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ArribaAbajoCruz Varela, Juan

Buenos Aires (Argentina). 1794 - Isla de Santa Catalina (Montevideo, Uruguay). 1839

Poeta, escritor y dramaturgo. Al apoyar la candidatura de Rivadavia, a la caída de éste, tuvo que desterrarse a Uruguay, donde residiendo en Montevideo encontró la muerte.




ArribaAbajoA la memoria de mi padre


ArribaAbajo   ¡Oh Señor de la vida y de la muerte!
¿Por qué no me escuchaste? Yo humildoso
mi faz cosía con el polvo negro,
y te rogaba que el instante aciago,

   señalado al morir del padre mío,  5
lentamente viniera, y tarde entrara
en la serie constante de las horas.
¿Por qué no me escuchaste, y en mis ojos

   perenne material de amargo llanto
sin piedad has abierto? Si una sombra  10
de unirse había a las del reino oscuro,

   ¿Mi vida aquí no estaba? En flor yo hubiera
a la tumba bajado, y ningún hijo,
ninguna esposa, en mi morir pensara.






ArribaAbajoSoneto a don Mariano Moreno


ArribaAbajo   Arrebató la Parca... (¡Parca fiera,
del joven más cabal vil homicida!)
Cortó el hilo dorado de una vida,
que su guadaña respetar debiera.

   La negra envidia ¡cielo quien pudiera  5
una mano cortar tan fementida!
A la patria a inferido horrenda herida
que el rival más rival no la infiriera.

   ¡Oh tú! que amante de tu patria, aspiras
a hacer faustos sus hados, rinde honores  10
al joven héroe que ya el orbe aclama.

   Si la espada le ha dado defensores
del cañón de su pluma ¡oh pluma!, admiras
vivo fuego brotar que los inflama.




ArribaAbajoAl que desmaya en nuestro sistema por los contrastes que ha padecido




ArribaAbajoI


ArribaAbajo   ¿Del gran sistema la contraria suerte
tanto te sobrecoge e intimida?
¿Más que la libertad amas la vida?
¿Eliges la cadena, y no la muerte?

   El contraste no aflige al varón fuerte,  5
él a mayor peligro le convida;
dijo perezca el cruel y no trepida,
y en león libio, en furia se convierte.

   Su sangre a borbotones mancha el suelo;
él la mira, y el pecho se le inflama,  10
y allí su atropellar, allí su anhelo.

   Al expirar a sus amigos llama,
y despreciando tan funesto duelo,
himnos entona que admiró la fama.




ArribaAbajoII


ArribaAbajo   ¿Tú lleno de pavor pasas el día
los males de tu patria contemplando,
y huyendo de un amigo al ruego blando
buscas ansiosos la melancolía?

   ¿Qué hiciste infeliz hombre tu alegría  5
los grillos al romper? ¿a do temblando
llevas la planta con tu sombra hablando?
¡Infeliz para sí de ti confía!

   Húndete miserable, a tus hermanos
devuélveles tu mal ceñida espada,  10
no la profanen tan cobardes manos.

   La augusta Libertad con faz airada
te apartará de sus Americanos,
y en su templo jamás tendrás entrada.




ArribaAbajoSonetos al general don Manuel Belgrano




ArribaAbajo I


ArribaAbajo   ¡Desventurada patria! son llegados
los momentos de luto. Fallecido
ha el héroe militar, en que han podido
descansar sin azares tus cuidados.

   El ínclito Belgrano...(¡desgraciados  5
acentos de mi voz!) víctima ha sido
del patrio amor, deidad, a que ha tenido
sus valientes esfuerzos consagrados.

   Viste pues luto patria malhadada;
tu robusta columna ya no existe.  10
Va a la tumba tu honor. Es acabada

   la esperanza de gloria en que viviste.
Y mi alma en las ruinas sepultada
fija el lema a tu suerte: PERECISTE.




ArribaAbajoII


ArribaAbajo   ¡Feliz plantel del suelo americano,
gran Buenos Aires, patria afortunada
del campeón más ilustre, cuya espada
nunca en conflicto se desnudó en vano!

   De los laureles que plantó tu mano  5
en tus marciales glorias empeñada
haz diadema de honor en que grabada
se vea la imagen del mejor Belgrano.

   De ella sola la expresión valiente
el aire noble su mirar activo,  10
su denuedo gentil, grato, imponente,

   su tono militar ejecutivo
actitudes serán, que mudamente
a una voz griten: ¡Compatriotas! vivo.




ArribaAbajoIII


ArribaAbajo   Falleció el ínclito Belgrano
de militares el cabal dechado,
intrépido, valiente, denodado,
atinado en su obrar, jamás insano.

   Patriota sin revés, leal ciudadano,  5
en sus prometimientos fiel y honrado,
nunca del oro vil tiranizado,
carácter franco, corazón humano.

   ¡Oh jefe digo de inmortal memoria!
A virtudes tan raras en el suelo  10
eternos premios con laurel de gloria.

   Que ellas unidas a su ardiente celo
folios añadirán a nuestra historia,
para regla, ejemplar, norte y modelo.




ArribaAbajoIV


ArribaAbajo   ¿Oh, dónde habitas, militar guerrero?
¿Cómo te fuiste, y huérfana dejaste
tu amada patria, que a la vez libraste
con los cortantes filos de tu acero?

   Cómo le has dado el golpe postrimero,  5
e insensible a su llanto te ausentaste,
abandonando al último contraste
su libertad, su honor, su bien entero.

   Que se encienda de nuevo, que se encienda
la antorcha de tu vida. Y si es en vano  10
nuestro justo clamor en la contienda

   de tu afligida patria, pon la mano
sobre quien te suceda, y la defienda.
¡Pero quien te sucede, gran Belgrano!




ArribaAbajo V


ArribaAbajo   ¡Provincias de la Unión! no el torpe olvido,
nota de ingratitud, vil, degradante,
sea el laurel destinado al más constante
patriota militar, que habéis tenido.

   Cuando el mundo político ha sabido  5
su mérito graduar de relevante,
haced que su gran nombre sea en diamante
con indelebles cifras esculpido.

   O dando el lleno a empeño tan laudable,
haced que el pecho fiel del ciudadano  10
sea la lámina viva y perdurable

   en que de amor la agradecida mano
grave en gloria de este héroe inimitable:
aquí vivirá eterno el gran Belgrano.




ArribaAbajoA la muerte del Dr. D. Juan N. Sola




ArribaAbajo I


ArribaAbajo¡Providencia adorable! ¿por qué dejas
en manos de la Parca fementida
a la más despreciable, hermosa vida
del pastor más amante a sus ovejas?

   Insensible a su llanto ¿por qué alejas  5
al dulce padre, que a sus hijos cuida,
a una región en donde nunca oída
será la voz de sus sentidas quejas?

   ¡Oh providencia, árbitra infalible
del destino del hombre! tú lo hiciste.  10
Conformes recibimos el terrible

   desapiadado golpe con que heriste
al pastor y al rebaño. Premio eterno
al pastor vigilante, al padre tierno.




ArribaAbajoII



ArribaAbajo   Rebaño humilde, llora inconsolable
de tu amante pastor la eterna ausencia.
Su caridad, su celo, su paciencia
harán su pérdida siempre irreparable.

   Su carácter suave, dulce, amable,  5
su apacible genial condescendencia,
su candidez con visos de inocencia,
le hicieron ejemplar inimitable.

   ¿Oh tú que viste dilatados días
su ejemplo, su virtud siempre en aumento,  10
empapa en llanto sus cenizas frías.

   Víctima del dolor y el sentimiento,
clama al Eterno: Dios de bondad lleno
salva el rebaño, salva al pastor bueno.






ArribaAbajoA don Martín Rodríguez en su regreso a la campaña de Santa Fe


ArribaAbajo   No fue ilusoria, no, nuestra esperanza
cuando creímos, Rodríguez, que algún día,
de tu mano a la patria le vendría
la gloria, el honor y la alabanza.

   Tú has roto, sí, la poderosa lanza  5
que la atroz Discordia embrazado había;
y tú de la ominosa, bárbara anarquía
alcanzaste la más feliz venganza.

   De la paz augusta el símbolo sagrado,
la oliva y el laurel de la victoria,  10
tu prudencia y esfuerzo se han ganado.

   Tu nombre en los anales de la historia
celebrado será; y en nuestros pechos
graba la gratitud tus nobles hechos.






ArribaAbajoDíaz Rengifo, Juan

España. Siglo XVII

Poeta.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Guarda mundo tu flaca fortaleza,
fortaleza de carne no la quiero,
quiero servir a Aquel, en quien, si espero,
espero hará de roble mi flaqueza.

   Flaqueza en la virtud es gran vileza,  5
vileza no consiente un caballero,
caballero en la sangre, no en dinero,
dinero, que oscurece la nobleza,

   nobleza verdadera en Dios se halla,
hállala el que, a sí mismo despreciando,  10
preciando solo a Dios, en él se honra.

   Honra Dios a los suyos, cuando calla,
calla porque en silencio está ayudando,
dando paciencia y honra en la deshonra.




ArribaAbajoSoneto Continuo


ArribaAbajo   Ceniza espiritada, vil mixtura,
hombre de polvo, y lágrimas formado,
por ley divina a muerte condenado:
¿por qué no pones freno a tu locura?

   Comienza ya a llorar con amargura,  5
lo mucho que a Dios tienes enojado,
la mala vida, el tiempo malgastado,
si no te quieres ver en apretura.

   Llamándote está la sepultura,
lugar estrecho, do será enterrado  10
deleite, honra, mando y hermosura,

   y cuanto en esta vida es estimado:
El alma es inmortal, y siempre dura,
en sola ella emplea tu cuidado.




ArribaAbajoAl Santísimo nombre de Jesús


ArribaAbajo   Sagrado Redentor, y dulce Esposo,
peregrino, y supremo rey del cielo,
camino celestial, firme consuelo,
amado Salvador, Jesús gracioso:

   Prado ameno, apacible, deleitoso,  5
fino rubí engastado, fuego en hielo,
divino amor, paciente y santo celo,
dechado perfectísimo y glorioso:

   Muestra de amor y caridad subida
diste, Señor, al mundo haciéndoos hombre,  10
tierra pobre, y humilde a vos juntando,

   Venistes hombre, y Dios, amparo y vida,
nuestra vida y miseria mejorando;
encierra tal grandeza tal renombre.




ArribaAbajo A la sabiduría


ArribaAbajo   Pluguiera a Dios, que en ti, Sabiduría
(Guía del alma, y celestial lumbrera)
hubiera yo empleado el largo día,
la fría noche, el tiempo, que perdiera.

   Tuviera con tu dulce compañía  5
alegría en lo adverso, y paz entera:
viera lo que no vi cuando creía,
que veía, lo que ver jamás quisiera.

   Vencido de ignorancia, pobre, y ciego
entrego a ti el ingenio envejecido  10
despedido del ocio y vano juego,

   ruégote le recibas, que aunque ha sido
perdido por su gran desasosiego,
sosiego ha de hallar a ti rendido.




ArribaAbajoSoneto con estrambote


ArribaAbajo   Este grandioso Túmulo erigido,
fúnebre pompa de cristiano afecto,
al más hermoso, y al mayor sujeto
que injusto triunfo de la Parca ha sido,

   este consigo mismo competido,  5
de lealtad, y de amor piadoso efecto
funesto Ocaso es hoy del más perfecto
sol, que gozar España ha merecido.

   Con un golpe mortal, en breve instante
al gran Philipo, su divina Aurora,  10
la Lis francesa, la beldad galante,

   quitó, llevó la Muerte robadora:
Mas si en eterno imperio brillante,
tantos de gloria grados atesora.

   Para que España llora  15
a Isabel de Borbón, que muerta yace,
si al Cielo Fénix inmortal renace.




ArribaAbajoA la circuncisión de Cristo Nuestro Señor


ArribaAbajo   ¿Jesús circuncidado? ¿Dios herido?
La vida con prenuncios de la muerte?
de sangre el soberano Sol teñido?
Sagrado el sano enflaquecido el fuerte?

   Subjeto el libre, el vencedor rendido?  5
Con suma dignidad tan baja suerte?
Herrado el Rey, el siervo esclarecido?
O Dios, porque así quieres deshacerte?

   Sin duda humana fuerza no bastara
juntar en uno extremos tan distantes:  10
mas aquestas tan heroicas hazañas

   descubren el ardor de tus entrañas,
que para amar mil mundos son bastantes,
y aun de ellas infinito amor sobrara.




ArribaAbajoDuque de Frías

Bernardino Fernández de Velasco


Madrid. 1783 - 1851

Político y literato español. Luchó contra los franceses en la Guerra de la Independencia con el grado de Coronel. Embajador en Londres, pasando después al Consejo de Estado. Tras su retiro a Barcelona y después a Francia, en 1828 regresa a Madrid. Nuevamente nombrado embajador, esta vez en Francia, consigue el reconocimiento de Isabel II. Sus Obras Poéticas, con prólogo del Duque de Rivas, no aparecen hasta 1857.




ArribaAbajoA Gentrudis Gomes de Avellaneda


ArribaAbajo   En esos hoy encantadores valles,
montes un día y rústicos apriscos,
el cetro del poder abrió entre riscos
parques floridos y frondosas calles.

   Rocía a sus ninfas los esbeltos talles,  5
raudal brotando entre espumosos discos,
por grupos bellos y altos obeliscos,
émulos de la pompa de Versalles.

   Si en la enramada el ruiseñor modula
festivo cante y la nadante carpa  10
en clara fuente plácida circula,

   feliz cual nave que ligera zarpa
para tu isla natal, celebra ¡oh Tula!
ese Brobón-Edén, pulsando tu arpa.




ArribaAbajoDuque de Rivas

Ángel Saavedra


Córdoba. 1791 - Madrid. 1865

Poeta y autor dramático, célebre por su Don Álvaro o la fuerza del sino. En 1802 ingresa en el Seminario de Nobles de los Jesuitas, para su primera educación. Combatió en la guerra de la Independencia donde fue herido, permaneciendo en territorio ocupado. Más tarde pasó a Cádiz, donde empezó su producción literaria. En Sevilla publica en 1814 su primera edición de Poesías. Con la caída de la Constitución emigra a Inglaterra. Entre 1825 y 1830 reside en Malta. Vuelve a España para ocupar la Cartera de Gobernación en el gobierno que preside Istúriz. Fue un magnífico pintor. En 1854 presidió un efímero Gobierno. Muere en Madrid el año 1865.




ArribaAbajo A Lucianela


ArribaAbajo   Cuando al compás del bandolín sonoro
y del crótalo ronco, Lucianela,
bailando la gallarda tarantela,
ostenta de sus gracias el tesoro;

   y conservando el natural decoro  5
gira, y su falda con recato vuela,
vale más el listón de su chinela
que del rico Perú las minas de oro.

   ¡Cómo late su seno! ¡Cuán gallardo
su talle ondea! ¡Qué celeste llama  10
lanzan los negros ojos brilladores!

   ¡Ay!... Yo en su fuego me consumo y ardo;
y en alta voz mi labio la proclama
de las gracias deidad, reina de amores.




ArribaAbajoUnos ojos


ArribaAbajo   Ojos divinos, luz del alma mía,
por la primera vez os vi enojados;
¡y antes viera los cielos desplomados
o abierta ante mis pies la tierra fría!

   Tened, ¡ay¡, compasión de la agonía  5
en que están mis sentidos sepultados,
al veros centelleantes e indignados
mirarme, ardiendo con fiereza impía.

   ¡Ay!, perdonad si os agravié: perderos
temí tal vez, y con mi ruego y llanto  10
más que obligaros conseguí ofenderos.

   Tened, tened piedad de mi quebranto,
que si tornáis a fulminarme fieros,
me hundiréis en los reinos del espanto.




ArribaAbajoA Dido abandonada


ArribaAbajo   Más bella que la flor del tamarindo
(antes que se inventara el almanaque),
luciste ¡oh Reina! tu gallardo empaque,
que tanto ha dado que decir al Pindo.

   Si sólo de pensar en ti me rindo,  5
¿qué es de extrañar que el otro badulaque,
que huyó con tiempo del troyano ataque,
quedase, al verte, convertido en guindo?

   ¡Ay! su pasión fue tiro de escopeta,
que te hundió en sempiterno purgatorio,  10
gozándote y huyendo con vil treta.

   Fue falsa su pasión como abalorio,
niño impotente al que juzgaste atleta,
y tu tálamo lecho mortuorio.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Mísero leño, destrozado y roto,
que en la arenosa playa escarmentado
yaces, del marinero abandonado,
despojo vil del ábrego y del noto.

   ¡Cuánto mejor estabas en el soto,  5
de aves y ramas y verdor poblado,
antes que envanecido y deslumbrado,
fueras del mundo al término remoto!

   Perdiste la pomposa lozanía,
la dulce paz de la floresta umbrosa,  10
donde burlabas los sonoros vientos.

   ¿Qué tu orgulloso afán te prometía?
¿También burlarlos en la mar furiosa?
He aquí el fruto de altivos pensamientos.




ArribaAbajoEl álamo derribado


ArribaAbajo   Gallardo alzaba la pomposa frente,
yedras y antiguas parras tremolando,
el álamo de Alcides, despreciando
la parada nube, y trueno y rayo ardiente;

   cuando de la alta sierra de repente  5
desprendido huracán bajó silbando,
que el ancho tronco por el pie tronchando,
lo arrebató en su rápida corriente.

   Ejemplo sea del mortal que en vano
se alza orgulloso hasta tocar la luna,  10
y se juzga seguro en su altiveza:

   Cuando esté más soberbio y más ufano,
vendrá un contrario soplo de fortuna
y adiós oro, poder, favor, fortuna.




ArribaAbajoReceta segura


ArribaAbajo   Estudia poco o nada, y la carrera
acaba de abogado en estudiante,
vete, imberbe, a Madrid, y, petulante,
charla sin dique, estafa sin barrera.

   Escribe en un periódico cualquiera;  5
de opiniones extremas sé el Atlante
y ensaya tu elocuencia relevante
en el café o en junta patriotera.

   Primero concejal, y diputado
procura luego ser, que se consigue  10
tocando con destreza un buen registro;

   no tengas fe ninguna, y ponte al lado
que esperanza mejor de éxito abrigue,
y pronto te verás primer ministro.




ArribaAbajo Un buen consejo


ArribaAbajo   Con voz aguardentosa parla y grita
contra todo Gobierno, sea el que fuere.
Llama a todo acreedor que te pidiere
servil, carlino, feota, jesuita.

   De un diputado furibundo imita  5
la frase y ademán. Y si se urdiere
algún motín, al punto en él te injiere,
y a incendiar y matar la turba incita.

   Lleva bigote luengo, sucio y cano;
un sablecillo, una levita rota,  10
bien de realista, bien de miliciano.

   De nada razonable entiendas jota,
vivas da ronco al pueblo soberano
y serás eminente patriota.




ArribaAbajoCual suele en la floresta...


ArribaAbajo   Cual suele en la floresta deliciosa
tras la cándida rosa y azucena,
y entre la verde grana y la verbena
esconderse la sierpe ponzoñosa;

   así en los labios de mi ninfa hermosa,  5
y en los encantos de mi faz serena
amor se esconde con la aljaba llena,
más que de fechas, de crueldad penosa.

   Contemplando del prado la frescura
párase el caminante, y siente luego  10
de la sierpe la negra mordedura:

   yo contemplé a mi ninfa, y loco y ciego
quedé al ver de su rostro la hermosura,
y sentí del amor el vivo fuego.




ArribaAbajoEstébanez Calderón, Serafín

Málaga. 1799 - Madrid. 1867

Estudia Humanidades y Derecho en Granada. A partir de 1830 reside en Madrid. Entre sus cargos en la capital fue auditor general del ejército del Norte, consejero de Estado y Ministro de Guerra y Marina en 1847. Era pintor y un consumado arabista. A él se debe el Museo de Pintura y Arte de la Biblioteca Principal de Sevilla. En 1831 publicó su primer volumen de Poesías.




ArribaAbajoA la ciudad reina de Andalucía


ArribaAbajo   Casas moriscas, patios con jazmines,
naranjos, flores, búcaros y fuentes,
antorchas en girándulas lucientes,
que alumbran por cancelas los jardines.

   Damas entre damascos y cojines,  5
refrescando al ventalle los ambientes
y guardando en las rejas impacientes
citas, lances con nobles paladines.

   Músicas por las calles y veladas;
Guadalquivir que, manso, lejos brilla,  10
la flota y la Giralda iluminadas.

   Soldado, abad, buscona, gitanilla;
escalas en balcón, reñir de espadas,
esta es Babel de amor, esta es Sevilla.




ArribaAbajoAl propio asunto (Luzbel y Montes) y con diverso son


ArribaAbajo   Un cachidiablo toro, el vil Patillas,
a un alma salva atájale el camino,
tizón en asta, en furia torbellino,
por ojos y narices cuatro hornillas.

   El aire troncha en átomos y astillas,  5
según derrota en fiero desatino,
mas el genio tremola en blanco lino,
con púrpuras orladas las orillas.

   Gallea a lo galán de arrastre y vuelo,
y Patillas con él un rudo topo;  10
lo tronza, lo quebranta y rinde al suelo.

   «Cáscaras -dijo el diablo alzando el hopo-,
este es Montes, me cuco y vaya al cielo,
que temo más su capa que un hisopo.»




ArribaAbajoA don Bartolo Gallardete


ArribaAbajo   Caco, cuco, faquín, bibliopirata,
tenaza de los libros, chuzo, púa;
de papeles, aparte lo ganzúa,
hurón, carcoma, polilleja, rata.

   Uñilargo, garduño, garrapata,  5
para sacar los libros cabria, grúa,
Argel de bibliotecas, gran falúa
armada en corso, haciendo cala y cata.

   Empapas un archivo en la bragueta,
un Simancas te cabe en el bolsillo,  10
te pones por corbata una maleta.

   Juegas del dos, del cinco y por tresillo;
y al fin te beberás como una sopa,
llenas de libros, África y Europa.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Copia el hombre celajes purpurinos,
estatuas hace de la dura piedra,
y en número a las hojas de la hiedra
exceden sus inventos peregrinos.

   Arrebata con cánticos divinos,  5
la «Iliada» escribe, «Don Quijote» y «Fedra»,
y cuanto más el adelanto medra,
más busca del saber nuevos caminos.

   A su patria da timbres con su gloria,
liberta y engrandece las naciones,  10
los secretos descubre de la historia.

   Y este ser, que mandando a las naciones
sólo piensa en la muerte o la victoria,
¡es el juguete vil de las pasiones!




ArribaAbajo El despecho


ArribaAbajo   Ya que no puedo, por desdicha mía,
llamarte dulce esposa en tierno abrazo,
anudando tu talle con el lazo
que teje amor en su feliz porfía,

   quieran los cielos, por oculta vía,  5
en árbol trasformarme a breve plazo
convirtiendo en corteza mi regazo,
y mi cabello en verde lozanía.

   Y múdeme también en yedra amante
que ensortije mi tronco de contino,  10
confundiendo tus hojas con mi rama:

   que así mi amor, por fiel y por constante,
al fin conseguirá contra el destino
templar en ti lo ardiente de su llama.




ArribaAbajo La ingratitud


ArribaAbajo   La blanca rosa que embalsama el viento,
inclinando su corola divina,
tributo paga al agua cristalina
que fértil le regó su verde asiento.

   Trisca en la jaula el colorín contento,  5
y en armónico son gozoso trina,
si así agradar más fácil imagina
al que le presta pródiga el sustento.

   Premia al besar la cándida paloma
el ardor cariñoso de su amante,  10
y el altivo desdén a su afán doma:

   Mas tú a mi amor más dura que diamante
desoyes de mi labio el tierno idioma,
siempre esquivando mi pasión constante.




ArribaAbajoAl Alambra


ArribaAbajo   Contempla, pasajero, la morada
que el árabe a su gloria alzó triunfante;
cómo la tiempo se rinde vacilante
su magnífica mole ya cascada.

   La altivez de sus torres humillada,  5
de escombros llenó el pórtico arrogante,
y sin su azul el artesón brillante,
anuncia muerte al ánima angustiada.

   Contempla bien cual queda sin colores
el morisco relieve y paramento,  10
borradas ya sus cifras y sus flores.

   Míralo bien, que a paso menos lento,
el tiempo a ti también entre dolores,
traidor te acerca el último momento.




ArribaAbajoEl propósito desesperado


ArribaAbajo   Si por robarte a mi pasión ardiente
tus deudos, descargando el fiero amago,
te arrebatasen con ardid aciago
de estos ojos que lloran por ti ausente;

   aunque en un fuerte alcázar eminente  5
te encante por las artes de algún mago,
y que entorno te cerquen con un lago
de fuego hirviendo con voraz corriente;

   O aunque te oculten en el hondo silo
del monte más oscuro y más distante;  10
por lograrte lanzárame tranquilo,

   y hendiera un mar de lava fulminante,
o bajara en tu busca al negro asilo,
siempre que fueses a mi amor constante.




ArribaAbajo El anillo


ArribaAbajo   Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho.
Ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.

   Dile pues que en tu óvalo galano  5
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón, de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.

   En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,  10
el más constante eterno amor aprenda:

   Mas si me vende, el cerco prodigioso,
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.




ArribaAbajo Mi estado


ArribaAbajo   Busco la paz, y en triste lucha espiro;
espero y temo, abrásome y me hielo;
odio la tierra sin amar el cielo;
vehemente anhelo, exánime suspiro:

   Pido la libertad, siervo me miro;  5
me elevo ardiente, caigo yerto al suelo;
ciego confío, suspicaz recelo,
vivo en el ocio y a la gloria aspiro:

   El dogal que circunda el cuello mío
ni me acaba ni libra, y vivo ahogado;  10
hallo el placer y mátame el hastío,

   odio mi ser, te adoro despechado;
lloro sin pena y sin contento río...
Por ti, cruel, me miro en tal estado.




ArribaAbajoLa soberbia


ArribaAbajo   Yo vi una altiva populosa encina
tender sus ramos orgullosa al viento,
presumiendo tocar el firmamento
y avasallar el prado y la colina.

   Yo vi el oro del sol con luz divina  5
la verde copa coronar contento,
y yo la vi en pomposo movimiento
mecer ufana al ave peregrina:

   Mas vi también, cual precursor del llanto,
leve vapor crecer a nube airada,  10
tendiendo por la esfera el negro manto:

   La vi rasgarse en llamas inflamada,
lanzar el rayo y miro con espanto
el árbol convertido en polvo, en nada.




ArribaAbajoA los retratos de Generalife


ArribaAbajo   Mira, español, tus ínclitos abuelo,
que mostrando lo heroico de su cuna
libraron de la altiva media luna
estos palacios y felices suelos:

   Estos son los que en bélicos desvelos  5
no dejaron región ni playa alguna
sin que rindiese el cuello a la fortuna
que a España dieron los piadosos cielos.

   Dechados del valor y la hidalguía,
y sin par en lo fiel y lo constante,  10
su Rey por ellos venerar se hacía.

   A virtud tan heroica y triunfante
compara tu menguada bizarría,
y espira de vergüenza en el instante.




ArribaAbajoA Filis


ArribaAbajo   ¿Quién tu rostro divino, Fili hermosa,
que en esplendor venciera el claro día,
intentó marchitar con mano impía
sembrando gualda en su azucena y rosa?

   Tus ojos de paloma cariñosa,  5
que do quieran llevaban la alegría,
¿quién los pudo eclipsar, di, vida mía,
empañando su gloria luminosa?

   Venus fue la que en cólera y fiereza
ajó tu flor con pecho vengativo,  10
envidiando tu lumbre y gentileza.

   Pero Amor, que es tu guarda compasivo
te volvió con un beso tu belleza,
aumentando con otro tu atractivo.




ArribaAbajoSoneto contra Gallardo


ArribaAbajo   Traga-infolios, engulle-librerías,
desvalija-papeles, mariscante,
pescador, ratonzuelo, mareante,
Barbarroja y Dragut de nuestros días.

   Más vejete que el viejo Matatías,  5
murcia-murciando va el mundo adelante;
de bibliotecas es el coco andante,
capeador, incansable en correrías.

   Harto de hormiguear a troche y moche
y de hundir lo que birla desde mozo  10
en su cueva, insondable como abismo,

   en sueños se levanta a media noche,
coge sus libros y los echa al pozo,
y por garfiar, garfiña hasta sí mismo.




ArribaAbajoFélix de Arrate, José María

Cuba. 1701-1785




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Aquí suelto la pluma ¡oh patria amada,
Noble Habana, ciudad esclarecida!
Pues si harto bien volaba presumida,
ya es justo se retire avergonzada,

   si a delinearte, patria venerada,  5
se alentó de mi pulso mal regida,
poco hace en retirarse ya corrida,
cuando es tanto dejarte mal copiada.

   Más ni aún así ha logrado desairarte;
pues si tanto hijo tuyo sabio y fuerte  10
en las palestras de Minerva y Marte

   te acreditan y exaltan, bien se advierte
que donde han sido tantos a ilustrarte,
no he de bastar yo sólo a oscurecerte.



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