Buenos Aires (Argentina). 1794 -
Isla de Santa Catalina (Montevideo, Uruguay). 1839
Poeta, escritor y
dramaturgo. Al apoyar la candidatura de Rivadavia, a la
caída de éste, tuvo que desterrarse a Uruguay, donde
residiendo en Montevideo encontró la muerte.
A
la memoria de mi padre
¡Oh
Señor de la vida y de la muerte!
¿Por qué no me
escuchaste? Yo humildoso
mi faz cosía con el polvo
negro,
y te rogaba que el instante
aciago,
señalado
al morir del padre mío,
5
lentamente viniera, y tarde
entrara
en la serie constante de las
horas.
¿Por qué no me
escuchaste, y en mis ojos
perenne material
de amargo llanto
sin piedad has abierto? Si una
sombra
10
de unirse había a las del
reino oscuro,
¿Mi vida
aquí no estaba? En flor yo hubiera
a la tumba bajado, y ningún
hijo,
ninguna esposa, en mi morir
pensara.
Soneto a don Mariano Moreno
Arrebató la
Parca... (¡Parca fiera,
del joven más cabal vil
homicida!)
Cortó el hilo dorado de una
vida,
que su guadaña respetar
debiera.
La negra envidia
¡cielo quien pudiera
5
una mano cortar tan fementida!
A la patria a inferido horrenda
herida
que el rival más rival no la
infiriera.
¡Oh
tú! que amante de tu patria, aspiras
a hacer faustos sus hados, rinde
honores
10
al joven héroe que ya el
orbe aclama.
Si la espada le
ha dado defensores
del cañón de su pluma
¡oh pluma!, admiras
vivo fuego brotar que los
inflama.
Al
que desmaya en nuestro sistema por los contrastes que ha
padecido
I
¿Del gran
sistema la contraria suerte
tanto te sobrecoge e intimida?
¿Más que la libertad
amas la vida?
¿Eliges la cadena, y no la
muerte?
El contraste no
aflige al varón fuerte,
5
él a mayor peligro le
convida;
dijo perezca el cruel y no
trepida,
y en león libio, en furia se
convierte.
Su sangre a
borbotones mancha el suelo;
él la mira, y el pecho se le
inflama,
10
y allí su atropellar,
allí su anhelo.
Al expirar a sus
amigos llama,
y despreciando tan funesto
duelo,
himnos entona que admiró la
fama.
II
¿Tú
lleno de pavor pasas el día
los males de tu patria
contemplando,
y huyendo de un amigo al ruego
blando
buscas ansiosos la
melancolía?
¿Qué hiciste infeliz hombre tu
alegría
5
los grillos al romper? ¿a do
temblando
llevas la planta con tu sombra
hablando?
¡Infeliz para sí de ti
confía!
Húndete
miserable, a tus hermanos
devuélveles tu mal
ceñida espada,
10
no la profanen tan cobardes
manos.
La augusta
Libertad con faz airada
te apartará de sus
Americanos,
y en su templo jamás
tendrás entrada.
Sonetos al general don Manuel
Belgrano
I
¡Desventurada
patria! son llegados
los momentos de luto.
Fallecido
ha el héroe militar, en que
han podido
descansar sin azares tus
cuidados.
El ínclito
Belgrano...(¡desgraciados
5
acentos de mi voz!) víctima
ha sido
del patrio amor, deidad, a que ha
tenido
sus valientes esfuerzos
consagrados.
Viste pues luto
patria malhadada;
tu robusta columna ya no
existe.
10
Va a la tumba tu honor. Es
acabada
la esperanza de
gloria en que viviste.
Y mi alma en las ruinas
sepultada
fija el lema a tu suerte:
PERECISTE.
II
¡Feliz
plantel del suelo americano,
gran Buenos Aires, patria
afortunada
del campeón más
ilustre, cuya espada
nunca en conflicto se
desnudó en vano!
De los laureles
que plantó tu mano
5
en tus marciales glorias
empeñada
haz diadema de honor en que
grabada
se vea la imagen del mejor
Belgrano.
De ella sola la
expresión valiente
el aire noble su mirar activo,
10
su denuedo gentil, grato,
imponente,
su tono militar
ejecutivo
actitudes serán, que
mudamente
a una voz griten:
¡Compatriotas! vivo.
III
Falleció el
ínclito Belgrano
de militares el cabal dechado,
intrépido, valiente,
denodado,
atinado en su obrar, jamás
insano.
Patriota sin
revés, leal ciudadano,
5
en sus prometimientos fiel y
honrado,
nunca del oro vil tiranizado,
carácter franco,
corazón humano.
¡Oh jefe
digo de inmortal memoria!
A virtudes tan raras en el
suelo
10
eternos premios con laurel de
gloria.
Que ellas unidas
a su ardiente celo
folios añadirán a
nuestra historia,
para regla, ejemplar, norte y
modelo.
IV
¿Oh,
dónde habitas, militar guerrero?
¿Cómo te fuiste, y
huérfana dejaste
tu amada patria, que a la vez
libraste
con los cortantes filos de tu
acero?
Cómo le
has dado el golpe postrimero,
5
e insensible a su llanto te
ausentaste,
abandonando al último
contraste
su libertad, su honor, su bien
entero.
Que se encienda
de nuevo, que se encienda
la antorcha de tu vida. Y si es en
vano
10
nuestro justo clamor en la
contienda
de tu afligida
patria, pon la mano
sobre quien te suceda, y la
defienda.
¡Pero quien te sucede, gran
Belgrano!
V
¡Provincias
de la Unión! no el torpe olvido,
nota de ingratitud, vil,
degradante,
sea el laurel destinado al
más constante
patriota militar, que habéis
tenido.
Cuando el mundo
político ha sabido
5
su mérito graduar de
relevante,
haced que su gran nombre sea en
diamante
con indelebles cifras
esculpido.
O dando el lleno
a empeño tan laudable,
haced que el pecho fiel del
ciudadano
10
sea la lámina viva y
perdurable
en que de amor la
agradecida mano
grave en gloria de este
héroe inimitable:
aquí vivirá eterno el
gran Belgrano.
A
la muerte del Dr.
D. Juan N. Sola
I
¡Providencia adorable!
¿por qué dejas
en manos de la Parca fementida
a la más despreciable,
hermosa vida
del pastor más amante a sus
ovejas?
Insensible a su
llanto ¿por qué alejas
5
al dulce padre, que a sus hijos
cuida,
a una región en donde nunca
oída
será la voz de sus sentidas
quejas?
¡Oh
providencia, árbitra infalible
del destino del hombre! tú
lo hiciste.
10
Conformes recibimos el
terrible
desapiadado golpe
con que heriste
al pastor y al rebaño.
Premio eterno
al pastor vigilante, al padre
tierno.
II
Rebaño
humilde, llora inconsolable
de tu amante pastor la eterna
ausencia.
Su caridad, su celo, su
paciencia
harán su pérdida
siempre irreparable.
Su
carácter suave, dulce, amable,
5
su apacible genial
condescendencia,
su candidez con visos de
inocencia,
le hicieron ejemplar
inimitable.
¿Oh
tú que viste dilatados días
su ejemplo, su virtud siempre en
aumento,
10
empapa en llanto sus cenizas
frías.
Víctima
del dolor y el sentimiento,
clama al Eterno: Dios de bondad
lleno
salva el rebaño, salva al
pastor bueno.
A
don Martín Rodríguez en su regreso a la
campaña de Santa Fe
No fue ilusoria,
no, nuestra esperanza
cuando creímos,
Rodríguez, que algún día,
de tu mano a la patria le
vendría
la gloria, el honor y la
alabanza.
Tú has
roto, sí, la poderosa lanza
5
que la atroz Discordia embrazado
había;
y tú de la ominosa,
bárbara anarquía
alcanzaste la más feliz
venganza.
De la paz augusta
el símbolo sagrado,
la oliva y el laurel de la
victoria,
10
tu prudencia y esfuerzo se han
ganado.
Tu nombre en los
anales de la historia
celebrado será; y en
nuestros pechos
graba la gratitud tus nobles
hechos.
Díaz Rengifo, Juan
España. Siglo XVII
Poeta.
Soneto
Guarda mundo tu
flaca fortaleza,
fortaleza de carne no la
quiero,
quiero servir a Aquel, en quien, si
espero,
espero hará de roble mi
flaqueza.
Flaqueza en la
virtud es gran vileza,
5
vileza no consiente un
caballero,
caballero en la sangre, no en
dinero,
dinero, que oscurece la
nobleza,
nobleza verdadera
en Dios se halla,
hállala el que, a sí
mismo despreciando,
10
preciando solo a Dios, en él
se honra.
Honra Dios a los
suyos, cuando calla,
calla porque en silencio
está ayudando,
dando paciencia y honra en la
deshonra.
Soneto Continuo
Ceniza espiritada,
vil mixtura,
hombre de polvo, y lágrimas
formado,
por ley divina a muerte
condenado:
¿por qué no pones
freno a tu locura?
Comienza ya a
llorar con amargura,
5
lo mucho que a Dios tienes
enojado,
la mala vida, el tiempo
malgastado,
si no te quieres ver en
apretura.
Llamándote
está la sepultura,
lugar estrecho, do será
enterrado
10
deleite, honra, mando y
hermosura,
y cuanto en esta
vida es estimado:
El alma es inmortal, y siempre
dura,
en sola ella emplea tu
cuidado.
Al
Santísimo nombre de Jesús
Sagrado Redentor,
y dulce Esposo,
peregrino, y supremo rey del
cielo,
camino celestial, firme
consuelo,
amado Salvador, Jesús
gracioso:
Prado ameno,
apacible, deleitoso,
5
fino rubí engastado, fuego
en hielo,
divino amor, paciente y santo
celo,
dechado perfectísimo y
glorioso:
Muestra de amor y
caridad subida
diste, Señor, al mundo
haciéndoos hombre,
10
tierra pobre, y humilde a vos
juntando,
Venistes hombre,
y Dios, amparo y vida,
nuestra vida y miseria
mejorando;
encierra tal grandeza tal
renombre.
A
la sabiduría
Pluguiera a Dios,
que en ti, Sabiduría
(Guía del alma, y celestial
lumbrera)
hubiera yo empleado el largo
día,
la fría noche, el tiempo,
que perdiera.
Tuviera con tu
dulce compañía
5
alegría en lo adverso, y paz
entera:
viera lo que no vi cuando
creía,
que veía, lo que ver
jamás quisiera.
Vencido de
ignorancia, pobre, y ciego
entrego a ti el ingenio
envejecido
10
despedido del ocio y vano
juego,
ruégote le
recibas, que aunque ha sido
perdido por su gran
desasosiego,
sosiego ha de hallar a ti
rendido.
Soneto con estrambote
Este grandioso
Túmulo erigido,
fúnebre pompa de cristiano
afecto,
al más hermoso, y al mayor
sujeto
que injusto triunfo de la Parca ha
sido,
este consigo
mismo competido,
5
de lealtad, y de amor piadoso
efecto
funesto Ocaso es hoy del más
perfecto
sol, que gozar España ha
merecido.
Con un golpe
mortal, en breve instante
al gran Philipo, su divina
Aurora,
10
la Lis francesa, la beldad
galante,
quitó,
llevó la Muerte robadora:
Mas si en eterno imperio
brillante,
tantos de gloria grados
atesora.
Para que
España llora
15
a Isabel de Borbón, que
muerta yace,
si al Cielo Fénix inmortal
renace.
A
la circuncisión de Cristo Nuestro Señor
¿Jesús
circuncidado? ¿Dios herido?
La vida con prenuncios de la
muerte?
de sangre el soberano Sol
teñido?
Sagrado el sano enflaquecido el
fuerte?
Subjeto el libre,
el vencedor rendido?
5
Con suma dignidad tan baja
suerte?
Herrado el Rey, el siervo
esclarecido?
O Dios, porque así quieres
deshacerte?
Sin duda humana
fuerza no bastara
juntar en uno extremos tan
distantes:
10
mas aquestas tan heroicas
hazañas
descubren el
ardor de tus entrañas,
que para amar mil mundos son
bastantes,
y aun de ellas infinito amor
sobrara.
Duque de Frías
Bernardino Fernández de Velasco
Madrid. 1783 - 1851
Político y
literato español. Luchó contra los franceses en la
Guerra de la Independencia con el grado de Coronel. Embajador en
Londres, pasando después al Consejo de Estado. Tras su
retiro a Barcelona y después a Francia, en 1828 regresa a
Madrid. Nuevamente nombrado embajador, esta vez en Francia,
consigue el reconocimiento de Isabel II. Sus Obras Poéticas, con
prólogo del Duque de Rivas, no aparecen hasta 1857.
A
Gentrudis Gomes de Avellaneda
En esos hoy
encantadores valles,
montes un día y
rústicos apriscos,
el cetro del poder abrió
entre riscos
parques floridos y frondosas
calles.
Rocía a
sus ninfas los esbeltos talles,
5
raudal brotando entre espumosos
discos,
por grupos bellos y altos
obeliscos,
émulos de la pompa de
Versalles.
Si en la enramada
el ruiseñor modula
festivo cante y la nadante
carpa
10
en clara fuente plácida
circula,
feliz cual nave
que ligera zarpa
para tu isla natal, celebra
¡oh Tula!
ese Brobón-Edén,
pulsando tu arpa.
Duque de Rivas
Ángel Saavedra
Córdoba. 1791 - Madrid.
1865
Poeta y autor
dramático, célebre por su Don Álvaro o la fuerza del sino.
En 1802 ingresa en el Seminario de Nobles de los Jesuitas, para su
primera educación. Combatió en la guerra de la
Independencia donde fue herido, permaneciendo en territorio
ocupado. Más tarde pasó a Cádiz, donde
empezó su producción literaria. En Sevilla publica en
1814 su primera edición de Poesías. Con la caída de
la Constitución emigra a Inglaterra. Entre 1825 y 1830
reside en Malta. Vuelve a España para ocupar la Cartera de
Gobernación en el gobierno que preside Istúriz. Fue
un magnífico pintor. En 1854 presidió un
efímero Gobierno. Muere en Madrid el año 1865.
A
Lucianela
Cuando al
compás del bandolín sonoro
y del crótalo ronco,
Lucianela,
bailando la gallarda
tarantela,
ostenta de sus gracias el
tesoro;
y conservando el
natural decoro
5
gira, y su falda con recato
vuela,
vale más el listón de
su chinela
que del rico Perú las minas
de oro.
¡Cómo late su seno!
¡Cuán gallardo
su talle ondea! ¡Qué
celeste llama
10
lanzan los negros ojos
brilladores!
¡Ay!... Yo
en su fuego me consumo y ardo;
y en alta voz mi labio la
proclama
de las gracias deidad, reina de
amores.
Unos ojos
Ojos divinos, luz
del alma mía,
por la primera vez os vi
enojados;
¡y antes viera los cielos
desplomados
o abierta ante mis pies la tierra
fría!
Tened,
¡ay¡, compasión de la agonía
5
en que están mis sentidos
sepultados,
al veros centelleantes e
indignados
mirarme, ardiendo con fiereza
impía.
¡Ay!,
perdonad si os agravié: perderos
temí tal vez, y con mi ruego
y llanto
10
más que obligaros
conseguí ofenderos.
Tened, tened
piedad de mi quebranto,
que si tornáis a fulminarme
fieros,
me hundiréis en los reinos
del espanto.
A
Dido abandonada
Más bella
que la flor del tamarindo
(antes que se inventara el
almanaque),
luciste ¡oh Reina! tu
gallardo empaque,
que tanto ha dado que decir al
Pindo.
Si sólo de
pensar en ti me rindo,
5
¿qué es de
extrañar que el otro badulaque,
que huyó con tiempo del
troyano ataque,
quedase, al verte, convertido en
guindo?
¡Ay! su
pasión fue tiro de escopeta,
que te hundió en sempiterno
purgatorio,
10
gozándote y huyendo con vil
treta.
Fue falsa su
pasión como abalorio,
niño impotente al que
juzgaste atleta,
y tu tálamo lecho
mortuorio.
Soneto
Mísero
leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa
escarmentado
yaces, del marinero
abandonado,
despojo vil del ábrego y del
noto.
¡Cuánto mejor estabas en el
soto,
5
de aves y ramas y verdor
poblado,
antes que envanecido y
deslumbrado,
fueras del mundo al término
remoto!
Perdiste la
pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta
umbrosa,
10
donde burlabas los sonoros
vientos.
¿Qué tu orgulloso afán te
prometía?
¿También burlarlos en
la mar furiosa?
He aquí el fruto de altivos
pensamientos.
El
álamo derribado
Gallardo alzaba la
pomposa frente,
yedras y antiguas parras
tremolando,
el álamo de Alcides,
despreciando
la parada nube, y trueno y rayo
ardiente;
cuando de la alta
sierra de repente
5
desprendido huracán
bajó silbando,
que el ancho tronco por el pie
tronchando,
lo arrebató en su
rápida corriente.
Ejemplo sea del
mortal que en vano
se alza orgulloso hasta tocar la
luna,
10
y se juzga seguro en su
altiveza:
Cuando
esté más soberbio y más ufano,
vendrá un contrario soplo de
fortuna
y adiós oro, poder, favor,
fortuna.
Receta segura
Estudia poco o
nada, y la carrera
acaba de abogado en
estudiante,
vete, imberbe, a Madrid, y,
petulante,
charla sin dique, estafa sin
barrera.
Escribe en un
periódico cualquiera;
5
de opiniones extremas sé el
Atlante
y ensaya tu elocuencia
relevante
en el café o en junta
patriotera.
Primero concejal,
y diputado
procura luego ser, que se
consigue
10
tocando con destreza un buen
registro;
no tengas fe
ninguna, y ponte al lado
que esperanza mejor de éxito
abrigue,
y pronto te verás primer
ministro.
Un buen consejo
Con voz
aguardentosa parla y grita
contra todo Gobierno, sea el que
fuere.
Llama a todo acreedor que te
pidiere
servil, carlino, feota,
jesuita.
De un diputado
furibundo imita
5
la frase y ademán. Y si se
urdiere
algún motín, al punto
en él te injiere,
y a incendiar y matar la turba
incita.
Lleva bigote
luengo, sucio y cano;
un sablecillo, una levita
rota,
10
bien de realista, bien de
miliciano.
De nada razonable
entiendas jota,
vivas da ronco al pueblo
soberano
y serás eminente
patriota.
Cual suele en la floresta...
Cual suele en la
floresta deliciosa
tras la cándida rosa y
azucena,
y entre la verde grana y la
verbena
esconderse la sierpe
ponzoñosa;
así en los
labios de mi ninfa hermosa,
5
y en los encantos de mi faz
serena
amor se esconde con la aljaba
llena,
más que de fechas, de
crueldad penosa.
Contemplando del
prado la frescura
párase el caminante, y
siente luego
10
de la sierpe la negra
mordedura:
yo
contemplé a mi ninfa, y loco y ciego
quedé al ver de su rostro la
hermosura,
y sentí del amor el vivo
fuego.
Estébanez Calderón,
Serafín
Málaga. 1799 - Madrid.
1867
Estudia
Humanidades y Derecho en Granada. A partir de 1830 reside en
Madrid. Entre sus cargos en la capital fue auditor general del
ejército del Norte, consejero de Estado y Ministro de Guerra
y Marina en 1847. Era pintor y un consumado arabista. A él
se debe el Museo de Pintura y Arte de la Biblioteca Principal de
Sevilla. En 1831 publicó su primer volumen de Poesías.
A
la ciudad reina de Andalucía
Casas moriscas,
patios con jazmines,
naranjos, flores, búcaros y
fuentes,
antorchas en girándulas
lucientes,
que alumbran por cancelas los
jardines.
Damas entre
damascos y cojines,
5
refrescando al ventalle los
ambientes
y guardando en las rejas
impacientes
citas, lances con nobles
paladines.
Músicas
por las calles y veladas;
Guadalquivir que, manso, lejos
brilla,
10
la flota y la Giralda
iluminadas.
Soldado, abad,
buscona, gitanilla;
escalas en balcón,
reñir de espadas,
esta es Babel de amor, esta es
Sevilla.
Al
propio asunto (Luzbel y Montes) y con diverso son