vida,
muerte no pareció, sino obediencia.




- II -


   Ningún hombre nació para admitido,
que ninguno merece ser amado;
que si en porfías cansa un desdichado,
matará en presunciones un querido.

   Mal se queja el mejor de aborrecido,  5
que en daño de razón no hay desdichado;
sobra el ser hombre ya para culpado,
y basta ser amor para ofendido.

   No estén las hermosuras, no, quejosas
del común desacierto de la dicha,  10
que no hay suerte mayor que ser hermosas.

   ¡Oh tantas veces ignorada dicha!
Que si un hombre pudiera hacer dichosas,
no fuera menester otra desdicha.




A don Diego de Mendoza


   Si en el ínclito Conde de Tendilla
humilla Marte la triunfante espada,
(a Mendoza del Sol la venerada
planta) el Sol mismo por Don Diego humilla.

   Goza del uno la mejor cuchilla  5
que honró a Castilla y asombró a Granada,
del otro aquella pluma celebrada,
que envidia a Italia dio, gloria a Castila.

   A los dos Roma tuvo para afrenta
de Césares, y Tulios (dos extremos)  10
que en su mayor grandeza España cuenta.

   Libros del Conde a su valor tenemos,
en vos la gloria, que Don Diego aumenta
pues famoso otra vez por vos le vemos.




Soneto


(De la comedia Querer por sólo querer)


   Estas son y serán ya las postreras
lástimas amorosas, que ofendidas
vivan a su dolor agradecidas,
aun de la propia muerte lisonjeras.

   Y estas serán las lágrimas primeras  5
que en lo mejor del corazón nacidas
pagadas se verán, como fingidas:
y desdicha tendrán de verdaderas.

   Y este mi amor será tan obstinado
que al tiempo, a la desdicha, a la mudanza,  10
será ejemplo de amor siempre agraviado.

   Pero todo este mal un bien alcanza,
que, en fin, para morir un desdichado
ni ha menester remedio ni esperanza.




Soneto


(De la comedia Querer por sólo querer)


   Amar quiero sin premio, y nunca puedo
que amar es premio; padecer querría,
y el dolor tanto agrada al alma mía
que de este gusto escrupuloso quedo.

   Apetezco morir y en el denuedo  5
hallo nueva razón de cobardía,
que huyo del mal, y toma la osadía
la parte del vivir, la voz del miedo.

   Si vivo, mi dolor desacredito;
si muero y amo, el alma lo condena,  10
que uno es comodidad y otro delito.

   ¡Oh novedad de más desdicha ajena
que vida sobre a un mal, que es infinito,
y no baste el morir para una pena!




Soneto


(De la comedia Querer por sólo querer)


   Amable soledad, muda alegría
que ni escarmiento ves, ni ofensas llora,
segunda habitación de las auroras,
de la verdad primera compañía.

   Tarde buscaba paz del alma mía  5
que la vana inquietud del mundo ignoras,
donde no la ambición hurta las horas
y entero nace para un hombre el día.

   ¡Dichosa tú que nunca das venganza,
ni de palacio ves con propio daño  10
la ofendida verdad de la mudanza,

   la sabrosa mentira del engaño,
la dulce enfermedad de la esperanza,
la pesada salud del desengaño!




Soneto a la astrología


   De Cielos, y Elementos ordenado,
este Mundo interior se ve sensible,
el superior mental, Mundo invisible,
de espíritus, e Ideas habitado.

   El infinito en el tercero grado,  5
es inefable, inmenso, inaccesible
de la increada esencia incomprensible,
de quien Cielo, Ángel, y hombre fue criado.

   El cuarto llaman, el pequeño Mundo,
como Epitome, y Cifra, que es el hombre  10
de tantas cosas, y criaturas bellas.

   De Teórica, y práctica le infundo,
que es conocer, e investigar mi nombre,
Cielos, Planetas, Círculos, y Estrellas.




Musa VII


   De las culpas Señor, que he cometido,
frágil, ingrato, ciego, y obstinado,
estas lágrimas son, que he derramado,
a tus pies (mi JESÚS) arrepentido.

   Pésame a mí de haberos ofendido,  5
por ser quien sois, y ahora confiado,
en vos, morir espero ya enmendado,
con dolor de aquel yerro en que he vivido.

   Bien merece un infierno la malicia,
de mi vida, con tanta exorbitancia,  10
que ahora he despertado la conciencia.

   A la piedad apela la justicia,
pues aun más, que mi error, y mi ignorancia
tiene de ser mi Dios vuestra clemencia.




A un olmo, caída la hoja


   Olmo fui ayer, o hipérbole florido,
a la pomposa luz de un fértil prado,
y hoy, de lo que ayer fui casi olvidado,
báscula soy del tiempo encanecido.

   De los soplos del Euro combatido,  5
mi esplendor a mis pies halló eclipsado,
que aun no me le ausento, infame cuidado,
porque no me llevaste un dulce olvido.

   Lengua del aire fue mi verdor mudo,
siempre del aire fui apacible enredo,  10
y hoy por él de mi pompa me desnudo.

   De quien más me trato, quejarme puedo;
mas ay, quien mejor que él matarme pudo:
aire fue mi vivir, aire me quedo.




Soneto


   Brama el mar, de los aires ofendido,
y estrella quiere ser en su elemento;
gime de horrores desatado el viento,
un mal de tantos montes oprimido.

   Cruje la selva, el Cielo, embravecido,  5
estremece el dudoso firmamento;
que no hay quien niegue a un daño el sentimiento,
una queja, una lágrima, un gemido.

   Yo solo, siempre en padecer constante,
soy de mi mal en la postrera cumbre,  10
alma sin voz, silencio de diamante.

   ¡Oh, continua enseñada pesadumbre!
sufrir sin novedad, un triste amante,
tanto debe un dolor a la costumbre.




Soneto


   Sangrienta perdición, yugo tirano,
guerra cruel, origen, y osadía
de la injusta, primera tiranía,
que puso cetro en poderosa mano.

   Bárbara ley, tan murmurada en vano,  5
ayuda del morir a la porfía,
como si no costara sólo el día,
¿cómo si no sobrara el ser humano?

   Mas aun más, ¡oh, guerra!, estés culpada,
es mayor la de fáciles antojos  10
en bello campo de belleza armada.

   No quiero amor, más quiero dar enojos
a la dura violencia de una espada,
que a la blanda soberbia de unos ojos.




Soneto


   En una roca de cristal luciente,
que el blanco aljófar de un estanque lava,
afila la herramienta de su aljaba
el Acidalio, joven inclemente.

   En dos lascivos viejos, insolente,  5
dardos de fuego desde el agua enclava,
que en llamas arden de lujuria brava,
por la beldad que admiran en la fuente.

   Arden los ojos en alegre fragua,
sin que ataje sus llamas fulminantes  10
el que a Susana baña licor puro.

   Antes más se avivaron con el agua
sus llamas violentas, pues bastantes
fueron para forjar hierro tan duro.




De El trato muda costumbre


Jornada tercera - Juana


   Soberana virtud, sencilla, y pura
de nuestra vida estimación primera,
mi alma con rendido amor venera
la gloriosa verdad de su hermosura.

   Mas de ti, o venganza, o mal segura  5
virtud bastarda fementida, y fiera,
con destrozo fatal hallar quisiera
la preciada traición de tu locura.

   Con ira noble yo miré un tirano,
esposo vil, que en ciego barbarismo,  10
mi quietud alteró turbada en vano.

   Cielos, de mí que fuera en tanto abismo,
si como mi desdicha está en su mano,
no estuviera hoy en mí mi valor mismo!




ArribaAbajoHurtado de Mendoza, Lope

Marqués de Almazán


España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega.




A la muerte de Lope de Vega


   No ha muerto Lope, pues aun hoy respira
la fama con aliento dilatado,
y el olvido, que a tantos ha borrado,
apenas de los ojos le retira.

   Antes parece ya, según se mira  5
de nuevos esplendores adornado,
que la llama vital, que soplo el hado,
se esforzó con la llama de la pira.

   Y si en lo activo de ese incendio ha sido
el término preciso, en lo luciente  10
vincularán los tiempos lo mudable.

   ¡O grande admiración! pues ha podido
de una llama, que ardió caducamente,
resultar una luz indeclinable.




ArribaAbajoHurtado de Toledo, Luis

Toledo. 1523 - 1590

Escritor, poeta y religioso. Corrector y prologuista. Sonetos publicados en 1557 en Toledo en el libro Cortes de casto amor y cortes de la muerte.




Luis Hurtado de Toledo a la Católica Señora Isabel Reina de España


   Católica reina de excelsa planta
de Francia cristianísima nacida,
recibid al que sale en vuestra vida
a mostraros su fruta dulce y santa.

   Del santo antecesor Luis os canta  5
la arpa de esta Historia y os convida
que cual fue margarita esclarecida
seáis y que gocéis de gloria tanta.

   San Luis empezó con la bandera
de la Cruz a ensalzar el sacro nombre  10
de Cristo en tierra santo do muriera.

   Ya Felipe a escogido Dios por hombre
según su corazón para que entera
se le consagre y la morisma asombre.



Luis Hurtado de Toledo a los lectores



- I -


   Infancia juventud, claros varones,
los que seguís las letras, y la espada,
parad la nave, en vuestra mar airada,
y tomen puerto, vuestras aficiones.

   El fabuloso ensayo, y las ficciones,  5
de tanto encantamiento y cuchillada
se acabó, porque el alma está informada
y quiere ejercitar los altos dones.

   La madre santa Iglesia, con victoria,
en lugar de las cañas, os ha dado,  10
las lanzas con que halláis eterna gloria.

   Y así de su tesoro, os ha sacado,
aquesta verdadera, y santa historia,
del santo Luis en Francia coronado.



- II -


   Sabios poetas, claros Oradores,
retóricos supremos y curiosos,
teólogos morales y famosos,
satíricos y cómicos cursores.

   Artífices también, Historiadores  5
de ejemplos y de Historias deseosos
gozad de estos tesoros tan preciosos
pues son inestimables sus valores.

   Aquí veréis a Ovidio renovado
con sus transformaciones dibujadas  10
que aun casi vivas demostrallas puedo.

   El cual ha corregido y enmendado
con letras de su imprenta delicadas
Francisco de Guzmán el de Toledo.

   Y en ellas pone miedo  15
al hombre virtuoso
no se transforme en bestia por vicioso.




Luis Hurtado de Toledo en la nueva impresión y correción del Orlando Furioso


   El furioso, ya manso y Cortesano,
se os presenta, de nuevo arnés vestido,
de sus furias y faltas corregido,
y de Francés tornado Castellano.

   Pero López de Haro Toledano  5
en el palenque Hispano le ha metido,
con tanta discreción, que ha merecido,
ganar en triunfo a César el Romano.

   Si Ariosto el inventor merece gloria,
y mucha loa Urrea en referirla,  10
y Francia por dejarnos tal memoria.

   Si el de Haro ilustró tanto a Castilla,
al de Haro Impresor se de victoria,
que sobre todos debe conseguirla.




Luis Hurtado de Toledo, en alabanza del valeroso español y esforzado caballero Bernardo del Carpio


   De Achiles, y de Ulises cante Homero,
Virgilio, de su Eneas peregrino.
Ariosto, de Orlando Paladino,
Mena, del Rey don Juan el justiciero.

   De Bernardo del Carpio, el caballero,  5
yo canto en nuestra España su destino,
que persiguiendo el pueblo sarracino,
fue el Marte más pujante y verdadero.

   Josué, ni David, ni el Macabeo,
Alejandro, ni César, ni el Troyano,  10
Artus, ni Carlos, ni Gudufre alcanza.

   Donde los hechos de Bernardo leo,
y así sobre los nueve este cristiano,
en todo el mundo es digno de alabanza.




Luis Hurtado anciano pastor del Mártir Vicente, al santo y al autor


   Aunque es tan soberana y sin medida
la gloria que a Vicente Dios ha dado
otra gloria en el mundo le ha dejado,
para que el mártir viva en nuestra vida.

   Esta fue vuestra pluma esclarecida  5
que su santo martirio ha declarado
con verso tan sonoro y delicado
que a devoción del mártir nos convida.

   Si Alejandro lloró porque su historia
no pudo ser cantada por Homero  10
para así hacer eterna su memoria.

   Señor Luis de la Cruz del santo espero
que por la suya os ha de alcanzar gloria
ya que cantáis su triunfo verdadero.

   Y yo su ganadero  15
el galardón le pido
de siete lustros con que le he servido.




Soneto y declaración


   Como léyense las ardientes llamas
María en el pequeño libro escritas
y viera: tus mentiras infinitas
en tus razones escritos derramas.

   Que ansina no te quemas y ansí amas  5
ni soy yo tan hermosa cual recitas
son estas cortes vanas y exquisitas
para engañar con ellas a las damas.

   Mas el cuaderno abierto que leyera
tres veces en sus hojas se volviendo  10
quiso por mí a la dama haber hablado.

   Y visto que era en balde con María
al cielo con suspiros fue gimiendo
conmigo en vivas llamas abrasado.




Soneto y declaración


   La muerte y el amor yendo camino
la noche les tomó en una posada
ciega la muerte, amor la vista atada
parar juntos la noche les convino.

   Ya que venía el alba el sol vecino  5
queriendo cada cual ya su jornada
tomaron las aljabas no mirada
que el uno la del otro asió sin tino.

   La muerte fue tirando a los mortales
amor a los mancebos sin consejos  10
mas muy contrario el tiro les sucede.

   Por tirar con saetas desiguales
la muerte enciende ya de amor los viejos
Cupido a muchos mozos matar puede.




ArribaAbajoIbáñez, Juan Miguel

España. Siglo XVII

Poeta.




Al único sucesor del Fénix de España don Juan Pérez de Montalbán


   Miente El fatal destino en ti, o Montano,
pues tu ser de tu ser se inmortaliza,
que si en veneno Clotos se desliza
la envidia ha de cortar el hilo en vano.

   Y aunque parezca en mí medio inhumano,  5
ya te admito gozoso en tu ceniza,
que mucho si el primer Sol te eterniza,
que Águila pases más allá de humano.

   Felice si envidiada fue tu suerte,
pues borraste a la envidia una esperanza.  10
¿Moriste? no, que el hado menos fuerte,

   otra vida en ti mismo te afianza,
dichoso tú otra vez, que aun de la muerte
torcer pudiste la fatal balanza.




ArribaAbajoIbáñez de Aoiz, Juan Lorenzo

Zaragoza. Siglo XVII

Poeta.




Soneto


   Estas hojas que ofreces al desvelo
estudioso, en florida Primavera,
de hermosas plumas son pompa ligera,
con qué dilatará tu fama el vuelo.

   Del Pindo, que al Zafir azul del Cielo,  5
de esmeralda, se añade verde Esfera,
flores son, y tejer de ellas espera
corona Apolo al oro de su pelo.

   No huelgue, no, en tu pluma generosa,
pues a tan altos vuelos te destina,  10
que del Pindo corona el Horizonte.

   Y en él copia de flores tan hermosa
derrama; que en tu cumbre peregrina,
es ya Jardín, lo que antes era monte.




ArribaAbajoIbarra, Juan Antonio de

España. Siglo XVII

Poeta. Secretario y contador del Consulado y Lonja de Sevilla




A la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán


   De aquel raro prototipo, de aquella
originaria luz, quedó un traslado,
diestro pincel, que sazonó el cuidado
de una constelación y de una estrella.

   Géminis fuese, o fuese estación bella,  5
o querida erección del Sol dorado,
y dos Lopes de un Lope, o de un sagrado
vínculo, efectos dos, que un amor sella.

   Fénix en fin de un Fénix procediste
(o Montalbán) y en su favila ardiente  10
el Genio acrisolaste, o excediste.

   Fuiste, y te quedaste eternamente,
dorando en la luz joven que viviste,
que aprenda el docto, y que la envidia afrente.




ArribaAbajoIciz, Leonor de

Nápoles. Siglo XVI

Señora de la Baronía de Rafales.




A don Alonso de Ercilla


   Mil bronces para estatuas ya forjados,
mil lauros, de tus obras premio honroso,
te ofrece España, Ercilla generoso,
por tu pluma y tu lanza tan ganados.

   Hónrese tu valor entre soldados,  5
envidie tu nobleza el valeroso,
y busque en ti el poeta más famoso
lima para sus versos más limados.

   Derrame por el mundo tus loores
la fama, y eternice tu memoria,  10
porque jamás el tiempo la consuma.

   Gocen ya, sin temor de que hay mayores,
tus hechos y tus libros de igual gloria,
pues la han ganado igual la espada y pluma.




ArribaAbajoIranzo, Lázaro Luis

España. Siglos XVI - XVII

Sargento Mayor. Nombrado por Juan de Castellanos en su Elegías de Varones Ilustres




En honor de Juan de Castellanos


   No debe tanto a Homero el griego bando
porque cantó sus hechos soberanos,
como a Juan Castellanos, castellanos
que los va en las estrellas colocando.

   Virgilio esté a sus frigios alabando,  5
y el docto Tito Livio a sus romanos:
que nuestro historiador con propias manos
obró con Marte lo que va cantando.

   Fueron igual en él pluma y espada,
en vencer y en cantar de las regiones  10
del español pisadas y rendidas.

   Y destas sus historias y blasones
la muerte quedará tan ensalzada,
que ya los vivos no estimen las vidas.




A Juan de Castellanos


   Hechos heroicos de cenizas frías,
que en el olvido fueron sepultados,
en esta historia están resucitados
con gloria eterna de sus bizarrías.

   Las batallas, contiendas y porfías,  5
reinos en nuevo mundo conquistados
por españoles, cuyo triunfo y hado
se vino a celebrar en nuestros días.

   Levántase el que está más escondido,
y toma nuevo espíritu viviente;  10
que Castellanos con su voz lo llama.

   Sus nombres sonarán de gente en gente
sin temer las tinieblas del olvido.
siendo este Apolo trompa de su fama.




ArribaAbajoJauregui, Juan de

Sevilla. 1583 - Madrid. 1641

Vive en sus primeros años en Sevilla. Más tarde es enviado a Italia para su formación artística y literaria. Enemigo de Góngora y Quevedo. Pintor.




A San Ignacio de Loyola


   Ved la columna que descubre senda
en el piélago rubro al pueblo amado,
el fuego y el granizo ved mezclado,
porque el egipcio su amenaza entienda.

   Ved sobre el mar, porque su golfo encienda,  5
el ángel fuerte, de pureza armado,
y en procelosas ondas arrojado,
a Jonás ved que al ninivita enmienda

   de Dios ved el espíritu influyendo
sobre las aguas; ved el arca ufana,  10
que vida ofrece en la borrasca a tantos;

   así de Ignacio en la laguna ardiendo
veréis la caridad, que ejemplos santos
pudieron describir, no voz humana.




Un amante, abrasando las prendas de su dama


   Pasó la primavera y el verano
de mi esperanza, y el agravio mío
en la estéril sazón del seco estío
entrega estos despojos a Vulcano.

   Bien que el sagaz amor intenta en vano  5
oponer al incendio un hielo frío,
donde el turbado pecho pierde el brío
y se entorpece la cobarde mano.

   Mas la razón, que mi derecho ampara,
quiero fomente el fuego merecido:  10
reliquias mueran de memorias mías.

   Y el desengaño, como fénix rara,
que estuvo de mi llama consumido,
vivo renazca entre cenizas frías.




Soneto


   Sobre las ondas acosado Antonio,
al fuerte Augusto y a Cleopatra mira;
una al dominio del incauto aspira;
otra al diadema del imperio ausonio.

   Entrégase el amante al golfo Jonio,  5
más encendido en vil amor que en ira;
inmensa armada en su favor conspira
del medo y persa, egipcio y macedonio.

   Puede triunfar de Augusto acometiendo;
también huyendo de Cleopatra, puede  10
vencer astuto su malicia y arte.

   Trueca la acción; y del contrario huyendo,
sigue su amada fugitiva, y cede
ambas victorias al Amor y a Marte.




A un navío destrozado


   Este bajel inútil, seco y roto,
tan despreciado ya del agua y viento,
vio indiferente el vasto movimiento
del proceloso mar, del Euro y Noto.

   Soberbio al golfo, humilde a su piloto,  5
y del rico metal siempre sediento,
trajo sus minas al ibero asiento,
habidas en el índice remoto.

   Ausente yace de la selva cara,
do el verde ornato conservar pudiera,  10
mejor que pudo cargas de tesoro.

   Así quien sigue la codicia avara,
tal vez mezquino muere en extranjera
provincia, falto de consuelo y oro.




A la edad del año


   De verdes ramas y de frescas flores
vistió la Tierra, en su niñez infante,
el virgen seno, y su vivaz semblante
ornó de mil guirnaldas de colores.

   Joven después, en plácidos amores  5
gozando, al cielo, su amador constante,
de las entrañas, como tierna amante,
de suspiros en vez, lanzó vapores.

   Mil frutos de sazón, el vientre abierto,
luego produjo, al puro viento ufana,  10
broca pero la faz mostrando y ruda.

   Hoy, arrugado, en su vejez, el yerto
rostro la vemos, y de nieves cana:
todo la edad lo descompone y muda.




Al sol, amaneciendo


   Rubio planeta, cuya lumbre pura
del tiempo mide cada punto y hora,
si el bello objeto que mi pecho adora
sólo le gozo entre la noche oscura,

   ¿por qué ya se adelanta y se apresura  5
tu luz injusta y el Oriente dora,
las sombras alejando de la Aurora,
y, con la sombras, mi feliz ventura?

   Dirás que, el dulce espacio defraudado
ya de la noche, me darás el día,  10
tal que de vida un punto no me debas.

   Si debes; causa del ausencia mía:
que es vida sólo el tiempo que me llevas;
y el que me ofreces, un mortal cuidado.




Soneto


   Dame el peñasco, Sísifo cansado,
y tú, infelice Tántalo, tu pena;
dame, Prometeo, el águila y cadena,
herido el pecho, y al Caúcaso atado.

   Dame, Ixión, la rueda en que, amarrado,  5
a eterno giro el cielo te condena,
y llevad todos la miseria ajena
de un corazón en celos abrasado.

   Aliviaréis el peso a mi tormento,
mientras al trueco y desigual porfía  10
fuere vuestra paciencia poderosa.

   Y cuando a alguno falte el sufrimiento,
no juzgará después tan rigurosa
la pena suya, experto de la mía.




A Nucio Cebola


   Librar del fuego la engañada mano
manda, Pórsena, y el acero agudo,
que Mucio abrasa, de temor desnudo
y del castigo de sí mesmo ufano.

   La propia diestra, que el varón romano  5
ardiendo pudo ver, inmoble y mudo,
ésa mirar intrépida no pudo
el ofendido príncipe toscano.

   En alta admiración cambia la saña,
la vida al enemigo reservando,  10
que para darle muerte armó la diestra.

   Feliz error, que mejoró la hazaña.
Mano siempre feliz, pues pudo, errando,
ser ejemplo de tantas y maestra.




A la hazaña de don Álvaro Pérez de Guzmán el Bueno, en la defensa de Tarifa


   Las altas voces y rumor travieso
oye el Guzmán hispano desde el fuerte,
y al hijo mira amenazado a muerte,
y entre las huestes enemigas preso.

   Del paternal amor el grave peso  5
le representa su contraria suerte;
mas el alto valor del pecho fuerte
se aventajó con espantable exceso.

   Del muro arroja su desnuda espada,
y ésta sus filos en el hijo emplea;  10
a quien dice, con voz no alborotada:

   «Manche el suelo tu sangre derramada
primero que la misma en ti se vea
con el infame deshonor manchada.»




Epitafio a las ruinas de Roma


   El nombre ausonio, que, ligera y suelta,
la fama un tiempo resonó, y el culto
templo tarpeyo, a quien el indio oculto
rindió tesoros, y el iberio celta,

   aquí difunto yace. Aquí, resuelta  5
la piedra en polvo y el antiguo vulto,
nos muestra Roma su sepulcro inculto,
en las cenizas de sí misma envuelta.

   Fue rara Fénix, que su cuerpo mismo
quiso abrasar en encendidas guerras,  10
porque su vida renovase el vuelo.

   Y si un tiempo rigió las anchas tierras,
hoy estiende desde ellas al abismo
su sacro imperio, y al empíreo cielo.




Condena al fabricar soberbios palacios


   ¡Ay, de cuán poco sirve al arrogante
el edificio que, soberbio empina
sobre pilastras de Tenaro, y fina
de mármol piedra, y color cambiante!

   Pues cuanto más del suelo se levante  5
máquina excelsa, al cielo convecina,
tanto más cerca atiende a su ruina,
tanto más cerca al rayo del Tonante.

   Consumirá en los jaspes su tesoro;
y consumidos de la propia suerte  10
ellos serán, en términos ligero.

   Y, por ventura, entre alabastros y oro
del alto capitel, verá su muerte,
pobre y desnudo, el sucesor primero.




La virtud a la envidia


   Juez que enormes culpas no corriges,
y la Virtud condenas y aborreces;
tú, que en la ajena dicha te entristeces,
y el daño ajeno por alivio eliges;

   Envidia, que traidoras armas riges,  5
y, a tu pesar, si el ánimo embraveces,
al envidiado honoras y engrandeces,
y al envidioso con ahínco afliges,

   hacer podrás de tu veneno empleo
turbando el pecho que mis obras culpa;  10
que en mí no alberga de tu fuego indicio.

   Y otra mayor venganza no deseo
del que me envidia que su propia culpa,
donde es castigo de sí mesmo el vicio.




En una estatua del rey Filipo III, esculpida por insigne artífice toscano. (Pedro Taca. Carrara 1580 - Florencia. 1640)


   Lisipo, a solas, el trasunto vero
pudo esculpir del macedonio Marte,
do, reguladas fuerzas y arte,
fue el escultor igual a su guerrero.

   Pues tú que agora juntas, Marte ibero,  5
al mundo antiguo tu segunda parte,
bien debe, quien intenta figurarte,
sobrar la industria del buril primero.

   Mas como de Alejandro el soberano
reino te aumenta el cielo, gran Filipo,  10
así te da escultor que al suyo eccede.

   Ya ves docta labor en tosca mano,
que , oscureciendo el arte de Lisipo,
tu espíritu infundir al mármol puede.




En el túmulo que fabricó Sevilla a la reina Doña Margarita


   Hoy, por Vandalia insigne y su cabeza,
magnífico sepulcro al cuerpo santo
de Margarita se dedica, en tanto4
que el alma goza de mayor alteza.

   No el rico adorno y la imperial grandeza  5
mueva a curiosa admiración y espanto
los ojos mismos: que a dolor y a llanto
debe mover, y a funeral tristeza.

   Ya en cuanto espacio el universo estiende
su grave faz, todo placer destierra  10
la Muerte, ufana de tan noble palma.

   Ella se alegre; alégrese la tierra,
que las cenizas envolver pretende;
y el cielo puro, que atesora el alma.




Soneto amoroso


   Burla o blasona la corcilla o gama,
bien guarecida entre su bosque espeso,
del gran lebrel y acosador sabueso,
cuyo ladrido la amenaza y llama.

   Mas si, engañada de la hierba y grama,  5
al raso campo estiende el pie travieso,
muriendo paga su ligero ecceso,
y en vano el gremio de las selvas ama.

   Así, mientras cerrado en mi aspereza
viví, burlaba, Amor, de tus rigores;  10
mas engañóme un rostro lisonjero.

   Salí de mí, siguiendo la belleza
de un paraíso con perpetuas flores,
donde a tus manos rigurosas muero.




Soneto


   Si en el amado pecho más constante
teme el olvido el amador ausente,
porque en la ausencia el tiempo no consiente
memoria o voluntad perseverante,

   yo, que en presencia (miserable amante)  5
no fui correspondido, y al presente
mi ausencia Filis no recela o siente,
¿qué olvido espero a su rigor bastante?

   Esta imaginación al alma asida
mil muertes puede darme; y yo, con ella,  10
ser puedo a mis tormentos homicida.

   Mas como agradan a su causa bella
tanto mis males, me reserva en vida:
que es mayor mal que lo será el perdella.




Un ausente, navegando


   Jamás por larga ausencia, amada Flora,
sentir podrá mi fe mudanza alguna,
bien que me engolfe y lleve la Fortuna
por la remota mar hircana o mora.

   Si en cada espuma que levanta agora,  5
brillando el agua al rayo de la luna,
naciesen Venus ciento, y cada una
fuese de un nuevo Amor engendradora,

   y éstos y aquéllas, con igual denuedo,
cuidasen aumentar el fuego mío,  10
ni se aumentara, ni mi fe creciera.

   Y aunque de acrecentalla desconfío,
vivo en eterno afán, porque no puedo
quereros tanto como yo quisiera.




En el día de la presentación


   El justo Simeón al Verbo humano
abraza, y a la muerte apetecida
grato se ofrece, al tiempo que la Vida
tiene, y el mismo Espíritu, en su mano.

   Y cual sonoro cisne, el sabio anciano,  5
ya su esperanza y gran edad cumplida,
alegre de su fin, la agradecida
voz funeral así levanta ufano:

   «La muerte agora (oh, claro sol, que abierta
senda nos muestras a la vida ausente!)  10
llegue, y en paz el cuerpo desanime.

   «No precie ya, quien ve tu luz presente,
ver otra luz; ni el que la firme y cierta
salud alcanza, la mortal estime.»




A la invención de la cruz


   Siempre del Redentor crucificado
la cruz fue semejante imitadora:
si en ella Cristo se recuesta y mora,
ella le carga el hombro delicado.

   El honra el leño de la cruz sagrado;  5
la cruz al Cristo ensalza, al mismo honora;
hoy ella resucita vencedora,
y fue, cual Dios, su leño sepultado.

   Si Magdalena busca y halla a Cristo,
hoy a la cruz Elena busca y halla.  10
Él vence y huella la región precita.

   Ella a Majencio rompe y avasalla.
Muchos, tras El, resucitar fue visto:
así la cruz los muertos resucita.




A la coronación de Nuestra Señora


   Sois nueva esfera, ¡oh, Virgen!, que la mente
descubre eterna y su saber pregona,
con sol y luna, cuya luz blasona
de las que habitan el confín de Oriente;

   y el Artífice labra omnipotente  5
de estrellas doce espléndida corona,
cual doce signos de luciente zona,
que el cielo os ciñan de la sacra frente.

   Sois orbe, cuya bella compostura
nunca nocivas apariencias hace,  10
ni con lo adverso lo feliz alterna;

   y al que debajo de sus astros nace
en la virtud, le anuncia y asegura
siempre felicidad y gloria eterna.




A la paloma que salió de la boca desta santa en su muerte


   La cándida paloma, honor del suelo,
que es la perfecta y una, a quien su Esposo
llamó del monte Líbano frondoso,
ya parte, a su llamado, del Carmelo.

   Pasó el rigor del invernizo yelo,  5
y del cóncavo nido pedregoso,
vuela a gozar del íntimo reposo:
ved cual se encumbra; ya penetra el Cielo.

   ¡Oh, cuánto la remira el que la aguarda
desde sus pies hasta sus ojos bellos!  10
¡Oh, cuál la admite con abiertos brazos!

   Alegre puedes acogerte en ellos,
do con tu Esposo dulce, ave gallarda,
unida vivas en eternos lazos.




Soneto


   Triunfó la culpa, incontrastable y fiera,
hasta que el Cielo resolvió, aplacado,
que una Virgen sin mancha de pecado,
la atropellara y su altivez rindiera.

   Dio al hombre Dios su libertad primera,  5
y estableció, por mejorar su estado,
el Sacerdocio santo, en que humanado
le goza, y siempre de gozarle espera.

   Hoy, que la Virgen sigue su victoria,
ya votan su limpieza, en voz festiva,  10
los Sacerdotes con fervor devoto.

   Bien oprimida yaces, culpa altiva,
pues son tu oprobio eterno, y nuestra gloria,
Virgen, Limpieza, Sacerdocio, y voto.




Soneto amoroso


   Burla y blasona la corcilla o gama,
bien guarnecida entre su bosque espeso,
del gran lebrel, y acosador sabueso,
cuyo ladrido la amenaza y llama.

   Mas si engañada de la hierba y grama,  5
al raso campo extiende el pie travieso,
muriendo paga su ligero exceso,
y en vano el gremio de las selvas ama.

   Así mientras cerrado en mi aspereza
viví, burlaba (Amor) de tus rigores,  10
mas engañome un rostro lisonjero;

   salí de mí, siguiendo la belleza
de un paraíso con perpetuas flores,
donde a tus manos rigurosas muero.




ArribaAbajoJiménez Cerdán, Beatriz

Siglo XVII




Soneto a la muerte de Isabel de Borbón


   De Francia marchitó la flor más bella,
del rigor más común el golpe fiero;
desdicha grande, si funesto agüero,
que a España le dejó tanta querella.

   Si alfombras de cristal triunfante huella,  5
túmulo de dolor grave y austero
renueva sus memorias, tan severo
que anocheció la más lucida estrella

   que atenta celebra las memorias
del sol, a quien debió luces tan claras,  10
llorando que le falten sus reflejos.

   Perdió su luz mi sol, perdí mis glorias;
aquí, vida veloz, tu curso paras;
quiebren a un mismo tiempo dos espejos.




ArribaAbajoJiménez de Enciso, Diego

Sevilla. 1585 - Siglo XVII

Caballero en 1613. Lo celebraron Lope y Cervantes. Teniente Aguacil Mayor de Sevilla en 1625. Teniente de la Alcaldía del Castillo de Triana.




Soneto


   ¿Cómo, robusto monte, con tu frente
no iguala ya la hierba de este llano,
y cómo ¡oh, triste yo! Betis anciano
no vuelves a Segura tu corriente?

   «¡Lisi me olvida y su palabra miente!»  5
Montano dijo, y respondió Montano
el sacro río con el monte cano:
«¡Qué mucho si es mujer y estaba ausente!»

   No sois testigos de que Lisi es mía,
peñas (prosigue); responded por señas,  10
pues, ¿cómo goza Fabio su hermosura?

   «¡Oh, loco el hombre que en mujeres fía!»
voces Montano da; callan las peñas,
el monte escucha, el río lo murmura.




ArribaAbajoJiménez Sedeño, Francisco

España. Siglo XVII

Poeta.




A la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán


   No de Elicona en cítaras suaves
Clío, y Calope, con sonoro acento
alternen dulces, ni en el libre viento
canoras vuelen sus pintadas Aves.

   Endechas giman, cuanto tristes, graves,  5
en ronco metro, y fúnebre lamento,
dando principio al justo sentimiento,
tu Filomena, que de penas sabe.

   Murió Montano, y esta losa fría
(¡Qué dolor!) da al olvido su memoria,  10
ausente y a su espíritu divino,

   mas no a la fama, que desde este día
cantará para aumento de más gloria
las obras de tu Ingenio peregrino.




ArribaAbajoJuñent y de Vergos, Francisco de

España. Siglo XVII

Poeta. Soneto acróstico para las exequias del Rey Carlos en 1644, durante el reinado de Felipe IV.




Soneto


    Corre ligero a la Celeste Esfera,
Amante girasol del ser Divino,
Reina en Solio mejor, que se previno
La constancia feliz de tu carrera;

    Oficioso el respeto te venera:  5
Superior a los fueros del destino,
Regentado del orbe cristalino
Eclécticas de luz desde tu hoguera;

    Inalterable España en adorarte;
Jurisdiciones busca que cederte,  10
Viendo perdida en ti su mejor parte

    Solicita su Amor, eterno hacerte,
Throno formando en sí, que dedicarte,
O en la gloria otra España, que ofrecerte.




ArribaAbajoLainez, Pedro

España. Siglo XVII

Poeta.




Soneto


   De un ébano sutil dos bellas piernas,
bellas del bello que las tapa y cubre,
una arrugada y descarnada ubre,
dos secas nalgas y húmedas cavernas.

   Un pecho de tablón, y dos mal tiernas  5
castraduras de macho que descubre;
un brazo de nogal, que al mes de Octubre
pronostica las cosas más internas:

   Un pálido color de quinta angustia,
a puro azogue conservado y hecho;  10
un listón por la frente atado al justo;

   una severidad marchita y mustia
me abrasa el alma, y me consume el pecho
tal es la fuerza de un bellaco gusto.




ArribaAbajoLariz Sarmiento, Sancho

España. Siglo XVII

Poeta.




Soneto


   Pasó la tempestad: que al Sol hermoso,
también suele atreverse el vapor vano;
y el achaque mayor del ser humano,
es el adolecer de Poderoso.

   O vivas con tu nombre generoso,  5
hermosa Majestad, y el tiempo cano
a lo perpetuo de, de tu Verano,
renuevos mil del árbol glorioso.

   Prosigue en repetirnos los favores,
esclarecida Reina, y tu belleza  10
multiplica con nueva maravilla.

   Y no temas del hado los rigores
que mal podrás caer de la grandeza,
si es centro de los Reyes de Castilla.




ArribaAbajoLaso de la Vega y Cerdá, Lorenzo

Cuba. Siglo XVI

Poeta y militar.




Soneto


   Dorada isla de Cuba o Fernandina,
de cuyas altas cumbres eminentes
bajan a los arroyos, ríos y fuentes
el acendrado oro y plata fina.

   Si el dulce canto y música divina  5
de aquél que vio las infernales gentes,
las penas suspendió tan diferentes
y movió a compasión a Proserpina.

   Con cuánta más razón. isla dichosa,
estáis vos dando al Orbe admiración  10
con este nuevo Homero y fértil yedra.

   Pues su dulzura os hace más famosa
que aquélla a quien la lira de Anfión
hizo los muros de ladrillo y piedra.




ArribaAbajoLauder, Licenciado

Zaragoza. Siglo XVII




A la muerte del doctor Juan Pérez de Montalbán


   A equivocar verdores de su Vega
se humilló un alto Monte, en quien fecundo,
admirando sus méritos el mundo,
algún premio le da, muchos le niega.

   Pomposas cumbres a la valle entrega  5
la que quiso lograr triunfo segundo;
mas mintió su ambición, que en lo profundo
de las glorias de aquel, ella se anega.

   Ruinas presumen ser las osadías
de inconstante lisonja de los años,  10
olvidando erección de la memoria.

   AL MONTE VAN fatales tiranías,
y encuentran en el fin sus desengaños,
que es Vega, el Monte, y reproduce gloria.




ArribaAbajoLaynez, Pedro

Madrid. 1538 - Valladolid. 1605

Poeta petrarquista. Citado por Cervantes en La Galatea con el nombre de Damón.




Soneto


   Salga con la doliente ánima fuera
la dolorosa voz sin alegría,
busque mi nuevo llano nueva vía
llorando pena tan amarga y fiera;

   cámbiese ya mi alegre primavera  5
en noche eternamente escura y fría,
y pues muero por ti, señora mía,
escucha mi cansada voz postrera.

   No muero desamado ni celoso,
que igual es cualquier suerte en tu presencia,  10
sólo un dolor me acaba agudo y fiero.

   Para encubrirle más, ya no hay paciencia,
para mostrar cual es, soy temeroso;
en fin, es tal que por callarle muero.




A Jorge de Montemayor


   Divino Ausías, libre de recelo
estoy que un tiempo ya me dio cuidado;
que tu subido canto levantado
se está por no entenderle acá en el suelo,

   pues ha subido tanto el alto vuelo  5
y es tan dulce el estilo y delicado
con que Montemayor te ha declarado,
que tu encubierta fama llega al cielo.

   En cargo te es España, pues le diste
tal obra, que con ella le ganaste,  10
a mal grado del tiempo, un nombre eterno.

   Y a ti, Montemayor, pues sólo fuiste
el que tan alto bien comunicaste
que sacas del renombre sempiterno.




A la princesa de Portugal doña Juana


   Altísima princesa en quien el cielo
con abundante mano ha derramado
la gloria y el valor tan extremado,
por quien se estima en alto precio el suelo;

   cuyo saber, beldad y honesto celo,  5
digno de eternamente ser loado,
nos muestra claro ser claro traslado
de aquel que te levanta a tanto vuelo.

   Si en los altos oídos se consiente
llegar alguna vez al bajo canto,  10
disculpa hallará mi atrevimiento,

   pues ver los claros ojos y alta frente
bañados con tan largo y alto llanto,
subió tan alto mi atrevido intento.




A la muerte de la Condesa de Lerma


   Valor y cortesía ¿qué se han hecho?
honestidad y gracia ¿se han perdido?
belleza y discreción ¿dónde han huido?
La muerte lo dirá, pues lo ha desecho.

   Pues sólo escurecer un blanco pecho,  5
volver un rostro alegre entristecido,
¿basta a quitar de todos el sentido?
Si, pues el daño es tal, ¡o, crudo hecho!

   Contra tan alto bien ¿quién fue tan fuerte
que a tantos derribo su airada mano?  10
Quien puede más que todos, que es la muerte.

   ¡O, Condesa de Lerma! ¡o, mundo vano!
lo que en hacerte tal te dio alta suerte,
borró con acabarte tan temprano.




A fray Pedro de Padilla por su Tesoro de poesías publicado en 1587


   De la varia sutil, red amorosa
si ventura, o razón, no nos defiende
flaca es la mayor fuerza que pretende
rendir la que es, y fue tan poderosa.

   Seguir a Amor empresa es peligrosa,  5
huye y no aprovecha, antes ofende,
más ya se puede amar, pues ya se entiende
que hay paso incierto, o senda ya dudosa.

   Tú famoso Padilla le hallaste,
pues con ventura, y con razón pudiste  10
subir lo alto, asegurar lo incierto.

   Los secretos de amor que penetraste
tan vivamente aquí los descubriste
que es ya lo oscuro y falso, claro y cierto.



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