Escritor y
dramaturgo. Fue educado por su tío Juan de Iriarte en
Madrid, en un ambiente literario. Pronto empezó a traducir
obras del francés. Junto con Samaniego, el fabulista
más importante del siglo XVIII. Usó el
seudónimo de «Amador de Jera y Santa Clara». En
1782 publicó sus Fábulas literarias, que
alcanzaron gran popularidad.
A
los ojos de Laura
¿Un soneto
a tus ojos, Laura mía?
¿No hay más que hacer
sonetos, y a tus ojos?
-Serán los versos duros,
serán flojos;
pero a Laura mi afecto los
envía.
¿Con
qué ha de ser soneto? ¡Hay tal porfía!
5
-¡Ta!, que por estos
súbitos arrojos
se ven tantos poetas en
sonrojos,
que lo quiero dejar para otro
día.
-Respondes,
Laura, que no importa un pito
que no sea el soneto muy
discreto,
10
como hable de tus ojos
infinito.
-¿Sí?- Pues luego escribirle te
prometo.
Allá voy... ¿Para
qué, si ya está escrito,
Laura mía, a tus ojos el
soneto?
Soneto
¡Fresca
arboleda del jardín sombrío,
clara fuente, sonrosas
avecillas,
verde prado, que esmaltas las
orillas
del celebrado y anchuroso
río!
¡Grata
aurora que viertes el rocío
5
por entre nubes rojas y
amarillas,
bello horizonte de lejanas
villas,
aura blanca, que templas el
estío!
¡Oh
soledad!, quien puede te posea;
que yo gozara en tu apacible
seno
10
el placer que otros ánimos
recrea,
si tu silencio y
tu retiro ameno
más viva no ofrecieran a mi
idea
la imagen de la ingrata por quien
peno.
Reconciliación después de
unos celos y un desmayo
Acordarme no
quiero, Orminta amada,
del desmayo en que apenas pude
verte
cuando estaba la imagen de la
muerte
en tu bello semblante
retratada.
Olvido la
sospecha mal fundada
5
que contra mí forjó
la adversa suerte,
y el cargo por sí
débil, pero fuerte,
cuando tierna la hacías,
cuando airada.
Sólo me
acuerdo, sí, de aquel abrazo
en que tu gracia vi
restituida,
10
y vi alargada a mi esperanza el
plazo.
No quede cicatriz
de tal herida;
reine la paz; y en tan estrecho
lazo,
hallen muerte los celos, y yo
vida.
La
semana adelantada
Un tío
enfermo y en edad anciana
casó con su sobrina
(¡muy mal hecho!),
doncella alegre, joven y
lozana,
pronta a cobrar el marital
derecho.
Díjola el
novio: «Te prevengo, Juana,
5
pues vas a estrenar el nupcial
lecho,
que yo sólo una vez cada
semana
podré servirte en algo de
provecho.»
Conformose la
ninfa; y recibiendo
en singular aquel tributo
frío,
10
repetía entre sí:
«Peor es nada.»
Mas llamado el
anciano reverendo
le instaba humilde: «Vaya,
tío mío,
siquiera una semana
adelantada.»
El mismo
Señor
D. Juan, quedito, que
me enfado:
besar la mano es mucho
atrevimiento;
abrazarme... no, D. Juan, no lo consiento.
Cosquillas... ay Juanito...
¿y el pecado?
Qué malos
son los hombres... mas, cuidado
5
que me parece, Juan, que pasos
siento...
no es nadie... despachemos un
momento
¡Ay, qué placer... tan
dulce y regalado!
Jesús, que
loca soy, quien lo creyera
que con un hombre yo... siendo
cristiana
10
mas... que... de puro
gusto...¡ay, alma mía!
Ay, que
vergüenza, vete... ¿y aún tienes gana?
Pues cuando tú lo pruebes
otra vez...
pero, Juanito,
¿volverás mañana?
Tres potencias bien empleadas en un
caballerito de estos tiempos
Levántome a
las mil, como quien soy.
Me lavo. Que me vengan a
afeitar.
Traigan el chocolate, y a
peinar.
Un libro... Ya leí. Basta
por hoy.
Si me buscan, que
digan que no estoy...
5
Polvos... Venga el vestido
verdemar...
¿Si estará ya la misa
en el altar?...
¿Han puesto la berlina? Pues
me voy.
Hice ya tres
visitas. A comer...
Traigan barajas. Ya jugué.
Perdí...
10
Pongan el tiro. Al campo, y a
correr...
Ya doña
Eulalia esperará por mí...
Dio la una. A cenar, y a
recoger...
«¿Y es éste un
racional?» «Dicen que sí.»
Mis deseos
Si Dios
omnipotente me mandara
de sus dones tomar el que
quisiera,
ni el oro ni la plata le
pidiera,
ni imperios ni coronas
deseara.
Si un sublime
talento me bastara
5
para vivir feliz, yo lo
eligiera;
mas ¡cuántos sabios
referir pudiera
a quien su misma ciencia
costó cara!
Yo sólo
pido al Todopoderoso
me conceda propicio estos tres
dones,
10
con que vivir en paz y ser
dichoso:
un fiel amigo en
todas ocasiones,
un corazón sencillo y
generoso
y juicio que dirija mis
acciones.
Juana
Pensando en Juana
tomo siempre el sueño,
Juana mi reflexión de noche
afana;
pienso en Juana también por
la mañana,
y Juana a todas horas es mi
dueño.
Juana me desanima
con su ceño;
5
Juana otras veces me parece
humana;
severo estoy según me mira
Juana;
según me mira Juana estoy
risueño.
Sin Juana estoy,
y a Juana tengo al lado;
no es imperio el de Juana, es
despotismo;
10
Juana es en mí un
espíritu arrimado,
y para Juana no
hallo un exorcismo...
¿Ves como este soneto
está enjuanado?
pues aun más enjuanado estoy
yo mismo.
Respuesta a una dama que le
preguntó que era lo mejor que hallaba en su cuerpo
Soneto en el libro
Historia del Famoso Predicador
Fray Gerundio de Campazas del Padre Isla.
No hay otro Fray
Gerundio, ni le ha habido,
hará inmortal el nombre de
Campazas.
En casas, en conventos, calles,
plazas,
va dos cuartos que mete mucho
ruido.
No nos cite el
francés envanecido
5
a Fleury, a Bourdaloue ni a otros
mazas,
¿qué Segneri,
qué Oliva o calabazas?
¿Ni qué Vieira,
portugués erguido?
¿Demóstenes y Tulio? Dos
zoquetes.
¿Los demás oradores?
Mil orates,
10
por no llamarlos pobres
monigotes.
Sólo Fray
Blas con otros mozalbetes,
si no le exceden, le hacen sus
empates.
Por los demás, es gloria de
los ZOTES.
Jovellanos, Gaspar Melchor de
Gijón (Asturias). 1744 - Vega
(Asturias). 1811
Político,
escritor y poeta. Pertenecía a una familia hidalga de
Asturias. Empezó sus estudios en Oviedo, Ávila y
Alcalá de Henares, donde se doctoró en Leyes en el
año 1765. Tras diversos cargos pasa a Madrid como alcalde de
corte y casa en 1778. En 1780 se le nombra Ministro del Consejo de
Ordenes y de la Junta de Comercio. Director de la Sociedad
Económica de Madrid. Numerario de la Academia
Española. Al intervenir cerca de Campomanes a favor de
Cabarrús, encarcelado en ese momento, se le envía a
su tierra con cargos que disfrazaron de algún modo su
destierro de la capital. Funda en Gijón el Instituto
Asturiano que había de seguir los modernos métodos de
enseñanza. Repuesto Cabarrús, obtiene la
Secretaría de Gracia y Justicia. En 1801 es confiando en
Mallorca, primero en Valldemosa y más tarde en el castillo
de Bellver. Con la llegada de Fernando VII es liberado de su
exilio. En 1810 después de pasar por Galicia regresa a su
Asturias natal donde fallece.
A
Enarda
Quiero que mi
pasión, ¡oh Enarda!, sea,
menos de ti, de todos
ignorada;
que ande en silencio y sombras
embozada,
y ningún necio mofador la
vea.
Sea yo dichoso, y
más que nadie crea
5
que es con tu amor mi fe
recompensada;
que no por ser de muchos
envidiada,
crece la dicha a más sublime
idea.
Amor es un afecto
misterioso,
que nace entre secretas
confianzas,
10
mas muere al soplo de mordaz
censura;
y sólo
aquel que logra, ni envidioso
ni envidiado, cumplir sus
esperanzas,
colma su gozo y fija su
ventura.
A
la noche
Ven, noche amiga;
ven, y con tu manto
mi amor encubre y la esperanza
mía;
ven, y mi planta entre tus sombras
guía
a ver de Clori el peregrino
encanto;
ven, y movida a
mi ardoroso llanto,
5
envuelve y llena en tu tiniebla
fría
el malicioso resplandor del
día,
testigo y causador de mi
quebranto.
Ven esta vez no
más; que si piadosa
tiendes el velo a mi pasión
propicio,
10
y el don que pide otorgas a mi
ruego,
tan solo a ti
veneraré por diosa,
y para hacerte un grato
sacrificio
mi corazón dará
materia al fuego.
A
Clori
Sentir de una
pasión viva y ardiente
todo el afán, zozobra y
agonía;
vivir sin premio un día y
otro día,
dudar, sufrí, llorar
eternamente;
amar a quien no
ama, a quien no siente,
5
a quien no corresponde ni
desvía;
persuadir a quien cree y
desconfía,
rogar a quien otorga y se
arrepiente;
luchar contra un
poder justo y terrible;
temer más la desgracia que a
la muerte;
10
morir, en fin, de angustia y de
tormento,
víctima de
un amor irresistible,
ve aquí mi situación,
esta es mi suerte:
y ¿aun pretendes,
¡cruel!, que esté contento?
A
la mañana
Ven, ceñida
de rayos y de flores
la rósea frente, ¡oh
plácida mañana!
Ve; ven, y ahuyenta con tu faz
galana
la perezosa noche y sus
horrores.
Ven, y vuelve a
los cielos sus ardores,
5
su frescura a la tierra, y su
temprana
gloria a mi pecho, en Clori
soberana;
en Clori mi delicia y mis
amores.
Ven, ven, que si
piadosa me escuchares,
yo te alzaré un altar sobre
el florido
10
suelo que honrare Clori con su
planta.
Y en él,
después te ofreceré a millares
las víctimas mi pecho
agradecido,
y los devotos himnos mi
garganta.
A
la misma
De agudo mal el
golpe no esperado
asusta, Clori, tu preciosa
vida;
y al mirarte doliente y
afligida
mi enfermo corazón tiembla
asustado.
Dos veces con
influjo porfiado
5
ejerce el mal su saña
enfurecida,
una turbando mi alma dolorida,
otra afligiendo tu ánimo
angustiado.
¿Cuál, Clori, de las dos, pues la
inclemencia
del mal sentimos ambos de
consuno,
10
cuál, dime, sufrirá
mayor martirio?
¿Tú, en quien se ceba la cruel
dolencia,
o yo que todo el mal siento
importuno
de tu misma dolencia y mi
delirio?
Lafinur, Juan Crisóstomo
Valle de la Carolina. 1797 -
Santiago de Chile. 1824
Escritor
argentino. Militar.
A
una rosa
Señora de
la selva, augusta rosa,
orgullo de septiembre, honor del
prado,
que no te despedace el cierzo
osado
ni marchite la helada
rigurosa.
Goza más;
a las manos de mi hermosa
5
pasa tu tronco; y luego el
agraciado
cabello adorna, y el color
rosado,
al ver su rostro, aumenta
vergonzosa.
Recógeme
estas lágrimas que lloro
en tu nevado seno, y si te
toca
10
a los labios llegar de la que
adoro,
también mi
llanto hacia su dulce boca
correrá, probáralo, y
dirá luego:
esta rosa está abierta a
puro fuego.
León de Arroyal
Madrid. 1755 - 1813
Poeta hallado en
Internet.
A
Dios
Cuando alzando los
ojos miro al cielo
adornado de estrellas
refulgentes,
de luna y sol las vueltas
diferentes,
y de los orbes el constante
vuelo.
Y tornando a
bajarlos, veo el suelo
5
regado con los ríos y las
fuentes,
henchido de hombres, brutos, y
vivientes,
que procrean su especie con
anhelo.
Al contemplar de
todo la hermosura,
y el inmutable orden, que en
sí tiene,
10
y observa la feraz naturaleza.
A ti elevo mi
alma con fe pura,
oh eterno Creador, y cual
conviene
bendigo en altas voces tu
grandeza.
Al
mundo
¿Qué
eres, mundo falaz? ¿Por qué apetece
el hombre en ti vivir? ¿Por
qué codicia
tus falsos gustos llenos de
injusticia?
¿Por qué en tus
vanidades permanece?
Por qué su
entendimiento se oscurece?
5
¿Por qué, di, no le
empacha tu inmundicia?
¿Por qué jamás
conoce tu malicia?
¿Por qué tus
tiranías obedece?
¿Por
qué le es la vedad tan amargosa?
¿Por qué huye de la
luz tan obcecado?
10
¿Por qué ama tu
maldad tan corrompido?
¿Por
qué? Porque apariencia tengo hermosa;
porque quien me domina es el
pecado;
porque el hombre en pecado es
concebido.
Al
cardenal Jiménez de Cisneros
Bajo esta losa
yacen los despojos
del mayor Arzobispo de Toledo
conoció, en quien entrada no
halló miedo,
aun teniendo la muerte ante los
ojos.
De penitencia
siempre los abrojos
5
pisó con santo, e inmortal
denuedo,
y pudo señalarse con el
dedo
por muda reprehensión de
Obispos flojos.
Humilde en el
Convento y el Palacio,
santo en la celda y en el alto
trono,
10
manso con el cayado y con la
espada,
supo unir con
prudencia el grande espacio
que hay de Obispo, Virrey, Juez y
Patrono,
y el mejor Padre de su patria
amada.
La iglesia perseguida
Suena el
bárbaro edicto, desparece
la paz de entre los míseros
cristianos;
ruge el furor de pérfidos
tiranos,
y el ganado de Cristo se
estremece.
Crece la
tempestad, la rabia crece,
5
invéntanse martirios
inhumanos,
báñanse en sangre las
malditas manos,
y al parecer el cielo se
ensordece.
Vese desamparada
la inocencia,
la humilde mansedumbre
escarnecida,
10
y la ley ultrajada con
violencia.
La grey sin el
pastor es dividida;
pero con la verdad y la
paciencia
nueva paz cobra, nuevo honor y
vida.
De la muerte
¡Oh sobre
que principio tan incierto
fundamos la esperanza de la
vida,
como si esta nos fuese
concedida
un cierto día, o un instante
cierto!
Todo e soberbio
mar, no hay fijo puerto
5
donde vaya la ruta dirigida
acaba el joven en su edad
florida,
y el anciano también canoso
y yerto.
¡Y
qué podamos necios y atrevidos,
confuso el mar, el agua
turbulenta,
10
cual si fuera en la playa estar
dormidos!
¡Qué
seguros en medio la tormenta
nos juzguemos, estando
sumergidos!
¡Oh oscura ceguedad!
¡oh errónea cuenta!
A
don Jorge
Cuando sólo
tenías un empleo,
a cumplir tus encargos no
bastabas,
y esto que con más fuerzas
trabajabas,
no tomando un minuto de
recreo.
Avariento, don
Jorge, tu deseo,
5
has abrazado seis, y aún no
acabas
de pedir; aunque el tiempo que
empleabas
en trabajar, lo huelgas
según veo.
Si allá en
tu juventud, siendo robusto,
y apto para fatigas, no
cumpliste
10
el desempeño de un empleo
sólo:
¿Ahora en
tu vejez débil y adusto
intentas disuadirme que
pudiste
cumplir con siete aunque lo diga
Apolo?
Del Soneto
Mandáis,
Señora que un soneto os haga
y es aprieto en que nunca me he
mirado,
que es mucho para dicho
descontado,
mas ya mi amor con un cuarteto os
paga.
Entro en el otro,
y digo: verdolaga,
5
porque a ello el consonante me ha
forzado;
y con su ayuda ya le tengo a un
lado,
si el numen a la postre no
naufraga.
En el primer
terceto estoy metido,
y sabe Dios, que temo el que se
sigue
10
aunque pienso sacarle de
provecho,
que el sonsonete
aún no se ha perdido;
y según voy mirando que
prosigue,
cata que soy poeta hecho y
derecho.
Lista, Alberto
Sevilla. 1775 - Sevilla. 1848
Escritor, orador y
poeta. Profesor de Matemáticas. Fundador de la Academia de
las Buenas Letras. Al acabar la guerra de Independencia se le
destierra por afrancesado. Vive en Francia (Bayona) y en 1817
regresa a España. En su ciudad natal desempeñó
diversos cargos de importancia. Canónigo de la Catedral de
Sevilla. Decano de la Facultad de Filosofía de la
Universidad Hispalense. Como poeta fue uno de los más
importantes de la escuela sevillana de finales del XVIII.
Su padre era el
Gobernador de Aragón. Estudió Derecho. Secretario de
Embajada. Superintendente de la Real Casa de Madrid.
Soneto
Cuando pienso,
Señor, la repetida
ofensa a tu deidad por mi
pecado,
te juzgo contra mi tan
irritado,
que me borres del libro de la
vida.
La oveja me
consuela que perdida
5
volvió sobre tus hombros al
ganado;
misteriosa figura del cuidado
que te cuesta la sangre
redimida.
Esta oveja
infeliz, hoy separada
de su sacro redil, suspira
ansiosa
10
el dulce pasto de tu fiel
manada.
No permita,
Señor, tu poderosa
ardiente caridad, que prenda
amada
sea del lobo presa vergonzosa.
Marchena y Ruiz de Cueto,
José
Utrera (Sevilla). 1768 - Madrid.
1821
Se le
conocía como El Abate Marchena. Escritor, dramaturgo y
poeta. Traductor del teatro francés. Inicia sus estudios en
los Reales Estudios de San Isidro de Sevilla, licenciándose
en Leyes en la Universidad de Salamanca en 1778. A pesar de recibir
órdenes menores, renunció a ellas. Emigró a
Francia, interviniendo en el país francés en
numerosos actos políticos. Amigo y protegido de Marat,
tomó parte por los girondinos, siendo encarcelado por los
jacobinos. En 1808 regresa a España con el cargo de
secretario del general Murat. José Bonaparte le
nombró archivero del Ministerio del Interior y director de
La Gaceta de Madrid. Al
vencerse a los franceses, sale de España en 1813. En 1820
regresa a España para morir en la pobreza más
absoluta.
A
una dama que cenó con el autor
Dase Dios por
manjar a su escogido
pueblo en la pascua cena
misteriosa;
Cristo es comida y mesa
deliciosa
del hombre de amor tanto
confundido.
Jesús
asiste en gloria y prez ceñido
5
eternamente con su amada
Esposa;
¡de amor omnipotente
portentosa
hazaña! En tierra mora, al
Cielo es ido.
Tú que por
diosa adora el alma mía,
bellísima Amarilis, a ti es
dado
10
hacer tan gran milagro
nuevamente.
Cristo se ha dado
a sí en la Eucaristía:
¡ay! tú date a mi
pecho enamorado,
y vivirás en él
eternamente.
El sueño engañoso
Al tiempo que los
hombres y animales
en hondo sueño yacen
sepultados,
soñé ante mí
los pueblos ver postrados
alzarme rey de todos los
mortales.
Rendí el
cetro a las plantas celestiales
5
de Alcinda, y mis suspiros
inflamados
benignamente fueron
escuchados;
me envidiaron los dioses
inmortales.
Huyó lejos
el sueño, mas no huyeron
las memorias con él de mi
ventura,
10
la triste imagen de mi bien
fingido.
El mando y el
poder desparecieron.
¡Oh de un desventurado suerte
dura!
Amor quedó, mas lo
demás es ido.
Marroquín, Andrés
María
Bogotá (Colombia). 1796 -
1833
Regidor,
consejero, político. Poeta hallado en Internet.
A
la muerte de la señora Teresa Villa
De esmeraldas que
crió la primavera,
y de las perlas que lloró la
aurora,
esmaltada la flor encantadora
envidia y gloria de los campos
era;
mas apenas
gozó la luz primera
5
del astro que a su vista se
enamora,
su botón bello, mano
segadora
cortó implacable con
guadaña fiera.
Así los
dones que natura avara
de prodigios, de encanto, de
hermosura,
10
sólo en Teresa
pródigo juntara...
Menos los que
adornaban su alma pura,
a un dardo que la muerte le
dispara,
todos yacen en esta sepultura.
En
la tumba de Lorenzo de Villagarcía, capuchino
No fue esta pobre
tumba destinada
a humillar la altivez y orgullo
vano,
ni la ola erguida del poder
humano
contra este polvo se abatió
estrellada.
Entre su seno
está depositada
5
la semilla de aquel precioso
grano,
que en él muriendo
nacerá lozano
a producir cosecha cien
doblada.
De Lorenzo esta
tierra no es temida:
humilde, pobre, de virtud
modelo,
10
no huye en la muerte o que
amó en la vida.
Su alma
peregrinando en este suelo
con Cristo estuvo muerta y
escondida,
y ahora con Cristo vivirá en
el cielo.
A
los héroes muertos en la batalla del Santuario de
Bogotá
Salida del Averno
pestilente
la Discordia feroz vuela
irritada,
y blandiendo su antorcha
ensangrentada
levanta ufana su atrevida
frente.
Arde su impuro
fuego, y de repente
5
truena el cañón y
brilla la ancha espada,
y el padre Bogotá mira
mezclada
con la sangre su diáfana
corriente.
¡Oh
Santuario infeliz! Cuántos soldados
al modo que en Esparta los
guerreros,
10
claman en tu llanura
sepultados:
«Decid a
nuestra Patria, pasajeros,
que aquí dimos la vida
denodados
por defender sus leyes y sus
fueros».
Al
señor Fernando Vergara, en su retiro a la Trapa
¿Qué
tesoros, Fernando, te ha mostrado
más allá del
Océano desmedido
esa divina voz que has
percibido
del santuario al reposo
retirado?
¿A
dónde vas, dejando apresurado
5
el suelo patrio, y el hogar
querido,
la honrosa toga, el puesto
distinguido,
y el fraternal amor
desconsolado?
¡Oh sabio
negociante»! De este modo
adquiriste la joya más
cumplida
10
cuyo valor excede al mundo
todo.
Diste penas por
gozo sin medida,
diste por todo el cielo inmundo
lodo,
y breve tiempo por la eterna
vida.
A
mi amada
Templan los vates
para ti su lira;
las hermosas envidian tu
hermosura,
y escoge por modelo la Pintura
tu ostro encantador que al genio
inspira.
Bella te nombra
quien por ti suspira,
5
y admirara tu angélica
figura
quien no te amara a ti, si por
ventura
pudiera no adorarte quien te
mira.
Yo reconozco tu
belleza rara;
pero también
confesaré, señora,
10
que aunque no fueras bella, te
adorara;
que lo que a
mí me rinde y me enamora,
lo que hallo más perfecto
que tu cara
es tu nombre, dulcísima
Melchora.
Martínez de la Rosa,
Francisco
Granada. 1787 - Madrid. 1862
Después de
cursar estudios en la Universidad de Granada, fue
Catedrático de Filosofía Moral de este centro. Se
dedicó a la Política. Figuró en las Cortes de
Cádiz. Exilado varias veces por motivos políticos.
Ministro de Fernando VII. Presidió las Cortes y el Consejo
de Ministros en época de Isabel II.