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ArribaAbajoBello, Andrés

Caracas (Venezuela). 1781 - Santiago de Chile. 1864

Gran humanista venezolano. Arte. Periodismo. Profesor que tuvo entre sus discípulos a Simón Bolívar. En 1810 es enviado a Londres como delegado de la Junta Revolucionaria de Caracas en compañía de Simón Bolívar y López Méndez. En 1829 es enviado a Chile como oficial mayor y es en esta República, su patria de adopción, donde después de llevar una vida intensa como intelectual acaba su vida. Su obra más importante en tierras chilenas es la Gramática de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. Miembro honorario de la Real Academia Española.




ArribaAbajoMis deseos


ArribaAbajo   Sabes, rubia, ¿qué gracia solicito
cuando de ofrenda cubro los altares?
No ricos muebles, no soberbios lares,
ni una mesa que adule al apetito.

   De Aeagua a las orillas un distrito  5
que me tribute fáciles manjares,
do vecino a mis rústicos hogares
entre peñascos corra un arroyito.

   Para acogerme en el calor estivo,
que tenga un arboleda también quiero,  10
do crezca junto al sauce el coco altivo.

   ¡Felice yo si en este albergue muero,
y al exhalar mi aliento fugitivo,
sello en tus labios el adiós postrero!




ArribaAbajoA la victoria de Bailén


ArribaAbajo   Rompe el león soberbio la cadena
con que atarle pensó la felonía,
y sacude con noble bizarría
sobre el robusto cuello la melena.

   La espuma del furor sus labios llena,  5
y a los rugidos que indignado envía,
el tigre tiembla en la caverna umbría,
y todo el bosque atónito resuena.

   El león despertó; ¡temblad, traidores!
lo que vejez creíste, fue descanso;  10
las juveniles fuerzas guarda enteras.

   Perseguid alevosos cazadores,
a la tímida liebre, al ciervo manso;
¡no insultéis al monarca de las fieras!




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   ¿Y posible será que destinado
he de vivir en sempiterno duelo,
lejos del suelo hermoso, el caro suelo
do a la primera luz abrí los ojos?

   Cuántas, ¡ah!, cuántas veces dando  5
auque breve a mi dolor consuelo,
oh montes, oh colinas, oh praderas,
amada sombra de la patria mía.

   Orillas del Anauco placenteras,
escenas de la edad encantadora,  10
que ya de mí, huyeron por mezquino,

   huyó con presta irrevocable huida;
y toda en contemplarnos embebida
se goza el alma, a par que pena y llora.




ArribaAbajoBenegasi y Luján, José Joaquín

Madrid. 1707 - 1770

Hijo del poeta Francisco Benegasí y Luján. Fue, como su padre, poeta y comediógrafo. Era magistrado y al final de su vida se hizo religioso.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Ser liberal, según las ocasiones,
favorecer al pobre desvalido,
proteger y gustar del entendido,
y no querer jamás adulaciones;

   usar de las decentes diversiones,  5
estar siempre de libros prevenido,
resistir los arpones de Cupido,
sabiendo ser señor de sus pasiones;

   no atender al mordaz ni lisonjero,
ni proceder jamás con ligereza,  10
observa quien ser sabe caballero.

   Esto debe apreciar, no la grandeza;
porque es mejor cabeza sin sombrero,
que no tener sombrero sin cabeza.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   ¡Oh! ¡Ingenio, ameno, célebre y profundo!
¿En Siglo tan fatal con Versos vives?
Pero en el otro mundo los escribes,
que para Versos ya no está este Mundo.

   Singular es tu Numen, y fecundo,  5
tanto, que en lo que dices, y describes,
produces los conceptos, que concibes,
con un acierto, en todo, sin segundo.

   El Insigne Solís tu Norte ha sido,
y en mucho (que no es poco) le imitaste;  10
¡Oh! ¡Cuánto esto sólo has conseguido!

   Ya es ocioso decir te remontaste:
Porque no siendo así, ¿quién ha podido
seguir al que seguiste, y alcanzaste?




ArribaAbajoBeña, Cristóbal de

España. 1777 - 1833

Poeta hallado en Internet.




ArribaAbajoPara servir de epitafio a la sepultura del general inglés Crawfurd, muerto gloriosamente al asaltar la plaza de Ciudad Rodrigo


ArribaAbajo   Mortal, que pisas la dichosa tierra,
donde yacen de CRAWFURD los despojos,
al tiempo que pasó torna los ojos,
verás los hechos que su tumba encierra.

   Cuando en España la espantosa guerra  5
vistió de luto sus pendones rojos,
y un fiero usurpador trocó en abrojos
la mies dorada de su opima tierra;

   CRAWFORD, ansioso de eternal memoria,
supo vengarla, hasta que en lid reñida  10
la misma brecha que trepó con gloria

   le vio caer con una y otra herida,
que dio al inglés la palma de victoria
y al castellano libertad y vida.




ArribaAbajoSoneto al ver por primera vez una moneda de plata con el busto de José Napoleón


ArribaAbajo   De las Españas y las Indias rey
se apellida en su busto el balandrón,
por llamarse no más Napoleón,
y mandar de asesinos una grey.

   Mas quiebra la verdad la eterna ley  5
dándose tal dictado fanfarrón,
pues no le pertenece ni un terrón
de los que arando rompe el tardo buey.

   Poco importa que un pérfido cincel
una en su escudo el águila imperial  10
con los leones que se burlan de él,

   si puesta toda en armas, por su mal,
la fuerte España borrará con hiel
de unión tan execrable aun la señal.




ArribaAbajoBlanco White, José María

Sevilla. 1775 - Liverpool (Inglaterra). 1851

Seudónimo de José María Blanco y Crespo. Su padre, de origen irlandés, le instigó a seguir la carrera eclesiástica El año 1801 gana por oposición una canonjía en Cádiz. Durante la guerra de la Independencia colabora en el periódico de Sevilla, El Semanario Patriótico. Más tarde, al ser invadida Andalucía por los franceses, emigra a Gran Bretaña, donde fijó su residencia.




ArribaAbajo Muerte y vida


ArribaAbajo   Al ver la noche Adán por vez primera
que iba borrando y apagando el mundo,
creyó que, al par del astro moribundo,
la creación agonizaba entera.

   Mas, luego, al ver lumbrera tras lumbrera  5
dulce brotar y hervir en un segundo
universo sin fin..., vuelto en profundo
pasmo de gratitud, ora y espera.

   Un sol velaba mil: fue un nuevo Oriente
su ocaso, y pronto aquella luz dormida  10
despertó al mismo Adán pura y fulgente.

   ...¿Por qué la muerte al ánimo intimida?
Si así engaña la luz tan dulcemente,
¿por qué no ha de engañar también la vida?




ArribaAbajo Soneto a la amistad


ArribaAbajo   ¿Qué resta al infeliz que acongojado
en alma y cuerpo, ni una sola hora
espera de descanso o de mejora
cual malhechor a un poste aherrojado?

   Por el dolor y la endeblez atado  5
me ofrece en vano en arrebola Aurora,
y el sol en vano el ancho mundo dora:
tal gozo inmole, en vida sepultado.

   ¡Infeliz! ¿Qué hago aquí? ¿Por qué no abrigo
del sepulcro una voz que dice: «Abierta  10
tienes la cárcel en que gimes: vente».

   ¿Por qué? pregunto. Porque en tierno amigo,
en imagen vivísima a la puerta
se alza, y llorando, dice: «No detente».




ArribaAbajoEl sol y la vida


ArribaAbajo   ¡Oh noche! Cuando a Adán fue revelado
quién eras, y aun no vista, oyó nombrarte,
¿no temió que enlutase tu estandarte
el bello alcázar de zafir dorado?

   Mas ya el celaje etéreo, blanqueado  5
del rayo occidental. Héspero parte;
su hueste por los cielos se reparte,
y el hombre nuevos mundos ve admirado.

   ¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
oh Sol! ¿Quién acertara, cuando ostenta  10
la brizna más sutil tu luz mentida,

   esos orbes sin fin que nos velabas?
¡Oh mortal! Y ¿el sepulcro te amedrenta?
Si engañó el Sol, ¿no engañara la vida?




ArribaAbajoLa revelación interna


ArribaAbajo   ¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
o en especial un cielo favorito?

   «¿Quieres saber, mortal, en donde habito?»  5
dice una voz interna. «Aunque difundo
mi ser y en vida el universo inundo,
mi sagrario es un pecho sin delito.

   Cesa, mortal, de fatigarte en vano
tras rumores de error y de impostura,  10
ni pongas tu virtud en tiro externo;

   no abuses de los dones de mi mano,
no esperes cielo para un alma impura
ni para el pensar libre fuego eterno».




ArribaAbajo Night and Death


ArribaAbajo   ¡Qué noche! Cuando Adán fue revelado
quién eras, y aún no vista, oyó nombrarte,
¿no temió que enlutase tu estandarte
el bello alcázar de zafir dorado?

   Mas ya el celaje etéreo, blanqueado  5
del rayo occidental, Héspero parte;
su huesta por los cielos se reparte
y el hombre nuevos mundos ve admirado.

   ¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
oh sol! ¿Quién acertará cuando ostenta  10
la brizna más sutil tu luz mentida

   esos orbes sin fin que nos velabas?
¡Oh, mortal! Y, ¿el sepulcro te amedrenta?
Si engañó el sol, ¿no engañará la vida?




ArribaAbajoBretón de los Herreros, Manuel

Quel (Logroño). 1796 - Madrid. 1873

Comediógrafo. Miembro de la Real Academia desde 1837 y director de la Biblioteca Nacional desde 1847. Con 15 años luchó en la guerra de la Independencia. Su obra literaria consta de cinco volúmenes publicados en 1883-84.




ArribaAbajoA la pereza


ArribaAbajo   ¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio el que madruga con la aurora
aunque las musas digan que enamora
oír cantar a un ave en la alborada!

   ¡Oh, que lindo en poltrona dilatada  5
reposar una hora y otra hora!
Comer, holgar..., ¡qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

   ¡Salve, oh, Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.  10
De tus graves alumnos el ejemplo

   arrastro bostezando: y en tal modo
tu apacible modorra a entrar me empieza
que no acabo el soneto... de per... (eza)




ArribaAbajo Los dos padres


(Traducción del italiano)


ArribaAbajo   Padres los dos felices algún día
de dos hermosas vírgenes, al cielo
plugo arrancarlas del humano suelo
que tan sublime don no merecía.

   Guarda a la tuya austera celosía,  5
candado eterno, religioso velo,
y a la antorcha imperial ¡ay desconsuelo
súbita muerte arrebató la mía!

   Tú al menos de su voz tierna y piadosa
el son puedes oír cabe el sagrado  10
inaccesible muro que la esconde;

   yo al frío mármol, do mi bien reposa
corro en amargas lágrimas bañado;
llamo, torno a llamar... ¡Nadie responde!




ArribaAbajoA varios amigos tronados


ArribaAbajo   Esta turba famélica y bellaca
nunca se cansa de fumar de gorra;
como al hebreo en tiempo de Gomorra
yo os maldigo, y mi furia no se aplaca.

   ¿A qué tanto pedirme la petaca?  5
¿Cómo quieres, hambrón, que te socorra?
¿Soy acaso asqueroso hijo de zorra?
¿Recibo yo bajeles de Guaxaca?

   ¿Cómplice acaso soy del vicio ajeno?
Yo gano mi fumar con mi trabajo,  10
y en la aduana lo compro, malo o bueno.

   Tú, que eres un pobre calandrajo,
estate sin fumar... o chupa heno...
o chúpate la punta del carajo.




ArribaAbajoCadalso, José

Cádiz. 1741 - Gibraltar. 1782

Cursa sus primeros estudios en los jesuitas de París, para terminarlos más tarde en el Seminario de Noble de los jesuitas de Madrid. Su padre, comerciante de Indias, le llevó a recorrer parte de la geografía europea. Se alista como cadete en el Regimiento de caballería de Borbón. Es desterrado a Aragón, donde escribe sus célebres Cartas a Marruecos. Célebre por sus amores con la actriz María Ignacia Ibáñez, al morir esta en 1771, origina en el escritor una fuerte crisis de conciencia. Sargento mayor de su regimiento, un casco de granada en el sitio de Gibraltar acabó con su vida el año 1782.




ArribaAbajoA la muerte de Filis


ArribaAbajo   Mientras vivió la dulce prenda mía,
Amor, sonoros versos me inspiraste;
obedecí la ley que me dictaste,
y sus fuerzas me dio la poesía.

   Mas, ay, que desde aquel aciago día  5
que me privó del bien que tú admiraste,
al punto sin imperio en mí te hallaste,
y hallé falta de ardor a mi Talía.

   Pues no borra su ley la Parca dura
(a quien el mismo Jove no resiste),  10
olvido el Pindo y dejo la hermosura.

   Y tú también de tu ambición desiste,
y junto a Filis tengan sepultura
tu flecha inútil y mi lira triste.




ArribaAbajoProbando que la ausencia no siempre es remedio contra el amor


ArribaAbajo   Cuatro tomas de ausencia recetaron
a un enfermo de amores los doctores;
el enfermo sanó de sus amores,
y los doctores sabios se mostraron.

   Otros mil ejemplares confirmaron  5
de la nueva receta los primeros;
los astros conocieron mis dolores,
y sin duda sanarme proyectaron.

   Me dieron de recetas tan divina
cincuenta tomas (que tomé con tedio),  10
pero más me agravó la medicina,

   pues tan opuesto al fin fue aqueste medio,
que agonizando mi alma, se imagina
me matará el remedio sin remedio.




ArribaAbajoA la primavera después de la muerte de Philis


ArribaAbajo   No basta que en su cueva se encadene
el uno y otro proceloso viento
ni que Neptuno mande a su elemento
con el tridente azul que se serene.

   ni que Amaltea el fértil campo llene  5
de fruta y flor, ni que con nuevo aliento
al eco den las aves dulce acento
ni que el arroyo desatado suene.

   En vano anuncias, verde primavera
tu vuelta, de los hombres deseada,  10
triunfante del invierno triste y frío.

   Muerta Filis, el orbe nada espera
sino niebla espantosa, noche helada,
sombras y sustos como el pecho mío.




ArribaAbajoSobre el poder del tiempo


ArribaAbajo   Todo lo muda el tiempo, Filis mía;
todo cede al rigor de sus guadañas;
ya trasforma los valles en montañas,
ya pone campo donde mar había.

   Él muda en noche opaca el claro día,  5
en fábulas pueriles las hazañas,
alcázares soberbios en cabañas,
y el juvenil ardor en vejez fría.

   Doma el tiempo al caballo desbocado,
detiene el mar y viento enfurecido,  10
postra al león y rinde al bravo toro.

   Sólo una cosa al tiempo denodado
ni cederá, ni cede, ni ha cedido,
y es el constante amor con que te adoro.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Ya veis cual viene, amantes, mi pastora
de bulliciosos céfiros cercada,
la rubia trenza suelta, y adornada
por manos sacras de la misma Flora.

   Ya veis su blanco rostro que enamora;  5
su vista alegre y sonreír que agrada,
su hermoso pecho, celestial morada
del corazón a quien el mío adora.

   Oís su voz y el halagüeño acento
y al ver y oír que sólo a mí me quiere,  10
con envidia miráis la suerte mía.

   Mas si vierais el mísero tormento
con que mil veces su rigor me hiere
la envidia en compasión se trocaría.




ArribaAbajoDe la timidez natural a los hombres


ArribaAbajo   ¡A cuánto susto el cielo te condena,
oh género mortal, flaco y cuitado!
Se espantan unos en el mar salado
y tiembla otros cuando Jove truena.

   Otros si el eco del león resuena,  5
otros cuando el magnate está irritado,
otros cuando en la cárcel han pasado
días y noches tristes con cadena.

   Yo sólo discurrí no temblaría
al trueno, ni al león, ni al poderoso,  10
ni a la prisión, ni a todo el orbe entero.

   Mas se engañó mi débil fantasía:
el rostro de mi Filis desdeñoso
me cubre de terror, temblando muero.




ArribaAbajoSobre el anhelo con que cada uno trabaja para lograr su objeto


ArribaAbajo   Pierde tras el laurel su noble aliento
el héroe joven en la atroz milicia;
sepúltase en el mar por su avaricia
el necio, que engañaron mar y viento.

   Hace prisión su lúgubre aposento  5
el sabio, por saber, y por codicia
el que al duro metal de la malicia
fio su corazón y su contento.

   Por su cosecha sufre el sol ardiente
el labrador, y pasa noche y día  10
el cazador de su familia ausente.

   Yo también llevaré con alegría
cuantos sustos el orbe me presente,
sólo por agradarte, Filis mía.




ArribaAbajoA J. A. C. B.


ArribaAbajo   Naturaleza absorta en este día
contempla el precursor que del futuro
abriendo el escondido seno oscuro
trajo al linaje humano la alegría.

   Los seres solemnizaron a porfía  5
la paz universal que muy más puro
tornó el placer y el bien muy más seguro
cumpliéndose la excelsa profecía.

   También celebran el placer sabroso
que fundad, ¡oh Juan!, en la esperanza  10
de nueva prole, cual su madre hermosa.

   Treparán por su cuello delicioso
y ella alegre por ver su semejanza
posteridad donare numerosa.




ArribaAbajoCaro, Antonio José

Santa Fe (Colombia). 1783 - Bogotá (Colombia). 1830

Poeta hallado en Internet.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Hallándome del mundo retirado
en mi honrado, aunque pobre, humilde nido,
donde al fin entregar logré al olvido
cuanto por ti he sufrido y he llorado.

   Excusa, ingrata, el bárbaro cuidado  5
de recordarme que tu amante he sido:
¡Ay! eso es refregar en un herido
la antigua llaga de que está curado.

   Hubo un tiempo en que pude agradecerte
el más leve recuerdo de tu parte;  10
hoy tus memorias para mí son muerte.

   Yo me atrevo, señora, a suplicarte,
si algún favor alcanzo a merecerte,
que de mi amor no vuelvas a acordarte.




ArribaAbajoCarpio, Manuel

México. 1791 - 1861

Poeta hallado en Internet.




ArribaAbajoEl río de Cosamaloapán


ArribaAbajo   Arrebatado y caudaloso río
que riegas de mi pueblo las praderas
¡quién pudiera llorar en tus riberas
de la redonda luna al rayo frío!

   De noche en mi agitado desvarío  5
me parece estar viendo tus palmeras,
tus naranjos en flor y enredaderas,
y tus lirios cubiertos de rocío.

   ¡Quién le diera tan sólo una mirada
a la dulce y modesta casa mía,  10
donde nací, como ave en la enramada!

   Pero tus olas ruedan en el día
sobre las ruinas ¡ay! de esa morada,
donde feliz en mi niñez vivía.




ArribaAbajoConde de Noreña

Gaspar María de Nava Álvarez


Castellón. 1760 - Madrid. 1815

Militar y diplomático.




ArribaAbajoSituación inalterable del justo


ArribaAbajo   Al ambicioso aterran los cuidados
de ser entre los hombres el primero.
Al avaro la sed del vil dinero,
cercado de temor por todos lados.

   Al jugador la suerte de los dados,  5
de los dañosos naipes y el tablero.
Al soberbio le ahoga su ardor fiero.
Al lascivo deseos no arreglados.

   A éstos destruye la voraz conciencia,
poniendo los delitos por delante,  10
y dándoles pesar con su presencia.

   Mas el justo, sereno su semblante,
sabe la grande indubitable ciencia
de no temer a nadie ni un instante.




ArribaAbajoPintura del cruel estado de un celoso


ArribaAbajo   Así como el bridón noble y fogoso
al eco del clarín, que el aire hiende,
la crin encrespa, las orejas tiende
y a veces la menea presuroso,

   enhiesta la cerviz, el polvoroso  5
suelo a patadas deshacer pretende,
tasca el duro bocado, que le ofende,
se inquieta y combatir desea ansioso,

   se encuentra aquel amante desdichado,
que en su pecho los celos aposenta  10
y vive con sospechas alarmado.

   Porque todo lo agita, le impacienta,
hasta que llega a ver desengañado
con pureza su honor, falsa su afrenta.




ArribaAbajoDando la enhorabuena a un amigo, que iba a casarse


ArribaAbajo   Cual suele con las ramas enlazadas
dos árboles unirse, que ni el viento
puede arrancarles de su firme asiento,
ni quebrantar sus copas levantadas,

   pues antes entre sí bien apretadas  5
parecen elevarse al firmamento,
dándoles hermosura y ornamento
las frutas, que producen sazonadas,

   así, querido amigo, te deseo
un lazo delicioso, un lazo fuerte  10
por medio del dulcísimo Himeneo.

   Y que esta unión se forme de tal suerte
que, colmado de paz y de recreo,
seas siempre feliz hasta la muerte.




ArribaAbajoRetrato de la tristeza del doctor Young


ArribaAbajo   Sobre la negra tumba recostado
está el anciano Young. Contempla atento
bajo la losa todo su contento,
porque nada la Muerte le ha dejado.

   Con lágrimas su rostro está bañado,  5
y temblando su cuerpo macilento.
Sólo consta de un ¡ay! su triste acento,
que resuena en el techo embovedado.

   Supremo Ser, exclama. que, subido
sobre el cerco de estrellas prodigioso,  10
ves con tedio al que gusta de esta vida,

   ¿cuándo será mi espíritu impelido
de tu potente diestra y con reposo
hará junto a tu trono su manida?




ArribaAbajoRecuerdos de un ausente


ArribaAbajo   Hermosas hebras de ébano luciente,
sobre la nieve y rosas esparcidas,
o con arte a los lados divididas
para dejar que luzca la alba frente.

   Ojos, donde reside un fuego ardiente,  5
cejas, arcos de Amor, cejas pulidas,
en mi pecho os halláis tan esculpidas,
como si no estuviera agora ausente.

   Y vosotros, hoyuelos, producidos
de una risa, entre perlas lisonjera,  10
cuyos ecos anhelan mis oídos.

   Si sólo imaginados, de manera
mi alma excitáis que pierdo los sentidos,
al veros, ¿qué será? ¡Quién, ay, os viera!




ArribaAbajoA un oficial en campaña


ArribaAbajo   Entrégate al reposo ya en buen hora,
que cesaron del burro los roznidos,
y en dulce paz descansan tus oídos
de su música atroz altisonora.

   Vendrá riendo la fragante Aurora,  5
los montes se verán del Sol heridos
y mostrarán tus miembros aún dormidos
que el placer tras la pena se mejora.

   Juzguen otros feliz al que, cercado
de pompa, eleva su orgullosa frente  10
sobre un pueblo a sus plantas humillado,

   o al que apura de Amor la copa ardiente,
que yo te juzgo a ti, pues has logrado
librarte de un borrico impertinente.




ArribaAbajoRazón de no hacer versos durante la guerra


ArribaAbajo   Cupido, como niño, se estremece
del temeroso son del bronce herido,
y en las faldas de Venus escondido,
mientras dura la guerra no aparece.

   Como el numen, que el pecho me enardece,  5
a sus blancos halagos lo he debido,
con el bélico afán está abatido,
con el continuo susto se enflaquece.

   Pues tiembla y huye de la lid el ciego,
pues sin él no hay ardor ¿por qué me afano?  10
¿Por qué en pos de las musas no sosiego?

   No más versos, no más hasta que Jano
a la Discordia apague el turbio fuego,
y la graciosa Paz nos de la mano.




ArribaAbajo Werther a su sepultura


ArribaAbajo   La sombra de este tronco, yerbas, flores,
y cuanto el suelo da con lozanía
cubran aquí la sepultura mía,
y el recuerdo también de mis amores.

   No se vean señales exteriores  5
que puedan descubrir mi tumba fría,
pues no merece mi cruel porfía
saberse por comunes amadores.

   Vendrá algún día que estará temblando
la lágrima en los ojos de mi esposa  10
cuando la cumbre el Sol vaya dorando.

   Tú me embalsamarás, gota preciosa,
si es que debe Carlota estar llorando
adonde el infeliz Werther reposa.




ArribaAbajo A un deseo vano


ArribaAbajo   Oh deseo insensato, tu osadía
¡cuán justamente queda castigada!
Caminaste con ala arrebatada
adonde el bien a tu ansia se ofrecía.

   Hallaste en vez de fuego, nieve fría,  5
mármol en vez de fuego, y rodeada
de agudas puntas, de impiedad amada
la rosa, que tan dulce parecía.

   No quiera imposibles. No con vuelo
altivo al Cielo registrar presumas  10
ni el carro gobernar del Sol dorado.

   Que destrozados yacen en el suelo
Ícaro, ya desnudo de sus plumas,
Faetón por el rayo ya abrasado.




ArribaAbajoA una mujer entrada ya en edad


ArribaAbajo   Esa cabeza erguida y orgullosa,
ese ademán altivo y lengua vana
eran muy buenos en la edad lozana
cuando el jazmín reinaba con la rosa.

   Ahora amarillez, ruga enojosa  5
invaden tu belleza soberana
y en tus ralos cabellos ya la cana
ejercen su potencia rigurosa.

   ¡Mira cómo dejaron tu semblante
las voraces viruelas! ¡cuál los dientes  10
negrean por los males y los años!

   Mírate en el espejo un solo instante
y dime si tus modos insolentes
me harán fuerza con tantos desengaños.




ArribaAbajoA la muerte de su dama


ArribaAbajo   Si después de la muerte, todavía
se encuentran nuestras voces dolorosas
y bajo las heladas duras losas
abrasa al pecho el fuego que solía,

   prosiga el eco de la angustia mía;  5
y las verdes colinas que, envidiosas,
dividen nuestras tumbas silenciosas
lo aumenten y repitan a porfía;

   para que sea el punto conducido
a Leyla en alas del piadoso viento  10
hiriendo con amor su tierno oído.

   Así tendré al morir ese contento,
que aunque me halle ya a polvo reducido,
se goce Leyla con mi triste aliento.



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