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ArribaAbajoMarqués de Tarifa, El

España. Siglos XVI - XVII

Poeta.




Soneto


   Tienen los garamantes una fuente
que, por oculta calidad del suelo,
el agua tiene fría como el hielo,
cuando la hiere el sol resplandeciente;

   mas luego que en la mar moja la frente,  5
y el mundo se oscurece, y en el cielo
tiende la negra noche el rico velo,
hierve y abrasa como fuego ardiente.

   Así yo triste, en fuente convertido
de llanto, estoy helado en la presencia  10
de los ojos, que son el sol que temo;

   mas luego que oscurece mi sentido
la oscurísima noche de su ausencia,
en vivo fuego me consumo y quemo.




ArribaAbajoMarqués del Aula, El

España. Siglos XVI - XVII




Soneto


   Tú, que das vista, sol hermoso, a cuanto
ciega la fea noche; tú, que mojas
las rubias trenzas en las aguas rojas
del caudaloso y siempre ilustre Xanto;

   tú, que en la vida quitas, con espanto  5
de Niobe arrogante, si te enojas,
y a las cavernas del infierno arrojas
al sacrílego Ticio, atado al llanto;

   Al fiero Aquiles el vivir quitaste
porque ofendió tus muros, y en la arena  10
vertiendo el alma, diste al mundo ejemplo;

   tú en este libro un templo levantaste:
advierte que merece mayor pena
quien profanare tu divino templo.




Soneto


   Profundo lecho, que de mármol duro
me guardas el descanso postrimero,
abre tus senos, que, según espero,
en breve ocuparé tu sitio oscuro.

   Si en parte alguna puedo estar seguro,  5
en ti no me hallará daño tan fiero,
o no vere quizá el mal de que muero,
faltándome la luz de este aire puro.

   Y rota la cadena que detiene
en esta y miserable y triste vida  10
el alma, a su pesar aberrojada,

   descansará del mal que en ella tiene
el agua del olvido, ya bebida,
en los elíseos campos olvidada.




ArribaAbajoMarquius de Careaga, Guterius

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega




A la muerte de Lope de Vega


   Muerte cruel, nacida del pecado,
vengadora de injurias y de afrentas,
que sin ley y sin término violentas
las leyes justas de cualquier estado.

   Muerte, que en la corona y el arado  5
igualmente los filos ensangrientas,
y siendo nada, a pretender te alientas
de todo el universo el magistrado.

   Muerte, ocasión de bandos y cizañas,
de inciertos fines, y de fines ciertos,  10
que al Apolo Español la luz empañas.

   Ya que lograste tantos desaciertos,
ponle como blasón de tus hazañas
sobre el ribazo inmenso de tus muertos.




ArribaAbajoMartín de la Plaza, Luis

Antequera (Málaga). 1577 - 1635

Sacerdote de la Colegiata de su ciudad natal.




Soneto


   Cubierto estaba el Sol de un negro velo,
luchaba el viento con el mar hinchado
y él en huecos peñascos quebrantado
con blanca espuma salpicaba el cielo.

   El ronco trueno amenazaba el suelo,  5
tocaba el rayo al monte levantado
y pardas nubes de granizo helado
el campo cobijaban con su hielo.

   Mas luego que su clara luz mostraron
los bellos ojos que contento adoro  10
y a quien el alba envidia los colores,

   calmó el mar, calló el viento y se ausentaron
los truenos, pintó el Sol las nubes de oro,
vistiose el campo de olorosas flores.




Soneto


   Tiñe tus aguas en señal de luto,
Guadalhorce, y aumenta tu creciente;
llora, pues no verás eternamente
flor en tu margen ni en tus plantas fruto,

   que el dios del mar robó, ladrón astuto,  5
al que honró sol hermoso tu corriente,
como si de oro y de cristal luciente
rebelde le negaras el tributo.

   Venganza espera tu afrentosa injuria;
combate al mar con tus arenas hondas,  10
pide tu sol con guerra, no con ruego,

   corre, no temas su arrogante furia,
pues que te dan para vencer sus ondas
agua mis ojos y mi boca fuego.




Soneto


   Nereidas, que con manos de esmeraldas
para sangrarle las ocultas venas
de perlas, nácar y corales llenas
azotáis de Neptuno las espaldas

   y, ceñidas las frentes de guirnaldas,  5
sobre azules delfines y ballenas
oro puro cernéis de las arenas
y lo guardáis en las mojadas faldas:

   decidme, así de vuestro alegre coro
no os aparte aquel dios que en Eolia mora  10
ni con valiente soplo os haga agravios,

   ¿halláis corales, perlas, nácar, oro
tal como yo los hallo en mi señora
en cabellos, en frente, en boca, en labios?




Soneto


   Veo, señora, al son de mi instrumento,
cuando entona mi voz tu nombre santo,
parar los ríos a escuchar mi canto,
correr los montes, y callar el viento:

   y luego si suplico mi tormento,  5
huir los ríos con temor y espanto,
y ser los montes sordos a mi llanto,
y el viento murmurar del triste acento.

   Y es porque hacer sus arenas de oro,
traes a los montes un verano eterno,  10
y das olor al viento que te toca.

   Yo deshago, llorando, su tesoro,
traigo a los montes un helado invierno
y doy al viento el fuego de mi boca.




Vivamus, mea Lesbia, atque amenus...


   Goza tu primavera, Lesbia mía,
y el murmurar de los cansados viejos
encomiéndalo al viento y los consejos
de su trémula voz y lengua fría.

   Que aunque al ponerse el sol se apaga el día,  5
vuelve a encenderse, y con divinos lejos
pintan en los cielos de carmín bosquejos,
oro en los montes con sus rayos cría.

   Mas el sol que en tus ojos amanece
y en tus labios purpúrea competencia  10
agora al alba y al clavel ofrece,

   la edad, con invisible diligencia,
en el común ocaso lo oscurece;
¿cuándo tendrá para volver licencia?




Soneto


   Lidia, de tu avarienta hermosura
pide el tiempo enemigo estrecha cuenta;
ya ni el crespo cabello al oro afrenta
ni las mejillas a la nieve pura.

   Tu mentida belleza mal segura  5
en vano reparar el daño intenta
de la edad, que en sus ojos representa,
con tragedia mortal, la lumbre oscura.

   Ya, ya no me verás de noche al viento
bañar de infame llanto tus umbrales,  10
comparando a la suya su dureza,

   que el tiempo, con efectos desiguales,
me da venganza, roba tu belleza,
te da dolor y cura mi tormento.




Soneto


   ¿Qué temes al morir, por qué procura,
hombre, tu afecto vida tan ajena
de propios bienes y de males llena,
tan bien guardada cuanto mal segura?

   La muerte es fin de tu prisión oscura,  5
y por quien gozarás la paz serena
de aquella vida donde no la pena
sino la gloria para siempre dura.

   Y aunque es la muerte horrenda, no te espante,
que tu bien solicita, pues intenta  10
que vivas inmortal después de muerto.

   Dime, ¿ no será loco el navegante
que se quiere quedar en la tormenta
y no llega a descansar al puerto?




Lamento de Ariadna


   La vela de traición y viento llena,
con la vista cansada y el deseo
sigue Ariadna del traidor Teseo
desde la playa que a su llanto suena.

   Sus hebras de oro, de piedad ajena,  5
injuria, y deja en su dorado empleo
al aire rico y al azul Nereo
con perlas que llorando da a la arena.

   «Vuelve, ingrato -le dice- y al engaño
con que el honor me quitas no le aumentes  10
la soledad de estos peñascos fríos.

   Mas, ¡triste yo!, que esfuerzo el propio daño,
pues que te dan con que de mí te ausentes
el viento en popa los suspiros míos.




Soneto


   Cuando a su dulce olvido me convida
la noche y en sus faldas me adormece,
entre el sueño la imagen me aparece
de aquella que fue sueño en esta vida.

   Yo sin temor que su desdén lo impida  5
los brazos tiendo al gusto que me ofrece,
mas ella, ¡sombra al fin! se desvanece
y abrazo el aire donde está escondida.

   Así burlando digo: «¡Ah falso engaño
de aquella ingrata que mi mal procura.  10
Tente, aguarda, lisonja del tormento!»

   Mas ella en tanto, entre la noche oscura
huye, corro tras ella... ¡Oh, caso extraño!
¿Qué pretendo alcanzar, pues sigo al viento?




Fresca rosa


   Reina de esotras flores, fresca rosa,
primero honor de abril y de este prado;
así te privilegie el cierzo helado,
y respete la helada rigurosa;

   y así goces, que es más, de la hermosa  5
palma de mi señora, y su dorado
cabello adornes, y el color rosado
de ver su rostro aumentes vergonzosa;

   que me guardes la lágrimas que vierte
en tu pintado seno; y si te toca  10
a sus labios aquella, a quien adoro,

   en tus hojas, mi bien, irá encubierto;
porque si llegan a su dulce boca,
dulces serán las lágrimas que lloro.




Soneto


   En rota nave, sin timón ni antena,
el ancho golfo del amor navego,
en cuyo mar las olas son de fuego,
y en pechos se quebrantan, no en arena.

   Aquí lloro, amarrado en la cadena  5
de un pensamiento, para el bien tan ciego,
que pretende hallar algún sosiego:
donde fuego dan voces, fuego suena.

   En este mar de mi derrota incierto,
tiendo los ojos, de llorar cansados,  10
y muy lejos el puerto se me ofrece.

   Y apenas con placer saludo al puerto,
cuando grande tormenta de cuidados
atrás me vuelve, y él desaparece.




Soneto


   Hoy, muerte, porque yo esperaba el fruto,
de un árbol tierno cortas los despojos;
cierras con manos de ébano unos ojos
a quien pagó de luz el sol tributo.

   Cubres el cielo, y con razón, de luto,  5
la tierra deja flores, viste abrojos;
llora el alba de nuevo sus enojos,
y el sol nos muestra el triste rostro enjuto.

   Mas yo mi vida, y no su muerte, lloro;
que la vida en su ausencia no me alegra,  10
y ellos verán a Dios eternamente.

   ¡Ay claros ojos, ay cabellos de oro!
Que ya la noche de la muerte negra
esconde vuestro sol en occidente.




Soneto


   Si el sol se pone, yo a la muerte llego.
¿Quién detenerlo, por vivir, pudiera?
Detén, dorado Apolo, el carro, espera;
mas el sol no se para a nuestro ruego.

   ¡Oh tú, Señora, por quien vivo ciego!  5
Alza los claros ojos a la esfera,
y dile al sol que pare su carrera,
o no le prestarás la luz y el fuego.

   Que por sólo mirar tu hermosura,
parará los caballos, admirado,  10
y no vendrá la noche de mi muerte.

   Mas ¡ay, triste de mí! ¿quién me asegura
que de ver lo que excedes, afrentado,
no les de rienda, y huya por no verte?




Soneto


   ¡Oh más de mí que el céfiro estimado,
húmedo Noto! Tú, que al sol y al cielo
con negros toldos y con pardo velo
cubres el rostro azul, el crin dorado;

   Así nunca jamás el cierzo airado,  5
barriendo nubes y arrojando hielo,
te quite el manto, te ahuyente el vuelo,
de espesas lluvias y del mar hinchado.

   Que en la sondas levantes alboroto,
y aquella nave en quien mi bien navega  10
la traiga al puerto tu animoso aliento.

   Oye mi justo ruego, fresco Noto:
Mas ¡ay! ¿qué fruto aguarda quien le entrega
sus lágrimas al mar, su ruego al viento?




Soneto


   Dafne, suelto el cabello por la espalda,
cuyas hebras tremola el fresco viento,
huye ligera más que el pensamiento,
que aun no huella la hierba de esmeralda.

   Tiñe la cara de color de gualda  5
cuando oye cerca el enemigo aliento
del dios que forma celos del contento
que goza el viento alzándole la falda.

   Viendo que corre y vuela, y no la alcanza,
le grita: «Ninfa hermosa, pues te adoro,  10
detente, aguarda, mira el bien que pierdes.»

   Mas sécasele el verde a su esperanza
cuando mira las crespas hebras de oro
de un laurel trasformarse en hojas verdes.




Soneto


   ¿Qué fiera Alejo de cruel veneno
entró en mi pecho y me privó el sentido?
¿Qué frenesí de cólera encendido
quitó a mi lengua temeraria el freno?

   ¿Cómo turbé, Señora, tu sereno  5
cielo, sin ser de rayos oprimido,
pues soy gigante bárbaro atrevido,
y no escarmiento en el ejemplo ajeno?

   Rayos, Señora, de tu cielo bajen;
pagaré con mi muerte el mal que debo,  10
y moriré contento en noche oscura;

   porque a mirar la luz aun no me atrevo
del sol; que desprecié su hermosura
en ti, Señora, como en propia imagen.




Soneto


   Veo, Señora, al son de mi instrumento,
cuando entona mi voz tu nombre santo,
parar los ríos a escuchar mi canto,
correr los montes y callar el viento.

   Y luego, si publico mi tormento,  5
huir los ricos con temor y espanto,
y ser los montes sordos a mi llanto,
y el viento murmurar del triste acento.

   Y es porque haces sus arenas de oro,
traes a los montes un verano eterno,  10
y das olor al viento que te toca.

   Yo deshago, llorando, su tesoro,
traigo a los montes un helado invierno,
y doy a viento el fuego de mi boca.




Soneto


   Segundo honor del cielo cristalino,
pues ves que al sol con sombra ahuyenta
la noche, y que, cargada de tormenta,
añade confusión a mi camino.

   Muestra el poder del resplandor divino,  5
y aquestos montes con tu plata argenta,
venga a tu hermano, y a la noche afrenta,
y válgame tu lumbre, peregrino.

   Así en el mar te mires siempre llena,
y el pastor a quien das abrazos tiernos  10
no te desprecie por tener tres caras;

   que un blanco toro ofreceré en tus aras,
que esparza con los pies la blanda arena,
y hiera el aire con agudos cuernos.




Soneto


   Reina desotras flores, fresca rosa,
primero honor de abril y de este prado,
así te privilegie el cierzo helado,
y respete la helada rigurosa.

   Y así, goces, que es más, de la hermosa  5
palma de mi señora, y su dorado
cabello adornes, y el color rosado,
de ver su rostro, aumentes, vergonzosa;

   que me guardes la lágrimas que vierto
en tu pintado seno, y si te toca  10
a sus labios aquella a quien adoro,

   en tus hojas, mi bien, irá encubierto,
porque si llegan a su dulce boca,
dulces serán las lágrimas que lloro.




Soneto


   Ven, que ya es hora; ven, amiga mía,
querida noche, hija de la tierra,
y pues el mar de España al sol encierra,
tu negro carro por las sombras guía;

   mi ardiente fuego con tu hielo enfría,  5
y de mis ojos el llorar destierra;
pon dulce tregua a la forzosa guerra
con que me aflige tu enemigo el día.

   Y si pretendes suspender mi daño,
porque en tus faldas doble mi reposo,  10
¡oh noche! trae a mi señora ausente;

   mas ¡ay! triste de mí, que claro engaño!
¿cómo traerá la noche un sol hermoso,
que a sus tinieblas con su luz afrente?




Soneto


   Ocasión de mis penas, Lidia ingrata,
si vos gustáis que tanto viva en ellas,
que antes muera la luz de las estrellas
de vuestro cielo, que tan mal me trata,

   o que el tiempo, que todo lo arrebata,  5
seque las frescas rosas sin cogellas,
de vuestros labios, y esas trenzas bellas,
de oro lino, las mude en blanca plata.

   Se mudara también mi pensamiento,
si aguardáis a mudar vuestra clemencia  10
a tiempo que os castigue su mudanza;

   que en vano sentiréis el mal que siento,
cuando os doblen la amarga penitencia
vuestro arrepentimiento y mi venganza.




Soneto


   Lidia, de tu avarienta hermosura
pide el tiempo enemigo amarga cuenta,
ya ni el crespo cabello al oro afrenta,
ni las mejillas a la nieve pura;

   tu mentida belleza mal segura,  5
en vano reparar el daño intenta
de la edad que en tus ojos representa,
con tragedia mortal, la noche oscura.

   Ya, ya no me verás de noche al viento
bañar de infame llanto tus umbrales,  10
comparando a la suya tu dureza;

   que el tiempo con efectos desiguales
me da venganza y roba tu belleza,
te da dolor, y cura mi tormento.




ArribaAbajoMartín del Barrio, juan

España. Siglo XVII

Poeta.




A la vividora fama y doctas cenizas del doctor Juan Pérez de Montalbán


   Diestro Pintor, que en música suave,
escritor, que en matices, y colores,
si pintando escribiste tus loores
escribiendo pintaste quien te alabe.

   De Apeles en tu pluma, el pincel cabe,  5
y en tu pincel, mil plumas de escritores,
bien Madrid reconoce tus favores,
y que el Mundo por ti su nombre sabe.

   A tu Patria le diste nueva vida,
con tu Pluma, Doctor, que te eterniza  10
Fama en tu voz, por tierras, y por mares.

   Y Mantua, a su Virgilio agradecida,
lastimada en tu muerte, a tu ceniza
Aras te erija, y te dedique Altares.




ArribaAbajoMartínez, Antonio

España. Siglo XVII

Poeta. Preceptor de las Nuevas Artes.




A Joseph de Valdivieso


   De color diferente un rasgo tira
por otro de Prothógenes Apeles,
con que deja corridos los pinceles
del pintor más valiente que lo mira;

   su belleza a la edad antigua admira  5
más que los Babilonios capiteles,
y está informada de testigos fieles
por la costosa pérdida suspira.

   Mas ya puede enjugar los tiernos ojos,
pues vos, Joseph, en lengua diferente  10
imitando a Merlín nos dais Mosquea;

   que siendo de esos Délficos antojos
un rasgo indivisible solamente,
hacéis que eterna por el mundo sea.




ArribaAbajoMartínez de Meneses, Antonio

España. Siglo XVII

Poeta.




Al doctor Juan Pérez de Montalbán, ilustre ingenio de Madrid


   El que su frente en la Palestra enrama,
en el Mármol no yace endurecido,
que no apaga en las aguas del olvido
el Varón Sabio su viviente llama.

   Luego, Tú, cuyo nombre siempre aclama  5
elocuente Clarín, no has fallecido,
que aunque mueres, desde hoy has adquirido
otra vida por cuenta de tu fama.

   Más del dolor, que del cincel herida
gime esta Losa, y explicar procura  10
(cuando nos muestra en polvo reducida

   tu Fábrica de docta Arquitectura
en el temprano afán de su caída)
que perfecta se vio, mas no segura.




ArribaAbajoMatos Fragoso, Juan

España. Siglo XVII

Poeta.




A la muerte de mi amigo Juan Pérez de Montalbán


   Muere el morir, si ha tu morir hoy vive,
tu nombre, que al yacer tú, nunca yace
luego feliz la dicha satisface
tus méritos, con tumba que apercibe.

   Jeroglífico eterno del que Escribe,  5
es sabia Pluma, que los siglos hace,
si al Ocaso de vuelos Fénix nace,
como la tuya, que al morir revive.

   Mata el tirano Olvido, la Memoria,
y la Tumba, la Gloria más subida,  10
Muerte el vivir, más son en tu Fortuna.

   La fama, el Oriente de tu Gloria,
la Tumba, altos renombres de tu Vida,
y la Muerte, a tu muerte feliz Cuna.




ArribaAbajoMatos, Gregorio de

Brasil. 1633 - 1696




A Jesús crucificado


   A vos corriendo voy, brazos sagrados,
en la cruz sacrosanta descubiertos,
que para recibirme estáis abiertos
y para no castigarme estáis clavados.

   A vos, divinos ojos, eclipsados,  5
de tanta sangre y lágrimas cubiertos,
que para perdonarme estáis despiertos,
y por no confundirme estáis cerrados.

   A vos, clavados pies para no huirme;
a vos, cabeza baja por llamarme;  10
a vos, sangre vertida por ungirme;

   a vos, costado abierto, quiero unirme;
a vos, clavos preciosos, quiero atarme
con ligadura dulce, estable y firme.


Sonetos




- I -


   A coronarte nubes, Castro, al cielo,
río a acabar te escondes en la tierra,
Mendoza vuelas, rayo de la guerra,
Hurtado bajas desatado el cielo;

   Hurtado Río mueres en el suelo,  5
Mendoza brillas Astro que no yerra,
en tu curso fatal sutil se encierra
en fin sagrado dueño y otro vuelo;

   Río en la mar, en el calor Hurtado,
Mendoza en aire, en ceniza Castro,  10
fue lamentar, compuesto se destroza;

   pero espíritu todo arrebatado
nuevo te admira el Orbe, todo un Astro,
de Hurtado Castro, Río de Mendoza.




- II -


   Divina flor, si en esa pompa vana
los martirios ostentas reverente,
corona con los clavos a tu frente,
pues brillas con las llagas tan lozana.

   Venera esa corona altiva, ufana  5
que en tus garbos te ostenta floreciente:
los calvos enarbola eternamente,
pues Dios con tus heridas se te hermana.

   Si flor naciste para más pomposa
desvanecer floridos crecimientos,  10
ya, flor, te reconocen más dichosa.

   Que el cielo te ha grabado en dos tormentos:
en clavos la corona más gloriosa
y en llagas sublimados lucimientos.




- III -


   Nace el Sol de los astros presidente,
príncipe en las esferas conocido,
y aunque el día le mira el más lucido,
la noche se le atreve irreverente.

   Sírvele de sepulcro transparente  5
el mar, pensión fatal de haber nacido;
pues el que en todo un cielo no ha cabido
le viene a ser el mar urna decente.

   Sol fuiste, Conde ilustre, en la nobleza,
a quien la triste noche se le atreve,  10
que es el morir del Sol naturaleza;

   hallaste como el Sol tumba de nieve:
pues siendo corto el Orbe a tu grandeza,
sólo a tal Sol la urna se le debe.




- IV -


   Pasar la vida sin sentir que pasa,
de gustos falta y de esperanzas llena,
volver atrás pisando seca arena,
sufrir un sol que como fuego abrasa;

   beber de las cacimas agua baza,  5
comer mal pez a mediodía y cena,
oír por cualquier parte una cadena,
ver dar azotes sin piedad ni tasa;

   verse uno rico y dulce encantamiento
y Señor, cuando apenas fue criado,  10
no tener de quien fue conocimiento;

   ser mentiroso por razón de estado,
vivir en ambición siempre sediento,
morir de deudas y pesar cargado.




- V -


   Prelado de tan alta perfección
que supo en un aplauso, en un festín,
congregar en su casa un Serafín
cercado de tan alta relación.

   Jamás tenga en su cargo disensión,  5
ni entre sus frailecitos vea motín,
ningún hijuelo suyo sea ruin,
y los críe en su Santa bendición.

   Llena esté la cocina en la sartén,
y siempre el refectorio abunde en pan;  10
que bien merece fraile tan de bien.

   A quien el Sacro Bago se le dan
regir la casa Santa de Belén,
y que yo se la quite a Solimán.




- VI -


   Puedes, rosa, dejar la vanidad,
no presumas, clavel, de anacarado,
mansa azucena, ya jazmín nevado,
deje de blasonar vuestra beldad.

   Grana purpúrea aprisa retirad,  5
brillante rosicler, gala del prado,
si de la pompa el tiempo está acabado,
vuestra pompa en retiros minorad.

   Porque salió Marica de un desmayo,
flor en las gallardías más vistosas  10
que brotó Primavera, Abril y Mayo.

   Pero a su vista os quedaréis hermosas,
suplicándola humildes un ensayo,
azucena, clavel, jazmín y rosas.




- VII -


   ¡Qué presto el tiempo, Nise, se ha mostrado,
en una queja sola, mil tormentos!
Pues me vuelve en pesares los contentos,
que siempre duplicó lo venerado.

   Decir, Nise, que falta mi cuidado,  5
bien puede industria ser de tus intentos,
que en mi celo acreditan sentimientos,
y en ti lo verifica el retirado.

   Pero si en esa duda al tiempo dejas
de mis verdades sólo las razones,  10
de tus retiros tantas experiencias;

   calle mi queja la razón de quejas,
y mi oblación repita obligaciones,
que amor publicará las evidencias.




- VIII -


   Rompa ya el silencio el amor mío
y provóquele en leguas desatado;
que vivir con ofensas y callado
no puede ser, aunque bien lo porfío.

   Pero como de amante desconfío,  5
morir mejor será desesperado,
pues no quieres que tenga mi cuidado
ni que le ponga en otra mi albedrío.

   En fin, como la pena me maltrata,
vivir más sin penar ya no lo espero  10
ni detener cristal que se desata.

   Y así resuelto ya me desespero,
viendo yo que tu propio rigor mata,
a mi amor, con que así dos veces muero.




- IX -


   Una, dos, tres estrellas, veinte, ciento,
un millón, mil millares de millares;
¡válgame Dios, que tengan mis pesares
su retrato en el alto firmamento!

   ¡Qué siendo las estrellas tan sin cuento,  5
como son las arenas de los mares,
las iguale en sus números impares
mi pesara, mi desdicha y mi tormento!

   ¡Mas yo de qué me espanto o qué me abismo!
Tenga ese alivio en fin mi desconsuelo,  10
que se va pareciendo al cielo mismo.

   Pues pudiendo mis males por más duelo
semejarse a las penas del abismo,
tienen su semejanza allá en el cielo.




- X -


   Ya rendida y postrada más que barra,
a nuestros pies mi Musa reverente,
por coronar con ellos a su frente,
del suelo sube al cielo más lozana.

   Por convencida ostenta gloria ufana,  5
que tiene por corona floreciente
el quedarse rendida eternamente,
porque humillada al triunfo se hermana.

   Rendimiento fiel hace pomposa,
que en beber los castalios crecimientos  10
se adquiere la ventura más dichosa.

   A que Fénix no causa mil tormentos
ver que triunfa humillada y tan gloriosa
por ser rendida a vuestro lucimiento.






ArribaAbajoMayor y Descals, Pedro

Valencia. Siglo XVII

Poeta. Catedrático de Decreto en la Universidad de Valencia.




Soneto


   Grande Francisco, siempre soberano,
en quien nunca logró naturaleza,
ni el amago más leve de flaqueza,
ni la seña menor de ser humano.

   Grande Francisco, cuyo imperio ufano,  5
aun cuando más dormía la entereza
fabricó altos ejemplos de pureza,
noble envidia del Indio, y del Romano.

   Aunque torpe el valor en lo dormido,
logró el tuyo sagrado vencimiento,  10
cuanto más del sosiego suspendido.

   O alto poder de un inculpable aliento,
pues tan constante huye sin sentido,
lo que huye la razón con sentimiento.




ArribaAbajoMedina y Fonseca, Antonio de

España. Siglo XVII

Poeta y amigo de Lope de Vega




A la muerte de Lope de Vega


   Salve, hospicio seguro, que atesoras
del sol más grande las cenizas frías,
ya te verán los repetidos días
de eclipses tantos producir auroras.

   Voces eran las suyas vividoras  5
a pesar de mortíferas Arpías,
que no desmienten, no, sus armonías
golpe que ha de temerse a todas horas.

   ¡O cómo aun desde el centro pavoroso
nos hiere dulce con suave lira  10
su blando estilo, grave y numeroso!

   Y así agradece, estima, piensa, admira,
que a ser pira vendrás de un sol glorioso,
que te pase a ser cielo desde pira.




ArribaAbajoMedrano, Aurelia Antonia de

España. Siglo XVII

Poeta.




Al nunca bastantemente alabado ingenio del doctor Juan Pérez de Montalbán


   Si viendo (o huésped) este monumento
en mil veneraciones, no le admiras,
y entre mares copiosos, no suspiras,
o te falta atención, o sentimiento.

   Es alma de esta Urna aquel Portento  5
que aun vida supo dar a heladas Piras,
a cuya dulce voz las nueve Liras
cedieron (elevándose) su acento.

   Siete lustros (apenas) si se advierte
permitírnosle quiso avara mano,  10
cuando a lustrosa Esfera le divierte,

   que como dio recelos de tal suerte
de fiera en vida Montalbán, humano
el desengaño le buscó en su Muerte.




ArribaAbajoMedrano, Joseph de

España. Siglo XVII

Poeta.




Soneto


   Con voz sonora y plectro nunca oído
en manos de la fama el Mantuano
puso el incendio y el furor Troyano,
con que quedó seguro del olvido.

   El que en Esmirna tuvo patrio nido,  5
con numeroso acento más que humano
cantó del Griego astuto el nombre ufano,
del tiempo y de la envidia defendido.

   Estos cantaron con estilo grave,
igual en todo al célebre sujeto;  10
dignas proezas del sangriento Marte.

   Pero con canto heroico y voz suave,
siendo de sabandijas el objeto,
queda vencido del ingenio el arte.




ArribaAbajoMejÍa, Diego

Sevilla. Siglo XVII

Poeta.




De su libro Parnaso publicado en Sevilla por Alonso Rodríguez Gamarra en 1608 a la señora que le dirigió el discurso poético


   La antigua Grecia con su voz divina,
celebra por Deidades de Helicona
nueve poetisas, dándoles corona
de hiedra, lauro, rosa y clavellina.

   Práxila, Mirti, Annitis, Miro Erina,  5
Nossida, y Telefila, que se entona
con dulce canto, a Safo, a quien pregona
su Lesbos, como Tebas a Corina.

   Mas o matrona honor del mismo Apolo,
la clavellina, rosa, lauro, y hiedra  10
en todo siglo, sola a ti se debe.

   Pues siendo la Deidad de nuestro Polo
te adoraran en su Parnasia piedra
las nueve Musas, y las Griegas nueve.




Respuesta al capitán Cristóbal Pérez Rincón


   Desde que el libre arbitrio empuñó el cetro
de mis potencias, y en mi tierna infancia,
Febo rompiendo el velo de ignorancia,
me concedió su espíritu, y su plectro.

   Nunca guste las linfas de Liberto,  5
(viendo mi humilde estilo) con jaztancia,
que en mis orejas forman disonancia,
soberbia presunción, humilde metro.

   Con humildad, y estudio mi animosa
Musa, a la cumbre del Parnaso aspira,  10
(docto Cristóbal honor de nuestro Polo).

   La empresa es tan difícil, cuanto honrosa,
mas si subiere, ofrecerá su lira,
no a Apolo, sino a vos, que sois su Apolo.




ArribaAbajoMeléndez de Azellana, Pedro

España. Siglo XVII

Poeta y criado de la Reina Nuestra Señora.




En el sepulcro del doctor Juan Pérez de Montalbán


   Cubra De glorias esta Pira breve
la incesable fatiga de los años,
pues fiel morir la debe desengaños,
memorias el vivir también la debe.

   El golpe duro de la Parca aleve  5
con su afecto alentó sangrientos daños,
y en el sentir de agravios tan extraños
dolor eterno su recuerdo mueve.

   Orne pues de laureles el Parnaso
este claro hospedaje de quien pudo  10
labrar sus luces de perpetuo Ocaso.

   Salga en acentos el dolor agudo
a llorar los rigores de un fracaso
que el tiempo exclamará con llanto mudo.




ArribaAbajoMelo, Francisco Manuel de

Español. 1608 - 1666




Contra las esperanzas


   ¿Qué es lo que me llevastéis, esperanza?
Gracias al madrugar del escarmiento,
pequeño estrago es sólo un rendimiento,
que no costó la sangre a la confianza.

   Averiguad primero la templanza  5
de mi deseo, o fácil o sediento;
presumiréis después del vencimiento,
y antes no blasonéis de la mudanza.

   Cuanto no sucedió, no sucedido
el alma lo creía; y si esperaba,  10
ceremonia del caso hizo a los días.

   Tened. que no triunfasteis de mi olvido:
para venceros yo solo bastaba:
si no, volvamos a las fantasías.




Vencimiento de ausencia


   Dilatándose va por esos llanos
los verdes montes y los claros ríos;
largos los unos para ser desvíos;
altos los otros para ser tiranos.

   Agora de los astros soberanos  5
cumplen la obstinación mis desvaríos,
cual si fuesen también los albedríos
sujetos a las furias de sus manos.

   Pero tú, estrella celestial, subida
los astros vencerás, ríos y montes,  10
vengándole a mis ojos su violencia.

   Luz gozará la fe, alma la vida,
miedo la suerte, sol los horizontes,
paga el amor y crédito la ausencia.




ArribaAbajoMena, Juan de

Córdoba. 1411 - Torrelaguna (Santander). 1456

Poeta. Estudió en Salamanca y en Roma. Amigo del Marqués de Santillana.




Soneto


   Lejos de vos, e cerca de cuidado,
pobre de gozo, e rico de tristeza,
fallido de reposo, e abastado
de mortal pena, congoja y graveza;

   desnudo de esperanza, e abrigado  5
de inmensa cuita, e visto d' aspereza,
la mi vida me huye mal mi agrado,
la muerte me persigue sin pereza.

   Ni son bastantes a satisfacer
la sed ardiente de mi gran deseo  10
Tajo al presente, ni a me a socorrer

   la enferma Guadiana, ni la creo.
Sólo Guadalquivir tiene poder
de me sanar, e sólo aquel deseo




ArribaAbajoMendoza, Ángela de

Granada. Siglo XVII

Poeta.




A las cenizas del doctor don Juan Pérez de Montalbán


   Culta pavesa ya, si antes alada,
envidia de las flores, y del Mayo,
que anhelando a lucir ardiente rayo,
a Epitome reduces este nada.

   Caúcaso fuiste ya, adonde atada  5
la idea padeció mortal desmayo,
hoy de cenizas pálidas Moncayo,
urna te ceñirás bien fabricada.

   Quieta reposa pues, mientras unida
asciendes a lograr el alto empeño  10
que desató los lazos de tu vida.

   Descansa entre las sombras de este ceño,
que después la quietud interrumpida,
verás que en la virtud la muerte es sueño.




ArribaAbajoMendoza, Ángela de

Granada. Siglo XVII

Poeta.




A las cenizas del doctor don Juan Pérez de Montalbán


   Culta pavesa ya, si antes alada,
envidia de las flores, y del Mayo,
que anhelando a lucir ardiente rayo,
a Epitome reduces este nada.

   Caúcaso fuiste ya, adonde atada  5
la idea padeció mortal desmayo,
hoy de cenizas pálidas Moncayo,
urna te ceñirás bien fabricada.

   Quieta reposa pues, mientras unida
asciendes a lograr el alto empeño  10
que desató los lazos de tu vida.

   Descansa entre las sombras de este ceño,
que después la quietud interrumpida,
verás que en la virtud la muerte es sueño.




ArribaAbajoMendoza de Barros

España. Siglo XVII

Poeta. Militar residente en Antequera.




Soneto


   Pedís, reina un soneto; ya le hago:
ya el primer verso y el segundo es hecho;
si el tercero me sale de provecho,
con otro verso en un cuarteto os pago.

   Ya llegó el quinto. ¡España! ¡Santiago!  5
¡Fuera; que entro en el sexto! ¡Sus! ¡Buen pecho!
Si del séptimo salgo, gran derecho
tengo a salir con vida de este trago.

   Ya tenemos a un cabo los cuartetos.
¿Qué me decís, señora? ¿No ando bravo?  10
Mas sabe Dios si temo los tercetos.

   Y si con bien este soneto acabo,
nunca en toda mi vida más sonetos:
ya de éste, gloria a Dios, he visto el cabo.




ArribaAbajoMergelina, Alonso de

Cartagena (Murcia). Siglo XVII

Alcalde Mayor de la ciudad de Cartagena. Poeta y amigo de Lope de Vega.




A la muerte de Lope de Vega


   Eternizó las horas transitorias
de tu vida la muerte, cuyos daños
si dieron fin a limitados años,
vida sin fin las dieron a tus glorias.

   No ostente Menfis en trágicas historias  5
bárbaros, si magníficos engaños,
pues le advierten prolijos desengaños
que en piedras no se salvan las memorias.

   Mejor de tu caudal las ciencias sumas
feliz te han hecho, y fénix han de hacerte,  10
logrando en tus cenizas nuevo aliento.

   Celebren pues las almas y las plumas,
cuando lloran las sombras de tu muerte,
inmortal tu segundo nacimiento.




ArribaAbajoMesa, Cristóbal de

Zafra (Badajoz). 1562 - Madrid. 1633

Estudió Derecho en Salamanca. Se ordenó sacerdote. Protegido del Duque de Béjar. Amigo de Cervantes y enemigo de Lope. Poeta y literato.




Soneto


   El que alaba la vida de la Corte
no goce el bien del campo solitario,
y su ambicioso pensamiento vario,
nunca sepa regir por firme norte.

   Con despachos y cartas de gran porte,  5
desesperado espere al ordinario,
y ande de secretario en secretario,
dando en varios negocios vario corte.

   Procure ser privado del privado,
adule por diversas pretensiones,  10
a todos los que gozan el gobierno.

   Afane por saber cosas de estado,
de las llaves doradas y bastones,
y tengan mal verano y mal invierno.




Al Duque de Béjar


   Gustad, señor, de aquesta vuestra villa,
en la cual bien se vive y bien se bebe,
porque falta el calor y sobra nieve
y hay las mejores frutas de Castilla.

   Y si en el bosque, ameno a maravilla,  5
cansase el ocio de las musas nueve,
considerando que la vida es breve
no está lejos la corte ni Sevilla.

   Procurad la salud y la alegría
que la vida en el mundo no es más de una;  10
y si dijese el vario vulgo, diga.

   Desterrad la mortal melancolía,
que si está triste el ánimo, una higa
pasa toda la próspera fortuna.




Roma en ruinas


   Teatro, Capitolio, Coliseo,
columnas, arcos, mármoles, medallas,
valijas, capiteles y quincallas,4
do vencieron las obras al deseo;

   templo, carros triunfales, gran trofeo  5
de reino, de victorias, de batallas,
colosos, epitafios, antiguallas
de los sepulcros que desiertos veo;

   pirámides, pinturas, termas, baños,
reliquias y ruinas de la pompa  10
del edificio de la antigua Roma.

   Si puede tanto el curso de los años,
podrá ser que también el tiempo rompa
mi mal, pues toda cosa acaba y doma.




Soneto


   Con gran razón, Emperatriz del Cielo,
que excedes las supremas jerarquías,
te dan, más que a Eliseo y que a Elías,
todo el honor del Líbano y Carmelo.

   Tú diste al mundo su mayor consuelo,  5
y tu parto cumplió las profecías,
dando el Bien, dando a Dios, dando el Mesías
a los mortales míseros del suelo.

   Tú, de la cual nació la Luz del mundo,
de lágrimas en este oscuro valle  10
nos mira desde aquesa empírea corte.

   Y a buen puerto de aqueste mar profundo
saldremos, si es tu mano el gobernalle,
el piloto tu amor, tu vista el norte.




ArribaAbajoMesa, Juan Bautista de

Antequera (Málaga). Siglo XVII

Residía en Sevilla. Testigo de su boda con Ana de Guzmán, fue el poeta Juan de Arguijo.




Soneto


   Dormía en un prado mi pastora hermosa,
y en torno de ella erraba entre la flores
de una en otra usurpando los licores,
una abejuela, más que yo dichosa,

   que vio los labios donde amor reposa,  5
y a quien el alba envidia los colores,
y al vuelo refrenando los errores,
engañada, los muerde como a rosa.

   ¡Oh, venturoso error, discreto engaño!
¡Oh, temeraria abeja, pues tocaste  10
donde aun imaginarlo no me atrevo!

   Si has sentido de envidia el triste daño,
parte conmigo el néctar que robaste;
te deberé lo que al amor no debo.




Soneto


   Si mostrándose Roma agradecida
a quien un ciudadano libertase
cuando con el morir le amenazase
su enemigo, ya dueño de su vida,

   quiso, para que fuese conocida  5
hazaña tan honrosa y se imitase,
que corona sus sienes adornase
(honra a que fue muy grande, bien debida);

   España, si cual debes lo agradeces,
a quien te libra tantos ciudadanos  10
(que con su muerte amenazó el olvido),

   ¿cómo tantas coronas no le ofreces,
haciéndole con nombre soberanos,
en cuanto el sol alumbra, conocido?




Soneto


   Cansado de sufrir mi sufrimiento,
muerta de sus desdenes mi esperanza,
cierto de que en mi mal no habrá mudanza,
y ronco de esparcir quejas al viento.

   Llamé la muerte, de morir contento,  5
si tanto bien un desdichado alcanza,
que aun de morir no tiene confianza,
sólo por ser alivio a su tormento.

   Mas de mi triste estado condolida,
llegó la muerte, y yo llegué a la muerte,  10
y estorbómela el gusto de morirme;

   porque con este sustenté la vida.
¡Oh nunca y vista desdichada suerte,
que lo que quiero venga yo a impedirme!




ArribaAbajoMesía de Tovar, Pedro

España. Siglo XVII

Vizconde del Tovar. Amigo de Lope de Vega




A la muerte de Lope de Vega


   Ya del parnaso el monte generoso
no tan fértil tributo al mundo ofrece,
y a sus deidades turba, y enternece
mirar ausente el hijo más glorioso.

   La hermosa Vega, el fruto numeroso  5
marchito yace, a Ceres enmudece
ver que si siembra flor, ya flor no crece,
que sólo reina en brazos del reposo.

   Felice solo tú, que de la fama
toda la trompa es limitado aliento,  10
LOPE, LOPE, a tu nombre, a tanta gloria.

   Poca voz todo el orbe que te llama,
estrecha pira el ámbito del viento:
o vive eterno, y vive a tu memoria.




ArribaAbajoMey, Felipe

España. Siglo XVI

Poeta. Publicó en Tarragona en 1586 Rimas.




Soneto a la Virgen


   Virgen bendita, que del alto cielo
veis que tan grande número de errores
cometemos los hombres por amores
de las cosas más dulces de este suelo.

   A vos, Señora, invoco por consuelo  5
como el más malo de los pecadores,
pues cuanto los pecados son mayores
tanto es después mayor el desconsuelo.

   Quitad toda pasión en mi arraigada
con el hábito viejo revestida,  10
y ruegos que por vos me sea alcanzada,

   con el hábito nuevo, nueva vida;
y pues amé a María, derramada,
que la ame más ahora convertida.




ArribaAbajoMinaya, Gabriel de

España. Siglos XVI - XVII

Poeta nombrado por Juan de Castellanos en su Elegías de Varones Ilustres.




A Juan de Castellanos


   Poeta lleno de licor divino,
por influjo del alto firmamento,
para manifestar vuestro talento
tentaste asperísimo camino.

   Y en el progreso que de vos es dino  5
adelante pasáis del pensamiento
fabricando perpetuo monumento
al español en Indias peregrino.

   Homero tuvo de los suyos cargo,
Virgilio de la lacial arena  10
y reliquias fugaces de troyanos:

   Mas en las Indias, un mundo tan largo,
¿Quién puede? Nadie, fuera de la vena
casta del casto y llano Castellanos.



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