Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente




ArribaAbajoFernández Guerra y Orbe, José

Granada. 1791 - Madrid. 1846

Poeta y autor dramático. Refundió varias obras del Teatro Clásico.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   En tus juicios, gran Dios, la equidad brilla:
tu amor al hombre forma tu embeleso;
mas perdonar mi ingratitud, confieso
que de tu augusto Ser fuera mancilla.

   El alma, un tiempo cándida, sencilla,  5
inicua ya y dolosa en luengo exceso,
de tu cólera aguarda el justo peso;
ni en tu poder cupiera el reprimilla.

   ¿No es tuyo el rayo? ¿Tu bondad qué espera?
Guerra por guerra a la impotente nada  10
que provocó tu indignación severa.

   El rayo estalle de tu diestra airada...
Mas ¿en qué parte descargar pudiera,
que no esté en sangre de Jesús bañada?




ArribaAbajoForner, Juan Pablo

Mérida (Badajoz). 1756 - Madrid. 1797

Ensayista español. Firmaba sus poesías con el seudónimo: «Aminta». Jurista de profesión. En 1790 fue Fiscal de la Audiencia de Sevilla. En 1785 le fueron prohibidas sus publicaciones, sin el permiso real. Como poeta fue integrante de la escuela salmantina.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Desordenado en desaliño airoso
al bullicioso céfiro permite,
Nisa, el cabello, porque no limite
su nativo esplendor lazo industrioso.

   Velo sutil sobre su pecho hermoso  5
al gusto esconde lo que al gusto incite;
ni tanto que el tesoro facilite,
ni tanto que de él dude el ojo ansioso.

   Así en traje sucinto reclinada
en alcatifa generosa yace  10
su gentileza y gala peregrina;

   así la halla Cendón y la taimada
del necio que su pompa satisface
cobra el oro, y a Alexi lo destina.






ArribaAbajoA Madrid


ArribaAbajo   Esta es la villa, Coridón, famosa
que bañada del leve Manzanares
leyes impone a los soberbios mares
y en otro mundo impera poderosa.

   Aquí la religión, zagal, reposa  5
rica en ofrendas, fértil en altares;
en las calles los hallas a millares;
no hay portal sin imagen milagrosa.

   Y por que más la devoción entiendas
de este piadoso pueblo, a cada mano  10
ves presidir los santos en las tiendas.

   Y dime, Coridón, ¿es buen cristiano
pueblo que al cielo da tantas ofrendas?
Eso yo no lo sé, cabrero hermano.






ArribaAbajo El año de 1793


ArribaAbajo   Cruje feroz el carro furibundo
del implacable Marte, y desquiciada
la tierra, en sangre y en sudor bañada,
puebla de horror los ámbitos del mundo.

   Impía la Parca con aspecto inmundo,  5
no en los campos de Marte fatigada,
destroza en prado y monte, encarnizada,
greyes sin fin con ímpetu iracundo.

   Cadáveres son hoy de hombres y brutos
cosecha horrenda de la tierra, males  10
con que esta edad su mérito señala.

   Niéganse al hombre hasta los rudos frutos;
¡ay! según lo merecen los mortales,
así el cielo, Teodoro, los regala.




ArribaAbajoDefinición de una niña de moda


ArribaAbajo   Yo soy de poca edad, rica y bonita;
tengo lo que suelen llamar salero,
y toco, y canto, y bailo hasta el bolero,
y ando que vuelo con la ropa altita;

   si entro en ella, revuelvo una visita,  5
y más si hay militar o hay extranjero;
voy a tertulia, y hallo peladero;
a paseo, y me llevo la palmita;

   soy marcial: hablo y trato con despejo;
a los lindos los traigo en ejercicio,  10
y dejo y tomo a mi placer cortejo;

   visto y peino con gracia y artificio...
Pues ¿qué me falta?... Oyola un tío viejo,
y le dijo gruñendo: «Loca, el juicio.»




ArribaAbajoSonetos




ArribaAbajo I


ArribaAbajo   Ya silba el viento en la nevada cumbre,
y al soplo impetuoso la cabaña,
vacila del zagal, que en frágil caña
con paja entretejió flaca techumbre;

   y Bato el mayoral sin pesadumbre,  5
aunque su grey del aquilón la saña
siente y perece, con paciencia extraña
huelga al calor de regalada lumbre.

   El mísero zagal humedecido
de helada nieve, por salvar se afana  10
la grey no suya en le pelado ejido.

   Zagal, reposa; tu fatiga es vana;
su hacienda el mayoral tiene en olvido,
y ni a acordarse de tu afán se humana




ArribaAbajoII


ArribaAbajo   Despierta, Elpín; y guarda que el hambriento
lobo no sirve, no, tu grey de pasto:
tú roncas, y el zagal hace su gasto
devorando tus reses ciento a ciento.

   De rotas pieles número cruento  5
luego te entrega el desalmado Ergasto;
y el daño apoca, aunque en ejido vasto
pace escaso ganado y macilento.

   Despierta, Elpín: y en las calladas horas
cuando sin luna las estrellas lucen  10
observa, espía a tus zagales fieles.

   Verás como desuellan con traidoras
manos tu grey, y pérfidos reducen
tu hacienda toda a ensangrentadas pieles.




ArribaAbajoIII


ArribaAbajo   Esporo, ese poder, esa grandeza
con que el hado burlón te engolosina,
si añagazas no son a tu ruina,
serán castigo a la mortal vileza.

   Tú encenagado en súbita riqueza  5
te huelgas torpe en su engañosa ruina:
¿A tanto el cielo tu idiotez empina?
O la nuestra peligra, o tu cabeza.

   No es Dios injusto, no: jamás consiente
gloria al malvado; ni elevado empleo  10
sin causa al necio permitir le plugo.

   Tu grandeza es patíbulo eminente;
si a tu cima no subes como reo,
subes, ¡mira qué honor! como verdugo.




ArribaAbajoIV


ArribaAbajo   ¡Ves, Lauso, desalado un vulgo impío
correr furioso a la batalla horrenda,
desnudo, hambriento, y sin que el alma venda
a esperazas del propio poderío?

   ¿Ves tolerar del fatigado estío  5
la ardiente lumbre al recoger la ofrenda
de las espigas con audaz contienda
tostada plebe en mísero atavío?

   ¿Ves arados los mares al arrojo
de duras almas, que salvar presumen  10
vida y tesoro en frágiles maderos?

   Pues si no lo has, mi Lauso, por enojo,
tanto afán, tantas vidas se consumen
para que engorden fatuos altaneros.




ArribaAbajoV


ArribaAbajo   Salgo del Betis a la ondosa orilla
cuando traslada el sol su nácar puro
al polo opuesto, y en el cielo oscuro
la luna ya majestuosa brilla.

   Entre la opaca luz su honor humilla  5
la soberbia ciudad y el roto muro
que, al rigor de los siglos mal seguro,
reliquia funeral, ciñe a Sevilla.

   Pierde la sombra su grandeza ufana;
la altiva población y sus destrozos  10
lúgubres se divisan espantables.

   Fía, Licinio, en la grandeza humana;
contémplala en la noche de sus gozos,
y los verás medrosos, miserables.






ArribaAbajoFray Diego González

Ciudad Rodrigo (Salamanca). 1733 - Madrid. 1794

Agustino. Prior de los Conventos de Salamanca, Pamplona y Madrid.




ArribaAbajoA un orador contrahecho, zazoso y satírico


ArribaAbajo   Botijo con bonete clerical,
que viertes la doctrina a borbollón,
falto de voz, de efectos, de emoción,
lleno de furia, ardor y odio fatal;

   la cólera y despique por igual  5
dividen en dos partes tu sermón,
que, por tosco, punzante y sin razón,
debieras predicárselo a un zarzal.

   ¿Qué prendas de orador en ti se ven?
Zazoso acento, gesto pastoril,  10
el metal de la voz cual de sartén,

   tono uniforme cual de tamboril.
Para orador te faltan más de cien;
para arador te sobran más de mil.




ArribaAbajo A la paz


ArribaAbajo   La guerra por un caso inevitable
invadió la Española Monarquía,
juzgando que aceptada, acabaría
de una vez con la gente miserable,

   y rehusada, al Monarca respetable  5
la gloria militar rebajaría.
El pueblo frece a Carlos a porfía
dones mil del tesoro inagotable

   de su amor; y por Carlos negociada,
viene la paz con palma de victoria.  10
La guerra cruel corriendo apresurada

   tantos despojos deja en nuestra tierra,
que Carlos de la paz saca la gloria
y el pueblo la abundancia de la guerra.




ArribaAbajoFray José Manuel de Navarrete

México. 1768 - 1809

Fraile franciscano de gran cultura.




ArribaAbajo Influjo de amor


ArribaAbajo   Célebres calles de la corte indiana,
grandes plazas, soberbios edificios,
templos de milagrosos frontispicios,
elevados torreones de arte ufana,

   altos palacios de la gloria humana,  5
fuentes de primorosos artificios,
chapiteles, pirámides, hospicios,
que arguyen la grandeza americana:

   ¡Oh México!, sin duda yo gozara
del gusto que me brinda tu grandeza,  10
si causa superior no lo estorbara.

   De tu suelo me arranca con presteza
el suave influjo de la dulce cara
de una agraciada rústica belleza.




ArribaAbajoLa triste ausencia


ArribaAbajo   Su manto recogió la noche oscura
que cobija al mundo tristemente,
y abriéndose las puertas del oriente
se asoma a su balcón la aurora pura.

   De la fresca arboleda en la espesura  5
los céfiros susurran blandamente;
desata el arroyuelo su corriente,
y por márgenes verdes se apresura.

   Sus fragancias respiran flores suaves,
y llenando los vientos de armonía  10
requiebros trinan las parleras aves.

   Todo el mundo se llena de alegría,
menos yo, que en mis penas siempre graves,
ausente estoy de la zagala mía.




ArribaAbajoRecuerdos tristes


ArribaAbajo   Cuando tu blanca frente yo ceñía
de yedra azul y de encarnada rosa;
cuando en el fértil prado y selva umbrosa
mil cariños muy dulces te decía;

   cuando de agresta flauta me servía  5
para cantar tu cara milagrosa;
cuando en nuestra cabaña venturosa
me nombraba por tuyo, y tú por mía;

   cuando... mas no, no quieras, Clori amada,
que refiera más gustos, pues no intento  10
que gima la memoria lastimada.

   Iba a decirle que en aquel momento
que recuerdo la vida ya pasada,
no sé como no muero de tormento.



Anterior Indice Siguiente